Loe raamatut: «A 150 años de la Guerra Guasu», lehekülg 2

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13 de junio

Solucionada la situación sobre el incidente del Paraguarí, Vázquez Sagastume creyó que había llegado el momento de solicitar al Paraguay una alianza política defensiva entre ambos Estados contra las pretensiones del Brasil y, al mismo tiempo, pretendía obtener de Solano López la mediación en el conflicto que su país soportaba contra el Imperio, análoga a la que él había realizado con la Argentina. A ese efecto, sin estar autorizado por su Gobierno, remitió al ministro de Relaciones Exteriores la nota en cuestión, urgiendo la intervención paraguaya en dicha crisis. Al día siguiente, Berges contestó la nota aceptando mediar en las graves circunstancias en que se hallaba la República Oriental con el Imperio del Brasil.

18 de junio

A instancias de Edward Thornton, ministro inglés acreditado en Buenos Aires, se realizó una reunión en Puntas del Rosario, situado en el campamento del jefe revolucionario uruguayo Venancio Flores. Asistieron a la misma el ministro de Relaciones Exteriores argentino, Rufino de Elizalde; el agente brasileño José Antonio Saraiva; el citado caudillo oriental y los representantes del Gobierno del Uruguay, Florentino Castellanos y Andrés Lamas. Luego de un breve debate, los asistentes a la conferencia firmaron un remedo de convenio mediante el cual se resolverían las dificultades en el Uruguay con las garantías del Brasil, la Argentina y del ministro británico. El corolario de esta reunión originó la alianza tripartita, que más tarde vendría contra el Paraguay.

24 de junio

El ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, Juan José de Herrera, supuso que todos los problemas existentes entre su país y el Imperio brasileño se habían solucionado con el acuerdo firmado en Puntas del Rosario. Por ese motivo, desaprobó categóricamente la solicitud de mediación que había efectuado Vázquez Sagastume al presidente paraguayo y ordenó que inmediatamente regresara a Montevideo. Además, por su parte, el Brasil también rechazaba la intervención de Solano López en la Crisis uruguaya.

7 de julio

En esa fecha, los ministros mediadores que firmaron el acuerdo en Puntas del Rosario comunicaron al Gobierno uruguayo que las negociaciones no prosperaron y, por lo tanto, el compromiso asumido quedaba sin efecto. En consecuencia, los revolucionarios orientales colorados volvieron a enfrentarse con los blancos. En esa coyuntura, Saraiva se dirigió de inmediato a Buenos Aires con el propósito de buscar un acuerdo con Mitre para afrontar juntos la situación uruguaya. Nuevamente, el Gobierno de Aguirre puso su mirada hacia el Paraguay.

14 de julio

El canciller uruguayo Herrera había rechazado con términos exasperados la oferta de mediación del presidente Solano López. Ahora que se avecinaba el peligro, era necesario reparar el desatino y obtener, por cualquier medio, la mediación paraguaya. Era esta la única posibilidad que le restaba al Gobierno uruguayo, apremiado por una revolución interna y amenazado por una invasión brasileña. Ante esta disyuntiva, el propio canciller decidió enviar al Paraguay al más enérgico político, el famoso Antonio de las Carreras, conocido como el Tigre de Quinteros por su actuación en la matanza de 1858, para entrevistarse personalmente con el general Solano López y a quien debía convencer de la ya evidente alianza brasileño-argentina contra la independencia del Uruguay y del Paraguay, y que, por lo tanto, incumbía al Paraguay intervenir con todo su poderío para frenar e1 grave peligro.

4 de agosto

El agente del Imperio del Brasil José Antonio Saraiva remitió un ultimátum al Gobierno del Uruguay, en donde le comunicaba que dentro de un lapso improrrogable de seis días se debían satisfacer los reclamos que había formulado con anterioridad, a fin de terminar con los vejámenes que estaban sufriendo, en territorio uruguayo, los súbditos brasileños con motivo de la guerra civil. De incumplirse el plazo, las fuerzas del ejército brasileño, asentadas en la frontera, recibirían órdenes para proceder militarmente. Además, el almirante Vizconde de Tamandaré adoptaría similar medida y con la fuerza de la escuadra bajo su mando atacaría las costas orientales.

