Ser hoy persona humana y creyente

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Ser hoy persona humana y creyente
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Nicolás Castellanos Franco

Ser hoy persona humana y creyente


© SAN PABLO 2021 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid) Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723

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© Franco, Nicolás Castellanos

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ISBN: 9788428564069

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En memoria y gratitud a Carmela Mediavilla, «mujer nueva», excelente profesional, amiga de los pobres del Plan 3000.

Santa Cruz de la Sierra, Bolivia

Prólogo

No estoy seguro de si este libro aporta algo significativo, si puede ayudar a alguien o si puede llegar a ser una pequeñísima lucecita en el camino. No lo sé. No quisiera hacer perder el tiempo a nadie.

Pero desde mi sentido de la amistad, con el que he recorrido la peripecia humana, por si te sirve, quería compartir contigo estos trozos de vida, de utopía, de experiencia martirial, pascual, liberadora. Y, si no te sirven, te pido disculpas y seguimos como amigos en la búsqueda del sentido, que siempre termina en el totalmente Otro y en una humanidad más integrada, coherente, sencilla, compartida, dignificada, abierta, humanizada y provocadora, que empuja la historia hacia delante.

La conciencia colectiva postula, con apremio, dos cosas: en primer lugar la recuperación de la persona humana en toda su identidad y cuadro de valores. Parece que se nos ha olvidado que lo primero de todo es empezar por ser persona, que ejerce la libertad, practica la bondad y busca el bien común. Desde ahí se levanta un humanismo personalista, solidario, comprometido, que se mueve en un entorno social integral e integrado, sano, justo y ecológico, donde cuenta la dignidad y respeto a la persona; en definitiva, cristiano. Esto no se consigue, si no se desarrollan en cada persona actitudes alocéntricas, maduras, adultas, y donde el restringido mundo del ego captativo, egocéntrico, posesivo, individualista y violento y sea superado o reducido a la mínima expresión. Y aquí se llega mediante procesos graduales de educación y aprendizaje del arte del bien vivir que exigen esfuerzo, entrega y lucha hasta conseguir la liberación interior de todas las esclavitudes y sometimientos irracionales. El camino es razón, bondad y religión.

En segundo lugar, la otra gran preocupación es el nuevo paradigma de Iglesia, que tiene por objetivo, hacer presente en el mundo de hoy, la Buena Nueva del Reino. Entonces el anuncio del Evangelio, evangelizar es llevar la Buena Nueva al que no la tiene. Eso es lo esencial; entonces, si lo esencial de la Iglesia es evangelizar, llevar la Buena Nueva, al que no la tiene, un tema de fondo es la renovación radical en los contenidos y modos de evangelizar.

Ser persona en plenitud y llevar la Buena Nueva al que no la tiene culminan con las bienaventuranzas. El seguidor de Jesús tiene que ser dichoso (makários), que en la literatura griega significa la «felicidad plena de los dioses». Los autores griegos Platón, Plutarco... afirmaban que Dios es la dicha.

Los valores más significativos que aporta Jesús a la humanidad son las bienaventuranzas. Estas ponen la vida al revés.

La felicidad plena que todos anhelamos alcanzar, no se consigue mediante la riqueza, el poder o el éxito. Se logra cuando nos unimos a los demás para conseguir la dignidad humana para todas las personas, para asegurar la paz que nace de la justicia, para ejercer la bondad sin medida que nunca se cansa de hacer el bien y está atenta a lo que la otra o el otro necesitan.

No olvidemos que la bondad, que es lo que define el carácter y naturaleza de las bienaventuranzas, termina con la bienaventuranza de la persecución. Así lo muestran esas situaciones frecuentes de perseguidos, censurados, odiados, mal interpretados y hasta calumniados. Y concluye ese profeta real de nuestro tiempo, José María Castillo, entonces puedes ir por la vida con la seguridad de que tu presencia contagia la bondad de Jesús. Siempre actuaba así con todos, incluso con aquellos a quienes censuraba a pesar de no contagiar felicidad, sino mentira.

