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Comedia biológica
Raamatust
Comedia biológica es un libro hecho de fragmentos. «Los objetos, las cosas, están para devolvernos al silencio», dijo Samuel Beckett. En
Comedia biológica Bonifatti percibe que «el silencio en pintura no se somete a la caravana del sonido». Bonifatti arma con el ojo, la inteligentísima impresión/intuición y la colección, un libro hecho de fragmentos y frases. La certeza del aforismo, siempre apodíctico y elocuente, recorre motivos como la muerte, la gemelidad, el museo, los animales. Serie que fue reuniendo y que, como en su crónica
Cinco años a caballo, devuelve con un libro escrito. No todos los libros están escritos. Comedia biológica no explica: «Mi renuncia no es plana, y como presentarla es un problema, cuento con la confusión general, incluida la propia. Una contrariedad que no me pasa desapercibida es que, si trato de no explotar la condición, escribirla no se salva de lo que quiere conjurar». Saberes y formas del decir, del tiempo propio, que conmueven. Bienvenida hibridez, «alma que no llega a dividirse», que suma ciencia, zoología cercana y biografía. El capricho de un autor que es «diccionario errático». Singular reflexión vital, apunte existencial, terrible de verdadero: «No hay que rebelarse ni intentar escapar de la comedia biológica». Bonifatti escribió una obra animada por sus lecturas (Bloy, Macedonio, Thonis, Murena, Filloy, Onetti, Cervantes, De Quincey, García Vega) y sus pintores (Kokoshska, Giacometti, Rodin, Pollock, Klee). «Soy recipiente que recibe un dato», escribe, y lo pone al lado nuestro, como si un registro del mundo pudiera ser atenta bisagra del arte. «Queda el alivio de escribir, que aun siendo la misma acción nada tiene de igual ni de distinto ni de opuesto. No es pelea ni reconciliación. La escritura es terreno autónomo, como el brazo del siamés de Turín» (Laura Estrin).