Loe raamatut: «Mentiras De Familia»
MENTIRAS DE FAMILIA
DAWN BROWER
TRADUCCIÓN DEL INGLÉS POR ELIZABETH GARAY
TEKTIME
Este es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y sucesos, son producto de la imaginación de la autora o son utilizados de manera ficticia y no deben considerarse reales. Cualquier semejanza con locales, organizaciones o personas reales, vivas o muertas, es totalmente casual.
Kindred Lies 2019 Copyright © Dawn Brower
Artista de portada Victoria Miller
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser utilizada o reproducida electrónicamente o en forma impresa sin permiso escrito, excepto en el caso de las breves citas incorporadas en la reseña.
CAPÍTULO UNO
Amethyst se dirigió hacia un peculiar hotel con amplios pórticos que rodeaban una pintoresca casa blanca. Era en realidad más como un lugar de alojamiento y desayuno que un hotel. Lo que lo hacía aún más atractivo era que tenía una playa privada. Mientras caminaba por el estacionamiento, admiraba las olas rompiendo en la orilla, en una mezcla de rocío blanco y cerúleo. Algo sobre el lago o cualquier cuerpo de agua la relajaba. Cerró sus ojos e inhaló el aroma del agua en el aire. La invadió la tranquilidad y se sintió en el hogar, aunque en realidad no tenía idea de lo que eso significaba.
Abrió sus ojos y continuó su viaje hacia la oficina principal. Una vez allí, entró al lugar con aire acondicionado. Un chico trabajaba detrás del escritorio y su hermoso físico la dejó aturdida y sin aliento. De perfil, su cabello color ébano oscuro fluía en ondas rebeldes hasta la nuca y su barba, de unos cuantos días, iba a juego adornando su línea de mandíbula cincelada. Los dientes rozaron sus labios, dando la impresión de irritación, o tal vez de solo un pensamiento profundo. Amethyst casi odió interrumpirlo, pero había estado viajando durante un tiempo y necesitaba desesperadamente un pequeño respiro en una habitación, antes de iniciar su investigación. Se aclaró la garganta para llamar su atención. “Disculpa…”.
El chico se giró de inmediato a mirarla. Se concentró por completo en ella, y de nuevo el asombro ante ella, la llenó de su belleza masculina. Él la miró con un rostro de sorpresa, ambas cejas arqueadas. Se las arregló para sacudirse el impacto con el parpadeo de sus ojos. Sus labios se abrieron y perdió toda capacidad de respirar. Los hombres no deberían quitar el aliento…él se levantó del escritorio y se acercó a saludarla, como si nada trascendental hubiera ocurrido. Ella luchó por controlarse y apenas se recuperó antes de que él hablara. “¿Puedo ayudarla?”.
Amethyst mordió su propio labio en agradecimiento. Los músculos delinearon su camisa índigo y sus jeans colgaban bajos en las caderas de su delgado cuerpo. Demonios…Amethyst se negaba a dejarse llevar por sus encantos o su rostro deslumbrante. Apoyó las manos sobre el mostrador y respondió: “tengo una reservación”. Dios, ¿alguna vez había sonado más pretenciosa? ¿Qué demonios pasaba con ella?
“¿Nombre?”.
Amethyst que aún seguía deslumbrada por su buena apariencia expresó perpleja: “¿Disculpe?”. Realmente tenía que recuperarse si iba a verse tan afectada por un mero posadero. Bueno, eso si en realidad fuera el dueño de la posada…tan solo podría ser un empleado.
“Necesito saber a nombre de quién está la reservación”. Sonrió ampliamente y de manera divertida mientras se inclinaba sobre el mostrador. Su mirada la recorrió con franca apreciación; sus ojos color turquesa parecían brillar con interés. Amathyst tragó saliva. No. Él no era para ella…
Hizo lo posible para actuar con indiferencia y respondió: “Ay, perdón, llevo un tiempo viajando y mi mente deambula un poco. Debe estar bajo Amethyst S. Keane”. Grandioso, ahora parecía toda una idiota y definitivamente sonaba como una. Probablemente el hombre tenía, diariamente y al azar, mujeres que se lo devoraban con los ojos. Ella tan solo se unía a las filas de mujeres que caían a sus pies. Maravillosa manera de impresionar, buen trabajo Amethyst. Ella no pudo evitar reprenderse. La mayoría de los días mantenía el control, eso debido a que había tenido que crecer con una madre que decidía las cosas por capricho, pero por alguna razón este hombre en particular, había volteado su cerebro para convertirlo en una plasta.
