Las zonas oscuras de la democracia

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4. Los romanos crearon instituciones políticas que constituyeron una estructura compleja de idiosincrásica, emulada luego por las democracias posteriores.

a. Habían Cuatro Asambleas, denominadas Comitia (asamblea) o Concilium (concilio). La Comitia Curiata estaba compuesta por 30 curiae o grupos locales, extraídos de tres tribus antiguas; la Comitia Centuriata constaba de 193 centurias o unidades militares; el Concilium Plebis, surgía de la plebe (gente común); y la Comitia Tributa, como la Asamblea ateniense, abierta a todos los ciudadanos. En todas las asambleas, los votos se contaban por unidades (centurias, tribus), no por personas; por tanto, en la medida en que una mayoría prevalecía en la votación, se trataba de una mayoría de unidades, no de ciudadanos. Si bien colectivamente representaban a todos los ciudadanos romanos, las asambleas no eran soberanas.

b. El Senado era una institución extremadamente poderosa. Los senadores eran elegidos de manera indirecta por la Comitia Centuriata; en tiempos de la monarquía, provenían exclusivamente de la clase patricia privilegiada, pero más tarde, durante la República, también se admitieron miembros de determinadas familias plebeyas. A mediados de la época republicana, el Senado contaba con unos 300 miembros; estaba compuesto por todos los ciudadanos que habían ejercido magistraturas curules —cónsules, pretores y ediles, los conscripti, así como de los patres, las cabezas de las familias patricias -descendientes de los primeros senadores romanos establecidos por Rómulo y sus sucesores, que formaban el grupo social privilegiado, opuesto a los plebeyos. El Senado pasó de ser un cuerpo consultivo de los cónsules, al principio de la República (y subordinado a estos en muchos aspectos), a ser una corporación de gobernantes sin dependencia de nadie. El Senado dirigía la guerra a través de los cónsules, y toda la política de la República.

La Repúblicas Oligárquicas de la baja Edad Media

Las ciudades-estado italianas fueron un notable fenómeno político del norte de la península itálica entre los siglos X y XV.- Las principales entidades políticas de la Italia medieval eran ciudades de reducido territorio, muy pobladas y con elevado poderío político y financiero, además de poseer un fuerte espíritu localista que aseguraba la independencia mutua de ellas.-

Luego del colapso del Imperio romano en el año 476, la península se dividió en entidades políticas menores. Seis siglos después, en la zona norte, muchas de ellas crecieron, evolucionaron y constituyeron entidades independientes denominadas ciudades-Estado. Organizaron sistemas de gobierno basados en una participación popular más amplia –aunque no plena-, y eligiendo líderes por períodos limitados de tiempo. En escala, pueden considerarse precursoras de la democracia representativa.

En Venecia, Florencia, Pisa y Siena, el período se extendió dos siglos más, hasta entrado el Renacimiento.

Sus características fueron:

1. Unidades políticas reducidas al ámbito de una ciudad, con fuerte autonomía y poderío económico y militar, a las que no le dieron el nombre de democracia, sino de república.

2. En un principio el demos se reducía a la nobleza y a los grandes terratenientes. A través de reclamos y levantamientos (algunos violentos), comenzaron a tener mayor participación diversos grupos sociales y económicos, como los nuevos ricos, los pequeños comerciantes y banqueros, los artesanos agremiados, los infantes comandados por caballeros. Con todo ello, sin embargo, el demos de las repúblicas italianas siguió siendo muy pequeño en relación al total de la población, desde un 12 por ciento en la Bolonia del siglo XIV hasta un 2 por ciento o menos en la Venecia de los siglos XV y XVI.

3. Analizadas bajo los parámetros de la Grecia clásica o de los sistemas de Europa y Estados Unidos del siglo XVIII y posteriores, las repúblicas italianas no fueron democráticas. El historiador Lauro Martines las denomina “oligarquías constitucionales”.

