Loe raamatut: «Cuando mi corazón calma», lehekülg 2

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Los padres competentes cometen errores en su crianza, pueden incluso reproducir los modelos transmitidos por la generación anterior, y necesitan aprender habilidades y recursos y reorganizarse tras la ruptura de pareja. Pero antes, durante y tras esta pueden reflexionar (e incluso cambiar los modelos inadecuados de la generación anterior), expresar las emociones, comunicarse, resolver los problemas y compartir una parentalidad responsable y bientratante mediante acuerdos en los que prime el interés superior del menor. Porque son padres que tienen capacidad parental suficiente7 y, por tanto, pueden manejar el divorcio poniéndose en la piel de sus hijos, manteniendo el vínculo con ellos de una manera sensible y dándoles seguridad, sabiendo el dolor y el estrés que les genera un suceso de este tipo. No queremos padres perfectos —no existen—, sino padres conscientes y dispuestos a reflexionar. Padres que cometan errores, pero que también den lecciones importantes de reparación a sus hijos en estas situaciones8.

Por ello, bienvenidos padre y/o madre a este libro, si lo tiene en sus manos y está hojeando estas líneas. Si busca literatura de este tipo, es que ya conecta emocionalmente con usted mismo, con lo que siente y con lo que pueden sentir sus hijos, cuando piensa en separarse o si ya se ha separado. Si es profesional de las ciencias sociales, educativas o de la salud, creo que este también puede ser su libro, y en él puede encontrar un enfoque comprensivo y útil del sufrimiento infantil causado por los divorcios o separaciones de los padres, sobre todo cuando entran en un perpetuo conflicto.

Espero que se convierta en una herramienta válida y en un faro seguro que guíe su caminar como padre o madre y/o profesional.

La Granja de San Ildefonso, a 6 de diciembre de 2019

1 La Convención sobre los Derechos del Niño son 54 artículos que recogen los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos de todos los niños. Su aplicación es obligación de los gobiernos, pero también define las obligaciones y responsabilidades de otros agentes como los padres, profesores, profesionales de la salud, investigadores y los propios niños y niñas. (Fuente: www.unicef.es).

2 Wallerstein, J. y Blakeslee, S. (2018). Second Chances: men, women and children, a decade after divorce. Orion Hardbacks.

3 Barudy, J. y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser madre o padre. Manual de evaluación de las competencias y la resiliencia parental. Barcelona: Gedisa. Nota del autor: sobre qué son las competencias parentales y su trascendencia en el desarrollo de los niños hablamos en el epígrafe siguiente.

4 Barudy, J. y Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser madre o padre. Manual de evaluación de las competencias y de la resiliencia parental. Barcelona: Gedisa.

5 Bowlby, J. (1989). Una base segura: aplicaciones clínicas de la teoría del apego. Barcelona: Paidos Ibérica.

6 R. Benito (comunicación personal, 30 de noviembre de 2019).

7 Nota del autor: padres capaces son, como veremos, aquellos con unos niveles medios de empatía y una historia de apego seguro o ganada a la seguridad. Son padres y madres que pueden reflexionar y ser conscientes de la trascendencia que tiene el rol parental en la crianza, desarrollo y bienestar de los niños.

8 Siegel, D. (2014). Tormenta cerebral. El poder y el propósito del cerebro adolescente. Barcelona: Alba Editorial.

PRIMERA PARTE
LOS FUNDAMENTOS DE LA PARENTALIDAD BIENTRATANTE COMO AMORTIGUADORES DEL IMPACTO QUE LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES TIENE EN LOS HIJOS (O DE CÓMO MANTENER LOS BUENOS TRATOS EN LOS PROCESOS DE SEPARACIÓN O DIVORCIO)1

1 Nota del autor: algunas personas me han dicho que esto es casi una utopía. Yo, no obstante, creo en ello y pienso que es posible si los adultos conectan emocionalmente con los efectos que las separaciones o divorcios maltratantes tienen sobre los niños, y si son conscientes de que los buenos tratos son la garantía de un sano desarrollo infantil. Como dice mi admirado cantautor Luis Eduardo Aute: «no renuncio a mi incurable desvarío de besos y quimeras». La separación de los padres conlleva dolor, pero con padres competentes este dolor puede amortiguarse. Los padres pueden actuar calmando, segurizando y conteniendo a los hijos en el proceso de asimilación de la ruptura. Esto es un divorcio con buenos tratos. Pero si hay conflicto y/o malos tratos, tendrá unos efectos negativos en los hijos, sobre todo si estos malos tratos se perpetúan.