19 de agosto

El emisario especial Antonio de las Carreras llegaba a Asunción y ese mismo día presentó un memorándum con el objetivo de denunciar el peligro que para la independencia, tanto del Uruguay como del Paraguay, significaba la intervención del Brasil y las evidentes conexiones con el Gobierno argentino del general Mitre. Enfáticamente, el agente uruguayo explicaba la necesidad de la ayuda y la alianza mutua entre ambas naciones amenazadas por los dos imperios. El canciller Berges se negó a considerar las proposiciones de De las Carreras, a las que califico de “exageradas”.

30 de agosto

En esta fecha el Gobierno paraguayo decidió adoptar una conducta que más tarde tendría el trascendental desenlace bélico de vastas y apocalípticas consecuencias para el país. El ministro de Relaciones Exteriores, José Berges, despachó una nota al ministro plenipotenciario del Brasil, residente en Asunción, César Vianna de Lima, protestando contra cualquier intervención armada al territorio uruguayo. La nota en cuestión argumentaba que esa intromisión por parte del Gobierno imperial atentaría contra el equilibrio de los Estados del Río de la Plata y declaraba que el Paraguay consideraría “casus belli” si el Brasil no atendía su advertencia. En Río de Janeiro se pensó que la nota era una oratoria más del mandatario paraguayo y que jamás su Gobierno procedería en forma drástica. El menoscabo que se tenía acerca de su persona en el concierto rioplatense tanto como las denuncias orientales, sobre la supuesta connivencia argentino-brasileña contra la independencia nacional, movieron al presidente Solano López a plantarse frente al Imperio del Brasil buscando con tan grave acción infundir el respeto de las naciones poderosas, que en poca consideración tenían al Paraguay. Y para que el decisivo paso que acababa de tomar el Paraguay no pudiera ser interpretado como el fruto de una alianza con el Gobierno de Montevideo, en esa misma fecha, se cursó al ministro Sagastume otra misiva en donde se enjuiciaba severamente la política seguida por la diplomacia uruguaya, mencionando uno por uno los pasos que dio para arrastrar al Paraguay a la guerra contra la Argentina, así como de sus inconstancias y desaires que había ocasionado al Gobierno de Asunción. Con esta actitud se infiere que el Paraguay tomaba por sí solo la determinación de estar presente en el Rio de la Plata, y no meramente con su voz, hasta entonces menospreciada, sino también con todo su poderío militar.

12 de octubre

Vianna de Lima comunicó de inmediato a su Gobierno sobre la nota del 30 de agosto, pero este desconoció la notificación paraguaya y dispuso que su ministro en Asunción contestase a su par paraguayo expresando que el Gobierno de su país no iba a retroceder y recurriría a todos los medios a su alcance para defender los intereses y los derechos de los súbditos brasileños en el Uruguay. En consecuencia, ese día una brigada brasileña compuesta de unos 1600 hombres, al mando del general Mena Barreto, cruzó la frontera uruguaya y dos días más tarde se apoderó de la Villa de Melo, capital del departamento Cerro Largo.

20 de octubre

Después de haber cumplido su misión, Saraiva se retiró y el almirante Tamandaré, jefe de las fuerzas navales brasileñas en las costas uruguayas, había quedado como árbitro de la situación. En la localidad de Santa Lucía, firmó un convenio con Venancio Flores por el cual se establecía la cooperación mutua entre el Partido Colorado uruguayo y las fuerzas imperiales del Brasil. En el mismo se estipulaba que el general revolucionario se comprometía a satisfacer, una vez en el gobierno, todas las reclamaciones exigidas por el Imperio.

30 de octubre

El presidente Solano López, sin conocer aún los últimos sucesos, acompañado de su Estado Mayor, se trasladó al campamento Cerro León, donde decidió esperar el desarrollo de los acontecimientos. El barco Ygurey, de la flota nacional, llegaría en los primeros días de noviembre con noticias acerca del desenlace provocado por el ultimátum brasileño.

