La comunidad sublevada

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La comunidad sublevada
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José Bengoa

LA COMUNIDAD SUBLEVADA
Ensayos y crónicas

Bengoa, José

La comunidad sublevada

Ensayos y crónicas

Santiago, Chile: Catalonia, 2022

ISBN: 978-956-324-914-9

ISBN Digital: 978-956-324-915-6

CIENCIAS SOCIALES - 300

Política y gobierno

JP

Diseño de portada: Guarulo&Aloms

Imagen de portada: fragmento del mosaico en homenaje a Gustavo Gatica, frontis Universidad Academia de Humanismo Cristiano. (Santiago de Chile)

Corrección de textos: Hugo Rojas Miño

Diseño y diagramación eBook: Sebastián Valdebenito M. Impreso en Arcángel Maggio - Uruguay Zona Franca Colonia Casanello s/n Manzana E - Predio 7, Colonia del Sacramento, República Oriental del Uruguay Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco

Editorial Catalonia apoya la protección del derecho de autor y el copyright, ya que estimulan la creación y la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, y son una manifestación de la libertad de expresión. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar el derecho de autor y copyright, al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo ayuda a los autores y permite que se continúen publicando los libros de su interés. Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, en todo o en parte, ni registrada o transmitida por sistema alguno de recuperación de información. Si necesita hacerlo, tome contacto con Editorial Catalonia o con SADEL (Sociedad de Derechos de las Letras de Chile, http://www.sadel.cl).

Primera edición: noviembre, 2021

ISBN: 978-956-324-914-9

ISBN Digital: 978-956-324-915-6

RPI: trámite v3975f (9/11/2021)

© José Bengoa, 2021

© Editorial Catalonia Ltda., 2022

Santa Isabel 1235, Providencia

Santiago de Chile

www.catalonia.cl@catalonialibros

Índice de contenido

Portada

Créditos

Índice

PRIMERA PARTE - LA COMUNIDAD ABUSADA

Ensayos

CAPÍTULO PRIMERO Teoría general del abuso

Comunidades abusadas

Bases culturales

A. El tiempo de la alienación del trabajo

Alienación en el período capitalista industrial

Explotación por desposesión

Primera digresión: Explotación por desposesión. Sobre la esclavitud africana y afrodescendiente

B. El tiempo del abuso contemporáneo

Ascenso e integración social

Segunda digresión: Sobre la “subordinación ascética”

Tercera digresión: La sublevación de los otros

Cuarta digresión: La patria de los hacendados

C. Abuso, ilegitimidad y desconfianza social

Quinta digresión: Operación Huracán. Las potencias infernales desatadas

Sexta digresión: El abuso eclesiástico o los feligreses abusados y sus consecuencias no previstas en la cultura del país. Una tesis audaz

