El orden de la existencia

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—Hay que pensar en idear un plan de fuga que nos lleve temporalmente lejos y a un lugar seguro a todos —propuso Adán.

Tras permanecer un rato callados, Abel alzó la voz y dijo que aquello era una locura y que no todos estarían dispuestos a irse, ni siquiera a ayudar.

—Es más. No les comentaría nada de esto a los demás hermanos, excepto a Goliat y según las condiciones en las que vuelva, si es que vuelve.

—Ya has hablado, Abel. En mi turno diré que estoy bien en La Zona, pero iré contigo, porque creo en algo más que en esto —dijo Yunke.

—Siendo así, y pese a que también estoy a gusto aquí, iré con vosotros y haré lo que haya que hacer, aunque ponga en juego mi propia vida.

Adán, que tenía a los hermanos a ambos lados, cogió a cada uno del hombro y les dio un leve zarandeo de aprobación. Como siempre, quedaron para jugar al día siguiente, se despidieron y cada uno se acostó pensando en qué podrían aportar para la huida. Ya por la mañana, fueron dejando sus PV sobre la mesa y se acomodaron. Adán miró la sombrilla, la mesa por debajo y los alrededores, todo ello con mucho disimulo. Los dos hermanos le preguntaron qué le pasaba y él les contestó, susurrando y sin mirarles a la cara, que estaba buscando micrófonos; de hecho, les pidió que disimularan, ya que podrían estar leyéndoles los labios, mientras analizaban en directo con las cámaras.

—Macho, ¿se te ha ocurrido a ti solo o te sentó mal la partida que perdiste ayer? —le peguntó con sorna Yunke.

—Estoy alucinando. Por un momento creí que habías perdido la cordura, pero ahora que lo pienso más detenidamente, hay veces que lo ficticio supera lo real, así que toda precaución es poca.

—Es cierto, me ganaste. Mi mente estaba trabajando en otros pensamientos más importantes que la partida, y hacedme caso si os digo que ya he tomado medidas a la hora de hablar entre nosotros. No hay micrófonos y la única cámara que hay en esta zona es la de la torre de vigilancia cerca de la orilla, pero por la posición que tiene, si movemos la sombrilla en su dirección, solo nos grabará las piernas; de esta manera, sabrán que estamos, pero no verán nuestros movimientos —aseguró Adán.

Después de colocar el parasol, Adán les explicó a los dos hermanos cómo ejecutar el trabajo que tenían que realizar dentro de La Zona cuando los llamaran, ya fuese con fines de procreación o con cualquier otro propósito. En una de las pausas de la conversación, Adán fue deslumbrado por un rayo desde la otra orilla y, al ver como se movían los arbustos de detrás de la alambrada, les hizo entender que esperaran un momento, que iba a comprobar algo. Acto seguido, se dirigió a la alambrada y cruzó de una orilla a otra por unas piedras. Cuando llegó al seto, se quedó quieto y escuchó como una voz le susurraba:

—Adán, no hables ni te muevas. No te asustes, somos amigas. Os vamos a sacar de ahí, pero necesito a alguien de confianza dentro y ese eres tú. Te hemos observado y eres el indicado. Lo más importante por ahora es que solo tú conozcas nuestro plan.

Adán se giró y siguió las indicaciones de quien fuera que estuviera al otro lado de la alambrada. Sin embargo, estas fueron interrumpidas por un murmullo que procedía de la otra orilla. Eran Yunke y Abel, avisándole del acercamiento de la figura de Goliat, que parecía abatido. Sin pensarlo dos veces, Adán regresó para encontrarse con el más fuerte de los hombres del centro educativo, ahora La Zona, pero no antes de que la voz de más allá de la barrera metálica le dijera, subiendo levemente el volumen, que mañana volviera a la misma hora.

Abel y Yunke recogieron a Goliat, lo sentaron y le preguntaron qué le había ocurrido. Este levantó la cabeza, cerrando un poco los párpados y les contestó que no recordaba nada. Nada más llegar, Adán le preguntó cómo se encontraba y le ofreció agua. En cuanto bebió, dejó que se habituara mientras se comunicaba por gestos con los otros dos, indicándoles que le dejaran respirar.

