Loe raamatut: «Escultura Barroca española. Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la sociedad del conocimiento», lehekülg 35

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3.1.3.Escuela cordobesa

En esta ciudad encontramos grandes artistas, y el primero es Antonio Castillo Ariza (Córdoba, 1912-1999). Es hijo del escultor e imaginero Antonio Castillo Lastrucci. Su padre tuvo una gran influencia en su formación como imaginero y restaurador de imágenes. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios y fue coetáneo a Juan Martínez Cerrillo. Ambos renovarán la plástica cordobesa en los años centrales del siglo XX. Realizó escultura monumental y eclesiástica, aunque la más popular es la realizada para los pasos procesionales. Entre sus obras destacan Nuestra Señora del Mayor Dolor, en la parroquia de San Lorenzo (1945, Córdoba) o Jesús en su Prendimiento, para la Cofradía de los Salesianos (1952, Córdoba), sustituido por una obra de Dubé de Luque, etc.[102]. EL otro gran escultor coetáneo a Catillo Ariza es Juan Martínez Cerrillo (Córdoba, 1910-1989), joven que estudia en la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad, pero pronto se decanta por la talla en madera y aprenderá el oficio. Conoce la Semana Santa de Sevilla, pero será Juan de Ávalos, quien le enseña la técnica del sacado de puntos. Tras la Guerra Civil, le llega una gran cantidad de encargos para rehacer las imágenes desaparecidas. Prolifera la creación y reorganización de imágenes en Córdoba, donde tiene instalado el taller, y desde él realizará las primeras imágenes para la Semana Santa de la ciudad. En 1939 realiza la primera Dolorosa para la Semana Santa cordobesa: Nuestra Señora de la Paz y Esperanza. Luego, Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia (1945), junto a las figuras que le acompañan en el misterio; Nuestro Padre Jesús de la Sentencia (1944); María Santísima de la Esperanza (1947), etc.[103].


Fig. 23. Antonio Castillo Ariza, María Santísima del Amparo, 1947, Málaga.

Aunque nacido en Granada, José Callejón Gutiérrez (Granada, 1913- Barcelona, 1979) en 1940 se traslada a Córdoba, donde trabajó en el taller del escultor y restaurador Rafael Díaz Fernández y también fue aprendiz en el taller de Juan de Ávalos. En 1941 recibe el encargo de realizar la talla de María Santísima de la Amargura (1942), para la Hermandad de Jesús Rescatado, restaurada por Cerrillo en 1966 y vuelta a su estado inicial por Antonio Bernal y Francisco Romero en 1999. Luego realizó las tallas del paso del Cristo de la Misericordia (1943). Desde esa época monta taller propio y realiza encargos para cofradías y particulares. De estos años destaca Nuestra Señora de la Soledad (1953) para Benalcázar. También talla la imagen de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli (1956, Pozoblanco). A partir de 1966 se traslada a Barcelona y realiza obras en marfil, abandonando la imaginería.

El egabrense Francisco Campos Serrano (Córdoba) trabajó para distintas localidades cordobesas, pero por circunstancias, otro egabrense afincado en Málaga le encarga la Virgen de la Hermandad del Rescate, la Virgen María Santísima de Gracia (1951, Málaga).

Hijo del también escultor Francisco Ruiz Olmos, Amadeo Ruiz Olmos (Valencia, 1913-Madrid, 1993) aprendió el oficio de tallista y luego pasó a uno de talla. Durante la Guerra Civil se traslada a Córdoba, y allí montó taller, desde donde realizará grandes obras escultóricas, tanto monumentales como de carácter religioso, donde además estudiaron otros tantos escultores cordobeses. Entre sus obras destacan: Jesús Preso (Montilla); Cristo del Amor (Montilla); María Santísima de los Dolores (Puente Genil), etc.[104].

Uno de los escultores más prolíficos que ha tenido Córdoba en la segunda mitad del siglo XX es sin duda Miguel Arjona Navarro (Córdoba, 1933-2012). Desde niño frecuenta la Escuela de Artes de la ciudad. Allí se deja influenciar por el oficio y estilo de Fernández Márquez, con quien comienza a colaborar en su taller. Más tarde entró en el taller de Antonio Castillo Ariza, hijo de Antonio Castillo Lastrucci, y en los cincuenta, con taller propio, realiza uno de sus primeros encargos, una Virgen del Patrocinio (1953, Ronda, Málaga) para el convento de las Hermanas Franciscanas[105].

