Loe raamatut: «De Tralca-Mawida a Santa Juana »

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© Fernando Venegas Espinoza, 2014

Registro de Propiedad Intelectual Nº 247.119

ISBN edición impresa: 978-956-17-0616-3

ISBN edición digital: 978-956-17-0909-6

Derechos Reservados

Ediciones Universitarias de Valparaíso

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Calle 12 de Febrero 187, Valparaíso

E-mail: euvsa@ucv.cl

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HECHO EN CHILE

ÍNDICE

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA E HIPÓTESIS DE TRABAJO

METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN

ENFOQUE DE ESTA INVESTIGACIÓN, ESTADO DE LA CUESTIÓN Y MARCO TEÓRICO

El escenario de esta historia

El problema de la denominación, ¿quiénes habitaban el espacio de esta historia antes del arribo de los europeos?

La llamada guerra en los bosques del sur: sus etapas

La importancia de los fuertes en la conquista de América y en la contención de la frontera del Biobío en Chile

CAPÍTULO 1 DE ZONA DE RESISTENCIA A BALSEADERO Y ENCLAVE DEL AVANCE ESPAÑOL. TRALCA-MAWIDA DURANTE LA CONQUISTA.

CAPÍTULO 2 SANTA JUANA DE GUADALCÁZAR EN EL SISTEMA DE FUERTES DE LA FRONTERA DEL BIOBÍO (1626-1723)

CAPÍTULO 3 SANTA JUANA DE GUADALCÁZAR EN EL SISTEMA DE FUERTES EN LA “NUEVA FRONTERA” DEL BIOBÍO (1723-1810)

CAPÍTULO 4 DE LAS GUERRAS POR LA INDEPENDENCIA HASTA LA OCUPACIÓN DE LA ARAUCANÍA POR EL ESTADO CHILENO: LA PLAZA DE SANTA JUANA ENTRE DOS CRISIS (1810-1860)

CAPÍTULO 5 EL DESARROLLO DE LA MINERÍA DEL CARBÓN Y SUS REPERCUSIONES EN EL ENTORNO RURAL: EXPANSIÓN AGRÍCOLA Y CAMPESINIZACIÓN (1860-1960)

A MODO DE CONCLUSIÓN PINCELADAS SOBRE EL ARRIBO DE LAS FORESTALES Y LA DESCAMPESINIZACIÓN EN SANTA JUANA

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Prólogo

Pocos lugares reflejan mejor la complejidad de la sociedad fronteriza que la antigua localidad de Santa Juana. Su ubicación, a orillas del río Biobío representa una paradoja. Por un lado, mantuvo una condición periférica, semiaislada por su condición ribereña, sin cumplir realmente funciones urbanas hasta entrado el siglo XX. Su misma situación, por otra parte, en mitad de la ruta que se internaba hacia Arauco por las alturas de Patagual, como acceso principal del verdadero “muro” natural que representaba el gran río, le otorgaron una centralidad en varios momentos críticos de la llamada Conquista y los siglos coloniales. Algo similar ocurrió en tiempos republicanos. En los estertores de las guerras de independencia, sus capítulos más crueles se pelearon en un radio de cien kilómetros a la redonda de la localidad surgida junto al fuerte y el antiguo vado. Durante el resto del siglo XIX continuó la inestabilidad y la violencia en la zona, la que vive una segunda coyuntura crítica en los años de la ocupación definitiva del territorio de Arauco.

Hacía falta, por lo mismo, para una adecuada inteligencia de los procesos, una mirada moderna, apoyada en las herramientas combinadas de la antropología y de la historia. Es lo que nos ofrece, sobradamente, el trabajo de Fernando Venegas Espinoza. Pasa revista a las diversas visiones que se han planteado sobre la conformación y la distribución espacial de los rewes y aillarewes mapuche. Con ello, nos ofrece una perspectiva renovada sobre los habitantes de la región, antes de la ocupación hispana. El inicio de la guerra disloca profundamente la sociedad indígena y genera una lógica de mestizaje y confrontación, que irá evolucionando con el tiempo, hasta constituir un enclave fronterizo. Es lo que finalmente estudia el profesor Venegas, con un enfoque microhistórico.