—Me encuentro mal, pero mejorando.

—¡Cuéntanos con detalle! ¿Dónde has estado todos estos días? —le preguntó Adán con un tono de preocupación.

—¡Nos alegramos de tenerte de nuevo con nosotros!

—¡Te echábamos de menos! ¡Esto no era lo mismo sin ti!

—¿Cómo que todos estos días? ¡Si recuerdo que estuvimos aquí ayer…! —intervino Goliat ciertamente extrañado.

—¿Sabes qué fecha es hoy?

—20 de marzo.

—Mira tu PV —le pidió Adán, dándoselo.

—¡Dios mío! ¡No recuerdo que hayan pasado varios días! —exclamó Goliat, mientras examinaba la fecha en el aparato.

—Tranquilízate. Irás recordando con el tiempo —dijo Yunke, tratando de calmarlo.

Abel cogió del brazo a Adán y, tirando de él para alejarse de Goliat, preguntó si podían hablar:

—Yunke, tú también. Goliat, espera aquí. Volvemos enseguida.

Una vez que estuvieron a suficiente distancia como para que su amigo amnésico no escuchara la conversación, empezaron a hablar del estado en el que lo habían dejado. Adán, sin decir nada de la persona con la que habló detrás de los cercos, se dirigió a los hermanos:

—Sabéis que con Goliat no podemos estar seguros, así que a partir de ahora las conversaciones las tendremos cuando él no esté delante.

—Me duele, pero como siempre tienes razón.

—¿Cómo vamos a dejarlo fuera habiendo sido el único que ha arriesgado?

—Yunke, vamos a pensar por un momento que nuestro amigo tiene una misión bajo hipnosis o cualquier otro tipo de control mental para que nos vigile y lo comunique como espía. ¿Te gustaría estar casi desnudo en una equis metálica, con las muñecas y los tobillos agarrados con cinturones, mientras te riegan con agua para que cientos de voltios pasen por tu cuerpo con mayor facilidad? —preguntó Adán sarcásticamente.

—Yo no sé para qué abro la boca. Cada vez que digo o hago algo que creo que es justo, se vuelve del revés. Macho, tengo que decir lo mismo que Abel. Como siempre, tienes razón.

—No quiero volver a probar esa experiencia, pero vosotros sois vírgenes en el campo del dolor. Por eso, no están tan paranoicos como yo. ¿Acaso no escucharon los gritos de dolor de nuestro hermano?

—Ahora mismo creo que deberíamos preocuparnos del grandullón y quedar mañana sin él, engañándole, aunque sé que eso os va doler.

Los dos hermanos aceptaron la propuesta y volvieron con Goliat para darle lo que iba necesitando psicológicamente.

Al día siguiente, se reunieron donde siempre y mandaron a Goliat a otro lugar por si volvía, cosa que haría, ya que ese sitio sí lo recordaba bien. Así les daría tiempo a planear, y a Adán a acercarse a la alambrada de la otra orilla. Al rato de estar sentados, moviendo ficha tanto en el tablero como en el plan de huida que estaban tejiendo, Adán volvió a ver el mismo rayo de luz del día anterior. Los otros no se dieron cuenta, así que se levantó y caminó en busca del punto del cual procedía la luz. Una vez allí, después de haber cruzado el río y colocarse en la otra orilla de espaldas a los demás, la voz de mujer que él esperaba comenzó a hablar.

—Hemos conseguido dejarte un PV sin que lo detecten, pasándolo por un túnel bajo tierra, con todos los detalles de la huida. Además, trae los programas necesarios para otras labores que tendrás que llevar a cabo. Sois importantes, pero no tanto como para que yo arriesgue la vida viniendo por segunda vez aquí. Ahora, coge el aparato y estúdialo en secreto. Nadie pude saberlo —dijo aquella voz lentamente.

—Yunke y Abel son de máxima confianza.

—Adán, por favor, sé que eres un hombre astuto. Sabes de sobra que es mejor solo. Ahora me iré y no tendremos más contacto de este tipo.

—Al menos, dime tu nombre. Eres la primera persona, hembra además, o eso creo, que conozco fuera.