D. En el origen de la rabia

E. La cultura de la prepotencia

Acerca de las nuevas (pero viejas) clases emergentes

La (hipo) tesis central

Las certezas de las clases emergentes

La cultura de la prepotencia

CAPÍTULO SEGUNDO Apuntes sobre una teoría general de la memoria

Memorias individuales y colectivas

Sobre las memorias exaltadas

Tesis de las memorias fundantes

DE LAS MEMORIAS

Primera memoria: Alexander Nevsky

Segunda memoria: Avenida 10 de Julio

Tercera memoria: The Clinic

Cuarta memoria: 33 años

Quinta memoria: “Onces” en septiembre

Sexta memoria: Los Chacarillas boys o de la amnesia chilena

Séptima memoria: La memoria de los poetas

Octava memoria: De los terremotos y otros males

Novena memoria: El sonido del silencio

Décima memoria: Emociones fugaces

CAPÍTULO TERCERO Apuntes sobre una teoría general del racismo

La búsqueda de pruebas raciales

El criminal racial

Motín a bordo

Coda La arista haitiana: Anténor Firmin

SEGUNDA PARTE - LA COMUNIDAD SUBLEVADA

Crónicas

PRIMERA SECCIÓN: La protesta

PRETEXTO: LA FUGAZ UTOPÍA

PRIMERA CRÓNICA: Que vivan los estudiantes

SEGUNDA CRÓNICA: La Alameda insurgente

TERCERA CRÓNICA: La última batalla del general Baquedano

CUARTA CRÓNICA: El día después

SEGUNDA SECCIÓN: La sublevación

BREVE ENSAYO INTERMEDIO: DE LAS NACIONES

QUINTA CRÓNICA: Los poetas de los sueños azules

SEXTA CRÓNICA: El Pacífico hirviente

SÉPTIMA CRÓNICA: La “intifada” mapuche

OCTAVA CRÓNICA: Camilo Catrillanca

CRÓNICAS FINALES: AISLAMIENTO Y ARRINCONAMIENTO EXTREMOS

NOVENA CRÓNICA: En la isla Huapi (o Wapi)

DÉCIMA CRÓNICA: En el Valle de Elicura

Notas

A Gustavo Gatica,

estudiante de la Academia, que perdió sus ojos en la revuelta

 

producto de la acción policial.

Y a Cristián “Cuervo” Fuentes,

que ha muerto tan joven sin tampoco ver los resultados

de esta sublevación.

ADVERTENCIA

El año 1995 fue publicado el libro La comunidad perdida. Ensayos sobre identidad y cultura: los desafíos de la modernización en Chile (Ediciones Sur). El año 2006 fue publicada la primera edición de La comunidad reclamada. Identidades, utopías y memorias en la sociedad chilena actual (Editorial Catalonia) y finalmente, el 2009, La comunidad fragmentada. Nación y desigualdad en Chile (Editorial Catalonia). Los tres libros fueron publicados nuevamente el año 2009 como parte de la Trilogía del Bicentenario, por la Editorial Catalonia. Este nuevo libro, La comunidad sublevada, se inscribe en esta colección. Se compone en su mayoría de artículos nuevos y otros publicados en diversas revistas entre los años 2019 y 2021; revisados, adaptados y completados para esta oportunidad, esperando que constituyan un todo inteligible. Los cuatro libros forman una cierta trayectoria intelectual de casi 30 años, una conversación que comparto con amigas, amigos y lectores.

SUBLEVACIÓN: “Acción y efecto de sublevar o sublevarse:

“Excitar indignación, promover sentimiento de protesta”.

Diccionario de la Lengua Española (RAE).

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO PRIMERO
Teoría general del abuso1

Este capítulo es un esfuerzo teórico por comprender un poco el eje de contradicción de las sociedades contemporáneas. Se trata de un fenómeno globalizado en que se producen manifestaciones de descontento extremo con la situación socioeconómica y cultural existente. Pareciera que somos muchos quienes no estamos contentos con el mundo que nos ha tocado vivir. Muchas de estas rebeliones o revueltas son destructivas, expresando una rabia profunda que tienen las personas que viven en estas sociedades. Por lo general, son países y lugares más bien desarrollados que pobres. O, como Chile, sociedades que aparentemente son ricas pero que en su interior conviven la extrema riqueza con la extrema miseria.

Comunidades abusadas

Abuso es el concepto central que explica las contradicciones de las sociedades contemporáneas. Específicamente, es la clave de comprensión de las denominadas sociedades postindustriales o, mucho mejor dicho, del “capitalismo tardío”. Estas sociedades pueden ser denominadas como Comunidades abusadas. Este concepto explica las contradicciones y sobre todo las culturas de estas sociedades y sus relaciones con el poder.2

El abuso se ha transformado en uno de los conceptos claves de este período de revueltas, en muchos países del mundo. En Chile, a partir del 18 de octubre de 2019, la sensación de abuso se ha generalizado y se ha transformado en el motor de las movilizaciones y transformaciones. En este capítulo vamos a sostener que el concepto de abuso se ha constituido en el nuevo eje de articulación de los movimientos de cambio cultural en este período histórico.3

