Loe raamatut: «Espiritualidad sin religión»

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Coordinación editorial

Iliana Ávalos González

Cuidado de la edición

Jorge Orendáin, Rogelio Villarreal

Diseño y diagramación

Georgina Fernández Preciado

Maritzel Aguayo Robles

Espiritualidad sin religión. Interioridad, jóvenes

y creencias religiosas

se terminó de convertir en noviembre de 2019

en las oficinas de Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it @2019

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En la formación de este libro se utilizaron las familias tipográficas Minion Pro, diseñada por Robert Slimbach, y Ronnia, diseñada por Veronika Burian y José Scaglione.

Índice

Prólogo

De la crisis de la religión a la emergencia de nuevas espiritualidades

Religión y espiritualidad en el futuro: un salto evolutivo en un tiempo axial

José María Vigil


La gran mutación del cultivo de la espiritualidad

Marià Corbí


Religiones al margen. Hacia una ética sin referentes absolutos

Jesús arturo navarro


Análisis sobre algunos elementos del deísmo ante los desafíos del paradigma “pos-religional”

Omar de Jesús Romero González


Elementos en conflicto en el cultivo de la espiritualidad

Puntos en debate sobre una espiritualidad sin religión

Juan Francisco Hernández Gallegos


Egocentricidad, interioridad y sistemas de creencias religiosas

Abraham Uriel González Alcalá


Egocentrismo como negación de la espiritualidad

Juan Diego Ortiz Acosta


Valoración crítica de los conceptos de espiritualidad religiosa y universal

Brahiman Saganogo


Baruch de Spinoza después de Friedrich Nietzsche: ¿Espiritualidad sin religión?

José Alejandro Fuerte


Reconfiguraciones de los sistemas religiosos

La post-secularización y las nuevas formas y tergiversaciones de lo sagrado de cara a la divinización del ser humano

Fabián Acosta Rico


Espiritualidad sin religión. Una propuesta alter-teísta

Gerardo Moya García


El camino espiritual budista para la sociedad del cansancio

Lourdes Celina Vázquez Parada


Intersticios de las prácticas religiosas en escenarios seculares. El caso del sufismo en México

Arely del carmen torres Medina


¡Creo en Jesucristo, pero no voy a misa! Acercamiento a las razones de un desencanto

Sergio Padilla Moreno


Pederastia: la encrucijada que cambiará el futuro de la Iglesia católica

Jimena Aguirre de la Torre

María Fernanda Ordoñana Tejedo

Yesenia Jazmín Chapula Gutiérrez


Ateísmo y ciencia. Imágenes e imaginarios de los alumnos de humanidades de la Universidad de Guadalajara

Juan Martín Díaz Ruíz


Reconfiguración de personas y de la imagen de Dios en la migración

Heriberto Vega Villaseñor


La danza espiritual. Orar con el cuerpo, el alma y el espíritu a través del movimiento

Gertrud María Chupik


Autores


Prólogo

El libro que ahora se presenta es producto de un espacio de estudio, discusión y análisis entre pares académicos dedicados a la comprensión y explicación de los asuntos religiosos. En el año 2018, un grupo de investigadores, pertenecientes a distintos espacios de educación superior nos reunimos en un seminario titulado “¿En Búsqueda de una Espiritualidad sin Religión? Jóvenes, Interioridad y Creencias Religiosas”. Coincidimos académicos de la Universidad de Guadalajara a través del Centro de Estudios de Religión y Sociedad, el Cuerpo Académico Cultura, Religión y Sociedad, así como de la maestría en Estudios Filosóficos, junto con colegas del Departamento de Formación Humana del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (iteso), la Asociación Ecuménica de Teólogos/as del Tercer Mundo, el Centro de Estudio de las Tradiciones Religiosas, el Instituto Superior de Catequesis, la Universidad del Valle de Atemajac, la Diócesis de Ausburgo, el Colegio de Jalisco y el Museo Regional de Guadalajara-inah.

