Loe raamatut: «¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista?»

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© Crisóstomo Pizarro Contador, 2020

Registro de Propiedad Intelectual No 2020-A-454

ISBN Edición Impresa: 978-956-17-0850-1

ISBN Edición Digital: 978-956-17-0893-8

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Diseño portada: Alejandra Salinas C.

Corrector de pruebas: Osvaldo Oliva P.


Para María Amparo.

ÍNDICE

Prólogo

Introducción

Primera parte · La crisis del capitalismo

I. Conjeturas sobre el futuro del capitalismo

II. Immanuel Wallerstein: Crisis de la economía-mundo capitalista y bifurcación histórica

III. Randall Collins: Cierre de las vías creativas para superar los efectos destructivos del capitalismo

IV. Michael Mann: Redes de poder sobrepuestas

V. Craig Calhoun: La supervivencia del capitalismo

VI. Georgi Derluguian: Auge y caída del bloque soviético

VII. Desacuerdos sobre el futuro del capitalismo

Segunda parte · Antecedentes sobre la evolución reciente del crecimiento económico y la desigualdad

VIII. Thomas Piketty: La democratización del proceso político

IX. Políticas neoliberales y caída del pib per cápita en el mundo y en América Latina

X. Objetivos de Desarrollo del Milenio, desaceleración del pib per cápita y crisis de 2008

Tercera parte · Una reflexión filosófica sobre la crisis del capitalismo maduro

XI. Jürgen Habermas: Crisis en el capitalismo maduro

Cuarta parte · Reacciones seculares a la reforma social

XII. Albert Hirschman: Las tesis de la perversidad, futilidad y riesgo

XIII. Oposición a la reforma tributaria de 1990

XIV. La oposición neoliberal al proyecto de reforma tributaria durante la campaña presidencial de 2013

XV. El proyecto de reforma tributaria de la Nueva Mayoría

XVI. Discusión parlamentaria de la reforma tributaria: Argumentos “técnicos” de la derecha y los gremios y la defensa del Gobierno

XVII. El protocolo de acuerdo sobre la reforma tributaria

XVIII. ¿Una reforma a la reforma?

Quinta parte · La “nueva derecha” chilena

XIX. La retórica de la “nueva derecha” y de la vieja derecha

XX. RedLiberal: Diferencias con la derecha

Sexta parte · Una idea sobre la “sociedad justa y buena”. Moral y ciencias sociales

XXI. Jürgen Habermas, Norberto Bobbio, Agustín Squella y la “nueva derecha” en Chile

XXII. La conjunción entre liberalismo y socialismo

XXIII. John Rawls: Justicia como equidad y “liberalismo político igualitario o democrático”

XXIV. La justicia distributiva

XXV. John Rawls: El nuevo derecho de gentes como utopía realista

XXVI. Jürgen Habermas: Condiciones ideales para la argumentación pública y democrática

XXVII. Ernesto Ottone: “Acumulación civilizatoria” y dicotomía entre cultura identitaria y normas universales

XXVIII. Rawls y Habermas: El debate sobre el liberalismo y el “equilibrio reflexivo

Séptima parte · Otra manera de pensar y vivir

XXIX. Las propuestas de políticas de “decrecimiento”

XXX. La discusión del modelo de producción energética en Chile

XXXI. Pesimistas supuestos antropológicos en que descansa el capitalismo

XXXII. Unidades productivas no mercantilizadas como base de un orden económico institucional alternativo

XXXIII. Acciones sociales no monetarizadas como respuesta a la crisis del capitalismo

XXXIV. Propuestas más radicales de transformación del sistema económico en América Latina

Octava parte · Nuevo orden global

XXXV. Proyectos para crear una democracia cosmopolita

XXXVI. El proyecto constitucional de Habermas para la sociedad mundial pluralista

XXXVII. Ideología y realidad del movimiento populista de Trump

XXXVIII. La propuesta de David Held para reformar las Naciones Unidas

XXXIX. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible

XL. Coherencia entre la reforma de las Naciones Unidas y las propuestas del Foro Social Mundial

Consideraciones finales

Bibliografía

Lista de siglas

“Que las consideraciones morales no deban ser incorporadas de manera subrepticia, ni manifestarse en forma inconsciente, sino que puedan expresarse abierta y espontáneamente, […] es la ciencia social que yo sueño”.

