Las zonas oscuras de la democracia

Tekst
Loe katkendit
Märgi loetuks
Kuidas lugeda raamatut pärast ostmist
Šrift:Väiksem АаSuurem Aa

IX. Juan Jacobo Rousseau (1712-1778)

El filósofo franco-helvético, fue el pensador más influyente de la Revolución Francesa. Su legado de pensamiento tal vez esté expresado en su obra cumbre El contrato social (1762), cuando expresa que “el hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”.

Si bien fue considerado como el demócrata más radical, su obra se presenta contradictoria respecto a su concepción de la democracia como sistema aplicable para el gobierno de las grandes comunidades.

Según Rousseau, la democracia es incompatible con las instituciones representativas, “en el instante en que un pueblo consiente en ser representado, ya no es libre, ya no existe”. Ante la imposibilidad de las democracias directas en los estado-nación, Rousseau es pesimista en lo referido a las posibilidades de la democracia como forma de gobierno.

Decía que “es contrario al orden natural que los muchos gobiernen y que los pocos sean gobernados...resulta inimaginable que el pueblo se reúna permanentemente para dedicar su tiempo a los asuntos públicos”. Coincidiendo con los críticos de la época, sostenía que “no hay gobierno tan susceptible a las guerras civiles y a las agitaciones intestinas como el gobierno democrático o popular”, rematando con contundencia que “si existiera un pueblo de dioses, su gobierno sería democrático. Un gobierno tan perfecto no es para los hombres”.

Contrario al gobierno por representación, sólo en un momento lo admitió de manera general, cuando se discutía la forma de gobierno de Polonia, al decir que no había otra alternativa que la representación, sin dar mayores detalles.

X. John Stuart Mill (1806-1873)

Filósofo inglés, importante teórico de la doctrina ética del utilitarismo. La famosa formulación de Mill del utilitarismo, se conoce como el «principio de la mayor felicidad» («greatest-happiness principle»): “uno debe actuar siempre con el fin de producir la mayor felicidad para el mayor número de personas, dentro de lo razonable”.

El argumento utilitarista por el cual Mill considera que la sociedad puede ejercer el poder sobre el individuo, es el principio del daño o principio del perjuicio (“harm principle”).

En su obra Sobre la Libertad sostuvo que “El único propósito con el cual puede ejercerse con justicia el poder sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada, contra su voluntad, es prevenir el daño a los demás. Su propio bien, ya sea físico o moral, no es justificación suficiente”.

Con fundamento en el utilitarismo filosófico abogó por libertades fundamentales tales como la libertad de asociación y la libertad de pensamiento y discusión.

Considerado como el primer feminista, elabora argumentos poderosos en favor del voto femenino, hasta el momento negado por todos los filósofos que lo precedieron.

En su libro Consideraciones sobre el gobierno representativo (1861) precisa rasgos de gobierno muy importantes, todavía no aplicados en la Europa Continental ni en los Estados Unidos.

XI. Jhon Dewey (1859-1952)

Fue considerado el filósofo estadounidense más importante de la primera mitad del siglo XX, y aunque sus principales textos versaron sobre educación, dejó importantes conceptos sobre la democracia.

Ese especial énfasis que pone en la educación para el alcance de hábitos democráticos en la ciudadanía, lo llevó a denominar a las escuelas públicas como iglesias de la democracia.

En Democracia y educación (1916), señaló que, más que una forma de gobierno, la democracia es un modo de vida asociada en la que los ciudadanos cooperan entre sí para solucionar los problemas comunes a través de vías racionales. Para él, la democracia es la forma de gobierno más deseable, dado que solamente ella provee las clases de libertad necesarias para el autodesarrollo y el crecimiento individual (entre otras, libertad de intercambiar ideas y opiniones con otros, libertad para formar asociaciones con otros para alcanzar objetivos comunes, libertad para determinar y luchas por la propia concepción de la buena vida).