—No debería hacerlo, ya que si te torturan, lo dirás. —Después de un largo silencio, la voz desconocida decidió finalmente identificarse—. Mi nombre es Anturia.

Adán intentó hacerle más preguntas, pero ya no obtuvo respuestas. Miró hacia donde estaban los tres hombres —Goliat había vuelto ya— y vio cómo se daban y pedían explicaciones unos a otros. Cogió el PV y lo analizó un instante. Lo volvió a enterrar con cautela y regresó con ellos.

Veinticuatro horas después, Adán salió antes que los demás para desenterrar el aparato y estudiarlo. Se sentó solo bajo la sombrilla, sin que ninguno sospechara nada. Al cabo de una hora, empezaron a llegar. El último en hacerlo fue Goliat, ya que lo avisaban una hora más tarde para poder hablar de la idea de fuga que Adán tenía en mente, que nada tenía que ver con la que se le vino a la cabeza al ver los planos de La Zona y las posibilidades que le ofrecía aquel aparato, pero se mordía la lengua. Eran tres los conflictos que debía resolver: uno, la posibilidad de que Goliat hubiera hablado y les reservaran a los tres la misma suerte que a su amigo; dos, las mentiras que tenía que inventarse para su plan de fuga cuando hablaba con los otros dos, y tres, todo lo relacionado con aquel aparato y la gente de fuera.

Cada vez que podía, Adán aprovechaba para aprender más sobre los planos y sistemas de seguridad del lugar y, lo más importante, averiguar dónde se esconderían después de cruzar la alambrada. Si lo lograban, iría hasta Wasserbau, una zona de arboleda frondosa situada a dos kilómetros, en la que había un embarcadero. Pasado un tiempo, Adán aprendió todo lo que necesitaba para escapar de allí, exprimiendo al máximo las prestaciones que ofrecía el PV. Tenía que pasarles el aparato a los demás durante un minuto cerca de los nanolocalizadores para que el programa descodificara la secuencia que los desactivaba, pero esto lo harían justamente antes de que la alambrada fuera flanqueada, con objeto de que las Firmes fueran alertadas lo más tarde posible. Como mínimo, se perderían diez minutos y él sabía que con esos tiempos algunos o todos no lo conseguirían. En las instrucciones del PV se especificaba por qué era fundamental salvar a Adán; de hecho, él era la misión principal y los demás la misión secundaria. No se le dio más sobre qué organismo le estaba ayudando; de esa forma, si el aparato caía en manos de las Firmes, no habría ningún dato de la República El Cambio.

 

Uno de los cometidos de Adán era hacerle un bucle a la cámara que había en la torre que los vigilaba. Para ello, tenía que distraerla de algún modo. Causalmente, Yunke se hizo una herida y empezó a gritar. La cámara lo enfocó desde arriba. Entonces, Adán aprovechó para trepar en sigilo y colocar el PV modificado cerca de ella. Tocó una serie de iconos en la pantalla para que se fuera llenando el porcentaje, que quedó al 90 %. Cuando la cámara se giró tratando de localizar el origen de aquel desorden, Adán se escondió, quedando enganchado a los hierros de la torre, así que tuvo que hacerle señales al falso herido para que volviese a llamar la atención. En ese momento, el ojo artificial volvió a centrar la atención en su amigo, lo cual le sirvió para completar el porcentaje y dejar un círculo de vídeo, en el que aparecían los cuatro sentados en su mesa favorita, jugando al Alquerque.

Otra de las misiones era abrir la alambrada, que no estaba electrificada, salvo cuando era cortada o arrancada intencionadamente. Por suerte para ellos, el aparato contaba con un láser de corte rápido para el metal, con lo cual tendrían que pasar sin tocar los bordes que quedaran después de hacer el agujero.

La última de las complicaciones tenía que ver con la sincronización, es decir, que todos estuvieran juntos en el momento de la fuga en el lugar previsto, pero ese trabajo se lo dejaría a los dos de confianza.

