Loe raamatut: «Una Vez Enterrado »

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U N A V E Z E N T E R R A D O

(UN MISTERIO DE RILEY PAIGE—LIBRO 11)

B L A K E P I E R C E

Blake Pierce

Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicológico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicológico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros).

Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.

Derechos de autor © 2017 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976 y las leyes de propiedad intelectual, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o distribuida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en un sistema de bases de datos o de recuperación sin el previo permiso del autor. Este libro electrónico está licenciado para tu disfrute personal solamente. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustaría compartir este libro con otras personas, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Los derechos de autor de la imagen de la cubierta son de anuruk perai, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT

EL ESPOSA PERFECTA (Book #1)

EL TIPO PERFECTO (Book #2)

SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE

Al LADO (Libro #1)

LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)

CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE

SI ELLA SUPIERA (Libro #1)

SI ELLA VIERA (Libro #2)

SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE

VIGILANDO (Libro #1)

ESPERANDO (Libro #2)

ATRAYENDO (Libro #3)

SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ CONSUMIDO (Libro #6)

UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)

UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)

UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)

UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)

UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)

UNA VEZ ATADO (Libro #12)

UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)

UNA VEZ LATENTE (Libro #14)

SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

ANTES DE QUE DESEE (Libro #3)

ANTES DE QUE ARREBATE (Libro #4)

ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)

ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)

ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)

ANTES DE QUE CACE (Libro #8)

ANTES DE QUE SE APROVECHE (Libro #9)

ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)

ANTES DE QUE SE DESCUIDE (Libro #11)

SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

UNA RAZÓN PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)

UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)

UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)

UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)

SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE

UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)

UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)

UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)

UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)

UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)

CONTENIDO

PRÓLOGO

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO DIEZ

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO DOCE

CAPÍTULO TRECE

CAPÍTULO CATORCE

CAPÍTULO QUINCE

CAPÍTULO DIECISÉIS

CAPÍTULO DIECISIETE

CAPÍTULO DIECIOCHO

CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTIUNO

CAPÍTULO VEINTIDÓS

CAPÍTULO VEINTITRÉS

CAPÍTULO VEINTICUATRO

CAPÍTULO VEINTICINCO

CAPÍTULO VEINTISÉIS

CAPÍTULO VEINTISIETE

CAPÍTULO VEINTIOCHO

CAPÍTULO VEINTINUEVE

CAPÍTULO TREINTA

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

PRÓLOGO

Courtney Wallace sintió un ardor familiar en sus pulmones y muslos. Dejó de trotar y comenzó a caminar, luego se detuvo, se inclinó con las manos sobre las rodillas, y jadeó mientras recuperaba el aliento.

Era una buena sensación, una forma mucho mejor de despertarse que una taza de café caliente, aunque en poco tiempo se tomaría una taza de café con su desayuno. Todavía tenía un montón de tiempo para ducharse y comer antes de tener que irse al trabajo.

Courtney amaba el resplandor de la luz del sol por la mañana entre los árboles y la humedad del rocío de la mañana que persistía en el aire. Pronto sería un día caluroso de mayo, pero ahora la temperatura estaba perfecta, sobre todo aquí en la magnífica Reserva Natural Belle Terre.

También le gustaba la soledad. Rara vez se había encontrado a otra persona trotando en este camino, y nunca a estas horas de la mañana.

A pesar de lo bien que se sentía en este entorno, comenzó a sentirse desilusionada mientras lograba normalizar su respiración.

Su novio, Duncan, vivía con ella y le había prometido una vez más que la acompañaría a trotar, y una vez más se había negado a despertarse. Probablemente no se levantaría hasta mucho después de que ella se había ido a trabajar en su propio trabajo de oficina, tal vez no hasta la tarde.

“¿Cuándo superará esa etapa?”, se preguntó.

¿Y cuándo iba a conseguir otro trabajo?

Se echó a trotar con la esperanza de librarse de sus pensamientos negativos. Pronto empezó a correr, y ese ardor estimulante en sus pulmones y piernas pareció arrasar con su preocupación y desilusión.

Luego sus piernas cedieron bajo sus pies.