La participación democrática, según Dewey, supone hábitos mentales críticos e inquisitivos que sólo se adquieren en la edad temprana, mediante la educación.

Si bien su aporte no fue abundante en orden a propuestas concretas sobre las formas que debían adoptar las instituciones democráticas, sostuvo que nadie puede desarrollar su pleno potencial salvo en una democracia social o en un estado de bienestar democrático, abogando por firmes facultades de regulación. Dentro de las características más importantes de la democracia social, incluyó el derecho de los trabajadores a participar en el control de las empresas que los emplean.

Criticó duramente a quienes opinaban que la gente en general es incompetente para decidir sobre las cuestiones públicas, rechazando toda forma de elitismo democrático.

XII. Jürgen Habermas (nacido en 1929)

El filósofo alemán rescata en el ejercicio democrático la interacción mediada por el lenguaje, que amplía lo que para Karl Marx se reducía al trabajo como eje social.

A partir de lo que llamó una situación de discurso ideal, argumenta la idea de lograr un consenso racional. Los participantes intercambiarán, sin límite de tiempo, opiniones sobre la base de la razón y en una atmósfera absolutamente libre de cualquier coerción no racional, incluso la física y psicológica.

Ese modelo, aun cuando resulte difícil llevarlo a la práctica, servirá como base para la discusión pública libre y abierta, a través de las cuales se resuelvan en las democracias reales los grandes interrogantes políticos y las políticas públicas.

XIII. John Rawls (1921-2002)

Considerado uno de los filósofos políticos más importantes del siglo XX, el estadounidense es, tal vez, el teórico más relevante del estado de bienestar capitalista democrático moderno.

Rescata la teoría contractualista que había sido abandonada luego del siglo XVIII, y a partir de la misma de desarrolla el concepto del velo de ignorancia, en su libro Teoría de la justicia (1971).

La diferencia fundamental entre Rawls y la mayoría de los filósofos que defendían los principios democráticos, desde Mill hasta mediados del siglo XX, es que éstos fundaban sus teorías en consideraciones utilitaristas -los sistemas de gobierno con carácter democrático tienen más posibilidades que otros sistemas de producir un mayor grado de felicidad (o bienestar) a una mayor cantidad de gente-; en cambio, Rawls lo hizo en orden a los principios de justicia, igualdad y derechos individuales (no utilitaristas).

Imaginó una situación hipotética, en la que se interrogaría a un grupo de personas –antes de su ingreso al compromiso del contrato social-, ignorantes de todos los hechos sociales y económicos, para que definan las instituciones políticas bajo las cuales querrían vivir.- Teniendo en cuenta que, tras el velo de ignorancia, ninguna conocería el grupo social al que pertenecería (menos aún si éste está privilegiado o desfavorecido en el contexto social) y por lo tanto rechazaría las instituciones justificadas por motivos utilitaristas.

De tal modo, las personas se verían inducidas a adoptar reglas que tengan que ver con la ética y la justicia en las relaciones sociales, tales como la igualdad en el grado de libertad de las personas, la posibilidad universal de buscar cargos y lugares de mayor recompensa, y la distribución de la riqueza en la sociedad, que debería ser tal que quienes tienen menos estén mejor de lo que estarían bajo cualquier otra distribución, sea pareja o desigual.

¿POR QUÉ LA DEMOCRACIA ES MEJOR?

Que en el siglo XXI la mayoría de los habitantes del mundo vivan en países en los que rige el sistema democrático, debería llevarnos a concluir que es el mejor sistema de vida y de gobierno.- Sin embargo, el incumplimiento de muchos objetivos sociales e individuales de la democracia contemporánea, han llevado a muchos autores a teorizar acerca de la existencia de un “malestar” con la misma.- Ciertamente que, puestos en el análisis de las precondiciones teóricas para la organización de la vida civilizada, seguramente surgirán parámetros que nos conducirán a determinar los sistemas más adecuados. Cuestión distinta es, a la luz de los resultados, la demostración de la idoneidad del sistema para el cumplimiento de las precondiciones que nos llevaron a determinar como el mejor.

