Loe raamatut: «Venciendo el Temor, la Preocupación y la Ansiedad», lehekülg 3

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Capítulo 3 Reemplazando Tus Temorescon el Poder de Dios

“La vara de Dios no nos castiga tan severamente

como lo hace la vara de nuestra propia imaginación....”9 —Carlos H. Spurgeon

Como gerente de operaciones de una compañía mediana, la responsabilidad de Gina era supervisar muchas de las relaciones diarias entre sus empleados y los clientes de su compañía. Gina había trabajado mucho para alcanzar su posición de autoridad. Había hecho a un lado su deseo de tener una familia para obtener su grado de maestría y seguir con su carrera. Había pulido, a un alto nivel, sus habilidades para hablar en público. Pero Gina tenía un problema. Aunque sabía que una buena administración implicaba delegar y confiar en otros, cada vez le resultaba más difícil “soltar”. Trabajaba en exceso porque sentía que no podía confiar en que los demás hicieran lo que ella quería que hicieran, estaba estresada y se sentía devaluada. Aunque reconocía que estaba rodeada de trabajadores capaces, simplemente sentía que no podía confiar en ellos. Temía que si no supervisaba cada detalle del negocio la despedirían y eso significaría, a su vez, que era una fracasada.

Su miedo también hacía que respondiera a la defensiva cuando alguno de sus subordinados sugería nuevas maneras de dirigir el negocio. Entonces, cuando le hacían ver que se ponía a la defensiva, respondía poniéndose más a la defensiva y enojándose. Aunque tenía muchos amigos en la compañía, cada vez estaba más aislada porque cuando sus empleados veían el problema y le hablaban al respecto, los acusaba de deslealtad e intentaba echarlos. Con frecuencia en la noche no podía dormir porque se imaginaba que quizá les era antipática o que la traicionarían. Su mente imaginaba horrendas ideas de la vida sin trabajo, la vergüenza de ser despedida o de volverse una “vagabunda” sin amigos. El problema alcanzó su punto crítico cuando sus supervisores inmediatos le dijeron que tenía que cambiar o que sufriría las consecuencias. Había orado de todo corazón por su problema, pero parecía que cada vez que se proponía hacerlo mejor, se encontraba en la sala de descanso de las mujeres hablando mal de cualquiera que la hubiera criticado con cualquiera que la escuchara. Las cosas se habían salido de control y cada vez estaba más y más temerosa de que su trabajo estuviera en peligro.

Como cristiana, Gina pensó que podía tener algún tipo de problema espiritual pero no podía descubrir cuál era. ¿Qué estaba pasando en su vida? ¿Por qué escogía tratar a las personas, aunque fueran personas que apreciaba y valoraba, de forma negativa? ¿Había alguna esperanza para ella?

Gina no es la única persona que ha luchado con el miedo en su trabajo. Su miedo surgió de su deseo de sentir que tenía el control. Sentir la necesidad de controlar a otros es algo con lo cual muchas personas luchan, sobre todo las personas que son competentes y ambiciosas. Algunas personas podrían inclinarse más hacia este tipo de miedo porque desde niños aprendieron que nunca podían confiar en nadie que no fueran ellos mismos. Otras podrían tener un alto concepto de sí mismas, pensando que todos los demás son incapaces. Cualquiera que sea la historia o la causa, si eres una persona que cae en esta categoría conoces el estrés y la destrucción que este deseo produce.

En el capítulo 4 vamos a ver con mayor detenimiento los problemas que enfrenta una persona controladora. Pero por ahora, sólo digamos que el deseo de tener el control es algo que se encuentra en las personas de cualquier lugar, en cualquier nivel económico y esto ocasiona mucho el temor.

Ciertamente la vida sería más fácil si nuestros miedos permanecieran aislados en ciertas áreas de nuestras vidas, ¿no? Por ejemplo, Gina podría haber estado feliz si hubiera excluido sus miedos del área de trabajo. Algunos estarían felices si pudieran ir a la tienda sin tener que enfrentar el pánico y la ansiedad. Desafortunadamente, el miedo (como las otras emociones) no es fácil de limitar a un lugar u otro. Y el pueblo de Dios, como ya hemos visto, es probable que tenga luchas muy reales con el temor. De hecho hasta los pastores, y aquéllos en el ministerio, luchan con el temor en sus púlpitos y en sus relaciones con los miembros de su iglesia. Considera el ejemplo de Timoteo.

