Loe raamatut: «Momentos»

Font:

MOMENTOS

Relatos y otros escritos


JOSÉ HERRERA PERAL

MOMENTOS

Relatos y otros escritos

EXLIBRIC

ANTEQUERA 2020

MOMENTOS. Relatos y otros escritos

© José Herrera Peral

© de la imagen de cubiertas: Momentos, obra de Joaquín Peral (José Herrera Peral), acrílico sobre lienzo, 2008

Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric

Iª edición

© ExLibric, 2020.

Editado por: ExLibric

c/ Cueva de Viera, 2, Local 3

Centro Negocios CADI

29200 Antequera (Málaga)

Teléfono: 952 70 60 04

Fax: 952 84 55 03

Correo electrónico: exlibric@exlibric.com

Internet: www.exlibric.com

Reservados todos los derechos de publicación en cualquier idioma.

Según el Código Penal vigente ninguna parte de este o

cualquier otro libro puede ser reproducida, grabada en alguno

de los sistemas de almacenamiento existentes o transmitida

por cualquier procedimiento, ya sea electrónico, mecánico,

reprográfico, magnético o cualquier otro, sin autorización

previa y por escrito de EXLIBRIC;

su contenido está protegido por la Ley vigente que establece

penas de prisión y/o multas a quienes intencionadamente

reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria,

artística o científica.

ISBN: 978-84-18230-19-6

Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.

JOSÉ HERRERA PERAL

MOMENTOS

Relatos y otros escritos

Índice de contenido

Portada

Título

Copyright

Índice

Prólogo

Opiniones sobre Momentos

Insomnio

Ruidos

Los pasos de Zweig

Conmoción

Un banco en la Gran Vía

Colores

Mi abuelo y los sentimientos

Encuentro

Un adiós anticipado

El inesperado arte

Sin gafas

Pilar ya no volverá

Reunión

Usurpadores

Las moritas y Angelina

Ángel exterminador

Amor/desamor

Noche de cine

Los porqués de María

Viajando a Madrid

La Navidad de Jon

Mudanza en Nochevieja

Regalo inesperado

Realidad artificial

Despertar

Bioquímica

Un mal día para José

Gratitud

La escuelita encantada

Caja de bombones

Recuerdos de un hombre bueno

Obviedad

Llegamos, nos vamos

Respuestas falsas

El hombre menguante

Crispación

Goya en mis pesadillas

La segunda luna

Derrota

Los espejos y sus figuras

Ánimos en vaivén

Pinturas con enigmas (dreams)

Momentos, tiempo…

Memoria ágrafa (el silencio)

Trueno

La carta

La ausencia de Golfo y algo más

Impotencia

El incidente

Montaña rusa

La diputada avergonzada

Descubrimiento tardío. Insight

Miradas, sensaciones y dudas

Pensamientos a la deriva

Epílogo

A mis padres,

in memoriam.

Prólogo

Este pequeño libro que he escrito me ha servido para pensar, no olvidar, reflexionar y compartir historias y sentimientos con el lector. Dado que es una autoedición, está destinada fundamentalmente a los amigos, a las personas cercanas y también para cualquiera que desee conocer aspectos de la vida, de las dudas existenciales, de un humano que desde su último tercio de la vida mira y analiza sus vivencias y sentimientos enmarcados en la sociedad actual. En fin, en lo personal es el cierre de una etapa o de un periodo dentro del ciclo vital de un individuo que ha vivido y vive entre los siglos XX y XXI.

Lo he titulado Momentos porque los relatos y escritos diversos que están en estas páginas son eso: momentos en la vida de una persona que escribe algunas historias reales, otras de ficción, y además ideas y asociaciones libres que pasan desde el cerebro al papel sin un juicio crítico estricto. Hay también un afán de contar, de retener historias y, por supuesto, de que estas sean leídas. Algunos de estos relatos ya los compartí con mis amigos hace unos años; ahora he ampliado el texto con otras historias y quizás al haber transcurrido casi dos décadas desde las primeras se aprecie el efecto del tiempo en el pensamiento y la mirada de este modesto escritor.

