Tóxicos invisibles

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Navarro estuvo presente en aquel proceso de apropiación de la fumigación cianhídrica prácticamente desde su inicio. Aunque en un primer momento este método se percibió como una solución a diversas plagas de cochinilla que afectaban a los cítricos, y en consecuencia el peso de la investigación recayó sobre los agrónomos valencianos, Navarro estuvo siempre próximo en la consecución de todos estos estudios iniciales. Por eso no es de extrañar que también acabara por valorar de manera original la utilidad que podría tener este tratamiento para hacer frente a una de las plagas que más tiempo le había ocupado en los últimos años.

En la aplicación de estas fumigaciones al control del arañuelo del olivo, Navarro introdujo un buen número de novedades. Cambió el uso de lonas blancas por lonas oscuras y con ello permitió que la fumigación se pudiera desarrollar de día y no de noche como se hacía habitualmente en el caso de los cítricos. Este último cambio también fue posible debido a que pudo constatar que las dosis necesarias para hacer frente a la plaga del arañuelo podían ser muy inferiores a aquellas que se estaban aplicando en cítricos. La adaptación de aquella fumigación cianhídrica aplicada en cítricos a las necesidades del control del arañuelo sería percibida como muy exitosa y en años sucesivos dicho procedimiento fue aplicado en localidades muy diversas no solo del Estado español sino también de Francia e Italia. Podemos así descartar que Navarro fuera poco conocedor de aquel tipo de fumigaciones que mostró en su documental.

En relación a su actividad investigadora, cabe destacar por último que sus trabajos no se limitaron a aquellos dedicados a las plagas del olivo. Estudió muchas otras plagas y contribuyó al desarrollo de tratamientos efectivos para ellas. Así sucedió por ejemplo en relación a plagas como las de la mosca de los garbanzales, la oruga del almendro, la cochinilla del naranjo y muchas otras plagas (Anónimo, 1959). Fue por tanto un activo investigador cuya actividad le llevaría a un conocimiento privilegiado para poder estimar la gravedad relativa de las plagas, y la diversidad de métodos de control existente. Pero sobre todo, para lo que aquí nos interesa, le llevaría a conocer con detalle la plaga del arañuelo del olivo y la fumigación cianhídrica; conocimientos básicos para poder gestionar correctamente un riesgo bien conocido (en aquel momento, como comentábamos, ya no era necesario estudio toxicológico alguno para establecer la peligrosidad del ácido cianhídrico).

En cuanto a la dimensión divulgadora de Navarro, cabe destacar que esta no surgió en su madurez profesional, como ocurre en el caso de tantos otros investigadores, sino que le acompañó durante toda su carrera. Bien pronto, ya en 1897, empezó una intensa actividad divulgadora de problemas fitopatológicos a través de artículos en revistas agrícolas como Revista Agrícola de la Asociación de Ingenieros Agrónomos, Progreso Agrícola y Pecuario, o el Boletín de Agricultura Técnica y Económica. También fue muy activo tanto en la elaboración de imágenes fotográficas como de documentales de temática agrícola (especialmente sobre plagas del campo). Estos materiales fueron después utilizados en las numerosas conferencias divulgativas que impartió así como en su docencia. Ahora bien, muchos de estos materiales se han perdido o fueron destruidos en episodios como aquel que llevó a la destrucción de la Escuela de Ingenieros en el contexto de la Guerra Civil.

La sensibilidad de Navarro hacia la divulgación y en concreto hacia la elaboración de materiales visuales quedó plasmada no solo en su intensa actividad de producción, a la que ahora nos referíamos, sino también en sus esfuerzos por teorizar y por contribuir a buscar soluciones técnicas originales en este ámbito. Buena muestra de ello la tenemos en su obra Cinematografía elemental aplicada a la enseñanza de las ciencias, y especialmente a la agronómica; aunque cabe destacar que aparentemente dicha obra se perdió en el episodio bélico al que nos referíamos antes (Camarero Rioja, 2013).