Frente a los estudios religiosos que se realizan en México, quisimos detenernos en los sujetos creyentes o no creyentes que

se engloban en la categoría de jóvenes. El objetivo del seminario fue responder, desde diversos enfoques, a las preguntas: ¿Qué es la espiritualidad humana? ¿Puede haber una espiritualidad sin religión? ¿Para qué sirve la espiritualidad? ¿Cómo se alcanza cultivar la espiritualidad? ¿Ante el indiferentismo religioso de los jóvenes, la espiritualidad es una opción? ¿La espiritualidad nos puede egocentrar o aperturar hacia los demás? ¿Es importante la espiritualidad en una sociedad cada vez más materialista y depredadora?

El resultado es este libro que hemos titulado Espiritualidad sin religión. Interioridad, jóvenes y creencias religiosas. Se trata de una obra donde se presentan dieciocho trabajos procedentes de distintas disciplinas, organizados en tres partes. La primera contiene cuatro textos bajo la idea De la crisis de la religión a la emergencia de nuevas espiritualidades. Ahí se muestra un diagnóstico de la situación que guardan las creencias abordadas desde Europa, América Latina y México, para exponer algunas vías que explican que los cambios religiosos no pasan necesariamente por el despegue total de la religión, sino por la búsqueda de nuevos escenarios, donde si bien se marginalizan las instituciones y estructuras religiosas, las generaciones actuales desarrollan una indagación de la espiritualidad que les lleva a reconfigurar nuevas formas de exploración del ámbito de lo sagrado.

El segundo grupo de trabajos se ubica en una sección que se ha titulado Elementos en conflicto en el cultivo de la espiritualidad. Con ello hemos querido agrupar el análisis profundo de conceptos, visiones de mundo y sistemas de creencias que entran en crisis al momento de explorar nuevas formas de vivir la espiritualidad. En estos documentos se exponen análisis de corte estructural, semántico, filosófico, antropológico, al mismo tiempo que se plantea la necesidad de explorar nuevos conceptos que permitan explicar las nuevas búsquedas de sentido.

El último grupo de textos se ha agrupado bajo el título Reconfiguraciones de los sistemas religiosos. Al usar el plural hemos querido señalar que no existe una sola forma de exploración de la espiritualidad, sino que aparecen diversas experiencias, donde el sujeto —en mayor o menor medida— que se ubica en sus exploraciones al margen de los sistemas religiosos va dando forma y estructurando una serie de creencias que le llevan a explorar otros caminos, que, si bien pueden rechazar a las religiones institucionalizadas, en muchos casos, plantean la emergencia de cambios en las mismas. En esta sección del libro se encuentran nueve experiencias de búsqueda de sentido con la intención de configurar una espiritualidad personal.

El texto expone otros planteos de la búsqueda de la espiritualidad que da voz a los actores, y no sólo a los dispensadores burocráticos de lo sagrado. De este modo se ofrece una reflexión que pone sobre la mesa las creencias de los sujetos y no los discursos

de las instituciones religiosas; al mismo tiempo, la procedencia de los investigadores de distintos campos del conocimiento humano hace que en el texto coincidan análisis del mismo asunto desde una perspectiva multidisciplinaria, lo cual le da un valor distinto al abordaje del fenómeno. Si bien este tipo de accesos al fenómeno religioso puede ser criticable por quienes consideran que sólo se explican las cosas desde un único marco teórico, es un hecho que no basta una sola disciplina para comprender asuntos que por su complejidad requieren de distintas miradas. Esta es una característica del texto y de los investigadores que coinciden en este espacio académico.

Este libro se publica gracias a los apoyos del Centro Universitario Ignaciano del ITESO y de la Universidad de Guadalajara a través de su Editorial. Agradecemos la posibilidad de compartir este análisis, al mismo tiempo que esperamos contribuir a la discusión que ayude a clarificar la manera como se van transformando las estructuras religiosas, cuando están a la vista nuevas formas de vivir la espiritualidad al margen de la religión.

Jesús Arturo Navarro


De la crisis de la religión a la emergencia de nuevas espiritualidades


Religión y espiritualidad en el futuro: un salto evolutivo en un tiempo axial

José María Vigil


Para el Seminario de Investigación:

“¿En Búsqueda de una Espiritualidad sin Religión?

Jóvenes, Interioridad y Creencias Religiosas”.

