Loe raamatut: «La espiritualidad puritana y reformada»

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La Espiritualidad

Puritana y Reformada

Un Estudio Teológico y Práctico Tomado de Nuestra Herencia Puritana y Reformada

Joel Beeke

Publicado por:

Publicaciones Faro de GraciaP.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org

ISBN 978-1-629461-55-7

La Espiritualidad Puritana y Reformada Un Estudio Teológico y Práctico Tomadode Nuestra Herencia Puritana y Reformada por Joel Beeke

Derechos de Autor © 2006 Evangelical Press

Derechos Reservados

Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Evangelical Press (Faverdale North Industrial Estate, Darlington, DL3 OPH, England) para traducir e imprimir este libro, Puritan Reformed Spirituality, al español. www.evangelicalpress.org

Traducción al español por Juan Sánchez Llamas y Armando Valdez

© 2008 Publicaciones Faro de Gracia, Todos los Derechos Reservados

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida por ningún medio, sin el consentimiento escrito de la casa publicadora, excepto por citas breves usadas para revisión en una revista o periódico.

Diseño de la Portada por Jeremy Bennett, www.kalosgrafx.com Diseño Editorial por Julio Armando González, Tsur y Asociados

© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera

© 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

Con afectuoso aprecio de

John R. Beeke y James W. Beeke,

hermanos en la carne, en mente, en corazón y en Cristo;

nacidos para el tiempo de angustia

y coparticipes del gozo inefable.

PREFACIO

La espiritualidad es un tema muy presente en la gente de hoy. Con su predominante secularismo y materialismo, la cultura moderna ha fracasado en satisfacer a sus consumidores. Muchos se están dando cuenta de la verdad de lo que Moisés dijo a los hijos de Israel: “No sólo de pan vivirá el hombre” (Dt. 8:3). Con Cristo en su Sermón del Monte, preguntan: “¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mt. 6:25). El resultado es un nuevo interés en descubrir y promover las dimensiones interior y espiritual de la vida humana.

El cristianismo histórico siempre ha compartido este interés. Fundamental para la fe cristiana es la convicción de que “Dios es Espíritu” (Jn. 4:24) y de que los seres humanos están hechos a imagen de Dios (Gn. 1:26-27). Valorando el estado del hombre caído, el apóstol Pablo declaró que los hombres están “ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón” (Ef. 4:18). Cristo mismo declaró: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3).

El cultivo de la vida espiritual ha sido orientado en diferentes direcciones por diferentes tradiciones cristianas. El catolicismo romano ha ofrecido una espiritualidad de ritualismo y administración sacramental y, alternativamente, las disciplinas de la vida monástica y la búsqueda del misticismo. La tradición metodista wesliana, el movimiento de santidad y, más recientemente, el pentecostalismo y el movimiento carismático han ofrecido una espiritualidad con menos contenido ceremonial o intelectual y gran cantidad de emoción y subjetivismo.

El problema con la mayoría de la espiritualidad hoy en día es que no está claramente acotada en la Escritura y, con demasiada frecuencia, degenera en misticismo no bíblico. En contraste, el cristianismo reformado ha seguido una senda propia, grandemente determinada por su interés en probar todas las cosas con la Escritura, y desarrollar una vida espiritual formada por las enseñanzas y directrices de la Escritura. La espiritualidad reformada es la puesta en práctica de la convicción de que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Ti. 3:16). En dependencia del Espíritu Santo, se propone alcanzar lo que John Murray llamó “piedad inteligente”: férreo conocimiento de la Escritura y sincera piedad. De los predicadores, eruditos y escritores que fomentaron este tipo de espiritualidad bíblica, ninguno ha superado a los puritanos de Inglaterra y sus coetáneos en Escocia y Holanda. Su legado destaca por basar toda espiritualidad, experiencia y afectos en la Biblia.

