Loe raamatut: «Caminos y fundaciones: Eje Sonsón-Manizales»

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© Universidad Nacional de Colombia - Sede Manizales

Facultad de Ingeniería y Arquitectura

© Vicerrectoría de Investigación

Editorial Universidad Nacional de Colombia

© Jorge Enrique Esguerra Leongómez

Beatriz Elena Sierra de Mejía

Primera edición, diciembre de 2018

ISBN 978-958-783-666-0 (papel)

ISBN 978-958-783-667-7 (digital)

ISBN 978-958-783-663-9 (IBD)

Colección Arquitectura, Hábitat y Urbanismo

Edición

Editorial Universidad Nacional de Colombia

direditorial@unal.edu.co

www.editorial.unal.edu.co

Coordinación editorial

María Carolina Suárez Sandoval

Corrección de estilo

Olga Edith López

Diagramador

Bryan E. Sandoval H.

Diseño

Leonardo Fernández Suárez

Bogotá, D. C., Colombia, 2018

Conversión a ePub

Mákina Editorial

https://makinaeditorial.com/

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales

Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia

Esguerra Leongómez, Jorge Enrique, 1949-

Caminos y fundaciones : Eje Sonsón-Manizales / Jorge Enrique Esguerra Leongómez, Beatriz Sierra de Mejía. -- Primera edición. -- Manizales : Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ingeniería y Arquitectura ; Bogotá : Universidad Nacional de Colombia. Vicerrectoría de Investigación. Editorial, 2020.

66 : ilustraciones (principalmente a color), fotografías, mapas, planos. -- (Colección Arquitectura, Hábitat y Urbanismo)

Incluye referencias bibliográficas e índice temático

ISBN 978-958-783-667-7 (e-pub). -- ISBN 978-958-783-666-0 (rústica). --

ISBN 978-958-783-663-9 (impresión bajo demanda)

1. Colonización -- Sonsón -- Manizales -- Caldas -- Colombia -- Siglo XIX 2. Migración interna 3. Población 4. Urbanismo -- Aspectos sociales I. Sierra de Mejía, Beatriz Elena, 1949- II. Título III. Serie

CDD-23 307.760986135 / 2020

Agradecimientos

El resultado de este trabajo tiene como antecedentes, primero, la vinculación del investigador principal a la Maestría de Historia y Teoría de la Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia (1989-90), en cuyo seno maduró la idea de adelantar un estudio sobre el origen de los poblados del departamento de Caldas, en cuya capital dicho investigador ejercía como docente de la Sede Manizales de la misma Universidad; segundo, la iniciativa del Grupo de Trabajo Académico en Patrimonio Urbanístico y Arquitectónico de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Manizales, para que se adelantara un proyecto de investigación sobre poblamiento que sirviera de soporte a los trabajos de memoria urbana de la región; y tercero, la aprobación del Consejo de Investigación y Desarrollo Científico de la Universidad Nacional de Colombia (CINDEC), en 1996, para desarrollar un proyecto de investigación con el título Poblamiento y urbanización del centroccidente de Colombia. Así se inició el trabajo con la financiación del Departamento de Investigaciones Manizales (DIMA), la vinculación de la profesora Beatriz Elena Sierra de Mejía como coinvestigadora y el apoyo de varios arquitectos recién egresados y estudiantes monitores, todos de la Sede Manizales. El proyecto se presentó a finales del año 2003 ante el DIMA y fue recibido a satisfacción, iniciándose así un proceso para su publicación con el título Caminos y fundaciones, eje Sonsón-Manizales, que se concretó finalmente cuando la convocatoria que hizo la Universidad Nacional de Colombia, en 2015, le dio vía libre a su realización impresa en 2018.

Como es lógico en un proyecto de investigación que logra su publicación quince años después, el resultado tuvo que ser revisado y actualizado, principalmente en temas relativos a la fundación de la ciudad de Salamina, cuyos estudios fueron profundizados por el investigador principal en ese lapso y que concluyeron con la publicación del libro La fundación de Salamina, Caldas, escenario y crónica de un conflicto de tierras (Esguerra, 2017).

Es necesario señalar que innumerables estímulos a este trabajo contribuyeron para su realización, en especial, el de los historiadores urbanos Jaime Salcedo y Jaques Aprile-Gniset, ya fallecidos, quienes, hace veintiocho años, en seminarios sobre el tema del patrimonio urbano y, particularmente, en la Maestría de Historia y Teoría de la Arquitectura, dieron aliento al investigador principal para que este estudio se adelantara. Así mismo, a los asesores del proyecto: el arquitecto e historiador urbano Carlos Niño Murcia; el doctor y especialista en historia regional caldense, Albeiro Valencia Llano; y el arquitecto urbanista José Fernando Escobar Ángel, ya fallecido, quienes aportaron con sus orientaciones experimentadas para que el método integrador propuesto pudiera concretarse.

