Loe raamatut: «Estrategias de evaluación»

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Primera edición, 2021.

© Juan Carlos López Barajas, Roberto Carlos López Barajas

y José Manuel López Barajas

ISBN 978-607-8676-74-3

Editorial Página Seis, S.A. de C.V.

Teotihuacan 345, Ciudad del Sol,

C. P. 45050, Zapopan, Jalisco

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Se editó para publicación digital en septiembre de 2021.

Índice

INTRODUCCIÓN

UNIDAD I. IMPORTANCIA DE LA EVALUACIÓN EDUCATIVA

UNIDAD II. ¿QUÉ ES EVALUAR?

UNIDAD III. CARACTERÍSTICAS DE UNA EVALUACIÓN CONSTRUCTIVISTA

UNIDAD IV. INSTRUMENTOS Y PROCEDIMIENTOS DE EVALUACIÓN

ANEXO

IV.I TÉCNICAS INFORMALES. LA OBSERVACIÓN Y EXPLORACIÓN EN EL AULA

IV.II TÉCNICAS SEMIINFORMALES. LOS EJERCICIOS, ACTIVIDADES Y TAREAS

IV.III TÉCNICAS INFORMALES. LAS PRUEBAS TIPO TEST, EJECUCIÓN DE PROBLEMAS Y LISTAS

IV.IV TIPOS DE EVALUACIÓN. EVALUACIÓN INICIAL, FORMATIVA Y SUMATIVA

IV.V EVALUACIÓN DE CONTENIDOS. CONTENIDOS DECLARATIVOS, PROCEDIMENTALES Y ACTITUDINALES

UNIDAD V. APRENDIZAJE BASADO EN COMPETENCIAS

INTRODUCCIÓN

La evaluación es una actividad que se ha desarrollado en distintas culturas desde hace miles de años; específicamente en el contexto educativo, la encontramos en la Edad Antigua. Se caracterizó por el uso de procedimientos instructivos basados en referentes, que tenían la intención de evaluar la capacidad de las personas. Al principio se evaluaban capacidades precisas —como la expresión frente a tribunales— que determinaban si el candidato era apto o no. Ya hacia el siglo XIX, la evaluación respondía a prácticas que se basaban en instrumentos; aparecen los diplomas de graduación y surge un sistema de exámenes de comprobación que se elaboraban de acuerdo con los requerimientos de la sociedad en esa época. Esta primera generación de exámenes se denomina, por Guba y Lincoln (1989; citado por SEP, 2013), como de la medición, y es antecesora de los test; en los que el evaluador tenía la función de técnico que proveía instrumentos de medición.

Con esta herencia que dejó el siglo XIX a la evaluación, en las primeras décadas del siglo XX, los expertos continuaban con la convicción de aplicar nuevas pruebas que ayudaran a evaluar y mejorar los resultados de la educación, así como de encargarse del diagnóstico y la colocación de estudiantes de acuerdo con sus necesidades de aprendizaje.

Dentro de los personajes que destacan en la evaluación se encuentra Thorndike, con sus estudios de la inteligencia y la creación de los primeros test; posteriormente, Alfred Binet perfecciona y profundiza en el estudio de la inteligencia, dando paso a la creación del test Standford-Binet en la Universidad de Standford.

Ello dio lugar a la creación de una gran cantidad de test estandarizados que determinaban diversas destrezas escolares y medían la inteligencia. No obstante, se hace énfasis en la necesidad de que sea el docente quien elabore sus propias pruebas objetivas.

A finales de los años cuarenta, el concepto de la evaluación se ve empañado por la crítica respecto a la estandarización y sistematización de los procesos para evaluar. En esta década, Tyler replantea la necesidad de una evaluación científica que permita perfeccionar el proceso de educación. Así, introdujo en su término de currículum el método sistemático de evaluación educativa, describiéndolo como «el proceso» que surgió para determinar en qué medida se alcanzaban los objetivos previamente establecidos (Tyler 1967 y 1969, citado por SEP, 2013). Con ello se da un gran salto, ya que la evaluación era considerada como medición y la nueva propuesta consistía en que se emitiera un juicio de valor acerca de la información que se recabara.

