Loe raamatut: «Al lado »
a l l a d o
(un misterio psicológico de suspenso de chloe fine - libro 1)
b l a k e p i e r c e
Blake Pierce
Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros) y de los thriller psicológicos de CHLOE FINE (dos libros).
Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.
Derechos de autor © 2018 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976 y las leyes de propiedad intelectual, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o distribuida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en un sistema de bases de datos o de recuperación sin el previo permiso del autor. Este libro electrónico está licenciado para tu disfrute personal solamente. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustaría compartir este libro con otras personas, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Derechos de autor de la imagen de la cubierta son de Jan Faukner, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.
LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE
SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE
Al LADO (Libro #1)
SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE
SI ELLA SUPIERA (Libro #1)
SI ELLA VIERA (Libro #2)
SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE
VIGILANDO (Libro #1)
ESPERANDO (Libro #2)
SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE
UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)
UNA VEZ TOMADO (Libro #2)
UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)
UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)
UNA VEZ CAZADO (Libro #5)
UNA VEZ CONSUMIDO (Libro #6)
UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)
UNA VEZ CONGELADO (Libro #8)
SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE
ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1)
ANTES DE QUE VEA (Libro #2)
SERIE DE MISTERIO AVERY BLACK
CAUSA PARA MATAR (Libro #1)
CAUSA PARA CORRER (Libro #2)
SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE
UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)
CONTENIDO
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
EPÍLOGO
PRÓLOGO
Chloe estaba sentada en los escalones frontales de su edificio de apartamentos al lado de su hermana gemela, Danielle, viendo al policía que se estaba llevando a su padre esposado.
Un policía grande y barrigón estaba delante de Chloe y Danielle. Su piel negra estaba muy sudada, tanto así que parecía que estaba brillando bajo la luz de la luna.
—Ustedes no deberían ver esto —les dijo el policía.
Eso le pareció un disparate a Chloe. Aunque solo tenía diez años de edad, sabía que el policía simplemente quería tapar la patrulla para que no vieran a su padre ser metido en ella.
Ese era el menor de sus problemas. Había visto la sangre al final de las escaleras. La había visto salpicada en el último escalón y luego en la alfombra que daba a la sala de estar. También había visto el cuerpo, boca abajo. Su padre había hecho todo lo posible para que ella no lo viera, aunque no sirvió de nada. Pero nada de eso importaba, ya que la sangre estaba impregnada en su mente.
Eso era lo que veía mientras el policía estaba delante de ella. Era lo único que veía.
Chloe oyó la puerta de la patrulla cerrarse de golpe. Ese sonido era el de su padre dejándolas, tal vez para siempre.
—¿Están bien? —preguntó el policía.
Ninguna respondió. Chloe seguía viendo toda esa sangre en las escaleras que había empapado la alfombra azul. Miró rápidamente a Danielle y vio que su hermana estaba mirando sus pies. No estaba ni parpadeando. Chloe estaba bastante segura de que algo le pasaba. Supuso que Danielle había visto más del cuerpo, tal vez incluso el lugar muy oscuro de donde parecía haber venido toda la sangre.
De repente, el policía gordo levantó la mirada a las escaleras de entrada y dijo en voz baja: —Dios mío, ¿no te pudiste esperar? Las niñas están aquí…
Chloe vio que otras personas estaban sacando una bolsa de plástico del edificio. Era el cuerpo. Del que había venido toda esa sangre roja en la alfombra.
El cuerpo de su madre.
—¿Niñas? —preguntó el policía para hacerlas hablar.
Pero Chloe no quería hablar.
Tiempo después, un auto conocido se detuvo detrás de una de las patrullas. El policía gordo ya no estaba tratando de hacerlas hablar. Chloe supuso que aún estaba con ellas para que no se sintieran solas.
—Abuela —dijo Danielle finalmente.
El auto conocido que acababa de detenerse era el de su abuela. Ella se salió del auto lo más rápido que pudo. Chloe vio que estaba llorando.
Sintió lágrimas rodando por sus propias mejillas. Se sentía quebrantada.
—Llegó su abuela —dijo el policía. Él parecía aliviado, feliz de deshacerse de ellas.
—Mis niñas —dijo la abuela mientras corría a los escalones. A lo que las alcanzó, comenzó a sollozar y a abrazar a sus dos nietas.
Por extraño que parezca, ese abrazo sería lo único que Chloe recordaría de todo el asunto.