En esta reflexión nos movemos en el ámbito de las ciencias de la religión, no en el campo estricto de la teología, aunque ésta sea de igual forma una de esas varias ciencias de la religión.

Acojo la alusión a los jóvenes que viene en el título del seminario, no sin hacer constar que la problemática a la que nos referimos no es “de los jóvenes” solamente, sino de los adultos, de las Iglesias y religiones —de Occidente al menos—, y sin duda, también de la humanidad como conjunto.

Felicito a la udg y al ITESO por la elección de este tema del futuro de la “espiritualidad sin religión”, la espiritualidad humana más allá de la religión. Creo que es fácilmente constatable que son muy pocas universidades en el continente latinoamericano que lo han captado, y son aún menos las que lo abordan de un modo académico explícito, con investigación y producción académica.

Al ser la primera de las sesiones de este Seminario, mejor que centrarlo en un punto concreto de su amplia temática, prefiero elaborarla más bien como una propuesta de visión global en el que incluir/presentar todos los temas que generalmente se pueden integrar en la temática. Acepto de entrada apretar poco, por abarcar más.

No pocos de estos temas los he tratado monográficamente en otros aportes: a ellos remitiré. Incorporo concretamente una perspectiva nueva que me parece muy iluminadora, el paradigma “antropoteocósmico” (atc).

Partiendo de la realidad.

La realidad actual de la religión (sincrónicamente): “Dónde estamos”

Fieles a la “metodología tripartita latinoamericana”, partiremos de la realidad para ubicar qué dice con relación a nuestro tema, haciéndolo esta vez tanto en forma sincrónica como diacrónica.

Dado el tema que nos ocupa en este Seminario, la realidad concreta de la que queremos partir es a la que convencionalmente se suele llamar la crisis de la religión. Nuestra ciencia auxiliar en este momento sería la sociología religiosa. Más que reflexionar teóricamente sobre esa crisis, trataremos de evocarla mediante unos pocos casos emblemáticos de la misma en Occidente (no nos referimos al mundo entero).

 ee. uu. Ninguna otra religión grande en los ee. uu. ha experimentado pérdidas mayores durante las últimas décadas como la Iglesia católica.1

 Templos en venta en Italia y en Holanda.2

 España: dos tercios de los 800 monasterios existentes en el país, próximos a ser cerrados.3

 En Costa Rica, la Escuela de Matemáticas de la Universidad de Costa Rica ya hizo un estudio estadístico en 1988 sobre la fuga de católicos a las “sectas protestantes”, como se decía entonces, y concluyó que éstas ya no eran el destino más frecuente: “estos católicos no se pasan a las filas de las sectas protestantes sino al indiferentismo”. En 2014, otro estudio de la Universidad Nacional, concluye que la fuga al protestantismo está estancada, pero que “el sector católico no practicante es el sector que está creciendo más, y, además, es el que más está reelaborando sus creencias”.4

 El Chile visitado por el papa en 2018 ya no es el que fue. Hace diez años, un 73% de los chilenos respondió “católico” cuando los encuestadores de Latinobarómetro les preguntaron por su religión. En 2017, la cifra había bajado hasta un 45%. En Latinoamérica esa cifra disminuyó de 80% a 59% en la misma década.5

 Un caso realmente emblemático es el de la Révolution tranquille del Canadá francés: en unas pocas décadas, un país ultrarreligioso, culto y desarrollado, sin ninguna violencia ni alteración política, como fruto de un movimiento de reflexión de la opinión pública, da la espalda a su tradición católica y se convierte en uno de los países más secularizados de Occidente.6

 Mundo: A nivel mundial hay “mil millones de descreídos”... 7

Estos pocos casos emblemáticos que acabamos de seleccionar pueden sugerir —no demostrar— algo que en el ámbito de las ciencias de la religión está siendo un diagnóstico aproximado generalizado: Llevamos varios siglos experimentando un proceso constante de secularización de las sociedades, tradicionalmente religiosas. En las últimas décadas este proceso no sólo se ha acelerado (aumento cuantitativo), sino que se ha transformado (cambio cualitativo) en un proceso de disolución de las formas religionales.8

En algunas regiones y países concretos del Norte —y en algunos sectores poblacionales, como la juventud— el proceso está produciendo una especie de “exculturación del cristianismo”, acercándose a la consumación de un verdadero colapso de la presencia de las Iglesias en la sociedad. Este proceso viene a coincidir con la modernidad, incluyendo su segundo ciclo, su profundización: la posmodernidad. La parte más viva y sensible de la sociedad, incluyendo ahí los jóvenes, ha entrado de lleno en el proceso. Y todo hace prever la continuidad, aceleración y consumación del proceso, también en América Latina.