En todo caso se trata de que las diferencias no se conviertan en desigualdades, pues todos somos diferentes pero todos tenemos los mismos derechos: «Cuando esta igualdad se convierta en seguridad, entonces perdemos todos los miedos».

Por ahí quiere discurrir el discurso, el pensamiento y la praxis de nuestro libro Ser hoy persona humana y creyente. Nos interesa poner sobre la mesa los dos temas esenciales: la persona humana y la renovación evangelizadora.

Creo que eso es lo esencial y la clave del nuevo paradigma de Iglesia en el siglo XXI. Y ese es el itinerario que nos está trazando el obispo de Roma, el sucesor de Pedro, Francisco. De esto tengo experiencia en mis 13 años de pastor y obispo de Palencia. No hablo de memoria, sino desde la praxis pastoral.

Los contenidos que te presento reflejan caminos recorridos, jirones de vida desgarrados, noches oscuras y noches rutilantes, emprendimientos y fracasos, esperanzas levantadas y desilusiones caídas. En el camino de los pobres sobran gratificaciones y abundan las decepciones, tardes grises de Viernes Santo y levantes pascuales: el misterio de la Cruz y de Pascua, del Señor crucificado, resucitado y entronizado. Pero todo es gracia y todo es don, y lo nuestro es seguir al Maestro, tras sus huellas martiriales.

Te ofrezco motivos profundos para vivir con sentido plenamente humano, abierto a la trascendencia. Creo que hoy necesitamos personas libres, responsables, solidarias, abiertas, que contagien ganas de vivir, con alegría, pero desde razones ontológicas, teológicas, humanas y existenciales.

Urge poner sobre la mesa la sensibilidad ecológica, resolver la deuda ecológica, orgullecernos de ser persona, de la naturaleza, de la vida, fuente de amor y placer. Sentirnos agradecidos por ese torrente de vida y amor con que nos envuelve Dios.

Una fe personal y personalizada, como adhesión agradecida y ofertada, que abre horizontes de vida compartida, se traduce en la «jovialidad de la fe de un obispo».

La Iglesia mirando al Sur recuperó el rostro genuino del Resucitado en Aparecida, y bajo el aliento del obispo de Roma y sucesor de Pedro, Francisco, del que esperamos además de sus fecundos gestos y palabras, hechos proféticos, rupturas y consolidación evangélica de la Iglesia hacia el Reino, tal como lo trazó Jesús de Nazaret, pero en nuestro tiempo. Por imperativo y por experiencia gozosa ese modo de ser persona, humana, creyente, convencida, en otra Iglesia, con otro rostro sensible al mundo de hoy, sin renunciar a sus identidades marcadas por Jesús, tiene que afrontar el compromiso de las voluntarias y voluntarios que levantan esperanzas entre los pobres, excluidos, «lo sobrante», en definitiva, en todas las personas más vulnerables.

Creo que nos podemos hacer visibles y significativos para construir el Reino en pequeños gestos de ternura, cercanía, cariño, abriendo caminos samaritanos de alivio, esperanza y amor.

Solo la bondad y la belleza nos humanizan, trascienden y dan sentido pleno a nuestra vida. Compartir estos valores fundamentales contigo en este momento histórico es sumarnos en esa complicidad de ir haciendo pequeños relatos liberadores que siembren alegría, paz y ganas de vivir.

Creo que este es el latir de los nuevos signos de los tiempos, de las exigencias humanas de la persona, de los postulados renovados de la teología y de la pastoral, que se inspiran en el Evangelio de Jesús de Nazaret, en las coordenadas del concilio Vaticano II y en los profetas de nuestro tiempo.