1. ¿El sistema democrático está determinado por un imperativo moral? La pregunta que formulamos de modo liminar es el presupuesto del análisis. En la definición de un sistema de convivencia, ¿juegan exclusivamente razones utilitarias o también razones morales? ¿hemos de considerar parámetros éticos de legitimidad para la elección de la forma de gobierno?, ¿existe una razón moral que legitima el gobierno democrático por encima del resto? ¿la monarquía o la aristocracia padecen de un vicio de inmoralidad del que carece la democracia? Estos interrogantes tuvieron su respuesta a lo largo de la historia, en el análisis de los filósofos desde la antigüedad hasta el presente.

Se estableció de modo generalizado en la doctrina política moderna, que las dos bases fundamentales de la democracia son la libertad y la igualdad, de modo tal que resultan valores que son inherentes y resultan los pilares éticos sobre los cuales se asienta el sistema.

En nuestra opinión, siguiendo a Rawls, consideramos que existe en la democracia un componente moral que la legitima como el resultado natural de la esencia humana. El derecho de decidir acerca de su propio destino, es ínsito a la esencia del ser humano como individuo y como conviviente con otros de su misma especie. Si la democracia es la posibilidad de vivir y gobernarse en el marco de las decisiones, las capacidades y los intereses de los propios seres humanos, moralmente no existen justificativos que avalen que determinadas personas de la sociedad –una élite- tengan personalidad atributiva por sobre las otras.

 

De manera tal que, tanto la monarquía, la aristocracia, la autocracia y todo sistema que imponga la superioridad de una parcialidad iluminada, ya sea de una persona o de un grupo, por sobre el conjunto, no tiene justificativo racional ni moral.

2. ¿Cuáles son los justificativos utilitarios de la democracia? Con parámetros de eficiencia y resultado, ¿por qué hemos de considerar a la democracia como el mejor sistema para manejarnos en una sociedad? ¿por qué es mejor un gobierno popular? ¿por qué una comunidad estaría mejor gobernada si las decisiones se adoptan con la opinión del mayor número de personas posible? ¿por qué la democracia es mejor que la monarquía o que la aristocracia? ¿por qué una persona “iluminada”, o una élite capacitada, no son potencialmente más idóneas para adoptar mejores decisiones que un universo de personas, muchas sin la preparación adecuada? ¿Es la democracia sistémicamente más adecuada para el gobierno de una comunidad? ¿Su vigencia depende de sus resultados?

Las razones filosóficas de la superioridad del sistema democrático sobre otros, fundamentadas en el utilitarismo, fueron expuestas por los autores desde Mill hasta mediados del siglo XX.

Sin embargo, la justificación pragmática a las concepciones utilitarias, están dadas por las experiencias que determinaron una expansión sustancial del sistema durante los siglos XX y XXI24:

3. Fallas en los sistemas no democráticos. Las alternativas, antiguas y modernas, padecieron problemas que las hicieron poco atractivas. Con la victoria aliada en la Primera Guerra Mundial, los antiguos sistemas de la monarquía, la aristocracia y la oligarquía dejaron de ser legítimos. La derrota italiana y alemana en la Segunda Guerra Mundial, desacreditó la alternativa fascista. Con el colapso económico y político de la Unión Soviética en 1990-91, el comunismo se redujo notablemente en el contexto mundial y se hizo nada atractivo para nuevas incursiones. Las dictaduras militares de las décadas de los 80’ y 90’ en América Latina, desaparecieron por razones similares.

4. Economía de mercado.- La debacle de los sistemas no democráticos, trajo también el desafecto por los sistemas fuertemente centralizados con control estatal. La expansión económica generada por sistemas descentralizados, favorecieron el desarrollo democrático, el pronto acceso a información confiable, niveles de educación relativamente altos, la facilidad para el movimiento de personas y el Estado de derecho. ¿Es el sistema capitalista una precondición para la democracia?

