Las radicales enseñanzas de Jesús

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Las radicales enseñanzas de Jesús
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Las radicales enseñanzas de Jesús

Las radicales enseñanzas de Jesús conmoverá hasta lo más íntimo de su ser” Mark Finley, evangelista.

Derek J. Morris


Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Índice de contenido

Tapa

Dedicatoria

Elogios sobre Las radicales enseñanzas de Jesús...

Reconocimientos

Introducción

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Las radicales enseñanzas de Jesús

Derek J. Morris

Título del original: The Radical Teachings of Jesus. Review and Herald Publishing Association, Hagerstown, MD, Estados Unidos, 2009.

Dirección: Martha Bibiana Claverie

Traducción: Doris Samojluk

Diseño de tapa: Carlos Schefer

Diseño del interior: Marcelo Benítez

Ilustración de la tapa: Shutterstock

Libro de edición argentina

IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina

Primera edición, e - Book

MMXXI

Es propiedad. Copyright de la edición original en inglés © 2009 Review and Herald Publ. Assn. Todos los derechos reservados.

© 2014, 2021 Asociación Casa Editora Sudamericana. La edición en castellano se publica con permiso de los dueños del Copyright.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-395-1


Morris, Derek J.Las radicales enseñanzas de Jesús / Derek J. Morris / Dirigido por Martha Bibiana Claverie. - 1ª ed . - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2021.Libro digital, EPUBArchivo digital: OnlineTraducción de: Doris Samojluk.ISBN 978-987-798-395-11. Cristología. I. Claverie, Martha Bibiana, dir. II. Samojluk, Doris, trad. III. Título.CDD 232.904

Publicado el 26 de marzo de 2021 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: ventasweb@aces.com.ar

Website: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

Dedicatoria

Este libro está dedicado a Jesús: el Camino, la Verdad y la Vida.

Que su luz brille con fuerza en el corazón y la mente de cada lector.

Elogios sobre Las radicales enseñanzas de Jesús...

Cuando Jesús es el centro de cada verdad bíblica, los corazones son tocados y las vidas son cambiadas. Derek Morris muestra al Jesús del Nuevo Testamento en toda su riqueza y encantos inigualables. Pero, el evangelio proclamado de Jesús no es una versión blanda y “aguada” de creencia fácil. Las radicales enseñanzas de Jesús conmoverá hasta lo más íntimo de su ser.

Mark Finley, evangelista.

Este es un libro práctico y poderoso sobre las enseñanzas de Jesús, que cambian vidas. He conocido a Derek Morris por muchos años, y él ha probado ser uno de los líderes cristianos más calificados para escribir sobre este tema. Al leer las verdades profundas de este libro, pide al Espíritu Santo que trabaje en tu corazón, ¡y tú también serás radicalmente cambiado, para mejor!

Jerry Page, presidente de la Asociación Central de California, Estados Unidos.

Las radicales enseñanzas de Jesús es un libro que vale la pena leer. Desafiará tu pensamiento y transformará tu vida. Derek Morris presenta las enseñanzas de Jesús en forma práctica, y ayuda al lector a entender de qué se trata el ministerio de Jesús.

Jack Blanco, doctor en Teología, decano de Teología jubilado.

Reconocimientos

Quiero expresar mi reconocimiento a numerosas personas que me han brindado ánimo y ayuda en el desarrollo de este libro:

A Mark y Teenie Finley, Todd Gessele, Gene Heinrich, Paul Johnson, Diane Levy, Dan Serns, Sue Walden, Larry Witzel y al equipo de Vancouver, estado de Washington, Estados Unidos, que proveyó el contexto para el nacimiento de este manuscrito.

A Eve Parker y Nancy Vázquez, quienes hicieron comentarios valiosos en la conformación y la edición del manuscrito.

A mi amada esposa, Bodil, quien siempre me animó a fijar mis ojos en Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe, y a proclamar enérgicamente las enseñanzas radicales de Jesús.

Cada una de estas personas, junto con otras que no he nombrado, me animó a sentarme a los pies de Jesús, escuchar cuidadosamente sus enseñanzas radicales y compartir con otros lo que había aprendido.

Por sobre todo, quiero agradecer a Jesús, mi Salvador y Señor. ¡Estoy completamente convencido de que Jesús es todo lo que declaró ser: Hijo de Dios, Mesías, Salvador del mundo y el Rey pronto a venir! Me hago eco del testimonio del gran profeta Juan el Bautista: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Y yo lo he visto, y testifico que este es el Hijo de Dios”.

Introducción

¡Estamos en medio de un maravilloso milagro de Dios! Desde la publicación de La oración radical en 2008, ya se han impreso más de 40.000 copias. La oración radical ha sido traducido a numerosos idiomas, y miles de grupos de estudio en los Estados Unidos y alrededor del mundo han comenzado a usar la serie de DVD de La oración radical1. Pero esto es solo el comienzo.

