Loe raamatut: «Presencias del pasado», lehekülg 2

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Rectora Magnífica,

señores y señoras vicerrectores y vicerrectoras,

señores y señoras decanos y decanas,

estimados y estimadas colegas,

queridos y queridas estudiantes,

señores y señoras:

Es para mí un gran honor recibir el doctorado honoris causa de la Universitat de València. Leer los nombres de los cinco franceses que lo recibieron antes que yo es suficiente para medir la importancia de la distinción que me otorga su universidad. Tres doctorados reconocieron la excelencia científica del médico Robert Merle d’Aubigné, del físico Robert Gaston André Maréchal o del biólogo Premio Nobel François Jacob. En 2004, un doctorado honró la obra inmensa de Edgar Morin y quince años antes otro doctorado había sido otorgado a un historiador, Pierre Vilar, cuya obra permanece como una inagotable fuente de inspiración para los historiadores de hoy en día.

Recibir este doctorado me conmueve por otra razón. Al correr de los años, poderosos lazos me vincularon con la Universitat de València. Gracias a la atención generosa del rector Pedro Ruiz Torres, dicté en 1998 un seminario de tres semanas en el marco de la colaboración entre la Universitat de València y la Fundación Cañada Blanch. Antes y después de esta magnífica experiencia, pronuncié varias conferencias en la Universitat y participé en numerosos coloquios organizados por los historiadores de Valencia. Descubrí y aproveché así la intensidad de una vida intelectual que borraba las fronteras tradicionales entre las disciplinas a favor de una conversación permanente entre historiadores y filósofos, entre humanidades y ciencias sociales, entre los saberes de la erudición y el compromiso ético y cívico del conocimiento. Me pareció y todavía me parece un ejemplo admirable e inspirador, particularmente en estos días, cuando en varias partes del mundo las libertades académicas, las ciencias sociales y el pensamiento crítico se encuentran amenazados. Estos peligros, que, en los años noventa del siglo XX, habíamos pensado superados con la instauración o la restauración de la democracia en muchos países ubicados en ambos lados del Atlántico, vuelven en nuestro presente. Manifestar nuestra solidaridad con los colegas y estudiantes víctimas de las políticas que destruyen tanto las instituciones universitarias como los conocimientos es una exigencia que compartimos.

En esta tarea imprescindible, los historiadores deben y pueden desempeñar un papel particular. En varios casos, la destrucción de las libertades académicas y de la independencia de la investigación está acompañada por la voluntad de reescribir la historia, imponiendo desde la escuela primaria hasta la universidad una verdad oficial y única. Es en contra de estas fake truths, de estas verdades falsas, que el trabajo de los historiadores debe afirmar su capacidad para producir un saber verdadero. Sabemos que la escritura de la historia retoma estructuras narrativas y formas retóricas que comparte con la literatura. Sin embargo, sus técnicas propias, sus operaciones específicas y los criterios de prueba a los cuales se somete establecen una radical diferencia entre la fábula y el conocimiento, entre los encantos de la ficción y las operaciones científicas que desenmascaran las falsificaciones y aseguran una representación adecuada de lo que ha sido y que ya no es.

Es lo que mostró, paradójicamente, Max Aub, un valenciano de adopción, cuando publicó en 1958 la biografía de un pintor imaginario, Jusep Torres Campalans. La ficción se apoderaba de todas las técnicas encargadas de acreditar la realidad del pasado tal como está representado por el discurso histórico, pero lo hizo no solamente para el engaño divertido de los lectores, sino también para recordar la distancia que separa los juegos con un pasado imaginado y el conocimiento producido por las reglas, las operaciones y los controles propios de la historia. El epígrafe del libro lo indicaba con ironía: «¿Cómo puede haber verdad sin mentira?». Los sortilegios placenteros de la ficción son así la garantía del saber histórico, tal como el olvido es la condición de la memoria.

Es esta certidumbre la que inspiró a la Universitat de València cuando honró a una serie de prestigios historiadores con su doctorado honoris causa: no solamente Pierre Vilar, al que ya mencioné, sino también John Elliot, Paul Preston o Josep Fontana. Encontrarme en semejante compañía resulta más que intimidante. Es una exhortación para seguir los caminos que abrieron. Fueron diferentes sus senderos, por supuesto, y como los de Borges, algunas veces se bifurcaron. Pero todos recuerdan el rigor que deben respetar las investigaciones históricas, cualquiera que sea su temática.