El doble énfasis de alimentar mente y alma es tremendamente necesario hoy en día. Por un lado, confrontamos el problema de la ortodoxia reformada seca, que tiene una enseñanza doctrinal correcta pero carece de énfasis en una vida sentida y piadosa. El resultado es que la gente se arrodilla ante la doctrina de Dios sin una unión vital y espiritual con el Dios de la doctrina. Por otro lado, el cristianismo pentecostal y carismático ofrece emocionalismo, en protesta contra un cristianismo formal y sin vida, pero sin estar sólidamente arraigado en la Escritura. El resultado es que la gente se arrodilla ante el sentimiento humano en vez de ante el Dios trino.

Este libro promueve espiritualidad bíblica mediante un estudio de la herencia reformada y puritana. Los primeros tres capítulos tratan de varios aspectos de la espiritualidad de Calvino, mientras que los cinco siguientes muestran dimensiones espirituales de los puritanos, concretamente en la obra de William Ames (capítulo 6) y Anthony Burgess (capítulo 8). Los capítulos 9-12 consideran la espiritualidad puritana de la tradición escocesa mediante las vidas de John Brown de Haddington, Thomas Boston, y Ebenezer y Ralph Erskine. El capítulo 13 introduce la espiritualidad de la Segunda Reforma Holandesa, seguida de estudios de algunos de sus principales representantes (capítulos 14-16): Willem Teellinck, Herman Witsius y Theodorus Jacobus Frelinghuysen. El libro concluye con estudios sobre la justificación por la sola fe, la santidad y la predicación experimental reformada (capítulos 17-19), todos los cuales se centran en la espiritualidad puritana.

El capítulo 13 de este libro fue dado como una conferencia para el Interdisziplinäres Zentrum für Pietismusforschung, en Halle (Alemania), en 1997. No ha sido impreso previamente en revista ni libro. Otros capítulos han sido revisados y/o expandidos, y todos ellos han sido reelaborados a partir de su impresión original. Quisiera expresar mi sincera gratitud por permitírseme reimprimir a partir de las siguientes fuentes literarias: capítulo 1, The Cambridge Companion to John Calvin, editado por Donald K. McKim (Cambridge: University Press, 2004), 125-52; capítulo 2, Calvin and Spirituality, editado por David W. Foxgrover (Grand Rapids: CRC Product Services, 1999), 13-30; capítulo 3, Reformation and Revival 10, 4 (otoño, 2001): 107-32; capítulo 4, Reformed Spirituality: Communing with Our Glorious God, editado por Joseph A. Pipa, Jr. y J. Andrew Wortman (Taylors, S.C.: Southern Presbyterian Press, 2003), 73-100; capítulo 5, Trust and Obey, editado por Don Kistler (Morgan, Penn.: Soli Deo Gloria, 1996), 154-200; capítulo 6, The Devoted Life: An Invitation to the Puritan Classics, editado por Randall C. Gleason y Kelly M. Kapic (Downers Grove, Ill.: InterVarsity, 2004); capítulo 7, Whatever Happened to the Reformation?, editado por Gary L. W. Jonson y R. Fowler White (Phillipsburg, N.J.: Presbyterian & Reformed, 2001), 229–52, 320–25; capítulo 8, The Answer of a Good Conscience (Westminster Conference papers, London: Tentmaker, 1998), 27–52; capítulo 9, The Systematic Theology of John Brown of Haddington (Ross-shire: Christian Focus, and Grand Rapids: Reformation Heritage Books, 2002), e–x; capítulo 10, Complete Works of Thomas Boston (Stoke-onTrent, England: Tentmaker, 2002), 1:I–1 a I–16; capítulos 11–12, The Beauties of Ebenezer Erskine (Ross-shire: Christian Focus, and Grand Rapids: Reformation Heritage Books, 2001), i–liii, 617–22; capítulo 14, The Path of True Godliness by Willem Teellinck (Grand Rapids: Baker, 2003), 11–29; capítulo 15, An Analysis of Herman Witsius’s Economy of the Covenants (Ross-shire: Christian Focus, 2002), iii–xxi; capítulo 16, Forerunner of the Great Awakening: Sermons by Theodorus Jacobus Frelinghuysen (Grand Rapids: Eerdmans, 2000), vii–xxxviii; capítulo 17, Justifi cation by Faith Alone, redactado por Don Kistler (Morgan, Penn.: Soli Deo Gloria, 1995), 53–105; capítulo 18, Reformation and Revival 4, 2 (1995):81–112; capítulo 19, Feed My Sheep: A Passionate Plea for Preaching, editado por Don Kistler (Morgan, Penn.: Soli Deo Gloria, 2002), 94–128.

