Una historia sepultada

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28 Cfr., Gutierre Tibón, Historia del nombre y de la fundación de México, México, Fondo de Cultura Económica, 1975, exuberante hasta la saciedad, lo que no le quita riqueza de información, aunque no por ello claridad en la exposición o, por mejor decir, lógica en la secuencia de lo narrado y no por falta de mérito del estudioso, sino por lo que expresan los textos de que se vale para intentar mostrar su teoría.

29 La bibliografía al respecto es abundante y de manera resumida y breve pueden consultarse, además de los libros de Betancourt y Gutierre Tibón, que contienen muchos de esos materiales, la compilación que realizaran Bárbara Dahlgren, Emma Pérez Rocha, Lourdes Suarez Díez, Perla Valle de Revueltas, que titularon Corazón de Copil, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1982; o también el libro de Luis Barjau, Pasos perseguidos. Ensayos de antropología e historia de México, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Miguel Ángel Porrúa, 2002.

30 Recuérdese lo señalado en varios escritos del siglo XVI, que recuperó León Portilla bajo las siguientes palabras: “Vencida la gente de Xochimilco, Cuitláhuac y Chalco, antes de iniciar nuevas conquistas, Tlacaélel decidido a consolidar por medio de una reforma ideológica el poderío azteca. Ante todo, le pareció necesario forjar lo que hoy llamaríamos una ‘conciencia histórica’, y de la que pudieran estar orgullosos los aztecas. Para esto reunió Tlacaélel a los señores mexicas. De común acuerdo se determinó entonces quemar los antiguos códices y libros de pinturas de los pueblos vencidos y aún los propios de los mexicas, porque en ellos la figura del pueblo azteca carecía de importancia. Implícitamente se estaba concibiendo la historia como un instrumento de dominación”. Miguel León Portilla, Los antiguos mexicanos, a través de sus crónicas y cantares, con dibujos de Alberto Beltrán, México, Fondo de Cultura Económica, 1961, p. 90.

31 Quizás un cuento corto que últimamente se ha difundido mucho en la red del internet, que unos le atribuye a Gabriel García Márquez y otros Cristian Urzúa Pérez me ayude a ilustrar el asunto de la inexistencia del rompecabezas para el mundo prehispánico: “Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención. De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: “como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie”. Entonces calculó que al pequeño le llevaría diez días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente. “Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo”. Al principio el padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz? De esta manera, el padre preguntó con asombro a su hijo: -Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste? -Papá, respondió el niño; yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo”. Gabriel García Márquez, Cuentos Cortos, distintas páginas en Internet así lo registran, igual que Cristian Urzúa Pérez, Historias para crecer como padres, San Pablo, Chile, 2010.

32 En la Tercera Carta de Relación, impresa en 1523, y después de ella ya se escribió Mexico como veremos más adelante.

33 Al no contar con las Cartas autógrafas de Cortés, mucho de lo que digamos sobre las maneras y modos de escribir algunos sustantivos de objetos o personas estará en el plano de lo hipotético. Por ejemplo, por las primeras impresiones de las Cartas de Relación podemos suponer que Cortés escribió Temixtitan y que mantuvo esa escritura hasta 1535. Así que podemos decir que fueron otros los que introdujeron diferencias y variantes en la manera de escribir el nombre de la ciudad, como veremos en su oportunidad. Para seguir con el respeto a como se llamaban o designaban a las cosas o a las personas en los textos primigenios usaré el sustantivo Temixtitan en lugar de Tenochtitlan, que en aquellos tiempos nunca se empleó, confiando en que se entenderá a la ciudad a que me estoy refiriendo para dejar viva la expresión cortesiana, que como veremos lo trascendió en todos los ámbitos de la vida colonial en por lo menos los primeros treinta años.