Pero también es merecido nombrar a los compañeros profesores del Grupo de Trabajo Académico de Patrimonio, principalmente a su coordinador, el arquitecto Hernán Giraldo Mejía, interesado en que proyectos como el que emprendimos contribuyan en la valoración de la memoria construida. De igual manera, al arquitecto Jorge Enrique Robledo Castillo, quien trazó el derrotero para una nueva interpretación histórica urbana de la región, sin cuyas agudas observaciones sobre ella hubiera sido imposible alcanzar medianamente los objetivos propuestos.

En el campo de la gestión, es pertinente reconocer el apoyo de los coordinadores, del CINDEC y del DIMA, que, a pesar de las múltiples vicisitudes que tuvo este proyecto para poder desarrollarse, mostraron interés y colaboraron para que se llevara a cabo. Y al director del Departamento de Arquitectura y Construcción, arquitecto Gustavo Cortés Aristizábal, quien medió positivamente para que la investigación pudiera finalmente concluirse, nuestro más sincero agradecimiento.

Un trabajo de la complejidad como este que hemos abordado, en el que se abarca un territorio tan extenso y una época tan distante, hubiera sido imposible de realizar sin el aporte y la orientación personal de muchos investigadores y amantes de los temas históricos. El listado de colaboradores es en verdad grande, y con el riesgo de dejar a alguno sin mencionar, por lo cual ofrecemos de antemano nuestras disculpas, vamos a enumerar a algunos de quienes hicieron sus contribuciones desinteresadas, aquellos que dedicaron tiempo valioso para hacer orientaciones sobre temas relacionados con el proyecto, como los historiadores Roberto Luis Jaramillo, en Medellín; Octavio Hernández, en Manizales; y Alonso Muñoz, en Sonsón; el poeta Daniel Echeverri y el maestro Héctor Cataño, ya fallecidos, en Salamina. También están quienes pusieron a nuestra disposición material bibliográfico, cartográfico y fotográfico invaluable, como el comunicador Andrés Darío Calle Noreña, el historiador Roberto Luis Jaramillo, la artista plástica Liliana Villegas, el ingeniero Álvaro Mejía Berrío y el arquitecto Luis Fernando Acevedo Restrepo. El diseñador visual Ricardo Castro Ramos, quien dibujó los mapas que apoyan el texto, por sus acertados aportes en la diagramación de las imágenes. Y especial mención al arquitecto y fotógrafo Miguel Ángel Aguilar Gómez, pues sin el aporte de sus excelentes fotografías aéreas hubiera sido muy difícil la ilustración de los emplazamientos urbanos; así como a quienes, con sus observaciones sobre la región de Aguadas y Salamina, han contribuido a comprenderla, entre ellos, Luz Estela Tabares Amador y Juan Ahumada Farietta

Singular reconocimiento al maestro y comunicador Andrés Darío Calle Noreña, quien vivió este trabajo como si hubiera sido suyo. Por sus acertados comentarios y conceptos sobre la realidad histórica y geográfica de Antioquia, la grande, van nuestros más sentidos agradecimientos.

Contenido

Lista de figuras

Figura 1. Plano ciudad de crecimiento espontáneo (Nördlingen, medioevo europeo)

Figura 2. Plano ciudad “planificada” (Priene, Grecia antigua)

Figura 3. Plano ciudad con traza regular (Briviesca, península ibérica, 1208)

Figura 4. Plano ciudad ideal de Eiximeniç (1383)

Figura 5. Traza de Santa Fe de Antioquia

Figura 6. Mapa del centroccidente de Colombia durante la Conquista

Figura 7. Foto cañón del río Cauca

Figura 8. Mapa del centroccidente de Colombia durante la Colonia. Circunscripción de la ciudad de Arma

Figura 9. Plano Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín (1791)

Figura 10. Mapa del centroccidente de Colombia (finales de la Colonia) Localización de las concesiones Villegas y Aranzazu

Figura 11. Plano de la ciudad de Rionegro. Trazado irregular actual del centro histórico

Figura 12. Mapa del emplazamiento y traza de Sonsón

Figura 13. Mapa del emplazamiento de Abejorral en el cruce de caminos

Figura 14. Plano de Abejorral

Figura 15. Mapa del emplazamiento y traza de Las Aguadas

Figura 16. Foto emplazamiento de Aguadas

Figura 17. Mapa que representa los pasos sobre el río Cauca

Figura 18. Mapa del centroccidente de Colombia (1817-1824)

