Una camaradería de confianza

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Una camaradería de confianza
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Publicado por:

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org ISBN 978-1-629462-65-3

A Camaraderie of Confidence: The Fruit of Unfailing Faith in the Lives of Charles Spurgeon, George Müller, and Hudson Taylor Copyright © 2016 by Desiring God Foundation Published by Crossway 1300 Crescent Street Wheaton, Illinois 60187 This edition published by arrangement with Crossway. All rights reserved.

©2020 Publicaciones Faro de Gracia.

Traducción al español realizada por Víctor Velasco; edición de texto, diseño de la portada y las páginas por Francisco Adolfo Hernández Aceves. Todos los Derechos Reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio — electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro— excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

©Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina–Valera ©1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que sea notado como otra versión. Utilizado con permiso.



Para los compañeros al rededor del mundo

quienes han ido fuera de Bethlehem Baptist

Church por causa del Nombre

Contenido

PREFACIO

INTRODUCCIÓN: Una Camaradería de Confianza en la Majestuosa Bondad de Dios

1. CHARLES SPURGEON: Predicando en medio de la adversidad

2. GEORGE MÜLLER: Una Estrategia para mostrar a Dios —Fe sencilla, sagradas Escrituras, satisfacción en Dios

3. HUDSON TAYLOR: Un disfrute amplio y duradero de la unión con Jesucristo

CONCLUSIÓN

OTROS TÍTULOS DE ESTA SERIE

PREFACIO

ste es el libro siete de la serie de estudios biográficos llamada «Los cisnes no guardan silencio». El título de la serie proviene de la historia del retiro de Agustín como obispo de Hipona al norte de África en el año 426. Su sucesor, Heraclio, se contrastó a sí mismo con Agustín, diciendo: «El grillo chirría, el cisne guarda silencio».1 Eso era algo humilde. Pero en un sentido profundo, no era cierto. Probablemente Agustín se convirtió en el teólogo más influyente de la historia de la iglesia cristiana. El cisne no guardó —y no ha guardado— silencio.

Así que, cuando digo que «Los cisnes no guardan silencio», me refiero a que existen voces de la historia de la Iglesia que se siguen escuchando, y que deben ser escuchadas en la historia de la Iglesia que está en curso. Mi esperanza es que estas series les den voz a algunos de esos cisnes. En este volumen, los cisnes son Charles Spurgeon, el más grande predicador del siglo XIX; George Müller, el gran hombre que amaba a huérfanos y apoyaba a las misiones; y Hudson Taylor, el fundador de la Misión al Interior de China. Algunas de las cosas que los unen son que los tres eran de la misma época, estuvieron establecidos en Inglaterra, se conocían entre ellos, se animaban unos a otros, y fueron inspirados mutuamente por sus ejemplos de vida.

Cuando leemos la historia del Evangelicalismo en el siglo XIX,2 y vemos las vidas de Spurgeon, Müller, y Taylor dentro de ese contexto, podemos ver que ellos eran parte de algo mucho más grande que ellos mismos. Las olas del Gran Despertar habían impactado a la Gran Bretaña y América, y estaban ocurriendo importantes avances en el crecimiento del movimiento cristiano. El Avivamiento de 1859 estaba teniendo un efecto dominó desde Canadá hasta Irlanda, Escocia, Gales, e Inglaterra. Era el momento perfecto para estos tres evangélicos, quienes por un lado eran muy similares y por el otro muy distintos a su época. Pero en sus similitudes y distintivos, estuvieron ligados entre ellos y con el movimiento evangélico. Podían parecer como meteoritos independientes. Pero eran parte de una constelación.

De manera similar, en nuestros días, me siento entretejido con muchas personas en todos los proyectos de mi vida. Por ejemplo, cuando tuve que investigar las relaciones entre Spurgeon, Müller y Taylor, había una comunidad de amigos y eruditos a los cuales pude acudir, los cuales aman a estos héroes. Aquí en Desiring God, el estratega de contenido y escritor del personal, Tony Reinke, encabezó el esfuerzo para reunir ideas sobre cómo estos «cisnes» se relacionan entre sí. Con su ayuda, yo contacté a: Michael Haykin, profesor de historia de la iglesia y espiritualidad bíblica en el Southern Baptist Theological Seminary; Thomas Nettles, recién retirado profesor de teología histórica en el Southern; Christian George, profesor asistente de teología histórica y curador de la biblioteca Spurgeon Library del seminario Midwestern Baptist Theological Seminary; y Jim Elliff, presidente de Christian Communicators Worldwide. Mark Noll me dirigió hacia el trabajo de Alvyn Austin acerca de la historia de la Misión al Interior de China.3 Todos esos amigos me respondieron con observaciones muy generosas que le dieron forma a este libro.