Cada capítulo es una unidad independiente, con la excepción de los capítulos 11 y 12. En consecuencia, las notas a pie de página de cada capítulo recogen fuentes sin referencia a capítulos previos. Los capítulos que fueron originalmente escritos como introducciones a libros no tienen notas a pie de página. Cuando se citan referencias antiguas, la ortografía está actualizada. Las repeticiones en los capítulos independientes han ocurrido el menor número de veces posible. Además, algunos capítulos van específicamente dirigidos a los ministros en sus aplicaciones, ya que la primera vez fueron pronunciados en forma de conferencia en congresos de ministros. Se han aportado bibliografías para los capítulos 1, 4, 11-12 y 16, para aquéllos que deseen llevar a cabo un mayor estudio.

Dedico este libro a mis dos hermanos mayores, John y James, que “aman a nuestro Señor Jesucristo con sinceridad” (Ef. 6:24) y me son un modelo de esencia de espiritualidad reformada puritana. Me son dones de Dios –verdaderos amigos que han demostrado ser fieles hermanos espirituales en la prosperidad y en la adversidad–. No puedo expresar con palabras lo que significan para mí.

También agradezco a los siguientes amigos por ser coautores de algunos capítulos: Ray B. Lanning (capítulo 5), Jan van Vliet (capítulo 6), Randall Pederson (capítulos 9 y 10) y Cornelis Pronk (capítulo 16). Agradezco a Phyllis TenElshof, Ray Lanning, Kate Timmer y Kristen Meschke su adecuada corrección de pruebas, y a Gary y Linda den Hollander su concienzuda composición. Estoy profundamente agradecido a los estudiantes de seminario que han oído muchos de estos capítulos en conferencias y me han asistido “como el hierro afila el hierro”. También estoy agradecido a los miembros y equipo de Reformation Heritage Books por su fiel apoyo y dedicación. Gracias, además, a mi fiel rebaño, Heritage Netherlands Reformed Congregation de Grand Rapids (Michigan), sin el cual el tono pastoral de este libro no habría sido posible. Sobre todo, tengo una enorme deuda con mi querida esposa, Mary, y nuestros tres hijos, Calvin, Esther y Lydia, por sus fieles sacrificios durante los años en que este libro se escribió.

Si Dios usa este libro para ayudar a algunos a ver más claramente la perspectiva y el valor de la espiritual tradición reformada puritana y, especialmente, para llevarnos a una más profunda y estrecha amistad con Él mismo, mediante nuestro Hermano mayor, el Señor Jesucristo, mi gozo será pleno. ¡Soli Deo Gloria!

