Amando A Un Espía Americano

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Amando A Un Espía Americano
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Amando a un espía americano

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Epílogo

ACERCA DE LA AUTORA

TAMBIÉN DE DAWN BROWER

EXTRACTO: Eternamente mi duque

Prólogo

CAPÍTULO UNO

EXTRACTO: Todas las damas aman a Coventry

Prólogo

CAPÍTULO UNO

Esta obra es ficción. Los nombres, personajes, lugares y acontecimientos son producto de la imaginación del autor o son usados de forma ficcionada sin relación alguna con la realidad. Cualquier parecido con lugares, organizaciones o personas, tanto vivas como fallecidas, es casualidad.

Amando a un espía americano Copyright © 2019 por Dawn Brower

Todos los derechos reservados.

Diseño de portada por Victoria Miller

Ninguna parte del libro puede ser reproducida en cualquier formato, tanto electrónico como manual, incluyendo sistemas de almacenamiento de información, sin permiso por escrito del autor, a excepción de las citas en reseñas literarias.

Publicado por Tektime

Capítulo 1

Enero, 1915

El silbido del tren resonó en toda la estación. Victoria Grant observó desde un banco cercano, mientras el sonido la abstraía de sus pensamientos. Ella había llegado a la estación temprano, para no perder su tren, que la llevaría a una pequeña ciudad en Francia. Desde allí, viajaría con un regimiento a un hospital de campaña, al cual había sido asignada para trabajar como enfermera.

Su tren ingresó a la estación y llegó hasta un apeadero cerca de la plataforma. El vapor de la chimenea en lo alto de la máquina se extendió por toda la estación. Los pasajeros comenzaron a desembarcar con rapidez. Victoria tuvo que esperar para subir a bordo durante varios minutos. El auxiliar del tren les indicaría cuando pudieran embarcar. Los maleteros estaban todavía descargando el equipaje de los pasajeros que dejaban el tren. Pronto, comenzarían a colocar las nuevas maletas en su lugar.

Victoria se paró y caminó hacia la estación. Ella no tenía muchas pertenencias. Para trabajar como enfermera, no necesitaba muchas tampoco. Tenía un baúl con sus uniformes y algunos pocos objetos personales. Al crecer como la hija de un vicario, se le había enseñado a denunciar cualquier actitud que llevara a la avaricia. Ella se había tomado a pecho sus enseñanzas y había aprendido a vivir tratando de ayudar a quienes necesitaban. Con la Gran Guerra devastando el mundo, las mujeres como ella eran requeridas. Ella usaría sus habilidades como enfermera para salvar a aquellos que pudiera, y ya no podía esperar más para ponerse al servicio de la causa.

Continuó caminando y se tropezó con el pecho duro de un hombre. Miró hacia arriba y se encontró con la mirada de este hombre. Sus ojos azules eran tan oscuros, que parecían casi negros, y su cabello brillaba como caramelo con miel. “Mis disculpas,” dijo ella, dando un paso hacia atrás.

“Es mi culpa,” dijo él, con un acento Americano del sur, si ella no estaba equivocada. Eso la tomó un poco de sorpresa. No había muchos americanos en Francia, desde que la guerra había comenzado. Lo último que había oído, era que querían mantenerse neutrales, con respecto al conflicto masivo. “Debí haber prestado más atención,” Sus labios se inclinaron hacia arriba en una sonrisa deslumbrante. Su sonrisa impactó sus sentidos, maravillándola momentáneamente.

Victoria meneó su cabeza, recuperando su equilibrio en un momento. “¿Está ligado al norte de Francia?” Ésta parecía una pregunta normal, pero de todas maneras se sintió tonta al hacerla.

Observó el tren pasar y luego la miró a ella. “Si, lo estoy.” Él alzó una ceja. “¿Y usted?”

Ella asintió rápidamente. Esta conversación era extraña. Victoria nunca había sido buena para hablar con, bueno, con nadie. Menos con un hombre... Esta era una proeza que era casi imposible. No sabía por qué, pero los hombres siempre la desconcertaban, y habitualmente se había comportado un poco torpe en cada conversación o encuentro. “Si, um, sí.” Ella se sentía como una idiota. Habría puesto cualquier excusa para salir de la conversación pronto. La mayoría de los hombres había tenido problemas para hablar con ella, ya que a ella se le hacía difícil discutir cualquier tema con los hombres, excepto cuando hablaba de asuntos médicos.