Antes todavía de concentrarse en el desarrollo particular de Santa Juana, vuelve la mirada hacia el campo contrario. Analiza la línea de fuertes españoles y su función defensiva, en diversas épocas, con buen acopio de fuentes y materiales y una mirada crítica y personal. Concluye que no cabe estudiarlos en su individualidad, sino como un sistema, en que el colapso de algunos de ellos determinó, en varios momentos, la caída de la región en poder de los mapuches.

El desafío que planteaba el cruce del río, ya sea con fines bélicos, de comercio o aun espirituales, es también reseñado, recurriendo a interesantes testimonios. Cuando ya la guerra amaina, el libro vuelca la mirada a los procesos regionales en que la comarca de Catiray, con su valle y serranías, tuvo participación. La colonización espontánea de la frontera, el suministro agrícola a la población minera de Lota o el negocio maderero fueron moldeando el devenir económico y demográfico de Santa Juana. De esta forma, el libro va identificando los procesos y circuitos que dinamizaron la economía local y que explican su temprana, aunque breve capitalidad del departamento de Lautaro, entre 1841 y 1865. Posteriormente, la habilitación de la ruta costera por San Pedro y Coronel; la construcción del Puente Ferroviario (1889) y el Carretero (1943), frente a Concepción, fueron privando al río de sus funciones de transporte y apartaron al pueblo del camino. Entonces fue el ferrocarril, que pasaba por Talcamávida, el punto de conexión con la urbe penquista, que implicaba el azaroso cruce del Bío-Bío.

Para los años recientes, bien apoyado en entrevistas y en la memoria oral de los antiguos santajuaninos, el autor reconstruye el iter de la ciudad, desde su modesto pasado agrícola hasta su presente forestal. Son testimonios necesarios, pues humanizan y ponen rostro a procesos que pueden resultar áridos y casi mecanizados. Se aprecia como graves eventos han desaparecido de la memoria y se acumulan, en cambio, percepciones propias del semiaislamiento que los informantes experimentaron por largos años, hasta la construcción del actual camino.

El texto que prologamos se escribió como parte de un proyecto de puesta en valor del Fuerte de Santa Juana, a cargo del destacado arquitecto patrimonialista Carlos Inostroza. Celebramos ambas iniciativas, que bien se complementan y, como ocurre con los trabajos microhistóricos, puede iluminar e inspirar otros esfuerzos similares. De Tralca-mawida a Santa Juana… suma una obra más a la prolífica pluma de Fernando Venegas, doctor en Historia y actual Director del Departamento de Ciencias Históricas y Sociales de la Universidad de Concepción, donde se halla realizando una encomiable labor. Afincado en la zona de Concepción hace pocos años, se ha integrado positivamente al trabajo académico, pues el presente no es primer aporte historiográfico a la Región.

Valoramos, en consecuencia, el empeño de su autor, quien como parte de un equipo multidisciplinario, ha logrado concluir un trabajo riguroso y no exento de agudeza analítica. Ojalá que los trabajos del Fuerte queden tan bien logrados como esta investigación que los acompaña. Serán dos pasos muy notables para la comprensión, pero sobre todo para la revaloración, a partir de una localidad significativa, del legado mapuche y la sociedad fronteriza.

ARMANDO CARTES MONTORY

INTRODUCCIÓN

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA E HIPÓTESIS DE TRABAJO

El presente trabajo es una parte del producto de una investigación encargada por la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas de la Región del Biobío a la Consultora EstudioCero, para la Restauración y puesta en valor del Fuerte Santa Juana, correspondiendo al proyecto N° 30096057-0. Se trató de un estudio que fue realizado por un equipo multidisciplinario dirigido por el arquitecto Carlos Inostroza1.

Lo que publicaremos en este libro corresponde en gran parte a la investigación histórica que se realizó para ese proyecto, la cual podría insertarse dentro de los llamados estudios fronterizos, pues se trató de comprender el origen y proyección de una localidad en el tiempo, desde su pasado indígena hasta su presente origen urbano, en el ámbito de la frontera del río Biobío.