Escribe Dhal que “en la segunda mitad del siglo XIV, las condiciones que habían favorecido la existencia de ciudades-Estado independientes y de una participación más amplia en el gobierno -en especial, su crecimiento económico y la lealtad cívica de sus poblaciones- fueron desapareciendo gradualmente. La decadencia económica, la corrupción, las disputas entre facciones, las guerras civiles y las guerras contra otros estados condujeron al debilitamiento de algunos gobiernos republicanos y a su eventual reemplazo por gobernantes autoritarios, fueran monarcas, príncipes o soldados”14

HACIA LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA

La democracia representativa aparece por primera vez en Europa del Norte en el siglo XVIII.-

Las instituciones que griegos, romanos e italianos de la edad media crearon para establecer los gobiernos populares, tuvieron enorme influencia en el pensamiento político posterior, pero no pudieron ser replicadas de forma automática.

Ya con la expansión de Roma, quedó demostrado que dichas instituciones sólo eran plenamente aplicables al ámbito relativamente estrecho de una ciudad-estado, pero no encajaban con asociaciones políticas de mucha mayor envergadura. Eran tiempos, ya, del estado-nación, en el que la diferencia con la ciudad-estado representaba un dilema fundamental en orden a las instituciones necesarias para el ejercicio de un gobierno con participación popular.

Ante el dilema de la defensa contra estados más poderosos, y la regulación del comercio y las finanzas, muchas ciudades-estado constituyeron federaciones o alianzas entre sí, pero la solución permanente se hallaría creando el producto revolucionario de la modernidad democrática: la representatividad.

Cómo todo cambio fundamental en la historia política de los pueblos, los cambios no surgen tanto de las especulaciones filosóficas cuánto de las soluciones prácticas a problemas manifiestos.

Europa continental

Cerca del año 800, en el norte de Europa la participación popular comenzó a instrumentarse a través de asambleas locales, que luego se extendieron a asambleas regionales y nacionales. Ello ocurrió con los vikingos, en Noruega, Suecia y Dinamarca.

El primer antecedente de lo que hoy puede considerarse un Parlamento, ocurrió en Islandia en el año 930, con la constitución del denominado Althing (cosa).

En los valles montañosos de los Alpes, dichas asambleas evolucionaron en cantones autónomos, que eventualmente condujeron a la fundación de la Confederación Suiza del siglo XIII.

Inglaterra

La creación del Parlamento inglés es consecuencia de innovaciones pragmáticas de oportunidad, más que de diseño planificado.

La democracia parlamentaria inglesa fue el producto de largas luchas que fueron creando prácticas y derechos para los ciudadanos, muchos de éstos arrancados a los monarcas en distintas etapas históricas.

Tanto su forma de gobierno como su derecho no escrito (el common law) fue logrado con el sedimento de prácticas, usos, leyes y convenciones, que han caracterizado de manera muy particular a la isla. Algún poeta la definió como:

Una tierra de gobierno estable

de antiguo y justificado renombre

dónde la libertad se desliza lentamente

de precedente en precedente 15

Los reyes convocaban a los ciudadanos constituidos en consejos, para el resarcimiento de agravios y el ejercicio de funciones judiciales. Con el tiempo, la administración de justicia fue pasando a los tribunales, y los consejos fueron evolucionando a las características de un órgano legislativo. A fines del siglo XV, el sistema inglés revelaba las características de un gobierno parlamentario de estos tiempos. La sanción de leyes requería la aprobación por ambas cámaras y el asentimiento formal del monarca.

Desde las guerras civiles inglesas a mediados del siglo XVII, facultades importantes comenzaron a pasar al Parlamento, incluyendo aquellas relacionadas con la designación del primer ministro. Para ello, fue fundamental la actividad de las facciones de ese tiempo, los Whigs y los Tories, que más tarde se constituyeron en partidos políticos.

Sin el apoyo del líder de alguna de las facciones no resultaba posible la aprobación de las leyes ni los impuestos. Cómo consecuencia de ello, el rey se vio compelido a elegir como Primer Ministro al líder mayoritario de la Cámara de los Comunes. Hacia 1830, el principio que establece que la elección del Primer Ministro y del gabinete reposaba en la Cámara de los Comunes, se arraigó constitucionalmente (en la Constitución no escrita británica).