Fue autor, por otro lado, de todo un conjunto de obras que se centraban en las conferencias que impartió. En estas recopilaciones de las conferencias impartidas, Navarro explicaba el interés que tenían las imágenes para amenizar los asuntos entomológicos en los que estaban centradas. Las películas y fotografías no solo permitían mostrar los organismos y tratamientos, sino que eran una buena forma de introducir otro tipo de elementos filosóficos, mitológicos o incluso arquitectónicos que harían más atractivas las conferencia y evitarían el rechazo que podía generar la entomología en su estado más puro (Camarero Rioja, 2013). Así por ejemplo explicaba como para tratar la plaga de cochinilla acanalada del naranjo, elaboró un documental que empezaba por mostrar la entrada en Valencia por las Torres de Serrano, el Micalet, el Palacio del Marqués de Dos Aguas, etc. El documental acababa también con referencias a la mitología griega que siempre estuvo muy presente en sus trabajos. La elaboración de todos estos recursos era clara muestra de su compromiso con la actividad divulgativa cuya importancia no dudó en destacar, de manera explícita, en sus trabajos sobre las conferencias agrícolas (Navarro, 1913; Navarro, 1923).

Aquellas obras sobre sus conferencias constituyen también un material muy valioso para analizar los públicos concretos a los que se dirigía tanto en sus conferencias en general como en sus documentales en particular. Como ya comentábamos, los documentales que elaboró los utilizó habitualmente como complemento de sus conferencias y estas se dirigieron a públicos muy diversos. En ocasiones tuvieron lugar en el marco de las actividades organizadas por determinadas asociaciones profesionales, como las de arquitectos e ingenieros o las de labradores. Se dirigió a propietarios agrícolas pero también al conjunto de determinadas poblaciones rurales, celebrando dichas conferencias en los frontones de poblaciones especialmente afectadas por una u otra plaga. El carácter profano de parte estos públicos objetivo podía explicar que no se adentrara en aspectos técnicos de estas fumigaciones, ni siquiera en aquellos relativos a la seguridad. Pero esto difícilmente explica que las fumigaciones filmadas se desarrollaran en clara contradicción con las pautas establecidas en los manuales a los que nos referíamos antes.

Si por un momento nos detenemos brevemente en el análisis del panorama de la divulgación agrícola en el contexto español de aquel momento, todavía parecen cobrar más interés las aportaciones de Navarro. El carácter pionero de la actividad divulgativa que Navarro desarrolló a través de la elaboración de documentales agrícolas resulta bastante evidente si tenemos en cuenta los trabajos que a este género audiovisual han dedicado autores como Fernando Camarero Rioja (2014). Fue por otro lado identificado como tal pionero en artículos publicados en el primer tercio de siglo en revistas como Agricultura. Concretamente, por ejemplo, en un artículo del ingeniero E. Morales Fraile, no solo se destacó su originalidad en el contexto español sino también el bajo desarrollo de esta cinematografía ibérica en comparación con aquella que podía encontrarse entonces en Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Francia y muchos otros estados (Morales Fraile, 1931).

El valor de su contribución no se limita, sin embargo, al medio técnico utilizado. Su intensa actividad divulgativa en general contrastaba con la baja actividad que se desarrollaba en aquel momento en el contexto estatal. Si bien a principios de siglo se pusieron en marcha algunas cátedras ambulantes, con las que se trataba de divulgar el conocimiento agrícola en el medio rural, fue solo en 1927 cuando se reorganizó dicho servicio con la aprobación del Real decreto de 24 de marzo. En aquel momento se destacó la baja incidencia de las iniciativas anteriores y se propuso seguir el modelo italiano, tal y como se detallará en el capítulo siguiente. Sin embargo, solo dos años más tarde se optó por su suspensión temporal y no volvería a retomarse su actividad hasta la entrada en la época republicana (Pan-Montojo, 2005). El contexto en el que Navarro desarrolló su actividad divulgativa no era, por tanto, el más adecuado. De hecho, distaba bastante de serlo. Y por tanto su contribución decidida a ella parece emanar de una convicción personal auténtica. Este hecho nos permite descartar que las limitaciones que veíamos en sus trabajos fueran producto de la dejadez con la que Navarro podría haber desarrollado una actividad que no percibiera como importante.

