Loe raamatut: «El Nuevo Testamento paso a paso»

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JOHN BERGSMA

EL NUEVO TESTAMENTO PASO A PASO

EDICIONES RIALP

MADRID

Título original: New Testament Basics for Catholics

© 2015 by Ave Maria Press, Inc.

© 2021 de la versión española traducida por MIGUEL MARTÍN,

by EDICIONES RIALP, S. A.,

Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

Realización eBook: produccioneditorial.com

ISBN (edición impresa): 978-84-321-6011-0

ISBN (edición digital): 978-84-321-6012-7

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

INTRODUCCIÓN. UNA VISTA RÁPIDA DEL NUEVO TESTAMENTO

1. EL ANTIGUO TESTAMENTO COMO

PARTE I. ¡HA LLEGADO EL REINO DE DIOS!

2. El Evangelio de Mateo

PARTE II. ¡EL REINO DE DIOS CRECE!

3. EL EVANGELIO DE LUCAS

4. EL LIBRO DE LOS HECHOS

PARTE III. VIVIENDO EN EL REINO

5. SAN PABLO Y LA CARTA A LOS ROMANOS

PARTE IV. ¡EL REINO PERFECTO!

6. El Evangelio de Juan

7. EL LIBRO DEL APOCALIPSIS: LA VICTORIA DEL REINO

AUTOR

INTRODUCCIÓN.

UNA VISTA RÁPIDA DEL NUEVO TESTAMENTO

SE PODRÍA CONSIDERAR QUE el Nuevo Testamento es el libro más influyente del mundo. Más de dos mil millones de personas en el globo dicen seguir a su principal personaje, un cierto carpintero judío convertido en religioso maestro llamado Jesús, que era de Nazaret, en las colinas del norte de Israel. Personas inspiradas en las ideas de este libro inventaron la universidad y el hospital. Exploraron el planeta, dieron nombre a incontables lugares, escribieron en nuevas lenguas, establecieron el calendario moderno, y construyeron edificios —escuelas, iglesias, hospitales, monasterios y conventos—. ¿Qué tiene este libro que los motivó a realizar eso y más?

Realmente, el Nuevo Testamento nos es un libro: es muchos libros o la mitad de un libro. Es muchos libros porque es una colección de veintisiete biografías y cartas escritas por los más cercanos amigos y seguidores de este maestro judío que cambió el mundo. Es también la mitad de un libro porque es la segunda de la mayor parte del libro sagrado de los cristianos, llamado normalmente “la Biblia”. “Biblia” viene de la palabra griega biblos, que significa “libro”. Durante mucho tiempo de la historia humana, los libros eran escasos, y el más importante, que habla de Dios, el fin, el significado, el amor, y la vida eterna, no era solo un libro sino el Libro —la Biblia—.

La Biblia es un libro grande. En realidad, es una colección de setenta y dos libros con unas 750 000 palabras, dependiendo del lenguaje y la traducción, escritos por muchos autores en un periodo de mil años. ¿Quién puede manejar toda esa información?

Parece más fácil tratar con el Nuevo Testamento solo. Le llamamos la “segunda mitad” de la Biblia, pero sabemos que es realmente mucho menos que la mitad de la Biblia completa. Es un quinto del tamaño del Antiguo Testamento. Con todo, incluso el Nuevo Testamento puede parecer temible, y en algunos aspectos es más difícil de organizar que el Antiguo Testamento. Aunque el Antiguo Testamento es más largo, solo trata de una básica línea histórica. Dividiéndola en periodos y alianzas, podemos obtener una buena vista rápida de ella en La Biblia paso a paso [1].

El mismo tratamiento no sirve para el Nuevo Testamento, porque los primeros cuatro libros (juntos son casi la mitad del Nuevo Testamento) cuentan la misma historia de la vida de Jesús una y otra vez. Así que no podemos tener una sola línea histórica y necesitamos un tratamiento diferente.