Por fin llegó el día tan esperado por Adán. Todos habían sido avisados del lugar de la reunión un día antes; sin embargo, no todos estaban de acuerdo en escapar, debido a los privilegios y a la vida confortable que llevaban. Incluso Abel le dijo a Yunke que uno de sus hermanos le intentó convencer de que lo correcto sería decírselo a las Firmes por los interfonos, ya que de no ser así, todos pasarían por un duro castigo. Entonces, le dijo que si no quería participar, lo entendería, pero que la traición hacia ellos como hermanos era imperdonable y que, aun así, esperaba un buen acto por su parte.

Adán aprendió a colocar la fecha de la salida con el PV para enviársela a las personas de fuera, con objeto de que pudieran estar preparadas ese día a la hora prevista. Las Firmes captaron una señal y reconocieron la fecha y la hora, pero el lugar no, ya que este nunca se mandó. Estuvieron investigando desde qué parte de La Zona había sido enviada la señal. Adán había mandado los datos desde el otro extremo de ese lugar, marchándose de inmediato y dejando conectado el inhibidor de señales. Aquel aparato también se cargaba con medios solares y cinéticos; sin embargo, Adán con lo previsor que era llevaba ese día la carga al 100 %.

Desde que Adán envió el mensaje, la vigilancia había aumentado y los sobrevolaban pequeños drones. Él tenía la esperanza de que no apareciera ninguno en el momento de la evasión. Nueve de los diez se encontraban reunidos en la mesa favorita de los cuatro amigos, cuando Adán se dirigió a ellos:

—Esto es lo que vamos a hacer. Vamos a ser valientes. Pase lo que pase no miraremos atrás y conoceremos el mundo más allá de castigos, muros y alambradas.

—Hermanos, yo me quedo, porque como dice el vetusto refrán que aprendí de mi PV, más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Aun así, buena suerte —dijo uno de ellos antes de ponerse en pie y marcharse.

Los ocho que quedaron se miraron y escucharon a Adán dar todas las órdenes. Él ya había lanzado el comando de conectar el bucle desde su nuevo juguete electrónico, así que se pusieron a caminar, cruzando el río Havel para ir hasta donde les había indicado el astuto del grupo. Ahora la duda era si cortar primero la alambrada, o bien, inutilizar temporalmente los localizadores implantados dentro del cuerpo, que solo se podían extraer con material quirúrgico de precisión y personal cualificado. En cualquier caso, las alarmas saltarían y se les echarían encima.

Adán se preparó cerca de la valla de alambre y empezaron a llegar. Primero, Yunke, Abel y otro de los Sometidos de raza amarilla. Les fue colocando el aparato en el pectoral izquierdo, justo al lado del esternón, apartando la ropa. En la pantalla de este se volvía a llenar la barra de estado hasta el 100 %, quedando verificada la anulación temporal. Yunke fue el primero en quedar libre de una de sus ataduras. Adán lo echó a un lado para seguir con Abel, que no dejaba de moverse de la angustia que sentía por lo que le estaban haciendo, tanto que el portador del PV tuvo que reprender a su amigo al ver que la barra de porcentaje se cortaba cada vez que se despegaba de la carne. Después de quedarse inmóvil y preocupado durante un rato, el localizador se desconectó. Ahora solo quedaba el tercero, y más allá estaban Goliat y tres más de los hombres Alfa.

En ese momento, empezó a sonar una alarma con unos sonidos desconocidos hasta ahora para ellos, y el más pícaro de los hombres gritó:

—¡Rápido venid todos! ¡No os demoréis! No quiero saber qué castigo prepararían si nos atrapan escapando!

Adán le colocó el PV al macho amarillo y, tras pasar unos segundos, el trasmisor de este quedó incapacitado. Al ver que los otros todavía estaban cruzando el río se acercó el artilugio a su torso y aprovechó ese tiempo para desconectar su nanolocalizador. De repente, aparecieron tres Foucault (bolas gigantes con suspensión Cardan), rodando y acercándose rápidamente a los más alejados de la alambrada. Los vehículos se pararon a cincuenta metros de los tres hombres que estaban con Goliat. Dos de ellos quedaron rezagados al pararse a contemplar aquellas esferas, sin tener la menor idea de que se abrirían y del interior de cada una saldrían dos Firmes equipadas con trajes de asalto verde selva, armas eléctricas, escudos transparentes y los rostros cubiertos por cascos con viseras cerradas de espejos dorados.