Timoteo fue un joven discípulo de la iglesia primitiva. Hijo de padre griego y madre judía que se volvió creyente, Timoteo fue probablemente ganado para Cristo por medio del ministerio de Pablo. Acompañó a Pablo en un sin número de obras misioneras y Pablo hablaba muy bien de él. Era conocido como un hombre de lealtad, sensibilidad y celo. Pero también fue un hombre que luchó con el temor.

En dos ocasiones diferentes, Pablo específicamente trata la lucha de Timoteo con el miedo. La primera se menciona en 1 Corintios 16:10, donde Pablo les dice a los cristianos de Corinto que cuiden de Timoteo viendo que esté “con tranquilidad.” La segunda aparece en el libro de Segunda de Timoteo, donde Pablo escribe, “Te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti...porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía...” (2 Timoteo 1:6-7 énfasis añadido).

No es demasiado difícil ver que Timoteo luchaba con el temor o que Pablo, su amado padre en la fe, estaba interesado en cómo afectaba esto la vida y el ministerio de Timoteo. Más adelante en la misma carta, Pablo anima a Timoteo, “esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 2:1).

La Presencia de Dios que Cambia la Vida

En este capítulo, analizaremos más de cerca el consejo de Pablo a Timoteo. Veremos cómo Dios obró en su vida llenándolo con Su fuerza capacitadora en tres áreas específicas: poder, amor y disciplina (o dominio propio). Pablo sabía que Timoteo debía enfocarse en la efectividad de la presencia de Dios en su vida... y nosotras también. He aquí lo que Pablo dijo:

Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.—2 Timoteo 1:6-7

Pablo quería recordarle a Timoteo lo que Dios le había dado en Su benignidad. Le había dado el “don de Dios.” Este don lo equipó para cumplir la voluntad de Dios en su vida. Bueno, podrías estar pensando, si el apóstol Pablo hubiera orado específicamente por mí, yo tampoco tendría temor. Es cierto que ninguna de nosotras tuvimos la experiencia personal que tuvo Timoteo con el gran apóstol, pero tenemos algo mucho mejor. Tenemos las oraciones del Hijo de Dios: “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25).

Como ves, el Señor Jesús está orando por ti, incluso ahora mientras lees este libro. Él en Su benignidad te ha dotado para cumplir el ministerio al que te ha llamado, exactamente de la misma manera en que dotó al joven Timoteo. Puede que no seas llamada a un ministerio de tiempo completo o al liderazgo en la iglesia, pero cualquiera que sea tu llamado, ya sea ser mamá, estudiante o ejecutiva de una empresa, Él te ha dado todo lo que necesitas para cumplirlo.

Con este don el Señor no ha puesto en tu corazón una actitud de temor o timidez. No, si tú eres cristiana, Él mora en ti con su Espíritu Santo: Su poder, Su amor, Su disciplina para tener dominio propio. Por el carácter de Dios que mora en el creyente, Timoteo, tú y yo podemos cumplir Su llamado en nuestras vidas.

Examinaremos ahora cómo el poder, amor y dominio propio luchan contra el temor y cómo podemos avivar de nuevo el don de Dios en nosotras.

El Poder Dinámico de Dios

Dios le dio a Timoteo el poder o el valor para combatir las dificultades y los peligros que enfrentaría. Dentro de él tenía el poder para aguantar las pruebas y para triunfar en las persecuciones. Tenía este poder porque en él moraba el Espíritu de poder—el Espíritu de Dios, quien tiene toda autoridad y poder.

Este poder o capacidad para enfrentar los problemas y las pruebas es parte del misericordioso don gratuito de Dios dado a Sus hijos. Es por eso que defender la justicia y la verdad es algo que cada creyente está llamado a hacer. Así que, aunque te puedas sentir débil y con miedo, la verdad es que Aquél que tiene todo el poder ha hecho que Su poder esté disponible para ti.