A partir de los cincuenta viaja por distintas localidades españolas —Valladolid, Madrid, Palencia, e incluso Italia—, para complementar su formación, lo que le permite analizar y estudiar en directo la obra de los grandes imagineros de la escuela castellana y la obra del barroco italiano[106]. A pesar de estar formado en la escuela neobarroca, sus imágenes se alejan de la estética tradicional y tiende a simplificar las formas que lo aproximan al clasicismo[107].

Niceto Mateo Porras (Priego de Córdoba, 1930-2013) fue formado inicialmente como tallista de muebles[108]. A principios de los ochenta, un viaje a Italia le despierta la vocación de escultor, y cuando vuelve se dedica a la escultura y la imaginería. Con anterioridad, a mediados de los sesenta, abre taller propio, trabajando tanto como tallista de muebles como imaginero, donde recibe los primeros encargos. De entre ellos destaca una imagen de Dolorosa para Lucena o un Cristo Preso (1988, Priego)[109].

Otro escultor formado en Sevilla es Francisco Palos Chaparro (Puente Genil, 1935/), quien a finales de los cincuenta vuelve a Puente Genil, y a finales de los sesenta, instala taller propio y comienza la realización de algunos encargos de imágenes religiosas[110]. La primera obra destacada de imaginería es el Ángel (1970, Puente Genil) para la Hermandad de Jesús Orando en el Huerto[111].

Nacido en Fernán Núñez[112], Juan Polo Velasco (Fernán Núñez, 1923) se formó en Escuela de Artes de San Telmo de Málaga, donde es alumno de Diego Carreras y Luis Berrobianco. Años más tarde, en Madrid conocerá a Mariano Benlliure, pasando luego a la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, completando sus estudios y formación a mediados de los años cincuenta. A partir de esa década se estableció definitivamente en su pueblo natal, desde donde realizó numerosas obras, tanto sacras como profanas, ya que ante todo se considera escultor[113]. Entre sus obras religiosas procesionales destacan: Virgen de la Paz y Esperanza y Cristo orando en el huerto y Jesús Resucitado[114].

Aurelio Sanchiz Contiñez (Córdoba, 1936- ). Formado en la Escuela de Artes de su ciudad, allí aprende dibujo lineal, artístico, modelado y talla, disciplinas esenciales para apoyar su labor posterior de imaginería. José Mª Rodríguez será el profesor que más influye en su formación, decantándose definitivamente por la talla en madera. Ingresó en el taller de José Callejón, pero a principios de los sesenta tiene taller propio, y colabora con los principales escultores e imagineros que estaban en activo por esos años en la ciudad cordobesa, tales como Antonio Castillo Ariza, José Callejón —suegro y maestro—, y Miguel Arjona. Con Castillo Ariza colaboró en la realización de la Virgen de las Angustias y en el paso de Jesús Nazareno Rescatado. Colabora con ambos, y recibe los primeros encargos en torno a 1950, como la Beata Ana María Taigi; Sagrado Corazón de Jesús, etc. A pesar de los encargos que recibe, durante algunos años vive y trabaja en Amsterdam y Holanda, conociendo las distintas corrientes y tendencias en escultura contemporánea. En los ochenta vuelve a Córdoba y entra como profesor de restauración en la Escuela-Taller de la Diputación. Entre 1994 y 2000 realiza el paso de Jesús de las Penas de la Hermandad de Fernán Núñez (Córdoba).

Formado en Madrid, Antonio Maíz de Castro (Cabra, 1906- Loja, 1990) alterna su formación en la Escuela de Artes de Córdoba con los primeros trabajos. De nuevo en Madrid, estudia en el taller de Juan Cristóbal, quien como maestro firma la mayoría de obras que realiza el discípulo. Cuando estalla la Guerra Civil se traslada a Loja (Granada) y allí oculta su talento. Unos años más tarde, a partir de 1950, será docente en la Escuela de Arte de Loja, desde la que enseñará escultura. Allí realizará varias tallas para pasos de Semana Santa, como la Virgen de Nuestra Señora de la Esperanza para la Hermandad del Huerto, realizada en los sesenta y donada por sus descendientes en 2001, y otras esculturas religiosas[115].

