Silvia Infantas

Tekst
Loe katkendit
Märgi loetuks
Kuidas lugeda raamatut pärast ostmist
Šrift:Väiksem АаSuurem Aa

CAPÍTULO II

LA JOVEN Y HERMOSA CANCIONISTA

Lo primero que canté fueron canciones melódicas y tuve mucho éxito. Pero después me empezó a gustar el folclor y decido quedarme con esto. Porque es lo mío.

Silvia Infantas.

¡Su voz y su temperamento la hacen acreedora al estrellato. Creemos no equivocarnos al decir que en unos años más Chile será pequeño para ella.

Revista Radiomanía, agosto de 1943.

En un auditorio de radio

“La emisora de todos los hogares” rezaba el lema con que la Radio Prat se presentaba a comienzos de la década del 40 en Chile, época en que la radiotelefonía era el medio de comunicación y de entretenimiento popular por definición entre las audiencias del país.

Eran años de visitas de artistas internacionales a los locutorios de esas emisoras, de orquestas completas activas bajo el alero de las estaciones más importantes, de grandes producciones de radioteatro y de shows con público en vivo en los auditorios de las radios.

La Quintrala se llamaba uno de esos salones, perteneciente a la citada Radio Prat y abierto hacia 1943. “Será un acontecimiento artístico la inauguración del auditórium de C. B. 97”, se lee en una nota de prensa previa al acontecimiento. “Con extraordinario éxito se iniciaron los desfiles artísticos de Radio Prat en el Auditórium La Quintrala”, es otro titular de los mismos días en la revista Radiomanía, junto al detalle del elenco musical de la emisora.

La sola enumeración de tal cartel de atracciones en esas páginas parece traer consigo el eco de la música y los espectáculos ofrecidos desde entonces en el salón auditorio de Radio Prat. Son referidos ahí conjuntos como Los Veracruzanos, el Trío Vergara y la Orquesta de Isidro Benítez, junto a apelativos que de tan sonoros bien pueden haber sido seudónimos o lo parecen, como los de Silvio Juvesi, Federico Waelder, el argentino Gonzalo Amor y Alba Mery: “La voz gris de La Quintrala”.

Figuran también el elenco de comedias de Eglantina Sour y Fernando Podestá, “considerado como el conjunto radioteatral más popular, y que en el concurso organizado por Radiomanía lleva el mayor número de votos a su favor”, según informa la citada revista. Y junto al grupo Guadalupe y sus Aztecos aparece destacada en las mismas páginas la conjunción de “tres de las más populares cancionistas chilenas”, entre Olguita Núñez, Diana Reyes y Silvia Infantas.

Impresos en el papel hoy sepia de la prensa de entonces, esos nombres son, además de un ejercicio de memoria, una prueba de trascendencia. Entre ellos está la evidencia de cómo la posteridad es un destino ganado por algunos más que por otros. Y confundida entre Diana Reyes, Olguita Núñez, Silvio Juvesi, Federico Waelder, Gonzalo Amor o Alba Mery, “La voz gris de La Quintrala”, todos nombres y apellidos del recuerdo, una sola mujer estaba encaminada en esa troupe a ganar el reconocimiento mayor del público durante las próximas tres décadas en la música popular de todo el país.

Una de esas tres populares cancionistas chilenas era la más promisoria: Silvia Infantas.

De huasos y aires rurales: lo que llamamos folclor

Las noticias difundidas por radio o impresas en primeras planas y páginas internacionales de los diarios eran las de un mundo crispado por la guerra durante esa temporada.

Para 1942 había entrado en su tercer año la Segunda Guerra Mundial, en frentes paralelos entre los primeros bombardeos aliados sobre Alemania, la nueva incursión de los países del Eje contra Unión Soviética, el choque de fuerzas inglesas y alemanas e italianas en África del Norte o la ofensiva estadounidense contra Japón tras el bombardeo a Pearl Harbor ocurrido en diciembre del año anterior.