La profunda implicación de Navarro en la investigación y la divulgación contradice la idea de que la falta de información, de formación o de motivación fueran las que le llevaron a invisibilizar el riesgo del cianhídrico en su documental. No hay indicios claros para afirmar que Navarro ideara el documental con una voluntad premeditada de manipulación, de invisibilización consciente de la toxicidad del cianhídrico en base a intereses económicos, profesionales o particulares de cualquier tipo (el protagonismo de Navarro en el desarrollo de estas fumigaciones podrían haberlo llevado a su defensa explícita, pero parecería que esto se podría hacer mejor con una comunicación efectiva de los procedimientos seguros de aplicación). La falta de referencias explícitas a dicho riesgo e incluso la clara contradicción entre las prácticas que mostraba el documental y aquellas medidas exigidas en la memoria de la Estación de Patología Vegetal de Moncloa posiblemente no pueden explicarse sin tener en cuenta el contexto en el que se rodó el documental.

La invisibilidad del riesgo

Los principales ingenieros involucrados en el establecimiento de las prácticas de fumigación cianhídrica para el control de plagas del campo en el Estado español subestimaron su toxicidad. Así ocurrió, por ejemplo, en los primeros textos que dedicó a estas fumigaciones el ingeniero valenciano Antonio Maylin, en los que se puso mucho más énfasis en los problemas que podía comportar el coste del tratamiento que en su peligrosidad (Maylin, 1905). Esta fue también la pauta general que se dio tanto en los artículos de prensa generalista como en aquellos de revistas profesionales como Agricultura (Guillem-Llobat, 2019, 59).

 

Para explicar esta baja consideración de los riesgos asociados a la fumigación cianhídrica que parecía darse de manera generalizada en los inicios del siglo xx, se podrían aducir diferentes causas. Una de las más destacadas fue la prioridad que en general dieron los agrónomos a cuestiones relativas a la eficacia del tratamiento frente a aquellas relativas a la seguridad; cuestión a la que se refiere el siguiente capítulo al considerar, por ejemplo, los criterios para la aceptación de nuevos productos en el registro de plaguicidas creado en 1942. Pero también podría explicarse en base a la mayor desprotección de los habitantes del medio rural, tanto a nivel legislativo como por su relativa baja presencia en los medios de comunicación. En este sentido, hay un elemento que resulta especialmente explicativo para poder entender la baja consideración del riesgo asociado a las fumigaciones: la pobre regulación del accidente laboral en aquel contexto.

Los accidentes mortales en la fumigación cianhídrica afectaron fundamentalmente a los operarios y por tanto en principio deberían haberse considerado como accidentes de trabajo. Sin embargo, la normativa entonces vigente no permitía hacer este tratamiento de aquellos episodios. La ley de accidentes de trabajo se aprobó el 30 de enero de 1900 y solo el 28 de julio de 1900 se establecieron las bases para su aplicación a través de la aprobación de un nuevo real decreto. Este podría haber constituido el marco legal idóneo para regular los accidentes producidos en la fumigación. Sin embargo, la definición de accidente de trabajo que ofreció dicha normativa se centró fundamentalmente en daños físicos más que en intoxicaciones agudas como las producidas por el cianhídrico. Pero sobretodo fue una normativa que se centró en aquellos accidentes que se daban en el ámbito industrial y comercial, quedando así excluidos los accidentes ocurridos en la práctica agrícola. Solo a partir de la década de 1930 se extendió esta normativa a aquellos accidentes acontecidos en el ámbito de la agricultura (Galán García, 2010; García González, 2007).

