Loe raamatut: «GuíaBurros Cartas desde el corazón»
GuíaBurros Casrtas desde el corazón
Sobre la autora
Beatriz de la Iglesia es licenciada en Publicidad y Marketing. Gran parte de su vida laboral la ha desarrollado como Directora de Marketing y Comunicación en diferentes empresas ganando numerosos premios internacionales. En búsqueda de evolución y crecimiento personal decidió continuar su formación en Máster en Programación Neurolingüística, Coaching con Programación Neurolingüistica, Coaching sistémico, Coaching sexológico, Psicología Transpersonal, Comunicación no violenta y Asertividad. Además es experta en Felicidad y primera promoción de Chief Happiness Officer.
Colaboró con la cadena de televisión CUATRO, en el programa “Negocios al límite” como presentadora y coach de empresas al límite que necesitaban ser reflotadas.
En su trabajo como consultora del bienestar se enfoca de forma activa en aumentar el valor humano como capital fundamental en la empresa, en la familia o en cualquier sistema. Actualmente ejerce su profesión de coach y psicoterapeuta, es socia fundadora de HowConsulting y colabora con distintas empresas como Feel Good Manager, dando conferencias y formación destinadas a fomentar el valor humano.
Es autora del GuíaBurros Coaching.
Prólogo
Los cuatro pilares de las relaciones humanas
Hace muchísimos años que me dedico a trabajar con personas y su manera de relacionarse en la vida. A lo largo de todos estos años, he podido observar, en ellas y en mí, cómo están construidos y cómo afectan a los “pilares” que describo referente a nuestras emociones, sentimientos y acciones. He querido hacerlo de una forma distinta, en versión carta, porque me parece una forma muy hermosa de comunicar y expresar de manera personalizada un sentir que hace mucho tiempo que hemos dejado de hacerlo. Las nuevas tecnologías nos han privado de ello y ahora solo nos comunicamos por whastapp, mails y mensajes que resultan muy fríos. Las cartas siempre han tenido un punto más romántico e íntimo, por eso me parece más hermoso elegir esta forma de expresar mi mensaje. Yo llevo escribiendo estas cartas desde que tengo 15 años y he querido darles un sentido que pueda ayudar a comprender más el “sentir” humano desde un lugar muy profundo, porque en ellas pongo “mi alma al aire” compartiendo estos “latidos” que han ido dando forma a mi vida a base de reconocerlos, entenderlos y sanarlos.
Como terapeuta, también recomiendo a mis pacientes, escribir cartas como un método de expresión y de sanación que da muy buenos resultados.
Por este motivo me gustaría poder sugerir al lector que lo ponga en práctica cuando quiera expresar sentimientos, sacar fuera dolor, ira, frustración, sanar relaciones con personas con las que no puede o no quiere hablar o simplemente para desahogarse.
Las cartas de este libro, están dedicadas a personas que han ido pasando por mi vida, algunas aún permanecen, otras que ya no están y otras que siempre estarán.
Por eso quiero dar las gracias a todas las personas protagonistas de estas “Cartas”, los primeros a mis padres Juan Pablo y Charo por hacerme el regalo más hermoso, que es traerme al mundo, darme lo mejor y seguir a mi lado siempre en este camino que inicié junto a ellos. Después a mis hijos, a Alejandro y Nicolás que me hicieron sin duda otro de los regalos más hermosos con su partida pues su enseñanza ha sido vital para mí, y a mi hijo Tristán que es mi motor, mi vida, mi amor, mi maestro y la persona que me hace superarme día a día.
Agradezco de todo corazón a mis antepasados su legado, a mis hermanos Pablo y Quique, a su legado, mis sobrinos, mis niños del alma, a mi familia, a mi “tribu”, mi familia de alma que me hacen la vida más fácil y más alegre.
A mi amiga Gema, que desde el cielo me cuida y me inspira y que su muerte fue la gran lección de mi vida y gracias a ella soy la que soy.
A todos los amores que me han inspirado y a mi gran amor, que siempre seguirá haciéndolo.
A mis maestros y maestras, que me han aportado nuevas formas y dimensiones de ver la vida, ayudándome a sanar y a evolucionar.