Nos preocupa que el Evangelio, sea ahora y aquí, lo que siempre fue, «la Buena Noticia, que levante esperanzas en nuestro mundo, por una parte apasionante, de tecnologías punta, de avances espectaculares, pero, al mismo tiempo, desgastado, triste, paralizado, por la cultura del miedo, con un Norte, inmerso en la cultura de la insolidaridad, en crisis profunda económica y de valores, y con un Sur convulso, que se desangra entre pobrezas, drogas, corrupciones, extorsiones, injusticas, desigualdades y contrabando». ¿Cuánto se habrá llevado la corrupción en España? No se sabe. Se dice que un 1%, unos 40.000 millones de euros, según el presidente de Transparencia Internacional en España (2014).

Tendríamos que explicitar, buscar entre todos, para que nuestro mundo encuentre el rumbo, vivir a gusto en la casa común, sentirnos bien en la «aldea global», en un mundo integrado, interdependiente, intercultural, interreligioso, con una visión nueva y plural de la vida, en el marco institucional de las libertades, los derechos humanos y la liberación humana e integral.

Pongamos más empeño en diseñar esta otra realidad, convirtámoslo en objetivo común de todos los humanos, sin empecinarse en los derroteros de la maldad, del odio, de la violencia o del ídolo dinero, por quien sacrificamos todo. Pongamos en escena todos los valores humanos y aportaciones del Evangelio de Jesús. Con todo, aparecen nuevos levantes aurorales en las palabras, los gestos, los signos y los hechos del obispo de Roma, Francisco.

 

¿Por qué no intentamos responder juntos a tantas preguntas que nos asaltan? ¿Cómo ser creyente en esta sociedad marcada por la pluralidad social, política, moral, cultural, religiosa, de género...?

¿Cómo ser creyente en esta Iglesia nuestra, según dice la gente conspicua, anquilosada en el pasado, carente de un discurso atractivo para la sociedad moderna, con una crisis demoledora, escasamente valorada entre las demás instituciones, al menos en España, sin contactar con la nueva cultura del diálogo democrático y del pluralismo?

Nos hace falta una mayor creatividad y una mayor confianza en el Espíritu Santo. Hay que dejarse de complejos y lanzarse a la vida, a la aventura del hombre que también es aventura del Espíritu. El futuro nos pertenece, lo construimos juntos, a pesar de nuestras debilidades, de nuestro barro, insignificancia e incoherencia. Todo muere para renacer en el altar del mundo; al final solo quedan Dios y la persona humana.

No llegar, no es pecado; no partir, sí lo es.

Todo es posible. Lo hemos verificado en este barrio marginal y marginado, denominado Plan 3000, en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. El proyecto Hombres Nuevos trabaja por devolver el protagonismo a los empobrecidos, mediante la educación y la capacitación, para luchar contra el fatalismo, la resignación, la pasividad y la desigualdad, para que tomen conciencia de su dignidad y de su papel en su propio desarrollo e historia.

Creo que el enemigo de la vida y la expresión más antiética de la misma es la pobreza; y de los pobres, que son las víctimas, debe partir toda renovación eclesial y evangelizadora.

Cada vez que miramos a María volvemos a creer en la revolución de la ternura y el cariño (cf EG 288).

1. Persona y relaciones humanas

El contenido y alcance fundamental de la persona y las relaciones humanas no se puede dar por supuesto, ni es posible omitirlo. La persona se caracteriza por las relaciones humanas libres, que tienen un fuerte contenido y constituyen en sí mismas un objetivo, una meta que ha de llegar a ser y vivirse como una experiencia elemental fuerte.

La experiencia de las relaciones humanas precede a la actividad familiar, educativa, docente, profesional, pastoral o vocacional. Verificamos, con frecuencia que no se consiguen ciertos objetivos en el campo laboral, profesional, educativo o social porque fallamos en la experiencia relacional. En mi larga experiencia he comprobado, a veces, este fenómeno.

No se puede renunciar a un aspecto esencial de la evangelización como es la promoción integral de todas las mujeres y hombres. Y muchas veces se falla porque las relaciones humanas han fallado primero o ni siquiera existen, o afloran ciertas actitudes inmaduras e infantiles.

