Loe raamatut: «Elías Nandino. Prosa rescatada»

Font:



UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

DIFUSIÓN CULTURAL Y EXTENSIÓN UNIVERSITARIA

RECTORA

Tania Hogla Rodríguez Mora

COORDINADORA DE DIFUSIÓN CULTURAL Y EXTENSIÓN UNIVERSITARIA

Marissa Reyes Godínez

RESPONSABLE DE PUBLICACIONES

José Ángel Leyva


COLECCIÓN: AL MARGEN


Elías Nandino. Prosa rescatada.

Primera edición 2021

D.R. © Elías Nandino

D.R. © Gerardo Bustamante Bermúdez

D.R. © Universidad Autónoma de la Ciudad de México

Dr. García Diego, 168,

Colonia Doctores, alcaldía Cuauhtémoc,

C.P. 06720, Ciudad de México

publicaciones.uacm.edu.mx

ISBN (impreso) 978-607-8692-05-7

ISBN (ePub) 978-607-8692-31-6

Esta obra se sometió al sistema de evaluación por pares doble ciego y su publicación fue aprobada por el Consejo Editorial de la UACM.

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, archivada o transmitida, en cualquier sistema —electrónico, mecánico, de fotorreproducción, de almacenamiento en memoria o cualquier otro—, sin hacerse acreedor a las sanciones establecidas en las leyes, salvo con el permiso expreso del titular del copyright. Las características tipográficas, de composición, diseño, formato, corrección son propiedad del editor. Hecho en México.

Nota preliminar

Elías Nandino nació en Cocula en 1900 y murió en Guadalajara en 1993; ambas ciudades del estado de Jalisco. Es conocido en el medio literario mexicano básicamente como poeta. La publicación del libro Elías Nandino: una vida no/velada (1986) de Enrique Aguilar, remozó la existencia del vate jalisciense en el medio literario mexicano, particularmente por las revelaciones que hace sobre su vida íntima, sin embargo este libro no contribuye a la recopilación de la obra «perdida» del autor, pues sus intenciones son otras: la escritura biográfica de un poeta y médico. La aparición de la autobiografía Juntando mis pasos (2000) complementa la faceta biográfica del escritor, quien también pone énfasis en su vida memoriosa, su oficio como médico, así como en la confesión de su intimidad afectiva y sexual. No existen datos en ninguno de estos dos libros que den cuenta suficiente del oficio de ensayista y crítico, salvo la referencia como editor de la revista Estaciones.

Los escritores del grupo Contemporáneos han sido altamente conocidos en el medio cultural mexicano, particularmente por la crítica y las instituciones, al grado de contribuir a su internacionalización a través de reediciones, exposiciones, homenajes y traducciones. Los nombres de autores como Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet y Gilberto Owen aparecen registrados en la historia cultural y educativa de México. Por su parte, la obra de Elías Nandino, quien para algunos críticos sí es parte del grupo, sigue en el olvido editorial esperando que se haga una edición crítica de su obra completa en donde se incluyan las páginas con las que colaboró en revistas cubanas, así como sus poemas publicados en periódicos y revistas nacionales y no recopilados hasta el momento en ningún libro. También hace falta rescatar las más de quince canciones que escribió y que compositores como Gabriel Ruiz y Blas Galindo musicalizaron con gran éxito. Debido a la desatención crítica y editorial, nuestro autor es un escritor marginal del siglo XX y un poeta casi olvidado. Quizás las nuevas generaciones de estudiosos emprendan una acuciosa búsqueda por las publicaciones periódicas de la Ciudad de México, Guadalajara e incluso La Habana, en donde Nandino publicó varios poemas casi desconocidos. Sirva como ejemplo el poema «Telepatía», de corte romántico, aparecido en El Universal Ilustrado, para reafirmar que la labor de rescate de la obra de don Elías Nandino Vallarta es necesaria:

Tu mirada se extiende

por el torso del aire

y se estremece

como la piel del agua.

En la antena de mi corazón

se anudan caricias

inalámbricas

y siente el magnetismo de tus ojos

arropando mi alma…

Mil roces infinitos

pasan por mi cuerpo

rodeado por una fuerza

silenciosa que se alarga;

la distancia entrelaza

sus manos transparentes

y en una estela clara

se pierden mis deseos…

¡Los delirios pasan!...

