Loe raamatut: «El curioso caso de la especie sinnombre»
Ricardo Villanueva Lomelí
Rectoría General
Héctor Raúl Solís Gadea
Vicerrectoría Ejecutiva
Guillermo Arturo Gómez Mata
Secretaría General
Luis Gustavo Padilla Montes
Rectoría del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas
Missael Robles Robles
Coordinación del Corporativo de Empresas Universitarias
Sayri Karp Mitastein
Directora de la Editorial Universitaria
Primera edición electrónica, 2019
Textos © Luis Javier Plata Rosas
Ilustraciones © Ubaldo Sebastián Flores Guerrero
Coordinación editorial Iliana Ávalos González
Cuidado editorial Juan Felipe Cobián
Diseño de portada e interiores J. Daniel Zamorano Hernández
Plata Rosas, Luis Javier, autor
El curioso caso de la especie sinnombre: anécdotas taxonómicas de muy diversos géneros / Luis Javier Plata Rosas. -- 1a ed. – Guadalajara, Jalisco: Editorial Universidad de Guadalajara, 2019.
A la cabeza de la portada: Gabinete de curiosidades.
Bibliografía p. 243-271
ISBN 978-607-547-566-0
1. Plantas-Clasificación 2. Zoología-Clasificación 3. Linné, Carl von, 1707-1778 4. Nomenclatura binominal I. t.
580.12 .P71 CDD
QK91 .P71 LC
D.R. © 2019, Universidad de Guadalajara
Editorial Universitaria José Bonifacio Andrada 2679 Colonia Lomas de Guevara 44657 Guadalajara, Jalisco
www.editorial.udg.mx 01 800 UDG LIBRO
ISBN 978-607-547-566-0
Septiembre de 2019
Hecho en México
Made in Mexico
Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, existente o por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes.
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Vestíbulo
Hacer un libro es mucho más que solo escribir el texto. En ocasiones se parece mucho a filmar una película: lo que uno ve en la pantalla es el resultado del trabajo colectivo de guionista, director, actores, escenógrafos... y una larga lista a la que las películas de Marvel —mientras esperamos sentados las escenas poscrédito—, nos han acostumbrado, y en la que nadie es prescindible.
Si El curioso caso de la especie sinnombre es un placer visual tan grande para el lector como lo fue para mí cuando lo tuve en mis manos por primera vez, todo el reconocimiento es para el equipo de trabajo de la Editorial de la Universidad de Guadalajara, y en especial para: Sayri Karp, directora de esta editorial, quien desde que se lo propuse apoyó e hizo suya la idea de un “especiero” que nos permitiera esparcir lo que suele quedarse en las páginas ultraespecializadas de las revistas científicas; Iliana Ávalos, editora que coordinó y supervisó a quienes participamos en la obra y, de manera minuciosa en extremo, cuidó cada detalle; Juan Felipe Cobián, editor cuyas valiosas observaciones y sugerencias mejoraron notablemente el libro; Ubaldo Sebastián Flores Guerrero, responsable de las ilustraciones de las especies que aparecen en estas páginas, porque sólo un artista y un biólogo como él podrían haber logrado una combinación tan morfológicamente rigurosa como estéticamente disfrutable; y para Liza Kelly, quien propuso la idea de ilustrar las guardas con el escarabajo pelotero (que no pelotudo).
Es mi mayor esperanza que el goce mental que experimenten al leer nuestro libro sea equiparable al que es fruto sensual (visual, palpable, con aroma y sabor a tinta y papel, y hasta auditivo, al pasar las páginas) de su edición.
Como todo lenguaje, la nomenclatura zoológica refleja la historia de aquellos que la produjeron, y es el resultado de prácticas diversas y conflictivas. Algo de nuestro uso nomenclatural ha sido el resultado de la ignorancia, de la vanidad, insistencia obstinada sobre predilecciones individuales continuas, tanto como aquellas del lenguaje en general, de costumbres nacionales, orgullos y prejuicios. Los lenguajes comunes crecen espontáneamente en innumerables direcciones; pero la nomenclatura biológica tiene que ser una herramienta exacta que transmitirá un significado preciso a las personas en todas las generaciones.
James Chester Bradley, zoólogo
Prefacio a la primera edición (1961) del
Código Internacional de Nomenclatura Zoológica
Índice
A MANERA DE PREÁMBULO: INCLASIFICABLE PRESENTACIÓN DE CARLOS LINNEO Y SU NOMENCLATURA BINOMINAL
TERCETO INTRODUCTORIO SIN DEMASIADA CIENCIA
Guía rápida para nombrar una especie
ABC de la pronunciación para el taxónomo bisoño
¿Los chicos prefieren el queso a las espinacas?
