Loe raamatut: «La palabra de Dios para el mundo de hoy»

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Sinopsis

Nada es más importante que escuchar, entender y obedecer la Palabra de Dios. Nuestras vidas y las iglesias locales dependen de esto para su vida, salud y crecimiento. John Stott, conocido en todo el mundo por el compromiso que tenía con la Biblia tanto en su predicación como en su vida, nos invita con una muy clara explicación a dar esta importancia a las Escrituras.

En este persuasivo libro, Stott demuestra el poder, la autoridad y la relevancia de la Biblia para cada cristiano en cada cultura y generación.

• ¿Cuál es el propósito de la Palabra de Dios?

• ¿Cómo nos señala a Cristo?

• ¿Cuál es su relación con el Espíritu Santo?

• ¿Cómo moldea a la iglesia?

• ¿Qué significa para el discipulado cristiano?

El autor responde a estas preguntas con sabiduría, autoridad y lenguaje comprensible, instándonos a escuchar y obedecer la Palabra de Dios en el mundo de hoy.


La Palabra de Dios para el mundo de hoy

John Stott

Título original en inglés: God’s Word For Today’s World

Langham Preaching Resources, Carlisle, Cumbria, United Kingdom

© 2015 by John Stott

© 2021 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Primera edición digital, agosto 2021

Categoría: Religión - Teología cristiana - General

ISBN N° 978-612-5026-00-2 | Edición digital

ISBN N° 978-612-4252-98-3 | Edición impresa

Editado por:

© 2021 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Av. 28 de Julio 314, Int. G, Jesús María, Lima

Apartado postal: 11-168, Lima - Perú

Telf.: (511) 423–2772

E-mail: administracion@edicionespuma.org | ventas@edicionespuma.org

Web: www.edicionespuma.org

Ediciones Puma es un programa del Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip)

Traducción: Xandra Muriel Vilchez Flórez y Alejandro Pimentel

Edición: Alejandro Pimentel

Diseño de carátula: Eliezer D. Castillo P.

Diagramación y ePub: Hansel J. Huaynate Ventocilla

Reservados todos los derechos

All rights reserved

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o introducida en un sistema de recuperación, o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio sea electrónico, mecánico, fotocopia, grabación o cualquier otro, sin previa autorización de los editores.

Esta traducción se publica por acuerdo con Langham Publishing.

Salvo indicación especial, las citas bíblicas se han tomado de la Nueva Versión Internacional © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.

ISBN N° 978-612-5026-00-2

Presentación

En esta edición, dedicada al centenario del nacimiento de John Stott (1921–2011), el equipo de liderazgo latinoamericano de Langham Predicación ha elaborado dos herramientas para el estudio de este libro.

En primer lugar, hemos incluido en el propio texto tres tipos de preguntas para que el lector pueda reflexionar y meditar en lo que está leyendo. Son preguntas que guardan relación con la cabeza, el corazón y las manos. No hemos querido que las preguntas vayan al final del capítulo, sino que formen parte del texto mismo, con el propósito de promover una lectura activa y participativa. Por otro lado, hemos buscado que las preguntas no apunten sólo al conocimiento o la información (la cabeza) sino que también toquen los sentimientos, el ser (el corazón), y que nos lleven a una aplicación práctica (las manos). La otra característica de esta sección es que hemos incluido una posible respuesta a cada pregunta. El objetivo es ilustrar y dar algunos ejemplos, pero de ninguna manera sustituyen a la reflexión personal. Toda esta sección de preguntas ha sido pensada para todo tipo de lectores.

La sección Apuntes del predicador, que aparece al final de cada capítulo, ha sido diseñada para aquellos predicadores que quieren superarse en esta área, especialmente para los integrantes de las «Escuelitas de predicación» y grupos pequeños de seguimiento de Langham en el continente. El propósito es que cada uno siga esta guía de estudio y responda a todas las preguntas individualmente para luego participar en una reunión de estudio con su «Escuelita» o «círculo de expositores» en la que, bajo la conducción del coordinador, se profundice en el estudio.

Rogamos a Dios para que el uso de estas dos herramientas enriquezca la lectura de este edificante libro.