Y por supuesto, está de más decir que estoy en deuda con muchos otros escritores e investigadores que a través de los años han estudiado y escrito acerca de Spurgeon, Müller, y Taylor. No tuve acceso a ninguna fuente original que no esté disponible para todas las personas. Cualquier cosa que pueda sonar fresca con respecto a las historias que voy a contar no se debe al uso de fuentes frescas, sino a una lectura, reflexión, y comparaciones frescas. Así que tengo una gran deuda con las biografías y artículos que otros han presentado como hechos reales acerca de las vidas de estos hombres.

Un nuevo desarrollo que contribuye a mi deuda con la comunidad de académicos y estudiantes de historia y de las Escrituras tiene que ver con las extraordinarias posibilidades que actualmente nos proporciona el Software Bíblico Logos (que ahora es parte de Faithlife). Logos ha hecho disponibles las obras de Spurgeon, Müller, y Taylor de manera electrónica, por lo que uno puede encontrar nombres, palabras, y frases casi al instante. Así que, en cuestión de segundos, es posible ver cada lugar en el que, por ejemplo, Spurgeon hace referencias de Müller o Taylor, a lo largo de sus 63 volúmenes de sermones. Es muy fácil imaginar todas las posibilidades que se generan cuando puedes buscar términos o frases. Estoy profundamente agradecido por lo receptivo que ha sido Logos con las peticiones que hice para que se agregaran ciertas obras a su biblioteca electrónica que ya es enorme.

Y al estar cerca de mi casa, como siempre, mi vida es liberada y animada por el trabajo de escritura de Marshall Segal y David Mathis, escritores y editores de Desiring God. Ellos me proveen de la ayuda práctica, crítica, y visionaria que me hace ser productivo. Ellos son parte de una red de relaciones, sin la cual mi vida sería un suceso solitario y descolorido.

Decir gracias por la ayuda que recibí en este libro es complicado por el hecho de que su redacción abarca veinte años. Mi primer bosquejo de la sección de Spurgeon fue escrito en 1995. Las principales relaciones constantes de mi vida durante esos años eran Jesús y mi esposa, Noël. También hay otras personas, pero sin ellos dos, no habría libros. Dios ha sido muy bueno conmigo. Cuando reflexiono acerca de las relaciones entre Spurgeon, Müller, y Taylor, siento una gratitud especial por la matriz de relaciones de mi vida. Sólo Dios sabe cómo sería mi vida si alguno de ellos no hubiera estado.

Mi oración ahora es que estos tres «Cisnes» canten de una manera que beneficie tu vida. Lo que ellos tienen que enseñarnos y mostrarnos acerca de la camaradería de confianza en Dios, en toda Su bondad, gloria, y poder, es enorme. Deja que te guíen hacia una vida de mayor fe y gozo, y hacia un compromiso radical con la misión de Cristo en este mundo.

George Müller fue quien dijo eso, con esa bendita y santa vida de fe respaldando cada una de sus palabras; y yo era como un niño sentado a los pies de su tutor, aprendiendo de él.

Charles Spurgeon


Ninguna misión existente en nuestros días tiene nuestra plena confianza y nuestros buenos deseos tanto como la obra del Sr. Hudson Taylor en China. Esa obra se conduce bajo aquellos principios de fe en Dios, los cuales se encomiendan de manera muy afectuosa a lo más profundo de nuestra alma. El hombre que está a cargo es «instrumento para honra, santificado, útil al Señor». Sus métodos de procedimiento exigen nuestra veneración.