“¿Sus iniciales son A.S.K.?”. La diversión una vez más llenó sus ojos mientras la estudiaba. “¿Eso significa que puedo preguntarle cualquier cosa?”. Su tono era ligero y casi afectuoso. Ella tenía que estar escuchando cosas o tal vez quería escucharlas. Era difícil asegurarse.
Podía estar equivocada, pero creía que ese era un intento de coquetear con ella. Generalmente, Amethyst no contaba con mucho tiempo libre, por lo que su vida de citas soplaba en una dirección inexistente. Él podría ser de utilidad durante su estancia. Eso era si ella podía hacer funcionar su cerebro ante su presencia. Si él fuera un residente local, podría ayudarla con su investigación. Coquetearle se convirtió en su máxima prioridad. Agitó sus pestañas tan provocativamente como pudo y contestó con una charla insinuante. “Bueno, eso es lo que tengo como pie de autor en la revista para la que escribo. Mi mamá ha de haber sabido que sería tan curiosa, que se aseguró de que viniera con una etiqueta de advertencia”. No le dijo que era la jefa de redacción y que en realidad era propietaria y dirigía la revista…la revista ASK había sido su bebé y la había inaugurado desde su ingreso al bachillerato. De eso hacía…tres años. Iniciar una revista a la edad de 17 años era una tarea ambiciosa. De alguna manera no solo se las había arreglado para hacerlo, sino que había sido exitosa en su implementación. Era demasiado trabajo y no podría amarlo más, ni intentándolo. ASK era su sangre de vida y la había convertido en una mujer rica antes de cumplir los 18 años. A sus casi veinte años, podía hacer casi todo lo que quería. La revista en gran parte era digital, pero podía adquirirse impresa si las personas lo deseaban. En la era de la gratificación instantánea, lo digital superaba cualquier impresión que pudiera hacerse. Ella volvió a dirigir su atención al hombre frente a ella. Si ella quería su ayuda, tendría que ser mejor con eso del coqueteo. A decir verdad, apestaba en el tema y siempre lo había sido.
“Entonces, ¿qué significa la ‘S’?”, preguntó él con una ligera risita.
Ella suspiró porque en realidad admitía que odiaba el segundo nombre que su mamá había decidido ponerle. Las iniciales solo habían resultado útiles para la pronunciación. A Amethyst nunca le había gustado su segundo nombre, y no veía que su opinión fuera a cambiar en algún momento. “Solstice”, admitió a regañadientes.
Él no reaccionó de la manera que ella esperaba dado su nombre poco convencional. Por el contrario, tomó una dirección completamente diferente y mostró su propia naturaleza inquisitiva. Una contagiosa sonrisa llenó su hermoso rostro y respondió: “eso en verdad es interesante. Tu mamá creía en la creatividad cuando te puso nombre. ¿Tienes hermanos? Perdona si esto está siendo demasiado personal, pero tengo curiosidad de saber si pudo mantenerse con los altos estándares que ella se fijó”.
Amethyst sacudió su cabeza lentamente de un lado a otro, aturdida por mirar directamente a los fascinantes ojos de color verde azulado. “Lamentablemente, soy hija única. Pronto fue muy claro que ella no podía tener otro hijo tan perfecto como yo y decidió dejarlo. ¿Para qué intentarlo cuando ella ya había logrado la perfección?”.
Si hubiera tenido que ser honesta, su madre era demasiado caprichosa y no quería explicar la tendencia que tenía a exagerar, a menudo haciendo que las reinas del drama se vieran bien en comparación.
“No puedo decir que estuviera equivocada al respecto, hasta ahora, todo lo que veo es perfecto”.
“¿Qué puedo decir? Estoy bastante cerca de la perfección”. Lo irónico del comentario no quedó en sus pensamientos y lo sacó por su boca antes de que pudiera pensar lo contrario. Este viaje podría resultar bastante divertido. Con la esperanza de que su madre no apareciera para estropearlo. Lyoness Keane, tenía problemas para permanecer durante mucho tiempo en un solo lugar.