Estaba cayendo, era una sensación extraña y suspendida que de alguna manera se sentía terriblemente lenta.

Se estrelló con un golpe brutal.

La luz del sol se había ido, y sus ojos se tuvieron que acostumbrar a la oscuridad.

“¿Dónde estoy?”, se preguntó.

Ella vio que estaba en el fondo de un hoyo estrecho.

Pero ¿cómo había llegado allí?

Sintió un terrible dolor punzante en su pierna derecha.

Bajó la mirada y vio que su tobillo estaba doblado en un ángulo antinatural.

Trató de mover su pierna. El dolor se intensificó y ella gritó. Trató de ponerse de pie, pero su pierna cedió ante su peso. Sentía los huesos rotos chocando entre sí. Sintió náuseas y casi perdió el conocimiento.

Sabía que necesitaba ayuda y se metió la mano en el bolsillo para buscar su teléfono celular.

¡No estaba allí!

Debió haberse caído.

Tenía que estar en alguna parte. Tanteó para tratar de encontrarlo.

Pero estaba medio enredada en una especie de manta áspera y pesada junto con tierra y hojas. No pudo encontrar su teléfono celular.

Comenzó a darse cuenta de que había caído en una trampa, en un hoyo tapado con una manta cubierta de desechos.

¿Era una broma?

Si era así, no le parecía nada graciosa.

Y ¿cómo saldría de aquí?

Las paredes del hoyo eran rectas, y no había puntos de apoyo ni asideros. Incapaz incluso de ponerse de pie, nunca sería capaz de salirse de aquí por su cuenta.

Y era probable que nadie pasaría por este camino pronto, tal vez no en algunas horas.

Entonces oyó una voz directamente sobre ella.

“¡Oye! ¿Tuviste un accidente?”.

Ella respiró de alivio a lo que oyó esa voz.

Levantó la mirada y vio que un hombre estaba de pie sobre ella. Su figura se perfilaba contra la luz pálida, por lo que no podía distinguir su rostro.

Aun así, apenas podía creer su suerte. Después de tantas mañanas no viendo a nadie en este camino, resultó que esta mañana alguien había pasado cuando necesitaba ayuda.

“Creo que me fracturé el tobillo”, le dijo al hombre. “Y perdí mi teléfono”.

“Qué mal”, dijo el hombre. “¿Cómo sucedió?”.

“¿Qué pregunta es esa?”, se preguntó.

Aunque parecía ser amigable, Courtney deseaba poder ver su rostro.

Ella dijo: “Yo estaba trotando, y... había un hoyo, y...”.

“¿Y qué?”.

Courtney se estaba impacientando.

Ella dijo: “Bueno, obviamente caí en el hoyo”.

El hombre se quedó en silencio por un momento. Luego dijo: “Es un hoyo grande. ¿No lo viste?”.

Courtney soltó un gemido de exasperación.

“Mira, solo necesito ayuda para salir de aquí, ¿de acuerdo?”.

El hombre negó con la cabeza.

“No deberías trotar en lugares extraños donde no conoces el camino”.

“¡Conozco este camino!”, gritó Courtney.

“Entonces ¿cómo caíste en el hoyo?”.

Courtney estaba estupefacta. O bien el hombre era un idiota o estaba jugando con ella.

“¿Eres el idiota que cavó este hoyo?”, espetó ella. “Si es así, no es nada gracioso. ¡Sácame de aquí!”.

Le sorprendió darse cuenta de que estaba llorando.

“¿Cómo?”, preguntó el hombre.

Courtney se estiró, extendiendo su brazo lo más que pudo.

“Toma mi mano y jálame”.

“No creo que pueda alcanzarte”.

“Claro que sí puedes”.

El hombre se echó a reír. Tenía una risa agradable y amable. Aun así, Courtney deseaba poder ver su rostro.

“Yo me encargo de todo”, dijo él, alejándose del hoyo.

Ya no podía verlo. Luego oyó metal y chirridos detrás, y sintió un gran peso sobre ella.

Jadeó y escupió hasta que comprendió que el hombre había vertido tierra sobre ella.

Sintió sus manos y piernas enfriarse, una señal de pánico.