3.1.4.Escuela granadina

Uno de los representantes más relevantes de la escuela es José Navas Parejo (Álora-Málaga 1883- Granada, 1953). Es natural de Málaga, pero su formación la recibe en la Escuela de Bellas Artes y Artes Industriales de Granada, donde tiene como profesor a Manuel Gómez-Moreno en pintura, y a Francisco Morales y Francisco Mariño en escultura. Pronto destacó en escultura, e incluso fue docente en la escuela. Viaja a Barcelona y allí trabaja en los Talleres Rius[116]. De vuelta a Granada, tiene numerosos encargos de tema religioso, iniciándose su popularidad gracias a las cotas de realismo, perfección formal y técnica de sus obras. También realiza escultura conmemorativa y funeraria, en las que trabaja el mármol, la piedra y el bronce. Su taller es muy productivo, teniendo empleados a más de cien obreros.

En la década de los años veinte abre dos nuevos talleres, uno de orfebrería en torno a 1924 y otro en 1925. Unos años más tarde, se asocia con D. Luis López Zayas, fundando la empresa Talleres Navas Parejo S.A. (1931-1933). Posteriormente, abre Hijos de Navas Parejo. Desde la década de los años veinte, el trabajo del taller de Navas Parejo es el más importante de Granada, y en los primeros años de la posguerra se convertirá en un centro de referencia de producción de arte religioso, donde trabaja la saga Navas Parejo: José, escultor, Enrique, proyectos, Luis, dorado y policromía, y Emilio, relaciones públicas, además de pasar por su taller escultores de gran renombre como José Gabriel Martín Simón, Antonio Cano Correa, Antonio Moreno Granados, y Antonio Martínez Olalla, entre otros. De estos años son las tallas de Jesús Nazareno de Almogía (Málaga), 1938, o de Nuestro Padre Jesús de Alcalá del Valle (Cádiz), 1939, entre otras[117].

Otro de los grandes imagineros de la escuela granadina es José Gabriel Martín Simón (Granada, 1896-1971). Se formó en el taller de su tío Pablo de Loyzaga, y después entró en el taller de Navas Parejo, realizando numerosas obras que eran firmadas por el titular del taller. A partir de 1930 abre su propio taller y hasta los años sesenta aproximadamente realiza una gran cantidad de obras procesionales coincidiendo con la necesidad de reponer las imágenes perdidas por el conflicto bélico, manteniendo la estética granadina hasta la aparición de los nuevos neobarrocos en la década de los sesenta y sesenta, destacando Nuestro Padre Jesús Cautivo (1938, Málaga) (Fig.24) o la Virgen de las Mercedes (1938, Alcalá la Real)[118]. También fue profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Granada, en la especialidad de Metalistería y realizó una gran labor como restaurador de imágenes religiosas y retablos. Entre sus discípulos más importantes destacan Antonio Cano Correa y Antonio Martínez Olalla.


Fig. 24. José Martín Simón, Nuestro Padre Jesús Cautivo, 1938, Málaga.

Nacido en Almuñécar (Granada), Benito Barbero Medina (1900-1978) pronto se traslada a Granada, donde estudia en la Escuela de Artes y Oficios. En el taller de la familia Roldán aprende la realización de figurillas andaluzas y el arte de la imaginería en los talleres de Espinosa, Peregrín, Navas Parejo y el tallista e imaginero Luis de Vicente, trabajando también en el taller de Roldán de la Plata. Supo hacer escuela, puesto que con él se forma su hermano Rafael que marchará a Sevilla, e influenciará definitivamente a dos de sus hijos, a Antonio y José Barbero Gor, que serán estudiados en epígrafes sucesivos. Realizó obra civil y religiosa, y dentro de esta última hizo numerosa obra para culto y procesión, además de obra religiosa para iglesias y pasos procesionales[119].