No sé quién eres

y sin conocerte, siento

—como los astros

se hunden en el río—

el hilo de tus besos

en una fuga pálida…

¡Me ahorca tu mirada!1

El presente material es un volumen de los textos en prosa de Elías Nandino que he rescatado. Se trata de cuatro intensos años de búsquedas en periódicos y revistas, principalmente. El hallazgo de un texto siempre lleva a otro y es así como se fue conformando este libro, dividido en siete apartados, según la naturaleza de los textos: ensayísticos, críticos, autobiográficos o de ficción que ahora piden su difusión para que la obra en prosa del poeta sea la muestra de que nunca estuvo ausente y ajeno a las voces de otros autores, ni a ciertas preocupaciones que marcaron su rumbo poético e ideas sobre la vida, la estética y la escritura creativa. Con esta recopilación se agrega a la biografía del autor una faceta no revelada hasta el momento. Si a los Contemporáneos se les elogia su prolífica producción ensayística y de crítica de arte, ahora el doctor Nandino aparece como un intelectual que trabaja en los mismos asuntos de manera paralela e independiente, pues a pesar de que nunca vivió de sus colaboraciones en periódicos y revistas, sí estuvo presente como lector e impulsor de otras voces, tanto clásicas como nuevas. Nandino nunca fue complaciente con sus comentarios que en más de una ocasión fueron agudos y críticos. Tal vez esta será otra de las razones por las que no se ha puesto interés en su producción ensayística, pues la crítica literaria con frecuencia lanza grandes loas a los libros de otros escritores —sobre todo cuando se trata de amigos—; don Elías mereció incluso algunas enemistades, como la de Jaime García Terrés, quien le retiró el saludo después de haber criticado las supuestas deficiencias de su libro Las provincias del aire.

La recopilación de estos materiales es posible gracias a la insistencia del escritor Gustavo Sainz, quien desde 2008 me instó a recopilar los materiales en prosa del doctor Nandino. En más de una ocasión le pedí que fuera él quien escribiera un prólogo a este rescate editorial, ya que me había permitido publicar en el libro colectivo Sobre tus ojos dormidos. Artículos críticos sobre la obra de Elías Nandino (Floricanto Press, 2011) su artículo «Del verso libre al verso extacto: la poesía de Elías Nandino». Aceptó inmediatamente, pero sin premura. Ni Sainz ni yo hablamos más del tema en las ocasiones que nos encontramos en la Ciudad de México ni en la comunicación por correo electrónico que tuvimos a lo largo de nuestros breves años de amistad. Ahora que ya no está, a él le dedico estas páginas.

Hago público mi agradecimiento a José Miguel Caravantes Ibarra, albacea de Elías Nandido quien, generoso, me permitió reproducir la obra que se publica en este tomo. Agradecimiento especial merece Jaime Hernández Moreno, director de la Casa de la Poesía Elías Nandino, en Cocula, Jalisco; Jaime trabaja arduamente para que en la niñez y juventud de Cocula florezca la palabra y el legado de Elías Nandino. Gracias a Daniel Montelongo Aguayo, integrante de la Asociación Ciclos Terrenales, por sus amables gestiones para que este libro viera la luz y el nombre del Dr. Nandino siga vivo. El respeto y afecto de ellos tres hacia el vate coculense ha hecho posible que por décadas, la obra del poeta jalisciente perdure entre su pueblo.

GERARDO BUSTAMANTE BERMÚDEZ

Elías Nandino ensayista y crítico

GERARDO BUSTAMANTE BERMÚDEZ

Nosotros, mi libro y yo, vamos de acuerdo y con la misma marcha. En otros casos puédase elogiar la obra y criticar al obrero, por separado; en éste no: si se ataca al uno, se ataca al otro.

MIGUEL DE MONTAIGNE

Algunos estudiosos del ensayo han señalado que este género nace desde la antigüedad.1 Las formas de representación del discurso a lo largo del tiempo han sido variadas, desde la alta retórica para tratar los temas artísticos, pasando por el ensayo filosófico, didáctico, social, científico, psicológico, literario, político, entre otros. No será hasta que Montaigne en el siglo XVI le dé nombre y exponga algunas de sus características,2 que el ensayo comienza a clasificarse como tal y a considerarse como un género que aún en el siglo XXI nos cuesta trabajo diferenciar y clasificar dentro de la categoría de ensayo debido a su cariz híbrido.

