Padre rico, hijo flojo, nieto pobre

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Padre rico, hijo flojo, nieto pobre
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Autor

Fernando Vigorena

Coordinación editorial

Oseas Florentino Lira

Edición y corrección

Raquel E. Roldán de la Fuente

Diseño editorial

Araceli Rivera Ruiz

Producción del ebook

booqlab

© MMXX Gil Editores, S.A. de C.V.

2 Sur 6114, col. Bugambilias.

C.P. 72580

Móvil 2222 654790

info@gileditores.com

Puebla, Pue. MÉXICO

ISBN: 978-607-9458-26-3

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POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL QUE LOS HIJOS, A VECES, NO SEPAN CUIDAR LO QUE SUS PADRES CREARON

Pilar Sordo

Yo considero dichoso a aquel que, cuando se habla de éxitos, se limita a buscar la respuesta en su trabajo.

Ralph Waldo Emerson

“La conducta de vida”

Cuando leo el título y el contenido de este libro –Padre rico, hijo flojo, nieto pobre– es imposible que no se me vengan a la cabeza numerosas personas en quienes esa regla se ha dado en toda su magnitud. Entonces, es importante –bajo ese alero– preguntarse por qué es tan difícil que un hijo cuide y haga crecer lo que su padre o su madre exitoso/a lograron generar con su esfuerzo.

A partir de esta reflexión, creo que es central preguntarse qué es el éxito, porque a partir de este concepto se desprenden las consecuencias que la fama y notoriedad podrían darse en la educación de las generaciones venideras.

Si éxito fue para ese padre o madre haber conseguido bienes materiales que probablemente le faltaron en su infancia y adolescencia, es muy posible que en la educación de sus hijos tienda a complacerlos en extremo, para que ellos tengan una infancia distinta, que se reflejan en las frases clásicas de nuestra educación: Quiero que mis hijos tengan lo que yo no tuve o, Yo no quiero que mis hijos pasen lo que yo pasé. Si ésta es la pauta, entonces ese éxito del progenitor será poco agradecido por los hijos y poco valorado en el esfuerzo que costó conseguirlo. Esta situación trae como consecuencia que los hijos únicamente vivan la parte hermosa de los logros y no sepan cuánto esfuerzo costó generar lo que ese padre o madre crearon con empeño, sacrificios y creatividad.

Sin embargo, cuando el éxito es visto como el placer de poner en práctica lo que se sabe hacer, donde lo que importa a ese papá o a esa mamá es dejar un testimonio y no cosas, ese éxito es visto por los hijos como un ejemplo a seguir, donde se muestran sin temor ni ambigüedades las dificultades y los problemas que se presentan en el camino. Parece fundamental, entonces, mostrar no sólo los resultados como objetivos al final del camino, sino que es clave compartir el proceso, para que se vea cómo se llega a conseguir lo que se quiere.

Otro punto que me parece importante trasmitir es que en el proceso educativo no es necesario imitar el mismo camino que ese papá o mamá siguieron, sino que es fundamental que ese niño tome lo mejor que recibió de ellos y construya desde ahí su propio camino de crecimiento, que le permitan obtener en su trayectoria personal los logros que su vocación o llamado interior le dictan y guían.

El éxito en sí mismo no debería ocasionar problemas, lo que sí podría suceder es que se dañe el enfoque que se da a la formación integral del niño y el adolescente y, sobre todo, tener siempre presente cómo se trasmite y cómo se define, en el día a día, la educación de los hijos.

Este libro es una maravillosa oportunidad para mostrar esa forma de enfrentar los desafíos, para dejar un buen legado que trascienda a lo meramente material; estas páginas también brindan una hermosa oportunidad para trascender en el testimonio, que es lo único que dejamos cuando nos vamos.

EL DIFÍCIL DESAFÍO DE SUPERAR A LOS PADRES

La filosofía actual de la educación tiende a desacreditar el esfuerzo.

Abraham Flexner

Pedagogo estadounidense

La historia de los padres que han superado a sus hijos es mucho más larga que la de los hijos que han superado a sus padres.