Algunas personas enseñan que la manera de vencer el miedo es confiar en ti misma o desarrollar tu propia auto-confianza. Pero Dios no quiere que pongas tu confianza en tus propios poderes o habilidades. ¿Es bastante obvio, no es cierto, que hasta cuando somos fuertes, no somos lo suficientemente poderosas? Dios quiere que pongas tu confianza en Su poder. Pablo les enseñó a los cristianos de Corinto que su fe tenía que descansar en el poder de Dios (1 Corintios 2:5).

Veamos por un momento qué tan poderoso ya es el Espíritu de Dios en nuestras vidas:

• Él es más poderoso que cualquier poder demoniaco (Mateo 12:28).

• Él es lo suficientemente poderoso para crear nueva vida dentro de ti (Juan 6:63).

• El Espíritu de Dios es un ayudante eternamente perdurable (Juan 14:16).

• Él te enseñará y te recordará las palabras de Jesús (Juan 14:26).

• Él le da vida a tu cuerpo mortal (Romanos 8:11).

• Él te guía y te permite saber con confianza que eres hija de Dios (Romanos 8:14-15).

• Él te asegura que eres heredera de Dios (Romanos 8:16-17).

• El Espíritu te ayuda en tu debilidad orando por ti (Romanos 8:26-27).

• Él es lo suficientemente poderoso para vencer tus dudas y ayudarte a abundar en esperanza (Romanos 15:13).

• Su intenso amor te hará postrar ante el Señorío de Jesús (1 Corintios 12:3).

• Él da los dones que te equipan para la obra que Dios ha planeado para ti (1 Corintios 12:4).

• Él te ayuda a comprender lo que Dios te ha dado sin reservas (1 Corintios 2:10-12).

• Él es lo suficientemente poderoso para cambiarte en una persona llena de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23).

El Poder de Dios para Vencer el Pecado

El Espíritu Santo mora en todos los hijos de Dios y es lo suficientemente poderoso para llevar a cabo lo milagroso en nuestras vidas. Este poder que mora dentro es el que te permite vencer los temores pecaminosos. Romanos 8:13 enseña que es por este mismo Espíritu que puedes hacer morir las obras de la carne.10

Por ti misma, en tu propia fuerza, nunca podrás vencer tu temor pecaminoso. Esto porque nadie es verdaderamente capaz de cambiar la inclinación de su propia naturaleza. Es cierto, podemos hacer cambios externos: podemos perder peso o aprender a nadar, pero el cambio en el corazón es algo que sólo el Espíritu Santo puede lograr. El tipo de cambio que necesitamos— cambio que nos librará de nuestro pecado—viene de un sólo lugar: el Espíritu Santo. Pero no te desesperes. Si eres cristiana, Su poder está disponible para ti hoy.

Venciendo Imaginaciones Temerosas

Mientras conducía por la autopista de camino a la iglesia, luché con el miedo que muchas abuelas conocemos. Mi hija estaba por dar a luz a nuestro primer nieto y, en mi imaginación, moría en el parto. De hecho, no sólo moría, sino que también nuestro nieto moría con ella y los imaginaba en un ataúd. No tenía una razón lógica para tener estos pensamientos porque mi hija y su bebé estaban bien, pero esta imaginación era real en mi mente, como si realmente hubiera sucedido. Lloré. Traté de imaginar la vida después de esta tragedia. ¿Cómo podía seguir? Pensé que debía regresar a casa porque ciertamente no podía ir a la iglesia en este estado. Entonces, el Espíritu Santo me convenció: ¿Qué estaba haciendo? Estaba permitiendo que mi imaginación me asustara y me aterrorizara. En seguida supe que lo que estaba haciendo estaba mal, así que le pedir perdón a Dios. Oré,

Dios, sólo Tú sabes lo que pasará en mi futuro. Tú sostienes mi vida en Tu mano. Sé que Tú no has prometido que nunca sufriré perdidas, pero Tú has prometido sostenerme si, en Tu plan amoroso, tengo que sufrir. Por favor, ayúdame a gozarme en Ti y a poner toda mi confianza en Ti. Amén.