Los estudios fronterizos han sido una importante forma de problematización del pasado colonial que ha permitido para el caso chileno significativos avances en la comprensión de las diversas fronteras que se conformaron en lo que posteriormente llegará a ser Chile, y muy particularmente de la frontera del río Biobío. Establecido ciertos marcos generales que se siguen discutiendo, pensamos que es necesario avanzar hacia un conocimiento más específico del funcionamiento de esa frontera, cuestión que se puede realizar a partir de enfoques microhistóricos y/o de historia regional2.

La hipótesis de este trabajo es que el área de Santa Juana, en los albores de la conquista Tralca (trueno), Mawida (montaña), es por una parte, un reflejo desde lo general de cómo se desarrolló el conflicto entre hispanocriollos y los antiguos mapuches del sur y de la transición que se produce desde el siglo XVIII al siglo XX de ser espacios de conquista y colonización a ser lugares en los que por diferentes factores, la población comienza a adoptar características urbanas. Por otra, el estudio de la historia asociada al fuerte es demostrativa que los enfoques desde lo particular permiten apreciar aspectos que las miradas más amplias no alcanzan a percibir. Haciendo una amplia generalización pensamos que los fuertes, en la medida que fue avanzando la colonia, se van a consolidar como ámbitos representativos del mayor despliegue del estado español asociado a las reformas borbónicas. En la conquista, en lo que al “enemigo interno” o “doméstico” se refiere, para el caso de la experiencia histórica del “reino de Chile”, los fuertes fueron más bien un producto de la iniciativa privada. Durante el siglo XVII, a partir de Alonso de Ribera, en su articulación, equipamiento y dotación se aprecia una mayor presencia del estado, pero en su construcción propiamente tal, siguen siendo más bien un reflejo de la iniciativa de los privados, cómo que durante esa centuria predominaron los fuertes de empalizada, con viviendas interiores de techos pajizos y de planta cuadrada, rodeada por un foso. Sólo algunos fuertes como el de Arauco incorporaron una nueva materialidad en su construcción.

Ya en el siglo de la Ilustración, a partir de la articulación de una nueva frontera contra el “enemigo interno” por Gabriel Cano de Aponte, las importantes modificaciones que se hicieron al ejército, la optimización que se hizo a su abastecimiento, y una cada vez mayor presencia de profesionales formados al alero del Real Colegio de Ingenieros de Madrid, los fuertes y las plazas fortificadas experimentarán su etapa de mayor atención del estado, en tanto, por lo menos en varios de los fuertes situados en torno a la línea de Biobío y el Laja, su estructura experimentó significativas transformaciones al construirse plantas pentagonales, de vértices angulados a través de baluartes, utilizándose la piedra como elemento constructivo. No obstante, en el caso de la plaza de Santa Juana, el lugar elegido para levantar el fuerte y los terremotos (como el de 1730 y 1751), fueron limitantes relevantes a este tipo de obras. Los fuertes de empalizada eran menos imponentes y parecían más vulnerables, pero eran más fáciles de reconstruir y menos costosos de reparar. Finalmente, los fuertes fueron un espacio a través del cual las misiones, especialmente las jesuitas del siglo XVIII, contribuyeron a la conformación de una cultura popular marcada por la conexión entre el calendario agrícola y el devocional, entre lo humano y lo divino que se va a proyectar en la larga duración, a pesar del avance de la urbanización, viniendo a entrar en una crisis más profunda, con el avance de las forestales en la década de 1970. En el caso de Santa Juana, el relativo aislamiento al encontrarse en la ribera sur del Biobío, conectada sólo a través de los boteros, contribuyó grandemente en ello.

METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN

Este trabajo, como ya ha sido señalado, se inició como parte de una investigación multidisciplinaria cuyo propósito es poner en valor el fuerte Santa Juana.

La primera inspección ocular del sitio se hizo con el arquitecto Carlos Inostroza, posteriormente se realizarían otras con los demás integrantes del equipo, para dimensionar de mejor manera el contexto de la historia que debíamos entender y estudiar.

La búsqueda de documentación fue realizada por dos investigadores. La que se encuentra en el Archivo Nacional Histórico de Santiago, además de la que se encuentra disponible en catálogos y fondos documentales en la web fue rescatada por el historiador Boris Jofré. El trabajo etnográfico, la entrevista a informantes claves, la búsqueda y revisión de documentación en la localidad de Santa Juana –además de la revisión de Notariales en el Archivo Nacional de la Administración de Santiago–, el reconocimiento general del entorno, el análisis de las fuentes y la elaboración del documento final fue realizado por el autor de este trabajo.