Aunque no soy uno en el sentido habitual del término, sí soy un hombre que escribe y, por lo tanto, al igual que otros narradores me he planteado el porqué de la necesidad de escribir. Conozco muchas respuestas a esa pregunta, sin embargo, solo logran satisfacerme parcialmente. Pienso que se debe a una necesidad de comunicación que nos permite contar, conservar historias, entretener, ampliar nuestro horizonte cerebral, transmitir vivencias e incitar a veces a la reflexión sobre las dudas y la conducta del ser humano en el quehacer cotidiano de la realidad. Hace ya unos años hice leer a mi amigo Federico Soriguer un grupo de estos relatos y también le manifestaba entonces el interrogante de por qué escribimos. Me contestó con un texto que resumidamente os transcribo a continuación:

El escribir, autoeditarse y compartirlo con los amigos es un privilegio y un ejercicio democrático desconocido hasta ahora cuando, gracias a la técnica, desparece o está desapareciendo la línea, verdadera frontera alambrada que separaron al escritor del editor y sobre todo del lector. Hoy, afortunadamente, la escritura vuelve a sus orígenes que son los de la epístola entre amigos; eso es al menos lo que dice Sloterdijk de la cultura occidental: la historia de una gigantesco epistolario entre amigos. Primero, los griegos, que en aquellas cartas entre ellos sentaron las bases que luego copiarían los romanos, ávidos lectores de aquellos griegos a los que les había dado por contar en voz alta sus cuitas, sus costumbres, sus amores y desamores, y todo aquello que constituye la urdimbre de lo humano. Luego, siguieron los bárbaros, que leyeron a sus enemigos los romanos y con sus cartas se romanizaron, continuando con esa tradición de vampirismo antropológico que no ha cesado hasta nuestros días.

En fin, espero que vosotros mismos os deis una respuesta a los motivos por los que se escribe y tras la lectura de estas páginas sintáis que ha merecido la pena dedicarle vuestro tiempo.

JOSÉ HERRERA PERAL (PEPE HERRERA)

Opiniones sobre Momentos

Los momentos de Pepe Herrera aquí recopilados son un trozo de su vida, pero también de la vida de cada uno de nosotros. Son una apasionada, y además hermosa, reflexión, muy próxima a la filosofía, a la filosofía de todos los días. De esa que necesitamos para entender las cosas. Y son asimismo una catarsis. Y un homenaje. Y eso hay que agradecérselo a Pepe.

Hay momentos inquietantes, sobre todo. Los hay conmovedores hasta la lágrima. O cargados de un humor casi negro. Y, a veces, el desasosiego se mezcla con la emoción, con la ternura, con el humor. Porque a su autor, lejos de ser esclavo de una sola ciencia, le gusta vagar por caminos inexplorados. Creo que siempre ha tenido ese espíritu errático que lo enriquece.

Dentro de una aparente heterogeneidad y un falso desorden —que no es sino el caos de la propia vida—, desfilan en los momentos el cambio climático, la inmigración, la xenofobia, la enfermedad, el miedo, el fanatismo, la religión, el amor, el paso del tiempo, el envejecimiento,… En definitiva, la vida, y la muerte. «Solo bioquímica desde el principio al fin». Eso son los momentos de Pepe Herrera. Y los de todos nosotros. La vida, el «acortamiento de los telómeros» y la muerte.

¡Ah! Léanlos, si pueden, con Thelonious Monk de fondo. Y diviértanse. Sospecho que podrán contestar a Pepe su pregunta final: ¿por qué o para qué escribo?

Alberto Salamanca (Granada, España)

Escritor y médico

***

Uno se desliza suavemente por la prosa de Momentos sin necesidad de descansos. Recorre el cielo terrestre y el infierno terrestre, el amor y la intolerancia, el exilio y el abrazo de los otros, la soledad y la compañía de la nostalgia.

Pepe Herrera en estos relatos va por la vida como rindiendo cuentas y no queda más remedio que acompañarlo y, como amigo que vive en otro continente, aprobar sus valientes testimonios que sirven para unirnos en este mundo que se cree global y nos exilia a todos.

Juan Serra (Tucumán, Argentina)

Político. Periodismo

***

El libro de Pepe requiere de una autorización de nosotros, la de dejarse interpelar por cada una de las historias, que nunca pertenecen solamente al autor. Los relatos ocurren en algún lugar del pasado o del futuro en donde las marcas que va dejando Pepe, hace que muchas veces se prefiera que lo que cuenta no hubiera existido y que todo su recorrido sea ficción.