Cuando los dos varones se percataron de lo que salió de aquellas bolas, no les quedó más remedio que correr o luchar. Gritaron y decidieron luchar. Fue entonces cuando una de las Firmes empujó con el escudo a uno de ellos, haciéndole que cayera al suelo, mientras su compañera disparaba al otro una carga eléctrica, dejándolo inconsciente en el acto. El que fue derribado se levantó y se colocó en la guardia natural de defensa, ya que nadie les había enseñado nada en las artes de combate cuerpo a cuerpo; sin embargo, tenía el coraje suficiente para enfrentarse a lo que viniera. Sabía que el castigo iba a ser muy severo, pero incluso así lucharía para dejarle más tiempo a los demás durante la escapada. La Firme que lo empujó tiró el escudo y el arma, se quitó el casco y se soltó el pelo, dejando ver el rostro de una bella mujer. Esto hizo que el hombre aflojara la guardia. Ella, diestra en la técnica SAL, se acercó, haciendo que él retrocediera.

—Bellas, pero letales tengo entendido —afirmó el Sometido.

—¡No hablaremos con el sexo que ha ido destruyendo el mundo poco a poco y casi lo consiguen! ¡Si por mí fuera, estaríais todos muertos!

—¿De qué me informas? No tengo conocimiento de tales actos de los hombres. Al menos, de los de aquí.

La mujer le hizo un gesto a su compañera para que no actuase. Ella quería lidiar con el macho, así que se empezaron a estudiar mientras giraban lentamente, mirándose a los ojos. La hembra atacó con una patada frontal, pero él logró esquivarla por el exterior, quedando espalda con espalda. Durante el movimiento de descenso de la pierna, ella le agarró la cabeza, elevando las manos por encima de uno de sus hombros, haciendo tracción, a la vez que se agachaba para que su espalda, cadera y brazos lo proyectasen. Tras rodar por encima de ella, lo abatió y se quedó de pie, observándolo. El hombre intentó levantarse, pero no lo consiguió. La Firme lo noqueó con otra arma pequeña que colocó en su cuello, regalándole unos cuantos amperes.

Los siguientes eran Goliat y otro hermano que ya estaban cercados por las otras cuatro Firmes. Apenas tuvieron oportunidad de escapar, ya que a unos metros lanzaron unas redes que los atrapó. Mientras forcejeaban la red, una de ellas se acercó y los aturdió en ese mismo instante con una vara eléctrica. El aviso de pérdida de constantes vitales de Goliat saltó en los comunicadores de las guardias más leales a Luz y Médula. Su corazón estaba tan debilitado por las descargas anteriores que no soportó esta última, así que levantaron la red apresuradamente y entre dos de ellas cogieron el cuerpo del grandullón, lo introdujeron en una de las esferas Foucault y regresaron por el camino que habían venido. Entre tanto, Adán había tenido tiempo de cortar la alambrada con el láser del PV modificado. La electrificación de la malla se había activado y no podían rozarla o quedarían sin sentido. El más sagaz del grupo iba abriendo paso a los demás, que cabían justos por el hueco. Yunke fue el primero en pasar al otro lado, llevándose un sobresalto cuando Anturia y Aspen, vestido de mujer como siempre (Azalea), salieron a su encuentro de entre los arbustos.

—¡No me deis corrientes! ¡Obedeceré! —suplicó Yunke, tirándose al suelo de rodillas con las manos en la nuca.

—¡En pie! ¡Somos aliados, esto es un rescate! —gritó Anturia.

Yunke miró hacia arriba y vio que el vestuario de aquellos miembros de la República no eran tan sofisticados como los de las guardias de La Zona. Se levantó lentamente y se dirigió a ellos:

—¡Rápido, llegan las Firmes y todavía falta por sacar a los demás! ¡Ayudadles!

—Azalea, dirígete a la malla y dispara a las Firmes. Voy a darle instrucciones de por dónde debe ir, para que así este Sometido se salve de las garras de Luz. Enseguida voy, no te dejaré sola en la batalla —dijo Anturia.