Después de eso puse música de alabanzas y concentré mis pensamientos y mi imaginación en adorar y bendecir a Dios. Ahora estaba lista para ir a la iglesia.

Sabes, el problema con los temores que sólo existen en nuestra imaginación es que, como no son reales, los debemos enfrentar a solas. La gracia de Dios no está disponible para ayudarnos a vencer los problemas imaginarios que residen sólo en nuestra mente. Él nos ayudará a hacer morir estos temores imaginarios, pero sólo en el mundo real es que Su poder es efectivo para sostenernos en los problemas. Es sólo cuando Él nos llame a verdaderamente pasar por tiempos difíciles que Su poder estará presente para protegernos, consolarnos y fortalecernos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Dios levantó una familia de cristianos holandeses que ayudaron a esconder a personas judías del avance del ejército alemán. Esta sobrecogedora e inspiradora historia de sacrificio y valor se encuentra en el libro The Hiding Place (El Refugio Secreto)y fue escrita por la única hija sobreviviente de la familia, Corrie ten Boom.

De joven, Corrie se enfrentó con sus propios miedos. El bebé de una vecina murió y Corrie se dio cuenta que era posible que cualquiera muriera, hasta su propio amado padre. “¡Tú no puedes morirte! ¡No puedes!” lloró. Así es como ella describió la respuesta de su padre a su miedo:

Papá se sentó en la orilla de la estrecha cama. “Corrie,” comenzó con cuidado, “cuando tú y yo vamos a Amsterdam— ¿cuándo te doy tu boleto?”

Sorbí la nariz unas cuantas veces considerando esto.

“Bueno, justo antes de subir al tren.”

“Exacto. Y nuestro sabio Padre en el cielo también sabe cuándo vamos a necesitar las cosas. No te adelantes, Corrie. Cuando llegue el tiempo de que algunos de nosotros vayamos a morir, mirarás tu corazón y encontrarás la fortaleza que necesitas— justo a tiempo.”11

¿Puedes ver lo que el padre de Corrie le estaba enseñando? Cuando Dios te llame a enfrentar algo aterrador, ya sea tu propia muerte, una tragedia en la familia o alguna dificultad, entonces, y solamente entonces, Él te dará la fortaleza para vivirlo. A través de los años he tratado de recordar que no necesito el “boleto” de la fortaleza y la gracia de Dios para un tren que todavía no llega o quizá nunca llegue. El único boleto que necesito es para el tren que tengo que abordar ahora, y Dios ha prometido darme ese boleto cuando lo necesite. “No te desampararé ni te dejaré,” nos ha dicho (Hebreos 13:5). Él estará ahí, sosteniendo nuestra mano, sin importar lo que haya llegado a la estación.

El temor que existe en nuestra imaginación es un enemigo formidable. Pero puede ser eliminado por el Espíritu y la fe. El gran predicador inglés Carlos Spurgeon una vez predicó un sermón de los miedos innecesarios. Aquí está una porción de lo que dijo:

...muchos del pueblo de Dios constantemente están bajo aprensiones de calamidades que nunca les pasarán y sufren mucho más por sólo temerlos que por soportarlos si de hecho les pasaran. En su imaginación hay ríos en su camino y están ansiosos por saber cómo los cruzarán o atravesarán nadando. No existen tales ríos, pero se agitan y se angustian con ellos... estas personas tímidas continuamente están cruzando puentes que solamente existen en sus... fantasías. Ellos mismos se apuñalan con dagas, se mueren de hambre en hambrunas imaginarias y hasta se entierran en tumbas....12

Conforme avancemos en este libro veremos cómo el Espíritu Santo nos puede ayudar a controlar nuestros pensamientos y a aprender a disciplinar nuestras mentes. Por ahora, sin embargo, es importante que comencemos a ver cómo nuestra imaginación pecaminosa alimenta nuestros temores.