Una persona adulta, madura, no se mueve por resentimientos o por heridas emocionales (a no ser que esté sumido en lo profundo de la espiral del ego), sino por actitudes alocéntricas, oblativas, propias de personas maduras. Y, por supuesto, mucho más si somos creyentes donde solo cuenta el amor, la gratuidad, el compartir y el servir a los pobres. Hay que empezar a tomar conciencia de que somos personas que iniciamos procesos de humanización, de personalización, de comunicación, de relación y de socialización.

Y las relaciones humanas son autónomas y, al mismo tiempo, heterónomas; nos relacionan con los demás y desde la fe pueden llegar hasta las relaciones con el absolutamente Otro para enriquecerse y completarse, no para entrar en competencia o conflictividad, en un contexto sano de humanidad.

El punto de partida de las relaciones humanas depende de la visión de la persona. Nos detendremos en estos contenidos: el perfil de la concepción de la persona, los condicionantes actuales y la dinámica de las relaciones humanas maduras.

Perfil breve de la concepción de la persona

Partimos de la antropología actual que nos ofrece algunos rasgos del ser-persona:

 Es un ser abierto, como un abanico de posibilidades. No es algo estático, sino dinámico; pues no es, se está haciendo, se siente y se ve incompleto, por lo que se va haciendo día tras día a través de una historia, de una experiencia vivida conscientemente e impulsado por su necesidad básica de felicidad.

 Aparece como un ser libre, optativo, con capacidad creadora, que necesita proyectarse para lograr su propia realización. A pesar de estar condicionado, no está determinado, es libre, tiene capacidad de elección y de autodecisión, en determinados momentos y situaciones siente la necesidad de optar. También se siente creador dentro de un mundo sobre el que puede influir, transformarlo o cambiarlo. La vida le ofrece elementos transformables, puede contribuir a hacer más habitable la tierra para todos.

 Se trata de un ser dialéctico, es decir, una persona que dialoga, argumenta y discute con el método de razonamiento desarrollado a partir de principios. En la tradición platónica, a través de un proceso intelectual mediante el significado de las palabras puede llegar a las realidades trascendentes o ideas del mundo inteligible. Y en la tradición hegeliana dos opuestos, tesis y antítesis, se resuelven en una forma superior o síntesis. El raciocinio y sus modos de expresión se sienten asediados por las contradicciones, los principios opuestos de la vida diaria. Y son muchas las opciones que hay que tomar y a veces sacrificarse para ir por el camino del bien. El hombre por ser dialéctico se mueve entre los polos: lo concreto y lo abstracto, lo objetivo y lo subjetivo, lo racional y lo instintivo, el ser y el no ser, lo vivencial y lo teórico, lo absoluto y lo relativo, el bien y el mal, lo bello y lo feo, etc. El ser humano por ser dialéctico y dinámico corre el peligro de no llegar a ser lo que debe ser. Pero también tiene todo un mundo de posibilidades. Puede llegar a una visión integrada, integradora, de largo alcance y que alumbre una síntesis lograda, que procede del dominio y señorío de su propia historia. Puede entrar en procesos de experiencias y vivencias que le lleven a asumir un cuadro de valores; y al final de la escalera está Dios, como valor absoluto que necesitamos filosófica y teológicamente en todas las áreas de la existencia. La ciencia y la filosofía llegan hasta un límite y luego solo la trascendencia puede darnos respuestas razonablemente humanas y satisfactorias.

 Es un ser en relación, la persona humana ontológicamente necesita relacionarse, comunicarse, realizarse. Esto es así, pertenece a la estructura ontológica y existencial de la persona. Constituye la base, el fundamento de esos deseos innatos y radicales de ser, de hacer y de gozar.