Marzo, 2004 Joel R. Beeke

2919 Leonard N.E.

Grand Rapids, Michigan 49525

Contenido

PREFACIO

- 1 - CALVINO SOBRE LA PIEDAD

- 2- DANDO SENTIDO A LAS PARADOJAS DE CALVINO SOBRE LA SEGURIDAD DE LA FE

- 3 - JUAN CALVINO: MAESTRO Y PRACTICANTE DE LA EVANGELIZACIÓN

- 4 - LA PRÁCTICA PURITANA DE LA MEDITACIÓN

- 5 - EL USO DIDÁCTICO DE LA LEY

- 6 - EL ILUSTRE DOCTOR WILLIAM AMES Y LA MÉDULA DE LA TEOLOGÍA

- 7 - EVANGELIZACIÓN ARRAIGADA EN LA ESCRITURA: EL EJEMPLO PURITANO

- 8 - ANTHONY BURGESS SOBRE LA SEGURIDAD

- 9 - VIDA Y ESCRITOS DE JOHN BROWN DE HADDINGTON

- 10 - VIDA Y TEOLOGÍA DE THOMAS BOSTON

- 11 - VIDAS DE EBENEZER Y RALPH ERSKINE: DISIDENTES CON CAUSA

- 12 - EBENEZER Y RALPH ERSKINE PREDICADORES CON UN MENSAJE DE PROMESA

- 13 LA SEGURIDAD DE LA FE: UNA COMPARACIÓN DEL PURITANISMO INGLÉS Y LA NADERE REFORMATIE

- 14 - WILLEM TEELLINCK Y EL CAMINO DE LA SANTIDAD VERDADERA

- 15 - LA VIDA Y LA TEOLOGÍA DE HERMAN WITSIUS (1636-1708)

- 16 - THEODORUS JACOBUS FRELINGHUYSEN (1691-1747): EL PRECURSOR DEL GRAN AVIVAMIENTO

- 17 - LA JUSTIFICACIÓN POR LA SOLA FE: LA RELACIÓN DE LA FE CON LA JUSTIFICACIÓN

- 18 - CULTIVANDO LA SANTIDAD

- 19 - EL PODER DURADERO DE UNA PREDICACIÓN EXPERIMENTAL REFORMADA

BIBLIOGRAFÍAS SELECCIONADAS

Otros Títulos Publicados por Publicaciones Faro de Gracia

- 1 -CALVINO SOBRE LA PIEDAD

La Institución de Juan Calvino le ha hecho ganar el título de “sistemático preeminente de la Reforma protestante”. Su reputación como intelectual, sin embargo, es a menudo vista al margen del contexto espiritual y pastoral en que escribió su teología. Para Calvino, comprensión teológica y piedad práctica, verdad y utilidad, son inseparables. La teología, en primer lugar, trata del conocimiento – conocimiento de Dios y de nosotros mismos–, pero no hay verdadero conocimiento donde no hay verdadera piedad.

El concepto de piedad (pietas) en Calvino está arraigado en el conocimiento de Dios, e incluye actitudes y acciones dirigidas a la adoración y servicio de Dios. Además, su pietas incluye una multitud de temas relacionados, como la piedad filial en las relaciones humanas y el respeto y amor por la imagen de Dios en los seres humanos. La piedad de Calvino es evidente en la gente que reconoce, mediante la fe experimental, que ha sido aceptada en Cristo e injertada en su cuerpo por la gracia de Dios. En esta “unión mística”, el Señor los reclama como suyos en la vida y en la muerte. Se convierten en pueblo de Dios y miembros de Cristo por el poder del Espíritu Santo. Esta relación restaura su alegría en la comunión con Dios. Recrea sus vidas.

El propósito de este capítulo es mostrar que la piedad de Calvino es fundamentalmente bíblica, con un énfasis en el corazón más que en la mente. La cabeza y el corazón deben trabajar juntos, pero el corazón es más importante.1Tras una mirada introductoria a la definición y fin de la piedad en el pensamiento de Calvino, mostraré cómo su pietas afecta a las dimensiones teológica, eclesiológica y práctica de su pensamiento.

Definición e importancia de la piedad

La pietas es uno de los temas mayores de la teología de Calvino. Su teología es, como dice John T. McNeill, “su piedad descrita en detalle”.2Está decidido a confinar la teología dentro de los límites de la piedad.3En su prefacio dirigido al rey Francisco I, Calvino dice que el propósito de escribir la Institución era “solamente enseñar algunos principios, con los cuales los que son tocados de algún celo de religión, fuesen instruidos en verdadera piedad [ ]”.4