1 de noviembre

La noticia de la invasión brasileña al Uruguay estuvo algún tiempo oculta hasta que ella se supo en Montevideo y en Buenos Aires a finales de octubre. Entre los políticos uruguayos reinaba una gran expectación, pues no se dudaba de que el Paraguay cumpliría sus declaraciones y que, en consecuencia, estallaría la guerra entre el Paraguay y el Brasil. Sin embargo, en algunos círculos porteños no creyeron que el general Solano López llegaría al rompimiento de las hostilidades, por las dificultades que encontraría para llevar sus fuerzas hasta el Río de la Plata.

En tanto, el caudillo entrerriano Justo José de Urquiza, quien hasta entonces había visto con simpatía la actitud asumida por el presidente paraguayo frente al Brasil, comisionó a José de Caminos para que se trasladara urgentemente a Asunción con una nota personal para el presidente López, en la cual expresaba que el Gobierno del Paraguay estaba en el deber de hacer efectivas sus nobles declaraciones contra el Brasil, si este invadiese el territorio de la República Oriental y acreditaba a su amigo el presidente López todas las seguridades de su sincera adhesión.

Por su parte, el ministro oriental Vázquez Sagastume instaba, una vez más, al Gobierno paraguayo a enfrentarse al Imperio del Brasil, sin necesidad de declaración de guerra, “para libertar así a la República Oriental, garantizando el porvenir de su propia patria, cubriría su sien de gloriosos laureles y la historia de estos países tributaría a su nombre dignos y merecidos aplausos”.

9 de noviembre

El 3 de noviembre zarpaba de Buenos Aires el Ygurey, trayendo la información de los agentes oficiales del Paraguay y conduciendo a José de Caminos y su importante mensaje. El barco atracó en el puerto de Asunción seis días más tarde trayendo consigo un considerable número de correspondencias y periódicos que anunciaban la nefasta noticia sobre la invasión brasileña al Uruguay. Uno de esos órganos porteños, La Tribuna, en su editorial formulaba votos para que “el zar del Paraguay” hiciera efectivas “sus quijotescas promesas” y así el Brasil pudiera consumar “la noble tarea de arrancar al Paraguay del abatimiento en que yace liberándolo de sus opresores y dejándolo en actitud de constituirse en pueblo libre y civilizado”. En tanto, el portavoz oficial del Gobierno argentino, La Nación, propugnó la alianza con el Imperio y con el general Flores “para evitar que las conquistas de la civilización fueran destruidas por la barbarie”.

En cuanto a la carta de Urquiza, Solano López no estuvo enteramente convencido con las promesas del general entrerriano, las cuales le parecían dudosas. Luego de algunas vacilaciones, decidió cumplir con lo estipulado en la nota del 30 de agosto y, por consiguiente, iniciar las hostilidades.

No obstante, se debe registrar que una de las causas que complicó este conflicto radicaba precisamente en que el Paraguay no contaba con un cuerpo diplomático experto en el exterior que pudiera realizar convenios, tratados o actos importantes de gran valía para el país. Se disponía solo de unos cuantos agentes consulares en Buenos Aires, Santa Fe, Paraná y Montevideo, con escasas capacidades para negociar y cuyo principal trabajo consistía en enviar correspondencias al mandatario, que en la mayoría de las veces eran poco confiables.

11 de noviembre

En esa madrugada echaba anclas en el puerto de Asunción el buque mercante brasileño Marqués de Olinda, que realizaba regularmente el servicio de cargas y pasajeros entre Montevideo y Corumbá, con escalas en Buenos Aires y Asunción. Traía como pasajeros al coronel Federico Carneiro de Campos, recién designado gobernador y capitán de armas de la provincia de Mato Grosso, y a diez militares brasileños, además del nuevo cónsul general argentino Adolfo Soler y otros dos colonos italianos.