Con todo ello, el gobierno parlamentario británico no era todavía democrático por las exigencias de propiedad para tener el derecho al voto, lo que representaba apenas el 5% de la población mayor de 20 años de edad. La Reform Act de 1832, que extendió a cerca del 7 % de la población adulta el derecho al voto, sumada a otras leyes parlamentarias en 1867, 1884 y 1918, para el sufragio masculino universal, y una ley de 1928 que extendía el derecho a las mujeres adultas, completó el combo democrático en la insular Gran Bretaña.

 

Estados Unidos

Los pasajeros del Myflower, que en 1620 partieron desde Inglaterra a América, pertenecían a distintos grupos protestantes que escaparon de la persecución religiosa del culto oficial: el anglicanismo. Al llegar, suscribieron un documento en que declaraban su constitución en sociedad política para que los gobernantes respetaran la libertad de culto. “En la América inglesa, el estado nació para proteger la libertad religiosa, no para negarla”.16

Las libertades políticas también florecieron de inicio en la nueva comunidad. Alexis de Tocqueville señaló que, mucho antes de la independencia, imperaba en las comunas una activa vida política republicana, que sirvió como motor para el arraigo de las costumbres democráticas de inicio en la ciudadanía.

Hasta alrededor de 1760, la mayoría de los colonizadores eran leales a la madre patria, pero a partir de que ésta estableciera impuestos directos a sus colonias, a través de la Stamp Act (1765), sobrevinieron protestas públicas, en ocasiones violentas, basados en la creencia que no debían pagar impuestos a un gobierno (el británico) en el cual no estaban representados (“no hay impuestos sin representación”).

Comenzaba a fortalecerse una identidad norteamericana, en los periódicos hubo un incremento radical del término americans para referirse a la población colonial. Con el estallido de la guerra con Gran Bretaña en 1775, las penurias y sufrimientos como consecuencia de ello, la Declaración de la Independencia de 1776, la huida de los partidarios de la Corona a Canadá e Inglaterra, se completó el sentimiento de pueblo único y autónomo. Se conformó así, una primera confederación de estados poco compacta en el período de 1781-89, y un gobierno federal más unificado bajo la Constitución de 1789.

Si el Parlamento británico demostró la factibilidad del gobierno representativo, las colonias británicas de Norteamérica, y seguidamente en el propio Estados Unidos independiente, hicieron presente la posibilidad de unir la representación con la democracia.

Aún en la época colonial, la gran distancia con Londres favoreció el desarrollo de un limitado sistema de representación, forzando a Gran Bretaña a otorgar una autonomía importante a sus colonias. La creación de legislaturas coloniales con representantes elegidos por medio del sufragio, la difusión de la propiedad de bienes raíces (los famosos farmers), la consolidación en las creencias en los derechos fundamentales y en la soberanía popular, facilitaron la instalación del sistema democrático a través de la representación.

La enorme población del nuevo país, y su gran tamaño, determinaron que los delegados a la Convención Constituyente (1787) tuvieran en claro que el gobierno federal podía constituirse sólo mediante la elección de representantes, práctica con la que los delegados estaban familiarizados con sus respectivas experiencias en los gobiernos estaduales y, antes, por sus relaciones con el gobierno inglés. Fue obvio, además, que el carácter representativo del gobierno debería extenderse a los niveles inferiores –territorios, estados y municipalidades- con poderes acotados, sin por ello abandonar, en muchos casos, el funcionamiento de las asambleas directas de ciudadanos, como el caso de Nueva Inglaterra.

Si bien muchos de los delegados a la convención y también varios pensadores, consideraba pernicioso a los partidos políticos, “la ponzoña de las repúblicas” los denominaban, pronto se hizo evidente la necesidad de su existencia en el sistema norteamericano, para cumplimentar la tarea de articulación de la democracia representativa, asignándoles la tarea de selección de candidatos a ocupar cargos en los distintos niveles y fomentar la competencia en las elecciones.