Para Calvino, la pietas designa la actitud correcta del hombre hacia Dios. Esta actitud incluye conocimiento verdadero, adoración sincera, fe salvífica, temor filial, sumisión devota y amor reverencial.5Conocer quién y qué es Dios (teología) implica actitudes correctas hacia Él y hacer lo que Él quiere (piedad). En su primer catecismo, Calvino escribe: “La verdadera piedad consiste en un sentimiento sincero de amor a Dios como Padre no menos que de temor y reverencia como Señor, que abraza su justicia y tiene más temor de ofenderlo que de la muerte”.6En la Institución, Calvino es más sucinto: “Llamo piedad a una reverencia unida al amor de Dios, que el conocimiento de Dios produce”.7Este amor y reverencia por Dios es un concomitante necesario a cualquier conocimiento de Él, y comprende toda la vida. Como dice Calvino: “Toda la vida de los cristianos debiera ser como una práctica de santidad”.8O, como el subtítulo de la primera edición de la Institución declara: “Comprendiendo casi la suma total de la piedad y todo lo que se necesita saber de la doctrina de la salvación: una obra muy digna de ser leída por todas las personas celosas de piedad”.9

Los comentarios de Calvino también reflejan la importancia de la pietas. Por ejemplo, escribe sobre 1ª Timoteo 4:7-8: “Harás aquello que es de la más elevada importancia si te dedicas con todo tu celo y con toda tu habilidad al ejercicio de la piedad únicamente”.10Comentando 2ª Pedro 1:3, dice: “Nada más [Pedro] ha hecho mención de la vida, inmediatamente añade la santidad [ ], como si fuera el alma de la vida”.11

El fin supremo de la piedad: Soli Deo Gloria

El fin de la piedad, al igual que el de toda la vida cristiana, es la gloria de Dios –gloria que brilla en los atributos de Dios, en la estructura del mundo y en la muerte y resurrección de Jesucristo–.12Glorificar a Dios se antepone a la salvación personal para toda persona piadosa.13Calvino escribe de este modo al Cardenal Sadoleto: “Sin embargo, no creo sea propio de un auténtico teólogo el procurar que el hombre se quede en sí mismo, en vez de mostrarle y enseñarle que el comienzo de la buena reforma de su vida consiste en desear fomentar y dar realce a la gloria del Señor… Por lo cual no habrá ninguna persona bien instruida y experimentada en la verdadera religión cristiana que no juzgue esta tan larga y curiosa exhortación al estudio de la vida celestial (la cual detiene al hombre en esto sólo, sin elevarlo con una sola palabra a la santificación del Nombre de Dios) como cosa de mal gusto y sin sabor”.14

Que Dios sea glorificado en nosotros, el fin de la piedad, es el propósito de nuestra creación. Así pues, vivir el propósito de su creación original se constituye en el anhelo de los regenerados.15El hombre piadoso, según Calvino, confiesa: “Somos de Dios: vivamos, por tanto, para Él y muramos para Él. Somos de Dios: esfuércense, en consecuencia, todas las partes de nuestra vida por alcanzarlo como nuestro único fin legítimo”.16

Dios redime, adopta y santifica a su pueblo para que su gloria brille en ellos y los libere del impío egoísmo.17La preocupación más profunda del hombre piadoso es, por tanto, Dios mismo y las cosas de Dios: la Palabra de Dios, la autoridad de Dios, el evangelio de Dios y la verdad de Dios. Anhela conocer más de Dios y tener más comunión con Él.

Pero, ¿cómo glorificamos a Dios? Como escribe Calvino: “Dios nos ha prescrito un camino para glorificarlo, a saber, la piedad, que consiste en la obediencia a su Palabra. El que traspasa estos límites no se ocupa de honrar a Dios sino, más bien, de deshonrarlo”.18La obediencia a la Palabra de Dios significa refugiarse en Cristo para el perdón de nuestros pecados, conocerlo a través de su Palabra, servirle con un corazón de amor, hacer buenas obras en gratitud por su bondad y ejercitar la abnegación al punto de amar a nuestros enemigos.19Esta respuesta implica rendición total a Dios mismo, a su Palabra y a su voluntad.20