Mi campo de estudio es la historia de la cultura escrita en la primera Edad Moderna, entre los siglos XV y XVIII. Este trabajo histórico no puede ignorar los interrogantes del presente. ¿Cómo mantener el concepto de propiedad literaria, definido desde el siglo XVIII a partir de una identidad perpetuada de las obras, reconocible más allá de cuál fuera la forma de su publicación, en un mundo donde los textos son posiblemente móviles, maleables, abiertos? ¿Cómo reconocer un orden del discurso, que fue siempre un orden de los libros o, para decirlo mejor, un orden de las producciones escritas que asociaba estrechamente autoridad de saber y forma de publicación, cuando las posibilidades técnicas permiten, sin controles ni plazos, la puesta en circulación universal de opiniones y conocimientos, pero también de errores y falsificaciones? ¿Cómo preservar maneras de leer que construyen el sentido a partir de la coexistencia de textos en un mismo objeto (un libro, una revista, un periódico) mientras que el nuevo modo de conservación y transmisión de los escritos impone a la lectura una lógica enciclopédica donde cada texto no tiene otro contexto más que el proveniente de su pertenencia a una misma temática? Los historiadores son profetas lamentables que a menudo se equivocaron, pero tal vez pueden procurar a sus lectores instrumentos de comprensión que ubican en la larga duración de la cultura escrita los entusiasmos y temores del presente y así domarlos.

Es un placer particular para mí ver que mi trabajo es reconocido por una de las más antiguas universidades de Europa, donde estudiaron dos autores presentes en mi biblioteca histórica: Joan Lluís Vives, encontrado en mis primeros estudios dedicados a la historia de la educación, y Gregori Maians i Siscar, primer biógrafo del autor omnipresente en mis más recientes investigaciones, Miguel de Cervantes. «El tiempo del Quijote» es el título de un magnífico ensayo de Pierre Vilar. Pierre Vilar recibió el doctorado honoris causa de la Universitat de València el 24 de mayo de 1991. Veinticinco años después, lo recibo con inmensa gratitud y humilde orgullo, vinculando en mis pensamientos la lucidez intelectual del historiador y los sueños del hidalgo que esperaba un mundo más justo.


Aquestes paraules, pronunciades per l’Excma. i Mgfca. Sra. Rectora de la Universitat de València, M. Vicenta Mestre Escrivà, en l’acte d’investidura com a doctor honoris causa del professor Roger Chartier, fan referència també al professor Jürgen Basedow, el qual fou investit, així mateix, com a doctor honoris causa en la mateixa ocasió. Per coherència discursiva, es reprodueixen ací íntegrament.

Excel·lentíssimes i il·lustríssimes autoritats acadèmiques,

autoritats del Govern valencià,

membres del Comitè Econòmic i Social de la Generalitat,

antics rectors de la Universitat de València,

representants de la Reial Societat Econòmica d’Amics del País,

senyores i senyors,

És un plaer donar-los la benvinguda a aquest emblemàtic espai, el Paranimf de la Universitat de València, al seu edifici històric, conegut amb el nom del carrer al qual s’obri una de les múltiples portes d’aquesta casa d’estudis i de ciència, La Nau.

Diverses portes obertes en tots els sentits, com les d’aquesta edificació, que té els seus orígens en la creació de la Universitat de València com a institució, el 1499. Com ens ha recordat el nostre nou doctor honoris causa, el professor Basedow, la butlla del papa Alexandre VI el 1501 i el privilegi reial de Ferran d’Aragó, el rei Catòlic, concedida l’any 1502, suposaren el reconeixement institucional d’una universitat que tenia les arrels en la mateixa creació de l’antic regne de València, quan Jaume I, el rei Conqueridor, va demanar a Innocenci IV butlla papal, concedida el 1245, per poder crear una universitat a la nova València.