La respuesta de los norteamericanos a los interrogantes básicos de la democracia fue dada a su manera:

1. En relación a la unidad o asociación política adecuada, determinaron que el sistema era factiblemente aplicable a los distintos niveles, nación, estado y municipios, con diversos grados y características de la representación.

2. Las instituciones fueron de creación propia, siempre dirigidas a solventar la representación ciudadana en el gobierno, de la mejor manera que consideraban posible, a través de la tripartición del poder.

3. Sin embargo, la determinación de las personas que deberían constituir el demos estadounidense no resultó satisfactoria con los estándares posteriores de la democracia. Aun cuando el sufragio se extendió a la mayoría de los blancos adultos, por mucho tiempo continuó la exclusión de las mujeres, los esclavos, y muchos negros libres y nativos. Esas exclusiones, que serían más adelante consideradas antidemocráticas e inconcebibles en los sistemas civilizados de convivencia, fueron superándose con el tiempo. Estados Unidos otorgó el derecho de voto a las mujeres en 1920. Los afroamericanos recién integraron el demos estadounidense en 1964, a través de la Civil Rights Act, luego de una enérgica coacción.

La rápida expansión en los siglos XIX y XX

A partir de la instauración de la democracia en las excolonias inglesas de América, el sistema representativo desarrollado dio nuevo impulso a su formación en nuevos países, con las características particulares que cada uno de ellos le imprimía.

La representación no fue la única innovación radical en las ideas e instituciones democráticas, de igual manera las nuevas alternativas de constitución del demos, fueron paulatinamente acercando mayor número de personas a la convivencia con el sistema. En el siglo XIX los requisitos de propiedad para votar se redujeron inicialmente, para luego ser eliminados.

La discriminación por sexo en los derechos políticos fue paulatinamente abandonada, comenzando por Nueva Zelanda en 1893. Más y más países fueron otorgando a las mujeres el sufragio y otros derechos políticos, al promediar el siglo XX todos los países que se consideraban democráticos les confirieron la membresía plena e igualitaria.

Igualmente, la discriminación racial en la participación política fue abandonándose. Para mediados del siglo XX, ningún sistema cuyo demos no incluyera a toda la población adulta, podía denominarse con propiedad, “democrático”.

Obviamente, llama la atención que precisamente en la cuna de los padres fundadores de la democracia representativa moderna, los Estados Unidos, la discriminación de los afroamericanos en sus derechos políticos subsistiera hasta 1964.

Según Dhal17, al inicio del siglo XXI, “más de un tercio de los países nominalmente independientes del mundo poseían instituciones democráticas comparables a las de los países de habla inglesa y a las de las democracias más antiguas de la Europa continental. En otra sexta parte de los países del mundo, estas instituciones, si bien un tanto defectuosas, igualmente proporcionaban grados históricamente altos de gobierno democrático. En conjunto, estos países democráticos o casi democráticos contenían cerca de la mitad de la población mundial”.

1 CARMEN CORTES-DIALNET. “El hombre más que gregario: amigo de otro hombre”

2 ARISTÓTELES, Política, I, 2, 1253a

3 Mencionado por BEN DUPRÉ-“50 cosas que hay que saber sobre política”, ed. Ariel, 2012, p.8

4 Jhon Stuart Mill, Sobre la Libertad (1859)

5 Bertrand Russell, “El poder en los Hombres y en los Pueblos”, 1946, citado por García Hamilton, José Ignacio en “Por qué crecen los Países”, Sudamericana, 2006, p.31

6 García Hamilton, José Ignacio, ob. cit, p.28

7 Robert Dhal-La democracia,p.1 y 2.- Originalmente publicado en Encyclopaedia Britannica (edición 2004), [Traducción de Silvina Floria, revisada por Encyclopaedia Britannica].