Nos hace guiños, de complicidad, logrando hacer humano lo que quisiéramos alejar de nosotros, nuestra propia extranjeridad.

Sin embargo, no nos deja escapar, atravesando los límites del lenguaje con la ternura, que es su singularidad, logrando como pocos de nosotros, no desvirtuarla en su escritura.

Los relatos a veces son experiencias que, en principio, se muestran simples, cotidianas, sin embargo, acaban mostrando toda la fuerza de una inusitada revelación.

Los lectores, quizás encuentren como yo, en las historias que nos va contando Pepe, seres de este mundo a quienes aún se puede amar.

Leyendo a Pepe, estaremos menos solos, acompañados por él, en su desafío de atrapar con el lenguaje el imposible de la comprensión humana.

Zully Flomenbaum (Jerusalén, Israel)

Psicoanalista, miembro de la Asociación

Mundial de Psicoanálisis, AMP

Insomnio

Miré hacia la mesita de noche y vi en el despertador que eran solo las tres de la madrugada. Desde hacía cierto tiempo a menudo tenía insomnio. Pensé lo malo que es el paso de los años. Al instante de tener ese pensamiento, tuve una sensación desagradable dentro de mí dado que no me gusta reconocer los achaques de la edad. El dormir mal había comenzado tras mi jubilación. Palpé en la oscuridad entre las sábanas y a mi lado estaba mi mujer que dormía profundamente. Le acaricié sus cabellos y me invadió una sensación tranquilizadora al saber que estaba cerca de mí; habíamos superado un periodo de crisis de esos que sobrevienen a la parejas cuando llevan muchos años conviviendo. Mantuve los ojos abiertos y al rato ya me había adaptado a la penumbra de la habitación. Hice un intento de dormirme. Cambié de posición, cerré los párpados y procuré no pensar en nada, sobre todo no quería pensar en lo que tenía que hacer a la mañana siguiente. Di muchas vueltas en la cama durante un largo rato y esto aumentaba mi desasosiego. Me fue imposible volver a conciliar el sueño. Aparecían en mi mente pensamientos relacionados con mi anterior trabajo y con la situación del mundo; recordé las absurdas noticias del telediario de la noche anterior que solo demostraban lo inmensas que pueden ser la estupidez y la maldad humanas.

Como no podía dormirme, me levanté sigilosamente. Caminé hasta el cuarto de baño y tuve mi lucha particular con las dificultades urinarias, situación que compartía con varios amigos de la misma edad. Luego, fui al salón y me puse unos cascos para oír música. Comencé con Thelonious Monk y el jazz me transportó en el tiempo y en el espacio. No sé por qué recordé a una novia de mi juventud si hacía más de cincuenta años que no sabía de ella. Me imaginé cómo sería su rostro y su silueta ahora, ya que por entonces era de un atractivo magnético y subyugante. Quizás ella, si es que aún vivía, estaría como yo, notando los efectos del paso del tiempo y probablemente, ya no cautivaría a nadie.

Quise olvidar ese tema y lo hice cambiando de música. En unos instantes, penetró en mi cerebro la interpretación de Glenn Gould de las Variaciones Goldberg de Bach. Esas notas de piano, además de deleitarme y trasladarme a otro lugar, despertaron en mi mente recuerdos de una novela que años atrás había leído: se titulaba Sábado. Había sido escrita por McEwan y en ella se hacía referencia a esa pieza musical, ya que uno de los personajes, que era neurocirujano, la ponía en quirófano mientras operaba. Disfrutando de Gould, comencé a hojear un manuscrito que tenía desde hace tiempo sobre la mesa del salón. Era otras de mis ocupaciones pendientes: había comenzado a escribir unas memorias de mi vida profesional como médico. No sé por qué, pero relataba bien y sin dificultad la rutina que había tenido durante más de cuarenta y cinco años. Sin embargo, cuando escribía sobre casos clínicos que marcaron mis vivencias de ginecólogo, recordaba a las personas como individuos únicos y no como pacientes en general; cada mujer y su núcleo familiar tenían una riqueza de matices que ahora y pasado los años los aprecio aún mejor. Lo cierto es que me detenía en cada historia particular de mis pacientes y sus circunstancias, lo que hacía que la proyectada memoria profesional fuera mutando a otra cosa: se transformaba en un relato de seres humanos que compartieron conmigo quizás los momentos más importantes de sus vidas donde la existencia, la enfermedad y la muerte hacen su impronta para siempre. La mayoría de ellas confiaron en mí y las experiencias compartidas pasaron a formar un territorio común en los recuerdos. Me daba la impresión de que nuestras vidas se habían entrecruzado en una telaraña que nos envolvía de forma placentera, aunque también ahora algo triste por la sensación de que había llegado a un final.