Si bien el capitalismo, en opinión de Carlos Galli25, no es en sí mismo democrático (nace con el colonialismo, la esclavitud, la servidumbre, la piratería), “constituye la precondición histórico social de la democracia –necesaria pero no suficiente-, es decir, el desarrollo en algunas áreas de Occidente de condiciones de vida material y de producción económica que incluyen estratos cada vez más amplios de la población en procesos de movilidad, de crecimiento y de emancipación de las autoridades tradicionales (nobles, eclesiásticos, gran burguesía mercantil, sistema social de grupos corporativos)”.

5. Bienestar económico. La promoción de grandes sectores de la población mundial a un superior estándar de vida, en función de la economía de mercado, provocó el florecimiento de los sistemas democráticos. La prosperidad económica de un país incrementa las posibilidades que un gobierno democrático alcance el éxito, así como la pobreza genera la posibilidad de gobiernos demagogos antidemocráticos que prometen soluciones simples e inmediata a los problemas.

6. Cultura política. En muchos países, a pesar de haber atravesado agudas crisis económicas y políticas, se explica la continuidad de la democracia por el hecho de que en sus sociedades existía una cultura de creencias y valores democráticos ampliamente compartidos. En países con cultura democrática débil, es probable que las crisis reviertan hacia un régimen no democrático.

Cuáles serían los rasgos que destacaron en la democracia del siglo XX:

a. Menos probabilidades de autocracias. Está probado que con ella es menos probable –no imposible- que el gobierno sea ocupado por autócratas autoritarios.

b. No a la Guerra. Las democracias no libraron guerras entre sí.

c. Prosperidad. Los países tienden a ser más prósperos que aquellos que viven en sistemas no democráticos.

d. Desarrollo Humano. La salud, la educación, el ingreso personal y otros indicadores resultan sustancialmente mejores en países democráticos.

e. Libertades, derechos e intereses. Sin dudas que las personas gozan de una más amplia gama.

f. Responsabilidad política. El pueblo asume la responsabilidad moral por el peso de sus propias selecciones.

g. Autogobierno. Oportunidad de vivir bajo las leyes de propia elección.

h. Igualdad política. Mayor que en otros sistemas.

18 Galli, ob.cit.,p15

19 (Discurso fúnebre de Pericles tal y como lo recogió Tucídides (II, 37).

20 Platón, “La República”

21 Galli, ob. Cit. P.16

22 Dhal, ob. Cit., p.22

23 Dhal, ob.cit, p.23

24 Dahl, ob. Cit.

25 Galli, ob. Cit., p.34

CAPÍTULO III

La democracia contemporánea

Los temores en los albores del sistema representativo

En el siglo XVIII, cuando el sistema representativo comenzaba a delinearse, especialmente en la Constitución norteamericana, existían algunas aprehensiones sobre dos cuestiones:

1. El faccionalismo. En el Federalista 10, Madison acentuaba su preocupación por el funcionamiento de las facciones y su accionar disvalioso para la democracia. Evidentemente influido por Montesquieu, quién pensaba que las mismas representaban un peligro para las democracias y las repúblicas, Madison las definía como “cierto número de ciudadanos, estén en mayoría o en minoría, que actúan movidos por un impulso de una pasión común, o por un interés adverso a los derechos de los demás ciudadanos o a los intereses permanentes de la comunidad considerada en su conjunto”. Consideraba que la experiencia histórica había demostrado que “La inestabilidad, la injusticia y la confusión insertadas en los consejos públicos por el faccionalismo, han sido las enfermedades fatales a causa de las cuales han perecido los gobiernos populares por doquier”.

Sin embargo, no tardó demasiado para que el temor fuera dejado de lado, porque –a pesar de la creencia de la naturaleza perniciosa de las facciones- se apreció que la democracia representativa sólo podría operarse a través de los partidos políticos, que a esa altura no sólo resultaban legalmente posibles, necesarios e inevitables, sino deseables. La movilización del electorado detrás de determinadas ideas políticas no era posible sino a través de los partidos políticos. Para fines del siglo XIX, se aceptaba casi universalmente que la existencia de partidos políticos independientes y competitivos constituye una pauta básica que toda democracia debe cumplir26.