Desarrollando Dominio Propio

En 2 Timoteo 1:6-7, Pablo mencionó tres cosas que Dios le había dado a Timoteo: poder, amor y disciplina (o dominio propio). En el capítulo 10 trataremos el amor, así que por ahora nos enfocaremos en uno de los resultados del poder del Espíritu: dominio propio.

Pablo le recomendó a Timoteo que recordara que Dios le había dado la capacidad para disciplinar su mente. La palabra que Pablo utilizó aquí se usa sólo una vez en el Nuevo Testamento y se refiere a la facultad de la mente que le permite a alguien controlar sus pensamientos, tener dominio propio. El punto es que Dios le había dado a Timoteo la capacidad o la habilidad para tener una mente disciplinada y sensata. Una mente sensata es una que tranquilamente se enfoca en la verdad: primero en la verdad sobre quién es Dios y qué ha dicho y, segundo, la verdad sobre nosotras mismas.

¿En qué está enfocada tu mente? Casi todas nosotras luchamos con temores que pueden llevar a nuestra mente a revolotear de un desastre a otro. Podemos imaginar el peor de los escenarios en segundos; nuestros pensamientos están llenos de imágenes gráficas de enfermedad, muerte, desastres o problemas. En vez de enfocarnos en la bondad y en la fortaleza de Dios, nos enfocamos en desastres inminentes y Dios llegando sólo como una idea de último momento. Incluso puede ser que los pensamientos que ocupan tu mente sean tan fuertes que te olvides por completo de Dios. Es fácil ver que todas necesitamos cultivar la disciplina para desarrollar una mente sensata.

Las imaginaciones indisciplinadas son la causa del desaliento y la ansiedad. Cuando me llené de imaginaciones temerosas sobre mi hija y mi nieto, no estaba disciplinando mi mente o pensando en la verdad. ¡Mi mente era de todo salvo tranquila! Una mente sensata es una mente que puede disfrutar la paz incluso en medio de una gran tormenta porque está anclada en lo que es realmente verdadero. En el Antiguo Testamento el profeta Isaías habló de esta tranquilidad de la mente: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en Ti ha confiado” (Isaías 26:3, énfasis añadido).

La Estabilidad de Confiar en Dios

La paz perfecta está disponible solamente para aquél cuya mente está firmemente fija en confiar en Dios. ¿Qué significa “confiar” en Dios? La confianza es el resultado de la decisión de escoger creer que Dios es digno de nuestra confianza, dependencia, fe y sumisión. La confianza en Dios crece sólo cuando nos familiarizamos más y más con Él—con Su poder, Su bondad y Su sabiduría. La confianza florece en el corazón que ha llegado a creer que “Dios en Su amor siempre quiere lo mejor para nosotras. En Su sabiduría Él siempre sabe lo que es mejor y en Su soberanía Él tiene el poder para producirlo.”13 Mientras crezco en mi entendimiento del amor, sabiduría y poder soberano de Dios, mi confianza en Él y mi capacidad para refutar vanas imaginaciones también crece.

Muchas personas que luchan con el miedo lo hacen porque, por cualquier razón, han aprendido que no pueden confiar en los demás. Algunas personas piensan que nunca podrán realmente confiar en Dios porque experimentaron grandes traiciones, dificultades o vergüenzas. Pero la verdad liberadora es que Dios nunca nos dice que tenemos que confiar en las personas. De hecho, Él manda exactamente lo opuesto:

“Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre. Mejor es confiar en Jehová que confiar en príncipes” (Salmos 118:8-9).

“No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación” (Salmos 146:3).

“Maldito el varón que confía en el hombre” (Jeremías 17:5).

Por supuesto, mientras vivimos nuestras vidas día a día tenemos que confiar en las personas hasta cierto punto. Tengo que confiar que el cajero del supermercado no está tratando de robarme a propósito. Tengo que confiar que cuando la luz del semáforo cambie a roja, el tráfico en dirección contraria se detendrá para que yo pueda cruzar. Esto es confianza, pero es una confianza calculada. No es una confianza que diga, “Todo depende de ti.” A pesar de mi confianza calculada reconozco que es posible que el cajero intente robarme, por lo que les echo un vistazo a mis recibos. También sé que existen personas que frecuentemente se pasan la luz roja, así que volteo a ambos lados incluso si tengo la luz verde. Tengo una confianza calculada de que las personas harán lo que deben, pero también entiendo que las personas pecan y cometen errores y así intento no ser imprudente.