“Tu madre debe haber sido maravillosa para tener una hija tan encantadora como tú”. Sus labios se torcieron un poco mientras luchaba por evitar reír.
Los comentarios como ese, solo muestran lo engañosas que pueden ser las apariencias. Al crecer, ella tuvo muchos ‘padres’ diferentes, que no podría reconocer a ninguno si los volviera a ver. Frecuentemente, Lyoness se ‘enamoraba’ del primer hombre que le pusiera atención. Ella sabía que su madre no tenía fuertes sentimientos por los hombres de su vida. Tan solo aportaban su parte para ayudarla a erradicar su soledad. Así que, cuando estallaba en contra de ellos, tomaba a Amethyst, empacaba y se mudaba a praderas más verdes. Infortunadamente, las praderas no se volvían más verdes. Y como última instancia, Amethyst no echaba raíces y no pertenecía a ningún lugar.
“Mmmhh, sí, mamá es encantadora”. Eso no era una mentira. Lyoness Keane era hermosa y pudo haber sido modelo si hubiera elegido esa profesión. En cambio, quiso ser mimada y encontró hombres ricos que pudieron hacerse cargo de ella.
“Estoy seguro de que lo es”, contestó él manteniendo un tono amigable. “Muy bien, vamos a registrarte”. Hizo clic en las teclas de la computadora frente a él. Levantó la vista y preguntó: “tengo que preguntar, ¿tienes algún apodo? Amethyst es muy largo”.
“No, siempre he sido Amethyst”. Tal vez tuviera un sobrenombre, pero eso implicaría que tenía amigos que lo usaran. Mudarse demasiado no ayuda al respecto. Después de un momento se detuvo intentando contenerse. Ese era parte del motivo de iniciar su revista a una temprana edad. Ella no hizo lo que los niños normales hacían y eso la ayudó a olvidar lo sola que podía estar.
Él sonrió y le guiñó un ojo, mientras pulsaba algunas teclas más. “Tendremos que remediar eso mientras nos visitas”. Él arqueó sus cejas mientras revisaba la pantalla. “Oh, aquí estás. Veo que te quedarás con nosotros por varias semanas. Si te quedas sin hacer nada que te mantenga entretenida, regresa a verme”.
Los ojos de Amethyst se abrieron al escucharlo. ¿Acababa de hacerle una propuesta? Antes nadie había coqueteado con ella tan abiertamente. Su anterior coqueteo había parecido incómodo y extraño. ¿Quería ver hasta dónde podría conducir esto? No pudo recordar un momento en el que se sintiera tan atraída por un hombre. Era tan guapo que casi dolía observarlo. Después de varios minutos de silencio, él empezó a divagar, sacudiéndola de regreso al presente.
“Quiero decir que he vivido aquí toda mi vida y probablemente conozco más de las atracciones locales de lo que encontrarías en los sitios en la red. Dios, estoy arruinando esto. Soy Cooper y me encantaría pasar tiempo contigo mientras estás aquí”.
Qué adorable que hasta había creído necesario explicarse. A Amethyst le gustó instantáneamente y pensó que disfrutaría llegar a conocerlo mejor. Le dirigió una sonrisa alentadora. “Es un placer conocerte, Cooper”. Ella se sentía confusa…“yo soy Amethyst, pero ya sabes eso”. ¿Qué más podía hacer ella para parecer aún más despistada? “¿Puedes darme la llave de mi habitación ahora?”.
Él había estado sosteniendo con fuerza la palma de su mano. Si acertaba, Cooper realmente no quería soltarla. Bajó la mirada hacia su mano y murmuró asombrado aclarando la voz: “Ay, sí, eso probablemente será útil. Estás en la habitación trece. Es arriba, en el extremo más alejado del pasillo”. Le entregó la llave y señaló la escalera próxima a la recepción.
“Gracias”, contestó ella mientras él dejaba caer la llave en su mano.
“Disfruta tu estancia”. Una desolada mirada ensombreció sus ojos. Por mucho que quisiera conocerlo mejor, no quería darle una impresión equivocada. Ella no aprovechó la oportunidad para poder estar con alguien. Se respetaba demasiado para caer con el primer rostro hermoso que hacía revolver algo en su interior. Amethyst Keane no sería una golfa y eligió no buscar nada con él…sería cuidadosamente pensada su decisión. Él era agradable y sí quería recibir su ayuda más adelante, por lo que le dio cierta esperanza para poder mantenerlo presente. “Tal vez acepte tu oferta”.