En décadas subsecuentes comienzan a surgir las taxonomías para los objetivos educativos, y la más común es la de Benjamin Bloom. Ya para la década de los años setenta, la evaluación se centraba en los alumnos y el rendimiento que estos tuvieran, pero la interpretación que se diera dependería del tipo de decisión que se estuviera buscando. Esta visión se modificó una década después, porque en Estados Unidos se dio auge a la rendición de cuentas. A partir de esta época comenzaron a surgir cada vez mayor cantidad de test y estrategias de evaluación educativa, consolidándose así la evaluación como parte de la investigación. Aparecen revistas especializadas, se fundan asociaciones científicas y se ofrecen cursos y programas de investigación en evaluación.

Objetivo general

Agrupar la habilidad para evaluar los procesos de aprendizaje de los alumnos, así como los procedimientos aplicables a la valoración de las actividades realizadas por los mismos, a través de la tabla verdadero/falso, el mapa cognitivo, el cuadro comparativo, las tablas explicativas, la técnica QQQ y el taller para valorar la importancia que tiene la evaluación educativa, necesaria y fundamental en la labor docente.

UNIDAD I

IMPORTANCIA DE LA EVALUACIÓN EDUCATIVA

La evaluación educativa se basa en una serie de supuestos que no siempre son evidentes para los observadores externos. Incluso, en ocasiones, una mala comprensión de lo que implica la evaluación por parte de quienes la llevan a cabo conduce al empleo de prácticas evaluativas incorrectas. Los criterios de aplicación comienzan desde el momento en que se plantean las preguntas: ¿qué evaluar?, ¿para qué evaluar?, ¿quién lleva a cabo la evaluación? y ¿cómo hacerla?. Tras tomar estas decisiones, el uso de criterios de evaluación se multiplica: deben tomarse en cuenta los criterios técnicos que garanticen una evaluación imparcial y justa, los criterios cualitativos que garanticen la validez y la pertinencia del proceso y los criterios sociales que garanticen la utilidad y el desarrollo del sistema de evaluación (Sánchez-Moguel, 2004).

La evaluación del aprendizaje es una práctica que ha ido cobrando relevancia en la reflexión de los estudiosos educativos en los últimos 30 años; ejemplo de ello queda plasmado en los diversos congresos de investigación educativa, en los que se hace mención de la necesidad de una evaluación completa e integral.

Desde el año de 1979, García Cortés señalaba el problema de la «realización paupérrima de estudios de evaluación educativa en nuestro medio». El estado de conocimiento sobre la evaluación del aprendizaje del II Congreso Nacional de Investigación Educativa (Martínez et al., 1993) señala que son muy pocos los trabajos realizados a lo largo de la década de 1982 a 1992 sobre este aspecto de la evaluación educativa; se encontraron solamente 81 estudios, tesis y artículos. En el III Congreso Nacional de Investigación Educativa (1995) se observaba aún la dispersión de la temática, ya que los trabajos presentados eran en general técnicos y referentes a problemas relativamente aislados. Fue hasta el ciclo 2001-2006 que se reconoció su importancia en el Programa Nacional de Educación:

El Programa Nacional de Educación 2001-2006 ya reconoce que «la evaluación permanente y sistemática […] es un importante instrumento de gestión […] para llevar a cabo acciones de mejora, así como para rendir cuentas a la sociedad». Actualmente, existen instituciones de creación reciente (el Instituto para la Evaluación de la Educación es un ejemplo) cuyas preocupaciones giran en torno a desarrollar la evaluación de la educación así como la reflexión de la misma (Sánchez-Moguel, 2004).

Con el gran impacto que comenzaba a representar la evaluación educativa se observó, al mismo tiempo, la cada vez más marcada falta de interés en los aspectos técnico-teóricos del tema, así como la falta de espacios dedicados al análisis de estos aspectos en las instituciones formadoras de maestros. Esto llevó a la existencia —en algunos casos— de prácticas evaluativas del logro escolar en el interior del aula, carentes de una reflexión sobre las razones por las que se evalúa, dando prioridad al cumplimiento administrativo sobre la utilidad real de la información, y haciendo uso de procedimientos e instrumentos de evaluación poco planeados y mal estructurados. De ellos no se elaboraba un análisis profundo de lo obtenido y, por el contrario, se daba mayor énfasis a los intereses crediticios, distorsionando, de esta manera, lo que los estudiantes realmente saben, como ligar la conducta a la calificación, las altas posibilidades de fraude o las pruebas que privilegian lo memorístico sobre lo reflexivo.