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LOS BUENOS TRATOS A LA INFANCIA, CLAVES PARA UN SANO DESARROLLO Y PARA EL BIENESTAR INFANTIL
2.1 QUÉ LOGRAN LOS BUENOS TRATOS

Tal y como mis profesores Barudy y Dantagnan (2005)1 han desarrollado ampliamente, el paradigma de los buenos tratos, avalado por la investigación científica en neurociencia, postula que estos «aseguran el buen desarrollo y el bienestar infantil y son la base del equilibro mental de los futuros adultos y, por tanto, de toda la sociedad».

Cuando los padres son competentes y, en consecuencia, mantienen unas interacciones sanas y positivas con sus hijos, logran una dinámica familiar afectiva y cohesiva entre todos los miembros de la familia, con capacidad para la empatía, para expresar las emociones, resolver los problemas y participar de los recursos y redes comunitarias. En este contexto es posible un desarrollo psicomotor, cognitivo, afectivo y relacional sano en los niños y niñas, y el desarrollo de una personalidad capaz de responder con empatía, mentalización2 (Fonagy et al., 2002), solidaridad y altruismo a los desafíos de la existencia infantil y, más tarde, de la adulta. Además, estos padres no solo aseguran el bienestar infantil, sino también la esperanza de que otro mundo alternativo a la opresión neoliberal globalizante es posible (Barudy y Dantagnan, 2005)3.

Muchos padres tienen claro que tratar bien a sus hijos es proporcionarles alimentación, estructura y orden normativo en casa (con consecuencias sobre sus conductas), y valores y educación en un colegio acorde con dichos valores. ¿Y la educación afectivo-emocional? Ningún padre contempla no dar de comer a sus crías, pero… ¿y proveerles de sustento afectivo? Esto es más difícil de definir y de operativizar, pero no cabe la menor duda de que es una necesidad de todo ser humano, sobre todo en la etapa infantil.

La afectividad para algunos padres puede equivaler a malcriar a los niños (muchos padres escuchan de los suyos propios que tomar en brazos a su bebé no es bueno porque entonces el bebé se acostumbra; del mismo modo, les dicen que es necesario dejarlo llorar y no consolarlo porque, si no, no le disciplinan). Con lo cual estos reproducen y transmiten transgeneracionalmente a sus crías lo que aprendieron de sus propios padres: la afectividad no es necesaria en el desarrollo infantil e incluso puede ser negativa. Cuando en realidad un bebé y un niño necesitan del contacto para poder calmarse y regularse emocionalmente.

Esta idea, aún extendida socialmente, está equivocada. La neurociencia actual ha descubierto y demostrado que un nivel de afecto temprano es clave para un desarrollo futuro sano, reduciendo así el riesgo de desarrollar patologías mentales (Maselko et al., 2010; Gerhardt, 2016)4. Con lo cual, tenemos que cambiar la mentalidad y considerar la afectividad como una necesidad que estimula el crecimiento del cerebro y la conectividad de las neuronas. Del mismo modo que todos entendemos que una buena alimentación es clave para que los niños crezcan y se desarrollen físicamente de una manera adecuada, la afectividad es el alimento que el cerebro también precisa para una óptima configuración, además de ser necesario desde el punto de vista psicológico y de la salud, entendida desde una concepción basada en el bienestar integral del ser humano.

Así pues, para organizar su cerebro y desarrollarse, los niños necesitan, desde el inicio de sus vidas, sentir de sus padres o sus cuidadores (Barudy y Dantagnan, 2005)5:

• El contacto físico, en forma de caricias.

• Palabras que transmitan una melodía amorosa.

• Comportamientos constantes y coherentes que sean capaces de calmar la excitación provocada por sus estados de necesidad.