“¿Oh?”, Levantó su ceja con curiosidad.
“Más tarde me pondré en contacto contigo, después de que haya tenido tiempo de descansar”. Con esas palabras, se dio la vuelta dejándolo a su paso. Amethyst se detuvo y miró alrededor. Ella notó la ingeniosamente decorada habitación principal de la posada. Un pequeño sofá y dos confortables asientos flanqueaban una pequeña mesa frente a la chimenea cubierta de mármol. El mármol a lo largo de la columna de la chimenea exhibía tallados minuciosos. Quiso pasar sus dedos por ellos y estudiar cada aspecto de las columnas, pero pensó que sería mejor en otro momento. Debía hacer cosas más apremiantes antes de que pudiera ceder a sus extraños caprichos. Al darse la vuelta, miró por completo a Cooper y le sonrió antes de encaminarse hacia las escaleras. Al pie de la escalera se volvió para encontrarlo mirándola de nuevo.
Sí, amigo. Yo tampoco logro tener suficiente cuando te miro.
Le dedicó una rápida sonrisa antes de decir: “olvidé preguntar. ¿Dónde hay un buen lugar para comer?”.
Una brillante sonrisa se formó en su rostro, como si hubiera ganado el premio mayor de su vida. El encanto de Cooper irradió con una sonrisa de un millón de vatios. Amethyst inclinó la cabeza y de nuevo pensó en que no podía esperar para conocerlo mejor.
“Solo hay un par de lugares para comer en el pueblo. Probablemente pasaste por el camino para llegar acá. Hay un pequeño lugar italiano que tiene muy buenas pizzas y pasta. Se llama Giovanni’s. Si quieres algo más tradicional, como una hamburguesa, entonces te recomiendo que visites el North Point Café”.
Vaya, era una mayor selección de lo que pensaba que habría. Asintió con la cabeza y le dijo: “gracias”.
Cooper se puso cabizbajo cuando ninguna invitación siguió a su pregunta. “De nada”.
Debió haber asumido que ella lo invitaría a acompañarla. Tal vez otro día, pero hoy, no se sentía con ganas de tener compañía. Necesitaba tiempo para procesar todo y trazar un plan. Se volvió hacia las escaleras y subió. Cada paso que daba se aproximaba a su habitación, la cual sería su hogar por las siguientes semanas. Hasta ahora, estas vacaciones encabezaban su lista de lugares favoritos visitados. Tan solo esperaba que estuvieran a la altura de sus expectativas.
CAPÍTULO DOS
Amethyst subió por las escaleras en dirección a su habitación. Cooper no pudo apartar su mirada de ella, ni intentándolo. Mandó un silencioso agradecimiento a su ángel guardián por haberla enviado a la posada de su familia. Nunca antes una mujer tan encantadora había entrado al lugar. Al principio, su rostro familiar lo había dejado sin palabras y finalmente le tomó cada gramo de control encontrar las palabras. Cuando la vio por primera vez, pensó que tal vez la había imaginado. Ella tenía unos magníficos rizos de medianoche que caían sobre sus hombros. Sus penetrantes ojos verde oliva lo mantuvieron cautivo durante unos breves segundos. Observarla hizo que se preguntara si su posada estaba realmente embrujada, como lo afirmaba la tradición local. Le tomó unos cuantos segundos recordar cómo hablar. Lo puso eufórico darse cuenta de que ella realmente estaba parada frente a él, como una mujer viva respirando y no un producto de su imaginación. Se parecía mucho a alguien que todos creían que había muerto hacía ya muchos años. Amethyst Keane era un enigma y tenía la intención de desentrañar todos sus secretos. Por fortuna para él, ella estaría en el pueblo durante unas cuantas semanas y eso le daría el tiempo para investigar todo acerca de ella.