Él sonrió suavemente. “Entonces espero hacer el viaje con usted.” ¿Hablaba en serio? Ella frunció el entrecejo y lo observó. Tal vez él se divertía en burlarse de la gente. No quería cuestionarse más. No conocía a este hombre, y probablemente nunca terminaría de conocerlo.

Uno de los auxiliares del tren salió y gritó, “Todos a bordo.”

Los pasajeros se acercaron y comenzaron a subir. Victoria se dirigió hacia el tren, siguiendo a un grupo de personas. No tenía un vagón privado, ni siquiera un vagón con cama, para esconderse de la multitud.

Victoria debería estar atascada, sentada con todos los demás en el vagón de pasajeros. Al menos, el viaje no era muy largo. Caminó por el pasillo y encontró un asiento junto a la ventanilla. Eso le permitiría distraerse un poco durante el viaje.

“Nos encontramos otra vez,” dijo el hombre, sentándose al lado de ella. “Debe perdonar mis horribles modales.” Él llevó su mano a su pecho. “Debería haberme presentado. Soy William.”

Victoria lo miró, dudando qué haría después...Él era un hombre encantador. Victoria no pudo evitar en devolverle su saludo de bienvenida.

“Victoria,” dijo, después de unos minutos de silencio incómodo.

“Encantado de conocerla, Señorita Victoria. Estoy complacido de tener el placer de compartir este viaje con usted.” Sonaba sincero, pero ella se sintió inquieta imaginando que él trataría de tener una conversación con ella.

Tal vez, él disfrutaría de su compañía. Ella odiaba viajar, pero tener a alguien interesado en ayudarla a olvidar durante un tiempo, sería bueno. Además, tener a William que le hiciera compañía, podría ser interesante.

“¿De qué deberíamos hablar?”

“De lo que quiera,” William respondió, acomodándose en su asiento. “Cuénteme un poco de usted.”

No había mucho para contar, y su vida era aburrida. “Preferiría escuchar de usted...” No quería que se durmiera con lo tedioso de su vida.

“Esto es lo que dicen las señoritas hermosas,” él murmuró el comentario y después le guiñó un ojo. Su corazón se detuvo un poco. No estaba acostumbrada a recibir atención de un hombre y la ponía un poco nerviosa, que él se interesara en ella. “¿Qué le parece algo neutral? Cuénteme cuál es su flor favorita.”

Victoria se apoyó en su asiento y pensó en la pregunta.

Nadie nunca le había preguntado acerca de ninguna de sus cosas favoritas. Las flores eran hermosas, y a ella le gustaban mucho. “Supongo, que si tengo que nombrar una favorita, diría violetas. Son resilientes y tienen propiedades curativas maravillosas.”

Él meneó su cabeza. “Usted no es una persona común, verdad?”

“Me gusta pensar que no soy una persona complicada,” dijo ella. Mientras más hablaban, comenzó a preguntarse si él estaba flirteando con ella. Ningún hombre se había interesado en ella antes, y no estaba segura de cómo responderle. Seguramente, ella se estaba equivocando con él...”Tengo un propósito y una responsabilidad. Lo demás no importa.”

“Esto es un poco...serio,” dijo él con un tono sombrío, que no se reflejaba en sus ojos. “Supongo que es dónde estamos en el mundo ahora. Estamos todos forzados a adaptarnos, debido a la situación de guerra actual.”

“Si,” ella estuvo de acuerdo. “Es una desgracia, pero debemos dar lo mejor con lo que la vida nos depara.”

A Victoria le gustaba William. Era amable y nada pretencioso. Ella no podía evitar desear encontrarlo en otro momento de su vida. Uno que no fuera alcanzado por la destrucción de la guerra... Se estaba engañando a sí misma. En otro tiempo y lugar, no importaría nada. William probablemente no se habría fijado en ella, y era muy probable, en primer lugar, que nunca se hubieran conocido.