Equipo latinoamericano de liderazgo de Langham Predicación

Prólogo a la edición en español

Felicito de todo corazón a Ediciones Puma por el acierto en la publicación de este nuevo libro de John Stott. Cuando recuerdo a este maestro, colega y amigo viene a mi memoria un viaje por tierra que hice entre Quito, Ecuador e Ipiales en Colombia, allá por 1959. Alguien me había regalado la primera edición de su famoso libro Cristianismo Básico que me cautivó. La carretera no estaba asfaltada y el ómnibus iba a gran velocidad dando saltos sobre un camino empedrado. Pero la lectura era tan atractiva que no paré de leer pese al increíble movimiento. Desde entonces he leído y usado con deleite muchos libros de Stott en diferentes lenguas y en las situaciones más variadas.

En este nuevo libro se puede apreciar las cualidades del estilo de Stott que lo han hecho un maestro admirado en los más diversos países: fidelidad a la Biblia y respeto por la autoridad de la Palabra de Dios, capacidad pedagógica en la que se conjuga el trabajo interpretativo serio con el texto bíblico, por una parte, y por otra el propósito de comunicar con claridad los tesoros de la Palabra que se van descubriendo de manera pertinente al contexto en el ámbito en que toca exponer. Sus viajes lo llevaron a percibir que en el ámbito evangélico en todas partes hacía falta invertir más tiempo y recursos en la formación y actualización de predicadores. El éxito de ventas de sus libros significaba una fuente de entrada de recursos financieros por sus derechos de autor. Fue con ellos que Stott creó la Fundación Langham para ayudar en forma creativa y eficaz a las nuevas generaciones de predicadores.

Por la gracia del Señor hay ahora más de una generación de expositores bíblicos latinoamericanos que han aprendido de Stott, en el ámbito de la Fundación Langham, el arte de ser maestros de la Palabra. Personas como el ecuatoriano Jorge Atiencia, los colombianos Elizabeth Sendek y Milton Acosta, la argentina Ruth Padilla de Borst, los peruanos Pedro Arana y Alex Chiang, el boliviano Marcelo Vargas, y el brasileño Ziel Machado, para mencionar a unos pocos.

En 1985, cuando tuvimos en Quito, Ecuador el Curso Continental de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos fue un deleite especial tener a Stott como expositor bíblico y yo en especial valoro mucho su palabra y consejo en ese momento en que yo partía para enseñar misionología en el Seminario Palmer de Filadelfia, Estados Unidos, y mi sucesor el brasileño Dieter Brepohl asumía el cargo de secretario general de la Comunidad en América Latina. Fue una bendición especial contar con el privilegio de conversaciones extensas y la oración envidadora del maestro Stott.

El Comentario Bíblico Contemporáneo una obra de 1696 páginas íntegramente escrita en América Latina, editada por René Padilla y publicada en 2019 por el consorcio de Certeza Unida (Publicaciones Andamio, Ediciones Puma y Certeza Argentina) con Ediciones Kairós, es la evidencia de que la tarea pionera entusiasta y constante de Stott ha dado su fruto y lo seguirá dando en América Latina. El libro que el lector tiene ahora entre manos ha sido y seguirá siendo un valioso instrumento de formación para ello.

Samuel Escobar

Valencia, España, enero de 2021

Prólogo a la edición en inglés

John Stott fue conocido por su extraordinaria capacidad para explicar la Biblia con claridad y pertinencia. Miles alrededor del mundo han manifestado su gratitud por la manera en que Stott les presentó el poder dinámico de la Biblia. Además de ello, sus libros y sus sermones se hicieron famosos por la capacidad de establecer puentes entre la Escritura y el mundo contemporáneo; a Stott le preocupaba prestar mucha atención a ambos mundos, con el fin de asegurase que pudiera tender dichos puentes.

Este breve libro, que originalmente fuera publicado bajo el título The Bible: Book for Today, refleja la preocupación que Stott tenía por lograr que las Escrituras fueran tomadas en serio por cada generación y cultura. El contenido apareció originalmente bajo la forma de cinco sermones en la iglesia All Souls, en Londres, durante los mese de febrero y marzo de 1980; por ello, el objetivo de cada capítulo es explicar algún texto bíblico.