Les portes de l’Estudi General de València, de la Universitat de València, obertes a les persones, a la ciència i al coneixement, ho han estat sempre, malgrat que els contextos històrics hagen suposat persecucions per raons científiques, ètniques o polítiques.

Bé que ho experimentà Joan Lluís Vives, l’estàtua del qual presideix el nostre claustre en un reconeixement a la seua destacada figura intel·lectual. Però cal que recordem que Vives va viure fora de la seua ciutat per evitar una persecució ètnica.

No va poder fugir-se’n, malauradament, el nostre catedràtic de Medicina, Lluís Alcanyís, que morí en la foguera inquisitorial. Hi ha molts més personatges històrics que han patit la intolerància, i que han estat vinculats a la nostra Universitat. Em permetran dues referències, la primera a Olimpia Arozena. El quadre que la recorda va ser ubicat recentment en aquest Paranimf, com podran observar en la galeria de personatges illustres que ens envolten.

La doctora Arozena va ser la primera dona professora de la Universitat de València, docent auxiliar en la secció d’Història de la Facultat de Filosofia i Lletres, membre del Laboratori d’Arqueologia. Parlem de l’any 1930. I sis anys després, el 1936, va ser depurada de l’activitat universitària per qüestions ideològiques.

La segona referència és al rector Joan Baptista Peset Aleixandre, afusellat al cementeri de Paterna l’any 1941.

Al llarg de les darreres dècades, com ha assenyalat el nostre nou doctor honoris causa, el professor Chartier, en la seua lectio, pensàvem que havíem superat aquests problemes amb l’extensió de la democràcia fins assolir els seus màxims històrics.

Senyores i senyors, en aquest Paranimf celebràrem recentment el 70 aniversari de la proclamació d’aquesta carta de drets, i em permetran que esmente literalment, «ideal comú pel qual tots els pobles han d’esforçar-se i assegurar-se, per mesures progressives de caràcter nacional i internacional, el seu reconeixement i aplicació universals i efectius».

Malauradament, vivim temps d’incerteses, de democràcies qüestionades, de ressorgiment d’idees extremistes, de confrontació i d’intolerància. Però també ens trobem en una situació creixent de desigualtats que no sols alimenten aquest ideari sinó que suposen un repte per al progrés social i, especialment, per al model social europeu que ha estat posat en perill els darrers anys.

Tot i que al llarg de les darreres dècades hem vist processos de descolonització, la incorporació a la democràcia de diferents estats, especialment del denominat bloc soviètic, i que recentment hem viscut un conjunt de «primaveres àrabs» que han estat considerades com una quarta onada de democratització, tot i que hem experimentat l’expansió de drets civils que han trencat la vergonyosa discriminació racial, hui en dia encara ens enfrontem a desigualtats intolerables.

Vulneracions de drets humans que inclouen atemptats a la integritat física, moral i intel·lectual, entre les quals vull destacar com a especialment important la mutilació genital femenina que encara es practica com a forma cultural i religiosa mal entesa a diferents països del món, de vegades a estats europeus, i que cal combatre. No podem oblidar les guerres que colpegen la població civil. I em permetran un esment especial a Síria i el drama que es viu a la Mediterrània i a Río Grande.

Com tampoc no podem deixar de combatre les situacions de desigualtat que colpegen la dignitat de treballadors i treballadores.

Vull acabar aquesta referència als drets humans amb un reconeixement especial al professor Rafael Altamira, a qui fa uns anys retérem homenatge. Magistrat internacional, ja el 1929 apostava per la protecció dels drets civils, polítics i socials. Drets que encara manquen en molts indrets i que es veuen afectats per processos de manipulació que darrerament tracten d’afectar la llibertat de les persones i condicionar el seu comportament electoral. El doctor Altamira, que va compartir aules amb Vicente Blasco Ibáñez, es va llicenciar a la Universitat de València, a la seua cinc vegades centenària Facultat de Dret.

El professor Jürgen Basedow, destacat jurista, hui ha estat investit doctor honoris causa en atenció als rellevants mèrits que concorren en ell i que han estat esplèndidament lloats pel doctor Juan Bataller en la seua laudatio.

Professor Bataller, moltíssimes gràcies per atendre aquest encàrrec, posant en relleu la trajectòria del professor Basedow, un autèntic europeista des de la seua formació multinacional fins a l’exercici del dret en l’àmbit del dret internacional.