2. La tiranía de la mayoría. También en el siglo XVIII resultaba habitual, aún entre los partidarios de la democracia, el temor a la “tiranía de la mayoría”.- Se pensaba que podían pisotear fácilmente los derechos de las minorías, siendo especialmente vulnerable el derecho de propiedad.

Madison también compartió este recelo. Sin embargo, una vez que observó el funcionamiento de la democracia norteamericana, en 1833 escribió que “todo amigo del gobierno republicano debería hacer oir su voz contra la denuncia generalizada de que los gobiernos mayoritarios son los más tiranos e intolerables de todos los gobiernos…ningún gobierno puede ser perfecto…los abusos de todos los gobiernos han conducido a preferir el gobierno republicano como el mejor de todos los gobiernos, por ser el menos imperfecto: (y) el principio vital de los gobierno republicanos es el “lex majoris partis”, la voluntad de la mayoría”.

Finalmente, con el establecimiento de numerosas barreras contra el gobierno irrestricto de la mayoría, el temor fue abandonado. Entre dichas barreras, la Declaración de Derechos inglesa y la Declaración de Derechos de Estados Unidos, estaban las de supermayoría de votos –dos tercios o tres cuartos- para aprobar enmiendas constitucionales; dividir el poder en ramas separadas (ejecutivo, legislativo, judicial); un poder judicial independiente facultado a declarar la inconstitucionalidad de alguna legislación; autonomía estadual (federalismo); sistema de representación proporcional para el adjudicación de las bancas legislativas.

El funcionamiento del sistema democrático debería impedir que las mayorías cercenen los derechos fundamentales, pero también que las minorías impidan el cumplimiento de las leyes.

La conclusión es que, siendo la democracia no sólo un sistema de gobierno popular sino también un sistema de derechos, la infracción a éstos constituye en no democrático al gobierno infractor.

Condiciones que debe cumplir la democracia en el siglo XXI

A esta altura de los tiempos, las experiencias democráticas pusieron de manifiesto las condiciones mínimas que debería cumplir el sistema para ser considerado como tal, por lo menos en su integralidad.

Claro que, en un rango de posibilidades, toda construcción humana es perfectible y esencialmente mutable. Los tiempos marcan también las circunstancias históricas en las cuales debe desenvolverse el denominado “gobierno del pueblo”, por lo que las respuestas varían conforme las exigencias que plantean los momentos y los lugares.

Sin embargo, es válido preguntarse sobre el concepto de democracia ideal, si la misma existe o es posible alcanzarla. Tal vez pueda ser construido en el plano teórico, pero en todo caso siempre servirá como un objetivo en el áspero mundo de las realidades.

Los factores morales deben ser incidentes cuando nos planteamos en el terreno de la hipótesis científica, las condiciones de la democracia ideal. Si a ellos le sumamos las circunstancias empíricas, tal vez pueda elaborarse un glosario de presupuestos esenciales que definan un sistema democrático, una base mínima sin la cual la denominación no pueda ser utilizada respecto a un sistema político en una determinada nación.

Tal vez podríamos enunciar algunos rasgos que se aprecian como de existencia necesaria para la vigencia del sistema democrático:

a. Respeto de los derechos fundamentales.

Así como consideramos que la concepción minimalista de la democracia no es condición suficiente para considerarla como tal, el sistema de derechos individuales resulta fundamental para considerarla vigente. Nos referimos a aquéllos que son propios de la condición humana (libertad, igualdad, propiedad privada, de expresión, etc.) que deben verse respetados en el marco de su funcionamiento, y también a aquéllos que podemos considerarlos como instrumentales para el ejercicio concreto, tales como el derecho de cada integrante del demos a comunicarse con otros, a participar en idéntica condición, a informarse, a controlar la agenda pública.

b. Inclusión-

La asociación política debe comprender a todos los integrantes de la misma, sin discriminaciones que resulten violatorias de los requisitos racionales de las condiciones humanas (ergo, el sexo, el color de la piel, etc.).

c. Participación eficiente.