El contenido ha sido revisado y actualizado por Catherine Nicholson, pero la esencia del texto original permanece igual que cuando fuera originalmente publicado hace más de treinta años. Stott aborda temas que son igualmente importantes el día de hoy como lo fueron ayer. Recordemos lo que escribió en el prólogo original: «Este libro trata de la actitud histórica del cristianismo en relación con la Escritura, y acerca de la propia Biblia respecto a sí misma, lo cual debe ser repetido a cada generación y que sigue siendo la perspectiva más básica para enfrentar a otros asuntos urgentes». Langham Predicación se siente privilegiada por ofrecer este libro al alcance de una nueva generación de lectores por todo el mundo.

Catherine Nicholson y Jonathan Lamb

abril de 2014

Introducción

Antes de empezar, permítanme mencionar algunos puntos.

En primer lugar, la Biblia sigue siendo un best-seller mundial. ¿Por qué? La Biblia completa ha sido traducida a más de quinientos idiomas, y el Nuevo Testamento se encuentra disponible en casi mil trescientos idiomas. Algunas estimaciones sugieren que se han impreso más de cinco mil millones de copias de la Biblia. ¿Por qué hoy en día este libro tan antiguo sigue siendo el libro más exitoso?

En segundo lugar, y paradójicamente, este libro tan comprado sufre de mucho abandono. Es probable que decenas de miles de personas que compran una Biblia nunca la logren leer. Aún en las iglesias, el conocimiento de la Biblia es muy escaso. Hace sesenta años, Cyril Garbett, en aquel entonces arzobispo de York, escribió que «la mayoría de los hombres y las mujeres (en Inglaterra) no oran, a menos que haya alguna aterradora emergencia; no leen sus Biblias, salvo que quieran encontrar alguna palabra para su crucigrama; ni asisten a la iglesia en todo el año, a menos que haya algún bautismo, matrimonio o funeral». Y, si esta declaración fue cierta hace sesenta años, es mucho más cierta el día de hoy.

• Pocos padres les leen la Biblia a sus hijos, y mucho menos les enseñan sobre ella;

• Pocos miembros de la iglesia tienen el hábito de meditar diariamente en la Biblia;

• Pocos predicadores estudian concienzudamente el texto bíblico para captar su significado original y su aplicación para el mundo de hoy;

• Algunos líderes son tan descarados que expresan públicamente su desacuerdo con las enseñanzas doctrinales o morales de la Biblia.

Se trata de una situación trágica. ¿Qué se puede hacer para remediarla?

En tercer lugar, estoy convencido de que Biblia es un libro, de hecho, el libro por excelencia para la actualidad. La Biblia es la Palabra de Dios para el mundo de hoy. Hace no mucho tiempo todas las iglesias evangélicas reconocían la singular inspiración de la Biblia y su consecuente autoridad. Sin duda alguna, la sumisión a la autoridad de las Escrituras (o, como pienso que deberíamos expresarlo mejor, la sumisión a la autoridad de Dios tal y como se nos revela mediante las Escrituras), siempre ha sido, y continúa siendo, un sello importante de los cristianos evangélicos. Creemos en sus enseñanzas, nos aferramos a sus promesas y deseamos obedecer sus mandamientos. ¿Por qué? Principalmente, porque creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, pero también porque él nos habla de manera clara por medio de ella. La Biblia fue el libro para el ayer. Y definitivamente será el libro para el mañana. Pero para nosotros la Biblia es el libro para el presente.

Así que, la constante popularidad de la Biblia, su lamentable abandono y su pertinencia actual son tres buenas razones por las que debemos reflexionar en La Palabra de Dios para el mundo de hoy.

Capítulo 1

Dios y la Biblia

Este primer tema nos presenta el asunto de la revelación. Para ello, vayamos a Isaías 55.8-11.

Dios dice:

Porque mis pensamientos no son los de ustedes,

ni sus caminos son los míos —afirma el Señor—.

Mis caminos y mis pensamientos

son más altos que los de ustedes;

¡más altos que los cielos sobre la tierra!

Así como la lluvia y la nieve

descienden del cielo,

y no vuelven allá sin regar antes la tierra

y hacerla fecundar y germinar

para que dé semilla al que siembra

y pan al que come,

así también la palabra que sale de mi boca:

No volverá a mí vacía,

sino que hará lo que yo deseo

y cumplirá con mis propósitos.