Al tiempo que Abel estaba pasando por el hueco, dos de las guardianas se acercaron a ellos y comenzaron a disparar sus descargas eléctricas. Los Sometidos bailaban para esquivar tanto las centellas como el cañón automático de la torreta más cercana. Entre los huecos de la alambrada, Azalea disparaba sin piedad fuego mortal, hiriendo a la más próxima y dejándola incapacitada para seguir. Su compañera corrió para cubrirla con el escudo, al tiempo que seguía lanzando su ataque.

Anturia ya había llegado hasta la torre y la destrozó con una granada ante el asombro de Abel y el hermano que quedaba. Las dos integrantes del grupo de las Frías que habían venido en su ayuda seguían disparando. Lograron matar a una de las Firmes que iba más retrasada. Otra quedó herida y una compañera de mayor rango trataba de protegerla con su escudo, mientras guardaba su arma para tirar de ella y retroceder.

—¡Pide refuerzos y ayúdame!

—¡Están en camino! ¡X por la unión!

Aunque esto no había ocurrido antes, en la sala de control de La Zona estaban avisadas para que mandaran más unidades cuando alguna de las guardias muriera o resultara herida.

—Abel, corre y sigue las huellas de Yunke —le indicó Anturia.

Abel, cada vez más asombrado, se preguntaba cómo esa mujer sabía sus nombres. El macho de color amarillo pasó rápido, seguido de Adán, entre ardor eléctrico y fuego real. Las Firmes tenían órdenes de no matar a ningún hombre de La Zona y no utilizarían otro tipo de armamento mientras siguieran estas normas. Llegaron rodando más Foucault. Adán rozó la malla, cayendo inconsciente en manos de Azalea. Este dejó de disparar, guardó su arma, cogió a Adán y se lo echó al hombro. Echó a correr mientras Anturia los defendía, disparando por la rotura de la cerca. Todos retrocedían. Entonces, Azalea sacó una jeringuilla de adrenalina avanzada para inyectarla en el muslo de Adán, quien a los pocos segundos despertó. Se bajó de Aspen —él no sabía que era un varón— y corrió en la misma dirección que todos. Minutos más tarde fue alcanzado por Anturia, que le gritó:

—¡Corre! ¿Has desconectado los localizadores?

—¡Goliat, tenemos que ir a por él! ¡Y sí, he hecho lo que me dijiste! Todas las barras en el PV al 100 %! —contestó Adán.

—¡Hoy no, es imposible!

Las Firmes empezaron a traspasar el orificio de la malla ya desconectada, persiguiendo a los escapados que huían no muy lejos, pero ya no eran visibles. Pidieron vista aérea y naves de rastreo, aunque ellos ya habían llegado a otro afluente del río Havel, donde tenían preparada una embarcación triangular de clase Yasen-M, con una capacidad para veinticinco personas. Escaparon sin dejar de mirar atrás, cruzando uno tras otro el embarcadero para entrar en el barco, buscando una seguridad desconocida. Cerraron las puertas inmediatamente y les fueron colocando a los tres Sometidos unas capas electromagnéticas que impedían la localización, ya que la maniobra de Adán era temporal. Yunke, que había llegado antes, ya tenía capa.

 

Las guardias llegaron al sector donde estaba el navío, que se alejaba acelerando en dirección al mar. Preguntaron qué hacer y les contestaron que utilizaran todo el armamento que tuvieran. Las Firmes de La Zona lanzaron una marcadora que se adhirió al casco, para que los siguiera y rastrear la señal desde el cielo. Sin embargo, esta nave rompía el agua con la quilla y se sumergía en el río, que este año llevaba una profundidad suficiente como para no ser visible a simple vista. Las dos tripulantes fueron alertadas por el ordenador de la presencia de un objeto extraño en la superficie y desataron un PEM exterior, con el resultado de la supresión de actividad del marcador. Cuando llegó al mar, el submarino tomó más profundidad y se perdió en las aguas.

—Siento lo de vuestros compañeros. Lo intentaremos de nuevo en otro momento, aunque será mucho más difícil, y más si los cambian de lugar —dijo Anturia.

—No podemos dejarlo. Goliat es nuestro hermano —comentó uno de ellos afligido.