Al dejar el manuscrito sobre la mesa, golpeé accidentalmente unas fotos enmarcadas que mi mujer tenía en el salón. Aunque siempre estaban allí, esa madrugada las observaba de modo diferente. En ellas estábamos toda la familia: mis hijos, más pequeños, nosotros, más jóvenes; todos sonrientes y felices en aquel hotel de las playas gaditanas que era como nuestro hogar de adopción en los veranos de nuestra vida. En ese instante, me propuse que debía evitar la fuga del pensamiento a recuerdos que ya no volverían, pero de los que me sentía dichoso de haberlos tenido. Apagué la música y me quité los auriculares; siempre trato de ser muy racional ante los hechos de la vida, pero en esos instantes no lo estaba siendo. Miré el reloj y eran las seis y media de la mañana. Volví al dormitorio.

En ese momento, fui totalmente consciente de que mi insomnio sí tenía entonces motivos claros para haberme alterado la noche. No era como en otras ocasiones; me di cuenta de que no había querido pensar deliberadamente en lo que teníamos que hacer mi mujer y yo aquel día.

A las siete de esa mañana especial sonó el despertador. La luminosidad de un día radiante se filtraba por todos los ángulos de la habitación en el comienzo de ese lunes que hacía presagiar una jornada calurosa en nuestra querida ciudad. Aunque estaba totalmente despierto, permanecí sentado unos veinte minutos más en la cama. María seguía dormida a mi lado, inmóvil y demostraba poco interés en levantarse para realizar las actividades que teníamos previstas para ese día tan señalado; al menos, eso es lo que me pareció a mí. Mi mujer y compañera, siempre tan vital, había sufrido un cambio en su actitud desde que notó aquel bulto en el cuello. Llevábamos semanas de pruebas médicas a las que yo acudía como un acompañante más, lo que me había costado mucho dado que durante años estuve al otro lado de la mesa en una consulta. Tras acariciarle su rostro sin obtener respuesta, me levanté y me dirigí a la cocina; desde allí, observé el jardín en donde el verde césped y las preciosas flores producían un placer sensorial intenso solo alterado por el miedo que se había instalado en nuestras vidas desde que nos sentimos amenazados por la enfermedad y la muerte. Preparé el desayuno y en una bandeja lo llevé a nuestro dormitorio. Desperté a María y desayunamos casi sin hablar, pero, cuando ella salió de la ducha, se abrazó a mí sin pronunciar palabra: no hacía falta.

Unas horas después, ya estando en la sala de espera del hospital, fuimos llamados a la consulta de la médica. Nos recibió sin mirarnos mientras observaba unos informes que tenía sobre la mesa. Mientras los leía, nosotros estábamos tomados de la mano y sin quitarle la vista a las expresiones de su rostro. Unos instantes después, la doctora levantó la vista y nos dijo:

—No es nada importante, es solo un proceso inflamatorio antiguo. No hay que hacer ningún tratamiento. —Se puso de pie y se acercó a María. Le dio un beso en la mejilla y le dijo — Nos vemos el año que viene.

Salimos de la consulta y casi corrimos por los pasillos del hospital. Parecía que los dos hubiésemos rejuvenecido; con la fuerza de la alegría y del optimismo nos sentíamos lanzados al paraíso de una felicidad recuperada. Cuando llegamos a casa, estaban nuestros hijos esperándonos: nos fundimos en un abrazo todos juntos y nos dispusimos a preparar una comida familiar especial.

Esa noche ya no tuve insomnio, aunque soñé que terminaba de escribir mis memorias al tiempo que escuchaba a Thelonius y a Gould.

Ruidos

Estaba profundamente dormido cuando Marta me despertó:

—He oído ruidos —me dijo.