Professor Basedow, moltes gràcies per haver acceptat aquest reconeixement universitari que us integra al nostre Claustre de professorat, del qual en bona mesura en formàveu part per la vostra especial vinculació a la nostra Universitat.

Permeten-me també que agraïsca la col·laboració necessària en aquest acte dels padrins del doctor Basedow, els professors Juan Bataller i Carlos Esplugues, i de la comissió d’acompanyament que han integrat el degà de la Facultat de Dret, professor Javier Palao, i els professors Francisco González Castilla, M.ª Dolores Mas i Rosario Espinosa.

Com ha indicat el professor Basedow en la seua interesantíssima lectio, vivim en un món en transformació, un món que, com saben, ha estat definit com «societat del coneixement», temps «postmodern», caracteritzat per una intel·ligència col·lectiva i treball col·laboratiu en una àmplia dimensió internacional.

Totes aquestes transformacions socials també afecten les institucions acadèmiques. I en aquest sentit, podem dir amb orgull que la Universitat de València és una de les principals universitats d’Espanya en l’àmbit internacional, que destaca per ser considerada la més innovadora de les universitats de l’Estat, i segona o tercera, segons l’any, universitat europea en recepció d’estudiants Erasmus.

Destaquem en una dimensió internacional com a fruit dels més de mil convenis actius de col·laboració amb universitats dels cinc continents, i especialment amb programes de doble titulació internacional de grau i de màster oficial, els Erasmus-Mundus, i la nostra presència permanent a Harvard. Comptem amb un dels quinze millors instituts Confuci del món segons el govern de la Xina, i amb un Centre Rus acordat amb la Fundació Món Rus.

Senyores i senyors, la nostra Universitat va ser creada amb una mirada fixada en Europa, amb una vocació internacional que, més de cinc segles després, continua sent prioritat i realitat.

La recerca d’abast internacional hui es fa palesa en aquest Paranimf reconeixent dos destacats investigadors amb el doctorat honoris causa, màxim reconeixement acadèmic a títol honorífic, que s’ha atorgat a dos destacats professors que mantenen una estreta relació amb la Universitat de València: els professors Jürgen Basedow i Roger Chartier, qui a més forma part del comitè científic de Publicacions de la Universitat de València i és un destacat historiador de la quarta generació de l’Escola dels Annales.

Moltíssimes gràcies a la comissió d’acompanyament del Dr. Chartier, integrada pel degà de la Facultat d’Història, professor Josep Montesinos, l’antic rector d’aquesta Universitat, professor Pedro Ruiz i les professores Isabel Morant, Medalla de la Universitat, i M.ª Luz Mandingorra.

Agraïment que estenc als professors Francisco Fuster i Francisco Gimeno, que han actuat com a padrins en aquest cerimonial. En especial al doctor Gimeno per la seua magnífica laudatio del Dr. Chartier, un home que, en paraules del nostre professor «proporciona claus per transitar per l’univers digital del present, i possiblement del futur». Un profund coneixedor de la literatura del Segle d’Or i que, com ha definit en la seua laudatio el professor Gimeno té un àmbit de treball que delimiten els verbs «produir i consumir». Dos verbs fonamentals en les formes culturals contemporànies en les quals s’ha trencat el monopoli de la producció i el consum en molts àmbits gràcies a les tecnologies de la informació i la comunicació.

Professor Chartier, moltíssimes gràcies per unir-vos al nostre Claustre de professorat, que tan bé conegueu. Sou un bon coneixedor de la nostra producció cultural i de les nostres publicacions i nosaltres volem honorar-vos amb aquest reconeixement a la vostra trajectòria i sapiència.

Uns reconeixements que es fan especialment necessaris en temps complexos com els actuals. Com bé ha assenyalat el Dr. Chartier en una lectio que evidencia el seu profund coneixement de la nostra cultura, vivim temps incerts en els quals les llibertats acadèmiques es veuen moltes vegades amenaçades, com també el pensament crític reflexiu, des del diàleg i la confrontació d’idees basada en el respecte a l’altre. Són aquests elements claus i fonamentals per fer una societat de persones lliures.