Si bien es indispensable que cada profesor haga evaluaciones particulares y a profundidad de estos elementos en su espacio de trabajo, es también necesario contar con perspectivas más generales de la labor académica que sirvan de monitor a la comunidad general de las escuelas. Por tanto, la evaluación de grandes cantidades de estudiantes a partir de instrumentos estandarizados, la evaluación reflexiva entre los maestros y la evaluación institucional se presentan como prácticas útiles en el acopio de datos globales sobre la situación escolar. Sin embargo, existen situaciones en las que estos resultados son generalizados y se toman solo como cifras institucionales, dejando de lado la reflexión y profundización de los resultados que lleven a una real mejora educativa.

Existe una serie de cuestiones respecto a la forma de abordar el trabajo de la evaluación masiva, que ha sido resuelta con base en criterios poco claros e incluso sin considerar siquiera los problemas teóricos y de aplicación, planteando las decisiones en términos meramente técnicos y/o administrativos. García Cortés (1979, citado por Sánchez-Moguel) explicó la gran importancia que tiene determinar, para cada caso, para qué evaluar y qué evaluar. Sánchez-Moguel señala que existen tres puntos de especial importancia en cuanto a la pertinencia de un procedimiento de evaluación: 1) que el tipo de información arrojada sea realmente un indicador útil sobre los conocimientos y/o habilidades de la población; 2) que existan criterios fundamentados para interpretar los datos obtenidos en la examinación de grandes grupos; 3) que la información obtenida llegue a los destinatarios que pueden darle utilidad (profesores, planificadores académicos de la escuela y estudiantes).

La Secretaría de Educación Pública (SEP; 2013), en su manual de evaluación, señala como criterios básicos de referencia para evaluar la educación:



Tomado de «La evaluación en la escuela» SEP, 2013

Actividad

Para reflexionar sobre la propuesta elaborada por Sánchez-Moguel, referente a que es labor de cada docente elaborar sus propias estrategias de evaluación, se propone analizar aquellos aspectos que debemos tomar en cuenta para ejercer juicios de valor más precisos y objetivos. Habrá que hacer el siguiente análisis.

Inventario de evaluación (SEP, 2013)



Actividad que realizan los alumnos y es evaluada por eldocenteTipo de evaluación que se aplicaMomento del proceso educativo en que se aplica laevaluaciónQué se identifica con la evaluación


Bibliografía

Sánchez-Moguel, A. (2004). Criterios de evaluación educativa: bases y perspectivas. Avance y perspectiva. pp. 1-7.

Secretaría de Educación Pública (SEP). (2013). La evaluación en la escuela. Dirección General de Formación Continua de Maestros en Servicio.

UNIDAD II

¿QUÉ ES EVALUAR?


¿Qué es evaluar?

La evaluación de lo educativo es una tarea fundamental, por su función de retroalimentación del sistema y sus subsistemas. De tal manera, la evaluación se debe llevar a cabo, en primera instancia, por la comunidad involucrada en el proceso de educación, con la participación de los actores educativos en las diferentes fases de la evaluación, principalmente en las de fundamento —para el establecimiento de los criterios con base en valores reconocidos por el grupo— y en las de retroalimentación (Sánchez-Moguel, s.f.).



Tomado de «La evaluación en la escuela» SEP, 2013


Cuando hablamos del proceso de evaluación hacemos referencia a la acción de emitir juicios de valor sobre el estado presente del sujeto, del objeto o del fenómeno de interés, en función del atributo o conjunto de atributos que se hayan definido como «deseables».

En este sentido, entenderemos la evaluación como un proceso dentro del cual el docente establece los elementos que, en función del aprendizaje deseado en los alumnos, determina o considera deseables para conseguir la comprensión y/o aplicación adecuada por parte del alumno sobre el tema en cuestión.

Para la evaluación educativa comprenderemos el proceso de evaluación como una estrategia de recolección de información sobre los diferentes momentos, los actores y auxiliares del proceso de enseñanza-aprendizaje, así como de reflexión y juicio respecto a esa información (Sánchez-Moguel, s.f.).

Observar la evaluación como un proceso, que bien puede incluir la medición, pero que sustancialmente se preocupa por el proceso de aprendizaje en todos sus aspectos, demanda del docente la ponderación de los factores que intervienen en el aprendizaje del estudiante, tanto curriculares (estructura de los contenidos, diseño de los materiales, apoyos complementarios, etc.) como situacionales (espacios y hábitos de estudio) y de interacción docente-alumno.