De este maravilloso texto podemos extraer al menos tres lecciones importantes.

El carácter razonable de la revelación: ¿Por qué Dios tiene que hablar?

Se les hace difícil a algunos comprender el concepto de la revelación. La idea de que Dios debe darse a conocer a la humanidad parece imposible. Se preguntan: «¿Por qué debería hacerlo? ¿Y cómo lo haría?». Pero, obviamente necesitamos que Dios se revele a sí mismo. No podremos entender a Dios a menos de que él se dé a conocer. En toda época, la gran mayoría de gente ha sentido confusión en torno a los misterios de la vida y la experiencia humana. Así que, la gran mayoría ha reconocido la necesidad de recurrir a una sabiduría superior si es que quieren alguna vez llegar a comprender el significado de su propia existencia humana, y aún más, el significado de Dios, si es que realmente existe. Permítanme mencionar a Platón, filósofo de la Grecia clásica. Nos dice en su obra Fedón, que tenemos que navegar por mares de oscuridad y duda en la pequeña «balsa» de nuestro entendimiento, y añade, «arriesgarse a realizar la travesía de la vida, si es que no se puede hacer con mayor seguridad y menos peligro en navío más firme, como, por ejemplo, una revelación de la divinidad».

Sin la revelación, la instrucción ni la guía divina, las personas nos sentimos como un barco sin timón a la deriva en altamar; como una hoja que el viento la arrastra por doquier; como un ciego que anda a tientas en la oscuridad. ¿Cómo podemos encontrar nuestro rumbo? Y más importante aún, ¿cómo podemos encontrar el camino de Dios sin su guía? En los versículos 8 y 9 se nos dice que es humanamente imposible conocer a Dios por nuestra propia inteligencia: «Mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el Señor—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!» En otras palabras, hay una gran brecha entre la mente de Dios y las mentes humanas. Por un lado, el pasaje muestra un contraste entre los caminos y pensamientos de Dios y, por otro lado, los caminos y pensamientos de los hombres. Es decir, que hay un gran abismo de separación entre lo que pensamos y lo que hacemos y entre lo que Dios piensa y hace. Los pensamientos y caminos de Dios son mucho más altos que los pensamientos y caminos del ser humano, así como los cielos son más altos que la tierra: ello quiere decir que son infinitamente distantes.


Pregunta para la cabeza:¿Por qué es imposible conocer a Dios por nuestra propia inteligencia? Completa los espacios en blanco y encontrarás la respuesta del autor.
Respuesta:Porque «hay una gran brecha entre la mente de _________ y las mentes __________________________».

Consideren los pensamientos de Dios. ¿Cómo podemos conocer sus pensamientos o leer su mente? Ni siquiera podemos leer los pensamientos de otras personas. Pero lo intentamos. Vemos el rostro de otras personas para ver si están sonriendo o frunciendo el ceño. Miramos los ojos de otros para ver si están parpadeando, si están serios o si brillan. Pero realmente no nos dicen mucho. Si me quedara aquí en el púlpito en silencio y mantuviese mi cara seria, ustedes no sabrían en lo absoluto qué es lo que estoy pensando; inténtenlo. Permítanme dejar de hablar por un momento. Listo, ¿qué es lo que estaba pensando? ¿Tienen alguna idea? ¿No? Bueno, se los diré. Estaba escalando el campanario de All Souls Church, tratando de llegar a la cima. Pero ustedes no lo sabían. No tenían ni la menor idea de lo que había estado pensando. ¡Y es obvio! Ustedes no pueden leer mi mente. Si nos quedamos en silencio, es imposible saber lo que hay en la mente del otro.

¿Cuánto más imposible es conocer los pensamientos del Dios todopoderoso? Su mente es infinita. Sus pensamientos son mucho más altos que los nuestros, así como los cielos son más altos que la tierra. Es absurdo pensar que alguna vez podamos conocer a plenitud la mente de Dios. No hay escalera que podamos subir para llegar a su mente infinita. No hay puente que podamos usar para cruzar ese abismo infinito. No hay manera de alcanzar o comprender los pensamientos de Dios.