Hay que priorizar esos elementos de la experiencia humana y cristiana: ejercer con gratuidad y generosidad esa capacidad personal y comunitaria de humanización, sanación, curación, personalización, socialización. Nada humano resulta extraño al cristianismo. La gloria de Dios es que el hombre y la mujer vivan; en la especie humana de la vida siempre está presente el potencial de la libertad, con su capacidad de aprendizaje, de evolución y de cambio permanente. Nada es perfecto, todo tiene derecho a ser, a crecer, a vivir feliz, en tensión, en medio de dudas y armonía. «No se puede suprimir la autonomía de la creación ni su creación más excelsa, la libertad», afirma Jon Haught. Todo evoluciona en círculos concéntricos, en esperanza, hacia adelante, en devenir permanente, en un camino procesual, en donde nada está acabado.

Ante el desconcierto de tantas preguntas sin respuesta, de requerimientos sumidos en la oscuridad, me siento impotente, pequeño, incapaz, desvalido, a veces sin norte, incómodo en la «aldea global». Pero, si pruebas un truco psicológico o teológico, todo puede cambiar. El truco psicológico consiste en salir del hondón de la espiral del egocentrismo, donde el ego impone su imperio y bloquea y cierra todas las salidas hacia adelante.

Ensayas tu búsqueda sincera, abierta, desde tu propio ser y el ser de la comunidad, sin salirte de tu entorno, de la historia humana y cósmica, espiritual y utópica, siempre en evolución, entre sombras y oscuridades, flaquezas y debilidades, y también entre motivaciones y autoconfianza, que nace de actitudes oblativas, maduras, de autoestima, seguridad. Es posible superar ciertas evasiones de vida fácil, de consumo. Y la generosidad ayuda a relativizar barreras y dificultades. Sin miedo, ni tabúes, con rigor científico la persona se expresa y realiza en plenitud, como ser sexual, sexuado, erótico, abierto a la trascendencia. Hay incluso un truco teológico. La fe no suprime nada, añade, enriquece; es un plus, una luz y visión nuevas. Dios ni prescinde ni sustituye a nadie y menos al hombre o a la mujer. Dios siempre añade, multiplica, fortalece, pone gracia, se hace don, nos hace agraciados, mujeres y hombres nuevos.

Pero la fe, como la vida, es dialéctica, puedo vacilar en el camino; tan pronto estoy resuelto a seguir, como a abandonar; creo que no valgo, pero me asalta la confianza en ti. Me asaltan las dudas, pero me seduce tu camino, esa fuerza invisible de la comunión entrañable contigo y los hermanos. Llama a la puerta esa «determinada determinación».

Señor, eres mi fuerza para romper y romper, con alegría. Toda conversión exige ruptura, cambio y todo cambio se procesa en ser algo mejor, en algo hacia adelante.

El truco teológico está en poner los ojos no en ti mismo, sino en el Señor de lo posible en lo imposible. Confiar enloquecida y tercamente en el Señor de la vida y de la historia, compañero de camino. Ahí se afirma la persona, se multiplica, se dinamiza y motiva en el sentido de la vida, se intuyen horizontes posibles de felicidad, en tensión hacia la plenitud, nunca conseguida por muy proactiva que sea. La vida se define así en actitudes dinámicas, positivas, que abren horizontes a la existencia.

El largo y laborioso proceso de maduración humana se abre e integra en lo fundamental cristiano: ser para Dios, desde el ser para los hermanos, especialmente para los pobres y excluidos, «lo sobrante» en el mercado neoliberal.

En el paradigma de la identidad humana, social, cósmica, creyente y eclesial en la coyuntura actual no puede faltar una fuerza de renovación, de cohesión, de comunión, de futuro para todos, que forma parte de la entraña de ser persona humana y del discípulo de Jesús. El discernimiento, la búsqueda y el cultivo de los signos del reino de Dios, vengan de donde vengan. Ese es el desafío de una nueva catolicidad, una oportunidad de diálogo y de sueño común, que venza la tentación del totalitarismo. Esta nueva catolicidad entendida como totalidad abierta, que con la libertad y confianza de los hijos de Dios y a través del diálogo persistente y perseverante, busca la verdad y su propia identidad. Parafraseando a san Agustín diríamos que el que busca encuentra y el que encuentra busca todavía y aún encuentra más. Hace falta encontrar el punto de encuentro entre la institución, la comunidad, la comunión, la mística y la catolicidad.

