Loe raamatut: «La vida digital de los medios y la comunicación»
Sobre este libro
La vida digital de los medios y la comunicación: ensayos sobre las audiencias, el contenido y los negocios en internet.
Autores:
Alejandro Álvarez Nobell
Martín Becerra
Sebastián Codeseira
Daniel Dessein
Bernardo Geoghegan
Mariela Mociulsky
Santiago Olivera
Carlos Pallotti
Gastón Roitberg
Diego Rottman
Paula Sibilia
Edición de Leandro Africano
Índice
Sobre este libro
Prólogo
Tendencias que no se anticipan
Capítulo 1
Medios en quiebra
Transformaciones, cambios en el ecosistema y nuevos actores en la era de la digitalización de los flujos de información y comunicación
El sistema de medios que supimos conseguir
Desintermediación a la latinoamericana
Lecturas polarizadas de la crisis
Capítulo 2
El consumidor en la era digital
Nuevos hábitos y comportamientos frente a las marcas
Inmigrantes vs. nativos
Transformaciones y más transformaciones
Datos vs. análisis
¿Obstáculos o facilitadores para las marcas?
Lo efímero y lo relativo
Megatendencias, las coordenadas culturales
Reflexión final
Capítulo 3
La sustentabilidad del negocio
Una larga búsqueda de un nuevo modelo que garantice la supervivencia o al menos extienda su vida útil
Benditas suscripciones
Otras fuentes
Caminos para analizar
El papel y los mitos
Salud de los ingresos
De Amazon al Post
Big, small y smart data
Regulaciones y desintermediación
Capítulo 4
Escenarios ubicuos y contextos sobresaturados
Caminos para la gestión de la reputación en superficies digitales
Sociedad de la ubicuidad
Planificación proactiva por escenarios
Velocidad, flujos de información y agendas
Cambio de paradigma
Contenido hipersegmentado
Gestión de relaciones según intereses
De identidad-imagen a reputación-issues
Capítulo 5
Los medios como influencers
Ideas para dar vuelta la página luego de dos décadas de la acelerada decadencia de los medios
El star system es un invento de los medios
Las inaudiencias
Juniors seniors
Conectarse
Una noticia ya no es una noticia
Atraerlos, no empujarlos
Capítulo 6
Un sello de calidad para los medios
El periodista profesional como eje del cambio en la era de la posverdad
Galaxia de la infoxicación
De las page view al score y la suscripción
Hacia una fórmula exitosa
Nuevos perfiles profesionales
Hacia una métrica que refleje la calidad
Capítulo 7
La economía del conocimiento
Puertas abiertas a la transformación de la sociedad y los negocios
Argentina en el mapa
El impacto de la publicidad
Capítulo 8
¿Autenticidad o performance?
Las construcciones de sí mismo como un personaje realista
Exhibición al extremo
Construirse como un espectáculo
“Performar” la propia autenticidad
Mostrarse haciendo y siendo
El cuerpo del artista eclipsa la obra
Una performance más allá de lo “performático”
Capítulo 9
Las mediaciones emergentes
Cambios irreversibles en el vínculo entre la marca y el consumidor
Fuera de control
Fragmentación y marcas chicas
Pensar en post marcas
Omnibrands
Capítulo 10
Fui monaguillo de un Papa, creeme
La irreversible pérdida del gran negocio y la necesidad de abrazar la tecnología y la tecnificación
Los medios como anomalía
Lo más divertido que puede hacerse vestido
Esto es demasiado
Apple, ayúdanos
El modelo Madre
El modelo de agencia de servicios
¿Qué problema tenemos con el servicio?
Un camino para sobrevivir
Un roadmap para salvarnos
¿Y el mundo digital?
Bibliografía
La vida digital de los medios y la comunicación: ensayos sobre las audiencias, el contenido y los negocios en internet / Mariela Mociulsky ... [et al.]. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Granica, 2020. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-8358-12-3 1. Ciencias de la Información. I. Mociulsky, Mariela CDD 004 |
Fecha de catalogación: Mayo de 2018
© 2011 by Ediciones Granica S.A.
Edición: Leandro Africano
Diseño de tapa: Estudio Argiz
Conversión a eBook: Daniel Maldonado
GRANICA es una marca registrada
ISBN 978-950-641-950-9
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina. Printed in Argentina
Reservados todos los derechos, incluso el de reproducción en todo o en parte, en cualquier forma.
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Prólogo
Tendencias que no se anticipan
Por Gustavo Buchbinder, presidente de Interact.