34 Guzmán Betancourt, lee así el párrafo en comento, hecho que lo distingue de muchos estudiosos anteriores que eludían cualquier tipo de explicación, que inclusive omitían esas primas líneas, que de una u otra manera causan algún estupor, por decirlo de alguna manera. Por ejemplo, hay que ver como en el libro del Corazón de Copil ya referido se omitieron esos primeros renglones. Cfr., p. 67. Bueno y con todo que Betancourt le reconoce a Cortés al referir el término México para designar a la provincia que envolvía a la ciudad de Temixtitan, no se detiene en lo que está diciendo, sino que de inmediato descalifica la oración como parte de la incomprensión de Cortés frente a lo que dice tener ante sus ojos. Cfr., p. 50. Mucho valdría la pena un estudio detenido de todos los sustantivos que refirió Cortés en sus Cartas y los que prevalecieron y los que no, donde Temixtitan sea de esos últimos, pues no pasaron a la posteridad, como veremos más adelante.

35 Por ejemplo, Edmundo O´Gorman, en colaboración con el cronista de la ciudad Salvador Novo, en su Guía de las Actas del Cabildo de la Ciudad de México, siglo XVI, México, Fondo de Cultura Económica, Departamento del Distrito Federal, 1970, omitieron toda mención a Temixtitan que es el que se consigna en las mismas Actas del Cabildo. Ellos comienzan así su guía “1/ Acta// del 8 de marzo de 1524// I Donación de solares a Cristóbal Fernández, Antón de Arriaga, Antonio Mar- molejo, //… // 2 Acta// del 15 de septiembre de 1524//…” Mientras que, en las Actas de Cabildo, impresas en 1877 se puede leer: “En la gran ciudad de Temixtitan lunes 8 de mar// zo de mill é quinientos y veynte y quatro años estando // ayuntados en su Ayuntamiento en las casas del mag// nífico Señor Hernando Cortes Governador y Capitán // gral. de esta nueva España do se hace el dicho Ayun-// tamiento estando presentes los Señores Francisco de // las Casas Alcalde mayor é el Bachiller Ortega (1,,) // Alcalde ordinario y Bernardino de Tapia y Gonzalo // de Ocampo y Rodrigo de Paz y Juan de Ynojosa y // Alonso Xaramillo Rexidores de ella viendo y platican // do las cosas del Ayuntamiento é conplideras al bien pú // blico y parecieron las personas de yuso y dieron sus peticiones para pedir solares a los cuales respondie //ron los siguiente ante mi Francisco de Orduño…”. Actas de Cabildo, traducido por Ignacio [López] Rayón del Primer Libro de Actas de Cabildo de la Ciudad de México [sic], publicadas por acuerdo de fecha 27 de diciembre de 1870, 2ª edición para el periódico El Municipio Libre y dedicado a la ciudad, Oficina tipográfica del socialista, San Camilo número 42, 1877.

36 Continuando con mi posición deconstructiva de los discursos historiográficos señalo que Fernando Cortés, en todos los documentos que consulté para este trabajo, nunca se refiere a su rey y señor bajo el nombre de Carlos V, o incluso que don Carlos se haya reconocido como el Quinto de ese nombre. La Historia se encargaría de así referirlo, quizás para ahorrar y economizar explicaciones que tienen que ver con que el mismo don Carlos no se reconcilió como rey de España, sino hasta muy tarde, cuando ya estaba muy cerca de dejar el trono. España misma, en esos primeros cincuenta años del siglo XVI estaba surgiendo como entidad geopolítica “moderna”. Siendo lo anterior una realidad en este trabajo cuando me refiera a los reyes y señores de Cortés, lo haré bajo la designación más común en ese tiempo “Don Carlos y doña Juana su madre, reyes de Castilla y Aragón…” es largo, pero las economías no son tan buenas, pues simplifican y luego ya no se entiende nada. Y como con la anterior designación no se hace justicia plena a la Historia, pues no sólo lo era de Castilla y Aragón, en el soporte documental de este trabajo, se consignan distintas cédulas donde se dejaron los extensos títulos que poseían y que muestran la complejidad de aquellas historias.

37 Antonio de Mendoza, Ordenanzas y compilación de leyes, Madrid, Cultura Hispánica, 1945 (Incunables Americanos).

 

38 Vasco de Puga (comp.), Cedulario de la Nueva España, facsimilar del impreso original en México en 1563, México, Condumex, 1985.