Albert Hirschman.

Ética y ciencias sociales: una tensión permanente.

Prólogo

El libro de Crisóstomo Pizarro Contador es una ampliación y profundización de la conferencia “Conjeturas sobre el Futuro del Capitalismo”. La conferencia en la que tuve la oportunidad de participar fue auspiciada por la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile y realizada en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso en octubre de 2016. Muchos de los planteamientos hechos por Crisóstomo ya eran conocidos por mí ya que hemos sostenido una colaboración de larga data iniciada a fines de los sesenta cuando fue mi profesor de sociología de las organizaciones formales en mi condición de estudiante de ingeniería comercial de esta Universidad. Crisóstomo y otros estudiantes y profesores de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso han desempeñado un papel muy activo en el desarrollo de las Ciencias Sociales en Chile. Junto a Alejandro Foxley y otros profesores participaron en la fundación y puesta en marcha del Instituto de Ciencias Sociales y Desarrollo de esta Universidad y más tarde en la fundación de CEPLAN (Centro de Estudios de Planificación Nacional) posteriormente llamado CIEPLAN (Corporación de Estudios para Latinoamérica). Con Alejandro Foxley, José Pablo Arellano, Ricardo Ffrench Davis y René Cortázar, entre otros, escribieron Políticas económicas y sociales en el Chile democrático y Desarrollo social en los noventa. Los casos de Chile, Costa Rica y México. Varias contribuciones de esos libros son revisitadas en este libro, especialmente la reforma tributaria del primer Gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia. Destaco además que en este nuevo libro Ricardo Ffrench-Davis ha asistido a Crisóstomo en el análisis de la reforma tributaria aprobada en 2014 y que los puntos de vista de Alejandro Foxley y Manuel Marfán sobre esta reforma son también recogidos. Otro colega con quien Crisóstomo ha colaborado es el exalumno del Instituto de Ciencias Sociales y Desarrollo Ernesto Ottone. Ambos escribieron el libro Osadía de la prudencia, trabajaron muchos años en las Naciones Unidas y fundaron el Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso que hoy presido. El Foro también se ha beneficiado de la Cátedra Globalización y Democracia creada por Ernesto en la Universidad Diego Portales, facilitando la realización de varias conferencias internacionales dictadas por eminentes cientistas sociales como Immanuel Wallerstein Michel Wieviorka y Farhad Khosrokhavar. El concepto de acumulación civilizatoria desarrollado por Ernesto también es examinado en este libro.

Luego de este bosquejo de la historia intelectual de Crisóstomo me permito calificar este libro como el resultado de una larga y fructuosa colaboración con exalumnos y profesores de esta Universidad y distinguidos profesores de varias Universidades reunidos en CIEPLAN e invitados a la Cátedra de Globalización y Democracia. Debo agregar que el autor también ha sido profesor del Instituto de Historia y del Programa Internacional de Intercambio de nuestra Universidad. Actualmente es el Director Ejecutivo del Foro Valparaíso y profesor en el programa de Magister en Relaciones Internacionales de esta Universidad.

Comparto el espíritu y empecinada búsqueda de propuestas del autor que puedan conducirnos a una sociedad futura que él denomina “una sociedad justa y buena”.