Hace tiempo que circula una leyenda en el ambiente deportivo muy ilustrativa. El staff de Adidas –uno de los mayores fabricantes de pelotas de fútbol profesionales– recibió un llamado que estaban esperando desde hacía mucho: las máximas autoridades a nivel global de ese deporte estaban preocupadas porque no había suficientes goles como para entretener a la audiencia. Buscaban la manera de que el diseño de la pelota ayudara a que los arqueros tuvieran más dificultades de atajar los tiros al arco. Y modificaron entonces la pelota para lograrlo, introduciendo nuevos materiales que produjeran efectos diferentes ante el mismo golpe de siempre con el pie.
Cierta o no esta historia, con el tiempo se hizo evidente que algo había pasado. Puede verse en innumerables videos de YouTube cuando las cámaras están detrás del arco o si se ha tenido la fortuna de haber sido arquero profesional en tiempos modernos: desde un tiro libre, la pelota no se traslada más con un movimiento curvilíneo uniforme sino que por momentos pareciera acelerarse y cambiar el ángulo de la curva.
Esta puede ser una buena metáfora de lo que sucede en la industria de la publicidad y las comunicaciones con la irrupción, hace ya varias décadas, de Internet: la imposibilidad de anticipar las tendencias.
No está claro si la necesidad habitual de predecir el futuro existió siempre o, como dicen algunos historiadores, eso fue un invento –o tuvo impulso– en el romanticismo del siglo XIX. De hecho, en la Edad Media nadie pensaba que el futuro iba a ser mejor o quizás a nadie le importaba mucho.
Y la dificultad de prologar un libro sobre publicidad, comunicación, marcas, medios y vínculos digitales está en el hecho de que sabemos que estas líneas y las que siguen pueden quedar obsoletas en cuestión de meses. Como con la historia futbolística que da puntapié a estas líneas, se ha hecho imposible adivinar la trayectoria de los medios y las audiencias. Y el envejecimiento de los textos sobre esta disciplina nos deja en el dilema de pensar en el hoy sabiendo que los posibles lectores, cuando lo lean, podrán estar leyendo sobre algo que ocurrió tiempo atrás.
Quizás en un tiempo futuro, para nada lejano, este libro hable de aplicaciones que ya no están, que quizás hace tiempo que ya no existen y nadie usa, y quizás hasta que nadie recuerde. Lo efímero de esto (¿cuántos millones de usuarios tuvo MySpace o Friendster?) solo nos hace pensar en enormes globos que fueron pinchados mientras aún no se habían vuelto todo lo grandes que podían ser. Y ya contamos con otros globos reemplazándolos.
En algún momento se empezó a hablar de comunicación digital para diferenciar y contener todo un nuevo mundo, pero hoy no sabemos en muchos casos cuáles son exactamente las fronteras de lo analógico. Todo es comunicación y publicidad independientemente del soporte.
Lo que sabemos es que los cambios que vivimos ocurren a velocidades muy altas, que son difíciles de interpretarlos con el paso del tiempo y más aún hacerlo en el momento en que suceden. Ese es un primer desafío de los ensayos que componen este libro.
Internet y sus dispositivos revolucionaron prácticamente todas las industrias: desde las comunicaciones propiamente dichas (el correo y la telefonía) y también la televisión, la industria discográfica, la fotografía, el cine y el turismo, entre muchas otras. También modificaron las industrias del automóvil, el retail y la movilidad urbana, sin mencionar el e-commerce. Palabras como streaming, VOD, social media se inventaron o cobraron un sentido totalmente nuevo.
Y muchos de estos conceptos han venido de sectores en los que lo digital les agregó valor y los convirtió en otra cosa. Puede que haya excepciones, una en particular: social media.
Social media es también el fin explícito de la comunicación unidireccional en los medios, es lo opuesto a toda una tradición, empezando con la literatura en papel. En social media (junto con todas las variantes posibles) confluyeron años de historia de las comunicaciones, la literatura, la fotografía, la irrupción de un género nuevo (supongo que un tweet es algo de eso) y puso de manifiesto la posibilidad de que cualquiera puede escribir y leer; es en definitiva un mundo donde hay muchas mayores posibilidades de nivelación. Y también se puso de manifiesto lo que empezó a verse con la aparición de Internet: audiencias globales, masivas pero también dispersas.