El primer paso es reconocer que el Nuevo Testamento es todo un mundo en sí mismo. Hay personas que se pasan toda su vida estudiando solo alguna de sus partes. Así que tendremos que contentarnos aquí con no cubrir cada detalle.

En segundo lugar, deberemos reconocer que, si queremos tener la mayor parte, pero no todo, podemos simplificar el Nuevo Testamento estudiándolo en partes manejables y memorizables.

He comprobado que, poniendo el foco en solo cuatro autores, uno puede tener una buena comprensión del Nuevo Testamento. Esos cuatro autores escribieron casi el 85 % del Nuevo Testamento. Son: Mateo, Lucas, Pablo y Juan. En lo que sigue, los dibujaré y los iré presentando. Primero, dibujemos a Mateo.


Mateo

Para identificarlo, le hemos puesto una bolsa de dinero en la mano derecha. Eso nos recuerda que Mateo era un recaudador de impuestos antes de su conversión a Cristo. Los recaudadores se hacían muy ricos. En su mano izquierda, le hemos puesto una pluma, una señal de ser un “escriba”, un escritor profesional y erudito de los tiempos antiguos. Parece probable que Mateo fuese un judío escriba antes o durante su tiempo como recaudador. Los escribas estudiaban las escrituras y la ley religiosa. Como tenían que ser cuidadosos escritores y registradores de datos, tenían también la necesaria habilidad para ser recaudadores de impuestos si lo deseaban.

De acuerdo con la antigua tradición de la Iglesia, Mateo escribió el primer evangelio, que se colocó al comienzo de la colección de los libros del Nuevo Testamento. Es adecuado que el Evangelio de Mateo comience el Nuevo Testamento. Mateo subraya la semejanza (o continuidad) del Antiguo y del Nuevo Testamento. Muestra cómo las palabras y acciones de Jesús en el Nuevo cumplen las profecías del Antiguo. Su libro constituye una buena transición entre los dos. Con veintiocho capítulos y 1068 versículos, Mateo supone un octavo de la extensión del Nuevo Testamento.

Nuestro siguiente principal autor es Lucas. Lo dibujaremos así:


Lucas

San Lucas tiene dos caracteres que lo distinguen. Le hemos puesto uno de esos espejos de cabeza que suelen utilizar los médicos, y un estetoscopio. Según Colosenses 4, 14, san Lucas fue un físico de profesión. Eso no es un dogma. No podemos estar seguros de que fuese así, pero es plausible. Ciertamente, el estilo de los escritos de san Lucas muestra que era un hombre bien formado en la cultura griega, y la medicina era una profesión atractiva para un hombre culto en los tiempos antiguos.

La tradición nos dice también que acompañó a la Santísima Virgen e incluso pintó su retrato. Por eso hemos puesto un icono de la Virgen en su mano izquierda. Claro que no podemos estar seguros de que pintase su retrato, pero podemos suponer que la conocía bien. De hecho, le debemos a san Lucas haber escrito la mayor parte de lo que conocemos sobre la vida de la madre de Nuestro Señor. Los cinco misterios de gozo del Rosario, por ejemplo, proceden del evangelio de san Lucas. Sin Lucas, solo tendríamos unos pocos comentarios sobre nuestra Madre en Mateo 1, y dos importantes escenas (las bodas de Caná y la Crucifixión) donde ella aparece en el evangelio de Juan (Jn 2 y 19). San Juan Pablo II estaba convencido de que san Lucas obtuvo su información sobre la vida de la Virgen y la infancia de Jesús (Lc 1 y 2) directamente de ella[2]. Esa es la común tradición del pueblo cristiano a través de los siglos. En cualquier caso, le dejaremos con el icono de la Virgen en la mano para indicar su estrecha relación con ella.