8 Robert Dhal, Ob.Cit., p.3 y 4

9 Robert, Dhal, Ob. Cit, p.4

10 García Hamilton, ob.cit, p.36/37

11 Carlos Galli, “El malestar de la democracia”, Fondo de Cultura Económica, ed. 2013, p.16

12 Robert Dhal, Ob.Cit.,p.4 y 5

13 Robert Dhal, Ob.Cit., p.4

14 Ob.Cit.,p.7

15 García Hamilton, ob. cit, p.66

16 García Hamilton, ob.cit, p.87

17 Ob.Cit.,p.17 y 18

CAPÍTULO II

La democracia en la doctrina filosófica y política

De Pericles a Rawls

I. Los detractores

La instauración de la democracia en la Grecia antigua no fue pacífica e indiscutida.- Muy por el contrario, entre los pensadores encontró siempre más detractores que panegiristas, incluyendo entre los primeros al mismo Platón. El “Anónimo Ateniense” del Pseudo Jenofonte es el primer documento de prosa ática violentamente antidemocrático. Dice que la democracia es el poder de los mal nacidos (kakoi), de los que trabajan, de los que piensan en lo privado y no en lo público.- “La democracia es en consecuencia una maquinaria por entero y necesariamente mala, estructurada para otorgar la mayor cantidad posible de beneficios a los malos y ocasionar el mayor daño posible a los buenos”18, escribe Galli comentando la posición de quienes repudiaban el sistema, casi todos ubicados del lado aristocrático, que, con su instauración, habían perdido el poder.

II. Pericles (c. 495 a. C.- 429 a. C.).

Influyente político y orador, hombre virtuoso y honesto, Pericles tuvo decidida influencia en la democracia de Atenas, como que fue denominado el “primer ciudadano”. Gobernó la ciudad más de treinta años, hasta su muerte, y fue un defensor a ultranza de la democracia, tanto que fue tildado por sus detractores como “populista”.

Su discurso fúnebre dedicado a los caídos en la Guerra del Peloponeso en el año 439 a.C., describe a la Atenas democrática, a la que llama “la escuela de la Hélade”, con singular elocuencia: “Nuestra política no copia las leyes de los países vecinos, sino que somos la imagen que otros imitan. Se llama democracia, porque no solo unos pocos sino unos muchos pueden gobernar. Si observamos las leyes, aportan justicia por igual a todos en sus disputas privadas; por el nivel social, el avance en la vida pública depende de la reputación y la capacidad, no estando permitido que las consideraciones de clase interfieran con el mérito. Tampoco la pobreza interfiere, puesto que si un hombre puede servir al estado, no se le rechaza por la oscuridad de su condición”19.

III. Platón (427-347 a.C.)

Las ideas filosóficas de Platón, relacionadas con el Estado y el gobierno ideales, están expuestas principalmente en su obra “La República”, modificadas luego en sus diálogos tardíos (“Político” y “Las Leyes”).

Para Platón, lo más importante para el hombre sería la Justicia, el Estado estaría basado en una necesidad ética de Justicia.- En el Estado, ésta sólo se logra a través de la armonización de las clases sociales, en el individuo, en las partes del alma de cada uno.- Concebía una sociedad de estructura tripartita de clases, cada una de ellas respondía a una parte del alma individual.- La clase de los artesanos o labradores, correspondían a la parte del “apetito” del alma; la de los guerreros o guardianes, al “espíritu”, y la de los gobernantes y filósofos, a la “razón”.-

No acordaba con los principios de la democracia ateniense, decía que muy pocos estaban en capacidad de gobernar.- En lugar de la retórica y la pasión, las que deben gobernar son la razón y la sabiduría.- Por ello, se pronuncia por un gobernante ideal, el “rey-filósofo”: “Hasta que los filósofos gobiernen como reyes o, aquellos que ahora son llamados reyes y los dirigentes o líderes, puedan filosofar debidamente, es decir, hasta tanto el poder político y el filosófico concuerden, mientras que las diferentes naturalezas busquen solo uno solo de estos poderes exclusivamente, las ciudades no tendrán paz, ni tampoco la raza humana en general”20.