Imaginero destacado a comienzos del siglo XX es Nicolás Prados López (Granada, 1913-1990). Su padre también era escultor, Nicolás Prados Benítez. Pronto manifiesta su interés por la escultura. A comienzos de los treinta estudia en Madrid en la Escuela de Bellas Artes. Una década más tarde entra en el taller del granadino Francisco López Burgos, desarrollando su propia personalidad artística y vocación. Además de las reposiciones, también le llegarán algunos encargos de restauración, lo que hace que comience una época de gran actividad artística. Una de las ciudades que le confiere algunos encargos será Málaga[120].

Uno de los discípulos más importantes que trabajó en el taller de José Navas Parejo fue Antonio Cano Correa (Granada, 1909 -Sevilla, 2009). Realizó numerosos monumentos en su ciudad[121]. En 1923 se traslada a Barcelona y allí entra a trabajar en el Taller de esculturas religiosas Casa Rius, además de asistir a la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona en turno nocturno, siendo alumno de Ángel Ferrant[122]. En 1927, de vuelta a Granada, entró a trabajar de nuevo en el taller de José Navas-Parejo, donde coincidió con Gabriel Martín Simón y Antonio Martínez Olalla. Unos años más tarde realiza trabajos de esculturas religiosas de forma independiente, y en 1932 una beca le permite matricularse en la Escuela Superior de Bellas Artes San Fernando.

Durante los años de la Guerra se establece en Granada, y después viajará por Madrid y Valencia. En el taller de Navas Parejo conoció a la que sería su mujer, la también escultora Carmen Jiménez Serrano. De esta época destacan algunas imágenes procesionales, como el sayón conocido como el Verruga para la Hermandad Puente del Cedrón de Málaga, firmado por Navas Parejo. En 1941 entra en la escuela de Artes y Oficios de Granada, donde conoce al pintor Gabriel Morcillo y al profesor D. Joaquín Capulino Jáuregui. A partir de 1945 gana la plaza de Catedrático de Talla en la Escuela Superior de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla, trasladándose definitivamente a Sevilla[123].

Antonio Martínez Olalla (Granada, 1904-1984). Fue profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona y de Granada, también académico de la Real Academia de Bellas Artes de Granada, pero sobre todo fue un artista dedicado a la pintura y a la escultura. Realizó una ingente cantidad de obra escultórica, pictórica y gráfica. Martínez Olalla comenzó su andadura en una época en la que las tareas de madera se dedicaban sobre todo a la creación de muebles para la nueva burguesía adinerada. Entró como aprendiz en el taller de José Navas Parejo. Paralelamente inicia sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios y unos años más tarde ingresa en el taller de Francisco García Ortiz. Siente una gran predilección por la escultura en madera[124]. Viaja a Madrid y a Barcelona, donde comienza a trabajar en la Escuela de Arte. Tras la Guerra Civil, vuelve a Granada, aumentando los encargos procedentes de las hermandades, iglesias y órdenes religiosas para reponer lo destruido durante la contienda[125].

El almeriense Juan Cristóbal Gutiérrez (Almería, 1897-1920)[126], pasa su adolescencia en Granada, donde inicia su formación artística en los talleres de Nicolás Prado Benítez y en la Escuela de Artes de la ciudad. Gracias a una beca se traslada a Madrid, entrando como aprendiz en el taller de Mariano Benlliure. Desde 1917 a 1927 aproximadamente se forma y comienza a participar en distintos certámenes, en los que obtiene distintos galardones.

Otro de los grandes de la escuela granadina será Domingo Sánchez Mesa (Granada, 1903-1989). Desde joven sintió una gran predilección por la creación formal y poco a poco se convertirá en uno de los máximos exponentes de su escuela, puesto que supo imprimirle a sus obras la influencia de la estética modernista de formas menos definidas y realistas que las que se prodigan en la escuela sevillana, lo que se convirtió en su seña de identidad. Realizó una ingente producción de imagen religiosa que se encuentra repartida por Granada y Málaga. Fue aprendiz en el taller de Eduardo Espinosa Marcos, y nada más concluir la Guerra Civil abrió su propio taller en Granada capital[127].