La primera etapa de la investigación fue orientada a la búsqueda de bibliografía tanto general como específica de las relaciones fronterizas como del rol que tuvieron los fuertes en su funcionamiento. Al mismo tiempo se revisó bibliografía y fuentes que permitiesen hacer un análisis de la evolución que va a tener el poblado de Santa Juana entre el siglo XIX y XX, tanto desde el punto de vista de la historia como de las tradiciones y cultura popular local y regional. En este punto fue que se procedió a la digitalización de todos los libros de actas que se conservan en Relaciones Públicas de la Municipalidad de Santa Juana, más otro que está en la biblioteca comunal, aunque por los propósitos de este trabajo para esta investigación no fueron revisados exhaustivamente.

En segundo lugar, se buscó información referida tanto al fuerte Santa Juana en lo particular como de Ingeniería militar en general. En este punto, hubo una especial preocupación en inquirir y encontrar para esta investigación: 1) planos históricos correspondientes a Santa Juana y 2) mapas que ilustrasen el contexto que esta ocupaba dentro de la frontera permanente establecida por el gobernador Alonso de Ribera en el Biobío (1601-1604), 3) mapas que reflejasen los procesos que se vivieron en este espacio durante los siglos XIX y XX. 4) Documentación en general del fuerte.

Para el siglo XVII, con el trabajo realizado por Alonso González de Nájera, se cuenta con una referencia notable para caracterizar cómo funcionaban los fuertes en términos sociales y culturales. Nos parece que para el siglo XVIII, sobre todo durante la segunda mitad, los informes son más técnicos: describen el estado de las murallas, de las habitaciones, el armamento, pero poco dicen de la vida que se desarrollaba allí.

El otro énfasis de esta investigación estuvo puesto en la realización de trabajo etnográfico cuyos objetivos fundamentales fueron los siguientes. Entrevistar a informantes claves que otorgasen información histórica asociada a la localidad de Santa Juana que nos permitiese comprender el contexto histórico en el que se desplegó, no sólo la historia del fuerte, sino también del poblado, tales como la problemática de el cruce del río, el destino de las poblaciones indígenas, entre otros aspectos, y que contasen con archivos fotográficos que pudiesen dar cuenta de ese pasado. Se entrevistó a las siguientes personas: Orlando Pereira (ex corresponsal de diarios regionales en Santa Juana, el informante que más colaboró en el trabajo etnográfico); Andrés Ortiz (trabajador Municipal, encargado de obras del fuerte Santa Juana de 1980); Carlos Abdenour (comerciante; Gustavo Moya (botero, residente en Santa Juana); Baldomero Jofré (botero, residente en Santa Juana); María Medina Medina (cantora de ciudad); Jackeline Ríos (Informante de Santa Juana); Andrés Espinoza Guzmán (Movilizador Estación de Talcamávida); Katherine Riveros (nieta de Luis Oliva, propietario de terreno en donde estuvo emplazado fuerte Talcamávida); Depo Linares Altamirano (comerciante); Hemérito Sanhueza Pezo (botero residente en Talcamávida); Sergio Ortiz (Quilacoya); Lidia Vergara (Bajo Curalí); Juan Jofré Torres (descendiente mapuche, Alto Curalí); Bernardo Catril (Alto Curalí); Erasmo Catril Vergara (Alto Curalí).

La documentación reunida fue analizada y contrastada. En el caso de las entrevistas, las preguntas se hicieron a partir de cuestionarios específicos en donde la historia de vida del relator fue el hilo conductor.

* * *

Antes de entrar al desarrollo de este trabajo, quisiéramos agradecer a quienes contribuyeron a que este pudiese llegar a buen término. En primer lugar a Carlos Inostroza, por invitarnos a participar de EstudioCero y con ello permitirnos comenzar a conocer el sur de Chile de manera más profunda. A su vez, agradecer a la Dirección de Arquitectura del MOP por autorizar la publicación de este texto y al Consejo Nacional del Libro y la Lectura por financiar su publicación. En Santiago, el trabajo de rescate de documentación en archivo realizado por Boris Cofré y la generosidad de Ignacio Chueca, que colaboró con documentación inédita. En la Universidad de Concepción, el apoyo del personal de la Sala Chile que hasta hace poco tiempo dirigía don Eugenio Flores.