39 Alonso de Zorita (comp.), Leyes y ordenanzas reales de las Indias del mar océano por las cuales primeramente se han de librar todos los pleitos civiles y criminales de aquellas partes y lo que por ellas no estuviere determinado se ha de librar por las leyes y ordenanzas de los reinos de Castilla, versión paleográfica y estudio crítico Ma. Elena Bribiesca Sumano y Beatriz Bernal, México, Miguel Ángel Porrúa, 1985.

40 Diego de Encinas (comp.), Cedulario indiano, facsimilar de la edición única de 1596, estudio e índices por Alfonso García Gallo, Madrid, Cultura Hispánica, 1945. 4 vols.

41 Cedulario de la metrópoli mexicana, presentación de Baltazar Dromundo; selección y notas de Guadalupe Pérez San Vicente, México, Departamento del Distrito Federal, 1960.

42 Beatriz Arteaga Garza y Guadalupe Pérez San Vicente (comps.), Cedulario cortesiano, México, Editorial Jus, 1949, y también: Un Cedulario mexicano del siglo XVI, edición facsimilar, versión paleográfica, prólogo y notas de Francisco González de Cosío, México, Ediciones del Frente de Afirmación Hispanista, 1973; Alberto María Carreño, Cedulario de los siglos XVI y XVII, el obispo don Juan de Palafox y Mendoza y el conflicto con la Compañía de Jesús, México, Ediciones Victoria, 1947; Un desconocido Cedulario del siglo XVI perteneciente a la Catedral Metropolitana de México, prólogo y notas de Alberto María Carreño; introducción por José Castillo y Piña, México, Victoria, 1944; Ignacio del Villar Villamil, Cedulario heráldico de conquistadores de Nueva España, México, Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1933; Vasco de Puga, Provisiones, Cédulas, instrucciones de Su Magestad, ordenanzas de difuntos y audiencia para la buena expedición de los negocios y administración de justicia y gobernación de esta Nueva España, y para el buen tratamiento y conservación de los indios desde el año de 1525 hasta este presente de 63, México, Pedro Ocharte, José María Sandoval 1563, 2 vols., otra edición con advertencia de Joaquín García Icazbalceta, México, El Sistema Postal, 1878-1879, 2 v., y otra más de Condumex, 1985 1 vol.; Compendio del Cedulario nuebo de la mui Noble, Ynsigne, y mui Leal e Ymperial Ciudad de Mexico [manuscrito] Hizolo el Lic[encia]do D[o]n Fran[cis]co del Barrio Lorenzot Abogado de la R[ea]l Aud[ienci]a y Contador de la misma, 1522-1775, 140 f. núm. encuadernadas (4 f. en blanco), manuscrito en la Biblioteca Nacional de México.

43 Francisco del Paso y Troncoso (comp.), Epistolario de Nueva España, 1505-1818, México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, 1939, “Advertencia” firmada por Silvio Zavala, 16 tomos.

44 Colección de documentos inéditos para la Historia de España, (esta colección se refiere entre los especialistas CDIHE), a la que le siguieron otras con referencias como: Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, sacados en su mayor parte del Archivo de Indias, (DII); Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas en Ultra Mar (DIU); Documentos inéditos para la historia de España (DIFA), véase segunda parte de Fuentes para el estudio de los pueblos de naturales de la Nueva España, Felipe I. Echenique March, op. cit.

45 A. Millares Carlo y J. I. Mantecón, en los Índices y extractos de los protocolos del archivo de notarías de México, 1524-1528, México, El Colegio de México, 1945.

46 Aunque en la primera publicación del Libro de Actas de Cabildo de la Ciudad se puso “de México”, este sustantivo no aparece en el primer Libro autógrafo, ni aún en el segundo, tercero y cuarto, en donde el que se estableció fue el de Temistitan o Temixtitan, como se puede ver en el apartado correspondiente.

47 La mayoría de los formularios de las distintas escrituras o cartas que se podían hacer estaban reglamentadas por lo menos desde las Siete Partidas del Rey Alfonso el Sabio, por ejemplo en la partida III, título XVIII, “De las escrituras por que se prueban los pleitos”, pp. 546-630.