Figura 19. Mapa que señala las áreas de la concesión Aranzazu y del territorio de Sabanalarga (1817-1825)

Figura 20. Mapa que muestra los caminos de la colonización (1824-1837)

Figura 21. Ampliación del mapa de 1832 para apreciar las localizaciones de Salamina (sobre el nuevo camino) y Savana larga (sobre el antiguo)

Figura 22. Salamina sobre la cresta montañosa

Figura 23. Mapa que ilustra la concreción de la fundación de Salamina (1827) y las “donaciones” (1829-33) que Aranzazu hizo en su nueva posesión (González, Salazar y Compañía)

Figura 24. Mapa del emplazamiento y traza de Salamina

Figura 25. Foto del emplazamiento de Salamina

Figura 26. Mapa del emplazamiento y traza de Pácora

Figura 27. Foto del emplazamiento de Pácora

Figura 28. Carta Corográfica de la Nueva Provincia del Cauca

Figura 29. Ampliación del mapa de 1843

Figura 30. Mapa que señala el camino y las rutas de los colonos (1837-1843) que posibilitaron las fundaciones de Neira y Santa Rosa de Cabal

Figura 31. Mapa que ilustra las sendas de los colonos hacia Morrogacho (hoy Manizales)

Figura 32. Mapa que muestra los diversos asentamientos de labriegos en Morrogacho (1848), previos a la fundación de Manizales

Figura 33. Mapa que muestra la consolidación del cauce colonizador al sur de Salamina

Figura 34. Mapa de la localización de Manizales en el cruce de caminos entre Antioquia, Cauca y Tolima

Figura 35. Mapa del emplazamiento y la traza urbana de Aranzazu

Figura 36. Foto del emplazamiento de Aranzazu. Uno de los más difíciles de los concretados al sur del río Arma

Figura 37. Perfiles del recorrido de los caminos colonizadores, con la ubicación de los poblados en las cimas montañosas

Figura 38. Mapa que muestra la preeminencia de Manizales en la región durante los primeros años fundacionales (1852-1860)

Figura 39. Mapa del emplazamiento y traza de Manizales (1848). El círculo en línea punteada ilustra el área de ‘donación’ de González, Salazar y Compañía

Figura 40. Plano de la fundación de Manizales

Figura 41. Imagen de la capilla Pajiza de Manizales (simulación)

Figura 42. Foto aérea emplazamiento de Neira

Figura 43. Mapa del emplazamiento y traza de Neira

Figura 44. Salamina. Acuarela de Enrique Price (1852)

Figura 45. Foto aérea Pueblo Rico (municipio de Neira)

Figura 46. Foto aérea asentamiento espontáneo

Figura 47. Gráfico que muestra los índices de población de las tres ciudades mayormente pobladas al sur del río Arma, comparados con los de Medellín, Rionegro y Santa Fe de Antioquia (censos de 1843 a 1885)

Figura 48. Gráfico que ilustra el incremento poblacional de Manizales en la región, comparado con el de las otras ciudades principales, Sonsón, Aguadas y Salamina

Figura 49. Mapa del centroccidente de Colombia (1880-1900)

Figura 50. Mapa de Manizales. Plan de Rómulo Durán (1864)

Figura 51. Manizales. Plan de Rómulo Durán (1864)

Figura 52. Pila “de estilo” de Manizales, en la plaza, semejante a la de Salamina hacia 1900

Figura 53. Banco de los Andes en Manizales, construido en “estilo temblorero”

Figura 54. Foto de balcones corridos en Sonsón, herencia colonial, que aún hoy se mantienen aledaños a la plaza de Bolívar

Figura 55. Foto Sonsón republicano. Edificio con “miradores modernos, airosos y elegantes”

Figura 56. Imagen talla de un cancel de comedor

Figura 57. Foto de un detalle de la talla del maestro Tangarife, mostrada en la figura 56

Figura 58. Foto templo construido en 1889

Figura 59. Foto edificio republicano “de estilo” en “bahareque encementado”

Figura 60. Foto vivienda en Salamina

Figura 61. Foto vestíbulo de casa republicana en Manizales

Figura 62. Manizales. Conjunto urbano republicano sin alero hacia 1950

Figura 63. Salamina. Conjunto urbano de arquitectura republicana con alero en la actualidad