Dejaría de ver la sangre en su mente. El policía gordo se desvanecería después de tan solo unas semanas, al igual que las esposas.
Pero Chloe siempre recordaría ese abrazo.
Y la sensación de algo quebrantándose dentro de ella.
¿Era cierto que su padre había matado a su madre?
CAPÍTULO UNO
17 años después
Chloe Fine subió las escaleras de su nuevo hogar, el hogar que ella y su prometido habían pasado meses intentando comprar. No podía contener su emoción.
—¿Está muy pesada esa caja? —dijo Steven, corriendo por las escaleras para alcanzarla con una caja que leía ALMOHADAS.
—No, para nada —respondió Chloe, cargando su propia caja que leía PLATOS.
Steven colocó la caja en el suelo y tomó la suya.
—Intercambiemos las cajas —le dijo con una sonrisa.
Steven había estado sonriendo mucho recientemente. En realidad, había estado sonriendo desde hace ocho meses, desde el día en el que Chloe lo dejó colocarle el anillo de compromiso.
Siguieron caminando por la acera. Mientras caminaban, Chloe le echó un ojo al patio. No era el gran patio extenso que siempre había imaginado. En su mente, su casa de ensueño tenía un patio abierto y arbolado. En cambio, ella y Steven se habían decidido por una casa en un vecindario tranquilo. Pero ella solo tenía veintisiete años, así que todavía tenía tiempo. Tanto ella como Steven sabían que no envejecerían en esta casa. Y eso hacía todo esto aún más especial. Este era su primer hogar, el lugar en el que aprenderían los pormenores del matrimonio y tal vez donde tendrían uno o dos hijos.
Veía la casa del vecino muy claramente. Sus céspedes estaban separados solo por unos arbustos altos. El porche blanco pintoresco era casi idéntico al suyo.
—Sé que crecí aquí —dijo Chloe—, pero simplemente no se siente igual. Parece un pueblo totalmente distinto.
—Te aseguro que todo está exactamente igual —dijo Steven—. Bueno, lo único diferente son los nuevos proyectos de vivienda como este. Pinecrest, Maryland es un buen pueblo. Lo suficientemente pequeño que siempre te encuentras con gente que no quisieras ver, pero lo suficientemente grande como para no tener que conducir una hora a un supermercado.
—Ya extraño Filadelfia.
—Yo no —dijo Steven—. Aquí no hay aficionados de los Eagles, ni tampoco tráfico.
—Sí, tienes razón —dijo Chloe—. Pero igual…
—Ten un poco de paciencia —dijo Steven—. Te sentirás como en casa en un santiamén.
Chloe deseaba que su abuela estuviera aquí en este momento para ver esta casa. Chloe estaba segura de que estaría orgullosa de ella. Probablemente prendería el horno nuevo para prepararles un postre de celebración.
Pero su abuela murió hace dos años, diez meses después del accidente automovilístico en el que murió el abuelo de Chloe. Habría sido romántico creer que había muerto de un corazón roto, pero simplemente no fue así. Su abuela había sido víctima de un ataque al corazón, nada más que eso.
Chloe también pensó en Danielle. Justo después de la secundaria, Danielle se había mudado a Boston por unos años. Danielle había vivido muchas cosas, tales como un susto de embarazo, unos arrestos y varios trabajos fallidos. Todo eso había traído a su hermana de vuelta aquí, a Pinecrest, hace unos años.
Por su parte, Chloe había asistido a la universidad en Filadelfia, conocido a Steven y empezado su carrera como agente de FBI. Le faltaban unas clases para graduarse, pero la transición había transcurrido sin tropiezos. Baltimore quedaba solo a media hora de aquí y todos sus créditos habían sido transferidos.
Las estrellas parecieron alinearse majestuosamente cuando Steven consiguió empleo en Pinecrest. Aunque Chloe bromeaba mucho sobre no querer volver a Pinecrest, algo dentro de ella sabía que siempre terminaría allí, así sea por solo unos años. Sí, era una tontera, pero sentía que se lo debía a sus abuelos. Pasó muchos años anhelando poder irse de este lugar, y sentía que sus abuelos se lo habían tomado a mal.
Y luego habían encontrado la casa perfecta y a Chloe comenzó a encantarle la idea de estar de vuelta en un pueblo, aunque Pinecrest no era pequeño en absoluto. Tenía una población de unos treinta y cinco mil habitantes.
Además, estaba emocionada por ver a Danielle.