Aunque la conflagración arreciara, faltaba todavía un año para que Chile rompiera relaciones con el Eje, en 1943. Pero al respecto se anticipaba el célebre dibujante y también pionero cineasta chileno Jorge Délano, más conocido como Coke, quien caricaturizaba al Presidente Ríos, indeciso ante la opción de sumarse al bando de Estados Unidos y las fuerzas aliadas, en la portada de la revista de sátira política Topaze en julio de 1942.

Desde el 1 de febrero de ese año era Presidente de Chile aquel hombre: el radical Juan Antonio Ríos, sucesor de Pedro Aguirre Cerda, también radical, quien había muerto el 23 de noviembre del año anterior antes de concluir su mandato. Bajo el gobierno de Ríos fue creada la empresa cinematográfica estatal Chilefilms en el mismo 1942, parte de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), fundada por Aguirre Cerda. También en 1942 fue inaugurado el Premio Nacional de Literatura, ganado en esa primera versión por el escritor Augusto D’Halmar.

Tres años más tarde, la poeta chilena Gabriela Mistral iba a merecer el Premio Nobel de Literatura, en 1945, con la consabida paradoja local de que solo seis años después recibiría el Premio Nacional, en 1951. Antes de dichos reconocimientos, la autora que para entonces había publicado los libros Desolación (1922), Ternura (1924) y Tala (1938), cultivaba un menos advertido oficio de cronista musical. En diciembre de 1940 firmaba en el diario El Mercurio el artículo “La música americana de Los Cuatro Huasos”, en el que atribuía con entusiasmo a ese conjunto un despertar del folclor chileno en respuesta al “jazz, la cancioncilla francesa y la italiana”.

“El fervor de lo nuestro estaba solo adormecido, como la culebra enrollada, pero bien viva. Nuestro folclor se desperezó, se sacudió y se echó en la liza, a competir con toda la forastería”, se lee en ese artículo, tras un enunciado inaugural elocuente y en primera persona suscrito por la poeta: “Los cuatro cantadores chilenos son para mí, antes que otra cosa, los que han salvado nuestros aires rurales, que se perdían e iban a desaparecer”. Es palabra de Gabriela Mistral, impresa en páginas mercuriales: buenos índices de cuál era, por esos días de mediados de siglo que vieron nacer a Silvia Infantas, la concepción dominante acerca de folclor y música tradicional en Chile.

No se conocía rocanrol ni mambo: horizonte sonoro de la década

Los Cuatro Huasos que exalta Gabriela Mistral llevaban ya más de una década de experiencia nacional e internacional para comienzos de los años 40. Solo antecedidos por los pioneros Huasos de Chincolco (1921), se habían iniciado en 1927 y con su aparición consagraron, además, una corriente continuada entre otros por Los Huasos Quincheros (1937), Los Provincianos (1938) y décadas más tarde por Los Huasos de Algarrobal (1966), genealogía de conjuntos huasos que se consolidó como uno de los símbolos más poderosos de la música popular chilena del siglo.

El cuarteto huaso no era en todo caso la única muestra de esta expresión citadina de inspiración tradicional. Otro nombre precursor y también en plena actividad en esa época, esta vez del formato de dúo de guitarras, o de guitarra y arpa, es el del Dúo Rey-Silva (1935), integrado por Alberto Rey y Sergio Silva, señero y duradero en la cueca y la tonada, entre otros repertorios. Y del mismo año data la dupla igualmente histórica de Los Hermanos Campos (1935), popular binomio cuequero integrado por Eleodoro y Marcial Campos.

Entre la música que en sus primeros años escuchaba en la radio una Silvia Infantas todavía colegiala o liceana en Valparaíso, ella ha citado nombres como el de Las Cuatro Huasas (1936), conjunto creado por la destacada cantante y autora Esther Martínez (1903-1989) y coetáneo de otras compositoras e intérpretes chilenas: Petronila Orellana (1885-1963), Derlinda Araya, Las Hermanas Acuña (también conocidas como Las Caracolito) y, por cierto, Las Hermanas Loyola, dúo inicial entre Estela y Margot Loyola (1918-2015) y activo desde comienzos de esa década.