Entonces, lo razonable sería decir que, a menos que Dios tome la iniciativa de revelarnos lo que está en su mente, jamás seremos capaces de averiguarlo. A menos que Dios se nos dé a conocer, jamás podremos conocerlo, y todos los altares del mundo, como el que Pablo vio en Atenas, llevarán la trágica inscripción: «A un dios desconocido» (Hch 17.23).

Esta es la postura adecuada para comenzar nuestro estudio. Es una postura humilde ante el Dios infinito. Es también una postura sabia cuando percibimos el carácter razonable de la idea de la revelación.

El camino de la revelación: ¿Cómo ha hablado Dios?

Luego de darnos cuenta de que necesitamos que Dios se dé a conocer a sí mismo, ¿cómo lo ha hecho? En principio, de la misma manera en la que nosotros nos damos a conocer a los demás, es decir, por medio de obras y palabras, por las cosas que hacemos y decimos.

a) Por medio de obras

El arte creativo siempre ha sido uno de los principales medios de expresión humana. Sabemos que hay algo dentro nuestro que tiene que manifestarse, y luchamos por que sea así. Algunas personas crean música o escriben poemas; otras utilizan las artes visuales, como el dibujo, la pintura, la fotografía, la alfarería, la escultura, el tallado, la arquitectura, la danza o el teatro. Es interesante que, de todos estos medios artísticos, la alfarería sea el arte más usado por Dios en las Escrituras, quizá porque el alfarero era una figura muy conocida en las ciudades de Palestina. En la Biblia se nos dice que Dios ha «formado» o «moldeado» la tierra, y la humanidad para que habite en ella (p. ej. Gn 2.7; Sal 8.3; Jer 32.17).

Además, se nos dice que sus obras manifiestan quién es él. «Los cielos cuentan la gloria de Dios y toda la tierra está llena de su gloria» (Sal 19.1; Is 6.3) O, como Pablo escribe al inicio de Romanos, «lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos (los gentiles), pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa» (Ro 1.19-29). En otras palabras, de la misma manera en la que los artistas humanos se dan a conocer en sus pinturas, esculturas o música, el artista divino se ha dado a conocer en la belleza, el equilibrio, la complejidad y el orden de su creación, de la cual podemos aprender algo sobre su sabiduría, poder y fidelidad. A esto se le suele llamar revelación «natural», porque sucede en la «naturaleza» y por medio de ella.

b) Por medio de palabras

Sin embargo, Isaías 55 no se refiere a las obras, sino a la segunda y más directa manera en la que nosotros, y Dios, nos damos a conocer, es decir, por medio de palabras. El habla es el medio de comunicación más completo y flexible entre dos personas. Mencioné previamente que, si me quedaba callado y quieto en el púlpito, ustedes no podrían descubrir lo que habría en mi mente, pero ahora la situación es distinta. Ustedes saben lo que hay en mi mente, porque ya no estoy callado, sino que estoy hablando. Estoy poniendo en palabras mis pensamientos. Las palabras de mi boca manifiestan los pensamientos que hay en mi mente.

Por tanto, el habla es el mejor medio de comunicación, y es el principal modelo que se usa en la Biblia para ilustrar la manera en que Dios se revela a sí mismo. Regresemos, pues, al pasaje principal y leamos los versículos 10 y 11: «Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así también es la palabra…». Observen la segunda referencia al cielo y la tierra: esto es porque los cielos son más altos que la tierra y la lluvia desciende del cielo para regar la tierra. Observen también que el escritor va directo desde los pensamientos de la mente de Dios a las palabras de la boca de Dios: «Así también es la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos». El paralelismo es claro. Así como los cielos son más altos que la tierra, pero la lluvia desciende del cielo para regarla, los pensamientos de Dios son más altos que nuestros pensamientos, pero estos descienden del cielo, porque es palabra que sale de la boca de Dios y que nos da a conocer sus pensamientos. Tal como el profeta dijo unos capítulos atrás: «El Señor mismo lo ha dicho» (Is 40.5). Se refería a una de sus profecías, pero la describió como un mensaje que venía de la boca de Dios. O como Pablo escribió en 2 Timoteo: «toda la Escritura es inspirada por Dios». Es decir, la Escritura es la Palabra de Dios que viene de la boca de Dios.

Luego de haber dicho esto, me es importante agregar un par de puntos con el fin de aclarar la comprensión de cómo Dios habló su Palabra.