Tardé en despertarme, pero unos minutos después bajaba por las escaleras aguzando los sentidos para intentar confirmar lo que ella había oído. En ese momento, escuché una crepitación que provenía del salón; me detuve con brusquedad. Pensé que habían entrado ladrones en casa. Sentí en mi cuerpo al mismo tiempo una mezcla de miedo y rabia. Todos mis sentidos se pusieron en alerta máxima y esperé agazapado que algo ocurriera. Pasaron los minutos y solo reinó el silencio. Marta se reunió conmigo y esperamos juntos un largo rato.

Al constatar que no se repetían los ruidos, decidimos recorrer la casa y no observamos nada anormal: todo estaba en orden. Volvimos a la cama, aunque tardamos en dormirnos otra vez, ya que los dos, sin hablar entre nosotros, permanecimos bastante tiempo escrutando el silencio para interpretar qué nos había sobresaltado aquella noche.

Al día siguiente, retornamos a nuestros trabajos y no volvimos a hablar del asunto, pero por la noche, a las dos de la madrugada, volvió a ocurrir lo de la velada anterior. Esa vez oímos pequeños ruidos, crujidos de maderas y sonidos como si los muebles fuesen deslizados de un sitio a otro. Repetimos el periplo de la noche pasada: recorrimos temerosos y preocupados cada una de las habitaciones de la casa y no encontramos ninguna explicación a nuestras percepciones auditivas. A pesar de ello, no desapareció en nosotros la sensación de angustia intensa.

La semana siguiente estuve solo en casa. Marta me dijo que tenía que viajar por razones de trabajo y que estaría varios días fuera; más tarde, me di cuenta de que había sido solo un pretexto para no estar en casa, ya que ella tenía pánico de volver a pasar una noche como las que habíamos vivido llenas de ansiedad y desasosiego. Para mí, esos días de soledad fueron una repetición de los anteriores: cada noche que pasaba oía más ruidos inexplicables, pero comenzaba a acostumbrarme a ellos. Pasé del miedo que me inmovilizaba a necesitar oír esos ruidos que rompían la soledad que me embargaba desde hacía tanto tiempo. Marta no regresó nunca y tampoco la extrañé.

Con el paso de las semanas, noté que ese lenguaje de sonidos nocturnos comenzaban cada vez más temprano y eran también más nítidos e intensos: oía ruidos de sillas, puertas que se abrían o cerraban y hasta voces susurrantes.

Ayer, al anochecer, cuando regresaba del trabajo, al acercarme a mi casa vi luz en su interior. Me quedé paralizado e incluso dudé por un instante de si estaba en el sitio correcto. Unos segundos después, me repuse y, mientras introducía la llave en la cerradura, la puerta fue abierta por una mujer de mediana edad, muy afable, que me invitó a entrar en mi propio hogar. Me quedé estupefacto, pero sin hablar siquiera la seguí como un autómata hasta el salón. Allí había un hombre de sonrisa plácida que me invitó a sentarme en su mesa, ya que al parecer mi llegada había interrumpido la cena.

Como si fuese una situación ordinaria, cenamos los tres, conversando de cuestiones diversas, hasta que esos anfitriones en mi propia casa se despidieron de mí y se marcharon hacia los dormitorios. Me quedé solo, sentado en el sofá del salón, y, al cabo de un rato, comencé a oír los ruidos de siempre en las habitaciones contiguas. No sabía qué pensar y no supe qué hacer, por lo que opté por pasar la noche allí tumbado. Para distraerme, me dediqué a descifrar los sonidos que invadían la casa; me quedé dormido.

€3,99

Žanrid ja sildid

Vanusepiirang:
0+
Objętość:
191 lk 2 illustratsiooni
ISBN:
9788418230196
Kustija:
Õiguste omanik:
Bookwire
Allalaadimise formaat:
Mustand, helivorming on saadaval
Keskmine hinnang 4,8, põhineb 45 hinnangul
Audio
Keskmine hinnang 4,2, põhineb 530 hinnangul
Tekst, helivorming on saadaval
Keskmine hinnang 4,7, põhineb 292 hinnangul
Mustand
Keskmine hinnang 4,3, põhineb 16 hinnangul
Audio
Keskmine hinnang 4,6, põhineb 767 hinnangul
Audio
Keskmine hinnang 4,8, põhineb 224 hinnangul
Audio
Keskmine hinnang 4,8, põhineb 4922 hinnangul
Tekst, helivorming on saadaval
Keskmine hinnang 4,3, põhineb 580 hinnangul
Tekst
Keskmine hinnang 0, põhineb 0 hinnangul