Desde que personalmente respondí al llamado de Jesús, clamando que el Señor de la cosecha me lanzara a su cosecha, Dios ha estado obrando de formas milagrosas en mi propia vida. En la primavera de 2009, fui arrojado a la ciudad de Vancouver, Washington, para conducir una serie de reuniones, en toda la ciudad, tituladas “Las enseñanzas radicales de Jesús”. Las presentaciones me llevaron hasta el límite: ¡me sentí como una simple oveja, tal y como Jesús había predicho! A pesar de algunos desafíos radicales, aprendí a depender radicalmente del Señor de la cosecha. ¿El resultado? Regresé con gozo radical, no solo porque vi con mis propios ojos que la cosecha es realmente inmensa, sino también porque experimenté el gozo de la salvación por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor, de una manera profunda y personal.

Este libro es el resultado de un milagro. Es mi oración que al unirte a mí en un viaje para explorar las radicales enseñanzas de Jesús, tu propia vida sea transformada.

1 Para obtener más información sobre La oración radical, dirígete a www.TheRadicalPrayer.com.

Capítulo 1
Lo que Jesús enseñó sobre sí mismo

¿Has escuchado las últimas “noticias” sobre Jesús? Algunos dicen que se casó con María Magdalena y tuvo un hijo. Otros afirman que Judas fue el verdadero héroe de la historia del evangelio. Si no has estudiado la historia de Jesús por ti mismo, puedes ser llevado fácilmente por mal camino. ¿Qué tiene para decir Jesús sobre sí mismo? ¿Son verdaderas sus afirmaciones radicales?

Declaraciones radicales de Jesús sobre sí mismo

Jesús fue enérgico en sus declaraciones sobre sí mismo. El apóstol Juan las recordó y las dejó por escrito:

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

“Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35).

“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente (Juan 11:25, 26).

“De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy (Juan 8:58).

“Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17).

“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9).

¡Declaraciones realmente radicales! El renombrado apologeta cristiano C. S. Lewis estaba en lo cierto cuando afirmó que Jesús no nos dejó como opción el reconocerlo simplemente como un maestro moral. Jesús era o un lunático totalmente desconectado de la realidad; un engañador malicioso, que trataba de guiar a otros por caminos equivocados; o bien era y es quien dice ser: el Mesías, el Salvador, el Hijo de Dios.

 

Jesús no nos dejó con dudas sobre quién creía que era: “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). Por supuesto, cualquiera puede hacer declaraciones extravagantes como esa. ¿Cómo sabemos que enseñanzas radicales de Jesús como estas son ciertas? Con el objetivo de encontrar una respuesta a esa pregunta, debemos comenzar con el testimonio de los primeros seguidores de Jesús.

Lo que dijeron sus seguidores

Juan el Bautista fue uno de los primeros en hablar acerca de Jesús. Cuando vio a Jesús que llegaba al río Jordán para ser bautizado, exclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Luego de bautizar a Jesús, el Bautista dio este testimonio inesperado: “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios” (Juan 1:32, 34). El punto de vista de Juan el Bautista era claro: ¡declaró enfáticamente que Jesús era el Hijo de Dios!

Una mujer piadosa llamada Marta, hermana de María y de Lázaro, dio su testimonio acerca de Jesús. Marta y sus hermanos eran amigos cercanos de Jesús. Lo conocían bien, y lo amaban. Mientras hablaba con Jesús al lado de la tumba de su hermano Lázaro, Marta declaró: “Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (Juan 11:27).

Hasta los escépticos experimentaron un cambio decisivo en sus vidas cuando tuvieron un encuentro personal con Jesús. Cuando Felipe, amigo de Natanael, dijo que había encontrado al Mesías, un maestro de Nazaret, Natanael preguntó: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Juan 1:46). Pero, cuando Natanael se encontró cara a cara con Jesús, se convenció de que no era un hombre común; tampoco un lunático o un engañador malicioso. Este es el testimonio de Natanael: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49).

Tomás era otro escéptico que llegó a ser discípulo de Jesús. Después de la resurrección de Cristo, Tomás se esforzó por creer que realmente había resucitado de los muertos. Cuando finalmente se encontró con Cristo re­sucitado, lo vio con sus propios ojos y lo tocó con sus propias manos, exclamó: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28).

Quizá te hayas dado cuenta de que todas las declaraciones radicales de Jesús sobre sí mismo citadas anteriormente y todos los testimonios citados sobre Jesús provienen del evangelio de Juan. Uno de los primeros discípulos de Jesús, Juan, hijo de Zebedeo, escribió su Evangelio con el propósito específico de convencer a las personas acerca de quién era Jesús. Proclamó, casi al final de su libro: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:30, énfasis añadido).