Calvino dice: “Te ofrezco mi corazón, Señor, inmediata y sinceramente”. Éste es el deseo de todos los que son verdaderamente piadosos. Sin embargo, este deseo sólo puede realizarse mediante la comunión con Cristo y la participación de Él, pues, fuera de Cristo, incluso la persona más religiosa vive para sí. Sólo en Cristo pueden los piadosos vivir como siervos dispuestos para su Señor, soldados fieles a su Comandante e hijos obedientes a su Padre.21

Dimensiones Teológicas

La profunda raíz de la piedad: la unión mística

“LadoctrinadeCalvinodelauniónconCristoesunodelosrasgosmásconsistentemente influyentes de su teología y ética, si no la enseñanza más importante que mueve todo su pensamiento y vida personal”, escribe David Willis-Watkins.22

Calvinonopretendíapresentarlateologíadesdeelpuntodevistadeunaúnicadoctrina. No obstante, sus sermones, comentarios y obras teológicas están tan impregnados de la doctrina de la unión con Cristo, que se convierte en su centro de atención para la fe y práctica cristianas.23Calvino dice otro tanto cuando escribe: “Doy la primacía a la unión que tenemos con nuestra Cabeza, a la habitación de Cristo en nuestros corazones, y a la unión mística mediante la cual gozamos de Él, para que al hacerse nuestro, nos haga partícipes de los bienes de que está dotado”.24

Para Calvino, la piedad está arraigada en la unión mística ( unio mystica) del creyente con Cristo. Así pues, esta unión debe ser nuestro punto de partida.25Tal unión es posible porque Cristo tomó nuestra naturaleza humana, llenándola de su virtud. La unión con Cristo en su humanidad es histórica, ética y personal, pero no esencial. No hay una crasa mezcla (crassa mixtura) de substancias humanas entre Cristo y nosotros. No obstante, Calvino declara: “Y no solamente está unido a nosotros por un lazo indisoluble, sino que, merced a una unión admirable que supera nuestro entendimiento, se hace cada día más un cuerpo con nosotros, hasta que esté completamente unido a nosotros”.26Esta unión es uno de los mayores misterios del evangelio.27De la fuente de la perfección de Cristo en nuestra naturaleza, los piadosos pueden, por la fe, sacar lo que necesiten para su santificación. La carne de Cristo es el manantial del cual su pueblo deriva vida y poder.28

Si Cristo hubiese muerto y resucitado pero no estuviese aplicando su salvación a los creyentes para su regeneración y santificación, su obra habría sido inefectiva. Nuestra piedad muestra que el Espíritu de Cristo está operando en nosotros lo que ya ha sido cumplido en Cristo. Cristo administra su santificación a la Iglesia mediante su real sacerdocio para que la Iglesia viva piadosamente para Él.29

El tema principal de la piedad: la comunión y la participación

El corazón de la teología práctica y piedad de Calvino es la comunión ( communio) con Cristo. Esto implica participación (participatio) de sus beneficios, que son inseparables de la unión con Cristo.30La Confessio Fidei de Eucaristía (1537), firmada por Calvino, Martín Bucero y Wolfgang Capito, apoyó este énfasis.31Sin embargo, la idea de la comunión con Cristo en Calvino no se formó por su doctrina de la Cena del Señor. Antes bien, su énfasis en la comunión espiritual con Cristo ayudó a formar su concepto del sacramento.

De manera similar, los conceptos de communio y participatio ayudaron a dar forma a la comprensión de Calvino de la regeneración, la fe, la justificación, la santificación, la seguridad, la elección y la Iglesia. No podía hablar de ninguna doctrina al margen de la comunión con Cristo. Éste es el corazón del sistema de teología de Calvino.