 

Concebía a la monarquía como el estado ideal.

IV. Aristóteles (384-322 a.C.)

Los estudios aristotélicos habrían de ejercer una influencia decisiva en los análisis de los sistemas políticos. Su visión descansaba fundamentalmente en el concepto de “constitución”, que define como “una organización de funciones, que todos los ciudadanos distribuyan entre sí según el poder que poseen las diferentes clases”.- Para Aristóteles, “deben existir tantas formas de gobierno como modos de disponer las funciones, según las superioridades y las diferencias de las partes del Estado”. Con una gran dosis de realismo, decía que “el mejor (gobierno) suele ser inalcanzable y, por lo tanto, el verdadero legislador y estadista debería conocer no solamente aquello que es mejor en abstracto sino además lo que es mejor dadas las circunstancias”.

En el libro IV de la “Política”, la puntualiza como el gobierno de los libres y de los pobres, y la distingue del gobierno de los ricos y de los nobles, por lo general una minoría. Para él, “la democracia no es necesariamente el dominio de la opinión fluctuante del pueblo…puede ser también el gobierno, no de la asamblea popular, sino de las leyes”21.

Aplica a la democracia el concepto de “politeia”, una versión moderada que si no es perfecta al menos es buena, una clase media numerosa (en realidad habla, en terminología antigua, de una “mezcla de ricos y pobres”), que no tienen ni mucho ni poco, y que por lo tanto pueden autogobernarse serenamente.

Define “tres tipos de constitución ideal -cada uno de los cuales describe una situación en la que quienes gobiernan persiguen el bien común- y tres tipos de constitución pervertida -cada uno de las cuales describe una situación en la que quienes gobiernan persiguen objetivos mezquinos y egoístas-. Los tres tipos de constitución, ideales o pervertidos, se diferencian por el número de personas a las que permiten gobernar”22.

La monarquía es el gobierno de uno en la forma ideal, y la tiranía en su forma pervertida. El gobierno de pocos es la aristocracia en su forma ideal, y la oligarquía en su forma pervertida. Finalmente, el gobierno de muchos es la organización política en su concepto ideal y la democracia en su forma pervertida.

Para Aristóteles, “la base de un Estado democrático es la libertad”, concepto que los partidarios posteriores de la democracia pondrían marcado énfasis.

V. Nicolás Maquiavelo (1469-1527)

El escritor florentino fue uno de los teóricos políticos más importantes del Renacimiento, se le atribuye la famosa frase el fin justifica los medios, la que resume muchas de sus ideas.

Fue criticado por lo que se considera una falta de conciliación de las ideas expuestas en sus dos obras principales. En los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, se proclama partidario de la república, desde la base que toda comunidad tiene dos espíritus contrapuestos, el del pueblo y el de los grandes (que quieren gobernar al pueblo), que están en constante conflicto.

En dicha obra sostiene que el mejor régimen es una República bien organizada, como la romana, que logre dar participación a los dos partes de la comunidad, para contener el conflicto dentro de la esfera pública. Considera que la aristocracia, la tiranía, la democracia o la monarquía no lograrían dar ese equilibrio, por lo que son inestables.

Con insuperable ejercicio de ironía, escribe su obra cumbre, El Príncipe (1513), publicada póstumamente en 1531. En dicha obra destaca la figura del príncipe, cuya virtud política (saber aprovechar los momentos de fortuna y escapar a los desfavorables) supera a la república. Esta figura presenta analogías con la figura romana y republicana del dictador, investido de poderes absolutos durante un breve período y teniendo que rendir cuentas posteriormente ante la república. En este último sentido, se sostuvo que no fue tal la contradicción entre los dos textos principales de Maquiavelo.

VI. John Locke (1632-1704)

Éste filósofo y médico inglés, fue considerado como uno de los más influyentes pensadores del Siglo de las Luces y conocido como el “Padre del Liberalismo Clásico”. Tuvo una influencia decisiva en la construcción de la teoría del contrato social.