 

Charles Spurgeon

INTRODUCCIÓN Una Camaradería de Confianza enla Majestuosa Bondad de Dios

Exiliados que transformaban a los indígenas

n cierto sentido, Charles Spurgeon, «el más grande predicador» del siglo XIX,4 George Müller, quien se hizo cargo de miles de huérfanos, y Hudson Taylor, quien fundó la Misión al Interior de China, fueron hombres muy destacados en su asombrosa época. Pero en otro sentido, ellos fueron como hombres exiliados sobre la tierra — una camaradería de confianza en algo que iba más allá de este mundo. Esa no es una declaración excepcional, ya que se podría decir lo mismo de casi cada cristiano que cree en el evangelio y quiere servir a favor de las necesidades temporales y eternas de su prójimo.

Las raíces de esta observación simple se encuentran en la Biblia. Por una parte, se nos dice que los cristianos son «extranjeros y peregrinos» (1 Pedro 2:11) cuya «ciudadanía está en los cielos» (Filipenses 3:20). Por otra parte, el apóstol Pablo dijo: «A todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos» (1 Corintios 9:22). No es sorprendente que los cristianos fructíferos sean personas relevantes para su época, y sin embargo, también sean personas fuera de sintonía con la época.

El distintivo divino del cristianismo es que la encarnación y la transformación están edificadas en la mera naturaleza de la venida de Cristo. Él fue uno de nosotros. Y era infinitamente diferente a nosotros. Él encajaba. Pero también cambió todo. Por lo tanto, el cristianismo se esparce de la misma forma —de generación en generación y de cultura a cultura. Se adapta a la cultura y altera la cultura. Se viste con la ropa de la cultura y transforma el corazón de la cultura. Y después ese cambió de corazón afecta a la ropa y a todo lo demás.

Andrew Walls, un ex profesor de misiones en la Universidad de Edimburgo, les llama a estas dos verdades el «principio de indigenización» y el «principio de peregrinaje». Ambos están enraizados en el corazón de la fe cristiana —las doctrinas de la justificación y la santificación. «Por una parte, esa es la esencia del evangelio, que Dios nos acepta como estamos, únicamente sobre la base de la obra de Cristo, no sobre la base de aquello en lo que nos hemos convertido ni en lo que tratamos de convertirnos».5 Eso significa que nosotros traemos nuestras formas de vida condicionadas por la cultura ante Cristo.

Pero como Walls lo señala:

[Existe] otra fuerza en tensión contra el principio de indigenización, y eso también surge del evangelio. No sólo Dios, en Cristo, toma a las personas tal como están: «Las toma para transformarlas en lo que Él quiere que sean (…) El cristiano hereda el principio de peregrinaje, el cual le susurra que no tiene una ciudad permanente y le advierte que ser fiel a Cristo lo pondrá fuera de sintonía con su sociedad; porque ni en el Este ni en el Oeste, ni en tiempos antiguos ni en tiempos modernos, ha existido una sociedad que sea capaz de absorber en su sistema la Palabra de Cristo sin padecer alguna clase de dificultad o sufrimiento.6

Hombres relevantes en su época

Spurgeon, Müller, y Taylor fueron evidentemente hombres destacados del siglo XIX. La vida de Müller abarcó casi todo el siglo (1805–1898). Por su parte, Spurgeon fue consumido antes por causa de la gota y la enfermedad de Bright a la edad de 57 años (1834–1892). Taylor murió dentro de los primeros cinco años del siglo XX (1832–1905). Pero lo que los hacía hombres de la época no era meramente su fecha de nacimiento. Eran parte de una gran oleada política, industrial, y religiosa. Uno no podía haber vivido en el siglo XIX sin haber sido afectado por algunos de los cambios más grandes de la historia del mundo.

Ciudadanos de un gran imperio

Estos tres hombres fueron parte de la cultura británica, aunque Müller nació en Prusia, pero inmigró a la edad de 24 años. Eso significa que ellos fueron parte de un imperio cuando se encontraba en el punto máximo de su influencia. Sólo hubo una monarca desde 1837 hasta el final del siglo, la Reina Victoria —esa era la época victoriana. Esa estabilidad estuvo armonizada con medio siglo de paz desde 1850 en adelante. A nivel mundial, «La Gran Bretaña estaba a la altura de su prestigio internacional».7