A la vez hacían sus estrenos en emisoras y escenarios del país más figuras de la canción popular. Hacia 1935 aparecía en radios de su natal Valparaíso el cantante Raúl Gardy (1917-1982), tal como en una estación de su natal Rancagua debutaba en 1936 Arturo Gatica (1921-1996). En 1938 irrumpía con gran celebridad la cantante Ester Soré (1915-1996), y en las décadas siguientes iban a desfilar por esos proscenios artistas como Los Cuatro Hermanos Silva (1945), Los Hermanos Lagos (1950), el conjunto Fiesta Linda (1953), con la cantante Carmencita Ruiz (1930-2009); Las Morenitas (1954), Mirtha Carrasco junto a Cantares de Chile y el dúo Los Perlas (1956).

En paralelo a esta poderosa corriente tradicionalista se afianzaban también repertorios más internacionales, fuera en una línea de cantantes con influencias de ritmos sudamericanos, como Raúl Videla (1920-1988) y el Trío Añoranzas que encabezaba el cantor y músico Segundo Zamora (1915-1968), o fuera en una corriente aun más melódica, bien ejemplificada en los nombres de cantantes iniciadas en los años 30, como Rosita Serrano (1914-1997), o en los 40, como Sonia y Myriam, dúo que debutó en 1941, y Carmen Barros (1925), que hizo su aparición en radio en 1944 bajo el seudónimo de Marianela.

Como respaldo de esta mayoría de intérpretes constaba al fin una rica gama de autores y compositores chilenos, vigentes entre las vetas más tradicionalistas y las más cosmopolitas, desde Nicanor Molinare (1896-1957), Armando Carrera (1899-1949), Víctor Acosta (1905-1966) o Gamaliel Guerra (1906-1988), hasta Francisco Flores del Campo (1907-1993), Luis Aguirre Pinto (1907-1997), Clara Solovera (1909-1992), Fernando Lecaros (1911-1976), Armando González Malbrán (1912-1950), Chito Faró (Enrique Motto Arenas, 1915-1986), Donato Román ­Heitmann (1915-2004), Luis Bahamonde (1920-1978) y Vicente Bianchi (1920-2018), entre muchos otros.

En esta cartografía sonora, cueca y tonada son los géneros que imperaban en un gusto popular enarbolado con entusiasmo en torno a la denominación folclórica, mientras vals, tango e incipiente bolero figuraban entre los repertorios internacionales de preferencia. En 1942, año en que se disponía a debutar una joven y desconocida cantante llamada Silvia Infantas, tales eran los horizontes sonoros más difundidos. Para la aparición de orquestas bailables de nombres como Huambaly o Ritmo y Juventud, o de astros del bolero internacional como Antonio Prieto y Lucho Gatica, faltaba una década todavía. Para la irrupción en Chile de un nuevo estilo de baile llamado rock and roll iba a hacer falta esperar más aún.

 

Y también al menos una década iba a tener que transcurrir antes de que una mujer venida de San Carlos, provincia de Ñuble, llegara a hacer una transformación más profunda de todo este escenario previo, en primera instancia a partir de sus investigaciones sobre el folclor en terreno desde 1952, y en último término gracias a la inmensa creación personal que iba a rubricar bajo el nombre de Violeta Parra. Por ahora, la fiesta de la música chilena era entendida en su mayoría como la festividad típica de una cueca o la cadencia cansina de una tonada.

Con un ligero temblor: el debut en la radio (1942)

Una constelación de 18 radios daba forma al dial de amplitud modulada que sintonizaban las y los radioescuchas de mediados del siglo pasado en Chile.

Eran estaciones de nombres hoy remotos, como La Reina en el CB 62, Prat en el CB 97, La Americana en el CB 130, o Cervantes, El Mercurio, Continental y O’Higgins hacia el final del espectro, que convivían con unas pocas emisoras todavía hoy persistentes en el bajo perfil AM del siglo XXI, entre Nuevo Mundo, Yungay y Sudamérica, y con grandes radios de la época, como Agricultura, Chilena, Santiago, Cooperativa Vitalicia, Bulnes, Minería, Corporación y Radio del Pacífico.