Los tiempos son propicios para la comunión[1].

Condicionante actual

Existen muchos condicionantes y uno de los más significativos, en esta sociedad digitalizada, con tecnologías punta, es la incomunicación.

Vivimos en la sociedad más comunicada y nunca la persona ha estado más sola. Vivimos aislados en medio de la sociedad, incomunicados, faltos de relación, de amor. La persona, por naturaleza abierta y relacional, está sumida en el egoísmo, el egocentrismo, en la incomunicación, el aislamiento, el individualismo, el hedonismo y el consumismo. Y, en consecuencia, busca toda clase de evasiones, sucedáneos, fugas y escapismos de la realidad.

Y en ese contexto inhumano, aislado, de soledad y de incomunicación, se acentúa el vacío existencial; y las necesidades básicas de comunicación, de relación, de amistad quedan sin saciarse.

Se nos impone la necesidad de romper con el aislamiento, fruto de la incomunicación. Y disponemos de algunos recursos, hay que interiorizar y asimilar que la comunicación es uno de los valores básicos para la realización personal. Esto se logra desarrollando actitudes de comunicación con relaciones personales, personalizadas e interpersonales. Debemos provocar experiencias de comunicación que nos permitan descubrir al otro, cómo es, qué piensa, que tiene valores y merece respeto y aceptación, para que de este modo arrojemos las máscaras que impiden el auténtico encuentro personal y grupal. Que la alegría de la comunicación nos lleve a desterrar la angustia de la incomunicación.

 

Dinámica y contenido de las relaciones humanas

Todo grupo humano debe crecer siempre en una línea ascendente, no desde la posesión o el dominio, sino desde el ser. Ahora describiré el proceso relacional en sus pasos más significativos, pues el grupo crece en la línea de la personalización (ser), en la de la comunicación (ser-con), desde la situación histórica (ser-en-situación) y en la línea de la misión, del servicio, de la función (ser-para).

a) El grupo crece en la línea de la personalización: Ser

El grupo comienza por tomar conciencia de su ser como persona y como grupo. Primero es. Antes de comunicarse, de tomar conciencia e influir sobre la realidad exterior, antes de hacer, es. Se personaliza y personaliza a los otros, es decir, los toma en cuenta; como consecuencia, se entablan las relaciones humanas con una carga fuerte personalizadora, porque se entabla la relación de una persona a otra, desde el respeto de uno y desde el respeto de los otros; entonces las relaciones son verdaderamente humanas porque son personales, clavan su raíz en la misma persona, libre y optativa.

Desde ese contexto de ser y de ser persona, se personaliza toda actividad, todo trabajo, todo quehacer. Tiene otra dimensión la tarea educativa y pastoral, pues el contacto con los otros aparece como una llamarada que ilumina las cosas, las personas, los hechos, produce acogida, calor, aceptación, vigor...; el grupo crece, se desarrolla en medio de cierto clima y sintonía, cada persona es, quiere que los otros sean, se goza de que existan.

El primer paso hacia la personalización consiste en la manifestación de la persona al grupo. Se presenta a los demás y, cuanto más en profundidad se presente y se manifieste, más fácilmente conectará y entablará las relaciones interpersonales. Esto constituye un paso vacilante, incipiente.

El segundo paso hacia la personalización consiste en exponer al grupo sus primeras reacciones. Adelanta sus primeras impresiones. Puede ayudar la técnica empleada de temores y esperanzas o expectativas y temores.