San Lucas se mantiene por varias razones. Es el único gentil (no judío) que escribe una parte del Nuevo Testamento. Es el único autor de un libro de historia en el Nuevo Testamento: los Hechos de los Apóstoles. Sin eso, no tendríamos nada de los primeros treinta años de la existencia de la Iglesia. Finalmente, san Lucas escribió más del Nuevo Testamento que cualquier otra persona. El evangelio de Lucas es el libro más largo del Nuevo Testamento, y junto con su secuela Hechos, constituye más de un cuarto del total.

Lucas fue compañero y colaborador de nuestro tercer autor, san Pablo. Lo dibujamos así:


Pablo

Notarás que en la mano derecha san Pablo porta una espada. Es la marca distintiva de san Pablo en buena parte del arte religioso. La espada representa la Palabra de Dios, y es famoso que san Pablo animó a los cristianos a «recibir… la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Ef 6, 17). Él fue también decapitado con una espada.

En la mano izquierda, Pablo tiene una carta. Eso nos recuerda que los únicos escritos que tenemos de san Pablo son sus cartas (o epístolas). Las trece cartas de san Pablo —nueve a iglesias (de Romanos a 2 Tesalonicenses) y cuatro a individuos (de 1 Timoteo a Filemón)— se sitúan en medio del Nuevo Testamento. San Pablo fue el gran misionero de la primitiva Iglesia, y estaba continuamente viajando, predicando el Evangelio. No tenía tiempo para sentarse a componer libros, así que toda su teología está contenida en cartas, enviadas rápidamente a iglesias o personas en crisis.

Las cartas atribuidas a Pablo (de Romanos a Filemón) suponen el 20 % o un quinto del Nuevo Testamento. Si fuese san Pablo quien escribiera la anónima “Carta a los Hebreos”, sus escritos serían en extensión un cuarto del Nuevo Testamento, casi lo mismo que su compañero Lucas.

En los tiempos modernos, especialmente en Occidente, san Pablo ha sido considerado como el mayor teólogo entre los autores del Nuevo Testamento. Pero en la antigüedad, especialmente en Oriente, ese honor lo tuvo el cuarto y último de nuestros principales autores, el apóstol Juan. Dibujamos a san Juan de esta manera:


Juan

San Juan es un poco más pequeño que el resto de nuestros autores, para recordarnos su juventud. Es probable que fuese el más joven de los apóstoles, y sobrevivió al resto. En su mano izquierda está el copón eucarístico, que nos recuerda que es quien nos da la más extensa enseñanza sobre la Eucaristía en todo el Nuevo Testamento (su enseñanza puede encontrarse en Jn 6). Su mano derecha se alza en una tradicional señal de bendición sacerdotal. La tradición de la primitiva Iglesia recuerda a san Juan como sacerdote y pastor de la Iglesia en su ancianidad.

Cinco libros se atribuyen a Juan: su evangelio, tres cartas (epístolas), y el Libro del Apocalipsis (Revelación). Los académicos discuten su autoría de algunas de estas obras, pero aceptaremos la tradición de la Iglesia y examinaremos las opiniones contrarias más tarde. Juntos, estos libros suponen el 20 % o un quinto del Nuevo Testamento.

¡Aquí estamos!


Estos cuatro hombres nos dan la mayor parte del Nuevo Testamento. Por supuesto, los estudiosos modernos han levantado dudas sobre si ellos escribieron los libros que llevan sus nombres. Pero yo pienso que hay buenas razones para confiar en las tradiciones del pueblo cristiano sobre quién escribió estos preciosos textos[3]. Así que, si nos centramos en conocer a estos cuatro, tendremos la “película” de este libro santo. Claro que hay otros autores del Nuevo Testamento —como Marcos, Pedro, Santiago y Judas Tadeo— que escribieron libros más pequeños pero que siguen siendo importantes. Pero incluirlos a todos a la vez puede ser dar un mordisco mayor del que podemos masticar. En un estudio posterior, después de conocer lo básico del Nuevo Testamento, podemos prestarles atención a ellos también.