La puerta de la posada se abrió de golpe. Cooper levantó la mirada y vio entrar a su mejor amigo, Benjamín Anderson. Ambos habían habitado North Point, los veintiún años de su vida. Cada uno había heredado una parte del negocio de sus respectivas familias. No habían asistido a la universidad. Sus familias tenían expectativas que no requerían ese gasto extra. Aún así, Cooper había estado tomando en línea algunas clases de negocios. ¿Cómo podía esperarse que administrara la posada sin ningún conocimiento real sobre cómo mantenerla abierta y generar ganancia? Sus familias confiaban demasiado en él para mantener las operaciones diarias. Su amigo se encontraba en una situación similar, pero él no había mostrado ninguna señal de querer continuar con su educación.
Ben dio la vuelta al mostrador y se inclinó. “Oye, Coop, ¿puedes escaparte para salir conmigo en la lancha?”.
Cooper negó con la cabeza. “Quisiera acompañarte, pero tengo mucho que hacer aquí. Olivia tiene el día libre, así que estoy de guardia toda la noche. Tal vez podamos salir mañana. Sabes que mi papá ya no viene mucho a la posada”.
Benjamín frunció el ceño antes de decir: “demonios, qué mal. Hubiera sido divertido. No he tenido la oportunidad de salir en la lancha durante este año. El trabajo ha sido agobiante. Finalmente tengo una noche libre y mi mejor amigo se niega a acompañarme”.
La familia de Ben era propietaria de la única compañía de construcción del lugar. No pasaba un día sin que tuvieran un flujo constante de trabajos por completar. La época del año o la estación no importaban porque tenían tanto trabajo por hacer en los alrededores. Tenían muchos contratos que a menudo tenían problemas para cubrir la demanda. Por fortuna, Anderson Construction tenía muchos empleados para ayudar con la carga de trabajo. Ben era el más joven de cinco hermanos y cada uno tenía una responsabilidad en la dirección de la compañía constructora. Sin embargo, siendo el bebé de la familia, en ocasiones podía consentirse un poco.
Cooper y Ben habían sido amigos desde el kínder. La personalidad narcisista de Ben estaba tan arraigada en los sentidos de Cooper que ni siquiera lo notaba más. Él encarnaba completamente la frase: “¿Perfecto yo? Por supuesto, acéptalo”. Ben siempre encontraba tiempo libre para relajarse. Cooper no podía culparlo en realidad. Eran jóvenes y debían tener algunos momentos de placer. En este momento del verano, Ben tenía que estar necesitando un poco de tiempo libre. Era su época más ocupada del año…
Sin embargo, Cooper tenía responsabilidades y en pocas palabras, no podía abandonarlas para salir con Ben. No había nadie que pudiera cubrir el puesto si dejaba la posada. Pasar un tiempo en el lago con su mejor amigo, sonaba maravilloso, pero no podía suceder. Sin importar cuánto Ben intentara convencerlo, no cambiaría el hecho de que él era el único que podía estar en la posada para atender a los huéspedes. No estaba seguro de que pudiera salir, incluso si tuviera la oportunidad. Menos, estando Amethyst Keane como su reciente huésped en la posada. Ella era su nueva obsesión y deseaba estar disponible si ella decidía aceptar su oferta. “Ojalá pudiera”. Le dirigió a Ben su mejor sonrisa de disculpa. “Tengo demasiado qué hacer”.
“¿Cuándo crecimos y nos convertimos en nuestros padres?”, preguntó Ben con el disgusto retumbando a través de su voz.
“Justo después del bachillerato, aunque también está inmerso en nuestras cabezas”. Cooper soltó una risita. Tenía que reír o se desplomaba. No odiaba su vida. Tan solo…en ocasiones deseaba haber tenido otras opciones.
Ben sacudió su cabeza con repulsión. “Tenemos veintiún años y siento que vivimos y respiramos las expectativas que nos arroja este pueblo. Estoy pensando en marcharme”.
“No, no puedes. No sería lo mismo aquí sin ti”. Un movimiento atrajo la mirada de Cooper y se giró para ver qué podía ser.
Amethyst bajaba por las escaleras llevando un pequeño bolso de mano. Sus rizos color ébano estaban levantados en una desordenada cola de caballo, unas cuantas mechas escapaban de donde las tenía atadas hacia atrás. Sus gafas de sol estaban por encima de su cabeza y llevaba un par de pantalones cortos color blanco como la nieve y una camiseta sin mangas del mismo color que sus ojos verdes. Miró hacia Ben y Cooper y sonrió. Su sonrisa seductora hizo que Ben estuviera tan asombrado como Cooper, cuando sus ojos se posaron en ella la primera vez. Amethyst no lo sabía, pero ambos podían hacer lo que ella pidiera. Cooper se levantó al lado del mostrador y le preguntó mientras ella se aproximaba: “¿Te diriges a explorar nuestro encantador pueblo?”.