El hombre de estado más prominente de mediados del siglo, Lord Palmerston, expresó la importancia del Imperio Británico en el sentido de que «así como cualquiera en el mundo antiguo podía anunciar que era un ciudadano romano y el poder del Imperio de Roma lo protegía, así la autoridad Británica, es un escudo para todos aquellos que pueden afirmar que son súbditos de la corona sin importar el lugar en el que se encuentren».8

Primeros miembros del mundo moderno

La Revolución Industrial y la era de las invenciones estaban arrastrando a la Gran Bretaña hacia el mundo moderno. En 1851, la ciudad de Londres fue anfitriona de la Gran Exposición, en la que se exhibieron muchos productos nuevos. «Pero el principal objetivo era celebrar la pericia técnica de la Gran Bretaña, el primer país que se industrializó».9 Entre los años 1852 y 1892, en la Gran Bretaña la producción de algodón se triplicó. La producción de carbón aumentó de 60 millones de toneladas en 1851 a 219 millones de toneladas 50 años después. Y lo mismo pasó en los Estados Unidos. La producción de carbón en ese periodo saltó de 7 millones a 268 millones de toneladas.

Las vías férreas se expandieron drásticamente. Los barcos de vapor reemplazaron ampliamente a los veleros. Esta era la época de Thomas Edison y Alexander Graham Bell, ambos nacidos en 1847. Las luces eléctricas, la radio, el teléfono, y otros inventos estaban transformando la vida a lo largo del mundo. Los patrones de la vida común que se habían seguido por milenios empezaron a cederle el paso a un nuevo mundo.

Los descubrimientos médicos fueron abundantes. «En la Gran Bretaña se fundaron más de 70 hospitales especiales, entre los años 1800 y 1860 (…) Entre los fármacos que fueron aislados, inventados, o descubiertos de 1800 a 1840, se encuentran la morfina, la quinina, la atropina, la digitalina, la codeína y el yodo».10 Y junto con la industria, las invenciones, y los descubrimientos vino la prosperidad. «Por primera vez, muchas familias tenían dinero para gastar más allá de lo que necesitaban para subsistir».11

Herederos de los grandes despertares

El primero y el segundo Gran Despertar le habían dado un ímpetu duradero al mundo cristiano. Al mismo tiempo que la población se iba extendiendo, las iglesias se expandieron de manera significativa. Por ejemplo, entre 1800 y 1850, el número de Metodistas en Inglaterra creció de 96 000 a 518 000. Lo mismo ocurrió con las iglesias en Gales y Escocia. En los Estados Unidos también hubo un aumento drástico. «Los metodistas aumentaron de 1 250 000 a casi 5 500 000 miembros durante la segunda mitad del siglo XIX. Los bautistas crecieron de alrededor de 750 000 a casi 4 500 000».12

De manera más específica, el Avivamiento de 1859 tuvo un impacto directo especialmente sobre el esfuerzo de Taylor por alcanzar a China, al fundar la Misión al Interior de China. Alvyn Austin describe eso:

En 1859, mientras Hudson Taylor todavía estaba en China [en su primer periodo antes de fundar la MIC], se desencadenó un avivamiento al Norte de Irlanda, el cual dio lugar a un movimiento religioso tan crucial en la historia religiosa británica, que fue llamado el Avivamiento, o «el Despertar del 59» (…) Aunque Taylor se perdió la primera fase del avivamiento, él llegó a la Gran Bretaña a tiempo para cosechar los beneficios. Como lo señala J. Edwin Orr: «Hay razones para creer que todo el grupo [de la Misión al Interior de China de 1866] fue formado por convertidos y obreros del Despertar de 1959» (…) La gente concuerda de manera general que «algo pasó» durante 1859 – 60, y que las ondas sonoras de ese avivamiento continuaron resonando durante el resto del siglo.13

Algo que es digno de ser mencionado es el hecho de que este Despertar ocurrió a la par de eventos hostiles en contra de la fe cristiana. «En el ámbito secular, el año de 1859 fue igualmente crucial, pues ocurrió la publicación de la obra de Darwin: El origen de las especies y el ensayo de Stuart Mill: Sobre la libertad».14 Menciono esto para mostrar que nosotros deberíamos ser lentos para dar por hecho que algún desarrollo cultural (como en el caso del desmoronamiento del tejido cultural que ocurre en nuestros días) debe ser visto como determinante sobre la trayectoria del futuro; Dios siempre está haciendo más de lo que nosotros comprendemos. Justo cuando las formas seculares se estaban intensificando, la fuerza evangélica también estaba incrementando.