A todas las personas con las que he compartido camino y que con su amor, su cariño, sus enseñanzas, su apoyo, su torpeza, su envidia, su odio, su miedo o su alegría, me han servido de inspiración y de enseñanza aportándome todo cuanto necesitaba para crecer como ser humano.
A la vida, que con su latir, me permite seguir bailando al son de mis sentidos, gracias, gracias y gracias.
Cartas desde el corazón
Los cuatro pilares básicos de las relaciones humanas
Los cuatro pilares básicos en los que se fundamentan las relaciones humanas son: la relación con uno mismo, la familia, la amistad y el amor; por eso estas cartas están dirigidas y dedicadas a estos pilares que hacen que mi vida tenga sentido, como sentido tienen los latidos del corazón que me impulsan a vivir.
Yo misma
La relación más importante que tiene el ser humano es consigo mismo.
El amor propio y la autoestima son la base de una relación sana basada en la aceptación de lo que somos y, por ende, poder amarnos.
Por desgracia vivimos en una sociedad donde no se nos enseña a tener una buena relación con nosotros mismos, ya que se crean estereotipos de perfección inalcanzable que nos crean complejos demasiado nocivos, se nos inoculan necesidades que parecen satisfacer a nuestro ego insaciable tardando poco en buscar más y más... Al no gustarnos no reconocer nuestro verdadero poder, nos convertimos en mendigos emocionales buscando fuera ese «reconocimiento» o ese deseo de cariño y migajas de amor, haciendo cesiones de poder que más tarde nos harán pagar un alto precio por ellas.
Por eso creo que para poder relacionarse con los demás de una forma sana, amorosa y equilibrada, lo primero es trabajar con uno mismo en el autoconocimiento y así llegar a amarse.
Reconocer tu luz y tu sombra, reeducar al ego y mirar al miedo siendo el amor el alimento de tu alma.
Este es un duro trabajo, pero merece la pena intentarlo y conseguir la paz y la felicidad de un corazón sano que late al compás de la vida.
Porque cuando un hombre sabe dónde va, el mundo entero se pone a sus pies.
La familia
La familia, nuestro clan, nuestros ancestros, ese árbol genealógico que todos llevamos como sello de identidad, como regalo de dones y talentos, o como estigma de traumas, enfermedades, amores imposibles.
En nuestra familia está marcado un pasado que, sanado en el presente, nos regalará un buen futuro.
Cada uno de nosotros viene con una tarea a realizar, algo que sanar, algo que aprender, y nuestra familia es un espejo en el que mirarse para descubrir esa misión que da sentido a nuestra vida.
En todas las familias existen «secretos» que deben ser revelados, deben salir a la luz para ser sanados.
Hay enfermedades que se repiten de generación en generación dándonos una clave de algo emocional que ocurrió y fue origen del problema; de ahí la sucesión.
También nos habla de nuestra relación con el amor, con el dinero, proporcionándonos la clave para ver en qué estamos enquistados, atrapados o bloqueados, y por qué.
Nuestra familia es una fuente muy rica de información de donde extraer el elixir necesario para vivir «nuestra vida» en libertad, prosperidad, salud y amor.
Como decía Enric Corbera: «quien tiene un árbol genealógico y no va a mirarlo, es como quien tiene el mapa del tesoro y no va a buscarlo».
La amistad
Los amigos, esos ángeles con cuerpo humano y corazón alado.
Ellos están aquí para hacernos la vida más fácil, amena y divertida.
Algunos vienen también en forma de maestros, ayudándonos a entender los misterios de la vida; a veces nos sorprenden aspectos que admiramos o detestamos de nosotros y no somos capaces de ver o reconocer.
Con ellos compartimos los momentos más auténticos, porque nos damos el permiso de ser, desde la libertad y con el único compromiso que es de alma.
Son esa «tribu» urbana o esos hermanos espirituales que aparecen en tu vida sin vínculo de sangre, pero sí de alma.
Yo he tenido la suerte de encontrarme con grandes compañeros de vida que me han permitido hasta la fecha darles mi amor y recibir el suyo de manera incondicional.