Per això reivindiquem l’autonomia universitària, principi constitucional, en termes reals, i continuem demanant la supressió de determinades polítiques que han colpejat la nostra llibertat per planificar i desenvolupar estratègies de prestació del servei públic essencial que és la universitat.

Senyores i senyores, acabe ja remarcant que som una universitat pública, valenciana i d’àmbit internacional. Un Estudi General que conrea totes les branques del saber, que genera investigació, innovació i transfereix coneixement, que imparteix docència i crea cultura i pensament. Una universitat que no sols forma professionals, sinó també ciutadanes i ciutadans capaços de desenvolupar-se en un món creixement complex.

Ciutadanes i ciutadans que veuen en els professors Jürgen Basedow i Roger Chartier un exemple d’intel·lectualitat i de reflexió, valors fonamentals per fer una societat més avançada, lliure i igualitària.

Amb aquest desig els agraïsc a totes i tots vostès la seua presència en aquest acte. Moltíssimes gràcies.

BIOBIBLIOGRAFÍA DEL DOCTOR ROGER CHARTIER

a cargo de Francisco Fuster

Roger Chartier (Lyon, 9 de diciembre de 1945) realizó sus estudios de Educación Secundaria en el Lycée Ampère de Lyon, ciudad del este de Francia en la que nació y en la que transcurrieron su infancia, su adolescencia y los primeros años de su juventud. Entre 1964 y 1969 cursó estudios universitarios en la Ecole Normale Supérieure de Saint-Cloud (Lyon) y, en paralelo, se matriculó en un curso de la Universidad de la Sorbona (1966-67) que le permitió obtener los títulos de licenciado y de maître en Historia.

En 1969, recién finalizados sus estudios universitarios, superó la oposición y obtuvo la llamada agrégation, lo que le permitió empezar a trabajar como profesor agregado de Historia en el Lycée Louis-Le-Grand de París, en la que sería su primera y única experiencia docente en el mundo de la enseñanza secundaria. Fue entonces cuando abandonó definitivamente Lyon y se instaló en aquel agitado París en el que todavía resonaban los ecos del mayo del 68.

En 1970 se incorporó a la Université Paris I, Panthéon-Sorbonne, como profesor ayudante de Historia Moderna, cargo que ocupó durante cinco años, hasta 1975, cuando se trasladó a la que, con el tiempo, terminaría siendo su «casa» y el lugar en el que más tiempo desarrolló su profesión: la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), donde al principio ejerció como profesor ayudante durante dos cursos. En 1978 fue nombrado ya profesor titular en la EHESS, institución que ya no abandonaría hasta su reciente jubilación oficial como profesor, en el año 2016, y donde ocupó cargos tan destacados como el de director del prestigioso Centre de Recherches Historiques (CRH) (1982-1986), fundado por Fernand Braudel en 1949, y el de jefe de estudios de la École entre 1984 y 2006.

Como miembro –a mi juicio, el más destacado de ellos– de la cuarta generación de la Escuela de los Annales, el profesor Chartier ha desarrollado la mayor parte de su magisterio como renovador de la historiografía francesa y europea en las tres grandes líneas de investigación en las que su nombre es una referencia a nivel internacional: la historia del libro, la historia de la lectura y la historia de la edición. De la influencia que ha ejercido sobre la EHESS, en general, y sobre el CRH (del que sigue siendo membre associé), en particular, da buena cuenta el hecho de que allí se formaron varios de sus discípulos, alguno de los cuales sigue en activo, impartiendo sus clases en ese mismo laboratoire, que hoy depende de la propia EHESS y del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS).

Sin embargo, el que quizá sea el mayor hito en la trayectoria docente del profesor Chartier se produjo en 2006, cuando el prestigiosísimo Collège de France acordó su incorporación al Claustro de la institución y le encomendó la dirección de la Cátedra sobre Escritura y Culturas en la Europa Moderna, creada exprofeso para la ocasión. Hasta su jubilación en 2016, Chartier ocupó, junto a los mejores investigadores de toda Francia en sus respectivas especialidades, este lugar de privilegio, desde el que ha impartido numerosos cursos y seminarios de especialización que han tenido una excelente acogida, no solo por parte del público francés, sino también de estudiantes e investigadores llegados desde todo el mundo, que han acudido a París para seguir sus clases en este centro de enseñanza superior al que hoy sigue ligado como profesor emérito y honorario.