Pero primero tenían que terminar de mudarse. Sus pocas pertenencias estaban empacadas en un camión que actualmente estaba estacionado en su pequeña entrada de hormigón. Luego de dos horas descargando el camión, finalmente vieron la parte trasera del remolque a través de la última fila de cajas y contenedores.
A lo que Steven metió la última caja en la casa, Chloe comenzó a desempacar. Para Chloe fue surrealista darse cuenta de que todas estas cosas de sus apartamentos separados serían desempacadas en un mismo espacio, el espacio que ellos compartirían como pareja. Era una sensación agradable, una que la hizo echarle un vistazo al anillo que llevaba en su dedo con una sonrisa de satisfacción.
Mientras estaba desempacando, oyó un golpe en la puerta, el primero de su nuevo hogar. El golpe fue seguido por la voz aguda de una mujer que dijo: —¿Hola?
Confundida, Chloe dejó de desempacar y se dirigió a la puerta principal. No estaba segura de lo que esperaba ver, pero ciertamente no había esperado un rostro de su pasado. Por extraño que parezca, eso es exactamente lo que encontró esperándola en la puerta.
—¿Chloe Fine? —preguntó la mujer.
Habían pasado ocho años, pero Chloe reconoció a Kathleen Saunders enseguida. Habían sido compañeras de secundaria. Fue muy onírico verla allí, parada en su puerta. Aunque no habían sido mejores amigas en la escuela secundaria, habían sido un poco más que simples conocidas. Aun así, ver un rostro de su pasado parado en el umbral de su futuro fue tan inesperado que la cabeza de Chloe comenzó a dar vueltas.
—¿Kathleen? —preguntó—. ¿Qué haces aquí?
—Yo vivo aquí —dijo Kathleen con una sonrisa. Había subido un poco de peso desde la escuela secundaria, pero su sonrisa era exactamente la misma.
—¿Aquí? —preguntó Chloe—. ¿En este vecindario?
—Sí. Vivo a dos casas a la derecha de la tuya. Estaba paseando a mi perro y, cuando te vi, te reconocí enseguida. Bueno, supuse que o bien eras tú o tu hermana. Así que me acerqué y le pregunté al hombre que estaba dentro del camión si eras tú. Él me dijo que llamara a la puerta. ¿Ese es tu esposo?
—Prometido —dijo Chloe.
—Sí que el mundo es pequeño —dijo Kathleen—. Bueno, este pueblo.
—Sí, tienes razón —dijo Chloe.
—Me encantaría charlar, pero tengo una cita con un cliente en una hora —dijo Kathleen—. Y, además, sé que estás ocupada desempacando. Pero mira… hay una fiesta de la cuadra el sábado. Quería ser la primera en invitarte.
—Muchas gracias. Lo aprecio mucho.
—Antes de irme, quería preguntarte cómo estaba Danielle. Sé que pasó por momentos difíciles cuando terminó la escuela secundaria. Se rumorea que está viviendo en Boston.
—Sí, vivía en Boston —dijo Chloe—. Pero regresó a Pinecrest hace unos años.
—Qué genial —dijo Kathleen—. Deberías invitarla a la fiesta. ¡Me encantaría hablar con las dos!
—Igualmente —dijo Chloe.
Chloe miró brevemente por encima del hombro de Kathleen y vio a Steven en el camión. Se encogió de hombros y la expresión en su rostro parecía decir: —¡Lo siento!
—Bueno, me dio mucho gusto verte —dijo Kathleen—. Espero verte en la fiesta de la cuadra. Y si no, ¡sabes dónde vivo!
—¡Sí! A dos casas a la derecha.
Kathleen asintió y luego sorprendió a Chloe con un abrazo. Chloe se lo devolvió, bastante segura de que Kathleen no abrazaba mucho a la gente en la escuela secundaria. Vio a su vieja (y nueva, suponía) amiga despedirse de Steven mientras regresaba a la acera.
Steven subió los escalones del porche con las últimas dos cajas. Chloe agarró la de arriba y juntos caminaron a la sala de estar. El lugar era un laberinto de cajas, contenedores y equipaje.
—Lo siento —dijo Steven—. No sabía si sería bienvenida o no.
—No te preocupes. Fue extraño, pero todo bien.
—Me dijo que era una amiga de la escuela secundaria.
—Sí. Y aquí estamos, viviendo a dos casas la una de la otra. Sin embargo, me pareció muy dulce. Nos invitó a una fiesta de la cuadra este fin de semana.