Ya en Santa Juana, agradecer las facilidades que nos dio el personal municipal y muy especialmente los vecinos de Santa Juana que se transformaron en informantes claves. Muy especialmente agradezco a Orlando Pereira que me recibió en su casa como a un familiar y que puso su tiempo generosamente a disposición para comprender de mejor manera la historia de esta localidad.

Por último, agradecer las observaciones y comentarios del Dr. Eduardo Téllez; y al Dr. Armando Cartes por darse el tiempo de leer este trabajo y prologarlo. Dedico este libro a mi hija Antonia y a la memoria de mi bisabuela materna Margarita Pino Osorio, nativa de Santa Juana.

ENFOQUE DE ESTA INVESTIGACIÓN, ESTADO DE LA CUESTIÓN Y MARCO TEÓRICO

Este estudio histórico ha sido enfocado desde la microhistoria, cuyos propósitos son estudiar problemas generales en ámbitos acotados, sin partir de la premisa que ello se está haciendo porque se trata de un espacio importante, lo que hemos denominado como historia localista o regionalista . En este caso, a partir de los objetivos que se nos han impuesto a desarrollar, la pregunta que subyace a este trabajo es dar cuenta del despliegue histórico de una localidad en la frontera del Biobío. Esa es una pregunta que se podría responder estudiando cualquiera de las ciudades o pueblos que tuvieron su origen en fuertes. En este caso se hizo en Santa Juana porque lo que interesaba era volver a poner en valor su fuerte, pero no porque se considerase que fue la fortificación más significativa de todas las que se emplazó en el Biobío. Otra cuestión a considerar es que la respuesta a esa pregunta será desde lo particular y en consecuencia, de ningún modo corresponde a la única posible.

El primer trabajo realizado exclusivamente sobre Santa Juana es el de Elsa Montero de Tórtora3. Se trata de un libro de divulgación relacionado con la primera intervención relevante de la que se tiene conocimiento fue realizada durante el siglo XX, para poner en evidencia el fuerte. Es historia localista, en el sentido que se trata de resaltar la historia de Santa Juana por un conjunto de atributos que la constituirían en un reducto privilegiado de la historia de Chile colonial. En este relato, todos los gobernadores, desde Valdivia en adelante habrían circulado a través de lo que ella denomina como valle de Catiray.

Un estudio a tener presente fue el realizado por el profesor Recaredo Vigueras a principios de la década de 19804. El primer propósito de Vigueras fue derribar los mitos que había levantado Elsa Montero Tórtora. Entre otros, que el nombre original del valle no fue Catiray sino Tralca-mawida; que no fue un vado sino un balseadero; o que no es cierto que fuese el lugar favorito de los gobernadores para cruzar el Biobío en sus avances hacia el sur.

De ese entonces es también una recopilación de fuentes realizada por un conjunto de profesores y estudiantes de la Universidad de Concepción: Víctor Bustos, Abner Castillo, Leonardo Mazzei, Osvaldo Ziolkowsky y Sergio Concha5. La compilación, que no está publicada y que se encuentra en la Sala Chile de la Biblioteca Central de la Universidad de Concepción, parece estar basada en parte relevante en otra investigación de la que daremos cuenta más adelante, del antropólogo Jorge Brousse Soto. En la etapa inicial de este estudio fue un apoyo importante. Posteriormente constatamos una serie de inconsistencias metodológicas en la transcripción de documentación y la omisión de citar las fuentes. El seminario de Abner Castillo, se apoya del trabajo al que estamos aludiendo, aunque aporta perspectivas desde su óptica como arquitecto6.

Recientemente, Luis Eduardo Meza hizo un estudio sobre el impacto de la política económica neoliberal ejemplificándolo en Santa Juana. A pesar de estar enfocado en un tiempo histórico bastante más contemporáneo, permite apreciar las desestructuraciones que produjo la expansión de las explotaciones forestales desde la década de 19707.