Aparece además otro modo de lectura en el que se evidencian textos muy cortos, fragmentados, sin conexión entre sí, en múltiples idiomas. Twitter es hoy el mejor ejemplo de ello. Y lo mejor de todo, no se sabe bien si esta forma de lectura en algo reemplaza a otra y, en todo caso, a quién reemplazaría, si es a la televisión, a las novelas, a los cómics o al deporte en las plazas o en los clubes. O quizás a todos.
Lo que sí es cierto es que muchos sustantivos se transformaron en verbos como instagramear, twittear, postear y googlear, y lo que era marginal pasó a ser el centro de nuestra vida comunicacional. El problema de entender esto se agudiza porque además todos nosotros no somos observadores, como si miráramos un acuario, también somos protagonistas. Y poner distancia sobre los hechos es muy difícil, es como intentar que una película en movimiento se transforme en miles de fotogramas que nos permitan mirar todo lentamente.
La vasta bibliografía que hay sobre social media apenas puede explicar estos fenómenos y son pocos los estudios (algunos antropológicos muy interesantes) que prueban cómo las sociedades en todos los continentes adoptaron social media en todas sus formas, aunque no siempre de la misma manera, con el mismo uso y en la misma plataforma.
Y como posiblemente haya cosas que nunca logremos entender en profundidad, como se dice habitualmente, lo interesante es ver si hicimos las preguntas correctas. Este libro intenta generar esas preguntas y responder, en la medida de lo posible, a algunos interrogantes, aunque sea parcialmente.
Esperamos que lo disfruten.
Capítulo 1
Medios en quiebra
Por Martín Becerra.
Investigador principal en el Conicet y profesor titular por concurso en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Doctor en Ciencias de la Información (Universidad Autónoma de Barcelona), donde también se recibió de magíster en Ciencias de la Comunicación. Es autor de libros y artículos sobre políticas de comunicación, medios y tecnologías de la información y la comunicación.
Transformaciones, cambios en el ecosistema y nuevos actores en la era de la digitalización de los flujos de información y comunicación
En 2006 el novelista Alessandro Baricco compiló en el libro Los bárbaros un conjunto de ensayos sobre la profunda mutación cultural que ocurre en el presente. Su intención fue captar el momento bisagra en que se produce la transformación de una cultura y son derribadas las ciudadelas en las que se construyeron las nociones de calidad, profundidad y pureza, y sus anatemas (que en toda cultura funcionan como anclaje) de mediocridad, superficialidad y corrupción.
Hasta hace poco, los medios de comunicación gozaban del control de la cadena productiva de la información y el entretenimiento que circulaba masiva y cotidianamente. En esa ciudadela se definía la agenda de asuntos a los que los medios y otras instituciones modernas les conferían importancia y que, entonces, despertaban el interés variable de distintos grupos sociales. En el caso de las empresas de medios más poderosas, el control de la cadena productiva se extendía hasta la posesión misma de la propiedad de los eslabones necesarios para producir, editar, distribuir, exhibir y comercializar los flujos de contenidos que bombeaban la opinión pública.
Hoy, la ciudadela mediática luce carcomida en sus cimientos. Su crisis, la de los medios tradicionales, es también la crisis de las profesiones que protagonizaron la organización de sus productos y servicios. Si el periodismo nutría y condicionaba la circulación de la palabra y era un intermediario autorizado entre poderes económico, político, social y cultural y la comunidad, ahora esa mediación fue subvertida por una serie de cambios que representa la digitalización de los flujos de información y comunicación.
Hace tan solo diez años en Argentina (quince en Estados Unidos y Europa) en los viejos medios el sector que se ocupaba de la transición a lo digital era marginal en la disposición física de las redacciones, sus empleados cobraban salarios inferiores, las condiciones laborales eran más precarias y sus productos eran subestimados por toda la organización. Ascender profesionalmente, para un periodista que ingresaba a un medio como empleado de la parcela online, suponía que lo reconocieran e integraran al núcleo central del medio, que es el que cultivaba la rutina productiva tradicional.
Una década más tarde el enfoque cambió radicalmente: la producción de un medio que no quiere morir aplastado por el vértigo de la era digital está orientada básicamente a Internet y a explorar estrategias digitales para los eslabones de producción, edición, distribución y venta de contenidos en Internet a través de dispositivos fijos y, sobre todo, móviles. No hay modelo seguro que garantice el éxito ni la estabilidad en ninguno de esos eslabones, pero el consenso es que Internet es el centro y el resto debe acondicionarse para que le sea funcional. En la forzada metamorfosis que experimentan muchas organizaciones periodísticas, lo que era accesorio (lo digital) es hoy su razón de ser.