El tercer paso hacia la personalización llega a niveles más profundos, ya que se consigue cuando se manifiesta el ser de la persona, bien sea por medio de hechos personales de vida, bien describiendo sus sentimientos, reacciones, modos de ver la vida, de actuar, de ser, su sentido del amor, de la libertad, su capacidad de reacción ante los otros, los hechos, etc.

El cuarto paso hacia la personalización supone un paso de la manifestación al conocimiento personal porque se trata de llegar a conocer a través del catálogo de problemas y el test de personalidad.

Y ya el quinto y último paso hacia la personalización requiere un intento de llegar al ser profundo de la persona, por medio de métodos proyectivos.

En conclusión estamos en el capítulo más importante de las relaciones interpersonales, que se establecen de persona a persona y no del personaje a personaje o se quedan en meras relaciones laborales o profesionales. Aquí lo que cuenta son las personas, Pedro que se comunica con la persona Juan. Suele ser una razón por la que vivir. La vida sin personas significativas, amigas carece de aliciente, parece que no tiene valor, nos desgastamos y nos falta la chispa de la vida, que solo nace del amor y de la amistad, y no de la coca cola.

b) El grupo crece en la línea de la comunicación: Ser-con

La comunicación está íntimamente ligada a la personalización, pero hay una diferencia, pues en la personalización se da la comunicación a través de la manifestación y conocimiento de las personas del grupo, mientras que la comunicación mira directamente a las relaciones interpersonales y a la dinámica del grupo. Sin embargo la comunicación siempre personaliza y hace crecer al grupo, en tanto que en la comunicación se empieza a poner en común lo más fácil, como las experiencias que se traen al grupo o los motivos por los que uno viene al grupo.

En un segundo momento, a través de los mensajes dados y recibidos, se fortalece la dinámica del grupo y se multiplican las posibilidades de comunicación interpersonal.

En un tercer momento se consiguen niveles mucho más profundos, debido a que se pretende que el grupo se interrelacione, buscando el compromiso de unos con otros. No existe comunión, sin comunicación, diálogo y escucha.

Se consigue por diversos caminos: estableciendo una interrelación de dar y recibir ayuda, con la comunicación de la vida a través de hechos de vida o revisión de vida, con el estudio de los problemas grupales (aquí pueden ser de mucha ayuda los sociodramas) y es importante profundizar en el papel de los líderes, roles, autoridad en el grupo, pues tiene una incidencia grande en el proceso de la comunicación.

c) El grupo crece desde su situación histórica y social: Ser-en-situación

«Yo soy yo y mi circunstancia». El medio ambiente nos condiciona, por eso es imprescindible conocer el contexto psicosocial donde vivimos. Se impone el conocimiento de esta sociedad en cambio, con sus valores y sus crisis de valores. Las personas son siempre actores y protagonistas de su propio destino.

d) El grupo crece en la línea del servicio misión: Ser-para

No basta con conocer la realidad, hay que pasar de la toma de conciencia a la acción, a implicarse, al compromiso, a meter las manos en la harina de la historia. No queda otra que actuar sobre esa responsabilidad y no de una manera esporádica sino de modo coordinado, con objetivos precisos y calendario de evaluación.

La concienciación es doble, por un lado temática, pues en el área personal se estudian temas fundamentales como el amor, el trabajo, la felicidad, la libertad, la responsabilidad; mientras que en el área social se estudian los temas de la realidad social. Y, por otro lado, está el compromiso de acción, ya que después de los pasos anteriores llegamos a formular una hipótesis de acción sobre la realidad que se concretiza en proyectos de trabajo.

En definitiva se busca hacer un mundo más fraterno, habitable para todos, pero por medio de acciones concretas, que aquí y ahora, donde estamos, emprendemos decididamente. Esta dinámica es lo que da hondura, solvencia y peso específico a las relaciones humanas, como objetivo y como medio para conseguir otras realidades, sean de tipo educativo, pastoral, social, familiar...[2].