Vamos a comparar este concepto propio del capitalismo tardío con el de alienación o trabajo alienado, propio de la fase capitalista expansiva e industrial. La comparación nos permite conocer, por una parte, las diferencias y, por la otra —mucho más importante—, el origen del concepto y sensación social de abuso. Como verá el lector, utilizamos el concepto marxista de alienación, el que nos parece mucho más actual que el de plusvalía, que como bien se sabe es mucho más propio del trabajo fabril, es decir, de la fase del capitalismo propiamente industrial.4

Abuso es un concepto subjetivo por excelencia Es el sentimiento de una persona, de un individuo/a, incluso de un colectivo, de que la sociedad o parte de ella no le retribuye adecuadamente lo que espera, que un “otro” —a veces desconocido o impersonal— lo pasa a llevar en sus derechos. Es el sentimiento del ejercicio desmedido y sobre todo impropio del poder.

Abuso es aprovechamiento del más fuerte sobre el débil o los débiles. Es la ruptura de todo sistema de derechos, que debiese consistir en que quien tiene poder debe controlarse, medirse, moderarse, frente a un conjunto de leyes y obligaciones que impiden justamente el carácter abusivo de la sociedad y el poder. Cuando la sociedad percibe que hay un grupo humano, personas de carne y hueso que se saltan las leyes y cometen todo tipo de tropelías desde el poder, surge la desconfianza en las instituciones, el menosprecio por la justicia considerada inútil y la crítica despiadada a todo sistema jurídico de derechos.

El abuso tiene muchas dimensiones, a veces contradictorias, pero las más de las veces acumulativas: a) sexuales y de género b) etnorrraciales, c) ético-morales, d) espacio-habitacionales, e) etarias (tanto de abuso infantil como de maltrato a/de los viejos), f) ambientales y de acceso a los recursos naturales (el caso del agua como ejemplo paradigmático), g) laborales y económicas, h) políticas propiamente tales... etc. No es casual el orden que acá damos a los abusos, ya que los de mayor relevancia son aquellos en que se vulnera —o se siente vulnerada— a la persona en su mismidad: género, etnia-raza, edad, dignidad, igualdad, decencia; es decir, el trato de la sociedad sobre los cuerpos humanos, etc., no siendo suficiente como explicación solamente el ingreso y su mala distribución.

El abuso es un no reconocimiento, es al mismo tiempo invisibilización, discriminación, en fin, una suerte de desprecio, es la cultura del des-conocimiento del otro. Siempre han existido diversas formas de desprecio, es evidente. Pero en este período de la “Historia” de estas sociedades con una autoimagen de opulencia, la llamada modernidad se ha transformado en “Cultura del abuso”.5

El abuso tiene como característica el ser de carácter individual, y que en la medida en que se acumula y expande se transforma en societal, sin perder su aspecto subjetivo. Cada individuo tiene su propia lista de abusos.

El abuso tiene como reacción en términos negativos el sometimiento y abatimiento. La persona abusada se siente abatida, despreciada, deprimida, e incluso fácilmente se autoculpa de la situación. La reacción hacia adelante es la violencia, la ira, rabia, el enojo violento; en fin, acciones destructivas no premeditadas, comportamiento de bandas y barras que comparten un mismo nivel de enojo, aunque no necesariamente sean los mismos abusos.6

En este libro trataremos de afirmar que el abuso es la causa profunda de la sublevación. Esta tiene tres vertientes que son concomitantes y dependientes: una, que es la mayoritaria, la aceptación silenciosa del abuso cotidiano como parte de la normalidad de la vida;7 dos, la protesta colectiva, que de acuerdo a las condiciones existentes se va transformando en revueltas y sublevación. Es la respuesta de carácter político. Y tres, la ira transformada en delincuencia, violencia individual y formación de bandas. Las tres formas de reacción se traslapan, se potencian una a una, y en ciertos momentos las personas que han aceptado la obediencia se rebelan y salen a marchar como ha ocurrido en muchos países, o votan por un cambio profundo de las reglas del juego de la sociedad. Y también los sectores iracundos y que expresan su ira de modo individual se unen a los “políticos” en un intercambio silencioso pero eficaz.8