 

“Creo que es verdad,” él asintió. “La guerra es una desgracia. Es muy malo que los altos mandos no hayan encontrado una forma mejor de resolver sus diferencias. Pero aquí estamos...” Sonrió levemente. “No puedo evitar sentirme feliz por algo al menos.”

“¿Qué es?” preguntó ella, casi temiendo la respuesta.

“Me acercó a usted.”

Él era suave. Victoria también podía ser amable con él. Y le devolvió una sonrisa. “Creo que no puedo estar en desacuerdo con su lógica.” Ella se recostó en su asiento y se relajó. “Entonces no perdamos esta oportunidad. Quizás no tengamos nunca otra oportunidad de conocernos más. ¿Siente poder abrirse conmigo?”

“Si es tan valiente, ¿quién soy yo para tener miedo?” Él sonrió. “Hágalo, mi querida.”

Hablaron durante todo el viaje como si se hubieran conocido de toda la vida. William era el primer hombre con quien ella se sentía completamente cómoda. Esto la apenaba, después de llegar a la estación de tren, irían por caminos diferentes y no volverían a verse nunca. Ella anhelaba esto más que la existencia banal que había tenido. Conocer a William había alterado su perspectiva de muchas cosas.

El entusiasmo y la alegría parecían posibles, donde antes todo parecía sólo fantasía. Tal vez, era un poco absurda, pero sentía que podía tener algo más ahora. Tal vez no con William, pero con alguien más...Aunque, en su corazón, ella deseaba que William estuviera siempre en su vida. Había algo especial en él, a lo que ella quería aferrarse.


Un mes después...

Una carta llegó para Victoria, y no podía esperar para hacer pedazos el sobre para abrirla. William había acordado en escribirle cuando pudiera, pero ella no creía que pudiera hacerlo. Ahora que una carta suya había llegado, estaba aterrada de leerla. ¿Qué ocurriría si el hombre que ella recordaba no era el mismo que se expresaba en la carta? ¿Qué ocurriría si él realmente no quería tener nada con ella y sólo escribía para ser amable?

¿Qué ocurriría si él era todo lo que ella recordaba?

Victoria sostuvo la carta contra su pecho y caminó hacia la tienda de enfermeras. Se sentó lentamente y la observó. Su mano tembló un poco, al deslizar sus dedos sobre su nombre escrito en el sobre.

“¿Tienes un enamorado?” El acento fuerte Irlandés de Aisling Walsh resonó alrededor de Victoria. Era una joven enfermera con cabello pelirrojo brillante y ojos color verde oliva. “¿Por qué te estás conteniendo? Ábrela.”

Victoria no se había preocupado en acercarse a otras enfermeras, pero Aisling tenía otras ideas. Ella se había negado a mantener a Victoria apartada y constantemente hablaba con ella. Victoria nunca lo habría admitido, pero estaba feliz de haber conocido a Aisling. Podría sentirse sola sin la otra enfermera. Victoria deslizó sus dedos por el sello. “No sé...”

“No sabemos cuántos días vamos a estar aquí. Los días son para ser vividos, para tratar de encontrar cualquier pizca de felicidad con la que seamos bendecidos.” Ella se acercó y colocó su mano en la de Victoria. “No la pierdas, ignorando un regalo, no importa cuán pequeño sea. Lee sus palabras.”

Dando un profundo suspiro, rompió el sobre y sacó la carta. Desdobló las hojas y comenzó a leer.

Victoria

Espero que al recibir esta carta se encuentre bien. Cualquier otro resultado es inaceptable...Esta guerra deja cicatrices en el alma de un hombre -mi alma- y tener alguien como usted en mi vida es un bálsamo sobre la peor de mis heridas. Ha pasado casi un mes, y siento como si el tiempo y la distancia separándonos fuera tremendo. Debo verla otra vez. Por favor, diga que aceptará, y encontraré la forma de ir a su lado.

Mi vida cambió completamente el día que la conocí. No sé cómo explicarlo, sólo que no puedo olvidarla, aún si lo intentara. Por favor, diga que siente lo mismo. Esperaré eternamente por usted, si es necesario, pero espero que no tenga que esperar tanto.