En su Segundo tratado sobre el gobierno civil (1690), si bien adoptó los elementos fundamentales de la clasificación aristotélica, se manifiesta como un “partidario inequívoco de la igualdad política, la libertad individual, la democracia y la regla de la mayoría”23.

Parte de la base del estado de naturaleza que precede a la socialización humana, en la que los hombres viven sin subordinación y libres de actuar dentro de los límites de la ley natural. La constitución de la sociedad política representa un contrato social entre quienes “han consentido formar una comunidad o gobierno…dónde la mayoría tiene el derecho para actuar e imponerse a los demás”. De tal modo, dos ideas resultan fundamentales: el consentimiento de los gobernados y la regla de la mayoría. De allí que, según Locke, ningún gobierno es legítimo a menos que goce del consentimiento de los gobernados, y ese consentimiento no puede darse salvo mediante la regla de la mayoría.

El pensador inglés formula el principio fundamental que la fuente última del poder soberano es el pueblo, de allí que reconoce el derecho de rebelión popular si un gobierno viola la confianza popular. Este pensamiento tiene influencia decisiva en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, cuando expresa “que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho de reformarla o de abolirla e instituir un nuevo gobierno”.

Para el inglés la democracia no requería de una unidad política pequeña, por lo que se pensaba que refería su teoría para ser aplicada en Inglaterra o en cualquier estado-nación. Creía que el demos debería estar constituido por todos los adultos varones, excluyendo casi sin fundamento explícito a la mujer de los derechos políticos. No desarrolla demasiado las instituciones políticas necesarias para gobernar, aun cuando el gobierno por consentimiento que pregona supone casi obligatoriamente la representación.

VII. Montesquieu (1689-1755)

Este filósofo y ensayista, perteneció al movimiento de la Ilustración francesa, y sus estudios más relevantes fueron referidos a la teoría de la división de poderes.

A través de su obra maestra, El espíritu de las leyes (1748), tuvo una firme influencia sobre Rousseau, y también sobre los padres fundadores norteamericanos, como John Adams, Jefferson y Madison.

Montesquieu rechaza la clasificación de Aristóteles, y distingue tres tipos de gobierno: la monarquía (una persona gobierna sujeta a leyes preestablecidas), el despotismo como deformación (gobierna a su voluntad y capricho) y el gobierno republicano (o popular), el que puede ser de dos tipos: la democracia (el pueblo en su conjunto está investido del poder supremo) y la aristocracia (sólo una parte del pueblo).

Destaca la virtud pública, el deseo de alcanzar el bien común, como esencial al gobierno republicano (sea democrático o aristocrático). Habrá de tener fuerte eco en el Federalista N° 10 de Madison, cuando afirma que sin una virtud pública firme, es probable que la república democrática sea destruida por el conflicto entre diversas «facciones», cada una de las cuales persigue su propio interés mezquino a expensas del bien público más amplio.

En su contribución fundamental, Montesquieu dice que: “En cada Estado hay tres clases de poderes: por el legislativo, el príncipe o el magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el ejecutivo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones y por el judicial, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares”.

VIII. David Hume (1711-1776)

Este pensador escocés fue un miembro destacado de la Ilustración, y se sostiene que tuvo una gran influencia en los padres norteamericanos.

Muchos lo vieron como un conservador político, por su expresada desconfianza a los intentos de reformar la sociedad. No formó parte ni de los Whigs ni de los Tories, se mostró simpatizante de la democracia, aunque con restricciones. Creía en el progreso social, que se daba, según él, en sociedades civilizadas, abiertas, pacíficas, sociables.

Partidario de la separación de poderes, de la descentralización y de la extensión del sufragio a todos los propietarios, su influencia sobre Madison tal vez fue mayor que la de Montesquieu, sobre todo en el Federalista 10, cuando Madison descarta el término democracia para el tipo de gobierno basado en la representación, prefiriendo el de república, todo con el fin de disminuir el potencial destructivo del faccionalismo.