Ahora necesitamos un hilo conductor del Nuevo Testamento que enlace todos los temas que contiene. No es difícil encontrarlo; tomaremos nuestro tema de la predicación de Jesús: «Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos» (Mt 4, 17, énfasis añadido; ver Mc 1, 15). De principio a fin, el Nuevo Testamento trata del Reino de Dios.

Primero, echaremos un vistazo a san Mateo, cuyo evangelio nos dice que ha llegado el Reino de Dios. San Mateo muestra que Jesús cumple las profecías y esperanzas del pueblo de Israel sobre la vuelta del reino de David, aunque lo hace de un modo inesperado. Jesús, que es tanto el Hijo de David como el Hijo de Dios, ha establecido un reino en la tierra y en el cielo, que es el reino de David y el reino de Dios. El evangelio de san Mateo es rico en conexiones con el Antiguo Testamento, especialmente con los profetas. Conectará los puntos para nosotros mostrando que la Alianza Davídica es restaurada en la Alianza Eucarística de Jesús.

Nuestro siguiente autor será san Lucas, que nos dice que el Reino de Dios crece. Decimos esto porque, además de su maravilloso evangelio, san Lucas nos da el Libro de los Hechos, que muestra el primer crecimiento de la Iglesia. La Iglesia es la forma del reino de Dios en la tierra. San Lucas nos dice las cosas que debe hacer siempre la Iglesia para seguir creciendo.

El mentor y guía de san Lucas, san Pablo, es nuestro tercer autor. Las cartas de san Pablo nos instruyen sobre cómo vivir unidos en la Iglesia, que es el reino de Dios en la tierra. Titularemos nuestro estudio de san Pablo “Vivir en el Reino”. Estudiar todas las cartas de san Pablo puede ser demasiado, nos centraremos en una que se ha considerado a menudo como la más importante: Romanos.

Es adecuado terminar con san Juan, porque sus escritos tradicionalmente incluyen el Libro del Apocalipsis, que muestra el fin de la historia y el estado definitivo del reino de Dios en su celestial perfección. Su evangelio también pinta una poderosa imagen de los que la Iglesia está llamada a ser, su destino final. Por tanto, llamamos a nuestro capítulo sobre san Juan “El Reino Perfecto”.

Diré algo sobre las traducciones de la Biblia. Este libro es mejor si lo lees junto a tu propia Biblia[4]. Mis citas pueden diferir ligeramente del texto que utilices. Puede ser porque he cambiado alguna palabra para acercarme más a la lengua original (hebreo o griego). Cualquier palabra que yo cambie la pondré en cursiva para indicar que esa palabra es mi traducción.

Ahora ya podemos empezar.

[1] Es el título de un libro anterior del autor. Versión española en Rialp.

[2] Juan Pablo II, Audiencia del miércoles 28.I.1987.

[3] Concilio Vaticano II. Constitución “Dei Verbum”, n.º 18: «La Iglesia siempre y en todas partes ha mantenido y mantiene que los cuatro Evangelios son de origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Jesucristo, después ellos mismos con otros de su generación lo escribieron por inspiración del Espíritu Santo y nos lo entregaron como fundamento de la fe: el Evangelio cuádruple, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan».

[4] El autor se refiere aquí a las versiones norteamericanas. En nuestra traducción usaremos la Sagrada Biblia de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, aprobada por la Conferencia Episcopal Española.

1. EL ANTIGUO TESTAMENTO COMO

LA HISTORIA PRECEDENTE: EPISODIOS 1–6

COMO EL NUEVO TESTAMENTO es la segunda parte de un libro mucho más largo, si comienzas a leerlo por esa parte, puedes encontrarte perdido en mitad de la historia que cuenta. Imagina que ves una película famosa por primera vez, pero comenzando a la mitad o más de su proyección: por ejemplo, comenzar a ver Sonrisas y lágrimas en el concierto final de la familia Trapp antes de irse de Austria. Quedarías un poco confuso. ¿Quiénes son esa gente y por qué están cantando? ¿Por qué no les dejan irse los soldados alemanes? O compáralo con la serie de La Guerra de las Galaxias, pero comenzando a verla por El retorno del Jedi. ¿Por qué parece que Luke Skywalker, la Princesa Leia y Darth Vader tienen una profunda conexión?