—Qué bueno.
—Ella también conoció a Danielle en la secundaria. Creo que la voy a invitar a la fiesta.
Steven comenzó a abrir una de las cajas, soltando un suspiro. —Chloe, ni siquiera llevamos un día aquí. ¿No podemos esperar un rato antes de meter a tu hermana en nuestras vidas?
—Sí, eso haremos. La fiesta es en tres días. Así que esperaremos tres días.
—Sabes a lo que me refiero. Danielle tiene una tendencia a dificultar las cosas.
Chloe lo entendía perfectamente. Steven había visto a Danielle cuatro veces, y cada una de ellas había sido incómoda. Danielle tenía muchos problemas, los cuales incomodaban a la gente a su alrededor. Sabía que Steven tenía razón. ¿Por qué invitarla a una fiesta en la que no conocería a nadie?
Pero la respuesta era sencilla. Porque era su hermana. Llevaba unos cuantos años sola y triste y, aunque sonora ridículo, Danielle la necesitaba.
Vio un destello de las dos sentadas en las escaleras de apartamentos en su mente.
—Sabías que eventualmente me comunicaría con ella —dijo Chloe—. No puedo seguir excluyéndola de mi vida ahora que vivimos en el mismo pueblo.
Steven asintió, se acercó a ella y le dijo: —Lo sé, lo sé. Pero un hombre puede soñar.
Ella sabía que el comentario debía molestarle, pero solo era en broma. Al menos estaba cediendo, no queriendo que una discusión sobre su hermana arruinara su día de mudanza.
—Tal vez salir y socializar sería bueno para ella —dijo Chloe—. Creo que podría ayudarla mucho. Simplemente quiero ser parte de su vida.
Steven sabía la historia compleja de ambas. Y aunque Chloe sabía que Danielle no le caía muy bien, siempre la había apoyado y entendido su preocupación por su hermana.
—Entonces haz lo que creas que es mejor para ella —dijo Steven—. Y a lo que cuelgues con ella, ven a ayudarme a armar la cama. Quiero tenerla lista para más tarde.
—¿Sí? ¿Para qué?
—Esta mudanza me tiene agotado. Me voy a quedar bien dormido.
Ambos se echaron a reír y luego encontraron su camino a los brazos del otro. Se dieron un beso que sugería que tal vez su primera noche en su nuevo hogar sí le daría un buen uso a su cama. Pero por ahora, tenían montones de cajas por desempacar.
Y también tenía que llamar a su hermana, lo cual podría ser incómodo.
Solo pensar en eso la hacía sentirse alegre, pero también ansiosa.
Aunque era su hermana gemela, Chloe nunca sabía qué esperar de Danielle. Y debido a que Danielle estaba de regreso en Pinecrest, Chloe estaba bastante segura de que no estaba nada bien.
CAPÍTULO DOS
Danielle Fine se metió una píldora de cafeína en la boca, se la tragó con un trago caliente de una Coca-Cola sin gas y luego abrió el cajón donde guardaba su ropa interior.
Danielle pensó en Martin. Llevaban seis semanas saliendo. Y aunque habían decidido que se tomarían las cosas con calma, Danielle había perdido la paciencia. Había decidido que se le montaría encima esta noche. Detenerse en segunda base cada vez que se veían la hacía sentirse como una adolescente estúpida que no sabía lo que estaba haciendo.
Y ella sí que sabía lo que estaba haciendo. Y estaba bastante segura de que Martin también. Sin embargo, eso lo sabría a ciencia cierta esta noche.
Danielle terminó seleccionando unas bragas con encaje que se veían sexy. Pensó en qué sostén ponerse, pero luego decidió no usar ninguno en absoluto. Ella y Martin no se vestían muy formal y, además, ella no tenía mucho busto. Ningún sostén le sería de mucha ayuda. Además, Martin le había dicho que le gustaba cómo se le veían las tetas sin sostén.
Hoy se verían temprano para cenar antes de entrar al cine a las 6:30. El mero hecho de que iban a cenar y luego al cine en lugar de tomarse unos tragos y luego regresar a su casa para besarse era un punto a su favor. Se preguntó si Martin era el tipo de hombre al que le gustaba sentirse que estaba siendo un caballero.
«Llevas seis semanas con el tipo… ya deberías saber ese tipo de cosas», pensó mientras se ponía las bragas.