Al arribar a la bahía capitalina, desembarcó el diplomático porteño y, mientras el barco se reaprovisionaba de carbón, el comandante bajó a tierra y fue a la legación del Brasil, donde se entrevistó con el ministro Vianna de Lima. Una vez terminado el suministro carbonífero, el navío zarpó a las dos y cuarenta y cinco de la tarde, prosiguiendo el viaje sin ningún contratiempo. Poco después, llegaba a la estación ferroviaria el teniente coronel Antonio de la Cruz Estigarribia con órdenes escritas del presidente, impidiendo la salida del barco brasileño o capturarlo si el mismo hubiese zarpado. De inmediato, se dispuso que el Tacuarí, el más veloz cañonero de la Armada, saliera en persecución del Marqués de Olinda. Pero como no se hallaba dispuesto, se necesitaron varias horas para iniciar el seguimiento juntamente con el Río Apa, otro barco de la Armada nacional.

12 de noviembre

El Marqués de Olinda fue a1canzado a las once de la mañana en el paraje de Curuzú Chicá (actual puerto Antequera). Acto seguido, el teniente Remigio Cabral, comandante del Tacuarí, presentó una intimación escrita para que se detuviera y volviera de inmediato a la capital. Sin otra opción, el capitán de la nave brasileña retornó escoltado por los dos barcos paraguayos. La pequeña flotilla llegó a las diez de la noche del mismo día y el Marqués de Olinda apagó inmediatamente sus fuegos, después de que le fuera denegada la solicitud de comunicarse con la legación brasileña. El ministro de Guerra despachó un chasque hasta Cerro León comunicando la importante noticia. En esa misma fecha, el mayor Alén era portador de otra orden: el cierre del puerto de Asunción, hecho que impedía la salida de todo barco al exterior. La medida incluyó a quince navíos, la mayoría con bandera argentina. Con este acto de hostilidad, el Gobierno paraguayo infirió que no era necesario declarar la guerra, pues consideró que esta ya había sido expresada por el Brasil al omitir la protesta del 30 de agosto e invadir el territorio del Uruguay.

13 de noviembre

En las primeras horas de ese domingo, el presidente López envió el borrador de la nota que el Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay debía entregar a la legación del Brasil. Al mismo tiempo, Vianna de Lima solicitaba una explicación sobre el grave hecho sucedido el día anterior. Casi al concluir la tarde, Berges remitió la comunicación al representante brasileño en donde se hacía una relación de los hechos desde la protesta del 30 de agosto que culminaron con la ocupación del territorio oriental por las fuerzas del Imperio y declaraba lo siguiente: “Este acto violento y la marcada falta de consideración que esta República merece al gobierno imperial han llamado seriamente la atención del gobierno del abajo firmado sobre sus ulteriores consecuencias, sobre la lealtad de la política del gobierno imperial; y sobre su respeto a la integridad territorial de esta República, tan poco recomendado ya por las contínuas y clandestinas usurpaciones de sus territorios, y ponen al gobierno nacional en el imprescindible deber de echar mano de los medios reservados en su protesta del 30 de agosto, de la manera que juzgue más conveniente para alcanzar los objetivos que motivaron aquella declaración; usando así el derecho que le asiste para impedir los funestos efectos de la política del gobierno imperial, que amenaza no solo dislocar el equilibrio de los Estados del Plata, sino los más grandes intereses y la seguridad de la República del Paraguay”. En consecuencia, con este episodio quedaban rotas las relaciones entre el Brasil y el Paraguay.

14 de noviembre

En esa mañana, el ministro del Brasil hizo llegar a su par paraguayo una nota en la que acusaba recibo de la que en la noche anterior le fuera entregada sobre la ruptura de las relaciones entre los dos países y en nombre de su Gobierno protestaba contra el acto de hostilidad practicado en plena paz contra el referido paquete Marqués de Olinda en violación de lo que fue convenido entre el Paraguay y el Brasil años atrás, respecto del tránsito fluvial y por las pérdidas y daños que pudiera ocasionar la interrupción de los viajes a consecuencia de la decisión tomada por el Gobierno de la República del Paraguay. Al mismo tiempo informaba de su inmediato retiro del país y solicitaba los respectivos pasaportes tanto para él como para su familia y demás integrantes de la legación.