Algunas personas han leído muchas veces la Biblia en su vida, pero solo el Nuevo Testamento. Eso es un poco como ver Sonrisas y lágrimas regularmente, pero comenzando siempre en el concierto final, o ver Star Wars una vez y otra sin los episodios 1-5.

En mi primer libro, La Biblia paso a paso [titulado así en su versión española], hice un rápido recorrido de toda la Biblia, comenzando por Génesis y usando dibujos para ayudarnos a recordar las principales etapas de la historia bíblica. Si nunca has estudiado la Biblia, te recomiendo comenzar por La Biblia paso a paso. Pero, tanto para quienes no la hayan leído o como para quienes ya la conocen, vamos a hacer un rápido repaso del contenido de la Biblia.

La idea central en la Biblia es la “alianza”. Una alianza es un modo de hacer parte de la propia familia a una persona, comprometiéndose ambas partes mediante juramento. Por decirlo técnicamente, la alianza es la ampliación del parentesco mediante juramento. El matrimonio y la adopción son las formas más frecuentes de alianza.

Una de las oraciones de la Misa resume la historia de la Biblia de este modo: «Reiteraste, además, tu alianza a los hombres; por los profetas los fuiste llevando con la esperanza de salvación»[1]. La historia de la Biblia es la historia de Dios que ofrece alianzas a los seres humanos. Es la historia de Dios tratando de hacernos parte de su familia. En el Antiguo Testamento, Dios hizo al menos seis intentos importantes de hacer a los humanos su familia mediante alianzas. Veámoslos, si quieres, como los “Episodios 1–6”.

Dios ofreció la primera alianza a la primera pareja, hombre y mujer, Adán y Eva, al comienzo de la historia humana. Hombre y mujer vivían como hijo e hija de Dios en un lugar de paz y perfección que la Biblia llama el Jardín del Edén. Como hijo de Dios, Adán también gozaba del privilegio de ser rey, sacerdote y profeta sobre todo el mundo, y Eva compartía con él esos roles. Podemos bosquejar esta situación dibujándola así:


Alianza Adámica

Los significados de las diferentes partes de este dibujo se explican en La Biblia paso a paso. Por ahora, solo recordaré el hecho de que Adán y Eva vivían como hijos de Dios, en paz con Dios y con la naturaleza.

La situación de paz no duró, sin embargo. Adán y Eva quisieron el placer, la independencia y el orgullo más que una amorosa relación con Dios como padre. Pensaron que conseguirían lo que deseaban si desobedecían a Dios. Engañados por Satanás, comieron el fruto del único árbol del jardín que Dios les había prohibido. Pensaron tener así el poder y el conocimiento de Dios, pero el único conocimiento que obtuvieron fue que estaban desnudos, eso es, débiles y desamparados. Al romper su relación con Dios como padre, tuvieron de dejar la paz del Jardín del Edén y valerse por sí mismos.

La humanidad no hizo bien tratando de vivir al margen de una relación con Dios. Rápidamente, la historia humana fue de mal en peor, «había crecido la maldad del hombre sobre la tierra, y todos los pensamientos de su corazón tendían siempre al mal» y «la tierra… se había llenado de violencia» (Gn 6, 5 y 11). Eso no es una descripción televisiva o lo que están dando en el cine del barrio; era la realidad, y Dios tenía que hacer algo.