La realidad profunda (diacrónica) de la religión:

“De dónde venimos”

En las últimas décadas hemos asistido a una revisión crítica de los axiomas filosófico-religiosos básicos que han regido clásicamente y rigen todavía el campo religioso. A la luz de nuevos estudios e investigaciones, esos axiomas más hondos, los más básicos, que parecían obvios, evidentes, y por eso mismo indiscutibles, comienzan a aparecer ahora en buena parte como “supuestos acríticos”, relativamente recientes y, curiosamente, no mejores o más útiles que los anteriores, y, por tanto, necesitados de una reflexión y un debate nunca antes tenidos sobre ello.

Nuestras ciencias auxiliares son aquí la arqueología, la historia y la antropología cultural, sin dejar a un lado la filosofía y la teología. Sin asumir sus descubrimientos no podremos desembarazarnos de esos “supuestos acríticos” en que hoy se han transformado los que considerábamos paradigmas básicos tradicionales, que ahora vemos que nos han mantenido clausurados en una visión gratuita, acrítica, filosóficamente parcial.

Desde hace siglos, la cultura occidental da por evidente que Grecia es el comienzo del pensamiento adulto de la humanidad, y que Israel es el punto cero de la religión humana. Más atrás de Grecia e Israel sólo había balbuceos, no pensamiento filosófico serio, ni religión humana madura. Desde hace menos tiempo, la ciencia ha llegado a la conclusión de que “la historia empieza en Sumer”,9 sin quitar nada de lo dicho sobre Grecia e Israel. Creo que una inmensa porción de los manuales de filosofía, teología e historia —yo diría que un 90%— parten todavía de este supuesto.

La nueva visión propiciada por las ciencias histórico-arqueológicas y antropológicas nos dicen, en primer lugar, que las religiones no son de siempre, como hemos venido pensando hasta hace muy poco tiempo. Las religiones son más bien muy recientes en el desarrollo de la evolución de la humanidad. La espiritualidad, en cambio, se pierde en la noche de los tiempos del origen de la humanidad. Homo sapiens es coetáneo del homo spiritualis.

Podemos convenir en que lo que llamamos propiamente “historia” iniciara en Sumer, pero ni la espiritualidad ni las religiones comenzaron con Israel, ni siquiera con Sumer, sino mucho antes. Es muy importante señalar que, en el campo de los axiomas básicos —llamémoslos “filosófico-religiosos”—, ni Grecia ni Israel son “originales”. La estructura fundamental de su espiritualidad y de su visión religiosa —sus axiomas religiosos más profundos— la heredan de sociedades y culturas más antiguas, anteriores en varios milenios. Es cierto que le dan una “formulación” más elaborada y coherente, pero propiamente hablando, ni Grecia ni Israel son creadoras originales, sino que son fundamentalmente herederas de unos axiomas fundamentales anteriores que no cuestionaron (sólo un poco los griegos), y los supusieron evidentes e intocables, ignorando la enorme trastienda histórico-arqueológica que hoy conocemos. Por lo cual, hoy podemos decir que, tanto Grecia como Israel, como nosotros que somos sus herederos, hemos vivido y pensado instalados dentro de un paradigma (“conjunto de axiomas”) en el que hemos quedado encerrados milenariamente. En buena parte seguimos pensando y sintiendo “dentro de la caja”, dentro del paradigma o sobre los axiomas heredados de Grecia y de Israel. El pensamiento clásico y actual del cristianismo, por ejemplo, no es capaz de salir de esa caja de pensamiento, ni siquiera de imaginar que hay vida y hay espiritualidad fuera de esa caja. Se impone la necesidad de liberar el pensamiento, la religión y la espiritualidad. Se requiere “sacar la cabeza fuera de la caja” (thinking out of the box), y releer todo nuestro patrimonio simbólico de ese nuevo paradigma ATC que las generaciones jóvenes intuyen, y que ya no les permite empatar con el discurso religioso tradicional milenario a cuyo ocaso decimos que socio-religiosamente estamos asistiendo en crecientes sectores de la población.