48 Esa “libertad” tomada por archivistas, editores y aún por compiladores quizá nunca se cuestionó o discutió, pues se entendía que esa tarea era parte de su trabajo, o porque no siéndolo se veía como un servicio adicional a su propio trabajo. La actualización de nombres de individuos puede observase con mucha claridad en la misma documentación cortesiana, ya que los documentos firmados por Cortés, las más de las veces llevan el nombre de Fernando, pero los editores en los títulos que presentan los documentos, le ponen el nombre de Hernando, que dentro del documento nunca aparece, o también ocurre, que a Cortés lo designan marqués del Valle, cuando todavía no se le había otorgado dicho título, como veremos con más detalle más adelante.

49 La acentuación como veremos data de la segunda mitad del siglo XVIII, igual que el comenzar a grafiarlo con “J”.

50 José Luis Martínez, Documentos cortesianos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Fondo de Cultura Económica, 1990, 4 vols., Vol. I, p. 164, doc. 16. Debo insistir que ello no es privativo de José Luis Martínez, sino que es heredero de los más connotados editores de documentos de los siglos XIX y XX, comenzando con Andrés González Barcia, pasando por Francisco Antonio de Lorenzana, que al frente de sus ediciones nombró a Hernán Cortés, aunque al interior dejó el nombre de Fernando Cortés que es tal cual se consignó en las Cartas que estaba reeditando. Otro tanto se puede notar en el Epistolario de la Nueva España, donde quizás por primera vez se dio ese título al documento que reeditó Martínez. En el Epistolario hay más documentos con similar proceder. Esto se puede ver con toda claridad en los encabezados del documento 55: “Testimonio hecho en México, a 9 de agosto de una Cédula de S. M. hecha en Pamplona: sobre que el Reino de Nueva España no será enajenado de la Corona, a 22 de octubre de 1523” (en dicha edición no se incluyó el documento, pero el mismo se puede ver en otras ediciones como veremos más adelante y en el mismo no se consigna el nombre de México); o en el documento 64, “Carta al rey de Juan Tirado, uno de los conquistadores de Nueva España, haciendo mención de sus servicios y pidiendo varias mercedes”, sin fecha ni firma. Está unida a la información de méritos y servicios del mismo Tirado hecha en México, a 3 de noviembre de 1525 (en el documento no hay fecha y la referencia a la ciudad es “cibdad de Tenustitan”); en el documento 65 el encabezado señala “Junta celebrada en México (?) por Gonzalo de Salazar, Pedro Almidez Cherino, Leonel de Cervantes y otros, como representantes del Gobierno, así de México como de otros pueblos de Nueva España, sobre pedir al rey les concediere ciertos puntos de gobierno para tranquilizar aquellas provincias”. En el texto las expresiones que se usan son las siguientes: “En la cibdad de Tenostitan México”; “E luego porque los dichos procuradores contendían cuál de ellos debía hablar primero, los dichos señores tenientes de gobernador mandaron que hable primero la cibdad de Tenostitan así por ser cibdad como por ser cabeza desta Nueva España y la principal cosa destas partes y que luego hablen los procuradores de las dichas villas así como fueron poblándose de españoles”. “Esta ciudad de Tenostitan que está en el agua y salen della por sus calzadas una y dos y tres leguas por el agua”. “Piden título noble para Temistan”. “Asimismo porque esta cibdad de Tenostitan fué y es la mayor y más populosa que se ha visto en munchas partes suplican a su majestad que le manden dar algún título noble con que la honren y se honren los que en ella poblaren”. “Pedro Sánchez Farfán procurador desta cibdad de Tenostitan en nombre della dijo”. “Era el mismo que había dado el procurador de Tenostitan”. “E yo Diego de Ocaña escribano público desta cibdad de Tenostitan México”. En el capítulo correspondiente desarrollaré estos puntos que he dejado aquí señalados y que se pueden ver con toda precisión en los documentos que insertamos en el Soporte documental del trabajo. Entrada 115.