Así que envió un gran diluvio para lavar la tierra. Pero libró a un hombre bueno, Noé, como un nuevo Adán, para reiniciar la historia humana con su propia familia. Noé, por cierto, construyó la famosa arca en la que él, su familia y muchos animales se salvaron. El arca, una especie de jardín flotante, vino a parar después del diluvio sobre el monte Ararat, una especie de Nuevo Edén. Cuando pasó la riada, Dios restableció la alianza de Adán con Noé. Noé ofreció un sacrificio en señal de gratitud a Dios, y Dios envió un arco iris como señal de su amor por Noé. Noé y su familia estaban ahora en una relación familiar con Dios. Este es el dibujo que nos ayuda a recordarlo:


Alianza Noética

Pero después del diluvio, Noé no tuvo mucho más éxito que Adán. El mismo Noé pecó contra Dios, usando su libertad y los bienes de Dios para emborracharse (Gn 9, 20–27). Su hijo Cam se burló de su embriaguez, y el resultado fue la maldición y la vergüenza para la familia de Noé y el conflicto entre los hijos de Noé. Los descendientes de Noé rechazaron también vivir como hijos de Dios e incluso se unieron para construir una gran torre (la “Torre de Babel”) como una señal de su rechazo de Dios (Gn 11, 1–9).

En ese punto, Dios podría haber enviado otro castigo mundial como el diluvio, pero en cambio, decidió escoger a un hombre, Abrahán. Dios trabajaría con ese hombre y su hijo para curar las heridas de la entera familia humana. Invitó a Abrahán a una alianza: una relación familiar con él. Dios hizo esto en varias etapas (ver Gn 15 y 17).

El momento culminante llegó cuando Dios probó en qué medida confiaba Abrahán en Dios como su Padre. Dijo Dios: Abrahán, ¿te atreverías a sacrificarme a tu propio hijo? Abrahán, con la cooperación de su hijo Isaac, respondió Sí. Pero Dios no estaba interesado en que Isaac fuese en realidad sacrificado. Era una prueba de fe. Abrahán e Isaac habían mostrado una clase de confianza o fe que desafiaba cualquier duda. Dios interrumpió el sacrificio. Luego pronunció un juramento a Abrahán en el monte donde Isaac había sido colocado sobre el altar. Este juramento confirmó la alianza de Dios con Abrahán. Dios le prometió, «te colmaré de bendiciones… y en tu semilla [descendencia] serán bendecidas todas las naciones de la tierra» (Gn 22, 16–18, mi propia traducción).

Podemos dibujar el Monte Moria, donde Abrahán dispuso a su “hijo único” Isaac para sacrificarlo a Dios, de este modo:


Alianza Abrahámica

Por supuesto, esta historia suscita muchas preguntas. Por ahora, reconozcamos que este Monte Moria presenta un sorprendente parecido con otro monte, el Calvario. En Moria, Abrahán el padre pone a su “hijo único” Isaac sobre la leña del sacrificio a Dios. En el Calvario, un diferente “hijo unigénito” (Jn 3, 16) sería puesto en el leño. Daría su vida como sacrificio de amor por Dios y la humanidad. En otras palabras, el Monte Moria es un “tipo” o imagen del Monte Calvario.

El Monte Moria representa una encrucijada o momento decisivo en la historia humana, donde el camino de la salvación comienza a dirigirse infalible hacia su destino. Después de la alianza jurada por Dios a Abrahán en el Moria, no hubo ya caídas catastróficas semejantes a las de Adán o Noé. Hubo dificultades, seguro, pero entre tantas dificultades, Dios comenzó a cumplir sus promesas a Abrahán paso a paso.

Como privilegios de la alianza, Dios había dado a Abrahán tres específicas promesas:

— Llegaría a ser “una gran nación”

— Tendría un “gran nombre” y

— En su “semilla” (descendencia) serían bendecidas todas las naciones.