Pasados unos minutos, Anturia se dirigió con una sonrisa a Azalea para romper la triste situación:

—Te ha salido competencia, querida amiga —expresó con ironía.

Aspen le indicó con la mirada que se dejara de juegos con su identidad.


Durante el trayecto se iban poniendo al día. Todos estaban nerviosos y preguntaban a la vez, sin control, hasta que el organizador de la fuga puso orden.

—Gracias, Anturia, Azalea y a todos. Decidme que va a merecer la pena haber dejado atrás a seis hermanos, viviendo cómodamente a excepción de los castigos que nos propinaban, porque supuestamente no cumplíamos las reglas. Aunque parezca que solo busco mi interés, ¿qué beneficio vamos a tener con vosotros? —preguntó Adán.

—Adán, esta aventura merece la pena. Siempre jugando a las Damas… No te lo he dicho, pero te he dejado ganar estas últimas partidas, ya que estabas usando la misma táctica. Tenías que sentir el liderazgo para que no te distrajeras en tu misión —le confesó Yunke.

—¿Por qué confiar en vosotros, los de fuera? No os conozco, ni tengo información. Según los PV, solo tenemos los archivos que ellas quieren —comentó Abel.

—Todas vuestras preguntas serán contestadas. Además, tendréis más datos de los que necesitéis, incluso explicaciones sin buscarlas —añadió Anturia.

Los acomodó en una pequeña sala de reuniones que había en el submarino. Cuando se sentaron, la velocidad se redujo, porque ya estaban fuera de peligro. Las rejas que protegían las cristaleras se recogieron, dejando ver el gran azul.

—Lo primero, bienvenidos a todos. Sois originales, ni clones, ni copias, ni nada parecido. Luego os daremos unos comunicadores tipo PV, con los que podréis hacer vuestras búsquedas, pero los archivos que contienen se borrarán igual que en el que le di a Adán hace unos días por motivos de seguridad. Lleváis siete años desaparecidos, sois inmunes a un virus que mata a los machos de la raza humana. Luz, esa pérfida mujer a la que ya conocéis algunos, os seleccionó de entre todos los hombres que no murieron a nivel mundial y os borró la memoria, y ya sabéis lo que os hacen para su disfrute y procreación. Somos la República El Cambio y luchamos por el cambio de este mundo, para que el gobierno dictador, regido por Médula y Luz caiga, y los hombres vuelvan a ser libres para repoblar.

Después de descansar, leer o escuchar el contenido de los aparatos que les habían dado, Anturia, Adán, Abel, Yunke y el de facciones asiáticas se volvieron a reunir.

—¿Qué habéis decidido? —preguntó Anturia.

Adán y los demás habían votado a favor de luchar por El Cambio. La otra opción era quedar libres, solos e indefensos. Para ellos, la idea de volver o ser capturados era inviable.

—¿Y tu amiga? Me gusta. Le quería decir algo, pero no la he escuchado hablar. Me resulta enigmática y silenciosa —dijo Yunke.

—Déjate de mujeres. Estamos metidos en una guerra. Céntrate —le replicó Abel.

—Haz caso a tu amigo. Deja en paz a Azalea o lo que te hará no será nada comparado con lo que te haría Luz de Diamante. Si conseguimos ganar poco a poco batallas como esta y otras que ya hemos tenido, los pilares en los que se sustenta este régimen caerán, y quiero que gritéis conmigo la frase de la victoria en nuestras misiones: ¡Por El Cambio!

Al no obtener respuesta por parte de ellos, Anturia subió el tono de voz y les arengó que había que sentir la destrucción de la idea de la aniquilación del hombre, así que repitió la frase con más fuerza. Entonces, sí la siguieron todos.

—Una última pregunta. El PV me ha resuelto todas las dudas menos una… ¿Tengo familia? —preguntó Adán.

—Sí, mujer e hija. Ya te hablaré de ellas a solas —contestó Anturia.

Dentro de La Zona quedaron sin castigo dos Sometidos que ni quisieron escaparse ni ayudaron en la fuga; otros tres aturdidos, con castigo, y Goliat, sin pulso. Mientras tanto, los cuatro escapados se dirigían en la nave subacuática a una base en las costas de la antigua Francia.

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