• Una estimulación permanente que tenga en cuenta la singularidad de su desarrollo.

• Los niños necesitan ser educados con amor, que no es incompatible con la autoridad.

• Los niños necesitan construir una identidad individual y social a partir de relatos coherentes, verídicos y respetuosos con los derechos humanos.

Por lo tanto, cuando tratamos bien a los niños les proporcionamos una experiencia prolongada de amor, cuidados y seguridad necesaria para que pueda orquestarse el neurodesarrollo, el cual, aunque sigue un programa genético, es totalmente dependiente del entorno (Cozolino, 2017)6. Desechemos la idea, aún imperante en muchos padres y en profesionales del mundo educativo y de la salud mental, de que los niños se desarrollan por sí mismos y de que las experiencias relacionales que viven en sus primeros años de vida no son importantes para la creación y el desarrollo del cerebro y la mente humanas.

Concluimos, junto con Barudy y Dantagnan (2005)7, afirmando lo siguiente: «no cabe ninguna duda de que el propio desarrollo cerebral depende de los cuidados y de los buenos tratos que cada persona haya recibido en su niñez como en su vida adulta».

Para seguir profundizando en el tema, os remito a los libros de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan (2005; 2010)8. Para nuestro propósito, ya hemos cumplido el objetivo de este epígrafe, que no es otro que el de constatar la enorme trascendencia que tienen los buenos tratos para todo ser humano. El cerebro es un órgano social y extremadamente sensible y vulnerable a factores estresantes que, sostenidos en el tiempo y desbordando los recursos de las personas para hacerles frente, lo desregulan neuroquímicamente. En el caso de los niños, estos, al contar con menos herramientas psicológicas para lograr la autorregulación emocional ante el estrés, y al ser dependientes de los adultos para conseguirlo (más cuanto más pequeños son), la capacidad que tienen por sí solos de alcanzar ese equilibrio neuroquímico cerebral es mucho menor. Por ello, cuando protegemos a los niños a edades tempranas se puede afirmar que los neuroprotegemos, pues sus sistemas de regulación psicofisiológica y neuroquímica se están formando y solo aprenderán a modularlos con adultos sensibles y empáticos, de quienes aprenden gracias a su permanencia a lo largo de su desarrollo (Gerhardt, 2016)9.

Tabla 2.1

Mantener los buenos tratos cuando los padres se divorcian.

Nos vamos a separar y tenemos miedo de que a nuestro hijo le afecte este acontecimiento. ¿Cómo podemos mantener un clima de buen trato que pueda garantizar que nuestro hijo se desarrolle bien a pesar del estrés que la nueva situación le va a generar?

1. Las disputas y diferencias como pareja las discutirán cuando su hijo no esté presente.

2. Se propondrán firmemente respetarse el uno al otro. Cuando hablen sobre ustedes, su relación y la crianza del niño, no se harán daño: ni gritos, ni insultos, ni descalificaciones, ni humillaciones, ni agresiones físicas…

3. Hasta que llegue el momento de comunicar al niño la separación, aunque no tengan deseo de besarse ni de darse muestras de cariño como hacían antes delante de él, traten por todos los medios de dispensarse un trato cordial y educado. Lo mismo después de la separación. Los niños aprenden de lo que ven, y observan qué hacen los adultos. Por ello, es imposible pedirles una conducta positiva y un autocontrol emocional cuando nosotros, como adultos, no hemos sido capaces de modelarlo.

4. En todo el proceso, nunca deben hablarle al niño del otro progenitor en términos negativos ni tratar de buscar alianzas para ir en contra del otro. Esto genera un alto nivel de estrés en el niño porque se sitúa en un conflicto de lealtades que la mente infantil no puede asumir. Generaremos estrés en el niño y, como ya saben por lo escrito en estos primeros epígrafes del libro, eso no es un buen trato. Un padre o madre puede pensar que por hacer eso no está tratando mal a su hijo porque tiene un concepto restringido y equivocado de lo que son los buenos y los malos tratos. Por lo que venimos exponiendo, nosotros ya sabemos que los buenos tratos son mucho más que no dañar físicamente a alguien. Manipular a un niño es una forma de maltratarle. Del mismo modo, no deben usar a su hijo como confidente o como persona sobre la cual depositar sus emociones negativas y su pesar por lo ocurrido en la separación. Tampoco para saber qué hace o piensa la expareja, lo cual convertiría al hijo en su figura de apoyo o aliado. Esto afecta al desarrollo de su futura personalidad porque es una inversión de roles y se considera una forma de maltrato.