“Oh sí, no puedo esperar para descubrir todos sus secretos”. Amethyst asintió con entusiasmo.
Cooper sonrió antes de decir: “¿Eso es todo? Bueno, entonces te veré de vuelta en unos cinco minutos. ¿Cierto, Ben?”.
Los ojos de Ben brillaban con sorpresa. Si Cooper no lo supiera mejor, pensaría que su mejor amigo nunca antes había visto mujer tan hermosa. Quiso llegar a él y darle un golpe en la cabeza. Tal vez debía ceder ante el impulso…
“¿Qué?”, la atónita mirada de Ben nunca dejó a Amethyst.
Cooper sacudió la cabeza con desconfianza. Tan pronto como Amethyst se marchó, planeó tener una detallada conversación con su mejor amigo. De ninguna manera iba a permitirle entrometerse en lo que consideraba su territorio, fuera su mejor amigo, o no. Quiso golpear su puño en el mostrador y reclamar su parte como un niño. En realidad, le gustaba Amethyst y no quería que Ben arruinara ninguna oportunidad de llegar a conocerla mejor. Por ahora, tan solo regresaría a Ben de las nubes y explicaría el tema de conversación actual.
“Los secretos del pueblo. No debería tomar mucho tiempo para descubrirlos”. Pronunció lentamente estas palabras para que penetraran en el cerebro asombrado de su amigo.
Ben juntó sus cejas y lo miró fijamente. Después rascó su cabeza, mirándolo como si se hubiera vuelto loco. “¿Qué secretos? ¿Te caíste y te golpeaste la cabeza?”.
Amethyst se rió y explicó: “Oh, todo pueblo tiene secretos. Tan solo necesitas saber qué preguntar”.
“Bueno, ¿cómo se supone que debes saberlo si eres fuereño?”. Cooper no entendía lo que ella insinuaba.
Amethyst encogió sus hombros. “Yo no. Al menos no todavía. No he conocido a nadie más que a ti, y bueno, supongo que es tu amigo. Aunque hasta ahora no sé su nombre”. Ella lo miró esperando que hiciera las presentaciones.
Cooper en realidad no quería presentarle a Ben. Puede que no fuera un buen amigo, pero conocía demasiado bien a Ben y no le molestaría. Como estaban las cosas, realmente quería tener una conversación privada con Ben y necesitaba que Amethyst se marchara. Era momento de explicar cómo las cosas tendrían que ir con su mejor amigo. Mientras más pronto, mejor. Odiaría asesinar a su amigo de la infancia por entrometerse. Por ahora, tendría que verse menos rudo de como se estaba sintiendo.
“Este es mi mejor amigo, Ben Anderson. Ben, ella es Amethyst Keane. Esta tarde llegó al pueblo”.
Finalmente, Ben pareció despejarse las telarañas de su cerebro mientras sonreía a Amethyst. Extendió su mano para estrecharla con la de ella. “Encantado de conocerte. ¿Hacia dónde te diriges exactamente? Tal vez pueda ser de ayuda. Después de todo, soy la mejor persona en el pueblo, o sea para los recorridos”.
Cooper tuvo que contenerse para no estrangular a su mejor amigo. Su impulso homicida se estaba volviendo frontal y central. Apretó sus dientes mientras sus dedos presionaban el borde del mostrador. Rezó por que ella no dijera sus planes.
“Bueno, no deseo compañía, pero gracias por el ofrecimiento. La primera vez que llego a un pueblo, me gusta descubrirlo todo por mí misma. Tal vez en otra ocasión que pueda necesitar de un guía turístico, en algún momento, mientras siga aquí”.
Una sonrisa llena de pecado apareció por las facciones de Ben. Estaba tan claro como el día cuáles eran sus intenciones. Se inclinó ante Amethyst y respondió: “Estoy aquí para tu entretenimiento. Pide y se te concederá. Avísame si me pondré por completo a tu disposición”.