Dice María Elena Arenas Cruz que el ensayo se basa en el estudio de las relaciones entre texto y contexto (sujetos, lugar y tiempo) y que consiste en concebir al texto (producto del intelecto y preocupación temática del ensayista) como una actividad a la que asistimos los lectores, quienes, a través de lo escrito, podemos dialogar con las ideas del autor, apoyar o refutar un discurso.

El ensayo es una forma de expresión generalmente en prosa donde lo que importa es la relación del conocimiento; se trata de expresar el pensamiento en términos no artísticos, pero tampoco coloquiales. Este género refleja el pensamiento del autor y provoca la reflexión en el lector a través de procedimientos sistemáticos de aproximación a un tema. El ensayo habitualmente no es exhaustivo, pero sí refleja los intereses temáticos del ensayista, quien no tiene que ser especialista en un tema para ser reconocido como un sujeto que piensa, escribe y argumenta sus ideas. La libertad del creador admite digresiones, imprecisiones en las citas —si las usa— y un estilo personal que no se sujeta a ningún modelo establecido, pues el estilo del ensayo es tan diverso como la cantidad de ensayos que se han escrito. Lo importante de este género son las ideas que se vierten, los juicios y la argumentación, de ahí que algunos estudiosos hayan considerado que el ensayo es una literatura de ideas. Un ensayista escribe, ensaya sobre un tema de su interés, se acerca a un asunto con el objetivo de comprenderlo desde sus circunstancias y experiencias; manifiesta sus argumentos y es capaz de dialogar y contrargumentar con las ideas de otros.

Dice José Luis Gómez-Martínez que el ensayo es un texto no extenso ni demasiado profundo donde se da cuerpo a un tema a través de la reflexión; en ocasiones produce la duda en el lector e introduce en primer plano el yo del creador.3 A diferencia de otros géneros, el ensayo se sustenta en la sinceridad y subjetividad del ensayista, quien comparte con el lector su discurso sin tratar de convencer; su propósito es establecer el diálogo y discutir ideas, pues «todo acto de escribir, supone, además, un proceso de codificación de un pensamiento: se trata de expresar una idea a través de un sistema de signos que a su vez son incapaces de significar en sí mismos, pues sólo inician un proceso (teóricamente indefinido) de definir el acto de significar en una cadena interminable».4 La finalidad del ensayo esencialmente es la comunicación e interpretación de un tema, sin el fin de agotarlo, es decir no tiene obligatoriamente conclusiones y concluyentes; puede finalizar con preguntas que el propio autor no ha podido responder y que trata de compartirlas con el lector para que éste intente dar una respuesta, o por lo menos, piense sus propios argumentos respecto al tema. En este sentido, el ensayo es una conversación a distancia entre el creador y el lector y una posibilidad de actualizar el tema, replantear asuntos tratados en textos anteriores, o bien, cambiar de opinión. Lo destacable en todo caso es el nivel de argumentación y el diálogo a distancia entre autor-lector.

Dice José Luis Gómez-Martínez que en realidad el ensayista no necesita una especialización del tema, pues de lo que se trata es de mostrar el «perspectivismo» sobre un asunto inquietante, ensayarlo de manera libre y establecer el diálogo con el lector; éste a su vez llegará a sus propias conclusiones e incluso podrá continuar el ensayo, si no de manera escrita, sí a través de la asociación de pensamientos.

Lo que hace que el lector se acerque al texto ensayístico es la experiencia de sentirse cerca del creador que manifiesta sus puntos de vista y argumentos. Arenas Cruz afirma que el ensayo consiste en la personalización de argumentos y de ciertas «marcas lingüísticas propias de la manifestación del yo y de su actitud respecto a lo enunciado (indicadores de persona, espacio y tiempo —deícticos—; modalidades de la enunciación […] A través de estos recursos lingüísticos, el sujeto de la enunciación construye una determinada imagen de sí mismo, pero a la vez proyecta la imagen de un interlocutor».5

El ensayo es un discurso personal que se construye a partir de las inquietudes y preguntas de un autor que, llegado el momento, comienza a hacer disertaciones sobre un tema con el fin de comprenderlo. Así, el ensayo proporciona la libertad al autor para fijar su discurso en un estilo libre, con los préstamos estilísticos y poéticos que mejor le acomoden. Esta falta de unificación de estilos y características definitorias del ensayo llevaron a Alfonso Reyes a calificar al género como un «Centauro» que se nutre de diversos discursos e inquietudes temáticas que se materializan en un escrito.