El presente texto analiza las características estructurales de esa transformación, el cambio del ecosistema, los actores emergentes de la transformación en curso y su relación con las políticas públicas en el contexto argentino al finalizar la segunda década del siglo XXI.
El sistema de medios que supimos conseguir
La Argentina tuvo desde fines del siglo XIX, en relación con el resto de América Latina, un desarrollo vigoroso de medios de comunicación articulados con una extensa cobertura del sistema educativo, la censura explícita a partir de 1974 (profundizada a partir del 24 de marzo de 1976) y la retracción del consumo cultural desde mediados de la década de 1970 que incidieron en una metamorfosis a la que tributó el sistema de medios a partir de la restauración del orden constitucional en diciembre de 1983.
La dinámica industria editorial (libros, diarios y revistas periódicas) fue paulatinamente desplazada por el aumento del consumo de radio y televisión, dos medios que se presumen de acceso gratuito pero cuya mercantilización e industrialización es mayor que en el sector editorial gráfico. Entre 1970 y 1980, dejaron de editarse más de 250 diarios, con la consecuente erosión de la diversidad de versiones sobre la realidad que ello representa. El desplazamiento del consumo de información y entretenimientos masivos de la gráfica al audiovisual facilita su control porque comprende una reducción de productores de contenidos por un lado, y por el otro porque condiciona la profundidad y los ritmos con que la sociedad se vincula con las noticias y las representaciones culturales.
Desde el colapso de la dictadura y hasta 2019, cinco procesos caracterizan al sistema de medios de comunicación: primero, la erradicación de la censura directa; segundo, la concentración de la propiedad de las empresas en pocos pero grandes grupos; tercero, la convergencia tecnológica (audiovisual, informática y telecomunicaciones); cuarto, la centralización geográfica de la producción de contenidos, y quinto, la crisis radical del modelo económico en que se sostuvieron las empresas periodísticas durante más de un siglo.
Estos procesos se conjugaron para transformar el sistema de medios y para imprimirle monotonía en su adscripción al lucro como lógica de producción. Dicha transformación fue moldeada por reglas de juego originalmente definidas por el decreto-ley 22.285/80 y empeoradas por casi todos gobiernos constitucionales posteriores hasta 2009, cuando el Congreso sancionó una ley audiovisual que no fue adecuadamente implementada (en parte por falta de compromiso o torpeza del gobierno que la promovió, en parte por la oposición del mayor grupo multimedios y otros aliados) y que fue, a partir de diciembre de 2015, desmontada por decretos presidenciales.
En materia de contenidos, el cambio más sobresaliente fue el destierro de la censura directa ejercida hasta los años 80 no solo por gobiernos militares, sino también por muchos civiles en el siglo pasado. Es decir, la censura no era un fenómeno efímero o reducido a dictaduras, sino que formaba parte de la normalidad de la actividad política en el país antes de 1983. Y si bien hubo episodios aislados de censura en los medios durante el gobierno de Raúl Alfonsín y casos esporádicos en las presidencias de Carlos Menem, la progresiva conquista de la libertad de opinión en los medios fue una constante desde el regreso de la democracia.
Se alude a “censura directa” pues existen formas indirectas de censura, entre las que pueden citarse la concentración de la propiedad, la proscripción de individuos o sectores sociales (como los sin fines de lucro) al acceso a recursos como las licencias audiovisuales, el ejercicio arbitrario de la regulación y de políticas impositivas, las figuras penales que criminalizan la opinión, el abuso de recursos públicos para premiar la subordinación o castigar la crítica, como la publicidad oficial, la obstrucción del acceso de la ciudadanía a la información pública (al respecto, ver los informes anuales de las Relatorías de Libertad de Expresión de la ONU y de la OEA).
Otro proceso central se desencadenó a partir de la convergencia tecnológica en curso que une soportes de producción, edición, distribución y consumo de medios audiovisuales, gráficos, telecomunicaciones y redes digitales (Internet). La convergencia representa una fuerza transformadora del sector, pues la referencia a los medios de comunicación en sentido estricto debe mutar para comprender parte de su actual desempeño en sociedad.
La convergencia entre tecnología y sociedad es un eje medular para comprender cambios del pasado reciente y del presente, y enmarca el desempeño de los medios en una sociedad con necesidades y expectativas cambiantes. El control remoto y la migración de los receptores al color tonificaron las formas de ver televisión, pero a partir de 1990 la paulatina masificación de la televisión por cable y su menú multicanal introdujo una oferta de decenas de canales, muchos de ellos temáticos, en una pantalla que hasta entonces solo en las grandes ciudades contaba con más de un canal de aire. La concentración de la propiedad comenzaba una etapa expansiva.