Sin duda este hecho favoreció una invisibilización generalizada de la alta peligrosidad de la fumigación cianhídrica. Estos accidentes, al no quedar incluidos en los supuestos previstos por la ley de accidentes de trabajo no podían comportar ningún tipo de compensación. Las víctimas directas o indirectas de estos accidentes no iniciarían por tanto ningún procedimiento legal que podría haber dado mayor visibilidad al accidente. Pero, además, al no ser considerados accidentes de trabajo, aquellos sucesos no fueron sometidos a ningún tipo de control estadístico. Su invisibilidad estaba así asegurada. La aprobación de aquella normativa que podría haberse entendido como un claro progreso en la protección de los trabajadores, en este caso no sirvió más que para invisibilizar aún más los riesgos asociados al manejo del cianhídrico en la agricultura.

En otros ámbitos sujetos a la fumigación cianhídrica, como podría ser el de la fumigación sanitaria en el ámbito portuario o urbano posiblemente esta ley no tuvo un poder tan determinante en la invisibilización de su toxicidad. Por un lado, en este caso parece ser que la aplicación de la ley no era tan complicada al no darse en la práctica agrícola, pero sobretodo hay que tener en cuenta que en su uso urbano y portuario las víctimas de la intoxicación fueron en muchos casos personas ajenas a las fumigaciones, usuarios de los espacios fumigados. En estos casos la intoxicación ya no se juzgaba en calidad de accidente de trabajo sino de homicidio involuntario y su denuncia tenía más posibilidades de prosperar. Si a todo esto le añadimos el hecho de que la fumigación sanitaria era aplicada por médicos y por tanto por un personal con una especial sensibilidad por cuestiones sanitarias, es fácil concluir que aquel constituya un contexto bien diferente al de la fumigación agrícola.

Por razones como las aquí expuestas se dio la paradoja de que cuando en la década de 1930 se optó por legislar de manera más decidida la práctica de la fumigación cianhídrica con la voluntad de reducir su peligrosidad, las nuevas disposiciones se centraron en la fumigación sanitaria y no consideraron en ningún caso la fumigación agrícola (Guillem-Llobat, 2019). Con ello se consolidaron realidades tan próximas geográficamente como alejadas en su regulación de la fumigación. Así, por ejemplo, en contextos locales determinados como podía ser el valenciano, podíamos encontrar un servicio agrícola muy implicado en el desarrollo de la fumigación cianhídrica para el control de plagas del campo, como era el caso de la Estación de Patología Vegetal de Burjassot y otro bien diferenciado, pero igualmente activo en el desarrollo de estas fumigaciones, como era el de los servicios de sanidad exterior situados en el puerto de la ciudad. Pese a la proyección nacional e internacional que ambos pudieron tener y su evidente proximidad espacial, cabe destacar que fueron regidos por normas totalmente diferentes y que la seguridad se evaluó de forma totalmente contradictoria. Se hacían así evidentes estas fronteras impermeables a las que nos referíamos antes; lo hacían cuando el riesgo se invisibilizaba en la fumigación agrícola y se asumía abiertamente en la fumigación sanitaria, cuando se exigía la obtención de un título específico de capataz en el ámbito agrícola y en la fumigación sanitaria se optaba por la restricción de la fumigación a través de la legislación o cuando en la fumigación sanitaria se descartaba el uso de cianhídrico líquido mientras que apenas se problematizaba en la fumigación agrícola (Cebrián Gimeno, 1930).