Mis disculpas por la corta misiva...Si tuviera más tiempo, escribiría más, pero ¡ay de mí!, el peligro no me permite tener tiempo para escribir poesía. Contarle noticias sobre el frente de batalla, no le daría mucha esperanza, entonces evitaré dar más detalles acerca de esta desdicha. Sepa que está en mis pensamientos siempre.

Con mucho respeto

William.

Victoria cerró sus ojos y tragó saliva, para deshacer el nudo que tenía en su garganta. Él quería verla de nuevo. ¿Debería ceder y decirle cuánto lo deseaba ella también?

“Por la sonrisa en tu cara, creo que es una buena carta,” dijo Aisling.

Ella alzó su mano a su cara. Victoria no se había dado cuenta que se había rendido y había sonreído. La felicidad era algo nuevo para ella. No le contestó a Aisling pero se dirigió a un mueble y tomó unas hojas para escribir. Después de haber anotado algunas líneas, fue a enviar la carta. Si tenía suerte, podía encontrar a William, dónde había estado destinado la última vez. A veces los hombres eran transferidos durante la guerra y podía tardar semanas para que una carta llegara a sus manos. Ella no iba a preocuparse por eso. William quería verla otra vez. Eso era lo único que le importaba en ese momento.

Capítulo 2

Primavera, 1915

Una lluvia copiosa cayó durante horas sin parar. La tierra debajo de los pies de Victoria Grant se volvió barro. A cada paso, sus pies se hundían en la tierra mojada y cubrían sus botas de estiércol y mugre. Estaba tan cansada de tener sus pies mojados. A esa velocidad, podría encontrarse ella misma con la misma dificultad que los soldados con botas de trinchera. Avanzó penosamente, teniendo que dar pasos largos para salir de ésta área lo más rápido posible. Cuando llegó a la tienda, donde estaba ubicado el hospital de campaña, Victoria movió las cortinas y entró.

“Enfermera Grant, venga aquí ahora.” Un doctor le hizo señas. “Tenemos una gran cantidad de nuevos pacientes, y no se ven bien.”

Ella quiso decirle que estaba al tanto de esta situación. Era la razón por la cual había ido directamente al hospital, en vez de tomarse un merecido descanso. Cada día, le presentaba un nuevo desafío. Pronto, el hospital estaría colapsado, y no tendrían lugar para albergar a los enfermos. “Ya voy, doctor.”

Victoria se envolvió un delantal a su vestido. Probablemente, se pondría difícil el cuidado de los enfermos, y quería por lo menos cuidar su ropa. No tenía mucha, y no había tiendas ni costureras para reemplazarla. El doctor tenía a un hombre en su mesa de operaciones, y el pobre hombre estaba inconsciente. Probablemente, era mejor. Se acercó al doctor para ayudarlo.

El hombre tenía el cabello castaño claro dorado, manchado con sangre. Una sábana cubría casi todo su cuerpo. No es que pudiera haber obtenido algunas pistas al verlo desnudo, pero algo en él, le producía curiosidad. Lo observó y se focalizó en su cara. Dio un gran suspiro, cuando lo reconoció. William.

Ella pensó que nunca lo volvería ver, y ciertamente deseaba que no fuera así. Estaba usando un uniforme francés. Esto era confuso en él. Ella trabajó febrilmente al lado del doctor para parar la hemorragia. Después de una hora de trabajo, finalmente terminaron, y el doctor suturó su herida.

William fue llevado a una cama. Afortunadamente, tenían una disponible. Victoria se tomó un momento para lavarse, y volvió a su lado. No podría dormir, mientras estuviera preocupada por su salud. Él tenía que sobrevivir. Debía. Esta no era la forma en que ella imaginaba su próximo encuentro con él. ¿Había recibido la carta? Había estado preocupada desde que la había enviado y había esperado siglos por su respuesta. Ahora, estaba allí, herido.

Victoria se negaba a creer que esta sería la forma en que su historia terminara. Él había llegado a significar tanto para ella en tan poco tiempo...sólo meses. Sentía su corazón pesado dentro de su pecho, mientras trataba de evitar no llorar. Ellos no podían ayudarse, y ella se negaba a rendirse a algo tan inútil.