Por espacio de los 10 años iniciales de su carrera, Silvia Infantas se hizo escuchar a lo largo de nueve radios, la mitad exacta de ese dial. Seguir su trayectoria es tomarla de la mano y dejarse guiar por los espacios en los que circulaba el trabajo de un artista de la radiotelefonía chilena de su tiempo, además de advertir lo prometedor de sus primeros años, figura destacada en varias de las estaciones más importantes del momento.

Supieron de ella los locutorios y auditorios de radios Antártica, Prat, Corporación, Agricultura, El Mercurio, Minería, Nuevo Mundo y, las primeras dos de ellas, Cooperativa Vitalicia, en el CB 76, y Bulnes, en el CB 89. Todo partió en agosto de 1942, en Cooperativa, según se lee en una nota de la revista Ecran del año siguiente, temprano artículo de prensa guardado en el archivo de la cantante junto a añosos recortes donde a menudo su nombre figura escrito como Sylvia.

Tenía 19 años. “La feliz intérprete de la canción chilena” era llamada en esos días. “La tonada es el género preferido de Sylvia Infantas, destacándose en la interpretación que hace de ‘Una pena y un cariño’ [composición de las hermanas Lily y Mercedes Pérez Freire] y ‘Racimito de uva negra’, de Donato Román, que ella estrenara con mucho éxito”, reporta una de esas páginas. “Interpreta música chilena de preferencia”, añade otra publicación acerca de su trabajo en radio Bulnes el mismo año.

Radio Antártica, antecesora de radio Santiago, en el CB 70 del dial, figura también entre las estaciones que registraron por entonces el paso de Silvia Infantas. Allí coincidió con un joven Javier Miranda en una audición nocturna llamada “Arte”, secundada por Jaime Celedón, quien daba también sus primeros pasos en la radio. “Sylvia Infantas, una de las buenas voces de radio Antártica, emisora por cuyos micrófonos canta los días martes, jueves y sábados a las 21.15”, informaba la revista Vea. “Cumple agradable labor la juvenil Sylvia Infantas: estrella de CB 70”, es otro titular de esa temporada, con referencia a su padre, el cantante lírico Jorge Infantas, junto a adjetivos sumados con auténtico entusiasmo para el desempeño de la cancionista:

“Mantiene su temporada en CB 70 Radio Antártica la joven y celebrada cantante melódica Sylvia Infantas, que es nada menos que la hija del tenor Jorge Infantas. La magnífica cantante, que día a día impone sus condiciones vocales y su extraordinario temperamento interpretativo, anima como figura central las audiciones que se propalan los días martes, jueves y sábados, a las 9.15 P.M.”, se lee en esa información. “Es un espacio agradable y que asume proporciones significativas con la cálida voz de Silvia Infantas”.

El rol de ese hombre, Jorge Infantas, fue determinante en los primeros días de radio de la cancionista. Se lee claro en el mejor resumen de la trastienda de su debut en el dial, registrado en un artículo de prensa de 1947, cuando ya la artista era, además, parte del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica. Allí, junto a referencias al director de orquesta Federico Ojeda y a la estrella argentina de la canción Libertad Lamarque, está un relato vívido y por lo demás chispeante de la primera vez de Silvia en un locutorio radial.