Alejandro Magno durante su reinado extendió el dominio griego hasta los ríos Indo y Oxus en Asia Central y Egipto en África, y en la historia su nombre opacó totalmente el de su padre Filipo II de Macedonia. En Chile1, Bernardo O’Higgins es el padre de la Patria y relegó a un discreto segundo plano el nombre de su padre Ambrosio O’Higgins, que fue gobernador de la Capitanía General de Chile y virrey del Perú.

Siguiendo en Chile, ¿cuántos hijos de presidentes de la República también se convirtieron en jefes de Estado de su país? En dos siglos, sólo cuatro: Pedro Montt, hijo de Manuel Montt; Federico Errázuriz Echaurren, hijo de Federico Errázuriz Zañartú; Jorge Alessandri Rodríguez, hijo de Arturo Alessandri Palma, y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, hijo de Eduardo Frei Montalva.

En el mundo del cine, los hijos de Henry Fonda ya no alcanzaron la celebridad que él consiguió, a pesar de que nadie puede discutir los talentos de Jane y Peter Fonda; Liza Minelli tampoco consiguió superar a su madre Judy Garland. Una excepción podría ser Michael Douglas que, por lo menos, pudo colocarse al nivel de su padre Kirk Douglas.

La historia no ha sido pródiga en ejemplos de grandes hombres y mujeres –políticos, intelectuales, científicos, artistas, profesionales– que fueron superados en su grandeza por sus hijos. Lo que sí ha estado ocurriendo es que los hijos, en los años recientes, gracias al esfuerzo de sus progenitores, estén ascendiendo algunos peldaños en la escala social y laboral, pero sin que esa elevación vaya acompañada de genialidad y trascendencia.

¿A qué se debe que sea tan difícil superar los éxitos de los antepasados?

¿Por qué el ingenio, la originalidad y el espíritu creativo no siempre se transmiten a las generaciones siguientes?

¿No serán los mismos padres los que de manera inconsciente atenúan la llama de la genialidad en sus hijos?

¿Qué motiva a los hijos a seguir los pasos de sus progenitores?

¿Cuáles son los componentes esenciales del éxito?

Son varios, pero quizá en algunos de ellos está la dificultad para alcanzar renombre, notoriedad y fortuna: sacrificio, esfuerzo, privaciones, disciplina férrea y constancia. Y lo más paradojal de todo, es que estos componentes podrían anularlos –sin ánimo de hacerlo, por supuesto– los mismos progenitores, que al brindarles a sus hijos todo lo que ellos no tuvieron en su infancia y adolescencia, inhabilitan el entusiasmo creador y la necesidad de crecer intelectualmente, porque lo tienen todo gracias a sus padres.

Pero hay un hecho curioso digno de destacarse. La historia íntima de la familia, a través de los siglos, ha demostrado que casi no han existido progenitores que no hayan anhelado que sus hijos fueran superiores a ellos. La máxima aspiración que tienen los padres para sus hijos es que sean mejores que ellos en todo sentido. Incluso, los delincuentes, en la privacidad de sus sueños, desean mantener apartados a sus hijos de la senda del delito. En “El padrino” de Mario Puzo, su protagonista, Vito Corleone, ambiciona que, por lo menos, uno de sus herederos, Michael, no se involucre con la mafia, lo que finalmente no ocurre.

Este libro busca una explicación a la relación padres e hijos, cuando los primeros son demasiado exitosos.

1 Los datos y referencias a la República de Chile se deben a que el autor es de nacionalidad chilena

I
HOMBRES EMPRENDEDORES


Es bueno que te despidan. Es una forma de desprenderse de la inseguridad.

George Davies

Mario es un ejemplo de emprendedor que se inició de la nada. En 1996 quedó sin empleo después de muchos años de trabajar en la gran empresa, respetar las normas, llegar a tiempo a su trabajo y cumplir con el ritual de un empleado tradicional. Sumado a todo esto, sus calificaciones y competencias no le servían para enfrentar lo que ya estaba sucediendo. Las tecnologías de información no calzaban con una mente que se desempeñó por años en la era industrial, en la línea de montaje y fabricando productos que ahora se traen de China a un precio irrisorio, comparado con los de antes. La nueva era del conocimiento lo había retrotraído por completo a la época de los dinosaurios; es decir lo había dinosaurado.