Crisóstomo no sostiene un pensamiento consistente en una vuelta hacia un pasado de fracasados intentos de transformación de nuestra sociedad que traicionaron las promesas de justicia y libertad que ellos declaraban perseguir. Pero también expresa su desacuerdo con la racionalidad del actual sistema. Y de la crítica pasa a la propuesta, expresando sus deseos por la construcción de una sociedad en que realmente podamos vivir y pensar en concordancia con los grandes valores de la libertad, igualdad y fraternidad. Para sostener su propuesta se vale de numerosas fuentes procedentes de las ciencias sociales, filosofía política y teología.

Con respecto a este último aporte, señala en el capítulo XXIX que la encíclica Laudato Si’ del papa Francisco debe entenderse como un hito sobresaliente en los esfuerzos de la humanidad por redirigir el crecimiento económico en el sentido del progreso del bienestar material y social de la humanidad y la conservación de nuestro planeta. En esta encíclica el papa Francisco ha manifestado la necesidad de modificar los estilos de vida, de consumo y de producción como única forma de frenar la constante depredación de los recursos del planeta, el aumento de la contaminación y los negativos efectos del cambio climático, subrayando la responsabilidad del hombre en la destrucción de la “casa común”.

Esta encíclica puede considerarse, como un nuevo paso en la discusión teológica sobre el sentido del progreso ya expuesta magistralmente por Benedicto XVI en Caritas in Veritates. La encíclica clama redireccionar la globalización en el sentido del desarrollo de todos los pueblos de la humanidad y, dentro de cada uno de ellos, otorgar un lugar privilegiado a los trabajadores y sus derechos de asociación y libertades políticas y promover la participación de los grupos más excluidos en los procesos democráticos. También propone favorecer la transformación de los pueblos relativamente más pobres de objetos de la filantropía, en agentes de su propio desarrollo y en consecuencia promover su participación en condiciones de igualdad en la comunidad internacional. Por último, demanda que asumamos nuevas formas de relaciones entre hombre y naturaleza y sometamos la tecnología –especialmente las técnicas de la información y comunicación– en verdaderos medios al servicio de las relaciones de justicia entre los hombres y pueblos.

Esto es completamente afín con la idea de la búsqueda de otra manera de vivir y pensar, enunciada en el subtítulo de este libro. La Universidad acoge entonces con mucho interés este nuevo libro de Crisóstomo.

Claudio Elórtegui Raffo

Rector

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Introducción

Este libro argumenta que existen razones históricas, morales y políticas que permitirían inferir el acontecimiento de una profunda transformación de la actual hegemonía de la racionalidad capitalista conforme a la cual está hoy estructurada la economía-mundo. Las razones históricas se relacionan con la extenuación de las fuentes de la incesante acumulación de capital que definen la raison d étre del sistema capitalista y las morales con la colisión entre acumulación de capital y los ideales de libertad e igualdad declarados retóricamente por la geocultura liberal, hoy transfigurada en el neoliberalismo, pero nunca realizados. En el análisis de sistemas-mundo adoptado en este libro, la geocultura dominante es comprendida como un modo discursivo que articula argumentos teóricos y valóricos que cumplen la función de legitimar una visión determinada de la sociedad. Además de la ideología liberal y su nueva expresión en el neoliberalismo, sólo conocemos en el mundo moderno —siguiendo el análisis de sistemas-mundo— la ideología conservadora y la de izquierda. Todos estos asuntos son tratados en distintas partes de este libro.

Las razones políticas antes mencionadas que contribuirían a la transformación de la hegemonía de la racionalidad capitalista tienen que ver con el surgimiento de nuevos movimientos sociales, culturales y políticos que procuran la formación de un sistema más democrático y, en consecuencia, menos desigual, jerárquico y polarizado.