5. No paguen con su hijo los estados cambiantes de humor propios, ni su estado de ánimo alterado como consecuencia del estrés de la separación. Si creen que puede suceder o se dan cuenta de que ha sucedido, reparen esta acción con empatía hacia su hijo y busquen tratamiento psicológico que los ayude a nivel emocional.

6. Cuando comuniquen la separación a su hijo, háganlo de tal manera que se muestren empáticos y sensibles con él, transmitiéndole expresamente que él no tiene la culpa de nada y que, como padres, se mantendrán unidos para seguir dándole lo que necesita. El niño necesita saber si seguirá contando con los dos, cuánto y cómo, y de qué modo cambiará y se verá afectada su vida (ver epígrafes 4 y 5).

7. Como adulto, es importante saber que el niño y su bienestar e interés es superior al suyo. Con ello, estamos cumpliendo nuestra función de padres, le estamos tratando bien y estamos sembrando las bases para un desarrollo posterior equilibrado psicológicamente.

8. La conflictiva de pareja, los desacuerdos por la custodia, las cantidades económicas, los regímenes de visita… que suelen surgir en las separaciones son factores de estrés para los padres también. Estas cuestiones se dirimen —ojalá— en los acuerdos de mediación y, si no hay más remedio, en el juzgado. Pero lo que es importante tener en cuenta como padres es que si tratan bien y consideran al otro progenitor, valoran y tratan bien, en consecuencia, a su hijo10. De este modo, den o reclamen lo que sea justo y necesario, porque enseñan con ello el valor de la justicia y la equidad a su hijo. Piensen que ya no es su pareja, pero que siempre será el padre o la madre de su hijo y por ello deben tratarle bien porque, de lo contrario, generan un estrés que es perjudicial para el desarrollo de las personas y de los niños. Es una cuestión de cambiar la actitud y renovar las ideas hacia la asunción del paradigma de los buenos tratos.

9. La ayuda profesional puede pedirse en cualquier momento. Tanto las terapias psicológicas como las de familia11 pueden aportar mucho en un proceso doloroso y que mueve mucho a nivel emocional. Del mismo modo, los servicios de mediación familiar permiten llegar a acuerdos y cuidar a todos durante el proceso, sabiendo que tienen validez en el juzgado (ver epígrafe 4). Los padres han de estar bien psicológicamente si quieren que sus hijos lo estén.

10. Los niños tienen un proceso de recuperación y elaboración de la pérdida de lo que hasta entonces constituía su núcleo familiar —y de asunción del nuevo y de los cambios que se producen— diferente al de los adultos. La actitud de apoyo, comunicación, cercanía, respeto (si no quieren hablar es importante darles su tiempo), contención de sus afectos y conductas… por parte de ambos progenitores es fundamental. Los niños expresan su rabia y su dolor de muchas y diferentes maneras, de acuerdo a su etapa evolutiva.

El adulto ha de ser paciente y comprensivo. Y los dos progenitores deben mantenerse unidos y sólidos para poder sostener a sus hijos en el doloroso proceso de la separación.

2.2 LA PARENTALIDAD BIENTRATANTE DEPENDE DE LAS COMPETENCIAS PARENTALES

Tanto en la introducción del libro como en el primer apartado del mismo, ya hemos dejado meridianamente claro «el poder de los buenos tratos» (Barudy y Dantagnan, 2005)12. Ojalá fuera moneda corriente en nuestra sociedad. La nueva revolución del siglo XXI en términos filosóficos para garantizar la supervivencia de la especie humana y de nuestro planeta pasa por trabajar con los niños —en la familia primero y en la escuela después— la compasión, la empatía, la cooperación y el aprendizaje tribal (Cozolino, 2019)13. Desde luego que los buenos tratos tienen cabida en este escenario, pues dichas competencias son componentes de estos. Ciertamente, aún estamos lejos de todo esto en nuestra sociedad, donde a menudo en muchos sectores —familia, sanidad, administración de justicia, educación…— no se tienen en cuenta los buenos tratos en el sentido amplio en que los definimos, esto es, cuidando la calidad de las relaciones.