Considero que el paradigma10 religioso-espiritual más profundo es el “antropo-teo-cósmico” (atc),11 mejor llamado así que como “cosmo-te-ándrico”.12 Hoy las ciencias de la religión nos permiten decir que hemos vivido mucho más tiempo…

con diosa que con dios masculino,13

sin segundo piso que con él (o sea, sin separación del cielo y de la tierra),

en una naturaleza “divina” que en una naturaleza-materia-profana,

con experiencia religiosa “natural”, oiko-centrada, que con experiencia religiosa “espiritual” ...

sin metafísica que, con ella,

sin theos que con él.

El cambio lo hemos dado “recientemente”, después de la evolución agraria, tal vez “a causa de” las invasiones kurgans (4300-4200, 3400-2800 y 3000-2800 a. C.), a mediados del periodo calcolítico. Ha sido en ese momento cuando hemos cambiado de paradigma atc.

Desde la antropología cultural, muchos analistas afirman que ese cambio epocal —que sostengo que es esencial un cambio de paradigma atc— no ha sido afortunado, pues está a la raíz de algunos de los grandes defectos que achacamos a la civilización actual (patriarcalismo, menosprecio y sometimiento de la naturaleza, sobrenaturalismo, dualismos...).

Las ciencias histórico-arqueológicas nos descubren hoy que el paradigma atc en el que Occidente ha vivido varios milenios —y en el que hemos nacido o estamos todos nosotros—, hoy ha de ser considerado más bien como “supuesto acrítico”, ya que la “evidencia” que debe tener —para fungir como paradigma— está dejando de serlo para las generaciones actuales, fundamentalmente por la ampliación del conocimiento provocada por la ciencia.

Lo que está más al fondo de la crisis epocal actual de la religión no es tanto un fenómeno de secularización, ni sólo una profunda desafección hacia las instituciones religiosas, sino la crisis del paradigma ATC que se fraguó hace algo menos de seis mil años, que para la cultura actual está dejando de ser un conjunto de axiomas (evidentes), sino más bien un conjunto de supuestos acríticos, cuya evidencia se ha vuelto en contra de ellos, y que ya no pueden ser hoy aceptados en esta transformación de conciencia religiosa que se da en el nuevo “tiempo axial” que estamos transitando.

En todo caso, superar la “evidencia” del tradicional paradigma ATC, someterlo a crítica —aunque sea por primera vez—, saber que es una construcción humana y no una revelación ni una evidencia ontológica, saber que hemos sido humanos —incluso más humanos— con otras configuraciones del paradigma atc, saber que son muchos hoy los que sostienen que nos equivocamos en aquella opción paradigmática que hicimos en el tiempo de la revolución agraria, nos saca del error de una “evidencia” que ahora descubrimos que ha sido más bien un supuesto acrítico, nos muestra que era una evidencia construida (y postulada) por nosotros mismos, no el fundamento más básico de la realidad, y que nos podemos/debemos considerar libres para reconfigurar nuestra religiosidad y espiritualidad humana de otra manera. No nos encontraremos desobedeciendo a Dios, ni apostatando de ninguna fidelidad religiosa que nos obligue; al contrario, estaremos obedeciendo el mandato interior que el Cosmos y la Vida nos transmiten, de optar y decidir con esfuerzo, imaginación, responsabilidad y creatividad.

Creemos que esta perspectiva diacrónica de la religiosidad/espiritualidad coloca el debate en torno a la crisis actual de la religión en un contexto totalmente diferente al marco mental en que nos hemos movido hasta ahora. Sin adentrarnos en la nueva visión que esta visión nos proporciona, no podemos más que repetir los supuestos acríticos de siempre.