La Evidencia de la Confiabilidad de Dios

Dios no quiere ni espera que tengamos una confianza ciega en nadie—ni siquiera en Él mismo. Como nuestro Creador, tiene todo el derecho de ordenarnos que confiemos en Él sin darnos ninguna pista de Su confiabilidad. Pero no ha hecho eso. En la Biblia, Él ha revelado todo lo que necesitamos saber sobre Él mismo. Ha mostrado por medio de la creación, la historia y nuestra redención que Él es completamente confiable. Conforme crecemos en nuestra confianza en Él—en Su sabiduría, amor y poder soberano—encontraremos que nuestros temores desaparecen. Cuando esto pase, también podremos confiar en los demás como debemos.

Cuando se trata del enfoque de mi vida, mi tranquilidad, mi gozo más profundo o mi capacidad de servir al Señor, es imposible que confíe en alguien más que no sea Él. No sólo sería tonto que yo confiara de esta manera en los demás, sino que hacerlo deshonraría a Dios. Una persona comentó, “No podemos esperar que Dios prospere algo que se inmiscuya en Su lugar y que demerite Su honor.... [debemos] hacer de Dios el gran objeto de nuestra confianza, a pesar de que el instrumento humano normal de ayuda pueda estar al alcance de la mano.”14

Paz en la Presencia de Dios

Aunque pudiera parecer que tu vida está llena de problemas y pruebas, hoy puedes comenzar a conocer la paz de Dios. Aunque hayas pasado por una gran decepción, deslealtad o amarga desesperación, la paz que Jesucristo da es para todos Sus hijos. Esta paz es algo de lo que hablaremos mucho en los próximos capítulos pero, por ahora, medita en estas palabras de Jesús:

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo. —Juan 14:27

Cuando Pablo le recordó a Timoteo que Dios no le había dado un espíritu de cobardía, tal vez estaba recordando la clase de miedo que los israelitas tuvieron en el Monte de Sinaí, cuando le pidieron a Moisés que se encontrara con Dios por ellos. Pablo estaba animando a Timoteo a no ser como esas personas que, cuando vieron la cercanía de Dios, huyeron de miedo. Y Dios nos está llamando a cada una de nosotras hoy a no huir de Él en temor servil, sino a acercarnos a Él con corazones humildes y confiados, dejando que Su paz inunde nuestras almas. Podemos conocer la gozosa serenidad mientras experimentamos el dulce cuidado de Su guía paternal, el amor asombroso que se ve en el sacrificio de Su Hijo y el gran poder reconfortante de Su Espíritu transformador. Y todo por confiar en Dios.

Para Una Reflexión Más Profunda

Confiar en Dios es algo por lo que debemos luchar. Como un Padre amoroso, nos concede el entendimiento suficiente de Su naturaleza para que podamos ir a Él. Pero crecer en esta confianza es algo que debemos escoger hacer. Lo podemos hacer considerando lo que Él ha dicho acerca de Sí mismo y de aquéllos que confían en Él. Para terminar este capítulo, date tiempo para meditar, en oración, en los siguientes versículos:

“¡Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos” (2 Crónicas 14:11).

• “En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron” (Salmos 9:10).

“En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados” (Salmos 22:4-5).

“Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en Él confió mi corazón, y fui ayudado” (Salmos 28:7).

“Esperad en Él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio” (Salmos 62:8).

“He aquí Dios es salvación mía, me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová quien ha sido salvación para mí” (Isaías 12:2).

“Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos” (Isaías 26:4).

“En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza” (Isaías 30:15).

Más versículos excelentes que puedes estudiar incluyen 1 Crónicas 5:20; 2 Crónicas 13:18; 20:20; Salmos 13:5; 32:10; 37:5; 40:4; 84:12; 112:7; 115:11; Proverbios 28:25; 29:25.

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