La estrategia más recurrente puesta en acción por la geocultura liberal, hoy transfigurada en el neoliberalismo, es el encierro del debate político a la relación entre los medios y determinados fines no sometidos completamente a la crítica surgida de la deliberación democrática y presuntamente validados mediante la razón tecnocrática, que legitima la reproducción del sistema. Cuando los fines comportan una transformación o amenaza al sistema, ellos son calificados despectivamente como una nueva expresión del pensamiento utópico. Como se ilustra en este libro, mediante el estudio de las reformas tributarias habidas durante el último cuarto de siglo en Chile, en varios casos los defensores del sistema no se han atrevido a rechazar de manera franca el cambio social, y reconociendo las “buenas intenciones” de quienes lo propugnan, se han esforzado en desacreditar los medios con que se pretendía lograrlo. El neoliberalismo no está dispuesto a imaginar la generación de un nuevo consenso libre, encaminado a definir una nueva idea de la sociedad “justa y buena”. Un nuevo consenso no puede omitir la crítica de los lugares comunes que fundamentan la ideología neoliberal, profundamente internalizada en los partidos de centroderecha y extrema derecha, y aun en algunos partidos que se consideran de centroizquierda y en muchas otras organizaciones y expresiones político-culturales del Chile contemporáneo. Aunque esos lugares comunes se presentan como verdades objetivas, “científicas”, no son más que claras manifestaciones de una posición dogmática, es decir, una posición que no está abierta a revisar sus propias premisas y/o presentar los argumentos que permitirían fundamentar sus afirmaciones.

Uno de esos dogmas es el postulado que afirma que el mercado es la única institución capaz de generar riqueza. Esto a su vez descansa en la idea que concibe a las personas como sujetos que sólo pueden actuar gracias a la influencia de los incentivos materiales “correctos” y que, al comportarse de esa manera, estarían también favoreciendo los intereses de todos. Esta aseveración es falsa, porque también se puede actuar por motivaciones solidarias, que generan nuevos valores asociativos de cooperación. Esos valores, a diferencia de los bienes materiales que se agotan por su uso y consumo, tienden a fortalecerse y multiplicarse mientras más infunden nuestros actos. Se genera, de esta manera, una relación sinérgica entre valores asociativos de cooperación y orientaciones de la conducta. Las motivaciones solidarias no guardan una relación de afinidad con las motivaciones mercantiles. Lo que ha ocurrido es que el sistema ha socializado exitosamente lo que Habermas ha llamado la “motivación privatista”, que se expresa en el ámbito familiar en intereses orientados al consumo y en el campo vocacional en carreras orientadas al éxito material. Al mismo tiempo, el sistema ha penalizado cualquiera motivación en discordia con la incesante acumulación de capital, a cuyo desarrollo ha sido subordinada completamente la institución del mercado. A partir de estas consideraciones, se internaliza al mismo tiempo la creencia que entre mercado y bienestar social existiría una relación virtuosa y amistosa. Lo contrario es lo verdadero, porque la sujeción del mercado en alguna limitada medida a los intereses colectivos requiere de la compulsión impuesta por la regulación legal. El mercado, dicen sus defensores dogmáticos, no es concebible si no es bajo la vigencia de condiciones de libertad; aunque olvidan que el ideal de los competidores es la formación de cuasimonopolios que favorezcan sus ganancias y, para asegurarlas, no escatiman en demandar la intervención proteccionista del Estado. Una crasa contradicción: el mercado libre no existe, es sólo una creación ideológica.

La economía-mundo capitalista, caracterizada por la continua acumulación de capital y a cuya dinámica ha sido instrumentalizado el mercado, no es un fenómeno de la naturaleza, sino el resultado de una creación política que remonta sus orígenes a mediados del siglo xvi en Europa occidental, llegando a alcanzar en los tres siglos posteriores a todo el globo terráqueo. Sin embargo, este tipo de sistema económico está experimentando hoy una turbulencia caótica cuyo desenlace no podemos predecir.