Por su parte, Liliana Weinberg caracteriza al ensayo como un «género fronterizo», un «híbrido» y un género «mestizo» que seduce y está al servicio del desarrollo de las ideas del creador.

La Real Academia, en tanto, dice en su Diccionario de la lengua española que el ensayo es un «Escrito en el cual un autor desarrolla sus ideas sin necesidad de mostrar el aparato erudito».6

Aunque resulta problemático aun en nuestros días homogenizar los criterios para definir si un texto cumple las características de un ensayo o no, José Luis Gómez-Martínez nos proporciona, a lo largo de su emblemático texto Teoría del ensayo, algunos planteamientos que nos ayudan a comprender y clasificar ciertos textos dentro de la categoría de ensayos. A continuación resumo algunos de estos planteamientos:

• Se trata de un texto cuyas bases de reflexión son la argumentación, la prueba, el examen, la inspección y el reconocimiento del tema desde las marcas del «yo-ensayista».

• Es un texto donde destaca la interpretación y la subjetividad del creador, su intensidad y preocupación para reflexionar y tratar un tema las veces que sea necesario; en ocasiones el acto de pensar y repensar el tema lleva al ensayista a modificar las posturas. El ensayo no busca una verdad absoluta; sólo muestra la verdad del autor.

• Hay un código (un pacto, según Liliana Weinberg) entre el ensayista y el lector; ambos establecen un diálogo a distancia; el mensaje y las ideas contenidas en el discurso permiten la comunicación. Se da el diálogo cuando el lector lee y piensa el ensayo. Si no hay un lector, o bien, es un lector pasivo o poco receptivo, el ensayo es monológico.

• Un ensayo permite leer y conocer una época: si se trata de un tiempo lejano al lector, éste actualiza los referentes, los contextos y los piensa desde su presente, valorando las evoluciones, o bien, las aportaciones sobre el tema.

• El tema de un ensayo es inagotable y con frecuencia no se trata de manera exhaustiva (aunque sí con seriedad). El tratamiento de un tema en el discurso ensayístico es un trabajo no terminado en el sentido de que admite modificaciones a partir de futuras meditaciones donde las perspectivas se modifican.

• En el ensayo literario (a diferencia del académico) hay una imprecisión en las citas textuales y referencias pues lo que importa no es la fuente exacta, sino el sentido y la utilidad que le da el ensayista al momento de escribir su discurso, mismo que tiene un tono artístico como su característica principal.

• En la medida que el ensayista piensa y escribe, inventa su propia poética del género de acuerdo con sus necesidades.

En el México del siglo XX, la proliferación del género ensayístico dio abundantes páginas. Si hablamos de generaciones o grupos, El Ateneo de la Juventud, los Contemporáneos y la Generación del Medio Siglo, por citar a tres destacables generaciones agrupadas alrededor de círculos literarios y publicaciones periódicas, podemos decir que son quizás quienes más textos de carácter ensayístico produjeron y gracias a esos textos mestizos o híbridos ha sido posible tipificar y definir parte de la historia literaria nacional del siglo XX. Esta «literatura de ideas entre periodismo y filosofía», según definió al género el propio Xavier Villaurrutia, ha permitido pensar los contextos literarios, políticos, educativos, históricos, culturales e incluso científicos de la época en la que fueron escritos.

José Luis Martínez en la Introducción a El ensayo mexicano moderno trata de definir la naturaleza híbrida del ensayo como género discursivo y lo emparenta con otras formas literarias, filosóficas y periodísticas, antiguas o actuales como son el tratado, el estudio crítico, la monografía, la crítica literaria, el ensayo teórico, el ensayo expositivo, el ensayo periodístico e incluso las memorias como manifestación de escrituras de yo. El ensayo del siglo XX se ha nutrido de las diferentes manifestaciones argumentativas y géneros. De la categorización que hace José Luis Martínez, las siguientes apreciaciones nos servirán para entender la producción ensayística de Elías Nandino:

1. Ensayo como género de creación. Es la forma más noble e ilustre del ensayo, a la vez invención, teoría y poema. Pueden ilustrarlo, dentro de la producción mexicana moderna, Palinodia del polvo, de Alfonso Reyes, Novedad de la patria, de Ramón López Velarde o Pintura sin mancha, de Xavier Villaurrutia.