POR LAS RAMAS DEL ÁRBOL DE LA VIDA
Glandes homenajes
Crónicas de los reinos vivientes I: donde se narra la creación de los cinco reinos de la vida
Errare nomenclatorum est
La magia de un nombre
¿Anatomía o taxonomía?
El artrópodo manos de tijera
¡La paloma!, ¡la cucaracha!, ¡la cerveza!
Kate Winslet, Liv Tyler y otros nombres Agra dable-s
El poderoso Thor… y otros dioses asgardianos
Desde Disneylandia, los taxónomos presentan…
¿NomenKlatura? De la extrema izquierda a la extrema derecha
Escenarios shakesperianos
El príncipe rana
“Su continua misión: explorar extraños, nuevos mundos…”
En un ecosistema muy, muy cercano…
Mea culpa
“Mucho que nombrar todavía tienes que”
Harry Potter y las especies fantásticas
La asombrosa araña beisbolista
La Gorda y la Flaca
Crónicas de los reinos vivientes II: la guerra de los taxónomos
“Es posible que fuera concebido por los midiclorianos”
La historia lo juzgará… y reclasificará
¿Quién vive en una piña debajo del mar?
La vida es un albur
Coqueteos entomológicos
Los otros viajes de Gulliver
Un auténtico conejito de Playboy
Las especies sin cabeza
Las aventuras de Jerry (¿o era John?, ¿Jeremiah?) Johnson
Biodiversidad I: el “reino” microscópico
El caricaturista que amaba los bichos (y era amado por los entomólogos)
90-60-90… o su equivalente en un invertebrado prehistórico
Trabalenguarius trestristestigrensis
Minimalismo zoológico
Por favor, cuiden de este oso… y de su escarabajo
En el Parque Jurásico
Mediocres sin gloria
La princesa que amaba a los científicos
¡Tekeli-li, tekeli-li!
Una Nobel propuesta de nomenclatura
Las caderas de la oruga no mienten
Es la taxonomía, Charlie Brown
Ga-ga, ¡oh-la-la!
Furia de cangrejos
Cinco pececitos presidenciales se fueron a nadar…
Tarzán de los… ¿camaleones?
Trilo-Beatles y otros trilobites musicales
Una última —e indigesta— cena prehistórica
Queen y Mr. Bad Guy
Mandelanismo sudafricano
Frank Zappa and the Mothers of Taxonomic Invention
Nombra tu propia especie sin salir de casa (por unos miles de dólares)
Gusanos metaleros
Biodiversidad II: el reino vegetal
Increíble e irritante historia de una tarántula y de sus pelos urticantes
La criatura del pantano con labios de Mick Jagger
Los colores de Lila Downs
Torydactil margaretacheriana
El rey lagarto de Birmania
En la telaraña de Orson Welles
Pinball Wizard Tommy Boots
El presentador favorito de los taxónomos (no, no es Kent Brockman)
Arañas y roqueros aterciopelados
Expresionismo abstracto en una concha
AC/DC, CP/MP (CiemPiés/MilPiés)
El Señor de las Arañas
Un caracol punk rock
Tres polillas pintorescas
Tres especies cuasimodistas
Las especies del creador del Planeta Viviente
Un ave y un científico… ¿más extraños que la ficción?
Los pequeños antiguos de H. P. Lovecraft
Viaje al centro de la Tierra con una audaz viajera
¿Thanatos Gratus? ¿La Muerte Agradecida? ¡Ah, The Grateful Dead!
Si Dios hizo la abeja, hizo la avispa el Diablo… ¿o Girault?
Spider Man y sus asombrosas arañas
Aracno-melomanía
El chupacabras, la tortuga y el coyote
Obamanía
La rana, el murciélago y Ozzy Osbourne
The Beatles, John Lennon y A Hard Name’s Night(mare)
A.K.A.ros
Nada es indestructible, excepto, aparentemente… ¿Madonna?
La medusa matarreyes
Un pariente de Tenazas, la langosta
Los avispados grecolatinistas
Caracoles y rock
Mujer bonita y el escarabajo dandy
En la música, como en la vida, hay de géneros a géneros
Micromoscas
Alberto I de Mónaco, príncipe de los oceanógrafos
La espada de Moctezuma
Ratas chalchaleras
Los enredos de Rollo
Arquitectos españoles y criaturas marinas
¿Catfish o batfish?