El caso de la “pobreza por abuso”, en que se conjugan y acumulan factores abusivos, es paradigmático. La reacción negativa es la culpabilización, esto es, que se es pobre por culpa del propio pobre; las oportunidades están allí y por flojera, alcohol, en fin, por causas personales se sigue en la pobreza; la reacción positiva es la construcción de “culturas de fronteras”, esto es, sistemas de agrupamiento cultural fuera de la sociedad.9

La cultura del desprecio en Chile, del desconocimiento, ha sido dominante desde el tiempo de las haciendas, herederas de la Conquista. En esa estructura social —la hacienda rural— se formaron las bases de la sociedad chilena. No es casualidad que José Donoso denomina Casa de campo a su parábola de país, e Isabel Allende, La casa de los espíritus a la suya, además de Orrego Luco, Casa grande, y así numerosos otros pensadores y escritores que se han referido a este país como el gran fundo que sigue siendo. Ahí surgieron las castas que aún perduran en Chile (“Sociedad de castas ocultas”10), los prejuicios sociales más agudos, el patriarcalismo machista a ultranza, el hablar golpeado y cuartelero, el racismo apenas disimulado y todo aquello que aparece hoy en día como la llamada cultura tradicional a la que se aferran los sectores más duros y refractarios.

Podríamos afirmar que todo el proceso de crítica cultural y movilizaciones populares se levanta frente a este síndrome cultural hacendal rural. Por ejemplo, la noción de respeto, que es sin duda central en la vida social y comunitaria, está absolutamente contaminada con la práctica casi ancestral (tres a cuatro siglos a lo menos en este joven país) de la denominada obligación, por medio de la cual la hacienda le entregaba una “casa y goce” al inquilino y él se obligaba a trabajar en las tierras del fundo, a poner un “peón obligado” y gratuito por cierto, y un “voluntario”, que era pagado con unas pocas monedas y algo de comida (“ración”). La mujer debía sacar leche todas las madrugadas y por lo general llevar a un hijo que “amarrara los terneros”. Se pagaba en ración de comida y galleta campesina. Muy poco dinero como salario. Así quedó marcado en la mente y cultura de nuestro país, de la “gran hacienda”, hasta hoy en que los salarios son bajísimos y a los nuevos futres les parece evidente; es parte de la evidencia abusiva.11

Sin embargo, por el otro lado, la hacienda también es el origen de la idea de comunidad en Chile en la medida en que en el Valle Central a lo menos la población indígena fue aniquilada. Es ciertamente una comunidad de desiguales12. Los inquilinos y sus familias se emparentaban, se autorreconocían en un territorio determinado, comúnmente hacendal, se jerarquizaban de acuerdo a las diversas estratificaciones de la hacienda y, al mismo tiempo, comían de la misma olla de porotos con riendas y picante de grasa y color (la ración como origen de la olla común), rezaban a los mismos santos en las interminables novenas, solidarizaban frente a las desgracias y, sobre todo, no hacían grandes diferencias entre los “de adentro” de la hacienda y los de “afuera” que muchas veces eran sus parientes que se habían transformado en bandidos (“Canto por un bandido”) o que se habían ido a torreantear con sus linyeras al hombro. Los que no soportaron la “subordinación ascética” exigida a los inquilinos se fueron e inauguraron ya en ese tiempo las culturas de frontera. Miles de miles de carrilanos, miles de miles de campesinos viajaron al norte, primero a Perú con Enrique Meiggs, y luego a las salitreras, y así se fueron despoblando los campos de los más audaces, de los más atrevidos, de los más rebeldes.13

La sociedad chilena del siglo XXI, podemos afirmar, es mucho más parecida en sus fundamentos culturales a la del siglo XIX que a la sociedad semiindustrial y de clase media dominante de la mitad del siglo XX.