El doble vínculo de la piedad: el Espíritu y la fe

La comunión con Cristo solamente es realizada mediante la fe que opera el Espíritu, enseña Calvino. Es una comunión real no porque los creyentes participen de la esencia de la naturaleza de Cristo, sino porque el Espíritu de Cristo une a los creyentes tan íntimamente a Cristo que se convierten en carne de su carne y hueso de sus huesos. Desde la perspectiva de Dios, el Espíritu es el vínculo entre Cristo y los creyentes, mientras que, desde nuestra perspectiva, la fe es el vínculo. Estas perspectivas no se oponen, ya que una de las principales funciones del Espíritu es obrar fe en el pecador.32

Sólo el Espíritu puede unir a Cristo en el cielo con el creyente en la tierra. Al igual que el Espíritu unió cielo y tierra en la encarnación, en la regeneración el Espíritu resucita de la tierra a los elegidos para tener comunión con Cristo en el cielo, y trae a Cristo a los corazones y vidas de los elegidos sobre la tierra.33La comunión con Cristo siempre es el resultado de la obra del Espíritu –obra que es asombrosa y experimental, antes que comprensible–.34El Espíritu Santo es, así pues, el vínculo que une al creyente con Cristo y el canal por el que Cristo es comunicado al creyente.35Como Calvino escribe a Pedro Mártir: “Crecemos juntamente con Cristo en un cuerpo, y Él comparte su Espíritu con nosotros, por medio de cuya operación oculta se ha hecho nuestro. Los creyentes reciben esta comunión con Cristo al mismo tiempo que su llamamiento. Pero crecen de día en día más y más en esta comunión, en proporción a la vida de Cristo que crece dentro de ellos”.36

Calvino va más allá que Lutero en este énfasis en la comunión con Cristo. Calvino acentúa que, por su Espíritu, Cristo capacita a quienes están unidos a Él por la fe. Siendo “injertados en la muerte de Cristo, derivamos de ella una energía secreta, como la rama de la raíz”, escribe. El creyente es movido por el poder secreto de Cristo, de modo que puede decirse que Cristo vive y crece en él. Pues, al igual que el alma da vida al cuerpo, Cristo imparte vida a sus miembros”.37

Como Lutero, Calvino cree que el conocimiento es fundamental para la fe. Tal conocimiento incluye la Palabra de Dios, así como la proclamación del evangelio.38 Puesto que la Palabra escrita es ejemplificada en la Palabra viva, Jesucristo, la fe no puede separarse de Cristo, en quien todas las promesas de Dios son cumplidas.39La obra del Espíritu no complementa ni suplanta la revelación de la Escritura, sino que la autentifica –enseña Calvino–.“Quitadla Palabra, y no quedará fe alguna”, dice Calvino.40

La fe une al creyente con Cristo por medio de la Palabra, capacitando al creyente a recibir a Cristo como es revestido en el evangelio y ofrecido por la gracia del Padre.41 Por la fe, Dios también mora en el creyente. En consecuencia, dice Calvino, “no deberíamos separar a Cristo de nosotros ni a nosotros de Él”, sino participar de Cristo por la fe, pues esto “nos vivifica de la muerte para hacernos una nueva criatura”.42

Por la fe, el creyente posee a Cristo y crece en Él. Más aún, su grado de fe ejercitada por la Palabra determina su grado de comunión con Cristo.43 “Todo lo que la fe debería contemplarnos es manifestado en Cristo” ,escribe Calvino.44 Aunque Cristo permanece en el cielo, el creyente que destaca en piedad aprende a asirse de Cristo tan firmemente, mediante la fe, que Cristo mora dentro de su corazón.45Por la fe, los piadosos viven por lo que encuentran en Cristo, antes que por lo que encuentran en sí mismos.46

Mirar a Cristo para la seguridad, significa mirarnos a nosotros mismos en Cristo. Como escribe David Willis-Watkins: “La seguridad de salvación es un auto-conocimiento derivado, cuyo centro de atención permanece en Cristo unido a su cuerpo, la Iglesia, de la cual somos miembros”.47

El doble lavamiento de la piedad: la justificación y la santificación

Según Calvino, los creyentes reciben de Cristo por la fe la “doble gracia” de la justificación y la santificación, que, juntas, proporcionan un doble lavamiento.48La justificación ofrece pureza imputada, y la santificación pureza real.49

Calvino define la justificación como “la aceptación con que Dios nos recibe en su favor como hombres justos”.50Continúa diciendo que, “puesto que Dios nos justifica por la intercesión de Cristo, no nos absuelve por la confirmación de nuestra propia inocencia, sino por la imputación de la justicia, para que nosotros, que no somos justos en nosotros mismos, seamos considerados como tales en Cristo”.51La justificación incluye la remisión de los pecados y el derecho a la vida eterna.