Figura 64. Foto calle abierta al paisaje natural

Figura 65. Foto Abejorral. Ascensión hacia la plaza

Figura 66. Foto emplazamiento de la cabecera del nuevo municipio de La Merced

Introducción

Los procesos de poblamiento y urbanización que se produjeron en la región centroccidental de Colombia1 en el siglo XIX, que fueron protagonizados principalmente por antioqueños, son temas que, en términos generales, han atraído la indagación de investigadores de las ciencias sociales –particularmente de los historiadores, economistas, sociólogos o antropólogos–, de la que se pueden extraer invaluables enseñanzas acerca de cómo se desarrollaron esos procesos en un lapso específico, cuáles fueron sus móviles, cómo se interrelacionaron los diversos agentes para su cometido, cuáles fueron las instituciones que las condicionaron, etc. Pero, a pesar de los esfuerzos por integrar las diversas disciplinas que necesariamente confluyen en su interpretación, siempre quedan vacíos, provenientes, la mayoría de ellos, de la escasa importancia que se le da a establecer la relación entre la sociedad que genera el poblamiento y el territorio que la acoge, principalmente en sus aspectos geomorfológicos; porque, además de los factores de clima, vegetación y demás variables que condicionan la adaptación ecosistémica, las formas que genera la especificidad geográfica, es decir, el relieve, el curso de los ríos, los espacios que acogen y favorecen la producción o la habitación o los que la rechazan, son determinantes en el análisis pertinente. Pero, con mayor razón, existen deficiencias en el estudio de los asentamientos que, con el tiempo, gracias a su ‘vocación’, se consolidaron como centros urbanos y permanecieron vinculados a desarrollos disímiles. Así, las investigaciones tendientes a esclarecer el fenómeno urbano que produjeron las gestas migratorias han sido, en verdad, escasos, por no decir que inexistentes, y algunas veces han incurrido en graves deformaciones, porque se han desconocido las particularidades del medio geográfico del centroccidente de Colombia como definitorias de los cauces del poblamiento y de la génesis de los poblados.

Por eso, dentro del objetivo de profundizar en los aspectos relativos a la ciudad de la región que le es inherente, la del “Eje Cafetero”, esta investigación responde a las motivaciones que, en su momento –finales de la década de los noventa del siglo XX y principios del nuevo milenio–, el Grupo de Trabajo Académico de Patrimonio Urbanístico y Arquitectónico de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Manizales, venía adelantando para trabajar la problemática urbana de las migraciones del siglo XIX, de las que la denominada “colonización antioqueña” es la más relevante. Esa indagación avanzaba en forma puntual y circunscrita a casos muy particulares, como los de Manizales y Salamina; por eso, con el objeto de lograr una visión más amplia y, sobre todo, integradora, los cometidos fundamentales que propusimos para esta investigación fueron los siguientes:

1. Profundizar en la espacialización de los procesos de poblamiento y urbanización que hasta ahora han sido considerados como fenómenos que se desarrollaron en gran medida, y casi en forma exclusiva, en la coordenada temporal;

2. Responder a las preguntas de cómo y dónde surgieron, y cómo se desarrollaron las ciudades que fundaron los protagonistas del poblamiento; y

3. Entender las claves de esa historia urbana particular, que obedecieron a factores tan diferentes de los de hoy, porque su pervivencia ocurrió hace ya entre uno y dos siglos.

De igual manera, parte del objetivo de este trabajo se orienta a encontrar los soportes que justifiquen su realización, por tal razón, se hace necesario esclarecer la comprensión de la realidad urbana actual, para lo cual se esbozan algunos elementos de la situación cultural contemporánea del llamado Antiguo Caldas que nos sirvan de guía para el análisis historiográfico.