La elaboración de una crítica a los falsos lugares comunes en que descansa el sistema capitalista y de las propuestas políticas que se deriven de ella, exige la adopción de un punto de vista metodológico que se aparta completamente de la ciencia social normal, caracterizada por la división de los principales enfoques disciplinarios —economía, ciencia política y sociología—, que procuran comprender la sociedad moderna y el abandono de sus relaciones con la reflexión emprendida por la filosofía política con respecto al sentido de la vida en sociedad. Esta división y su omisión de la discusión sobre el fundamento y fines de la vida social, han oscurecido las vinculaciones entre los sistemas políticos y económicos, y los ideales conforme a los cuales manifestamos nuestra concepción acerca de la sociedad justa y buena. La ciencia social normal tampoco considera la importancia del análisis de prologados períodos para comprender la especificidad de cada coyuntura histórica. Asimismo, se construye en la creencia de que los problemas distributivos pueden resolverse con enfoques tecnocráticos, no adecuadamente legitimados en los procesos de deliberación política democrática. Aquí postulamos que los problemas del capitalismo solamente podrían resolverse mediante una amplia y profunda discusión de tipo político, y la discusión técnica solamente asumiría un lugar secundario, ya que sólo se restringe a la elección de los medios más idóneos para el logro de fines políticos.

Esta crítica y las conclusiones que se desprenden de ella para orientar la idealización de una sociedad no sometida a la racionalidad capitalista se desarrollan en ocho partes. La primera conjetura sobre la crisis del capitalismo y su eventual desenlace de acuerdo a las interpretaciones de cinco eminentes representantes de la llamada macrosociología histórica. Estas interpretaciones son precedidas por una breve introducción de la visión de Joseph Schumpeter y Karl Polanyi sobre el futuro del capitalismo, dos grandes inspiradores de la macrosociología histórica. El líder de la macrosociología histórica, el historiador y sociólogo Immanuel Wallerstein, sostiene que los capitalistas no estarían ya más dispuestos a asumir los altos costos sociales y ambientales que la mantención del sistema demandaría. Randall Collins, también pronostica el fin del sistema debido al desplazamiento del trabajo humano por el arrollador progreso de las tecnologías de la información y la comunicación (tic). Michael Mann y Craig Calhoun piensan que el capitalismo aún podría sobrevivir si asumiera los costos de su reproducción, aunque tampoco se debería descartar que la humanidad pereciera antes que la caída del capitalismo por una catástrofe medioambiental o una guerra atómica. Georgi Derluguian concluye su estudio de la caída del bloque soviético afirmando que la crisis del capitalismo en el siglo xxi se desenvolverá principalmente en el campo de las contradicciones entre el sistema económico y el proceso de democratización, más que en el campo de la geopolítica en la forma de guerras mundiales. Aunque lo que sucederá después del capitalismo es incierto, una perspectiva deseable y realista compartida por todos estos autores sería una disminución de las brechas de desigualdad globales obtenida mediante la negociación y no a través de medios violentos. Esta afirmación es una clara señal del tipo de sociedad que ellos consideran “justa y buena”.

La segunda parte presenta el estudio de Thomas Piketty sobre la evolución de la desigualdad en el largo plazo. Piketty constata que las impresionantes desigualdades observadas en los siglos pasados reconocen su origen en la acumulación y concentración de la riqueza y un elevado rendimiento del capital, muy superior al crecimiento del ingreso nacional. Esta desigualdad sólo podría controlarse en este siglo mediante una democracia activa y la institucionalización de impuestos progresivos a escala mundial.

Esta parte discute además los negativos efectos de las políticas neoliberales en el crecimiento, la pobreza y la desigualdad en América Latina y el mundo. También demuestra cómo la crisis de 2008 impactó en el cumplimiento de las metas comprendidas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos por las Naciones Unidas para 2015. El estudio de todas estas materias se apoya en las investigaciones procedentes de las Naciones Unidas y la academia, incluyéndose en estas últimas las apreciaciones de Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015, sobre el aumento de la brecha de desigualdad entre países. Algunos son hoy más pobres que hace 50 años. El pib per cápita de los países más ricos llega a superar en más de 200 veces al

pib per cápita de los países más pobres. Se expone además cómo aumentó la pobreza y la desigualdad en Chile en el período de la dictadura militar y los contenidos básicos de lo que Ricardo Ffrench-Davis ha llamado “macroeconomía para el desarrollo económico y social”. Esta parte concluye mostrando la tensión entre las políticas de privatización y el concepto del Estado constitucional democrático y social conforme al análisis de Jürgen Habermas.