Amigos... Un regalo para el alma.
El amor
Amor, fuente de vida y sentido de la misma, porque no hay vida sin amor.
Es el motor de nuestro corazón y el tejido del que está confeccionada nuestra alma.
Pero para ser lo más importante de la vida, qué poco sabemos de él.
Se han vertido ríos de tinta, se han hecho películas, canciones, obras... Hablando de él, soñando con él, viviendo por él y muriendo sin él.
Pero nadie te enseña a amar.
Nadie nos ha enseñado a amarnos.
Nadie conoce el «secreto» del amor eterno.
Él nos da la vida, lo buscamos desesperadamente; a veces nos escondemos de él; en ocasiones llegamos a encontrarlo y a disfrutarlo en momentos efímeros y en otros morimos de angustia por haberlo perdido o no haberlo encontrado.
Amor.
Cuando uno se enamora de sí mismo comienza un romance con la vida.
Yo misma
La importancia del tiempo
Al llegar a Río sentí una paz que sobrecogía mi alma e incluso llegó a descolocarme en cierto modo; ningún teléfono sonando, sin compromisos ni cosas que «debo» hacer; solo yo con mi silencio y mi tiempo... ¡Qué milagro!
Entonces, de repente, comencé a observar y me di cuenta de que aquí la gente tenía «tiempo», algo que en el mundo de donde yo venía era escasísimo; nadie tiene tiempo para nada... Y aquí me encuentro viendo cómo desaparecen en la penumbra, ciegos para la vida, todas esas gentes, corriendo a cualquier parte, de algún punto en el futuro, sin vivir jamás el presente, anestesiados por la rutina asesina que les impide vivir. Pero yo, si hay algo que tengo en abundancia es eso, «tiempo». Lo que yo soy está conformado de tiempo.
El tiempo se expresa en saltos que determinan con inesperada velocidad el transcurso de una vida. En realidad no existe un transcurso lineal del tiempo que va desde el nacimiento hasta la muerte.
El tiempo no es una acumulación de datos, tal como lo presenta el calendario.
Según la ley cósmica, el tiempo se mide en el interior, en otros niveles de existencia. Se da a conocer en el lapso de un segundo y se descarga con toda su vehemencia.
Media vida necesita un ser humano para poder entender estos segundos fatales que cada uno guarda dentro de sí, como una hilera de hitos. Son como diamantes en una caja invisible. Es el otro yo, que se manifiesta como nuestra voz interior y nos sorprende con su clarividencia. Cuando morimos volvemos a él, a nuestro doble. Me lo imagino como un sabio anciano que sostiene en sus manos las crónicas de todas las vidas vividas.
Es el almacén de la memoria colectiva. El tiempo.
Los instantes de una vida futura. Las situaciones se repiten de existencia en existencia, hasta que el ser humano comprenda la lección y ya no reaccione con miedo, sino que actúe con libertad y amor. No somos conscientes en este mundo material de que lo único que no se puede comprar es el tiempo. La riqueza real está en aquel que lo posee y sabe utilizarlo y disfrutarlo.
Un minuto puede ser tan efímero que pasa inadvertido. ¿Qué hacer con todo ese tiempo? Ocuparme de mí misma.
El tiempo es memoria. Veo a la gente de aquí, pobre, alegre, apasionada..., y una ventana de mi espíritu se abre como empujada por el viento.
En esta bendita ciudad y en el sentir de este pueblo me reconozco a mí misma.
¿Cómo reconoce el espíritu al espíritu? Hace visible algo dentro de mí. Hace que algo inconsciente se vuelva consciente y me muestre su rostro vivo.
Todo lo interior tiene su correspondiente exterior.
Hay una voz en la profundidad de mi ser que me dice todo el rato: «Ve por el camino del ser interior y no te preocupes por lo externo».
Libre de toda atadura, unida a mí misma. Es un estado de amor, belleza y paz.
Pero, qué difícil es lograr a veces ese estado en el mundo loco que vivimos, ¿no? Y pensar que para ser libres no necesitamos nada más que a nosotros mismos.