Respecto al uso agrícola del cianhídrico ¿podemos apreciar alguna evolución en la consideración de sus riesgos? Y si fue así ¿qué condicionó el ritmo y sentido de esta evolución? La expansión de la fumigación cianhídrica estuvo asociada en las décadas de 1920 y 1930 a un buen número de accidentes que quedaron recogidos en la prensa generalista. Muchos de los accidentes que se consideraron en la prensa con una cierta extensión, se refirieron a intoxicaciones acontecidas en aplicaciones no agrícolas, como era previsible tras lo comentado anteriormente, pero también se dieron y cubrieron intoxicaciones letales ocurridas en fumigaciones agrícolas; aunque estas últimas siempre en menor número y extensión. Este fuerte incremento de la visibilidad de los accidentes, y probablemente también de su frecuencia, debería haber dado lugar a reacciones más decididas para controlar los riesgos que comportaban estas prácticas. En el ámbito legislativo nos referíamos a nuevas medidas para controlar su aplicación sanitaria aunque no fue así en su aplicación agrícola. Pero ¿qué sucedió en el ámbito de la divulgación? ¿Podemos apreciar alguna diferencia significativa respecto de lo valorado en el caso del documental de Navarro?

La fumigación cianhídrica reaparecía en otro documental agrícola de la década de 1930. Concretamente lo hacía en el documental «Fumigación del Naranjo» del ingeniero agrónomo Francisco García Fernández-Pacheco. Este agrónomo sería uno de los impulsores del Servicio Central de Cinematografía Agrícola dependiente de la Dirección General de Agricultura con el que trató de suplirse las deficiencias en la formación de un campesinado con una elevada tasa de analfabetismo (Camarero Rioja, 2014). La iniciativa surgía en el contexto de la Segunda República y pese a las numerosas dificultades que se plantearon a los dos años de su creación, tuvo una cierta continuidad gracias al empeño de sus impulsores. En el marco de este proyecto García Fernández-Pacheco produjo en 1935 el documental sobre el naranjo con el que mostraba la producción local de ácido cianhídrico líquido (concretamente por Fumigadores Químicos S.A.) y diferentes métodos de aplicación de la fumigación cianhídrica en cítricos.

En cuanto a la comunicación de los riesgos asociados a las fumigaciones, en este documental no se observan grandes diferencias respecto a lo observado en el documental de Navarro. En uno de los bidones de ácido cianhídrico líquido que aparecen en la primera parte del documental se puede leer con dificultades «gas venenoso» y la recomendación de «consérvese en sitio fresco». Mientras que cuando muestra cómo se debe llenar la máquina con la que se fumigará con el ácido cianhídrico líquido, se puede leer que esta deberá llenarse «teniendo la precaución de operar de espaldas al viento». Pero ya no habrá ningún comentario o recomendación adicional que tenga en cuenta la cuestión de la seguridad. Al contrario, nuevamente lo que se observa son algunas inconsistencias con las medidas de seguridad ya exigida en los manuales para la formación de capataces fumigadores. Como ya ocurría en el documental de Navarro los operarios aparecen manipulando el cianuro de calcio sin protección en las manos y se observa también como al añadir cianuro en polvo en la máquina fumigadora, parte de este cianuro cae en el suelo. Pero, además, hay que tener en cuenta que el método de fumigación que aparece destacado en este documental es aquel con ácido cianhídrico líquido, que justamente era el más duramente criticado por su gran peligrosidad por aquellos vinculados a la fumigación sanitaria con cianhídrico (Cebrián Gimeno, 1930). Ni el incremento en la visibilidad de los accidentes en la prensa diaria, ni la inclusión de los accidentes acontecidos en la práctica agrícola entre aquellos que podían ser calificados como accidentes de trabajo afectaron, aparentemente, las inercias observadas en la divulgación. El citado documental nos sugiere que continuó la invisibilización del riesgo en este ámbito en términos muy similares a los observados en 1914.

Sin embargo, cabe destacar que la toxicidad del cianhídrico en su uso agrícola no fue siempre invisible en aquellos años. Se han documentado algunos episodios en los que se explicitó dicha toxicidad de manera muy clara. Esto ya ocurrió, por ejemplo, a los pocos años de introducirse las fumigaciones en el contexto ibérico cuando Casa Grima, una de las principales empresas valencianas dedicadas a la fumigación cianhídrica, denunció sistemáticamente en la prensa diaria la peligrosa y fraudulenta aplicación de la fumigación por empresas competidoras. En aquel momento, Grima no tuvo inconveniente en destacar los peligros asociados a dichas fumigaciones para así justificar su monopolio y frenar el crecimiento de las empresas competidoras (Guillem-Llobat, 2019).