La tercera parte analiza la interpretación de este filósofo acerca de las crisis del capitalismo maduro, originadas en el desacoplamiento de los sistemas económicos y sociales regulados por la racionalidad instrumental y estratégica de la racionalidad del mundo de la vida, a su vez regulada por los siguientes criterios: emancipación, individuación y extensión de la comunicación libre de cualquier forma de dominación. Jürgen Habermas denomina “individuación” a una característica de la “conciencia moderna” que implica tres dimensiones básicas: la autoconservación, la conciencia de sí y la reconciliación. La perspectiva utópica de reconciliación y libertad se basa en las condiciones mismas de la socialización comunicativa de los individuos y está ya inserta en el mecanismo lingüístico de reproducción de la especie. Conforme a este análisis es posible distinguir tres áreas que permiten evaluar los centros de gravedad de la crisis en la reproducción del mundo de la vida (lebenswelt): crisis de la racionalidad en la reproducción de la cultura, crisis de solidaridad de los miembros en la integración social, y desorientación en el proceso de socialización de las personas.

La cuarta parte trata de la reacción secular a la reforma social y su manifestación en las tesis de la perversidad, futilidad y riesgo elaboradas por el economista y filósofo Albert Hirschman, la forma en que ellas han sido utilizadas por los partidos de derecha y sus técnicos para oponerse a la reforma tributaria del primer gobierno de la Concertación y del gobierno de la Nueva Mayoría en Chile. Esta parte termina exponiendo las razones que permitirían considerar el Protocolo de Acuerdo suscrito entre el Gobierno y la oposición como una forma de subordinación de la reforma tributaria a la racionalidad del mercado, y potenciales perjuicios a los principios de la justicia distributiva. Estos principios, junto a otros de tipo filosófico, que permiten definir nuestra idea acerca de la sociedad justa y buena, son abordados en la sexta parte. Principios que colisionan con la racionalidad predominante en el sistema capitalista.

La quinta parte estudia las ideas de los movimientos autodefinidos como “nueva derecha”, poniendo en duda el calificativo de nueva, ya que en cuanto a la concepción de las políticas económicas, en nada se diferenciarían de la “vieja derecha”, representada por Renovación Nacional (rn) y la Unión Demócrata Independiente (udi). A esta conclusión se llega cuando se hace un detallado seguimiento de la oposición de esos movimientos a la reforma tributaria. La fuerte crítica a los intentos por definir una “nueva derecha”, procedente de algunos intelectuales de la misma derecha, es también resumida. Se presenta, además, la argumentación filosófica que sirve de validación al pensamiento de derecha y sus diferencias con el punto de vista de la izquierda.

La sexta parte trata nuestra idea acerca de la sociedad justa y buena y la relación entre moral y ciencias sociales. Para este efecto, se presentan los criterios político-filosóficos elaborados por Jürgen Habermas, Norberto Bobbio y Agustín Squella, para luego enjuiciar la llamada “nueva derecha” en Chile; las razones y significado de la distinción entre izquierda y derecha, la lógica de la visión diádica de la política y del tercero excluido, la visión triádica en dos manifestaciones: como tercero incluyente y como tercero incluido. El tercero incluyente cobra expresión en la conjunción entre liberalismo y socialismo. Esta conjunción puede entenderse como ideal, combinación pragmática o mediación política. El tercero incluido cobra expresión en la centroizquierda y en la centroderecha. Se consideran además las diferencias entre izquierda y derecha, revolución y contrarrevolución. La primera se explica por razones relacionadas con los fines que se persiguen y la segunda, por los medios utilizados para su consecución.