El sistema debe construir los canales necesarios para que los integrantes del demos puedan tener la oportunidad real de exponer sus consideraciones antes de las adopción de políticas públicas.

 

d. Sufragio igualitario.

Como parte del punto anterior, el voto debe ser un instrumento esencial de participación para la elección del gobierno y de las políticas. Asimismo, debe tener el carácter igualitario, es decir “una persona, un voto”.

e. Educación e información-

Sin un demos educado y un electorado informado, el gobierno “de todos” resultaría una abstracción en provecho de la elite gobernante. Creo que este requisito constituye la base sustancial de una participación eficiente, de la que se desprenden todas las otras condiciones.

f. Control popular de la agenda pública.

Los instrumentos jurídicos de la democracia deben contener las formas y modos en que el demos adopta las decisiones que configuran la agenda pública. A su vez, el carácter representativo de la democracia moderna, supone la existencia de instituciones esenciales.

g. Elecciones periódicas y competitivas.

Debe proveerse una legislación que garantice la elección regular de los representantes cada cierto tiempo, a través de condiciones que aseguren periodicidad razonable, transparencia en el procedimiento, y contexto igualitario de participación.

h. Libertad de expresión.

Quiénes constituyen el demos deben tener la posibilidad real y amplia de expresarse sobre la agenda pública, mediante los medios masivos de comunicación.

i. Pluralidad de fuentes informativas.

Las posibilidades de información del público no deben estar monopolizadas por el gobierno ni por grupo alguno, en tal sentido la pluralidad de medios es una regla básica de la democracia moderna.

j. Libre asociación.

La posibilidad de formar, adherirse y participar de partidos políticos y demás asociaciones, es un requisito integrativo de la democracia representativa, que necesita de dichas entidades intermedias y de la participación en las mismas de los ciudadanos.

En una asociación del tamaño de un Estado-nación, la representación resulta necesaria para la participación efectiva y el control ciudadano del programa de acción; las elecciones libres, limpias y periódicas también son necesarias para la participación efectiva y la igualdad de votos; y la libertad de expresión, las fuentes independientes de información y la libertad de asociación son todas necesarias para una participación efectiva, un electorado informado y el control ciudadano del programa de acción”, ha dicho Robert Dhal en el trabajo que mencionamos.

Tipologías democráticas en la actualidad

Los sistemas políticos en los distintos países están determinados por una multiplicidad de factores. La historia, las experiencias políticas, la composición étnica, el tamaño, las características geográficas, y muchos otros, intervienen con variada incidencia en los diferentes momentos de una comunidad para componer una forma de gobierno y de convivencia social.

Hace dos siglos ya que la democracia tiene preeminencia en el concierto mundial. Sin embargo, las instituciones que se establecen en cada momento y lugar son diferentes y conforman subsistemas democráticos que forman parte, en muchos casos, de la naturaleza idiosincrática de cada pueblo.

En grandes rasgos, describiremos las diferentes opciones institucionales que la democracia actual ha adoptado.

Sistemas Parlamentario y Presidencialista.

a) Democracia Parlamentaria

Es un sistema dónde el poder político descansa fundamentalmente en el Parlamento. Tiene su origen en Inglaterra, en 1640, a raíz de la guerra entre el rey Carlos I y su parlamento, en la que el primero sale perdidoso, resultando una conquista de la burguesía.

El gobierno (poder ejecutivo) es elegido por el Parlamento (poder legislativo) y ante éste es responsable. La única legitimidad directa de la soberanía la tiene el Parlamento, el gobierno es pluripersonal y colegiado, estando al frente el Jefe de Gobierno y existen mecanismos recíprocos de control (el Parlamento puede emitir una moción de censura contra el gobierno, y éste puede disolverlo).