Ya en la década de 1950 empezaron a desarrollarse tratamientos químicos alternativos a la fumigación cianhídrica para combatir el arañuelo del olivo. Estos incluyeron la aplicación de diversos plaguicidas organofosforados y organoclorados. Y en aquel momento, aunque la argumentación favorable al cambio fue en ocasiones fundamentada en base al menor coste y la mayor accesibilidad de estos plaguicidas alternativos, también se reivindicó su menor toxicidad. Entonces sí que fue más fácil que se hablara de los peligros relativos a la fumigación cianhídrica, justo cuando los agrónomos parecían inclinarse por afianzar los nuevos tratamientos. Emergía así, puntualmente, una cierta sensibilidad hacia el riesgo asociado a la fumigación pero lo hacía en base a intereses particulares.

Reflexiones finales

Con el presente texto hemos tratado de reflexionar sobre los procesos que llevan a visibilizar o invisibilizar la toxicidad de una substancia. Nuestro estudio de caso nos ha llevado a concluir, que en todos estos procesos intervienen diferentes actores históricos que pueden tanto producir conocimiento sobre los riesgos asociados a una u otra sustancia como producir ignorancia. Y tal y como ya planteábamos en la introducción de este libro, los mecanismos por los cuales se genera ignorancia son muy diversos.

Esta ignorancia podía ser el resultado de la ausencia de investigaciones previas o de la construcción consciente de ignorancia por parte de determinados agentes sociales que en base a sus intereses particulares ocultaban información e incluso creaban falsas controversias. Pero en este caso parece que los procesos de invisibilización o de construcción de ignorancia que operaron fueron más sutiles a la vez que más estructurales. No tenemos constancia de que los autores de los documentales comentados y especialmente Navarro, en el que nos hemos detenido más tiempo, ocultaran o manipularan de manera consciente la información relativa a los riesgos asociados a la fumigación cianhídrica. Y sin embargo la consecuencia de su actividad fue sin duda la invisibilización de estos riesgos. Podemos por tanto evaluar este proceso en base al segundo tipo de construcción de ignorancia al que se refería Robert Proctor en aquella taxonomía de ignorancias que comentábamos en la introducción (Proctor, Schiebinger, 2008).

 

Los marcos cultural e institucional, en los que desarrolló su actividad Navarro y el resto de agrónomos implicados en el desarrollo inicial de la fumigación cianhídrica, pudo determinar su contribución a la invisibilización del riesgo. La aprobación de la ley de accidentes de trabajo creaba una definición estándar de accidente que invisibilizaba los accidentes por intoxicación y aún más aquellos ocurridos en el medio agrícola. Se establecía un estándar que sería una pieza fundamental en la construcción de ignorancia; tal y como, en general, ha ocurrido y sigue ocurriendo en los procesos de estandarización (Elliot, 2015).

Aquella definición estándar no solo hacía invisible, en los juzgados, los accidentes ocurridos en la fumigación agrícola sino que además vendría a impedir que se diera la recogida de datos sobre dichos sucesos. Por tanto, los datos estadísticos sobre accidentes laborales que se generaron (sin tener en cuenta estos últimos) también contribuyeron a invisibilizar el riesgo. A esto aún deberíamos añadirle que tal y como ya denunciaron autores coetáneos como Jordana de Pozas (1921) la prensa fue instrumental en la infrarrepresentación de los sucesos acontecidos en el medio rural.