A continuación, se exponen el concepto de justicia como equidad y el “liberalismo igualitario o democrático” en Rawls, y las razones por las cuales esta idea de la justicia puede superar las falsas contradicciones entre libertad e igualdad. En este contexto, se critica el laxo uso de la idea del emprendedor en comparación con la definición de Schumpeter resumida en la primera parte. En estricto rigor, el emprendedor no se asimila al capitalista, quien pondera los resultados de su acción en virtud de la utilidad de sus esfuerzos. El emprendedor schumpeteriano no está orientado por el goce hedonístico de los bienes que puede adquirir como fruto de su conducta. En términos hedonísticos, la conducta del emprendedor sería irracional.

Es importante observar los rasgos del liberalismo igualitario o democrático de Rawls y sus diferencias con el liberalismo clásico, especialmente en su dimensión económica, y con el neoliberalismo. En este libro, se concede especial atención a lo que Rawls llama los elementos constitucionales esenciales en sus dimensiones políticas —la estructura general del gobierno— y sus relaciones con la libertad política y los elementos necesarios para regular la aplicación de la justicia distributiva, condición necesaria para el progreso de la igualdad. Entre estos últimos sobresalen aquellos encaminados a asegurar una efectiva igualdad de oportunidades, libertad de movimiento y provisión garantizada de los medios materiales para una vida digna. Las exigencias de la justicia distributiva podrían requerir una subordinación de la “racionalidad” del mercado a la “razonabilidad de la justicia”.

Además, señalamos las semejanzas entre el liberalismo igualitario o democrático con el liberalismo republicano kantiano de Habermas y las diferencias entre ambos autores con otros tipos de liberalismo que pueden categorizarse como comunitaristas.

El liberalismo igualitario o democrático también rechaza las concepciones utilitaristas del Estado, que sirven de fundamento al Estado mínimo reñido con la idea de justicia, y se cuestiona la idea de que el fin del Estado es la felicidad. La idea del fin del Estado que aquí se sostiene se limita a una concepción política de la justicia y es asunto de las personas definir su idea de felicidad de acuerdo a sus “doctrinas comprehensivas de la vida”. La definición política de la justicia es el resultado de consensos sobrepuestos entre distintas doctrinas comprehensivas y el dominio de la razón pública resultante de lo que Rawls llama “equilibrio reflexivo”. Equilibrio porque, al final, los juicios coinciden y reflexivo porque aceptamos sus supuestos. Una definición política de la justicia también comprende la estabilidad como expresión de un orden moral y no como simple modus vivendi, y discrepa del lugar común que alega que una sociedad meritocrática sería de suyo funcional al logro de los ideales de libertad e igualdad.

Luego, se amplía la idea de la justicia a la relación entre distintos tipos de pueblos: liberales, decentes, lastrados por condiciones económicas y sociales de larga duración, criminales y absolutistas benignos. Los liberales y decentes serían parte de la “sociedad de los pueblos”. Los primeros tendrían obligaciones de asistencia a los segundos y estos, aunque no gozarían de todas las libertades de los pueblos liberales, deberían ser dignos de respeto. Esta sería una condición sine qua non para el logro de una paz estable regulada por un nuevo “derecho de gentes”, considerado por Rawls como utopía, pero una “utopía realista”. Los pueblos decentes también serían “sociedades bien ordenadas”, en conformidad con la idea del bien común que ocuparía la idea de justicia prevaleciente en las sociedades liberales. Rawls manifiesta su esperanza de que en los pueblos liberales y decentes prevalezca la paz y la justicia dentro y fuera de sus territorios. El derecho de gentes establece que un mundo como tal puede llegar a existir, más no tiene que existir o existirá. El alcance de los ideales de libertad e igualdad en los pueblos decentes es ciertamente más restringido que en las visiones cosmopolitas de Habermas, Ferrajoli y David Held.