 

La indemnización que recibió le sirvió de poco para pensar en sobrevivir con ella y menos para alimentar y educar a sus hijos que ya habían, con suerte, entrado a cursar estudios superiores.

Mario pensó que lo único que podía hacer era reinventarse e iniciar alguna actividad como micro emprendedor. ¿Pero qué podía hacer en un mundo nuevo para él? Nunca había vendido algo, menos sabía lo que era una factura o una orden de compra.

Esta realidad nos lleva a los datos estadísticos del emprendimiento en Chile: El 80 por ciento de las pymes y micropymes están formadas por empresarios sin formación profesional y con estudios básicos, pero sí con un espíritu emprendedor que cualquier egresado de Harvard desearía tener.

Mario, entonces, se vio en la necesidad de pensar por dónde debería volver a comenzar y cómo reinventarse.

Su esposa se desempeñaba como aseadora en un edificio en el barrio alto de la ciudad y el día en que Mario fue despedido decidió ir a buscarla a su trabajo. Para llegar tuvo que caminar por muchas calles y, mientras lo hacía, lo que antes percibía como un problema, ahora lo miraba como una forma de solucionarlo. Ya había estado en otros lugares haciendo la misma observación, detectando deficiencias y buscando oportunidades para solucionarlas y, de paso, resolver su problema.

La Fundación Emprendedores nos ofrece algunos datos al respecto: “La mayoría de las ideas de nuevos negocios surgen de la siguiente visión: encontrar deficiencias, descubrir nuevas tendencias, identificar necesidades, copiar lo que ya existe y analizar profundamente las competencias y talentos personales.”

En el peregrinaje hasta el condominio donde trabajaba su esposa, Mario puso discreta atención a una discusión que sostenían una señora y un jardinero. Ella le reclamaba por el desastre que había dejado en el jardín de su casa. El pasto evidentemente había quedado mal cortado, las ligustrinas que circundaban las rejas habían sido podadas sin cuidado y quedado disparejas y en el suelo, sin barrer, se acumulaban muchas flores, entre ellas rosas muy hermosas y nuevas, que habían sido pasadas a llevar y se habían cortado cuando todavía no correspondía hacerlo.

Se detuvo unos momentos y evaluó más de cerca los estropicios. Para muchos, éste era un incidente habitual en la jardinería que, a lo mejor, no debería haber importado demasiado, pero que, en este caso, había irritado sobremanera a la propietaria del jardín. Pero, para Mario, que buscaba desesperadamente una solución a su cesantía, esta inesperada situación podía constituirse en una oportunidad. ¿Sabía algo de jardinería? Sí, algo, una vez lo castigaron cuando era pequeño y tuvo que hacer el jardín de la tía Sonia en Limache.

Con la convicción de que podía solucionar el problema que se había suscitado, se acercó con prudencia a la indignada señora, después de que el jardinero fue despedido con cajas destempladas, y se ofreció resueltamente a resolver las deficiencias que se presentaban en el jardín. La dama en cuestión, que mascullaba su ira en silencio, lo miró indecisa unos segundos y como necesitaba una solución a su problema, y ésta se presentaba de manera inesperada, lo escuchó y aunque no conocía a su interlocutor, le pareció razonable su proposición, y algo en su interior le dijo que la aceptara. Fue así como Mario se inició ofreciendo un servicio que hasta la fecha le ha dado grandes satisfacciones. Cuando ese día se encontró con su señora, había resuelto su cesantía.

Esta historia nos recuerda un ejemplo de cómo numerosos emprendedores iniciaban sus negocios en la década de 1980, en plena crisis económica internacional.

Mario partió solo, luego incorporó a su pareja a las actividades que había comenzado y veinte años más tarde, la idea que había surgido en su mente mientras caminaba, se convirtió en una empresa de jardinería y paisajismo que ocupa a más de 50 empleados, que generan varias decenas de millones mensualmente, siendo sus principales clientes: condominios, edificios de oficinas, casas del barrio, etc.