2. Ensayo breve, poemático. Semejante al anterior aunque más breve y menos articulado; a la manera de apuntes líricos, filosóficos o de simple observación curiosa. Memorables ejemplos, los ensayos breves de Julio Torri, los ensayos-epigramas de Carlos Díaz Dufoo Jr. y Obras maestras, de Ramón López Velarde.

3. Ensayo de fantasía, ingenio o divulgación, de clara estirpe inglesa. Exige frescura graciosa e ingenio, o ese arte sutil de la divulgación cordial y honda sin que se pierda la fluidez y la aparente ligereza, como en Matrícula 89, de Alfonso Reyes, Tristeza de José Vasconcelos o De las ventajas de no estar a la moda de Salvador Novo.7

Son numerosas las páginas de escritores mexicanos que han disertado sobre temas diversos en su producción ensayística, ya sea desde el tema independentista del siglo XIX hasta las postrimerías del siglo XX. La historia cultural mexicana, los temas literarios e históricos aparecen varias veces como contra-discursos de la oficialidad. El ensayo mexicano del siglo XX se revela como un redescubrimiento, una forma de pensar los temas nacionales, a veces bajo el sello de la etiqueta nacionalista, como sucedió en la época revolucionaria. Por tratarse de ensayistas que también escriben poesía, drama o narrativa, el modo expresivo y su fuerza son tan heterogéneos como la cantidad de ensayistas.

Elías Nandino y los Contemporáneos

Tomando en cuenta los esbozos anteriores sobre la definición y caracterización del ensayo, podemos decir que varios de los textos contenidos en este libro cumplen los requisitos para ser considerados ensayos: argumentación, supremacía del yo autoral, subjetividad, diálogo con el lector, concisión, lectura de una época literaria y cultural, imprecisiones en las citas, incluso acentuadas marcas de lirismo debido al trabajo poético del autor, quien no puede desprenderse del todo del cariz poético.

Como ensayista, Elías Nandino escribió algunas páginas muy interesantes sobre lo que a su juicio fue el llamado grupo Contemporáneos, compuesto por autores como Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, José Gorostiza, Jorge Cuesta, Bernardo Ortiz de Montellano y algunos otros que publicaron en la revista que llevó el mismo nombre del grupo. Esta publicación tuvo vida de junio de 1928 a diciembre de1931. Para estas fechas, Elías Nandino vivía en Estados Unidos donde preparaba su tesis médica titulada «Algo más sobre raquianestesia y su aplicación en el niño». Regresa a la Ciudad de México en mayo de 1930 y en agosto recibe el título profesional de Médico Cirujano en la Universidad Nacional de México; sigue escribiendo poesía, editando y apoyando a sus amigos escritores, los consagrados, los jóvenes y los marginados, sobre los que escribe en revistas y periódicos nacionales. De los miembros de Contemporáneos, siente predilección por Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia, dos de sus entrañables amigos. «Retrato de Jorge Cuesta», por ejemplo, es un documento de primera mano para los estudiosos de este poeta alquímico, avejentado y evasivo que presenta Elías Nandino. Entre ambos escritores hay una identificación: trabajan por la poesía impulsando a los escritores a no caer en los vicios de las modas literarias o las influencias extranjerizantes o nacionalistas, uno de los grandes males de las letras, según el propio Nandino. Ninguno de los escritores de Contemporáneos pudo hacer un verdadero retrato de Jorge Cuesta como lo hizo Elías Nandino, quien presenta la parte humana de su amigo, el hombre geométrico, de apariencia decadente, pero con un gran talento artístico e inteligencia comparada con la de Baudelaire, Voltaire, Rimbaud, Nietzsche, Lutero, Wilde o Rilke, según la opinión del ensayista.

Xavier Villaurrutia en su texto «In memoriam: Jorge Cuesta» nos presenta sólo al escritor, pero no al personaje alquímico, evasivo y extraño. Apenas logra dar unas pinceladas al personaje autodidacta que leía a los demás miembros del grupo sus textos en las reuniones literarias que organizaban, que fue parte de los fundadores de Ulises, que publicó en Antena, La Falange y en varias otras revistas notas sobre poesía mexicana y universal, así como creaciones poéticas propias.