Insistimos: necesitamos pensar, sacar la cabeza fuera de la caja. Quien continúe considerando insuperables los límites de la caja (el pensamiento griego, la experiencia religiosa considerada culmen de Israel, la Biblia como Revelación única e indiscutible, o las creencias míticas que acompañan a toda religión...), no podrá dar respuesta a la gran cuestión del futuro de la religión. No podrá dar respuesta quien se instale en la teología tradicional, con la filosofía occidental tradicional como ciencia auxiliar (ancilla theologiae que más bien ha resultado ser Domina theologiae, al mantenerla atada a su paradigma).

Cuando estamos en un cambio tan radical de perspectiva, no adelantamos nada con nuevas propuestas sobre los mismos viejos presupuestos, sino planteamientos nuevos sobre presupuestos nuevos. Esta nueva visión que nos provoca el estudio diacrónico del desarrollo (evolutivo) de nuestra espiritualidad, nos libera de los viejos presupuestos acríticos, nos faculta salir de esa cárcel del pensamiento en que la ignorancia y la absolutización de la tradición nos encerró, nos permite sacar la cabeza de debajo del ala, o pensar out of the box, y ser así capaces de ofrecer nuevas propuestas.

JUZGAR. Ajustar viejos conceptos a la nueva situación

Concretamente dos: la espiritualidad y lo religional.

Espiritualidad:

Es una palabra rechazada y a la vez acogida.14 Paradójicamente, es rechazada en los ámbitos cristianos renovadores, por el dualismo que su adn etimológico revela y que fue vivido tan duramente a lo largo de la historia, y es recibida en muchos ambientes laicos, es aceptaba con creciente entusiasmo. Hay que aceptar que la palabra está socialmente consagrada. Tal vez puede bastar acompañarla con el debido matiz siempre que sea necesario. (No somos dueños de las palabras que ya están “ocupadas” por el uso común).

¿Qué no es la Espiritualidad?

no es espiritual (como contrapuesta a material, corporal),

no es sobrenatural (como contrapuesta a natural, biológica, neurológica...)

no es amundana... Porque sería una espiritualidad mutilada o para personas mutiladas,

no es ahistórica... Piénsese en la espiritualidad de la liberación, y su característica “santidad política”,

no es la vivencia de la Gracia, como muchas teologías creían (cursillos de cristiandad, por ejemplo),

no es una realidad exclusivamente cristiana —mucho menos sólo católica... como el extra Ecclesiam nulla salus quería hacernos pensar, o nos mandaba creer (Cfr. Santo Tomás,15 Danielou,16 Luis del Valle17...).

no es un “estado modificado de conciencia”, ni es el arte de lograrlo, el arte de conseguir un chispazo de conexión con el Absoluto, uno o muchos éxtasis en la meditación... Eso pueden ser fenómenos ‘místicos’ (o también alucinatorios) o, como máximo, una forma muy concreta de espiritualidad, no “la” espiritualidad.

Por esto, quienes están en esta línea de una forma radical no reconocen la presencia de la espiritualidad fuera de la búsqueda de esos estados modificados de conciencia. Frente a ciertas formas exclusivistas de orientalismo que nos invaden, es preciso dejar claro y reivindicar que se puede ser espiritual, y mucho, sin estados modificados de conciencia.

Todo esto es, obviamente, un cambio radical de perspectiva respecto a la concepción tradicional cristiana, por ejemplo, de la espiritualidad. Las nuevas generaciones y los ‘mayores’ que logren sacar la cabeza de la caja, se sentirán muy aliviados con la nueva visión, los nuevos paradigmas, la nueva conciencia, al no tener que aceptar ni someterse a la visión tradicional —todavía hegemónica en las Iglesias cristianas.

¿Qué es la espiritualidad? En cuanto al concepto teológico-eclesial: espiritualidad es un nombre para algo innombrable con una palabra. Es... la fuerza, la pasión, que nos mueve. Es la “interioridad”... (nueva palabra, muy acertada, que hoy utilizan nuevos buscadores, una palabra laica, sin mitos ni sacralizaciones, muy humana, macroecuménica...) Por eso, la espiritualidad es una realidad puramente humana (sin la necesidad de un segundo piso en el que poner arriba “las cosas de arriba”...), plenamente humana y plenificadoramente humana. La espiritualidad se puede pensar, así como una suerte de sinónimo de la propia humanidad, como lo más profundo de nuestra humanidad, nuestra vida interior profunda, nuestra vitalidad o, como últimamente dicen algunos, muy acertadamente, “mentalidad” —en un sentido más profundo que el sentido común de la palabra, que viene de mente, que es un nombre hoy día más adecuado para el espíritu, el alma...).