De asesinatos y grullas, y paleobotánica y grúas
La mosca que estiraba la pata como Chaplin
No es lo mismo… pero es igual
Confucianismo binomial
Se vale repetir, primera parte
Bestias fantásticas y cómo nombrarlas
Valar morghulis (no es un nombre científico: es Juego de tronos)
Sanguijuelas de novela
Fábula del escarabajo olvidado por Darwin, y hallado de nuevo en un museo
El ejército de los taxónomos
Un taxónomo en la República de las Letras
Fábula de la hormiga haragana que no lo era tanto
La tortuga estelar de Mundodisco
La megamordida de un Moby Dick prehistórico
Nostradamus y la profecía cumplida
El espinoso pez con joroba de fábula… o de fabulista
Match point para la eternidad
Las mascotas del señor y la señora Marcus
El arácnido vampírico
El corazón de Casanova
La mosca con brazo de Popeye
El pterosaurio encontrado en el mundo perdido
Biodiversidad III: el reino animal
La araña troglodita y la caverna de Platón
Bestiario prehistórico de Tolkien I
Bestiario prehistórico de Tolkien II
Roosevelt & Roosevelt
Secretaria, secretaria… y no sólo fui tu secretaria
Juegos de palabras intraducibles… o casi
Megachile con megalengua chomskiana
El dinosaurio vicioso y la banda de la buena suerte
Darwinula, darwini, darwinii, darwinia, darwiniana, darwiniensis…
Cuando el nombre de un científico es el nombre científico
El casi-perro lavador
Celebrando a Linneo
La mosca escorpión que soñaba con ser nombrada como la mujer pájaro
Jaws y el tiburón ninja
La aturdida condición del tordo
Aventuras y desventuras con Steve Irwin, el Cazador de Cocodrilos
Las arañas tramperas de Bond, Jason Bond
¡Extra, extra! Se vale repetir, segunda parte
Depredador y todo un género de arañas de película
ESTO NO ES EL FIN: CUARTETO CALAVÉRICO A MANERA DE EPÍLOGO
Al pájaro carpintero imperial
Al lobo mexicano
A la foca monje
A un biólogo
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE DE ESPECIES
A manera de preámbulo: inclasificable presentación de Carlos Linneo y su nomenclatura binominal
Hace mucho, mucho tiempo, los humanos nombraban a los cerdos cerdos… pero también puercos, cochinos, gorrinos, guarros, lechones, marranos, cuinos, y no faltaba quienes trataran a los jabalíes como un cerdo más. En el mundo todo era confusión.
Así estaban las cosas en el Reino de los Seres Vivientes cuando, cierto día, apareció un hombre que, para distinguirse de los demás, llevaba el nombre de Carl Nilsson Linnaeus, pero al que los hispanohablantes que lo conocían se referían como Carlos Linneo, o Carlitos, para abreviar.
A Charlie se le ocurrió que un sueco, como él, o un inglés, o un ruso o un mexicano o alguien de la nacionalidad que fuese, sin importar qué idioma hablase, podría saber que gris, pork, svin’yao y cerdo se referían al mismo animal si todos usaban un lenguaje en común al referirse al porcino personaje. Como todo ente instruido en sus días hablaba o, al menos, entendía algo de latín, Carolus Linnaeus escogió esta lengua muerta para dar a cada especie de ser vivo no uno, sino dos nombres.
Y vio Linneo que era bueno, y dijo a los taxónomos, sus seguidores y herederos intelectuales: “Desde ahora este puerco vulgar será conocido como Sus scrofa domestica”.
Y desde ese ahora, cuando alguien nos habla de la calidad de los jamones de un Sus scrofa domestica, al mencionar su nombre científico sabemos que no se refieren, por ejemplo, a los de Pumba, el facocero (Phacochoerus africanus) de la película El rey león, sin importar que físicamente se parezcan mucho.
Es momento de hacer una pequeña digresión: ¿no es este relato tan inexacto y, peor que eso, este libraco, una vulgarización extrema de la Sagrada Ciencia de la Taxonomía, responsable de clasificar a los seres vivientes? ¿Dónde quedó el rigor académico? ¿Quién pretende explicar de manera profunda y en unas cuantas páginas lo que a un especialista dentro de la zoología, la botánica o la microbiología le toma años y hasta décadas aprender en laboratorio, campo y biblioteca?