Sólo Elías Nandino logra hacer un verdadero retrato de Jorge Cuesta, el hombre hermético para la mayoría de sus compañeros, pero un individuo solo e incomprendido «en un siglo donde lo material brilla más que lo espiritual, y que lo ha condenado a la cicuta de la incomprensión y el desconocimiento». Y es que en realidad, la misma producción literaria de Cuesta, principalmente los ensayos y textos en prosa, dan cuenta de sus preocupaciones temáticas, tanto en el ámbito literario como en el sexual. Ensayos como «Una teoría sexual», «La educación sexual», «La literatura y el nacionalismo» y «La pintura superficial» se convierten en textos de gran provocación al stablisment moral y cultural del momento.

Por otra parte, uno de los poetas sobre los que Elías Nandino escribió importantes ensayos es Xavier Villaurrutia. En «Retrato», «La poesía de Xavier Villaurrutia», «La muerte en la poesía de Xavier Villaurrutia» y en «Xavier Villaurrutia: Nostalgia de la muerte», el ensayista recurre al retrato del poeta y al análisis de su poesía para hablar sobre su entrañable amigo a quien conoció a principios de 1924 y con quien estableció una gran amistad hasta diciembre de 1950, año de la muerte de Villaurrutia. Estos ensayos revelan el gran aprecio de Nandino por la obra y la persona de Villaurrutia y permiten establecer relaciones intertextuales con los poemas que Elías Nandino escribió a la muerte de su amigo, particularmente con «Décimas para un poeta difunto» y «Epílogos a un poeta difunto», de libro Triángulo de silencios (1953), así como el famoso poema «Si hubieras sido tú», perteneciente a Nocturna suma (1955).

En Juntando mis pasos (2000), Nandino dedica un capítulo a la presentación del poeta de la muerte. Estando en Córdoba, Veracruz, Nandino se entera del repentino deceso de su amigo. A partir de este momento el sentimiento de desconsuelo y el dolor lo ponen intranquilo:

Casi quince días anduve con una inquietud que sólo se me quitó cuando, en un lugar que no supe, en una casa rara, mientras dormía, me tocaron. Salí a ver quién era, y era Xavier. Lo hice pasar y platicamos muchas cosas. Me pidió un cigarro y al pararme, para ir a la cómoda donde estaban los cigarros, al querer apoyarme en su pierna la mano se me fue hasta el fondo porque no encontré solidez. Entonces, como quien sale de una profundidad llena de agua, salí a flote de mi sueño para recuperar respiración. Me vino de golpe el conocimiento de que Xavier ya estaba muerto. No me asusté, sino al contrario, sentí consuelo.8

Con este sueño, Elías Nandino comienza el duelo y la despedida; escribe «Décimas a un poeta difunto», compuesto por diez poemas. La mayoría de estos textos retoman las imágenes del sueño —elemento freudiano que Nandino estudió ampliamente en sus cursos de psicoanálisis, impartidos por el doctor Ignacio Ramírez en la Escuela de Medicina.

Tu muerte sigue encendida

en el oculto venero

del misterio verdadero

con que me cercas la vida.

En el aire está escondida

tu esencia, y embelesado

en el lenguaje callado

donde te escucho sin verte,

vivo el área de tu muerte

con que me tienes sitiado.9

La experiencia del amigo ausente fue una constante en la vida de Elías Nandino, quien en varias entrevistas confesó sentirse mutilado a la muerte de Villaurrutia. Al publicarse las cartas que Villaurrutia le dirigía a Novo, Nandino se entera de que en una de ellas, su entrañable amigo confiesa: «“El único que me escribe con frecuencia es Elías, pero ya ves cómo es Elías: no sabe si uno puede resistir su entrega”. Esto me dolió y lastimó la imagen de Xavier, porque yo fui con él no sólo su amigo, sino su hermano».10 Las palabras que refiere Nandino son las siguientes y fueron escritas el 18 de noviembre de 1935:

¿Qué hace Roberto Montenegro? No le he escrito porque no sé cómo recibirá mi carta: en los últimos meses que pasé en México, tenía una actitud llena de reservas hacia mí. Carlos [Pellicer] y Agustín [Lazo] me han escrito poco; Elías lo hace con frecuencia y con ese cariño que pone en todas las cosas, un cariño rápido y como distraído: un cariño de médico que receta cariño sin haber auscultado lentamente al enfermo; sin saber si el enfermo resistirá la dosis de cariño que le receta.11

Los textos ensayísticos donde Nandino habla de Villaurrutia poseen un valor testimonial y una crítica justa: se trata de un poeta hablando de otro poeta, ambos conocedores de los asuntos de la lírica universal e impulsores de la creación artística en el México posrevolucionario: Xavier Villaurrutia como integrante y promotor de los grupos Ulises y Orientación, renovador de la escena teatral mexicana, crítico, ensayista, dramaturgo y poeta; Elías Nandino como poeta y editor de importantes publicaciones periódicas como Cuadernos México Nuevo, Estaciones. Revista Literaria de México y Cuadernos de Bellas Artes donde publicó, entre otros títulos, la farsa Sea usted breve de Xavier Villaurrutia.

Es Elías Nandino uno de los más autorizados para hacer notar la manera en la que aparece el tema de la muerte en la poesía de Xavier Villaurrutia; en sus palabras, en momentos se aprecia un desplazamiento hacia el discurso lírico: «Supo pues, este gran poeta, hacer circular en las venas de su poesía, toda una helada agonía que nos despierta el calosfrío de pensar que la vida es sólo un tiempo que nos da la ocasión, si la aprovechamos, de purificarnos». La poesía de Xavier Villaurrutia es salvadora —según el juicio del ensayista—. La muerte se convierte en una forma de purificación permanente, es compañera y nunca enemiga; es inherente al poeta, renace cada día y se convierte en su eterna compañera.12 «Epitafio» de Villaurrutia es uno de los poemas que más calan la entraña de Nandino:

Duerme aquí silencioso e ignorado

el que en vida vivió mil y una muertes.

Nada quieras saber de mi pasado.

Despertar es morir. ¡No me despiertes!13

Aunque Elías Nandino reconoce la calidad literaria de algunos miembros de Contemporáneos, entre la escritura de los elogiosos ensayos sobre Villaurrutia y algunos otros comentarios vertidos en entrevistas, también hay críticas severas. En su ensayo «Panorama actual de la poesía mexicana» emite fuertes juicios sobre los integrantes del grupo, acusándolos de convertirse en una mafia cultural, una dictadura empeñada en ser una copia/reproducción extranjerizante, que habla desde la crítica literaria para elogiarse mutuamente o para destruir a sus adversarios. Además de las alabanzas a ciertas figuras icónicas de la poesía mexicana como López Velarde y González Martínez, el ensayista anula las aportaciones de sus contemporáneos y afirma que «el movimiento de este grupo hizo un tremendo mal a nuestra poesía […] se volvieron ciegos a nuestras tragedias, nuestros colores, nuestros paisajes y nuestras tradiciones […]». Si el ensayista critica e incluso anula las aportaciones literarias de los Contemporáneos, se debe a que como poeta no comparte la visión de una poesía intelectual hecha por y para intelectuales. Nandino es severo y parcial, sin embargo, el ejericio crítico-ensayístico permite al paso de las décadas valorar la producción de los escritores referidos por Nandino. La poesía para el ensayista debe tocar los sentimientos del lector. En «Balance de la poesía en 1967», Nandino atribuye que la falta de lectores de poesía se debe, entre otras cosas, a que los poetas no comunican y escriben textos indescifrables para quien los lee. La poesía tiene por obligación ser humana, sensible y se debe convertir en un ejercicio libre de los sentimientos y el pensamiento del hombre, al menos desde la apreciación del jalisciense. Sin lugar a dudas, los Contemporáneos se ocuparon por cimentar o afianzar las bases de una literatura mexicana —no nacionalista— y una naciente clase intelectual cosmopolita, no obstante, los ensayos de Elías Nandino donde los reduce a una copia de la literatura extranjera, también deben revisarse para poner en la balanza las verdaderas aportaciones de este grupo y las opiniones de quien fuera no sólo un poeta e intelectual de la época, sino un amigo y médico de los Contemporáneos. Las apreciaciones de Nandino se basan en su propia idea de lo que es la poesía y los grupos literarios.