Fig. 25. Domingo Sánchez Mesa, Jesús Nazareno de Vélez-Málaga (Fuente: http://objetivomalaga.diariosur.es/fotos-pepe-valduos/nuestro-padre-jesus-gran-poder-290237.html )

Formado en varias ciudades y talleres, Aurelio López Azaustre (Granada, 1925-1988) tuvo como maestros a escultores e imagineros de renombre, tales como José Navas Parejo, Eduardo Espinosa Cuadros, Domingo Sánchez Mesa, en un primer momento, y más tarde a José Planes. Fue docente en la Escuela de Artes Aplicadas de Valencia desde 1958. Entre su obra de imaginería destaca la creación de tallas procesionales como el Santísimo Cristo de la Humildad en su Flagelación, de Sanlúcar la Mayor (1965, Sevilla)[128].


Fig. 26. Domingo Sánchez Mesa, María Santísima de la Estrella”, 1956, Jaén.

3.1.5.Imagineros en otras ciudades andaluzas

Comenzaremos hablando de un escultor de gran prestigio nacional que fue maestro de otros tantos grandes imagineros y escultores que ha dado el siglo XX, ya que desde la Escuela de Artes y Oficios de Cádiz, donde fue maestro, influenció a toda una saga de escultores que poblaron Andalucía y España de imágenes religiosas que movían al fervor y la devoción, propio de la estética de la tradición de la Semana Santa andaluza. Juan Luis Vassallo Parodi (Cádiz, 1908- Madrid, 1986), nació en el seno de una familia acomodada. Su padre, Eduardo Vasallo, pintor de profesión, tenía un círculo artístico destacado al que su hijo pronto accedería, tanto en su ciudad natal, como en Córdoba, lugar donde viviría desde muy niño al ser trasladado su padre. Unos años más tarde, se trasladan a Baeza porque su padre es nombrado director de la Escuela de Artes esa localidad, y allí es donde se inclina definitivamente por la escultura. Pronto se traslada a Madrid para mejorar su formación y entra como alumno en el Círculo de Bellas Artes, además de ser alumno en la Escuela de Artes de la capital. Su trabajo en Madrid le lleva a participar en alguna exposición, pero lo más relevante de estos años en Madrid es que conoció a Mariano Benlliure, quien le recomienda solicitar una beca a la Diputación de Cádiz para estudiar en Madrid[129].

Vivió en Sevilla desde 1943 a 1958. Allí fue profesor en la Facultad de Bellas Artes de la ciudad hasta que la dejó cuando obtuvo la Cátedra en la Academia de San Fernando en Madrid. Durante su estancia en la capital hispalense, recoge la influencia de los grandes maestros de la escultura y la imaginería barroca, tales como Martínez Montañés y Juan de Mesa[130]. Algunas obras de los cincuenta son: Cristo de la Expiración (Jerez), Virgen de la Asunción (1957, Jerez de la Frontera)[131]. En la popular calle de la Rosa, del también popular Barrio de la Viña gaditana, se ubicaba el taller de Miguel Láinez. Desde allí realizó imágenes religiosas para Cádiz y su provincia, siendo uno de los imagineros más populares que ha tenido la ciudad durante el siglo XX.

Miguel Láinez Capote (Cádiz, 1910-1980) supo hacerse un hueco en el panorama artístico local en los difíciles años de la posguerra, cuando la estructura social está rota, cuando el hambre y la miseria rondan las calles y las viviendas, máxime en la pequeña ciudad gaditana. Fueron años duros, donde las cofradías y hermandades tuvieron que comenzar de cero, restituir las imágenes perdidas, devolver la fe y la esperanza a un pueblo sumido en el dolor, la rabia y la hambruna. Es en este contexto cuando la figura del escultor gaditano cobra importancia, puesto que se ocupa inicialmente de restituir las imágenes perdidas. De formación autodidacta y escasa formación artística, las obras de Láinez surgen más por el deseo y el entusiasmo de recuperar lo perdido que por el rigor y la calidad. En pocos años, Miguel Láinez se convierte en el imaginero local más renombrado de las décadas cuarenta y cincuenta, teniendo una obra prolífica que se va a continuar hasta la década de los sesenta cuando Láinez cayó en el olvido. Incluso su muerte, acaecida en 1980, pasó casi desapercibida.