En los inicios del siglo XXI, observamos una serie de aspectos complejos y contradictorios relacionados con la región centroccidental del país; muchos de ellos afirman una particular tradición cultural y productiva reconocible incluso a nivel internacional; otros, de nueva data, sumamente preocupantes, relacionados con la crisis que ha envuelto a la economía, en general, y a la caficultura, en particular. Pero lo que es importante para el objeto de esta investigación es resaltar que tales aspectos repercuten de manera especial en las jerarquías y en las estructuras físicas de nuestras ciudades y campos. En verdad, desarrollos, si se quiere vertiginosos, que se produjeron a finales del siglo XIX y principios del XX en el Antiguo Caldas y su área de influencia, siempre comandados por la preeminencia económica y política de Manizales, se han tornado actualmente en tendencias opuestas, signadas por la involución productiva y los desequilibrios sociales y sectoriales. Ya no es la actual capital de Caldas la que traza los derroteros, sino que otras ciudades, como Pereira y Armenia, le han disputado –e incluso, arrebatado–, el dominio regional; tampoco se conserva el predominio del eje Yarumal-Manizales, que hace casi un siglo era el más importante del país, incluida Bogotá. Las poblaciones de la montaña –como Sonsón, Aguadas o Salamina– ya no desempeñan el liderazgo ni la dinámica de otras épocas. Los principales ejes de circulación terrestre se han desplazado de las cumbres andinas a las troncales carreteables sobre las márgenes de los ríos. Las bonanzas y las depresiones económicas, ligadas estrechamente al monocultivo cafetero, en últimas, deciden los cambios y las permanencias de ese organismo vivo que se ha construido en dos siglos de intervenciones antrópicas sobre ese territorio, especialmente en las ciudades donde la segregación y la fragmentación son las constantes. Pero, sobre todo, la noción de ‘cultura urbana’, tácitamente anunciada durante su incesante construcción de muchos años, desde cuando los emigrantes se propusieron fundar ciudades, hoy es un ente inasible y desdibujado en el que una ruralidad descompuesta se impone en los cada vez más grandes e incontrolados conglomerados ‘urbanos’.

La idea de ‘progreso’, que signó los derroteros de las ciudades caldenses durante su incipiente historia, particularmente en lo que respecta a su apariencia física, estuvo siempre dirigida a interpretar los paradigmas universales desde cuando se asomaron al mundo por medio de los negocios, primero de importación de mercancías y después de exportación de café. París y Londres fueron los modelos por imitar, y por intermedio de esa relación se intuyeron formas y maneras de hacer, sentir y pensar que, transpuestas a las realidades regionales y locales, originaron choques e incompatibilidades previsibles. La adaptación de tales modelos a las condiciones ecosistémicas de la región produjo resultados de innegable valor cultural, entre ellos, los que tienen que ver con la arquitectura y el urbanismo. Hoy, por ejemplo, es reconocida a nivel internacional la construcción del hábitat de la región centroccidental de Colombia, sustentada sobre sistemas constructivos de bahareque, considerada como una “cultura sísmica local” que ejemplifica una manera de hacer arquitectura sustentable, cultura regional que, sin embargo, ha permitido interpretar y asimilar muy particularmente las influencias estilísticas que han caracterizado las diferentes épocas de la historia. Hoy ese patrimonio es amenazado por el inexorable paso del tiempo, aunque no en la dimensión y en la gravedad como lo ha hecho la destrucción propiciada por las fuerzas del mercado que interpretan muy amañadamente la noción de ‘progreso’.

Por consiguiente, consideramos que el estudio de las condicionantes de orden histórico, junto con las determinantes de carácter geográfico de la región objeto de estudio, deben aportar al conocimiento de la esencia de nuestro sistema ambiental urbano y contribuirán, necesariamente, en la construcción de los desarrollos del área, en la medida en que se entienda que integrando su inmenso legado cultural en los planes y proyectos regionales y locales se agregará un valor indiscutible a sus potencialidades. Ya se piensa, por ejemplo, en el turismo, actividad que redundará, sin duda, en esos desarrollos, es decir, el patrimonio tangible e intangible puesto al servicio de una fuente de ingresos y de una inversión para el futuro. Pero lo importante es que no se sustraigan los procesos productivos y culturales de la vida misma ni de las comunidades, que deben ser las que trasmitan sus significados. El turismo ha de ser entendido no como un acto museístico y eminentemente contemplativo que considera congeladas unas formas de vida, sino como aquel que aprecia integradas las potencialidades de desarrollo, acordes con el siglo XXI, con las particularidades que han definido el carácter y el alma de nuestras ciudades y campos. Al respecto, como resultado de los estudios que las universidades Nacional de Colombia –en el ámbito del paisaje construido– y de Caldas –en el del paisaje natural– han aportado para la valoración de la región, la UNESCO acogió, en 2011, la declaratoria del paisaje cultural correspondiente, con el nombre que a nivel internacional tuviera mayor reconocimiento: ‘cafetero’. Así, preocupa que, al ser nominado “paisaje cultural cafetero”, se destaquen o se consideren únicos los rasgos culturales del cultivo del grano y se mitiguen, cuando no se excluyan, los otros valores que han construido la identidad de la región, y como resultado se convierta ya no en un ‘paisaje’ con sus vivencias productivas y culturales, sino en otro, que es un instrumento del turismo mal entendido, tal como está sucediendo en el Quindío: turismo para ver un museo, porque el turismo es “la industria” que ha pretendido reemplazar la producción cafetera en declive.