Se vistió frente al espejo de cuerpo entero en la pared de su dormitorio. Se probó algunas camisetas antes de decidirse por una camiseta negra apretada y unos jeans muy básicos. Ella no era el tipo de chica que tenía un montón de faldas o vestidos en su clóset. En las mañanas, normalmente se ponía lo primero que encontraba. Sabía que había sido bendecida con el atractivo de su madre y, como también tenía un cutis hermoso, por lo general tampoco usaba mucho maquillaje. Su pelo negro teñido y ojos marrones intensos la hacían verse aún más bonita. En un abrir y cerrar de ojos, podía pasar de ser inocente y dulce a sexy. Esa era una de las razones por las que nunca le habían preocupado sus tetas pequeñas.
Luego de echarse un vistazo en el espejo y ver la misma figura, rostro y camiseta de adolescente, Danielle estaba lista para su salida con Martin. A Martin le gustaba pasar el rato en garajes y pistas de carreteras. Le había dicho que había participado en boxeo amateur hace un tiempo. Ella le había creído porque tenía cuerpo de boxeador (otra razón por la que estaba perdiendo la paciencia) y actualmente trabajaba como especialista en TI independiente. Pero, como ella, no se tomaba la vida demasiado en serio y disfrutaba de beber mucho. Hasta el momento, parecían la pareja perfecta.
Pero seis semanas sin sexo… ya no aguantaba. Se sentía muy presionada. ¿Y si le decía que no? ¿Y si realmente quería seguir yendo despacio y ella simplemente no podía esperar más?
Con un suspiro, se fue a la nevera. Para calmar sus nervios, agarró una cerveza de la nevera, la destapó y tomó un trago. Cayó en cuenta de que estaba mezclando cafeína con alcohol, pero no le importó mucho. Ciertamente había sometido su cuerpo a cosas peores.
Su teléfono sonó. «Si está llamando para cancelar nuestra cita, lo mato», pensó.
Cuando vio que no era su nombre en la pantalla, se relajó. Sin embargo, cuando vio que su hermana era la que estaba llamando, sus hombros se cayeron. Sabía que debía contestarle. Si no lo hacía, Chloe la llamaría otra vez en quince minutos. Persistencia era una de las pocas cosas que tenían en común.
Ella contestó la llamada, no molestándose en saludar como de costumbre. —Bienvenida de nuevo a Pinecrest —dijo Danielle en un tonó monótono—. ¿Ya estás bien mudada?
—Depende de si me lo estás preguntando a mí o a todas estas cajas empacadas —respondió Chloe.
—¿Cuándo llegaste? —preguntó Danielle.
—Esta mañana. Ya bajamos todo del camión. Estamos desempacando todo poco a poco para luego poner todo en su lugar.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Danielle.
El breve silencio al otro lado de la línea sugirió que Chloe no había estado esperando este tipo de generosidad. A decir verdad, Danielle solamente se había ofrecido porque sabía que Chloe no le diría que sí. O, más bien, Steven no querría que Chloe aceptara su oferta.
—Creo que no, pero gracias. Ojalá se me hubiese ocurrido llamarte cuando estábamos bajando todas las malditas cajas.
—De ser así, tal vez no me habría ofrecido —dijo Danielle con sarcasmo.
—En fin… Mira, ¿recuerdas a Kathleen Saunders de la escuela secundaria?
—Un poco —dijo Danielle, el nombre trayendo a su mente un rostro adolescente brillante y sonriente.
—Resulta que vive en mi vecindario. A solo dos casas de la mía. Pasó por mi casa a saludarme hace un rato. También me invitó a Steven y a mí a una fiesta este fin de semana.
—Guau, apenas llevan un día aquí y ya están domesticados. ¿Ya compraron una camioneta para los bebés?
Hubo otro breve silencio. Danielle supuso que Chloe estaba tratando de decidir si el comentario era venenoso o simplemente una broma.
—Todavía no —respondió Chloe—. No pienso tener hijos aún. Pero respecto a la fiesta de la cuadra… creo que deberías venir. Kathleen me preguntó por ti.
—Me siento halagada —dijo Danielle, realmente nada halagada.
—Mira, sabes que nos reuniremos en algún momento —dijo Chloe—. Es mejor que lo hagamos más pronto que tarde para evitar todas estas llamadas incómodas. Y quiero que vengas a mi casa para que la conozcas.
—Quizá tenga una cita ese día —dijo Danielle.