Calvino considera la justificación una doctrina central de la fe cristiana. La llama “la bisagra principal sobre la que se apoya la religión”, el suelo desde el cual se desarrolla la vida cristiana y la sustancia de la piedad.52La justificación no sólo sirve al honor de Dios, satisfaciendo las condiciones para la salvación: también ofrece a la conciencia del creyente “pacífico reposo y serena tranquilidad”.53 Como dice Romanos 5:1: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Éste es el corazón y alma de la piedad. Los creyentes no tienen que preocuparse de su estatus para con Dios, porque son justificados por la fe. Saben renunciar voluntariamente a la gloria personal y aceptar su vida cada día de la mano de su Creador y Redentor. Se pueden perder batallas diarias ante el enemigo, pero Jesucristo ha ganado la guerra para ellos.

La santificación se refiere al proceso por el cual el creyente es más y más conformado a Cristo en corazón, conducta y devoción a Dios. Es la continua reforma del creyente por el Espíritu Santo, la creciente consagración de cuerpo y alma a Dios.54En la santificación, el creyente se ofrece a sí mismo a Dios en sacrificio. Esto no viene sin gran lucha y lento progreso. Requiere limpiarse de la contaminación de la carne y renunciar al mundo.55Requiere arrepentimiento, mortificación y conversión diaria.

La justificación y la santificación son inseparables, dice Calvino. Separar la una de la otra es romper a Cristo en pedazos56, o como intentar separar la luz del sol del calor que la luz genera.57Los creyentes son justificados con el propósito de adorar a Cristo en santidad de vida.58

Dimensiones Eclesiológicas

La piedad a través de la Iglesia

La piedad de Calvino no es independiente de la Escritura ni de la Iglesia. Antes bien, está arraigada en la Palabra y se nutre en la Iglesia. Si bien rompe con el clericalismo y absolutismo de Roma, Calvino mantiene no obstante un alto concepto de la Iglesia. “Si no preferimos la Iglesia a cualquier otro objeto de nuestro interés, somos indignos de ser contados entre sus miembros”, escribe.

Agustín dijo una vez: “No puede tener a Dios por Padre quien rechaza tener a la Iglesia por madre”. A lo cual Calvino añade: “ya que no hay otro camino para llegar a la vida más que ser concebidos en el seno de esta madre, quien nos dé a luz, nos alimente con sus pechos, y nos ampare y defienda hasta que, despojados de esta carne mortal, seamos semejantes a los ángeles”. Fuera de la Iglesia, hay poca esperanza para el perdón de pecados o la salvación, escribió Calvino. Siempre es desastroso abandonar la Iglesia.59

Para Calvino, los creyentes son injertados en Cristo y su Iglesia, porque el crecimiento espiritual ocurre dentro de la Iglesia. La Iglesia es madre, educadora y alimentadora de todo creyente, porque el Espíritu Santo actúa en ella. Los creyentes cultivan la piedad por el Espíritu mediante el ministerio de enseñanza de la Iglesia, progresando desde la infancia espiritual hasta la adolescencia y, finalmente, la plena hombría en Cristo. No se gradúan en la Iglesia hasta que mueren.60Esta educación vitalicia se ofrece en un ambiente de genuina piedad en el que los creyentes se aman y cuidan unos a otros bajo el liderazgo de Cristo.61Se fomenta el crecimiento de los dones y el amor de los unos a los otros, ya que son “constreñidos a tomar prestado de los demás”.62