Al final del siglo, se estima que el evangelicalismo «representaba las creencias de “no menos, y probablemente mucho más de 60 millones de cristianos declarados, en todas partes del mundo”». David Bebbington respalda ese estimado: «Incluyendo los convertidos del movimiento misionero, es muy probable que [ese] estimado no esté tan lejos de la realidad».15 El Evangelicalismo era la forma dominante de cristianismo y la Gran Bretaña era el imperio dominante.

Ellos eran evangélicos

Bebbington ha dado una de las definiciones más convincentes de «evangelicalismo» como un movimiento distinto que surgió del Gran Despertar del siglo XVIII y que continúa hasta nuestros días. Spurgeon, Müller, y Taylor fueron ejemplares supremos de este movimiento durante su época.

Bebbington argumenta que el evangelicalismo es un movimiento dentro del cristianismo que está marcado por «el crucicentrismo, el conversionismo, el biblicismo, y el activismo».16 O de manera más simple, por «la cruz, la conversión, la Biblia, y el activismo».17 Los evangélicos «eran estimulados por las enseñanzas de las Escrituras; tenían una gran disposición para proclamar el mensaje de Cristo crucificado; y trabajaban de manera incansable por la búsqueda de conversiones. Por lo tanto, eran activistas dedicados a esparcir el evangelio».18

La marca del evangelicalismo que durante esa época unió de manera más evidente a Spurgeon, Müller, y Taylor era su activismo. Ya que, por causa de la profundidad de su teología y espiritualidad, estos tres gigantes eran hacedores consumados. Bebbington observa: «La marca final de los evangélicos era su ímpetu por estar de pie haciendo algo».19

El activismo estaba en el ambiente

El activismo para el mejoramiento social era parte del ambiente. Ese era el aire que respiraban los evangélicos, Por ejemplo, uno de los legados de John Wesley (1703–1791) fue una regla de sus sociedades, la cual establecía que los cristianos debían evitar la «autocomplacencia suave e innecesaria». En 1883, un periódico metodista de Nueva York preguntó qué significaban esas palabras, y el periódico The Christian Advocate presentó una respuesta oficial. Las palabras que utilizaron incluían cosas como: «comer de más, dormir de más, comprar ropa de más, ociosidad, consentir al cuerpo, vivir una vida fácil e improductiva, considerar al trabajo como algo malo, y la gratificación de apetitos y pasiones.20 Así que, eso nos da las siguientes ideas: La «vida improductiva» es incorrecta. El trabajo no es malo. La autocomplacencia es pecado.

De manera que, el involucramiento en actividades para mejorar la vida de los oprimidos era una expresión penetrante de este activismo. Es algo que sorprendería a algunas personas de nuestros días, pero los evangélicos estaban a la vanguardia del activismo social a favor de los pobres. Bebbington ofrece bastantes ilustraciones de la realidad de que «una gran cantidad de iglesias y organizaciones patrocinadas por iglesias a lo largo del mundo angloparlante atendieron problemas de la miseria social».21

La desconfianza que nosotros hemos heredado, con respecto a la disolución del evangelicalismo, la cual está permeada entre algunos círculos de apoyo social, no ocurría de manera general en el evangelicalismo del siglo XIX. «El menosprecio típico de los fundamentalistas en contra de la preocupación por el bienestar físico comenzó a ocurrir a principios del siglo XX. Hasta 1900, lo que luego sería conocido como misión holística era parte del programa acordado dentro del evangelicalismo».22 De manera que, había «una gran cantidad de evangélicos de todas las denominaciones que intentaron reparar las condiciones sociales de la Gran Bretaña victoriana».23

 

Una de las cargas más prominentes que sentía la sociedad y la iglesia era la difícil condición de los huérfanos. Esta problemática era un tema común en las novelas del escritor del siglo XIX, Charles Dickens (1812– 1870). Uno puede sentir esta problemática en la descripción de Oliver Twist: «Fue marcado y etiquetado, y calló en su lugar de inmediato —un niño de parroquia— el huérfano del asilo para pobres —el humilde, casi muerto de hambre— para ser esclavizado y abofeteado por todo el mundo —menospreciado por todos, apreciado por nadie».24