—¿Una cita real o una aventura de una sola noche?
—Una cita real. Creo que te caerá bien Martin.
Eso fue tremenda mentira. Estaba bastante segura de que Martin no le caería nada bien a Chloe.
—¿Sabes qué? Deberías llevarlo a la fiesta.
—Dios mío, eres insoportable.
—Entonces… ¿Eso es un sí? —preguntó Chloe.
—Eso es un ya veremos.
—Está bien, lo acepto. En otro tema, ¿cómo estás, Danielle? ¿Todo va bien?
—Sí, supongo. El trabajo va bien, y estoy a punto de salir con el mismo chico por vigésima vez.
—Él suena especial —bromeó Chloe.
—Hablando de eso, tengo que colgar —dijo Danielle.
—Está bien. Te enviaré nuestra dirección por mensaje de texto. Espero que vengas a la fiesta de la cuadra. Es este sábado a las tres en punto.
—No te prometo nada —dijo Danielle antes de tomar un buen trago de cerveza—. Adiós, Chloe.
Colgó sin esperar la despedida de Chloe. Ella no sabía el porqué, pero la conversación había sido agotadora.
«Una fiesta de cuadra —pensó con sarcasmo—. Sé que no hablamos muy a menudo, pero debería conocerme mejor que eso… saber que no me gustan esas cosas.»
Después de ese pensamiento, comenzó a pensar en su madre. Cada vez que Chloe la irritaba, pensaba en su madre. A lo que pensó en su madre, su mano se fue a su cuello. Al darse cuenta de que su cuello estaba desnudo, volvió rápidamente a su dormitorio. Se dirigió al joyero en su cómoda y sacó el collar de plata de su madre, prácticamente lo único que quedaba en el mundo de Gale Fine. Se puso el collar alrededor de su cuello y se metió el colgante debajo de su camiseta.
A lo que lo sintió en su piel, se preguntó con qué frecuencia Chloe pensaba en su madre. También trató de recordar la última vez que ambas habían hablado de lo que había sucedido aquella mañana hace diecisiete años. Sabía que eso las atormentaba a ambas, pero a ninguna de las dos les gustaba hablar de fantasmas.
Solo faltaban diez minutos para su cita con Martin, así que se tomó el resto de su cerveza. Supuso que ya debería salir, aunque eso significaba que llegaría un poco temprano. Se dirigió a la puerta principal para hacer eso, pero luego se detuvo en seco.
Había un sobre directamente debajo de su puerta principal. El sobre no había estado allí mientras había estado hablando con Chloe por teléfono.
Se acercó a él y lo recogió con cuidado. Se sentía como si estuviera viéndose a sí misma en una película porque había hecho esto antes. Esta no era la primera nota que recibía…
El sobre estaba en blanco. No tenía nombre, ni dirección, ni marcas de ningún tipo. Abrió la solapa, la cual no estaba pegada al resto del sobre. Adentro del sobre encontró un pequeño cuadrado de papel.
Sacó la nota y la leyó. Y luego la volvió a leer.
La metió de nuevo en el sobre y llevó el sobre al escritorio que estaba en la pared de fondo de la sala de estar. Guardó la nota allí con las cuatro otras, todas las cuales tenían mensajes similares.
Ella las miró por un momento, asustada y confundida.
Sus manos comenzaron a sudar y su corazón comenzó a latir con fuerza.
«¿Quién me está acechando? —se preguntó—. ¿Y por qué?»
Luego hizo lo que normalmente hacía cuando algo la molestaba. Lo ignoró. Sacó la nota de su mente, junto con su mensaje, y se dirigió hacia la puerta para verse con Martin.
Sin embargo, mientras salía del edificio, el mensaje de la nota comenzó a hacer eco en su mente.
YO SÉ LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ.
No tenía ningún sentido pero, por otra parte, parecía tener todo el sentido del mundo.
Miró su propia sombra en la acera y no pudo evitar caminar un poco más rápido. Sabía que no podía escapar de un problema simplemente ignorándolo, pero al menos eso la hacía sentirse mejor.
YO SÉ LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ.
Sus pies parecían estar de acuerdo. Querían correr de regreso a su casa para tratar de darle sentido a las notas o tal vez convencerla de llamar a alguien. Tal vez a la policía. Tal vez incluso a Chloe.
Pero Danielle solo apretó el paso.
Había logrado dejar su pasado atrás…. bueno, casi…
¿Por qué debería dejarse atormentar por esas notas?