Primero, la Palabra de Dios (cuyo registro se encuentra ahora en las Escrituras) estaba estrechamente relacionada con la obra de Dios. Dicho de otra manera, Dios habló a su pueblo por medio de palabras y hechos. Se dio a conocer al pueblo de Israel a lo largo de su historia, y dirigió su desarrollo para entregarles su salvación, así como su juicio. Por ello, Dios rescató a su pueblo de la esclavitud en Egipto:

• los llevó a salvo a través del desierto, y los ubicó en la tierra prometida;

• preservó su identidad nacional durante el periodo de los jueces;

• les dio reyes para que los gobiernen, a pesar de que su demanda de un rey humano era, en parte, un rechazo a su propia soberanía;

• los juzgó por su persistente desobediencia cuando fueron deportados al exilio babilónico;

• los restauró a su propia tierra y les permitió reconstruir su nación y su templo.

Pero, por encima de todo, para nosotros los pecadores y para nuestra salvación, Dios envió a su Hijo eterno, Jesucristo, a nacer, vivir y trabajar, sufrir y morir, resucitar y derramar su Espíritu Santo. Dios se estaba manifestando a sí mismo de una manera personal por medio de estos hechos, primero en la historia del Antiguo Testamento, pero de manera especial, en Jesucristo.

Por este motivo, se ha puesto de moda que algunos teólogos distingan claramente entre la revelación «personal» (que se evidencia a través de las obras de Dios) y la revelación «proposicional» (que se evidencia a través de sus palabras), y que luego rechacen las palabras de Dios y se centren en sus obras. Esta polarización no es necesaria. No necesitamos elegir entre uno de estos dos tipos de revelación ya que Dios usó ambos. Además, estos estaban estrechamente relacionados, pues las palabras de Dios interpretaban sus obras. Dios eligió profetas para explicar lo que estaba haciendo con el pueblo de Israel, y eligió apóstoles para explicar lo que estaba haciendo por medio de Cristo. De hecho, el clímax de la revelación de Dios fue la persona de Jesús, quien fue la Palabra de Dios hecha carne. Jesús mostró la gloria de Dios. Haberlo visto a él era haber visto al Padre (ver Jn 1.14, 18, 14.9). Sin embargo, esta revelación histórica y personal no nos podría beneficiar a menos que, junto a ella, Dios nos hubiera mostrado el significado de la persona y la obra de su Hijo.

Por lo tanto, debemos evitar caer en la trampa de creer que la revelación «personal» y la revelación «proposicional» son alternativas opuestas. Es más acertado decir que Dios se ha revelado en Cristo y en el testimonio bíblico de Cristo. Ninguna de estas revelaciones está completa sin la otra.

Segundo, la Palabra de Dios ha llegado a nosotros por medio de palabras humanas. Cuando Dios habló, no lo hizo a viva voz desde un despejado cielo azul para que la gente lo pudiera escuchar. No, más bien habló por medio de profetas (en el Antiguo Testamento) y por medio de apóstoles (en el Nuevo Testamento). Estos y aquellos eran personas reales. La inspiración divina no fue un proceso mecánico en el que se convirtió a los autores humanos de la Biblia en máquinas. La inspiración divina fue un proceso personal en el que los autores humanos de la Biblia poseían, por lo general, el pleno uso de sus facultades. Solo tenemos que leer la Biblia para comprobarlo. Los escritores de narrativa (hay una gran cantidad del género narrativo histórico en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento) utilizaron registros históricos. Algunos de ellos se citan en el Antiguo Testamento. Lucas nos habla al inicio de su evangelio de su minuciosa investigación histórica. Luego, todos los autores bíblicos desarrollaron su propio estilo literario y su énfasis teológico. Así que, la Escritura posee una abundante diversidad. Sin embargo, es Dios mismo quien habla por medio de los distintos enfoques de la Biblia.