“Sacó siempre nota siete en canto, pero tal vez nunca habría cantado en radio de no haber salido una tarde del brazo –de su padre– a caminar por la calle. Ella y su hermana Iris se morían de deseos de conocer una emisora por dentro y saber si los locutores eran tan antipáticos como parecen cuando leen media hora avisos. [Jorge] Infantas las paseó por el auditorio de lamé de Radio Carrera –hoy Minería– y luego las subió al noveno piso del Barrio Cívico, donde tiene sus estudios Cooperativa Vitalicia. Después que Federico Ojeda les tocó en el piano la ‘Rapsodia en azul’, Santa María –el gerente– le preguntó si sus chicas habían heredado algo de su voz. ‘Sí, las dos cantan en la casa’, le respondió. Y, haciendo colorear las mejillas de Silvia, añadió: ‘Podrías cantar algo, hijita’. Negarse habría sido mal considerado por el dueño de casa, y Silvia accedió a cantar, aunque sin acompañamiento, pues Ojeda había sido tragado ya por el ascensor. Con un ligero temblor cantó el vals ‘Una vez en la vida’ [popularizado por la actriz y cantante argentina Libertad Lamarque]. Al terminar, Santa María la aplaudió, invitándola a pasar a su oficina para redactarle un contrato. ‘Siempre tú tan bromista’, le dijo incrédulo Jorge. Pero la cosa iba en serio y a la semana siguiente Silvia cantaba por CB 76 y postulaba como candidata a Miss Radio de Ercilla. Y no obstante su precipitado estreno en sociedad, llegó finalista y casi da la sorpresa de esa noche de noviembre del 42, en el Caupolicán, tibia, azul y luminosa como la que poemizó Alejandro Flores”.

Publicación de prensa, 4 de marzo de 1947

(archivo de Silvia Infantas).

¿Quiere usted una foto de Silvia?

El concurso Miss Radio era una iniciativa organizada por los periodistas Julio Lanzarotti y Orlando Cabrera Leyva, redactores de la revista Ercilla, en la que tomaban parte señoritas elegidas entre las figuras juveniles de diversas emisoras del dial chileno, y cuyo premio era un viaje a Argentina para actuar en Radio Belgrano de ­Buenos Aires.

Celebrada en 1939 con un espectáculo en el Teatro Victoria, en la céntrica calle Huérfanos de la capital, la primera versión de la competencia fue ganada por una meteórica Ester Soré, cantante que meses antes había hecho su debut en Radio del Pacífico en 1938.

Posteriores merecedoras del cetro habían sido Meche Videla en 1940 y Raquel Ferreyra en 1941. Y para el año siguiente, el de su debut en radio, Silvia Infantas se anotó también entre las postulantes a la corona. Con proclamación oficial incluida, en octubre de 1942.

“Silvia Infantas, candidata proclamada de sectores ferroviarios al Concurso Miss Radio 1942, tiene solo 17 años y reúne voz, belleza y simpatía: merece nota 10”, se lee destacado en otro temprano recorte de prensa. Y no le faltaban apoyos formales, según la misma nota.

“Es hija del ex ferroviario y conocido tenor señor Jorge Infantas. Entre el personal de la Dirección General [de Ferrocarriles] está la mayoría de los dirigentes de esta candidatura, entre ellos Eduardo Infantas, Alicia Díaz, Carlos de la Barra, Fernando Ortiz, Horacio Gana y Luis Velásquez, componentes del conjunto de guitarras que la acompañan por radio. En una gran fiesta realizada por el personal de Mapocho el 11 de octubre fue proclamada oficialmente”.

Aunque Silvia Infantas era artista debutante en radio Cooperativa Vitalicia, para el mismo año figuraba también en el elenco de radio Bulnes, la citada otra emisora de sus comienzos. En Cooperativa cantaba los martes y jueves faltando 15 minutos para las ocho de la tarde, y en Bulnes trabajaba los restantes días de la semana a las nueve y media de la noche, con el consiguiente apoyo de esa estación para su campaña anunciada también por la prensa.

No fue suficiente. Ganadora en 1942 del concurso Miss Radio resultó ser finalmente Carmen del Río, postulante de Concepción, según la propia Silvia Infantas iba a recordar en una entrevista años más tarde. Pero en la candorosa farándula capitalina de la época, la postulación al título de Señorita Radio bien valía para darse a conocer y ganar seguidores, como se lee hoy en ese aviso de radio Bulnes publicado en algún diario del 42:

“¿Quiere Ud. una foto de Silvia? El comité de la candidatura de Silvia Infantas obsequia fotos a sus votantes. Envíe Ud. su sufragio a Emisoras Bulnes y recibirá una foto de Silvia. Actúa en CB 89 los lunes, miércoles, viernes y domingos, a las 21.30 horas”.