51 Debe quedar claro que esa forma de dar seña de identidad a este como a otros muchos documentos no corresponde a José Luis Martínez, sino que él sigue una tradición que muy posiblemente se inició con la edición de Colección de documentos para la historia de México, publicada por Joaquín García Icazbalceta (1858), segunda edición facsimilar, México, editorial Porrúa, 1980, p. 445, (Biblioteca Porrúa, 47).

52 Este tipo de narrativa historiográfica no es nueva, podría decir que de una u otra manera se inició desde los primeros intentos de dar cuenta de la conquista por parte de los franciscanos, dominicos y aun civiles. Véase por ejemplo, fray Toribio de Benavente o Motolinía, Historia de los indios de la Nueva España, relación de los ritos antiguos, idolatrías, sacrificios de los indios de la Nueva España, y de la maravillosa conversión que Dios en ellos ha obrado, estudio crítico, apéndice, notas e índice de Edmundo O´Gorman, México, Porrúa, 1969, (Sepan cuantos…, 129). Para más referencias véase Felipe I. Echenique March, op. cit., apartado 7. Crónica religiosa; 9. Crónica criolla, 10. Crónica oficial.

Capítulo I

Primer soporte documental

Es incuestionable que la Segunda, Tercera y Cuarta de las Cartas de Relación de Fernando Cortés, enviadas a sus reyes y señores don Carlos y su madre doña Juana, fueron los primeros documentos manuscritos, y luego impresos, que de manera clara y pormenorizada dieron cuenta de las sociedades que comenzaron a conquistar los españoles en lo que Cortés llamó La Nueva España.1

En tales Cartas de Relación se narra, según el entendimiento de Cortés y su hueste, entre otros muchos hechos y circunstancias, la existencia de grupos humanos que vivían y se organizaban en pueblos, ciudades, villas y provincias, que llevaban los nombres de Culua, Aculuacan, Yztacmastitan, Tascalteca, Churultecal, Gnasincango, Temixtitan, Cempoal, Nautecal, Sienchimalen, Teyrnacan, Caltanmi, etc.,2 y que estaban gobernados por los que suponía como señores de aquellas ciudades o provincias, y dentro de ellas se podían apreciar relaciones de poder, subordinación o exentos del orden que infirió o supuso como preponderante.3

Por lo anterior es indispensable historiar brevemente lo referente a estas Cartas y otros materiales impresos de aquellos primeros años, pues ellas fueron los que pusieron a circular entre otras “realidades” autóctonas, los sustantivos en uso para designar ciudades, pueblos y provincias y que necesariamente son los que se deben confrontar con los usados en la correspondencia oficial de todos los niveles o inclusive la particular.

La titulada Carta de Relación enviada a su majestad…,4 que corresponde a la que nosotros conocemos como Segunda Carta de Relación,5 fechada en Segura de la Frontera, el 30 de octubre de 1520, llegó a la corte a finales de 1521 y a partir del 8 de noviembre de 1522 sus contenidos eran del dominio público gracias a los folios impresos en caracteres góticos con los que los estampó el alemán Jacobo Cromberger, residente de la ciudad de Sevilla, y luego en posteriores impresiones como la del también alemán, George Coci, en Zaragoza, con fecha 5 de enero de 1523; la carta también se tradujo al latín e imprimió en 1524 y hubo otras ediciones en francés, flamenco e italiano.6


Trascripción: Carta de relación enviada a su sacra majestad del emper / ador nuestro señor por el capitan general de la nueva españa: llamado fernando cor / tes. En la qual hace relación de las tierras y provincias sin cuento que ha descubierto / nuevamente en el yucatan del año de XIX a esta parte: y ha sometido a la corona / real de sacra Majestad. En especial hace relacion de una grandisima provincia muy / rica, llamada Culua: en la que hay muy grandes ciudades y de maravillosos edi / ficios: y de grandes tratos y riquezas. Entre las cuales hay una mas maravillosa / y rica que todas llamada Timixtitan: que esta, por maravilloso arte edificada so / bre una grande laguna, de la cual ciudad y provincia es rey un grandisimo señor / llamado Muteeçuma: donde le acaecieron al capitán y a los españoles espanto / sas cosas de oír. Cuenta largamente del grandisimo señorio del dicho Mu /teeçuma, y de sus ritos y ceremonias y de como se sirven.