¿Cómo se generan las empresas a partir de 1990? ¿Continúa vigente y funcionando el estilo de Mario? Sí, pero limitadamente. Los nuevos emprendimientos los llevan adelante una pléyade de profesionales con formación académica. Claro que hay un detalle que nadie advirtió en las mallas universitarias. Los programas de estudios superiores se concentraron en formar profesionales dependientes y no independientes. A nadie se le ocurrió agregar las variables del emprendimiento, la creatividad y la innovación en la formación de los nuevos profesionales. En consecuencia, los que escogen el camino de la creación de empresas, deben apoyarse únicamente en su ingenio para iniciar un proyecto. No en vano, el célebre músico y director de orquesta norteamericano Leonard Bernstein llegó a decir que “Los enemigos de los descubrimientos son los profesionales.

Las nuevas empresas están generándolas profesionales jóvenes que han desertado de la educación cartesiana que se enseña en las universidades y prefieren inspirarse en los emprendedores de viejo cuño, en aquellos que iniciaron sus empresas con apenas cuarto año de educación, pero empujados por un entusiasmo, un tesón y un desconocimiento del significado del sustantivo fracaso. Sí, conocían muy bien lo que era la constancia, la tenacidad y el empeño.

Los grandes emprendedores de décadas pasadas comenzaron a desarrollarse durante la época de la Revolución Industrial, que empezó a germinar en Inglaterra en la segunda década del siglo XVIII y que rápidamente se expandió a Francia, Alemania, Italia y Estados Unidos en el siglo siguiente. En esta modalidad de trabajo primaba la producción de bienes en forma masiva en la línea de montaje.

En aquel entonces, el emprendedor montaba una fábrica con máquinas, obreros, grandes dependencias, bodegas y materias primas. Claramente privilegiaba la fuerza sobre el intelecto, razón por la cual requería de mucho personal y mano de obra, y mientras más antigüedad tuvieran sus obreros o empleados, más valiosos eran para la producción masiva.

Las fábricas de los siglos XVIII y XIX crearon a su imagen y semejanza otras organizaciones complementarias: los servicios públicos, los hospitales, los clubes, las universidades, etc. Tenían un parecido a las fábricas, que habían sido pensadas para producir cualquier cosa: profesionales, zapatos, empleados o lo que fuera factible de realizar.

A los 65 años, tanto el emprendedor como el obrero y el empleado tenían que jubilarse, porque empezaban a perder la fuerza bruta que se requería para lo que hacían. Esta idea del retiro laboral curiosamente aún prevalece en el inconsciente colectivo, a pesar de que la forma de trabajar ha cambiado. Además, hasta la década de 1950, llegar a los 60 años significaba decididamente entrar a la vejez. Entre 1950 y 1955, en Chile, según el Instituto Nacional de Estadísticas, las esperanzas de vida al nacer eran de 55 años. Para esa década –según el INEGI– la esperanza de vida en otros países, como México, era la misma (en 1930 era de 34 años; en 1970 era de 61)

Elbert Hubbard en su libro Un mensaje a García cuenta la siguiente anécdota que revela muy bien el carácter de los emprendedores: “En una ocasión, a un empresario exitoso y próspero, le hicieron el siguiente comentario: ‘Usted es un hombre de suerte, lo envidio por todo lo que ha conseguido’. El empresario, ante el comentario, sonrió tenuemente y acotó: ‘Si se le llama suerte trabajar de lunes a domingo doce horas diarias y tener vacaciones muy esporádicamente, usted tiene razón, yo soy un hombre de suerte’.”

El emprendedor, además de su ilimitada capacidad de trabajo, tiene una característica única, que es la de ver oportunidades donde otros no las advierten. El estadista británico George Meredith sobre este respecto decía lo siguiente: “¡Cuántas cosas que arrojamos al suelo, cuando las recogen otros se transforman en piedras preciosas!”

La lista de virtudes del empresario es muy larga, pero tiene una debilidad que él la confunde con una fortaleza. Desea que sus hijos no conozcan, ni menos vivan, los padecimientos por los que tuvo que pasar para levantar su empresa o convertirse en un profesional exitoso, y hace todo lo posible para evitárselos. Su temor a los sacrificios, a levantarse de madrugada, a comer mal, a cuidar la ropa hasta que es imposible ponérsela y a la pobreza en general es tan grande que, sin darse cuenta, a veces debilita la pujanza, el tesón y los anhelos de quienes van a ser sus herederos. El empresario británico Oliver Jessel, fundador de Jessel Valores, en una entrevista que concedió a The Times en 1972 afirmó que no contrataba “ …hijos ni cónyuges; serán más felices -aseguraba- abriéndose camino por sí mismos. Si son buenos, llegarán. Lo peor sería comprarles un trabajo que les proteja de las inclemencias.”