Después de la muerte de Abrahán, Dios comenzó a cumplir la primera promesa. Dispuso las cosas para que la familia de Abrahán viajase a Egipto, una tierra donde había abundancia de comida y la guerra era por entonces rara. Allí, los hijos de Abrahán fueron prolíficos y se multiplicaron hasta llegar a ser una “gran nación”. Todo lo que necesitaban ahora era su propia tierra para vivir allí. Así que Dios le envió un líder y sabio, Moisés. Este les sacó de Egipto y le llevó al Monte Sinaí en el desierto, donde les dio una “constitución” basada en los Diez Mandamientos. Aquí, también, Dios hizo una alianza con los hijos de Abrahán. Esta alianza recibe diferentes nombres:

— “La Alianza Mosaica” porque la realizó con Moisés;

— “La Alianza del Sinaí” porque se estableció en el Monte Sinaí, o

— “La Antigua Alianza” porque más tarde daría lugar a la Nueva Alianza en Jesucristo.

En la cumbre del Sinaí, Moisés roció con sangre de cordero a los israelitas y el altar de Dios. Esto manifestaba que Dios e Israel compartían ya la misma sangre (Ex 24, 8). Ellos eran una familia. Israel era el “primogénito” de Dios (Ex 4, 22) tal como Adán lo había sido. Allí Moisés obtuvo los Diez Mandamientos de Dios, que apareció en el Monte Sinaí en una tormenta:


Alianza Mosaica

El rostro de Moisés brillaba en la presencia de Dios.

Pero lo mismo que Adán, Israel rompió la alianza. En solo cuarenta días, Israel se apartó de Dios y volvió a adorar los dioses animales de Egipto (Ex 32). Pero Moisés intercedió por el pueblo, y Dios lo perdonó. Dios renovó la alianza, pero añadió muchos más preceptos como una especie de penitencia por los pecados de Israel (Ex 34, Lv 27). Esta es la imagen que utilizaremos para recordar la ruptura de los Diez Mandamientos y la adición de más leyes:


Israel necesitaba aún más espacio propio para vivir, así que después de un año en el Sinaí, Moisés los condujo a través del desierto hacia la Tierra Prometida. Los israelitas, sin embargo, se rebelaron al menos diez veces contra Dios en el desierto. Un viaje de unas pocas semanas terminó llevándoles cuarenta años. Dios tenía que cambiar la alianza después de cada rebelión hasta que tomó su forma final en el Libro del Deuteronomio. Aquí, los preceptos de la alianza fueron a veces ásperos y algo parecidos a una ley marcial o una represión contra el crimen. Moisés no estaba contento con Israel después de sus cuarenta años de rebeliones en el desierto. Aquí le vemos, entregando las leyes del Deuteronomio:


Tras la muerte de Moisés, su lugarteniente Josué condujo a Israel a la Tierra Prometida. Israel vivió en el país bajo las leyes del Deuteronomio durante generaciones, con pocos cambios en sus relaciones con Dios. Pero cientos de años después de Moisés, el pueblo de Israel pidió a Dios que le diera un rey que los gobernase, y el segundo rey que tuvo fue un hombre notable, un “ganador” en la historia de la salvación: David.

Ungir es derramar o untar aceite en la cabeza de alguien. En los tiempos antiguos, eso se le hacía a una persona para que desempeñara un rol especial, como rey, sacerdote o profeta. La unción de David fue especial porque él quedó abierto al Espíritu de Dios. Cuando el profeta Samuel ungió a David como rey de Israel, el Espíritu Santo vino y permaneció en David «desde aquel día» (1 S 16, 13). Dios bendijo a David en todo lo que hizo. Subió al trono, remplazando a su suegro Saúl como rey.

David hizo de la adoración a Dios su real prioridad, y Dios se complació. Concedió a David una alianza, una relación especial por la que David y sus hijos disfrutarían de la posición de hijos de Dios. Dios cuidaría a David y a sus herederos, expandiendo su reino hasta cubrir toda la tierra. De ese modo, las bendiciones de Dios se extenderían primero desde el rey a Israel y luego a toda la tierra.