Desde una visión más amplia, la espiritualidad es la misma conciencia a la que la evolución de la vida ha llegado... Es una prolongación de la biología, en un nivel “superior” ... La conciencia no es algo “evolutivamente nuevo” que apareciera por primera vez en el ser humano... Hay una continuidad con grados previos o inferiores de conciencia en especies anteriores... La conciencia es fruto de la complejificación de la materia, y la espiritualidad sería el nivel más dinámico y profundo de esa interioridad o vitalidad interior de la conciencia... (lo que me motiva, me mueve, me e-mociona, me atrae, me apasiona, me enciende, me eleva, me transporta, me en-thus-iasma... Esta visión de la espiritualidad es muy humana... Muchas ‘conversiones’ adultas obedecen a esa necesidad insatisfecha: la persona se siente vacía a pesar quizá del éxito incluso de la riqueza... La búsqueda supuestamente de “Dios” ... es una necesidad muy natural, muy humana... y ahora somos capaces de verla de una forma más laica: muchas personas calman su hondón del alma con la música, la poesía, el arte, la política... y encuentran la satisfacción culmen de su pasión en el amor, la entrega de sí a la ayuda y la solidaridad, la ciencia, la verdad, la belleza...

La espiritualidad es un nivel de la evolución de la materia, de la vida, de la conciencia, del ‘espíritu’... La espiritualidad es energía, un nivel de energía, de la misma energía que mueve el cosmos, que atrae las estrellas, que gravita sobre nosotros, el encanto-seducción que experimentamos proveniente de la misma realidad... (cfr. Swimme...). Y esa vivencia del corazón cambia nuestra mente, nos da otra visión de la realidad, que nos hace verla animada, habitada, e-mocionante, co-vibrante de la energía, entusiasmadora...). (Aquel jardín-bosque interior de la película avatar, en el que, aun siendo de noche, todo lo descubrimos iluminado, por dentro, desde dentro, luminiscente, encendido de luz, transpirando luz...

Si ya sabemos que esto es así, ¿por qué las Iglesias siguen hablando de una espiritualidad del segundo piso, amundana, apolítica, ascética, que piensa sólo en el cielo-post mortem, cautiva de las virtudes negativas, en vez de potenciadoras de la intuición profunda que habita en nosotros hacia la vida y hacia la felicidad...?

Espiritualidad y religión

Recordemos ante todo el carácter tan plurisémico de la palabra “religión”.18

En el cristianismo tradicional (en el que nacimos y nos educamos los mayores de la generación actual, el cristianismo simplemente pre-Vaticano ii), la espiritualidad estaba circunscrita enteramente a la Iglesia en que nacimos. Nos parecía —se nos dijo— que la espiritualidad era cuasi propiedad de la Iglesia, y que no había fuera de ella posibilidad no sólo de santidad, sino de espiritualidad siquiera.19

Espiritualidad y religión estaban totalmente identificadas. Somos muchos los que hemos llegado a esta distinción apenas en los últimos años. En nuestro libro de Espiritualidad de la liberación20 nos atrevimos a abordar separadamente esas dos caras del mismo poliedro: E1 y E2... Sobrino habla de la espiritualidad antropológica profunda. Ronaldo Muñoz de la experiencia profunda humana. Tillich de la “profundidad”...

El “descubrimiento” de que las religiones son muchas, y son muy recientes, ha hecho explotar aquella vinculación-equiparación entre espiritualidad y religión.

El “descubrimiento” de que son muy recientes imposibilita equipararlas con la espiritualidad de siempre del ser humano. La religión sería una forma, un formato concreto, una configuración concreta que la espiritualidad de siempre ha revestido en los últimos milenios (¿en el neolítico, desde la revolución agraria, desde las ciudades-estado...?). Por tanto, la diferencia entre espiritualidad y religión no sólo es grande, sino esencial, una diferencia de naturaleza.