Para que puedan darse buenos tratos, deben existir adultos —o cuidadores— competentes para poder dispensarlos.

En este apartado vamos a desarrollar qué son las competencias parentales y su importancia en un proceso de separación de los padres o cuidadores (ver figura 2.4).

La mayor parte de la sociedad considera que todo padre o madre puede serlo porque existen condiciones biológicas que favorecen que la parentalidad pueda darse de un modo natural. Pero, como veremos, lo importante para ser madre o padre, entre otros aspectos, son las capacidades de apego y empatía, que no solo dependen de la neurobiología, sino de la interacción de esta con el entorno y las personas.

Es cierto que una de las fuentes de la parentalidad bientratante es la biología. Sin embargo, los seres humanos somos más que biología. Somos seres biopsicosociales, y nuestros rasgos y características personales se han desarrollado como consecuencia de la influencia de, primero, la familia —principal escuela de socialización— y, después, otros agentes sociales —escuela, grupos de pertenencia…—. La competencia parental, entonces, está influenciada por lo que otros adultos —en especial nuestros propios padres o personas con las que nos criamos— hicieron con nosotros cuando éramos niños (capacidades de apego y empatía por parte de nuestros padres). Estas capacidades son el sustento de la parentalidad bientratante, como si fuesen los cimientos del edificio. La competencia parental, además, se compone de las habilidades que como padres aprendimos dentro los modelos de crianza en los que nos socializamos en nuestra familia de origen. Finalmente, la competencia parental se ve influenciada por lo que Jorge Barudy denomina la «plasticidad estructural», que incluye el hecho de que los padres den respuesta a las necesidades de sus hijos como seres singulares y a los recursos de los que pueden disponer para acompañar el desarrollo de sus crías.

Por lo tanto, la biología, por sí sola, no garantiza una parentalidad bientratante. En el ejercicio de la parentalidad contribuyen más fuentes. La fuente principal —que también interactúa con la biológica y la modifica— es la parentalidad social, compuesta por las capacidades de apego, empatía, resiliencia, modelos de crianza y participación en redes sociales.

2.3 FUENTES DE LA PARENTALIDAD BIENTRATANTE

En las competencias parentales influyen las siguientes fuentes (Barudy y Dantagnan, 2005)14:

Las fuentes biológicas. Principalmente las hormonas: la oxitocina, la vasopresina y los opioides endógenos o endorfinas que favorecen el contacto humano y la relación social y propician que las madres (y también los padres) sientan la necesidad de cuidar, pues son sustancias que aparecen en mayor cantidad en estas situaciones. «Las hormonas del buen trato determinan muchos aspectos de la conducta social y tienen un papel importante en algunas relaciones interpersonales, así como en la regulación de la intensidad y en el contenido emocional que aquellas puedan adquirir» (Barudy y Dantagnan, 2005)15. Del mismo modo, nuestra organización cerebral es dependiente del entorno humano porque nacemos, como especie, inmaduros y debemos completar nuestro desarrollo fuera del útero materno, en un exoútero (que es el vínculo de apego que desarrolla el bebé hacia el cuidador) hasta la maduración cerebral, que no culmina hasta los veinticinco años.

Las capacidades parentales. El apego y la empatía.

Los modelos de crianza, la participación en redes sociales y la resiliencia.

Los modelos de buenos tratos en la cultura, en la familia, en las instituciones y en la sociedad. La conciliación de la vida familiar y laboral en tiempos de crisis tendría que ser uno de los pilares de una sociedad bientratante.

Vamos a desarrollar más detenidamente estas competencias: las capacidades parentales, los modelos de crianza, la participación en redes sociales y la resiliencia. Son temas muy importantes en relación al divorcio de los padres.