Por si toda esta actividad fuese poca, el profesor Chartier ha compaginado, casi desde sus inicios como docente, esta notable tarea en la EHESS y en el Collège de France con una no menos importante fuera de las fronteras francesas. De hecho, la dimensión de la carrera profesional de Chartier no se entiende en absoluto si no consideramos, también, su brillante trayectoria internacional, pues su presencia en universidades e instituciones académicas de todo el mundo ha sido intensísima e ininterrumpida durante los últimos cuarenta años y desde que, en 1976, realizara su primera estancia internacional. La hizo como investigador invitado (Visiting Fellow) en el acreditado Shelby Cullom Davis Center for Historical Studies de la Universidad de Princeton, donde –como han subrayado los profesores Justo Serna y Anaclet Pons– conoció y trabó amistad con un historiador estadounidense que impartía sus clases allí: el también especialista en la historia del libro y de la lectura Robert Darnton.

Desde esa primera estancia en Princeton, Chartier ha sido investigador o profesor invitado en centros de reconocido prestigio, como las universidades de Montreal, Yale, California en Berkley, Cornell, Johns Hopkins, Chicago, Alabama, Harvard, Nueva York, Stanford y, sobre todo, Pensilvania, donde es Annenberg Visiting Professor of History y ha impartido clases anualmente desde el año 2001.

En América Latina ha dictado seminarios en multitud de centros, como las universidades de Buenos Aires (Argentina), Nacional de Rosario (Argentina), Nacional de San Martín (Argentina), de Chile (Chile), de la República (Uruguay), Diego Portales (Chile), de los Andes (Colombia), de Ouro Preto (Brasil), de Sao Paulo (Brasil), de Passo Fundo (Brasil), Autónoma de Sinaloa (México) y el Instituto Tecnológico de Monterrey (México), por citar solo algunos. Y lo mismo se podría decir de España, donde hemos tenido el placer de escucharle en las universidades Internacional Menéndez Pelayo, Complutense de Madrid, Autónoma de Madrid, de Castilla-La Mancha, de Cádiz, de Almería, Autònoma de Barcelona, de Alcalá de Henares, Carlos III de Madrid y, por supuesto, en la Universitat de València.

Del mismo modo, ha pronunciado conferencias inaugurales en la Sociedad Americana de Antigüedades de Worcester (septiembre de 1987), la Cátedra Luigi Einaudi de Estudios Europeos e Internacionales, las universidades de Cornell (abril de 1988), Iowa (abril de 1990), Pensilvania (1994), Utah (abril de 1995), Alabama (abril de 1996), Edimburgo (octubre de 1996), Oxford (junio de 1997), Washington (octubre de 1997), Brown (abril de 1998), Stanford (octubre de 2000) o la British Library de Londres (1998), por citar solamente algunas de las muchas ocasiones en las que su presencia ha sido requerida, como voz autorizadísima, para impartir clases magistrales o charlas de apertura en distintos actos académicos.

Quizá una de las facetas menos conocidas de su biografía, al menos para el gran público no especialista, que conoce sus publicaciones y que quizá haya asistido a algunas de sus conferencias, pero desconoce los pormenores de su extensa y variada hoja de servicios, sea la de su trabajo como gestor al frente de distintas instituciones a las que Chartier ha aportado no solo sus vastos conocimientos en la materia, sino, también, su reconocida bonhomía a la hora de relacionarse –lo que no siempre es fácil– con colegas y estudiantes de todos los niveles y especialidades.

En este sentido, y si a menudo hablamos de la creciente importancia de la gestión académica y de la necesidad de que un científico conozca, también, ese «otro lado» menos amable que es la jungla burocrática en la que se ha convertido la Universidad en los últimos años, conviene recordar que ha ejercido cargos de responsabilidad científica de primer nivel, compaginándolos siempre con una labor de docencia e investigación que nunca ha abandonado.