 

La Tercera Carta de Relación, fechada el 15 de mayo de 1522, en Coyoacan, en la Nueva España, debió llegar a finales de ese mismo año a las manos del Consejo de don Carlos y su madre doña Juana. Se terminó de imprimir en la ciudad de Zaragoza, por George Coci el 5 de enero de 1523. A los pocos meses, el 5 de marzo, apareció otra edición en Sevilla de Jacobo Cromberger, y luego hubo otras más que refieren puntualmente Henry Harrisse y Carlos Sanz.7


Transcripción: Carta Tercera de relación: enviada por Fernan / do cortes capitan y justicia mayor del yucatan llamado la nueva españa / del mar oceano: al muy alto y potentisimo cesar e invictisimo señor don / Carlos emperador semper augusto y rey de españa nuestro señor: de las / cosas sucedidas y muy dignas de admiracion en la conquista y recupe / racion de la muy grande y maravillosa ciudad de Temixtitan: y de las / otras provincias a ellas sujetas que se rebelaron. En la cual ciudad y di / chas provincias el dicho capitan y españoles consiguieron grandes y se / ñaladas victorias dignas de perpetua memoria. Asimismo hace rela / cion como han descubierto el mar del Sur: y otras muchas y grandes pro / vincias muy ricas de minas de oro: y perlas: y piedras preciosas: y aun / tiene noticia que hay especeria.

La Cuarta Carta de Relación, signada en Temixtitan de la Nueva España, el 15 de octubre de 1524, debió arribar a la corte a mediados del año siguiente y Gaspar de Ávila la imprimió en Toledo en 1525, Jorge Costilla hizo lo propio en Zaragoza con fecha 8 de julio de 1526, y luego siguieron otras impresiones.


Transcripción: La cuarta relacion que Fernando cortes gover / nador y capitan general por su majestad en la / nueva España de la mar oceano envio al muy / alto y muy potentisimo invictisimo señor/ don Carlos emperador Semper augusto y / rey de España nuestro señor: en la cual estan / otras cartas relaciones que los capitanes / Pedro de Alvarado y Diego Godoy envi /aron al dicho capitan Fernando cortes.

La Quinta Carta de Relación, firmada en Temixtitan a 3 de septiembre de 1526, se publicó hasta 1852, cuando Enrique de Vedia la dio a la luz pública.8

Con esas publicaciones podemos hacer ver que de manera muy rápida, a menos de dos años de haber sido escrita la que hoy conocemos como Segunda Carta, y en un poco menos de tiempo de sus datas, las dos restantes, llegaron a las manos de don Carlos y doña Juana su madre, reyes de Castilla y Aragón, a las de sus Consejos y a un público que iba más allá de los lectores y escuchas en lengua castellana, dadas las ediciones en otros idiomas, con lo cual pudieron enterarse de primera mano de lo visto, actuado, ocurrido, signado y designado desde el desembarco de Fernando Cortés en el puerto de Chalchimeca,9 el 22 de abril de 1519, hasta que se estaban levantando sobre los cimientos de la ciudad vencida de Temixtitan los nuevos edificios que daban cuenta del poderío español sobre todas esas tierras y “señoríos” conquistados, hasta el 15 de octubre de 1524 en que fechó su Cuarta Carta que se imprimió tan pronto como llegó a España, el 20 de octubre de 1525.

Las narrativas de aquellas Cartas dejarán para la posteridad y de manera pública, a más de las campañas de conquista y sometimiento, los nombres que Cortés supuso o entendió llevaban los pueblos, ciudades, tierras, territorios, así como los individuos que se decía señoreaban aquellos Pueblos que exhibían con mucho un orden y policía hasta entonces no visto en los territorios conquistados y sometidos de las Antillas o inclusive de Castilla del Oro.10 Sin que todo lo anterior inhibiera dejaba testimonio de las pugnas entre los intereses de Cortés y sus huestes, frente a las de Diego Velázquez y los suyos, de las que nos ocuparemos más adelante.