Santa Juana también ha sido objeto de estudios asociados al rescate de la cultura popular de base campesina, aquella que comenzó a ser olvidada cuando irrumpieron las forestales. Destacan los trabajos realizados por el Grupo de Proyección de Folklore “Pehuén” de la Universidad de Concepción, entre ellos, los de Patricia Chavarría8 y Sylvia Gutiérrez9. También encontramos un estudio referido a la radiodifusión local10.

Sobre las fortificaciones, en lo específico, el estudio realizado por Gabriel Guarda, Flandes Indiano, es de revisión obligada para entender la lógica global en la que operaron los fuertes y plazas fronterizas instaladas por los españoles ya sea para defenderse contra el “enemigo externo” o contra el “enemigo doméstico”11. Más específicamente, la tesis de Jorge Brousse Soto, constituye un esfuerzo relevante para explicar la lógica de las fortificaciones que operaron en la frontera del Biobío entre el siglo XVI y el siglo XIX12. Una de sus limitantes, no ajena a este estudio, es la falta de documentación directa que aluda a ellas, por lo que el antiguo trabajo realizado por Francisco Astaburuaga Cienfuegos sigue estando vigente13. En esta memoria destaca un estudio de caso del fuerte Santa Juana, en el que se recomendaba impulsar trabajos de excavación y restauración, “de acuerdo a las técnicas y modalidades desarrolladas por el método arqueológico”14.

Las historias de Chile de Barros Arana y Sergio Villalobos, nos fueron útiles, por las aproximaciones generales que hacen para entender el funcionamiento de los fuertes más allá de lo meramente militar15. Por supuesto, en este trabajo fueron muy importante los estudios fronterizos, entre los que destacan los de Sergio Villalobos. A su vez, hemos considerado los aportes que se han venido realizando desde la antropología, con especialistas como José Manuel Zavala y Guillaume Boccara. Desde la historia regional, los trabajos realizados por Leonardo Mazzei y Arnoldo Pacheco desde la Universidad de Concepción.

En lo que a materia de conceptos se refiere, hemos considerado desarrollar cuatro. El primero está relacionado con el escenario de esta historia al momento del choque entre ibéricos y los grupos humanos que vivían en esta área. Segundo, el problema de la denominación de los referidos grupos humanos. Tercero, las etapas de la guerra que se desarrolló en los bosques del sur según la bibliografía actualizada. Y, finalmente, el significado de los fuertes en la frontera del Biobío.

El escenario de esta historia

En primer lugar, el espacio en que se desarrolla esta historia. Desde lo local, correspondería a Tralca-mawida, y sólo desde el siglo XVII comenzaría a ser conocido como Santa Juana, al ser bautizado con ese nombre el fuerte que fue emplazado en ese lugar en 1626. Este terruño estaba en la ribera sur del río Biobío, en un área que los españoles denominarán genéricamente como estado de Arauco, concepto sobre el cual existen dudas si correspondió al valle de Arauco o al conjunto de valles y montañas que conforman la cordillera de Nahuelbuta o que se desprenden de ella16. Según la propuesta de los antropólogos José Manuel Zavala y Tom D. Dillehay, la acepción de estado de Arauco que ha prevalecido es la que propone que se trataría de un concepto surgido de la dominación española y más precisamente, bajo el dominio de Pedro de Valdivia. En tanto, su hipótesis es que el concepto de estado de Arauco respondería más bien a que la organización sociopolítica que los europeos encontraron allí era representativa de una realidad que la polisemia de significados del concepto, que servía para caracterizar desde una monarquía hasta una república, permitió identificar de esa manera17. En efecto, el registro arqueológico para el periodo prehispánico tardío estaría dando cuenta que ese territorio –y particularmente el área Purén-Lumaco–, es representativo de procesos sociales que venían desarrollándose en los Andes centrales y meridionales desde el 1300 en adelante18.

En segundo lugar, Zavala y Dillehay señalan que al comparar diversas fuentes tempranas se expresa una tendencia que les permite afirmar que el mencionado estado de Arauco se habría dividido en cuatro grandes provincias que corresponderían a las cuatro grandes cuencas o conjuntos de cuencas que se desprenden de la cordillera de Nahuelbuta: Arauco, Tucapel, Purén-Lumaco y Mareguano-Catiray19 (Ver Mapa 1). Los autores proponen en una mapa referencial y no exacto, que insertamos en la página siguiente la ubicación de las mencionadas provincias. También presentan el posicionamiento geográfico de las provincias tomando como referente la cordillera de Nahuelbuta (Figura 2).