La evaluación como proceso y como medición no asume formas y procedimientos opuestos de manera irreconciliable. Son concepciones que se interesan por aspectos diversos del aprendizaje que, desde una perspectiva integral de la enseñanza y el aprendizaje, pueden intervenir de forma complementaria, atendiendo a su particular utilidad y ventaja (SEP, 2013).

El propósito de una prueba educativa es obtener datos que permitan hacer inferencias acerca del conocimiento que tiene un estudiante respecto al dominio evaluativo que mide la prueba, información que es útil a los educadores para tomar decisiones tendientes a mejorar el proceso educativo (Backhof-Escudero et al., 2006).



Tomado de «La evaluación en la escuela» SEP, 2013


La evaluación, entendida como proceso o herramienta formativa, es la práctica mediante la cual podemos dar seguimiento y apoyo a los alumnos, describir los logros y dificultades para la articulación de saberes, apreciar el camino que sigue su formación y, con base en ello, orientar de mejor manera el logro de los aprendizajes esperados (SEP, 2013).

Una adecuada evaluación consta de tres elementos básicos: la realidad, que es observada, registrada o medida; el punto de referencia o criterio bajo el que se establecerán los parámetros; y la contrastación, que permite emitir una valoración sobre la distancia entre la realidad y el criterio deseado.




Con la evaluación se busca seriedad académica, conceptual y administrativa, necesarias para emitir el juicio correspondiente a la preparación y acreditación del estudiante. Sin embargo, el docente no debe perder de vista el logro del aprendizaje esperado para encauzar de mejor manera su apoyo académico.

Para que la evaluación resulte verdaderamente efectiva esta debe tener en consideración los aspectos mencionados, al mismo tiempo que considere el tipo de evaluación que se está realizando. Se debe buscar que las evaluaciones cuenten con la validez, la confiabilidad y objetividad precisas, de manera que los resultados obtenidos puedan ser interpretados y analizados de forma concreta. Además, deben considerarse los factores externos, como lo son el contexto bajo el que se elabora la evaluación y el propio contexto escolar; esto permite que se tomen las decisiones adecuadas a partir de lo obtenido. En esencia, una adecuada evaluación lleva a una adecuada interpretación y, por lo tanto, a una mejora educativa tanto para el estudiante como para la institución y los programas educativos.

Así, deberemos tener presentes tanto criterios técnicos como criterios cualitativos y criterios sociales que ayuden a responder a las cuestiones de ¿qué evaluar?, ¿por qué evaluar?, ¿a quién evaluar? y ¿cómo evaluar?




Dentro del aula existen un sinfín de aspectos que el docente observa y puede considerar para determinar si el alumno se encuentra dentro de lo «adecuado» para desempeñar la actividad deseada. Algunos de estos factores, que se suelen evaluar de forma cotidiana, son aspectos cuantitativos, como los aprendizajes y el desempeño dentro de una actividad específica; no obstante, dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje también deben considerarse aspectos cualitativos, como las actitudes, la creatividad e incluso la iniciativa o participación.

Para ello deben considerarse cuáles son los propósitos de la evaluación. Estos propósitos pueden ser el simple hecho de calificar o certificar al estudiante como apto para desempeñarse en esa área, en función de un dígito que así lo determine.

Otro propósito de la evaluación es la selección de estudiantes; con esta, la institución determina cuáles son los más destacados e incluso aquellos que cubren el perfil deseado para la misma. Un ejemplo de ello son las pruebas de aptitud para el ingreso a la universidad.

Finalmente, el propósito fundamental de la evaluación es la retroalimentación, ya sea que esta se dirija directamente al estudiante con objeto de ayudarle a encontrar las áreas de oportunidad y mejora en su desempeño o bien que se oriente a otros actores dentro del proceso educativo, como lo son los docentes, la institución e inclusive el sistema educativo. Se promueve la mejora educativa mediante capacitaciones docentes, elaboración de programas educativos y la reforma educativa.




Para que la evaluación cumpla realmente con su objetivo, debemos considerar algunas características fundamentales dentro de la misma:


• Funcional. La evaluación debe cumplir con un propósito.

• Sistemática. Se inserta dentro de un sistema y permite el control y la regulación.

• Continua. Se realiza a lo largo de todo un proceso.

• Integral. Debe incluir tanto aspectos cognoscitivos como psicomotores y afectivos.

• Orientadora. Contribuye a mejorar, guiar y remediar la práctica educativa.

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