“No te asustes”, se dijo a sí misma.

Aunque no entendía lo que estaba pasando, tenía que mantener la calma.

Ella vio que el hombre estaba de pie con una carretilla inclinada sobre el hoyo. Un poco de tierra restante cayó de la carretilla sobre su cabeza.

“¿Qué estás haciendo?”, gritó.

“Relájate”, dijo el hombre. “Como dije, yo me encargo de todo”.

Se llevó la carretilla. Entonces oyó un golpeteo sordo.

Era el sonido del hombre echando más tierra en la carretilla.

Ella cerró los ojos, respiró profundo, abrió la boca y dejó escapar un grito largo y agudo.

“¡Ayuda!”.

Entonces sintió un puñado de tierra pesado directamente en su cara. Un poco de tierra entró en su boca, y ella se atragantó y la escupió.

Su voz aún amable, el hombre dijo...

“Me temo que vas a tener que gritar mucho más fuerte que eso”.

Luego, con una risita, agregó...

“Apenas puedo oírte”.

Ella soltó otro grito, sorprendida por la intensidad de su propia voz.

Entonces el hombre vertió la nueva carretilla llena de tierra sobre ella.

No pudo volver a gritar. Su garganta estaba obstruida por la tierra.

Fue inundada por una sensación extraña de deja vu. Había experimentado esto antes, esta incapacidad para huir del peligro o incluso gritar.

Pero esas experiencias solo habían sido pesadillas. Y siempre había despertado de ellas.

Sin duda, esto no era más que otra pesadilla.

“Despierta”, se dijo a sí misma una y otra vez. “Despierta, despierta, despierta...”.

Pero no podía despertar.

Esto no era un sueño.

Esto era real.

CAPÍTULO UNO

La agente especial Riley Paige estaba trabajando en su escritorio en el edificio de la UAC en Quántico cuando un recuerdo no deseado le llegó de golpe...

Un hombre de piel oscura estaba mirándola fijamente con ojos vidriosos.

Tenía una herida de bala en el hombro, y una herida mucho más peligrosa en el abdomen.

Con una voz débil y amarga, le dijo a Riley...

“Te ordeno que me mates”.

La mano de Riley estaba sobre su arma.

Debería matarlo.

Tenía buenas razones para hacerlo.

Aun así, ella no sabía qué hacer...

La voz de una mujer sacó a Riley de su ensoñación.

“Parece que tienes algo en mente”.

Riley levantó la mirada de su escritorio y vio a una mujer afroamericana joven con cabello corto y lacio de pie en la puerta de su oficina.

Era Jenn Roston, quien había sido la nueva compañera de Riley en su caso más reciente.

Riley se sacudió un poco.

“No es nada”, dijo.

Los ojos de color marrón oscuro de Jenn estaban llenos de preocupación.

Ella dijo: “Estoy bastante segura de que no es nada”.

Cuando Riley no respondió, Jenn dijo: “Estás pensando en Shane Hatcher, ¿verdad?”.

Riley asintió sin decir nada. Había tenido muchos recuerdos últimamente, recuerdos de su terrible enfrentamiento con el hombre herido en la cabaña de su padre muerto.

La relación de Riley con el preso fugado se había arraigado en un vínculo extraño y retorcido de lealtad. Pasó cinco meses prófugo, y ella ni siquiera había tratado de restringir su libertad, no hasta que empezó a asesinar a personas inocentes.

Ahora era difícil para Riley creer que ella lo había dejado en libertad durante tanto tiempo.

Su relación había sido inquietante y muy oscura.

De todas las personas que Riley conocía, Jenn era la que más sabía cuán oscura había sido.

Finalmente, Riley dijo: “No dejo de pensar... que debí haberlo matado en ese mismo momento”.

Jenn dijo: “Estaba herido, Riley. No supuso una amenaza para ti”.

“Yo sé”, dijo Riley. “Pero no puedo sacarme de la cabeza que dejo que mi lealtad se interponga en el camino de mi juicio”.

Jenn negó con la cabeza.

“Riley, ya hemos hablado de esto. Ya sabes lo que pienso al respecto. Hiciste lo correcto. Y no tienes que creerme. Todos aquí también lo creen”.