Bases culturales

Chile, su sociedad y Estado, al igual que todas las naciones, se ha construido sobre un conjunto de pilares o bases culturales que hoy día son profundamente cuestionadas; de su crítica podría surgir una sociedad mucho menos conservadora y más democrática, generosa y amable. Sería posible renovar la confianza en el Estado y que se lo sienta como expresión legítima de la nación y los pueblos que habitan en su territorio. Es el sueño que hace un año irrumpió.

Frente a un discurso entendido como tradicional por parte de la nación, en que lo nacional se refugia en lo territorial, entendido como fronteras, en la pura soberanía, en la sola alteridad, y no en la convivencia…, la nostalgia por esta última y el sentido dado por la acción política democrática conducen y van a conducir a cuestionar los discursos llamados tradicionales de unidad nacional y sus símbolos; en fin, las deshilvanadas proclamas republicanas. Estos símbolos patrios han pasado a ser criticados ácidamente por las masas populares y sobre todo juveniles. Es muy notable lo que ha ocurrido con las estatuas de personeros históricos como el general Baquedano, Pedro de Valdivia en una plaza de ese nombre en la ciudad de Temuco y en muchos otros espacios públicos. Se ha desatado una “guerra por la memoria”, lo que ha sido evidente en el caso de la central Plaza Baquedano o Plaza Italia, la que ha sido renombrada como Plaza de la Dignidad. El Ejército ha protestado por el uso de la estatua del general que se encontraba en el centro de ese céntrico lugar. Y la ha retirado de allí sin claro destino.14

 

Las culturas se construyen en largos períodos y las crisis culturales son momentos decisivos. Nadie dice que es fácil, ni menos nadie afirmaría que no son momentos de violencia y dolor. Pero también de esperanzas. Tenemos la obligación de ejercitar la crítica.

A. El tiempo de la alienación del trabajo

La alienación del trabajo o también el concepto de trabajo alienado constituyeron la piedra de contradicción central del período de crecimiento y expansión del capitalismo marcado centralmente por la industria. Alienación y abuso son dos conceptos de orígenes diferentes, pero que en este tiempo de capitalismo tardío del siglo XXI, se encuentran y combinan de manera complementaria. Es el desplazamiento no definitivo ni total desde el eje del trabajo como gozne de organización sociocultural al individuo, entendido secularmente como corporeidad, como centro de la acumulación de sensaciones de abuso.

Alienación en el período capitalista industrial

El concepto de alienación, como es sabido, se hace conocido a través de Marx, quien lo desarrolla en los Manuscritos económico filosóficos de 1844, conocidos también como Manuscritos de París. Es un texto que día a día crece en interés en la medida en que aparece el Marx humanista, el que, como es sabido, fue duramente criticado por el sovietismo y también por el afamado filósofo Louis Althusser.15

Señala Marx en los Manuscritos:16

Nuestra tarea es ahora, por tanto, la de comprender la conexión esencial entre la propiedad privada, la codicia, la separación de trabajo, capital y tierra, la de intercambio y competencia, valor y desvalorización del hombre; monopolio y competencia; tenemos que comprender la conexión de toda esta enajenación con el sistema monetario.

Menuda y actual tarea se autoasigna Marx hace 177 años. Y concluye que el trabajo, siguiendo por cierto a Hegel, es lo que hace que el ser humano se realice como tal, pero,

...el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación...