Se destacan como ventajas del sistema parlamentario: una mayor representación del demos en el ejercicio del gobierno (teniendo en cuenta que muchas decisiones deben consensuarse con los distintos sectores) y una mejor capacidad de respuesta ante una crisis de gobernabilidad (el gobierno puede cambiar ante una moción de censura parlamentaria).

Las críticas que se le formulan tienen que ver en la difusa separación de poderes (legislativo y ejecutivo) y la vinculación marcada del gobierno con el partido mayoritario (partidocracia). Generalmente, en este sistema el bipartidismo resulta siendo la forma más estable.

La mayoría de los países europeos fueron adoptando este sistema, ya sea en su forma de república parlamentaria o de monarquía parlamentaria.

b) Presidencialismo

Estados Unidos y América Latina son los lugares geográficos en el mundo dónde el presidencialismo es el sistema político por antonomasia.

El poder ejecutivo (el gobierno) es ejercido por un órgano monista, el Presidente, mientras que el poder legislativo está en cabeza del Congreso. A diferencia del parlamentarismo, en este mecanismo democrático existe una doble legitimidad de soberanía, tanto el Presidente como los legisladores son elegidos por el voto popular.

La característica principal del presidencialismo, es la marcada división de poderes (ejecutivo, legislativo, judicial), siendo débil el contralor mutuo entre los poderes surgidos del sufragio popular.

Como ventajas del presidencialismo se han señalado la clara separación de los poderes (supone un mejor ejercicio del gobierno) y una menor influencia del partido mayoritario en el poder ejecutivo (evitando la partidocracia).

Y lo que es ventaja en el parlamentarismo, es debilidad del presidencialismo, dado que se considera que la sociedad tiene una menor representatividad en las decisiones (dado que éstas no necesitan generalmente de un consenso amplio) y una menor capacidad de respuesta ante las crisis de gobernabilidad, teniendo en cuenta que el gobierno no puede ser reemplazado hasta el vencimiento de su mandato.

c) Sistema semipresidencial o semiparlamentario.

Las críticas a ambos sistemas buscaron ser resueltas por estos sistemas mixtos.

Se denomina también como “república bicéfala”, por presentar un poder ejecutivo dual. En primer lugar, un Jefe de Estado o Presidente (con atribuciones puntuales y restringidas), que generalmente actúa como mediador político; y en segundo, el verdadero gobierno, que es un órgano colegiado (Gabinete o Consejo de Ministros) a cuyo frente se encuentra un Jefe de Gobierno o Primer Ministro.

Como en el parlamentarismo, existe también una marcada dependencia entre los órganos ejecutivo y legislativo. Sin embargo, una característica esencial del sistema semipresidencial es que las facultades propias del Jefe de Estado están fuera del control del Parlamento, constituyéndose el mismo como el dato de permanencia en el ámbito ejecutivo.

Francia y Rusia, con distintas características, son ejemplos del sistema.

d) Sistema del presidencialismo alternativo

Giovanni Sartori27 consideró que con mucha frecuencia el motor presidencial falla al bajar a las intersecciones parlamentarias, así como el parlamentarismo no tiene la potencia suficiente en el ascenso (la función de gobernar).

Planteó un sistema de dos motores, de carácter mixto, al que denominó presidencialismo alternativo, con componentes parlamentarios y presidencialistas, que entraran a regir, a su turno, cuando uno u otro poder dejaran de funcionar en plena capacidad. Decía que “lo fundamental es tener una zanahoria que recompense el buen desempeño y un garrote que sancione la mala conducta”.

26 Dahl, ob.cit, p.16

27 Giovanni Sartori, Ingeniería Constitucional Comparada. Una investigación de estructuras, incentivos y resultados, Fondo de Cultura Económica, México, 1994

Olete lõpetanud tasuta lõigu lugemise. Kas soovite edasi lugeda?