Cuidado de los huérfanos por fe

Los ministros a lo largo de la Gran Bretaña fundaron instituciones para aliviar las condiciones difíciles de los huérfanos. Y esa obra social trajo como consecuencia una presión para la reforma de las condiciones laborales y el trato público hacia los pobres.25 Müller fue el fundador de orfanatos más famoso, no porque era el único que lo hacía, sino por la manera en la que lo hacía —es decir, sin pedir dinero y sin endeudarse con nadie. Spurgeon, en Londres, a setenta millas de Bristol, el lugar en el que estaban los orfanatos de Müller, fundó sus propios orfanatos en Stockwell en 1867.

Taylor no fundó ningún ministerio que se enfocara directamente en los huérfanos, pero la conexión que tuvo con el ministerio de Müller fue muy importante. El compromiso de Taylor para ir a China como misionero incluía su fervor por ser una bendición para el ser completo, la parte física y la espiritual. Así que, en su cumpleaños número 19, Taylor se fue a vivir con el Dr. Robert Hardey en la ciudad de Hull, como aprendiz de medicina.26 Y mientras estaba ahí, se volvió parte de la comunidad conocida como Hermanos de Plymouth27, en la que Müller era grandemente apreciado.

Aquí vemos cómo el hijo de Taylor, Frederick, relata la importancia de esta conexión entre los Hermanos y Müller, quien a su vez era parte de esa hermandad:

[Hudson] estaba hambriento de la Palabra de Dios, y la predicación de ellos era en su mayoría una exposición reflexiva de las verdades de la Palabra. Él necesitaba una visión fresca de las cosas eternas, y frecuentemente la presencia de Cristo era tan real en esas ocasiones que se sentía como el cielo en la tierra entre ellos. Él estaba enfrentando un futuro difícil, y ellos pusieron frente a él un ejemplo de fe tanto en las cosas temporales como en las espirituales, el cual sobrepasó sus pensamientos más elevados. Esa hermandad estaba en contacto cercano con George Müller de Bristol, cuya obra estaba alcanzando proporciones extraordinarias. Él ya tenía cientos de niños huérfanos a su cuidado, y estaba buscando que el Señor le concediera los medios para sustentar a un millar de niños. Pero eso no agotaba sus esfuerzos. Con la profunda convicción de que estos son días en los que el evangelio debe ser predicado «como testimonio a todas las naciones», él también apoyaba por completo, o en parte, el trabajo de muchos misioneros, y estaba comprometido con hacer circular las Escrituras a lo largo y a lo ancho del mundo, tanto en tierras católico–romanas como en lugares paganos. Todo ese trabajo exhaustivo, era realizado únicamente a través de la fe en Dios por un hombre que no tenía ni un centavo, que no acudía a las personas en busca de ayuda ni tenía garantizado un ingreso económico fijo; ese era un asombroso testimonio del poder de la «oración eficaz». Y eso causó un impacto profundo en Hudson Taylor, y lo animó, más que cualquier otra cosa, en el camino en el que estaba a punto de entrar.28

Así que, aunque Taylor nunca fundó un orfanato de la manera en la que Müller y Spurgeon lo hicieron, él fue inspirado por esa obra y eso lo llevó a convertirse en nada menos que un activista, a su propia manera, movilizando a miles de misioneros hacia China —lo cual hasta este día sigue transformando la manera en la que los chinos piensan acerca de los niños.

La generalidad de la practicidad

Por supuesto, el orfanato de Spurgeon sólo era la punta del iceberg en lo que respecta a su activismo. Para el tiempo en el que tenía 55 años, él había fundado, o estaba supervisando, 66 organizaciones. Lord Shaftesbury comentó que esa era una «noble carrera de bien (…) para el beneficio de la humanidad».29

Sería un error describir el activismo de Spurgeon como si él no fuera un hombre con una fe personal intensa y una profunda confianza en el Señor, y con una poderosa capacidad de disfrutar las bellezas de Cristo y de su mundo. Cuando hablamos de Spurgeon, Müller, y Taylor debemos sacar por completo esa idea de nuestras cabezas, no debemos pensar que el activismo de ellos era como el activismo pragmático de algunas personas de nuestros días, el cual reemplaza la piedad, la oración, la meditación, y la oración con trabajos interminables. A lo largo de los capítulos siguientes, nos quedará claro que, todos estos hombres eran místicos a su manera. Es decir, cada uno de ellos tenía una relación profunda, sincera, y personal con el Cristo vivo.