Dibujamos esto para ayudarnos a recordar a David y la alianza que recibió como rey en el Monte Sion, también conocido como Jerusalén. Junto al rey está el Templo construido por Salomón, el hijo de David:


Alianza Davídica

Bajo la Alianza davídica, Israel prosperó durante los reinados de David y su hijo Salomón. Pero más tarde, en el reinado de Salomón, las cosas fueron a peor: Salomón empezó a adorar a otros dioses. Después de Salomón, muchos de los hijos de David no quisieron vivir como hijos del verdadero Dios. En vez de eso, muchos prefirieron ser sirvientes o incluso esclavos de dioses extranjeros y sus ídolos. Esos dioses extranjeros no eran dioses en absoluto; a veces eran incluso demonios.

Como resultado, el reino de Israel se dividió entre los reinos del norte y del sur. Ambos comenzaron a declinar. En unos trescientos años, los enemigos destruyeron primero el reino del norte y luego el del sur, y llevaron al pueblo al exilio. ¿Qué estaba haciendo Dios durante este tiempo? Envió a los grandes profetas para advertir a su pueblo que volviese con él. Esos fueron los famosos profetas, hombres como Isaías, Jeremías y Ezequiel.

Los profetas predicaron un mensaje básico a Israel: “primero las malas noticias y luego las buenas”. Las malas eran que Dios les castigaría porque el pueblo había roto la Alianza mosaica, especialmente los Diez Mandamientos. La buena noticia era que Dios haría una nueva alianza restaurando todas las bendiciones prometidas a David.

Aquí va un dibujo de un profeta predicando en Jerusalén. Las imágenes de la Alianza davídica están en líneas de puntos porque son una futura realidad. En algún momento en el futuro, Dios enviará un nuevo Hijo de David que construirá un templo mejor y restaurará el reino de Israel:


Nueva Mosaica

Cuando abrimos el Nuevo Testamento y comenzamos a leer, Israel está aún en este último estadio, “profético”, de la historia de la salvación. Han pasado varios cientos de años desde que uno de los grandes profetas pasó por la tierra, pero sus escritos permanecen, y muchos israelitas están convencidos de que el tiempo del cumplimiento está muy cerca. El prometido hijo de David puede llegar en cualquier momento, tomar el control de Jerusalén, y restaurar el reino.

De hecho, hubo dos significativas “falsas alarmas” justo antes y durante la vida de Jesús. Surgieron gobernantes que parecían, de algún modo, cumplir las profecías. Pero luego sus dinastías se desintegraron y las esperanzas se desvanecieron.

La primera causa de falsas esperanzas fueron los Macabeos (o Asmoneos), una familia sacerdotal israelita del centro montañoso del país. Hombres de esta familia se levantaron para vencer a las fuerzas de lengua griega que estaban oprimiendo a Israel en los seis “episodios” de alianzas que preceden al Nuevo Testamento: años 100 antes de Cristo. Los Macabeos ganaron eventualmente la independencia en torno al 164 a. C., formaron un gobierno en torno al 140 a. C., y gobernaron hasta el 37 a. C. Algunos de sus últimos gobernantes tomaron el título de “rey”.

En la cima de su poder, los Macabeos extendieron el reino de Israel casi hasta los límites de David y Salomón. Jerusalén, su capital, se hizo muy rica. Parecía como si la prometida restauración del reino estuviese al alcance de la mano, pero había un problema: los Macabeos tenían una mala genealogía. Los profetas habían prometido un rey del linaje de David. Pero los Macabeos descendían de Leví, la tribu de los sacerdotes, no de los reyes. Así que los Macabeos desaparecieron, y el Imperio Romano se convirtió en el verdadero gobernante de Israel.

€8,99

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Objętość:
368 lk 131 illustratsiooni
ISBN:
9788432160127
Õiguste omanik:
Bookwire
Allalaadimise formaat:
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Tekst
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