Además de la jefatura de estudios de la EHESS y de la dirección del Centre de Recherches Historiques de la propia EHESS, a las que ya me he referido, Chartier ha sido director del Centre Alexandre Koyré (EHESS - CNRS - Muséum National d’Histoire Naturelle) entre 1989 y 1998, director del Centre International de Synthèse - Fondation pour la Science entre 1993 y 1997, miembro del Comité National du Centre National de la Recherche Scientifique, Section Histoire Moderne et Contemporaine, entre 1980 y 1983 y entre 1987 y 1990, presidente del Conseil Scientifique de la Bibliothèque de France entre 1990 y 1994, miembro del Conseil Scientifique pour la Recherche Universitaire auprès du Ministre de l’Enseignement Supérieur et de la Recherche entre 1990 y 1994, presidente del Conseil Scientifique de l’École Nationale Supérieure des Sciences de l’Information et des Bibliothèques entre 1995 y 1998, miembro del Comité d’Évaluation Scientifique de la Maison des Sciences de l’Homme entre 1998 y 2002, y miembro del Comité d’Évaluation Scientifique du Max Planck Institüt für Wissenschaftsgeschichte, entre 2000 y 2004.

Igualmente, ha sido o sigue siendo miembro del comité científico de revistas académicas como Revue de Synthèse (Centre National du Livre y École Normale Supérieure de París), Mana. Estudos de Antropologia Social (Universidade Federal do Rio de Janeiro), Bibliographica (Universidad Nacional Autónoma de México), Cultura Escrita & Sociedad (Universidad de Alcalá de Henares), IC: Revista Científica de Información y Comunicación (Universidad de Sevilla) o Pasajes de Pensamiento Contemporáneo (Universitat de València), entre otras. Así mismo, es miembro del comité editorial de las colecciones «Studies in Print Culture and the History of the Book» (University of Massachusetts Press) y «Material Texts» (University of Pennsylvania Press).

Por otra parte, conviene destacar que, en el caso del profesor Chartier, su faceta como docente e investigador no le ha impedido ejercer, también, como un notable y apasionado divulgador, en el sentido más noble de la palabra. Chartier ha sido un intelectual comprometido con su trabajo y, como tal, un científico que ha terciado en el debate público en numerosas ocasiones, siempre opinando desde el conocimiento y la experiencia. Durante toda su trayectoria como historiador, pocos académicos han tenido más presencia que él en los medios de comunicación (basta dar un vistazo a la sección de noticias de Google para comprobar la cantidad de entrevistas que concede a periódicos y suplementos culturales de todo el mundo), donde su sabia opinión ha sido requerida en multitud de ocasiones, como la de un experto capaz de llegar no solamente a los grandes especialistas, sino también a un público mucho más amplio.

En el caso de nuestro protagonista, creo que se estará de acuerdo en admitir que tanto la comunidad científica como la prensa cultural siempre han visto en él a un investigador docto, pero nada pedante ni pretencioso; un historiador erudito y metódico, cuando el auditorio lo exigía, pero también accesible y dispuesto a discutir con cualquiera y a adaptar el nivel de su discurso al del público al que iba dirigido, cuando ha tenido que hacerlo.

Me resulta difícil reproducir aquí la lista de programas de radio y televisión en los que hemos podido verle y escucharle, por lo que me limitaré a señalar, como botón de muestra, el hecho de que el profesor Chartier fue –junto con historiadores de la talla de Jacques Le Goff, Michelle Perrot o Arlette Farge, entre otros– coproductor del famoso programa de radio Les Lundis de l’Histoire, que hasta su desaparición en 2014 emitió la cadena France Culture, de la Radio Nacional Francesa.

También ha sido, durante muchos años, crítico literario y cultural de la revista Times Literary Supplement, del suplemento Livres (diario Libération), del suplemento Monde des Livres (diario Le Monde) y, en lengua española, del suplemento Blanco y Negro, (diario ABC), así como de las páginas de crítica literaria de los grandes periódicos argentinos Clarín y La Nación. Algunas de sus mejores reseñas de libros pueden encontrarse, por cierto, en uno de los libros, El juego de las reglas: lecturas (2000), incluidos en la lista de títulos que acompaña a este texto.

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