Aquella cultura científica que compartieron los ingenieros agrónomos de la época también pudo tener un papel importante en la invisibilización de los riesgos. La constante preocupación por la eficacia de los métodos de control no tuvo parangón en la evaluación de los riesgos. Así se puede constatar en las numerosas publicaciones dedicadas a estas fumigaciones y otros métodos químicos de control. Y posiblemente este hecho fue fundamental para que continuara la invisibilización del riesgo en la divulgación de este método plaguicida cuando, ya en la década de 1930, tanto la legislación como los medios de comunicación no fueron tan activos en la construcción de ignorancia (se extendía la regulación de los accidentes laborales al medio agrícola y aparecían puntualmente breves noticias sobre accidentes en la fumigación agrícola).

En la introducción de este libro se hacía referencia a la divulgación científica como una vía para la invisibilización de los riesgos y en el caso de las fumigaciones cianhídricas este punto ha quedado corroborado. Los ingenieros en sus estudios podían hacer más énfasis en la eficacia que en la seguridad de los plaguicidas, pero en la divulgación la cuestión de la seguridad desaparecía completamente. A este punto ya nos referíamos en relación a los documentales pero si, por ejemplo, analizamos la conferencia sobre el arañuelo del olivo impartida por Navarro en la Asociación de Labradores de Zaragoza y publicada en 1913, la ausencia de cualquier referencia a la seguridad todavía resulta más manifiesta (Navarro, 1913). Y teniendo en cuenta que los cambios introducidos por Navarro en la fumigación comportaron el paso a fumigar con horario diurno y a reducir muy considerablemente las dosis utilizadas respecto a aquellas aplicadas en la fumigación de cítricos, parecería que sus aportaciones fueron precisamente beneficiosas para la seguridad del tratamiento. Aun así, la divulgación de estas prácticas excluía sistemáticamente cualquier referencia a los riesgos.

El episodio aquí presentado muestra la complejidad de los procesos que operan en la visibilización o invisibilización del riesgo por exposición a tóxicos como los plaguicidas. Contrariamente a lo que se ha planteado en tantas ocasiones, la demostración científica de la toxicidad de una sustancia no conlleva necesariamente la inmediata, y ni siquiera la progresiva, regulación de dicha sustancia. El «científicamente probado» cobra un sentido muy diferente en función de cada contexto histórico. Estudios como este deberían hacernos reflexionar sobre la necesidad de una mayor transparencia y horizontalidad en la toma de decisiones sobre la regulación de sustancias tóxicas.

El caso de las fumigaciones cianhídricas, no ha quedado totalmente obsoleto con la introducción de nuevos métodos más modernos de fumigación. Concretamente en el ámbito de la fumigación sanitaria se reclamaba recientemente su reintroducción al quedar prohibido el tratamiento alternativo con bromuro de metilo en base a su efecto nocivo sobre la capa de ozono (Aulicky et al., 2014). En el ámbito agrícola tampoco ha sido extraño la reintroducción de productos previamente prohibidos o abandonados, tras constatar que los nuevos tratamientos resultaban ineficaces ante plagas que habían desarrollado resistencias o ante los nuevos criterios de seguridad que se imponían. Pero más allá de la relevancia de los debates que pueda generar la aplicación concreta del cianhídrico, en este capítulo hemos tratado de identificar la diversidad de factores que intervienen en la regulación de productos tóxicos. Unos factores que deben tenerse en cuenta si queremos evitar debates maniqueos en los que las élites económicas de nuestras sociedades se sienten muy cómodas a la hora de imponer sus intereses particulares frente a los de sectores invisibilizados (trabajadores agrícolas o, en general, poblaciones rurales) pero también frente al conjunto de los consumidores.

5. De acceso libre en la url: ttps://www.europeana.eu/portal/ca/record/08625/FILM00068074c_X.html

6. Nos hemos referido a la «apropiación» del método de fumigación para evitar así aquel concepto de «recepción» que parece denotar un proceso pasivo por el cual una idea o tecnología se implanta en un nuevo territorio sin alterarse. En el caso de las fumigaciones cianhídricas, tal y como ocurre en general en el ámbito de la ciencia y la tecnología, el método en cuestión tuvo que adaptarse a las condiciones y expectativas de la agricultura ibérica en un proceso activo.

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