“Estarás bien.” Lo dijo más para ella misma que para él. Victoria necesitaba algo en qué creer y decidió aferrarse a la esperanza. Era lo único que podía hacer. Cualquier otra cosa era inconcebible. Ella apoyó su cabeza al costado de su cama y cerró los ojos. Victoria tenía la intención de descansar sólo un momento, pero el cansancio la venció.

“Bella durmiente,” dijo un hombre. Su voz era ronca, pero tenía una pizca de humor. “Te habría besado para despertarte, pero me temo que no tengo fuerzas para moverme.”

Victoria se sentó y se estiró. Le dolía cada músculo de su cuerpo. “No pensé en quedarme dormida.”

“No pensé en ser herido,” él contrarrestó. “Pero a veces hay cosas que no podemos evitar, sin importar cuanto tratemos.”

Ella frunció el ceño. “No es divertido.”

Él sonrió y después se quejó del esfuerzo. “Tienes razón, no es divertido, pero al menos estaba tratando de alegrar nuestro estado de ánimo.” La sonrisa de William se esfumó al mirarla. “Te extrañé.”

Ella apartó la mirada. ¿Por qué tenía que apegarse a este hombre? “¿Por qué estás usando un uniforme francés?” Debían haberle arrebatado una buena parte de él. Sólo tenía los pantalones.

Él suspiró. “Es complicado.”

Victoria temió que sabía exactamente lo que no estaba diciendo con esas palabras. William era espía. Parecía un poco fantástico, pero era lo único que tenía sentido. ¿Por qué otra razón iba a estar un americano en una guerra en la cual no tenía ninguna razón real para estar? “Ya veo.” Él no era muy valiente o increíblemente tonto. De todas maneras ella creía que era un poco de ambas.

De todas maneras, lo respetaba por su esfuerzo. Esta era una guerra horrible y sin sentido. Bueno, todas las guerras eran sin sentido. Pero ésta no era ni aquí ni allá. Ésta era la guerra que tenían que superar, y las otras no significaban nada para ella. Eran históricas e irreales. William jugaba un papel que podía ayudarlos a ver el final más pronto que tarde. Ella entendía la razón de tener espías. Mientras ella odiaba la guerra, ella no lo odiaba a él. Cada persona tenía un rol que cumplir y ella no tenía que menospreciarlo por el cual él tenía que representar.

“No creo que entiendas.”

“Te juro,” ella comenzó. “Entiendo más de lo que crees.” Victoria mantuvo su mirada. “Esto es la guerra, y he visto mucho desde que nuestros caminos se cruzaron.” Había pasado menos de medio año desde que lo había conocido, pero parecía que se conocían de toda la vida. Se había vuelto más fuerte cada vez que había ayudado en las cirugías y había visto tanta sangre. Victoria creía que nunca podría borrarse de su memoria pronto todo lo que había visto. Creía que estas imágenes podían perseguirla por el resto de sus días...

Él asintió. “Es mejor que no hablemos de eso.” William parecía entender. Eso era bueno.

“Guardaré mis pensamientos para mí, entonces.” Ella se paró y lo miró una última vez. “Descansa. Necesitas curarte.”

Victoria puso cierta distancia entre ellos. Todavía tenía fuertes sentimientos hacia él, y si pasaba más tiempo con él, podría enamorarse, y amar a un espía...le produciría angustia. Muchos espías no volvían a casa de la guerra, y aquellos que regresaban, nunca volvían a ser los mismos.


Diciembre, 1915

William se puso su abrigo y lo abotonó. Había un lugar en el que necesitaba estar, y demoraría medio día en llegar caminando a su destino. Tenía el presentimiento que sus compañeros espías deberían estar haciendo lo mismo. Cuando Lord Julian Kendall había estado visitando Nueva York, William no se había dado cuenta que era parte de una red de espías Británicos. Ésto podría haber sido beneficioso saberlo. Podría haberle hecho unas preguntas puntuales a su amigo y tal vez esto demandaba mantener cierta distancia entre él y la hermana de William, Brianne. Odiaba la idea de que su hermana se enamorara de alguien quien constantemente estuviera en peligro.

“¿A dónde vas?” preguntó Julian.

William alzó una ceja. “París.”

 

“Oh, ¿en serio?” dijo Asher, la marquesa de Seabrook. “¿Nos estás tomando el pelo?”