Sin embargo, uno no puede ignorar el tono pragmático que le daba color incluso a las acciones más espirituales de Spurgeon. Eso era muy evidente en sus propias palabras acerca de la oración:

Cuando oro, me gusta ir a Dios de la misma forma en la que voy con un empleado del banco cada vez que necesito cambiar un cheque. Entro al banco, pongo el cheque en el mostrador, y el empleado del banco me da mi dinero, yo recojo el dinero y me voy a utilizarlo en mis negocios. No recuerdo ninguna ocasión en la que me haya detenido en un banco cinco minutos para hablar con los empleados; cuando recibo el efectivo me retiro para atender otros asuntos. Así es como me gusta orar; pero también hay otra manera de orar en la que pareciera que uno se queda a descansar cerca del trono de misericordia, aunque no exista una razón aparente para quedarse ahí.30

Sin embargo, no debemos caricaturizar a Spurgeon tomando esas palabras para afirmar que él no creía en la dulzura de disfrutar la presencia de Cristo en la meditación y la oración. Aunque es muy difícil imaginar a alguien de hace 300 años hablando de esa manera. Todos somos profundamente moldeados por la manera en la que el Espíritu Santo nos encuentra en nuestra época.

Disidentes modernos

Parte del espíritu de activismo que se había entretejido en la tela del evangelicalismo y en el extenso ethos del siglo XIX era una medida de individualismo pragmático. Spurgeon, Müller, y Taylor explotaron esa libertad al máximo. Y no me refiero a un pragmatismo burdo que compromete los principios bíblicos con tal de alcanzar resultados medibles. Sino que me refiero a casi todo lo contrario. Es decir, a una disposición para ajustar las formas y tradiciones heredadas para poner en práctica las convicciones bíblicas personales (si a eso le quieren llamar disidentes, está bien). En eso consistía su individualismo.

Bebbington señala cuán predominante era este espíritu pragmático individualista durante la época de Spurgeon, Müller, y Taylor, tanto en la Gran Bretaña como en Estados Unidos:

La fuerza de un gran número de organizaciones paraeclesiásticas — que en su momento se llamaban asociaciones benevolentes, en Estados Unidos— es una muestra del mismo espíritu de adaptación de la vida de la iglesia a los requerimientos contemporáneos. La gama de grupos diversos pero vigorosos era inmensa —incluyendo en Inglaterra a la Army Scripture Readers” Society, la Christian Vernacular Society for India, la Working Men”s Lord”s Day Rest Association y la Society for the Relief of Persecuted Jews. El evangelicalismo se caracterizaba por generar organizaciones que estaban más allá del control de cuerpos estrictamente eclesiásticos.31

Tanto Müller como Taylor estaban desilusionados con las organizaciones existentes de sus días. En otra época, simplemente se hubieran ajustado y hubieran hecho su mejor esfuerzo a través de una reforma lenta. Pero en el siglo XIX, uno ya podía soñar con hacerse cargo, con crear una nueva institución, y con administrarla y financiarla como uno creyera más conveniente.

El espíritu emprendedor amplio y generoso de Müller

En el caso de Müller, la obra con los huérfanos era sólo una rama de una organización más grande que había fundado en 1834 (el año en el que nació Spurgeon) llamada Scripture Knowledge Institution for Home and Abroad. A través de esta Institución, él derrochaba su generosidad (y su notable habilidad para recaudar fondos) en otras causas del evangelio. Por ejemplo, Müller se convirtió en el donador más sobresaliente para la Misión al Interior de China (MIC) de Taylor:

En sus primeros años, él mantuvo a flote la misión. A partir de los registros financieros fragmentados, Moira McKay ha comprobado que Müller contribuyó con un tercio de los ingresos de la MIC entre 1866 y 1871, un total de £ 780 al fondo general y £ 560 a los misioneros individuales; sin contar el dinero que le dio personalmente a Hudson Taylor para su propio uso, ni el dinero que remitió directamente a China.32