La figura de Láinez hay que entenderla, valorarla y justificarla en su contexto, similar a como sucede con otros escultores e imagineros en otras provincias, tal como Pérez Hidalgo en Málaga. Son imagineros que reiteran modelos iconográficos, sus obras son de escaso valor estético y artístico, trabajan rápido y con materiales de escasa calidad, lo que lleva a la realización de un imaginario que promueve la devoción en un momento determinado por la necesidad de creer, pero que con el paso de los años muchas de ellas estaban condenadas o predestinadas a ser restituidas o restauradas por su escasa calidad. Su primera obra en la ciudad, y una de las pocas que se conservan, fue Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado El Medinaceli (1938, Cádiz) (Fig. 27). En 1939 realizó la Virgen de las Angustias, que venía a sustituir la imagen de la titular que pereció en la guerra, y el Santísimo Cristo del Perdón (inspirado en el Cristo de Sopranis[132], desaparecido en los incendios del 1936)[133]. Durante las décadas de los años cuarenta y cincuenta, tuvo que hacer frente a un número considerable de encargos de hermandades consolidadas y de otras que comenzaban a fundarse[134].


Fig. 27. Miguel Láinez Capote Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado,

El Medinaceli, 1938, Cádiz.

Sin duda, uno de los grandes imagineros que ha dado Andalucía en el siglo XX es Luis Ortega Bru (San Roque, Cádiz), 1916- Sevilla, 1982). Fue ante todo escultor, teniendo gran relevancia la escultura sagrada y contemporánea que realiza, mientras que otorga a las distintas ciudades y provincias de notables obras que son una continuación de la imagen procesional del barroco. Su padre era alfarero y él pronto demostró sus habilidades para el modelado. El estallido de la Guerra Civil le pilló en pleno periodo formativo en la Escuela de Arte de la Línea de la Concepción. Al acabar el conflicto, fija su residencia en Sevilla, y allí realiza el Santísimo Cristo de la Misericordia (1950, Sevilla) de la Hermandad del Baratillo, una de sus primeras obras que demuestran la genialidad de un joven imaginero que es capaz de hacer alardes de dominio técnico y volumétrico y de un realismo comedido. A esta primera imagen le sigue una de sus mejores obras, el Misterio para la Hermandad de Santa Marta (1951-1953, Sevilla) (Fig. 28), donde el grupo presenta magistralmente a Jesús llevado por los varones, y rodeado por las Marías, Marta (obra de Sebastián Santos), la Virgen[135] y el discípulo amado. Son imágenes de gran fuerza y realismo. Se traslada a Madrid por motivos laborales, a la vez que sigue subiendo el número de encargos en Andalucía. Muchos de los proyectos que se iniciaron en la década de los ochenta quedaron inacabados por su fallecimiento a finales de 1982, siendo sus sobrinos los que se ocuparon de ir finalizando las obras que el maestro dejó inconclusas[136].


Fig. 28. Luis Ortega Bru, Misterio para la Hermandad de Santa Marta, 1951-1953, Sevilla.

Ramón Chaveli Carreres (Valencia, 1879- Jerez de la Frontera, 1947). Desde la segunda década del siglo XX, lo encontramos afincado en Jerez de la Frontera[137], lugar donde se convierte en uno de los imagineros más productivos de las décadas veinte a cuarenta. Dejó una copiosa obra repartida por Cádiz y su provincia, y algunas por las provincias de Sevilla y Huelva. Las obras de Chaveli hay que considerarlas dentro de la imaginería que es realizada durante los años de posguerra para reemplazar las obras desaparecidas o dañadas durante los años de la Guerra Civil. No son obras de gran dominio técnico[138]. Francisco Pinto Berraquero (Jerez de la Frontera, 1924- Cádiz, 2004) procede de una familia de ebanistas, aprendiendo el oficio de la talla de muebles, a la par que se inicia en el aprendizaje de la escultura y la imaginería. Estudió en la Escuela de Artes de Jerez, teniendo como profesores a José Bravo, Juan Padilla y Juan Luis Vasallo entre otros[139]. Marchó a Madrid, entrando en la Escuela de Artes Aplicadas a la vez que trabaja con Marcos Pérez, su profesor en dicha escuela. También fue aprendiz de Capuz y trabajó con Juan de Ávalos. Inicia estudios en la Academia de San Fernando, pero al poco tiempo marcha a Sevilla, continuando en Santa Isabel de Hungría sus estudios superiores durante tres años. Este hecho es significativo en su formación, puesto que tiene como profesores Pérez Comendador en Madrid y a Cano Correa, Sánchez Cid o Carmen Jiménez en Sevilla. A partir de 1956 se instaló en Jerez, montando taller propio, y a partir de 1965 fue docente en la Escuela de Artes de la misma localidad. Ha realizado tanto obra religiosa como profana[140].