Él sonrió y le respondió. “Más o menos...Estoy yendo a un hospital de campaña a visitar a cierta enfermera que he conocido, bueno, no creo que existan las palabras para definir lo que siento por ella.”

“Ash puede decir,” dijo Julian. “Personalmente no tengo nada en contra de las enfermeras.” Él saludó a William. “Feliz cacería, mi amigo. Te acompañaría, pero quiero asegurarme que este tonto llegue vivo a París. Se mete en líos muy a menudo.”

William asintió. “Si me necesitan...”

“Sabemos cómo encontrarte,” Julian respondió. “Ve a ver a tu enfermera. Va a ser Navidad antes de que te des cuenta, y no queremos desperdiciar el tiempo que tenemos en algo tonto como la guerra. Hay cosas mucho más importantes.”

William quiso preguntarle qué sentía por Brianne. ¿Julian amaba a su hermana? Sin embargo, se guardó las preguntas. Habría tiempo después para interrogar a su amigo. Julian era un buen hombre, y si no fuera por la guerra, estaría feliz de que cortejara a su hermana. Pero ya que había una guerra, quería que Julian se mantuviera a distancia. Era egoísta de su parte querer pasar tiempo con Victoria y no permitir que Julian tuviera la misma posibilidad. Aunque tenía que admitir que había algo de tristeza en su amigo en los últimos tiempos. Él parecía no tener la misma alegría que solía tener dentro suyo. William se preguntaba qué podría haberle pasado, pero si Julian hubiese querido que él supiera, ya habría expresado sus sentimientos.

No se detuvo a pensar dónde estaba yendo o si podía ser peligroso. William siguió con su objetivo en mente; encontrarse con Victoria.

“Deténgase,” alguien gritó en alemán. William maldijo por lo bajo. Esta era su maldita suerte, y por supuesto estaba usando un uniforme francés. Todavía le quedaba una hora y media antes de llegar al hospital de campaña.

Giró lentamente y se encontró con la mirada del soldado alemán. Tenía un arma en su mano, y lo estaba apuntando directamente a William. “Tranquilo,” le dijo al hombre. “Hoy realmente no quiero ser herido.”

Palabras en alemán salieron de la boca del hombre. El entendimiento de William del idioma alemán era limitado. Julian entendió más que él. Había una razón de por qué no salía mucho de Francia. Él hablaba mejor francés e italiano. Debería mejorar su alemán si quería que su trabajo de espía funcionara.

“Me temo que no entendí nada de lo que dijo,” le dijo al soldado y dio un paso al frente.

Él escupió más frases, pero esta vez había un tono más hostil en ellas. Para William fue suficiente y acortó la distancia entre ellos. Lucharon por el arma, y sonó un fuerte boom, resonando a su alrededor. Esto haría que vinieran más soldados. William debía terminar esto e irse tan rápido como pudiera. Él empujó al soldado con su codo y lo hizo arrodillarse.

El hombre sacó un cuchillo y lo balanceó hacia William, pero no fue lo suficientemente rápido. Lo hirió en el costado, y un fuerte dolor lo invadió. William gimió de dolor y lo golpeó en la nariz. El soldado cayó al suelo, y William lo pateó fuerte, y lo volvió a golpear en la cara. Sus ojos giraron hacia atrás y perdió el conocimiento. William soltó un suspiro de alivio y corrió tan rápido como pudo de allí. Tan pronto como pusiera distancia entre él y el soldado, mejor.

Cuando se sintió seguro, aminoró la marcha y comenzó a ir a un paso como en un paseo, sin prisa. Le dolía su costado por la herida, pero no quería detenerse para chequear qué mal estaba. Victoria podría curarlo cuando llegara...

William aceleró hacia el hospital de campaña, donde Victoria estaba destinada, en cuanto lo vio. Habían pasado siete meses desde que la había visto por última vez, y no podía esperar para tenerla en sus brazos. Ella había sido tan cariñosa mientras había sido su enfermera. Incluso lo había castigado por haberse dejado herir. Ella era maravillosa, y él la adoraba. Victoria no estaría feliz, cuando se diera cuenta que lo habían herido con un cuchillo.