Riley sabía que eso era verdad. Sus colegas y superiores la habían felicitado por haber aprehendido a Hatcher vivo. Su benevolencia le parecía un buen cambio. Mientras que Riley fue la esclava de Hatcher, todo el mundo había sospechado de ella, y con razón. Ahora que todos confiaban en ella, las caras de sus colegas volvieron a ser amables, y era recibida con un respeto renovado.

Riley verdaderamente se sentía a gusto aquí de nuevo.

Entonces Jenn sonrió y agregó: “Demonios, incluso hiciste las cosas a rajatabla por primera vez en tu vida”.

Riley se rio entre dientes. Ciertamente había seguido el procedimiento en la forma en que había aprehendido a Hatcher, totalmente opuesto a cómo había actuado en el caso que ella y Jenn acababan de resolver juntas.

Riley dijo: “Sí, supongo que recibiste un curso intensivo sobre mis métodos no convencionales…”.

“Ciertamente”.

Riley soltó una risita incómoda. Había ignorado incluso más reglas de lo habitual. Jenn la había encubierto con lealtad, aun cuando irrumpió en la casa de un sospechoso sin orden judicial. Jenn pudo haberla denunciado si hubiera querido. Y Riley quizá hubiera sido despedida por eso.

“Jenn, realmente agradezco…”.

“Ni lo menciones”, dijo Jenn. “Todo eso quedó atrás. Lo único que importa es el presente y el futuro”.

La sonrisa de Jenn se ensanchó cuando agregó: “Y no espero que te comportes como una mojigata. Y ni se te ocurra esperar lo mismo de mí tampoco”.

Riley se echó a reír de nuevo, más cómoda esta vez.

Le parecía difícil de creer que ella había desconfiado de Jenn hace poco, que hasta la había considerado una verdadera némesis.

Después de todo, Jenn había hecho mucho, mucho más por Riley que ser discreta acerca de sus acciones.

“¿Te he dado las gracias por haberme salvado la vida?”, preguntó Riley.

Jenn sonrió.

“Ya perdí la cuenta de todas las veces que lo has hecho”, dijo.

“Bueno, gracias de nuevo”.

Jenn se quedó callada. Su sonrisa se desvaneció. Una mirada lejana se apoderó de su rostro.

“¿Necesitabas algo, Jenn?”, preguntó Riley. “Digo, ¿por qué viniste a mi oficina?”.

Jenn siguió mirando hacia el pasillo por un momento.

Finalmente dijo: “Riley, no sé si deba decirte…”. Su voz se quebró.

Era muy evidente para Riley que algo la preocupaba. Ella quería tranquilizarla, decirle algo así como...

“Puedes decirme lo que sea”.

Pero eso podría ser impertinente.

Finalmente Jenn pareció estremecerse un poco.

“No tiene importancia”, dijo. “Nada de qué preocuparse”.

“¿Estás segura?”.

“Sí, estoy segura”.

Sin decir una palabra, Jenn desapareció por el pasillo, dejando a Riley un poco inquieta. Hace mucho sospechaba que Jenn albergaba secretos propios, quizás unos muy oscuros.

“¿Por qué no confía en mí?”, se preguntó Riley.

Parecía que una de ellas siempre desconfiaba de la otra. Eso no era nada nuevo…

Pero no había nada que Riley pudiera hacer al respecto, al menos no todavía.

Miró su reloj. Estaba a punto de llegar tarde a una cita con su compañero de hace mucho tiempo, Bill Jeffreys.

El pobre Bill estaba de licencia, sufriendo de TEPT después de un terrible incidente durante su último caso juntos. Riley sintió una punzada de tristeza al recordarlo.

Ella y Bill habían estado trabajando junto con una agente joven prometedora llamada Lucy Vargas.

Pero Lucy había muerto en el cumplimiento de su deber.

La extrañaba todos los días.

Pero al menos no se sentía culpable por su muerte, a diferencia de Bill.

Esta mañana, Bill la había llamado para pedirle que se reuniera con él en la base de la Marina que componía la mayor parte de las instalaciones de Quántico.