Ni el dinero, ni el trabajo, ni las posesiones, ni la pareja, ni la familia puede liberarnos. Es una paradoja.
Para poder alcanzar lo supremo no necesitamos nada. Nada más que tiempo.
«El tiempo es la llave de la libertad». «Cuando el hombre haya conquistado el tiempo, habrá vencido a la muerte», como decían los antiguos egipcios.
Yo, intento navegar en el inacabable mar del tiempo.
Gracias a la soledad y al vacío involuntario se ha abierto la caja del tesoro que llevo dentro de mí y me relaciona con todo lo existente.
¿Cómo querría alguien comprender su más profundo e íntimo ser si no tiene tiempo?
Desde lo más profundo de mi corazón, gracias por haber dedicado parte del tuyo a leer mis profundas reflexiones...
La felicidad
Todo ser humano ha venido a este mundo con la clara misión se ser feliz, pero ¿por qué nos cuesta tanto ser felices? Por qué solo percibimos pequeños atisbos de felicidad que se esfuman como por arte de magia?
¿Qué hace feliz a la gente? ¿Cómo puedo ser feliz?
La felicidad se consigue «siendo», no «pareciendo» ni «teniendo». Hemos conectado el concepto de ser felices a nuestra mente y no a nuestro corazón. De ahí que nos pasemos la vida creyendo que seremos felices algún día, cuando logremos tener la pareja ideal con la que soñamos, el coche que tanto nos gusta, esa casa maravillosa como la de las revistas de decoración, ese cuerpo como el de «fulanita de tal», etc. Nos pasamos la vida posponiendo la felicidad, pensando que el conseguir bienes materiales, personas ideales, salud, trabajo..., nos dará esa ansiada felicidad. ¡Qué gran equivocación!
Hipotecamos nuestro tiempo, nuestra salud, nuestros amigos, nuestra familia, el sexo, nuestras verdaderas ilusiones, pensando que llegará ese gran día en el que por fin seremos felices.
Pero ese día nunca llega, porque nuestra mente está asociada a nuestro ego y este es insaciable, siempre quiere más. Nunca vamos a ser lo suficientemente ricos, ni guapos, ni delgados; siempre habrá una casa mejor, un coche mejor, unos sueños más y más ambiciosos. Así continuamente vamos dándole carnaza a nuestra gran esperanza, a nuestro anhelo de felicidad, sin tomar las riendas de nuestra propia vida y echándole la culpa a algo o a alguien por no conseguir ser felices.
Pero es tan sencillo ser feliz, es solo una cuestión de abrir el corazón, ese corazón que parece que se nos ha helado en este vagar por un mundo sin rumbo. Tenemos el corazón a buen recaudo y bien guardadito para que nadie nos lo rompa y como tiene tanto miedo de abrirse ya casi no sabe latir.
Debemos abrir nuestro corazón al mundo, debemos dejar de excluirnos los unos a los otros creyendo que somos mejores o que tenemos más derechos. Debemos dejar de juzgar y condenar al otro por sus actos, dejar la arrogancia y la falsa moral; eso no produce felicidad. La benevolencia nos hace felices. El tomar conciencia del momento, de ese precioso instante que es el «presente» y que es lo único real que tenemos, ya que el pasado ya fue y el futuro es incierto; vivir el momento nos conecta con la realidad de nuestra vida; cuando estás en el aquí y en el ahora no hay dolor, no existe el miedo, solo hay vida.
Pensaréis que me parece fácil esto de ser feliz cuando casi nadie lo ha conseguido y menos en un mundo como en el que vivimos, lleno de tragedias, de crisis, de problemas, de enfermedades. Pues sí, me sigue resultando fácil.
A lo largo de mi vida y de mi corta experiencia en ella, he llegado a una conclusión y es el «aceptar y amar» las cosas tal como son. Aceptar y amar a las personas tal como son y, sobre todo, aceptarme y amarme a mí tal como soy. Eso me hace «ser feliz» cada día.