Autenticidad del testimonio de Juan

El Evangelio de Juan proporciona una descripción tan sofisticada de Jesús que muchos eruditos liberales cuestionan su autenticidad. Sugieren que el Evangelio de Juan debió de haber evolucionado en el lapso de un siglo o más, y proponen que fue escrito a fines del segundo siglo después de Cristo, mucho después de la muerte de Juan. Proponen que el Evangelio de Juan puede contener algunos pocos trozos de tradición verdadera, pero que en su forma presente no es un testimonio auténtico del discípulo “a quien amaba Jesús” (Juan 21:20).

Sin embargo, un descubrimiento arqueológico producido durante el siglo XX proporciona evidencia que reafirma el final del primer siglo como fecha de escritura de este Evangelio, apoyando así la autenticidad del libro como obra del apóstol Juan en su ancianidad. En 1920, una colección de papiros comprados en Egipto fue llevada a la Biblioteca John Rylands en Inglaterra. Los eruditos tradujeron y publicaron por primera vez un fragmento de la colección de papiros en 1935. Se conoció como el Papiro Rylands 457 o P52. Los paleógrafos –eruditos que se especializan en poner fecha a documentos basándose en los estilos de escritura– estaban conmocionados al datar este papiro antiguo aproximadamente a principios del segundo siglo, quizá cerca del año 125 d.C. En este papiro había una porción del Evangelio de Juan. Ya publicado en forma de códice –parecido a un libro moderno con páginas–, en lugar de un rollo convencional, la evidencia señalaba claramente una fecha de finales del primer siglo, como fecha de escritura de este evangelio, tal y como habían creído por siglos los cristianos. Estoy convencido de que Dios dirigió el descubrimiento de este papiro antiguo para fortalecer la fe de los cristianos y para afirmar la autenticidad del testimonio de Juan.

Quizá te estás preguntando qué estaba escrito en ese trozo de papiro. Eran porciones de Juan 18:31 al 33 en un lado, y partes de Juan 18:37 y 38 del otro lado. “Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie; para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? (Juan 18:31-33).

En el anverso del fragmento, encontramos porciones adicionales de la conversación entre Pilato y Jesús: “Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? (vers. 37, 38).

“¡Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz!” Todos tenemos el poder de elegir a quién vamos a escuchar. Estamos constantemente rodeados por distracciones y falsificaciones; forma parte de la gran lucha entre el bien y el mal. Pero, ¡Dios ha provisto evidencia convincente de que los testimonios sobre Jesús son confiables, y que sus declaraciones radicales sobre sí mismo son verdaderas!

El testimonio de Saulo

Uno de los testimonios más convincentes sobre la verdad acerca de Jesús proviene de Saulo de Tarso; en su momento, un feroz y despiadado enemigo de Jesús y de sus seguidores, en la iglesia primitiva. Saulo, luego llamado Pablo, dijo al rey judío Agripa: “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras” (Hech. 26:9-11).

Saulo había sido testigo del apedreamiento de Esteban, uno de los seguidores de Jesús. La ejecución se grabó de manera indeleble en su memoria. Las convicciones generadas por la muerte del primer mártir cristiano lo acompañarían para siempre. Esteban había dado un testimonio poderoso sobre Jesucristo ante el Sanedrín, el Concejo de Gobierno de los judíos. El autor del libro de Hechos declara que, “oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió” (Hech. 7:54-60).

Poco después de esto, Saulo iba en camino a Damasco, con autorización del sumo sacerdote de Jerusalén. Su intención era arrestar a cualquier seguidor de Jesús que encontrara allí, y llevarlo en cadenas de regreso a Jerusalén. Pero Dios tenía otros planes. “Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hech. 9:3-5).

Este encuentro con el Cristo resucitado cambió el curso de su vida. Saulo, el perseguidor, se convirtió en Pablo, el devoto seguidor de Jesús. Comenzó a declarar enérgicamente que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios. Sanó a los enfermos y echó fuera demonios en el nombre de Jesús, tal y como los demás apóstoles. Con gozó miró hacia el futuro, hacia “[…] la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

El testimonio de Pedro y de Juan

Mientras los discípulos de Jesús, Pedro y Juan, se acercaban al Templo en Jerusalén, encontraron a un hombre lisiado que mendigaba allí. “Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido”(Hech. 3:1-10).

Las personas que presenciaron el incidente estaban asombradas. Cuando Pedro observó la reacción de la multitud, dijo: “Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿O por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros. Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado” (Hech. 3:12-20). El testimonio de Pedro, tanto en palabras como en acciones, confirmó claramente que las radicales declaraciones de Jesús sobre sí mismo eran verdaderas. ¡Jesús es el Cristo, el único Cristo!

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