Alienación puede ser traducido también como enajenación, extrañamiento o desposesión (que es el término que utiliza David Harvey). Es un concepto que está ligado centralmente al trabajo y a la esfera de la producción. Tiene una connotación de emoción, de sentimiento de ausencia de sí mismo, de que “te han sacado algo propio”.17 Por ello que en la tradición marxista humanista, la Escuela de Frankfurt, en especial Herbert Marcuse y Eric Fromm, por ejemplo, será un concepto central.18 Al quitar parte de lo trabajado el trabajador se siente disminuido, arrebatado, violentado; se inicia el proceso de enajenación en todas las dimensiones que uno pueda imaginar. Este concepto fuertemente humanista fue clave en el inicio de los movimientos obreros, la organización de los trabajadores y la acción social y directa. Es lo que en definitiva caracterizó la acción social —la praxis— de los inicios de los movimientos obreros en todas partes del mundo: la sensación de vulneración de derechos, de humillación, de desposesión y robo por parte del capital y los capitalistas.

La tesis marxista central, de la pauperización creciente del proletariado y la concentración del poder económico (y por tanto político) en pocas manos, se centra en esta percepción determinante. El trabajo es expropiado. Alguna vez hubo quienes señalaron que esta tesis estaba equivocada, ya que ese proceso de empobrecimiento y concentración no se daba en los países centrales. Por cierto que Rosa Luxemburgo y numerosos dirigentes tempranos señalaron que existían transferencias y que el proceso se daba cada vez más a nivel global. Hoy no hay nadie que pueda objetar esta tesis cuando se observa, por una parte, la riqueza acumulada y crecientemente concentrada en pocas manos globales y, por otra, la miseria generalizada en los continentes africano, latinoamericano y asiático. Así, el impuesto a los grandes ricos es parte del debate actual. Los miles de ahogados y migrantes que sobrepasan todo lo imaginario es un espectáculo brutal que trae todos los días las pantallas de televisión.

Alienación es diferente al concepto equivalente de plusvalía19 o plusvalor, como traducen algunos nuevos traductores, que es un concepto de tipo estructural y no necesariamente subjetivo y que será desarrollado por Marx en sus obras de madurez, en particular en El Capital. La plusvalía no es necesariamente sentida por el trabajador, no así la alienación, por lo que la persona siente que se le expropia el fruto de su trabajo.

Las diferencias son muchas y no es necesario en este artículo señalarlas todas. Pero es evidente que el movimiento que produce el concepto de alienación es mucho más anárquico, en el sentido de que surge del sentimiento propio de la individualidad y se conjuga con otros sentimientos semejantes; en cambio, la plusvalía es un concepto que lleva directamente al concepto de clase social y, en este caso, al de la lucha de clases.

Los movimientos sociales y políticos que surgen de este concepto de plusvalía se van a caracterizar por su organicidad, racionalidad y la pretensión decimonónica de cientificidad. Hegelianamente, la salida de la extracción de la plusvalía será por medio de la “superación” dialéctica, el paso de un estadio (Hegel, Fenomenología del espíritu) a otro superior. La mirada de la alienación es, en cambio, mucho más ambigua y total, cubre una multitud de espacios en la medida en que es un sentimiento.20 Por ello su regreso en estos años del capitalismo tardío.

Habría que decir que esta experiencia, la de la alienación, surge en momentos históricos determinados, que se repiten cíclicamente y quizá son actualmente presentes: Es en primer lugar el hecho clásico del artesano, del fabricante, del trabajador manual que hace un producto y se encariña con su obra y luego “ve” que se le va de las manos y a veces por unos centavos. El valor subjetivo, que le otorga su autor, no es reconocido por el comprador o directamente por el mercado. Se produce una enorme distancia entre la autovaloración, medida por el tiempo de trabajo entregado, y la que se le otorga en el precio del mercado. Posteriormente Marx, desde una mirada mucho menos subjetiva y quizá economicista, le dará el nombre de Valor de Uso y Valor de Cambio. En segundo lugar es el caso bien conocido y tratado en que el obrero de la construcción por ejemplo, que hace casas de ricos, no tiene dónde vivir.