Esta verdad respecto a la doble autoría de la Biblia (es decir, que es Palabra de Dios y palabras de hombres, o más preciso, Palabra de Dios por medio de palabras de hombres) es el relato de la Biblia respecto a sí misma. Por ejemplo, a la ley del Antiguo Testamento a veces se le dice «la ley de Moisés» y otras veces «la ley de Dios» o «la ley del Señor». En Hebreos 1.1 leemos que Dios habló a los padres por medio de los profetas. Sin embargo, en 2 Pedro 1.21, leemos que los hombres hablaron de parte de Dios impulsados por el Espíritu Santo. Así que, Dios habló y los hombres hablaron. Estos hablaron de parte de Dios y él habló por medio de ellos. Ambas declaraciones son correctas.

Debemos mantenerlas unidas. Tanto en el Verbo encarnado (Jesucristo), como en la Palabra escrita (la Biblia), los elementos divinos y humanos se unen y no se contradicen. Esta analogía, que se desarrolló bastante temprano en la historia de la iglesia, recibe críticas en la actualidad. Y obviamente no es exacta, ya que Jesús fue una persona, mientras que la Biblia es un libro. No obstante, la analogía sigue siendo útil, siempre y cuando recordemos sus limitaciones. Por ejemplo, nunca debemos afirmar la deidad de Jesús de manera que se niegue su humanidad, ni afirmar su humanidad de manera que se niegue su deidad. Lo mismo sucede con la Biblia. Por un lado, la Biblia es la Palabra de Dios. Dios habló y decidió él mismo lo que quería decir, pero no de tal manera que distorsionara la personalidad de los autores humanos. Por otro lado, la Biblia es palabra de hombres. Los hombres hablaron usando libremente sus facultades, pero no de tal manera que distorsionaran la verdad del mensaje divino.

La doble autoría de la Biblia afectará nuestra manera de leerla. Dado que es palabra de hombres, la estudiaremos como estudiamos cualquier otro libro: usando nuestras mentes, investigando sus palabras y significados, sus orígenes históricos y su composición literaria. Pero dado que también es la Palabra de Dios, la estudiaremos como ningún otro libro, de rodillas, humildemente, clamando a Dios por la iluminación y la guía del Espíritu Santo, sin el cual jamás podremos entender su Palabra.


Pregunta para el corazón:El autor declara que debemos estudiar la Biblia como «ningún otro libro, de rodillas, humildemente, clamando a Dios por la iluminación» ¿Qué luchas enfrentas cuando lees la Biblia?
Mi respuesta:Leo rutinariamente. Necesito maravillarme de que Dios nos habla hoy tal cómo nos habló en el pasado, cuyo registro lo encontramos en las Escrituras.
Tu respuesta:

El propósito de la revelación: ¿Por qué habló Dios?

Ya hemos visto cómo habló Dios: ahora, ¿por qué lo hizo? La respuesta no solo sirve para enseñarnos, sino para salvarnos; no solo sirve para instruirnos, sino para específicamente instruirnos «para la salvación» (2Ti 3.15). La Biblia posee este serio propósito práctico.

Volviendo a Isaías 55, este es el énfasis de los versículos 10 y 11. Tanto la lluvia como la nieve descienden del cielo y no vuelven allá. Estas cumplen un propósito en la tierra: la riegan, la hacen fecundar y germinar. La hacen fructífera. De la misma manera, la Palabra de Dios, que sale de su boca y nos da a conocer su mente, no vuelve hacia él vacía. Cumple un propósito. Y el propósito de Dios al enviar lluvia a la tierra y al hablar su Palabra a las personas es similar. En ambos casos se busca la fructificación: su lluvia hace que la tierra fructifique; su Palabra hace que las personas fructifiquen. Ella nos salva cambiándonos a la semejanza de Jesucristo. Definitivamente, el contexto es la salvación. Porque en los versículos 6 y 7 el profeta habla de la misericordia y el perdón de Dios y, seguidamente, en el versículo 12 habla del gozo y la paz de su pueblo redimido.

De hecho, aquí se encuentra la principal diferencia entre la revelación de Dios en la creación («natural», porque ha sido dada en la naturaleza, y «general», porque ha sido dada a toda la humanidad) y su revelación en la Biblia («supernatural», porque ha sido dada por inspiración, y «especial», porque ha sido dada a personas particulares y por medio de ellas). Dios revela su gloria, poder y fidelidad a través del universo creado, pero en este no revela el camino a la salvación. Si queremos conocer su bondadoso plan para salvar a los pecadores, debemos leer la Biblia, porque es allí donde Dios nos habla de Cristo.

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