Figura 1. Diagrama del posicionamiento geográfico de las Cuatro provincias en relación con la Cordillera de Nahuelbuta.

Esquema tomado de Zavala & Dillehay20.


En este sentido Zavala y Dillehay postulan que la división cuatripartita del territorio que se prolongó en el tiempo –y que se proyectó por ejemplo en el kultrún– debió ser anterior a la conquista, siendo semejante con los “modelos cuatripartitos de estructuración político-territoriales del mundo andino establecidos por Murra (1975), Rostowrowski (1988) y Netherly (1993) y, por lo tanto, puede indicar un contacto cultural directo o indirecto muy temprano entre los habitantes de Nahuelbuta y el mundo andino”21.

Mapa 1. Ubicación aproximada de las cuatro provincias del estado de arauco.

Esquema tomado de Zavala & Dillehay22.


Finalmente, los antropólogos ya citados señalan que cada una de las grandes unidades político- territoriales designadas como provincias o como estados, “se presenta a su vez como un sistema de alianzas de unidades territoriales menores situadas generalmente al interior o próximas al valle principal que da nombre a la provincia o estado. Dichas unidades menores son designadas en los documentos tempranos con el término de levo. Es sobre la base de los levo que los españoles procedieron a repartir la población local y a organizar la dominación sobre ella al sur del río Bío-Bío”23.

Esta terminología se va a ir perdiendo con el tiempo y a comienzos del siglo XVII los Levo eran denominados como Rewe y las provincias o estado como Ayllarewe, que habría sido la unión de nueve Rewe, aunque los documentos dan a entender que ese número no era siempre el mismo, pudiendo ser un número inferior de Rewe24.

Figura 2. Niveles de inclusión sociopolítica según terminologías de los siglos XVI y XVII.

Esquema tomado de Zavala & Dillehay25.


Los autores no están seguros que el ayllarewe corresponda a lo que posteriormente van a ser los vutanmapu (término que aparecería en la documentación por primera vez en 1613), ya que “el denominado estado de Arauco correspondía más bien a un conglomerado relativamente delimitado y acotado a la cordillera de Nahuelbuta y a su área de influencia, lo que no significa que dicho conglomerado no pudiera rearticularse, en ciertas ocasiones, con otros conglomerados para conformar grandes alianzas regionales del tipo vutanmapu”. En ello difieren de Francis Goicovich, que propone que para entonces el estado de Arauco ya era un vutanmapu, aunque coinciden con él en que se trataba de una alianza interlocal26. Ahora bien, para Zavala y Dillehay, para comienzos del siglo XVII el Ayllarewe de Catiray habría estado compuesto por ocho Rewes de los cuales Talcamávida o Talcamahuida o bien Tralca-mawida, habría sido uno de los que participó más activamente de las reuniones entre hispanocriollos e indígenas entre 1605 y 161427.

En consecuencia, de seguir a Zavala y Dillehay podría afirmarse que la región comprendida por Arauco, Tucapel, Purén y Catiray correspondió al “estado de Arauco”. Sin embargo, no todos los historiadores y antropólogos están de acuerdo en que el estado de Arauco correspondería a un espacio más amplio de lo que representa como topónimo, aunque ello en sí mismo no niega las reflexiones ya citadas28. Lo otro que puede afirmarse es que Tralca-mawida, Talcamávida o Talcamahuida –en donde se emplazaría el fuerte Santa Juana en 1626–, correspondió a un Levo o posteriormente a un Rewe de –utilizando la terminología con la que fue denominada por los europeos– la provincia de Catiray.

El problema de la denominación, ¿quiénes habitaban el espacio de esta historia antes del arribo de los europeos?

Tradicionalmente a las sociedades indígenas que vivían entre Copiapó y el seno de Reloncaví se les ha denominado de dos formas. Latcham (1924) propuso que estas poblaciones se podían dividir en tres grupos: los Picunche (al norte del Biobío), los Mapuche o Araucanos (entre el Biobío y el Toltén) y los Huilliche (Desde Toltén hasta Chiloé)29.