Fue con el cambio de siglo cuando el acceso a Internet y a la telefonía móvil, primero como tecnologías separadas y luego reunidas en los mismos dispositivos multiplataforma (los llamados “teléfonos móviles”), le imprimirían un ritmo vertiginoso y ubicuo a la temprana segmentación de gustos iniciada por la televisión de pago. Estas tecnologías impactarían decisivamente sobre el paisaje mediático, ya que en muchos casos se trata de espacios que alternan el flujo unidireccional con soportes analógicos propios de los medios tradicionales.
La digitalización de las tecnologías de producción y la competencia de nuevas pantallas afectó a los lenguajes tanto audiovisuales como escritos. Los diarios y revistas agilizaron sus ediciones con diseños que jerarquizaron el valor de las imágenes y redujeron la extensión de los artículos. Los medios audiovisuales se remozaron tecnológicamente y reorganizaron sus procesos productivos a través de la tercerización de su programación, lo que habilitó el surgimiento de una gran cantidad de productoras independientes que por un lado revitalizaron estéticamente a la televisión y la radio, y por otro significaron un ahorro de costos fijos en las emisoras, que delegaron el riesgo en nuevas productoras. Varias de estas fueron más tarde absorbidas por los grandes grupos. La delegación del riesgo tiene dos dimensiones: por una parte, la posibilidad de los canales y las radios de nutrirse con nuevas ideas que contraen riesgos en términos de programación, tanto en la ficción como en los contenidos periodísticos; por otra, la derivación a terceros de costos fijos en propuestas cuya realización mercantil es, en su fase de concepción, incierta.
La organización del trabajo en los medios fue atravesada por los procesos mencionados en un contexto de precarización creciente desde fines de la década de 1980 en adelante, lo cual fue acompañado por la explosión de carreras de comunicación social y tecnicaturas de periodismo que institucionalizaron la formación profesional y proveyeron de ex alumnos no solo a los medios sino también a oficinas de relaciones públicas y comunicación institucional del Estado, las empresas y las organizaciones de la sociedad civil. La precarización se acentuó desde fines de 2015, cuando cerraron numerosas empresas periodísticas dejando un saldo de al menos 3.000 despedidos en un lapso menor que cuatro años.
A diferencia de la convergencia, hay un eje de análisis que dista de ser novedoso, y es la inalterable centralización geográfica de la producción de contenidos en los medios: la zona metropolitana de Buenos Aires sigue proveyendo más del 80% de la programación televisiva originada en el país, y en los medios gráficos el cierre o la absorción de diarios locales por conglomerados mediáticos con sede en Buenos Aires restringió la producción local. Además, sigue siendo extendida la práctica de alquiler y subalquiler de espacios, añadiendo complejidad al peso del licenciatario en el control de los contenidos que emite. Esta práctica, compartida por emisoras del interior del país y del área metropolitana de Buenos Aires, conduce a reformular los esquemas rígidos de vinculación entre propiedad del medio e ideología, toda vez que la inserción de intermediarios (productoras que comercializan espacios, que en algunos casos son productoras directamente vinculadas con conductores radiales y televisivos) añade complejidad acerca del control final de cada producto emitido y entra en conflicto con la idea misma de “propuesta de programación”.
Otro proceso distintivo del período es la concentración de la propiedad de los medios. El proceso de concentración de la propiedad de los medios en la Argentina asumió características conglomerales. Esta concentración, alentada por cambios normativos y por decisiones adoptadas entre 1989 y 2008, se desplegó en dos fases: la primera expansiva, la segunda defensiva (Becerra, 2015). Luego de un paréntesis en el que la concentración se detuvo (no se atenuó ni corrigió, pero dejó de aumentar) en consonancia con las políticas de comunicación implementadas entre 2009 y diciembre de 2015 por los dos gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner (para un análisis de dichas políticas ver Mastrini y Becerra, 2017), a partir de 2016 se recrearon las condiciones de estímulo gubernamental a la concentración de medios, esta vez en su faceta netamente convergente y alcanzando niveles sin precedentes en América Latina, como lo muestra la fusión entre Cablevisión y Telecom entre 2017 y 2018.
En este contexto, el acceso de los argentinos a contenidos periodísticos es crecientemente intermediado por plataformas globales digitales y no por los productores de esos contenidos, lo cual agrega al panorama descripto un condimento crítico cuyo análisis se profundizará en las páginas siguientes.