Un plan alternativo para una carrera de emprendedor

¿Cómo convertirse en un emprendedor? Teniendo presente lo que viene a continuación.

Al buscar prácticas laborales, trate también de trabajar en un negocio pequeño, aunque sea gratuitamente. La experiencia siempre es más valiosa que el dinero.

Trate de hallar algún negocio que le fascine, uno al que usted le tenga literalmente entusiasmo y amor. Una clave del éxito es escoger como actividad profesional lo que a usted le encanta hacer y, después, tiene que encontrar a alguien que crea en usted y su proyecto y le dé un cheque por eso.

Aprenda a vender cualquier cosa; el comercio es una gran fuente de aprendizaje. No haga caso de las bromas que reciba de parte de su entorno familiar y amistoso. En los fines de semana preste servicios como mesero, atendiendo público en algún evento, porque el contacto con la gente genera aprendizaje y redes de contacto. Hágalo a partir de los 15 años.

Busque algún curso o universidad que ofrezca un buen plan de desarrollo emprendedor, para que usted complemente su conocimiento técnico con el comportamiento del empresario. No acepte programas que sólo están en la publicidad de las casas de estudios superiores. Revise detenidamente las mallas curriculares.

Lea muchísimo, sea curioso, incursione en Internet donde hay muchos sitios web sobre los temas que le interesan, y acostúmbrese a generar opinión propia.

Investigue por su cuenta por qué algunas empresas funcionan bien y otras no. Tome el caso de dos lavanderías en su barrio, la mejor y la peor, y estúdielas, analícelas y cuestione por qué dos emprendimientos en la misma zona, con el mismo mercado, con los mismos proveedores, con el mismo número de empleados, tienen resultados tan diferentes. Estudie después las librerías, las carnicerías y otras actividades y nunca deje de hacerlo.

Iníciese prestando servicios como ayudante de un profesional, asesorías, participación en actividades de su escuela, organización de eventos. Enfrente todas las oportunidades como un desafío.

Cuando usted tenga definido cuál es su campo de actuación, prepárese para estudiarlo profundamente. Antes de abrir su negocio, domine completamente el conocimiento de aquello que usted va a emprender.

Una última recomendación, no sacamos nada con saber; es necesario hacer cosas con lo que se sabe. Las personas no valen por lo que saben, sino más bien por lo que hacen con lo que saben.

Tenga siempre presente lo que asegura Eudald Domènech, fundador y CEO de InOut TV; afirma que un componente fundamental del emprendimiento y la innovación es su aplicación exitosa en la comercialización. No basta crear algo –sostiene– sino que es preciso introducirlo en el mercado para que las personas puedan disfrutar de sus beneficios.

Finalmente, cuando se convierta en un empresario exitoso, no olvide los padecimientos que tuvo que pasar para consolidar lo que tiene. No olvide que lo que tiene es consecuencia de escasas horas de sueño, de tenacidad sin límite, de renuncias a todo lo que hace grata la existencia, de privaciones, de hambre, de jornadas de estudio y trabajo interminables, de perseverancia y obstinación. Tampoco olvide los fracasos que quedaron en el camino y cómo pudo sobreponerse a ellos. Cuando haga este ejercicio, sentado en la comodidad de su nueva vida, piense en sus hijos y en la existencia que ellos llevan gracias a usted, sin penurias, sin sacrificios, sin sobresaltos, sin hambre y con todo el tiempo del mundo para perderlo. A lo mejor, también van a tener el tiempo suficiente para perder lo que usted construyó.

 

El empresario estadounidense Jim Rohn, siempre recordaba que el éxito es la aplicación diaria de la disciplina. El escritor Truman Capote aseguraba algo parecido y el novelista Victor Hugo insistía que el éxito es el resultado de la constancia, los sacrificios, el método y la organización.

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