No le había dicho la razón por la cual quería que se reunieran, y eso la tenía preocupada. Ella esperaba que no fuera nada serio.

Riley se levantó de su escritorio con ansiedad y salió del edificio de la UAC.

CAPÍTULO DOS

Bill sintió un cosquilleo de preocupación mientras conducía a Riley hacia el rango objetivo de la Marina.

“¿Estoy preparado para esto?”, se preguntó.

Parecía una pregunta estúpida. Después de todo, solo eran ejercicios de tiro al blanco.

Pero no eran ejercicios de tiro al blanco comunes y corrientes.

Al igual que él, Riley llevaba un uniforme de camuflaje y un rifle M16-A4 cargado con munición real.

Pero a diferencia de Bill, Riley no tenía ni la menor idea de lo que estaban a punto de hacer.

“Quisiera que me dijeras de qué trata todo esto”, dijo Riley.

“Será una nueva experiencia para ambos”, dijo.

Nunca había probado este tipo de ejercicios de tiro al blanco antes. Pero Mike Nevins, el psiquiatra que lo había estado ayudando con su trastorno de estrés postraumático, le había recomendado que lo intentara.

“Será una buena terapia”, le había dicho Mike.

Bill esperaba que Mike tuviera razón. Y esperaba que intentarlo con Riley calmara sus nervios un poco.

Bill y Riley se posicionaron uno al lado del otro entre postes de madera verticales, frente a una zona pavimentada. En el pavimento había barreras verticales marcadas con agujeros de bala. Hace unos momentos, Bill había hablado con un hombre en la cabina de control y ya todo debería estar listo.

Ahora hablaba con ese mismo tipo a través de un pequeño micrófono delante de sus labios.

“Blancos aleatorios. Adelante”.

De repente, figuras humanas aparecieron desde detrás de las barreras, todas ellas moviéndose en la zona pavimentada. Llevaban los uniformes de combatientes ISIS y parecían estar armadas.

“¡Hostiles!”, le gritó Bill a Riley. “¡Dispara! ¡Dispara!”.

Riley estaba demasiado sobresaltada como para disparar, pero Bill disparó y no conectó. Luego disparó otro tiro que alcanzó una de las figuras. La figura se inclinó por completo y dejó de moverse. Las otras figuras se volvieron para evitar los disparos, algunas de ellas se movieron más rápido, otras se ocultaron detrás de las barreras.

Riley dijo: “¿Qué demonios?”.

Todavía no había disparado.

Bill se echó a reír.

“Alto”, dijo en el micrófono.

De repente, todas las figuras dejaron de moverse.

“¿Le dispararemos a gente falsa sobre ruedas?”, le preguntó Riley con una risita.

Bill explicó: “Son robots autónomos, montados en scooters Segway. Ese tipo con el que hablé en la cabina hace un minuto está ingresando comandos. Pero él no controla todos sus movimientos. De hecho, en realidad no los controla en absoluto. Ellos ‘saben’ lo que tienen que hacer. Tienen escáneres láser y algoritmos de navegación para que puedan evitar chocarse entre sí y chocar las barreras”.

Los ojos de Riley se abrieron de asombro.

“Sí”, dijo Bill. “Y saben qué hacer cuando comienzan los disparos: correr, ocultarse, o ambas cosas”.

“¿Quieres intentarlo de nuevo?”, preguntó Bill.

Riley asintió, viéndose entusiasmada.

Una vez más, Bill dijo en el micrófono: “Blancos aleatorios. Adelante”.

Las figuras comenzaron a moverse como antes, y Riley y Bill dispararon. Bill alcanzó uno de los robots, y Riley también. Ambos robots se detuvieron y se inclinaron. Los otros robots se dispersaron, algunos deslizándose caprichosamente, otros escondiéndose detrás de las barreras.

Riley y Bill siguieron disparando, pero disparar se estaba haciendo cada vez más difícil. Los robots que seguían moviéndose lo estaban haciendo en patrones impredecibles a velocidades variables. Los que se habían ocultado detrás de las barreras se asomaban cada cierto tiempo, provocando a Riley y Bill para que les dispararan. Era imposible saber de qué lado de la barrera podrían aparecer. Luego volvían a andar por la intemperie o se ocultaban de nuevo.