Sí, Cooper decidió que cuando Amethyst se marchara, definitivamente tendría que matar a su amigo. De todos modos, ¿quién necesitaba un mejor amigo?
Una sonora y gutural risa flotó por la habitación. Amethyst lo miró con un gesto desconcertado. “Hasta la próxima, entonces”.
Ben no podía haberse visto más eufórico, ni aunque lo intentara. “Esperaré conteniendo la respiración hasta que me contactes; si deseas considerarme, pregunta a Coop cómo puedes encontrarme”.
Ella asintió con la cabeza y comenzó a dirigirse hacia la puerta principal. “Tendré eso en cuenta. Si me disculpan, muero por visitar el pueblo. Que tengan una linda tarde”.
Amethyst salió para dejar la posada. Tanto Cooper como Ben la miraron marcharse, sin poder dejar de verla hasta que desapareció de su vista.
Ben puso su mano sobre el corazón mientras silbaba. “Esa es la mujer más sexy que haya visto jamás”.
“Ella es mía. Retrocede. Yo la vi primero”. Cooper no podía ocultar la frustración de su voz o la irritación que se extendió por su rostro mientras miraba a Ben.
“Venga, amigo. Es la elección de las damas y tengo la intención de asegurarme que me elija”. Sus labios formaron una malvada sonrisa.
Cooper empezó a creer que asesinarlo podría ser demasiado bueno para él. Quería que sufriera de cualquier forma imaginable. Nunca antes habían peleado por una mujer, pero siempre hay una primera vez para todo. “Bien, que gane el mejor. Ambos sabemos que soy yo, así que si quieres recuperar tu pérdida y cuidar tu reputación, lo entenderé”. Dio un paso atrás del mostrador apareciendo en su rostro una presuntuosa mirada.
“No tienes oportunidad, Coop. Juego terminado. Asegúrate de entregar a Amethyst mi número. Sé que querrá ponerse en contacto conmigo”.
“¿Estás tan seguro? No lo creo”. Contestó Ben, asombrado por su arrogancia. “No soy tu lacayo. Si quieres que Amethyst tenga tu número, dáselo tu mismo”.
Ben asintió a Coop mientras se dirigía hacia la salida. Se detuvo una sola vez al llegar a la puerta y miró por encima del hombro hacia los ojos de Coop. “Puedo resistirlo todo, menos la tentación…esa mujer es puro lujo. No necesito tu ayuda para llegar a ella. Ya es mía. Nos vemos Coop”. Ben rió al salir de la posada.
¿Podían las cosas ponerse peor? Finalmente conocía a la mujer de sus sueños y su mejor amigo la ambicionaba. Tenía que existir una manera en hacer que Ben abandonara la idea de salir con ella. Demonios, ¿a quién estaba engañando? Ben nunca renunciaba a nada, una vez que se le metía la idea en la cabeza. No iba a empezar ahora. Además, tenía razón de cierta manera. Era decisión de la chica. Cooper tan solo tenía que asegurarse de que tomara la correcta y lo eligiera a él.
Lo primero que Cooper intentaba hacer era aprender todo lo que pudiera acerca de Amethyst S. Keane. Al registrarse mencionó un pie de autor para una revista, indicando que escribía cierto tipo de artículos para ganarse la vida. Esperaba que pudiera darle mucha información acerca de sus gustos y lo que le desagradaba. Más importante aún, podría indicarle el motivo de su elección de su posada para vacacionar. No le llevó mucho tiempo localizarla en línea. Encontró varios artículos escritos por ella en la revista ASK…era todo principalmente sobre cultura pop, pero había una sección de viajes donde se mostraba un pueblo o un lugar que Amethyst había visitado. En cada artículo que escribía hablaba acerca de la historia del pueblo y de algo que encontraba interesante o atractivo del lugar. No encontró el motivo de visitar North Point y de alojarse en la posada Trenton-Hill Inn, pero sí descubrió algo que podía ser interesante y que la motivaría a acercarse a él…
Si estaba en lo correcto acerca de Amethyst, entonces Cooper tenía todo lo que necesitaba para atraer su atención. Un buen romance fantasma la conduciría por la ruta directa. Uno que la llevaría directo hacia él. Easton Hill había muerto en su posada y los rumores decían que seguía vagando atormentado por los pasillos.