Porque Silvia es embriagadora: progresos y vaticinios (1943)

Si Silvia Infantas dio sus primeros pasos en Cooperativa y Bulnes, fue su arribo a la aludida radio Prat al año siguiente el que partió por reportarle mayores reconocimientos.

Con el auspicio de la casa Urmys, “el sello de alta distinción en camisas y corbatas”, que atendía en calle Bandera 507, la radio presentaba en 1943 “a la cancionista Sylvia Infantas, los lunes, miércoles y viernes a las 21.30 horas, por CB 97”, junto al pianista Jorge Astudillo.

Y en esas audiciones sumaba elogios. Era doble el vaticinio de la revista Radiomanía en agosto de 1943. “Su voz y su temperamento la hacen acreedora al estrellato. Creemos no equivocarnos al decir que en unos años más Chile será pequeño para ella (...). Hija de un gran cantante, Jorge Infantas, dará un nuevo timbre de orgullo a su apellido”.

La misma publicación destacaba en esa temporada a “Los cinco mejores números del año” del espectáculo radial nacional: se trataba del dúo melódico Sonia y Myriam, artistas de Radio Sociedad Nacional de Minería; Los Quincheros, entonces atracciones de Agricultura y luego Minería; el Trío Melódico de Donato Román Heitmann, figura de las radios Santa Lucía y Agricultura; el conjunto Los Georgians, de Minería, y Silvia Infantas, de Radio Prat.

Días más tarde, en una página gráfica de Radiomanía en enero de 1944, bajo el título “Los mejores de 1943”, figuran Esther Soré (de radios Agricultura y Corporación) y Meche Videla (Corporación) en el rubro “Cancionista”; Magda y Silvia Infantas (Prat) en “Cantantes melódicas”; Derlinda Araya (Sudamérica) y Nicanor Molinare (El Mercurio) en el apartado “Folclorista”, y Maruja Cifuentes con Enrique Barrenechea (Yungay) como actores de radioteatro.

No habrá ganado el concurso Miss Radio el año anterior, pero Silvia Infantas desplegaba sus encantos y cosechaba auspiciadores. “Esta es Silvia Infantas, que desde Radio Prat canta todas las noches mejorando considerablemente los programas que transmite dicha emisora por cuenta de las viñas de Chile”, informaba la prensa. “Bien elegido el número, porque Silvia también es ­embriagadora”.

En sus palabras: “Ya: hasta aquí llego con el bolero”

Hoy, en retrospectiva, Silvia Infantas reconstituye los repertorios que interpretó en esos primeros días, con prioridad inicial para la “canción melódica”, a menudo de influencia o procedencia internacional, y llamada así en oposición a la música de inspiración folclórica.

–Lo primero que canté fueron canciones melódicas y tuve mucho éxito. Pero después me empezó a gustar el folclor y decido quedarme con esto. Porque es lo mío.

−En ese tiempo inicial como solista, ¿ya actuaba en teatros?

−No, teatros no hacíamos mucho. Hacíamos boites, íbamos al Casino de Viña del Mar. El teatro se usaba cuando hacían unos festivales, en general de varios artistas, con música chilena y muchas veces fuimos nosotros. Trabajamos mucho también en homenajes, festivales que hacían fuera de Santiago, en los rodeos, en el Casino de Viña.

−¿Cómo recuerda ese debut en la radio Cooperativa?

 

−Muy bien, yo canté muchísimo en la radio Cooperativa. Mucho, sola y después con el conjunto. En Cooperativa, en Minería también, donde volvimos muchas veces. La Portales, más adelante: bueno, la Portales yo creo que batió el récord, “porque usted está en el inventario”, me decían. En la radio Antártica también me acuerdo de haber cantado.