A pesar de todo este caos aparente, solo tomó medio minuto para que Riley y Bill acabaran con los ocho robots. Todos estaban inclinados e inmóviles entre las barreras.

Riley y Bill bajaron sus armas.

“Eso fue raro”, dijo Riley.

“¿No quieres seguir?”, preguntó Bill.

Riley se rio entre dientes.

“¿Estás bromeando? Claro que quiero seguir. ¿Ahora qué?”.

Bill tragó, sintiéndose repentinamente nervioso.

“Se supone que ahora debemos acabar con los hostiles sin matar a ningún civil”, dijo.

Riley lo miró compasivamente. Él comprendía su preocupación. Sabía perfectamente bien por qué este nuevo ejercicio lo inquietaba. Lo recordaba al joven inocente al que había herido accidentalmente el mes pasado. El muchacho se había recuperado de su herida, pero Bill aún se sentía culpable.

Bill también estaba atormentado porque una joven y brillante agente llamada Lucy Vargas había muerto en el mismo incidente.

“Si tan solo hubiera sido capaz de salvarla”, pensó de nuevo.

Bill había estado de baja desde entonces, preguntándose si alguna vez sería capaz de volver al trabajo. Se había quebrantado por completo, cayendo en el alcohol e incluso contemplando el suicidio.

Riley lo había ayudado. De hecho, probablemente hasta le salvó la vida.

Bill se sentía bastante mejor.

Pero ¿estaba preparado para esto?

Riley seguía mirándolo con preocupación.

“¿Estás seguro de que esto es una buena idea?”, preguntó.

Una vez más, Bill recordó lo que Mike Nevins le había dicho.

“Será una buena terapia”.

Bill le asintió a Riley.

“Creo que sí”, dijo.

Retomaron sus posiciones y levantaron sus armas. Bill habló por el micrófono. “Hostiles y civiles”.

Las mismas acciones que antes comenzaron a desarrollarse, solo que, esta vez, una de las figuras era una mujer envuelta en un velo azul. Ciertamente no era difícil distinguirla entre los hostiles en sus trajes verde militar. Pero ella estaba moviéndose entre los otros en patrones aparentemente aleatorios.

Riley y Bill comenzaron a derribar a los hostiles. Algunas de las figuras masculinas esquivaron las balas, mientras que otras se refugiaron detrás de las barreras, solo para asomarse en momentos impredecibles.

La figura femenina también se movió como si estuviera asustada por los disparos, corriendo de aquí para allá frenéticamente, pero de alguna manera nunca molestándose en ocultarse detrás de una barrera. Su pánico simulado solo hacía más difícil no dispararle accidentalmente.

Bill sintió sudor frío formándose en su frente mientras disparaba una ronda tras otra.

En poco tiempo, Riley y él habían acabado con todos los hostiles, y la mujer en el velo quedó sola, ilesa.

Bill dio un suspiro de alivio y bajó el arma.

“¿Cómo estás?”, preguntó Riley. Bill notó la preocupación en su voz.

“Bastante bien, supongo”, dijo Bill.

Pero sus palmas estaban húmedas, y ​estaba temblando un poco.

“Tal vez ya sea suficiente”, dijo Riley.

Bill negó con la cabeza.

“No”, dijo él. “Tenemos que probar el siguiente programa”, dijo.

“¿Cuál?”.

Bill tragó grueso.

“Es una situación de toma de rehenes. El civil será asesinado a menos que tú y yo derribemos a dos hostiles al mismo tiempo”.

Riley lo miró con recelo.

“Bill, no sé...”.

“Vamos”, dijo Bill. “Es solo un juego. Intentémoslo”.

Riley se encogió de hombros y levantó su arma.

Bill dijo por el micrófono: “Situación de toma de rehenes. Adelante”.

Los robots volvieron a la vida. La figura femenina se quedó a la intemperie, mientras que los hostiles desaparecieron detrás de las barreras.

Luego dos hostiles aparecieron desde detrás de las barreras, cerniéndose amenazadoramente alrededor de la figura femenina, la cual se tambaleaba hacia atrás y adelante con ansiedad.