14 de diciembre

El día antes, Solano López salió del campamento Cerro León y se dirigió a la capital para ultimar los detalles sobre los sucesos que se avecinaban después de la toma de Marqués de Olinda. De hecho, no figuraba en los planes del presidente acudir en auxilio de los orientales que desesperadamente clamaban por la asistencia paraguaya tanto en armas como en soldados para enfrentar a la revolución liderada por el general Flores, apoyada por el Gobierno argentino y, al mismo tiempo, expulsar a los brasileños que habían invadido su territorio. Pensó que debía cubrirse las espaldas atacando la provincia brasileña de Mato Grosso, para de paso recuperar los límites históricos del Paraguay. A ese efecto preparó las expediciones que por agua y tierra debían marchar hacia el norte.

El ejército, integrado por tres mil hombres, se hallaba bajo el mando del coronel Vicente Barrios. Es de señalar que en esa oportunidad dichos efectivos estrenaban el nuevo uniforme, consistente en pantalón blanco, camiseta de bayeta roja y una gorra también colorada adornada con un ceñidor negro y una borlita que colgaba a1 costado izquierdo. La hueste militar partió a las cuatro de la tarde del puerto capitalino a bordo de ocho vapores, cuatro buques de vela y tres cañoneras pequeñas. El Marqués de Olinda fue agregado a la expedición, conservando su nombre. El presidente López, acompañado de su Estado Mayor, despidió a los soldados desde el edificio de la Aduana. Simultáneamente con la expedición fluvial, debía salir de Concepción una división comandada por el coronel Francisco Isidoro Resquín para atacar los fuertes de Miranda y Noaqui, y otra, bajo el mando del capitán Martin Urbieta, para actuar sobre las colonias de Dorados y Diamantina. La escuadrilla tenía que operar sobre Coímbra, Albuquerque, Corumbá y Cuiabá.

23 de diciembre

Después de enviar el poderoso ejército hacia el norte del país, Solano López dispuso el entrenamiento a unos diez mil soldados, entre veteranos y reclutas que se alistarían en el campamento de San José, a la izquierda del Paraná. Posteriormente, decidió continuar su intercambio epistolar con Justo de Urquiza, quien tan repetidamente había manifestado su adhesión a la causa paraguaya. A ese efecto, resolvió comisionar a José Tomás Ramírez, agente paraguayo, quien gozaba de la amistad del general entrerriano. En carta el presidente López le manifestaba que: “La violación del territorio oriental por parte del Brasil ha puesto al Paraguay en el deber de usar de los recursos militares para neutralizar los sucesos y la acción del Brasil en aquel Estado, y me han decidido a hacer marchar una división de operaciones sobre la provincia brasileña de Mato Grosso y otra de expectación al territorio de la República a la izquierda del Paraná. En el deseo de que esta última no excite dudas sobre su objeto, y para prevenir interpretaciones malévolas o apreciaciones menos correctas de los sentimientos que siempre he profesado a V. E. me es grato asegurarle que esta disposición no es emanada sino del cumplimiento de los deberes militares que la situación impone a la República, y no una amenaza a las provincias amigas de Entre Ríos y Corrientes, ni al gobierno nacional argentino, aun cuando la política del general Mitre y el apoyo moral con que protege los desmanes del gobierno imperial, justificarían cualquier prevención. Convencido de que V. E. no puede mirar con indiferencia el peligro de la situación que amenaza todos los intereses y todas las existencias, convendrá, sin duda, en la necesidad en que me hallo de proveer a la seguridad de mi Patria y espero que esta franca manifestación satisfará a V. E. bajo todos respectos”.

Sin embargo, la real misión de Ramírez consistía en averiguar si Urquiza cumpliría sus promesas y qué actitud asumiría Urquiza en caso de que las fuerzas paraguayas cruzaran las regiones que el Gobierno de Mitre consideraba argentinas para marchar al encuentro de los brasileños en territorio uruguayo.