−¿Y qué repertorio cantaba en esos inicios? ¿No era folclor ­todavía?

−Folclor y melódico. Yo empecé cantando melódico. Me iba muy bien. Pero resulta que me gustaba muchísimo el folclor también, y cuando cantaba melódico ponía siempre un temita del folclor. Entonces de repente un día me llamaron de una radio cuando estaba actuando ya, y me dijeron: “Nosotros la escuchamos a usted hace mucho tiempo, en un programa que tiene de boleros, más melódico, que usted cantó una tonada”. “Sí, claro”, dije, “porque me gusta mucho la música chilena”. Y dijeron: “Nosotros queremos hacerle una propuesta: si usted podría aceptar un contrato que tenemos pensado, pero de pura música chilena”. “Sí, cómo no”. Y se hizo el programa. Y después de eso nació otro programa muy importante: “Chile, fértil provincia...”, que lo dirigía Manuel Lagos del Solar. Ahí me llamaron especialmente para eso y me correspondió actuar con Los Hermanos Leal. En Los Hermanos Leal estaba Pedro, que después sería de Los Baqueanos.

−¿Eso fue en la radio Corporación?

−En la radio Corporación. Duró como tres años, tuvo mucho, pero mucho éxito.

−¿Y la radio anterior, en la que la invitaron a cantar música chilena?

−La radio Prat se llamaba.

−¿Qué era el repertorio melódico, Silvia?

−Cantaba los boleros de moda en ese tiempo, y con un fantasista (en el piano) especial que ponían. También canté mucho con Astudillo: Jorge Astudillo, en Minería, música melódica, hasta que empecé a tomarle el amor y el cariño a la música nuestra. Entonces, cuando actué en “Chile, fértil provincia...”, dije “ya: hasta aquí llego con el bolero. Me voy a dedicar plenamente al folclor”.

−¿Cuáles eran los boleros que estaban de moda?

−“Mala noche”, por ejemplo [del autor y compositor mexicano Alberto Domínguez, mismo creador de las composiciones “Perfidia” y “Frenesí”].

Entonces Silvia Infantas sonríe y trae de la memoria un verso para entonar a capela.

−Mala noche / tan negra y tormentosa... Una serie de boleros de esa época, muy bonitos. Y el fantasista era muy bueno, sacábamos los discos en el momento. Nos mandaban discos de México, los sacaba él al piano y yo la letra y la melodía, en una noche. Pasaba el dueño (de la radio) por ahí, “¿en qué están?”, decía. “Estamos sacando un tema de moda que nos llegó de México”. “Ah, a la noche no me lo pierdo, lo voy a escuchar”, respondía. Y después, como le digo, pasó todo eso y empecé a tomar el amor y el cariño a nuestra música, porque para mí la música chilena es linda. Me encanta. Y es nuestra.

Chile, fértil provincia: de la cancionista melódica a la cantante criolla (1943-1949)

Las referencias de esa época corroboran y dan cuenta de ese giro paulatino que refiere Silvia Infantas en sus preferencias musicales.

“Sylvia Infantas ha formado un repertorio de canciones internacionales, especialmente boleros, a los que sabe dar una emoción muy personal”, se lee en un artículo sobre su trabajo en radio Prat, hacia 1943, que refiere “sus condiciones de magnífica intérprete del cancionero melódico latinoamericano con el acompañamiento musical de Jorge Astudillo, quien combina los fondos de piano con Solovox”.

“La popular cancionista melódica” o “La joven y hermosa cancionista chilena Silvia Infantas” son apelativos que recibía hacia 1943 y 1944. Y la revista Radiomanía iba más allá y tomaba partido al respecto, en una edición del mismo 1943. “Hay en Sylvia una estilista de fibra: cantando nuestro folclore tiene aciertos magníficos; desafortunadamente, los directores artísticos le exigen que interprete canciones melódicas, y si bien lo hace con justeza y tiene un numerosísimo público que la escucha y aplaude, debería dedicarse por entero a las canciones de nuestra tierra”.