Bill sabía que el truco era que Riley y él le dispararan a ambos hostiles justo cuando consiguieran un tiro limpio.

A él le tocaba decidir cuándo dispararían.

Mientras Riley y él apuntaban sus armas con cuidado, Bill dijo...

“Yo acabaré con el de la izquierda, tú con el de la derecha. Dispara cuando diga ‘Adelante’”.

“Listo”, dijo Riley en voz baja.

Bill vigiló cuidadosamente los movimientos y las posiciones de los dos hostiles. Se dio cuenta de que esto sería difícil, mucho más difícil de lo que había esperado.

El mismo segundo en que uno de los hostiles se alejaba, el otro se hostil se posicionaba peligrosamente cerca de la rehén.

“¿Cuándo podremos disparar?”, se preguntó.

Entonces, por un momento fugaz, los dos hostiles se alejaron en direcciones opuestas del rehén.

“¡Adelante!”, espetó Bill.

Pero antes de que pudiera apretar el gatillo, fue inundado por una ráfaga de imágenes...

Estaba caminando hacia un edificio abandonado cuando escuchó un disparo.

Sacó su arma y corrió adentro, donde vio a Lucy tumbada boca abajo en el suelo.

Vio a un hombre joven moviéndose hacia ella.

Instintivamente, Bill le disparó al hombre y lo alcanzó.

El hombre dio una vuelta antes de caerse, y en ese entonces vio que sus manos estaban vacías.

Estaba desarmado.

El hombre solo había estado tratando de ayudar a Lucy.

Mortalmente herida, Lucy se apoyó en su codo y le disparó seis rondas a su verdadero atacante...

...el hombre al que Bill debió haber disparado.

Un disparo del arma de Riley regresó a Bill al presente.

Las imágenes habían ido y venido en un instante.

Uno de los hostiles estaba inclinado, muerto por el disparo de Riley.

Sin embargo, Bill estaba congelado. No podía apretar el gatillo.

El hostil que quedaba se volvió amenazantemente hacia la mujer, y un tiro resonó por los altavoces.

La mujer se dobló y dejó de moverse.

Bill finalmente disparó su arma y alcanzó el hostil, pero ya era demasiado tarde para el rehén, que ya estaba muerta.

Por un momento, la situación pareció terriblemente real.

“Dios mío”, dijo. “Dios mío, ¿cómo dejé que esto sucediera?”.

Bill dio un paso al frente, casi como si quisiera correr para ayudar a la mujer.

Riley se colocó delante de él.

“Bill, ¡no pasa nada! ¡Es solo un juego! ¡No es real!”.

Bill se detuvo en seco, temblando y tratando de calmarse.

“Riley, lo siento, es solo que... todo regresó por unos segundos y...”.

“Yo sé”, dijo Riley reconfortantemente. “Comprendo”.

Bill se desplomó y negó con la cabeza.

“Tal vez no estoy preparado para esto”, dijo. “Tal vez sea suficiente por hoy”.

Riley le dio una palmadita en el hombro.

“No”, dijo. “Creo que deberías terminar”.

Bill respiró profunda y lentamente. Sabía que Riley tenía razón.

Él y Riley retomaron sus posiciones, y Bill volvió a decir por el micrófono...

“Situación de toma de rehenes. Adelante”.

La misma acción se reanudó, con dos hostiles acechando peligrosamente al rehén.

Bill respiró lentamente mientras miraba por su mirilla.

“Es solo un juego”, se dijo a sí mismo. “Es solo un juego”.

Finalmente llegó el momento que habían estado esperando. Ambos hostiles se habían alejado un poco del rehén. Todavía era un disparo peligroso, pero Bill y Riley tenían que intentarlo.

“¡Adelante!”, dijo.

Esta vez disparó al instante, y oyó el sonido del disparo de Riley una fracción de segundo más tarde.

Vanusepiirang:
16+
Ilmumiskuupäev Litres'is:
10 oktoober 2019
Objętość:
251 lk 3 illustratsiooni
ISBN:
9781640298620
Allalaadimise formaat:

Selle raamatuga loetakse