Cuando te rindes ante la esencia y sabiduría de la vida te das cuenta de lo poco importante que eres. Te das cuenta de que solo necesitas confiar en el fluir de las cosas, pues todas están en un perfecto orden divino. De nada sirve revelarse, enfadarse o pretender que las cosas sean de la manera que tú las habías imaginado, porque quizá no era esa tu enseñanza, tal vez esa persona que tú querías a toda costa que fuese para ti no era la que te iba a dejar ese mensaje que más tarde ibas a necesitar, o puede que esa enfermedad que tanto dolor te ocasionó, resulta que fue la mayor de las lecciones. En fin, yo tengo la certeza de que todo pasa para algo, por eso no existen las desgracias, ni las malas suertes, ni las injusticias, ni todo lo que tachamos de «negativo».
¿Quiénes somos nosotros para poner etiquetas de positivo, negativo, bueno, malo, justo o injusto? Es tan relativo.
Me considero una persona feliz. Soy una mimada del universo y la vida no ha parado de hacerme regalos que puedo compartir con todo aquel que esté dispuesto a recibirlos.
El primer regalo me lo dio a los quince años, siendo todavía una adolescente que no sabía nada de la vida y me tuve que enfrentar con la muerte. Tuve un accidente de moto y mi amiga, que era quien la conducía, murió. Yo me salvé.
Para cualquiera puede ser algo traumático, algo que te marca para siempre. Además, se me ocurren multitud de motivos para echarle la culpa a alguien o a algo, pero no.
Mi amiga se fue y yo me quedé con una gran lección, mi gran lección de vida.
En ese momento me di cuenta de lo importante que era vivir y de la oportunidad que se me había brindado dejándome aquí; solo por ese regalo debía ser agradecida y hacer algo bueno con ello.
Empecé a investigar en las religiones, en el ocultismo, en la metafísica, en las energías, en los chamanes... Lo probaba todo, me lo leía todo, y ahí empezó mi camino. Acepté el regalo, acepté la muerte e hice algo bueno de ello en agradecimiento a la vida. Ese fue el gran comienzo en mi andadura espiritual.
Más tarde me sucedieron todo tipo de situaciones bastante curiosas: me fui de casa muy joven, monté negocios que luego perdí, otros en los que me arruiné, me casé, me separé. Di todo en un trabajo que para mí era mi familia y, por «ayudar» a una amiga, esta me traicionó y perdí mi empleo después de nueve años. Recibí el golpe más duro que puede tener una mujer: perdí a mis dos hijos gemelos. Después de mi separación dejé mi casa, una vida.
Actualmente tengo otro hijo, aquí, conmigo, que es mi mayor tesoro, pero del que al poco tiempo de estar embarazada me dijeron que posiblemente venía con síndrome de Down. Menuda prueba al cabo de seis meses de haber perdido a los gemelos. La vida me ponía otra muestra de fe.
He tenido una vida muy intensa, con pruebas muy duras y con oportunidades y regalos extraordinarios, y de verdad puedo decir que, a pesar de mis procesos de entendimiento, nunca he perdido la alegría, siempre he sonreído en defensa propia, y la fe y la aceptación han hecho que todo lo negativo se convirtiese en un legado de experiencia, en un legado de sabiduría y en una maravillosa práctica de desapego. Cuando abres tu corazón a la voluntad divina, todo miedo desaparece y la paz reina en tu corazón, pues no hay nada que debas hacer, todo cuanto sucede es para tu más alto bien, por muy difícil que resulte aceptarlo a veces.
Tenemos tantas cosas para ser felices, tanto por lo que dar las gracias. La vida nos brinda un continuo regalo: desde el sol que sale cada día para nosotros, o esa flor que, pese a que nadie la ve o se pare a oler su aroma, está ahí dando lo mejor de sí misma para nosotros. La naturaleza es una bendición para nuestros ojos, oídos, olfato.
¡Y solo el hecho de estar vivos ya es una oportunidad y un obsequio!
La vida en sí es un regalo de Dios y lo que hagamos con ella es nuestra forma de agradecérselo.
Solo por este momento... Sé feliz.
Sé como la flor, da igual si nadie la ve... Ella es y da lo mejor de sí, extiende tu aroma y deja una huella, tu huella aquí en la tierra.