Un lustro más tarde la situación era distinta. Silvia ya era reconocida en el repertorio tradicional mientras sumaba radios a su recorrido. “La bella y destacada intérprete del cancionero chileno” o “Silvia Infantas une a su suave belleza una hermosa voz” son nuevas impresiones de la prensa. “Silvia Infantas es magnífica intérprete de nuestro folclore”, coincide el diario La Segunda en enero de 1949, temporada en que la cantante inaugura en una nueva casa radial, Corporación, uno de los programas destacados en esta primera parte de su historia: el aludido “Chile, fértil provincia...”.

Iniciado en 1949 en el horario de las 10 de la noche en Corporación, el espacio contaba con libretos y dirección de Manuel Lagos del Solar y era animado por Marta ­Oberreuter, Ricardo Neri, Carlos Alberto Palma y el propio Lagos del Solar. En esas audiciones, Silvia Infantas actuaba en compañía de los guitarristas Castillo y Sánchez y del conjunto de Los Hermanos Leal, dúo destinado a reencontrarse con ella en un siguiente capítulo de su recorrido, para la formación de los futuros Silvia Infantas y Los Baqueanos.

Una información de prensa presentaba así la nueva propuesta de la Corporación: “Este interesante programa (...) está destinado a demostrar que nuestro Chile no es solo el tamboreo y el empinar el codo... En ‘Chile, fértil provincia...’ encontramos un interesante desfile de nuestros valores literarios, folclóricos, históricos y artísticos que nos hacen conocer mejor a Chile y, por lo tanto, amarlos más, como dice el ‘eslogan’ del programa (...). En resumen, una auténtica y grata expresión de chilenidad”.

Del mismo modo se lee en el diario La Segunda de esos primeros días de enero de 1949: “‘Chile, fértil provincia...’, como el comienzo de los inmortales versos de Alonso de Ercilla y Zúñiga, así se titula la audición que acaba de iniciar radio La Corporación y en la que participan destacados elementos artísticos. Así como el nombre lo sugiere, esta audición está destinada a divulgar al máximo lo mejor de nuestras canciones”.

Y otra nota del mismo periódico ponía a poco andar el énfasis en los méritos de la cantante. “Esta es la simpática Silvia Infantas, joven artista que está sobresaliendo en la interpretación de las más bellas canciones de nuestro folclor. A través de su voz, de la vida que ella sabe darle, el cancionero chileno llena al alma del oyente y le hace vibrar los sentimientos de profundo amor que siente por esta tierra”.

Solovera, Molinare, Román Heitmann y más: los repertorios

Sobre el cancionero con el que Silvia Infantas fundamentó su definitiva vocación por la música chilena, ella misma daba luces en una entrevista concedida a comienzos de los años 50 para el diario Las Últimas Noticias, con su padre, Jorge Infantas, como primer crédito.

De autoría de Jorge Infantas, la cantante interpretaba para entonces composiciones como la tonada “Chile”, “Te seguiré queriendo”, “Tengo una herida” y “Te esperaré”. De Clara Solovera, la autora y compositora que se había dado a conocer en 1948 con la célebre tonada “Chile lindo” en la interpretación de Ester Soré, cantaba con frecuencia páginas como el vals “Flor de jacarandá”, “Trébol de cuatro hojas” y “Anda a beber al río”, compuesta en especial para Silvia y estrenada por ella.

Del autor Daniel Moreno figuraban en su catálogo obras como “Mi soledad”, “Corazón, corazón” y “Tengo la vida sangrando”. Y, además de la citada y temprana “Una pena y un cariño”, de las hermanas Pérez Freire, la cantante sumaba también a dos referentes mayores en el cancionero popular chileno de la época, entre Nicanor Molinare, con “Cantarito de greda” y “Desde que amanece el día”, y el pianista y director de orquesta, además de autor y compositor, Donato Román Heitmann, con “Río abajo”, “Pascua campesina” y otro clásico popular local: “Mi banderita chilena”.

Olete lõpetanud tasuta lõigu lugemise. Kas soovite edasi lugeda?