Corto futuro de aquel primer soporte impreso

Si bien es cierto que la publicación tan temprana de los contenidos de las Cartas de Relación de Fernando Cortés en todas sus dimensiones y todos sus detalles es algo digno de admirarse aún en nuestros días, también es cierto que la existencia de aquellas impresiones sólo dieron paso a una segunda edición en el siglo XVIII, pero a partir del siglo XIX fueron desplazadas como corpus de referencia para las siguientes ediciones, debido a unas copias manuscritas que se localizaron en la Biblioteca Imperial de Viena, al finalizar el siglo XVIII.11

Los hechos que llevaron a fijar esa decisión han construido una historia intrincada, y un tanto silenciada, en cuanto a la valía de los distintos soportes en los que se encuentran las Cartas cortesianas y de lo que en ellas se consignó, sobre todo en tratándose de los sustantivos con que se designaron o reconocieron ciudades, villas, pueblos, provincias y aún el nombre de los denominados señores.

Esa historia, un tanto sui generis, es hija, por una parte, de la ausencia de los manuscritos autógrafos de Fernando Cortés y, por otra, del hallazgo en el siglo que veía nacer la crítica documental y el aprecio por los documentos,12 de unas copias manuscritas que se resguardaron en la Biblioteca Imperial de Viena y de otras en bibliotecas españolas.

Extremos que se juntan necesariamente en el olvido en que quedaron sepultadas en el siglo XIX las impresas en caracteres góticos, y aun las reeditadas en el siglo XVIII que referiremos más adelante.

Así la ausencia de las Cartas autógrafas, el hallazgo de unas copias manuscritas y el olvido de las impresas, considero que fueron creadas soterradamente entre los académicos de la Historia –sobre todo a partir del siglo XIX y que aún llega a nuestros días– un básico acuerdo de “sano y equilibrado tratamiento” para las Cartas ya fuesen en los soportes impresos o manuscritos, consistente en dejar a salvo a las Cartas en cualquiera de sus formatos, de crítica interna y aun externa; toda vez que ni la autoría y contenidos fueron impugnados en los tiempos de su publicación por el remitente o el destinatario o, todavía más, porque las descalificaciones que recibieron las Cartas impresas en caracteres góticos, de quienes de una u otra manera convivieron o fueron enemigos del capitán general: Pánfilo de Narváez o Bernal Díaz de Castillo, no desestimaron la autoría sino la parcialidad en la presentación de los hechos de descubrimiento y conquista del capitán general y su desafortunado regateo y mezquindad con que trató los esfuerzos de otros conquistadores.

Así quedaron a salvo de las necesarias operaciones de crítica documental a lo que se sumó la exclusión de los materiales impresos en caracteres góticos, que fueron sustituidos por las copias manuscritas que se localizan en Viena sobre todo para el establecimiento de las postreras ediciones que alcanzan a las de nuestros días.

A lo antes expuesto no es fácil encontrarle una explicación, pues en los trabajos historiográficos del siglo XIX no se percibe una angustia y dedicación mayor por encontrar las Cartas autógrafas de Cortés ni por la recuperación de las reediciones del siglo XVIII, sino un ánimo muy febril por desenterrar materiales de los archivos autógrafos y en ese sentido nuevas ediciones sustentadas en las copias de Viena y de España, quizás por el puro hecho de presumir que lo manuscrito tiene más valor sobre lo tipografiado, dejando de lado cualquier otra circunstancia y análisis como veremos más adelante.

Devoción por lo manuscrito

El 1 de junio de 1527 Pánfilo de Narváez consiguió una Real Cédula para que se prohibieran y quemaran en plazas públicas de Sevilla, Toledo y Granada, las Cartas de Relación de Fernando Cortés que habían sido publicadas en aquellas mismas ciudades, porque aquellos impresos desvirtuaban y afectaban la honra suya y la de Diego Velázquez, quienes desde 1519 se habían opuesto a lo actuado por Cortés en las supuestas islas de Yucatan, Cozumel y Ulua, tanto por haber faltado a las órdenes que le dio Velázquez, como por incumplir lo convenido entre ambas partes.13