A veces él se arrepentía de haberse involucrado en el esfuerzo de la guerra.

Especialmente cuando su país no estaba involucrado en ella. William realmente creía en algún punto que su país pronto estaría dentro de la guerra, y quería estar en el lugar cuando eso ocurriera. Él creía que debía ser parte, para transformar el mundo en un lugar seguro. William tenía un fuerte sentido de responsabilidad.

Victoria salió de una tienda y se abrigó con una capa de lana. Tiritó ligeramente y se frotó sus manos. Su cabello rubio estaba peinado con una larga trenza, que se deslizaba por su espalda. William caminó hacia ella. Ella observó que él se acercaba y frunció el ceño al reconocerlo. “¿William?”

Ella corrió hacia él y lo abrazó fuerte. “¿Por qué no me dijiste que venías?”

“No supe hasta hoy temprano, y quería sorprenderte.” Él se quejó cuando ella lo abrazó fuerte. La herida en su costado le producía un dolor feroz.

“¿Qué te ocurre?” dijo ella, dando un paso hacia atrás. Victoria abrió su chaqueta y lo miró. La sangre había empapado su camisa de lino. Victoria dio un suspiro. “¿Por qué siempre vienes a mí herido?”

“No estaba planeado, te aseguro.” Él le sonrió. “Un alemán y yo tuvimos un leve desacuerdo en mi camino hacia aquí. Él quería que me quedara, pero ay, tuve que insistirle para que me dejara venir a verte. Espero que disculpes mi apariencia. Esta no es la forma en que esperaba reunirme contigo.”

“Ven conmigo,” ella ordenó. “Te veré la herida, y puedes contarme cómo has estado desde la última carta.”

Se encaminaron hacia la tienda del hospital, y ella lo guió hacia una de los compartimientos posteriores. Le hizo un gesto que se sentara en uno de los catres y que se quitara sus prendas para ver su herida. “Quítate tu abrigo y tu camisa. Debo ver bien la laceración.”

“No estás tratando de desnudarme, ¿cierto?” dijo ligeramente.

Victoria lo fulminó con la mirada. “Créeme, esa no era mi intención.”

“No quise decir...” Él dio un suspiro. “Fue mi poco conveniente intento de cambiar nuestro humor” William no estaba llevando bien esto.

Victoria se veía un poco molesta con él. Ella lo tocó y él dio un salto.

“Lo siento,” dijo ella. “No parece muy profunda. Tienes suerte; no vas a necesitar puntos. Sólo la voy a vendar, y después estarás bien para irte.”

Ella trabajó en silencio hasta que la herida estuvo vendada. Cuando hubo terminado, se alejó de él para lavarse sus manos en un lavabo cercano. “¿Te quedarás mucho tiempo aquí?”

¿Por qué le había preguntado eso? “¿Quisieras que me fuera?”

“No dije eso...” Victoria alejó la mirada.

William se paró y se acercó a ella. Ella fue hacia sus brazos y apoyó su cabeza en su hombro. Él quería reconfortarla, pero se dio cuenta que esto era exactamente lo que él necesitaba. Abrazarla y asegurarse que ella estaba bien. Esto era todo lo que él quería. Que Victoria estuviera segura y feliz...¿Qué puedo hacer por ti?”

“Ya lo estás haciendo,” dijo ella. “Pero tal vez debería dejar que termines de vestirte.” Victoria miró su camisa ensangrentada. “¿Tienes otra camisa para usar?”

“No,” dijo él. “Pero está bien. No me importa usar una camisa manchada por ahora. Puedo conseguir una nueva después.” Él no sabía dónde, pero eso no importaba. William no quería que ella se preocupara. “Ven a caminar conmigo un poco.”

“Me encantaría,” dijo ella y colocó su mano en la de él. Salieron de la tienda y caminaron hacia los árboles. Hacía frío, pero él no lo notó. Ella estaba con él, y eso hacía que todo lo demás desapareciera.

Pasó la tarde con ella, y durante un momento se sintió feliz. William podía olvidarse que había una guerra, que había sido herido durante el día, y que tendría que dejarla pronto. Ella le había dado una razón para continuar luchando y él esperaba, que algún día, nunca más tuvieran que separarse.

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