Fig. 29. Francisco Pinto Berraquero, Cristo Yacente,

1960, Lora del Río, (Sevilla).

Natural de Cádiz, pero formado en el taller de Castillo Lastrucci, José Ovando Merino (El Puerto de Santa María, 1912- Cádiz, 2001) será uno de los hombres más importantes del taller de Castillo, especializado en la talla de canastillas para pasos procesionales, además de figuras secundarias, por ejemplo, el caballo que forma parte del misterio de las Tres Caídas de Triana. Sobre 1940 montó taller propio en Sevilla, pero a mediados de los años cincuenta se traslada a Cádiz. A finales de los años sesenta vuelve a abrir el taller y realiza imágenes para la provincia de Cádiz[141].

Otro artista gaditano de esta época es Antonio Bey Olvera (San Fernando, 1917- Cádiz, 1975), quien pasó la mayor parte de su vida en Madrid, realizando numerosa obra de imaginería como el Cristo del Perdón y la Santísima Virgen de la Caridad, el Cristo del Santo Entierro y el antiguo paso de la Humildad y Paciencia, para Chiclana de la Frontera.

En Jaén nos encontramos con la figura de Fernardo Baldoy Ortega (1934- ), tallista de profesión familiar, que trabaja con otros tallistas locales como Fernando Mora o Castillo. Más tarde se traslada a Granada. Allí trabajó con Antonio Díaz y aprendió otras técnicas relacionadas con la talla, como el policromado o el sacado de puntos, considerado su maestro en el mundo de la imaginería. Comenzó siendo tallista, oficio de herencia familiar, para luego completar su formación con el modelado aprendido en la Escuela de Arte, lo que le llevó a decantarse por la imaginería. A pesar de ello, siempre se consideró más escultor que imaginero. Entre su obra de imaginería destaca el Cristo de la Hermandad del Trabajo (1950, Jaén); ha realizado varios tronos, restauraciones de obras, como la Virgen de la Estrella (Torredonjimeno, Jaén); así como algún grupo escultórico, donde destaca el Grupo de la Expiración, formado por un Crucificado, una Virgen y una Magdalena (1988, Villanueva del Arzobispo)[142]

Otro jienense destacado es Constantino Unghetti Alamo (Castellar, Jaén 1923). Su padre, ebanista, tallista y restaurador influyó en la formación de su hijo, que se inclinó por la talla en madera. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Madrid y mientras visitaba el estudio de Jacinto Higueras (Jaén), pero el estallido de la Guerra Civil hizo que se interrumpieran sus estudios. A partir de los cuarenta, de nuevo en Jaén, estudia en la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad, se traslada a Melilla, donde participa en la creación del Museo Arqueológico, además de concluir sus estudios de decoración. Fue docente en la Escuela de Artes y Oficios de Jaén y fue el encargado de montar el Museo de Artes Populares de Jaén, del que fue director hasta 1988, cuando se jubiló. Las primeras obras que realiza son: Dolorosa (Montizón, cerca de Castellar); Yacente para la Cofradía de la Soledad (1959, Jaén) y una imagen inspirada en el rostro de la Sábana Santa[143]. Restauró el Resucitado del Colegio de Cristo Rey (1956, Jaén) y la popular talla de Nuestro Padre Jesús de Jaén, el abuelo, en 1979[144].