La verdad es que, en efecto, lo que el lector tiene en sus manos está muy lejos de ser un tratado de taxonomía. Por el contrario, y como indica su título, en estas páginas lo que aparecen son anécdotas variopintas sobre las mil y una razones —y, a veces, las sinrazones— detrás de los nombres científicos con que fueron bautizadas por sus descubridores una pequeña muestra de las millones de especies que viven, o han vivido alguna vez, en nuestro planeta.
La historia —contada de manera mucho más ortodoxa que en los párrafos anteriores— de cómo Linneo creó el sistema de nomenclatura binominal, o binomial, para clasificar a los seres vivientes, forma parte de los libros de texto de biología desde el nivel de enseñanza media. He puesto a propósito el (mal) ejemplo del cerdo, cuyo nombre científico tiene tres palabras en lugar de dos para indicar la subespecie, con el fin de llamar la atención sobre el hecho de que están también en lo cierto quienes señalan que, en muchas ocasiones, explicaciones inevitables al estudiar taxonomía, como por qué domestica es una subespecie y no otra especie del género Sus, quedan fuera de obras de divulgación como la presente.
No fue, en rigor, pensando en cerdos, sino en las cerca de seis mil especies de plantas presentes en Suecia, que a Linneo se le ocurrió la idea más feliz de su vida.1 Por un lado, quise divertir al lector y divertirme un poco al hablar sobre Linneo y la necesidad de un nombre universal para cada especie, y por otro lado, hacerle sentir desde la primera página que en las páginas restantes deseo mantener ese tono ligero y amable, sin descuidar la exactitud de los nombres científicos y la veracidad de las anécdotas, cada una de las cuales cuenta con referencias que, para facilitar su lectura, aparecen al final del libro. Siempre que ha estado disponible, he consultado directamente el artículo científico en el que se da nombre a la especie de la que se trata.2 Cuando no lo menciono de manera explícita, el entrecomillado remite al autor o autores del artículo científico en el que fue nombrada la especie.
Uno de mis propósitos al rescatar estas anécdotas de las publicaciones especializadas ha sido compartir con el lector lo que la mayoría de las veces, al ser consignado por los autores del hallazgo y nombramiento de nuevas especies, es conocido únicamente dentro del pequeño círculo en el que se encuentran aquellos que son especialistas en organismos vivos identificados por palabras técnicas tan conocidas para ellos como desconocidas para el resto de nosotros. Teniendo presente esto, he reducido en lo posible los tecnicismos propios de esta rama de la biología e indispensables para la comunicación entre científicos.
Con un inventario tan extenso de especies como aquel con el que contamos en la Tierra, bien podría uno dedicarse el resto de su vida a escribir anécdotas taxonómicas, sin jamás conseguir incluir a todas las especies nombradas —y eso que faltaría aún considerar a aquellas que no han sido descubiertas—, pero como es posible que el lector no tenga entre sus propósitos leer un mamotreto así, y teniendo en mente que alguna vez escuché que “los libros no se terminan, se abandonan”, decidí, si no abandonar, sí limitar bastante la extensión de esta obra.
No obstante, espero que la breve excursión por estos parajes taxonómicos sea para el lector por lo menos tan disfrutable como lo fue para mí y que, al igual que en las sagas novelescas y cinematográficas, sienta un ansia insoportable por conocer más, mucho más, sobre las impresionantes aventuras de quienes desde hace millones de años protagonizan La vida en la Tierra, personajes tan fascinantes como irrepetibles. ¡Que se diviertan!
1 Aunque, siendo igualmente rigurosos, su mayor contribución no fue en sí la nomenclatura binomial —muchos otros antes que él la habían propuesto—, y ni siquiera haber acuñado alrededor de diez mil nombres para especies de plantas y animales, sino haber ordenado toda la literatura previa de manera que el resto de los naturalistas pudieran, a partir de entonces, consultar su obra y asociar estos nombres con las especies nombradas.
2 Esto ocurrió en la gran mayoría de los casos, siendo las excepciones nombres científicos con una antigüedad previa a la del siglo pasado.
TERCETO INTRODUCTORIO SIN DEMASIADA CIENCIA
¿Sistemática o taxonomía?
En un libro de referencia de gran prestigio [Ernst] Mayr (1969) caracterizó a la taxonomía como “la teoría y práctica de clasificar organismos” mientras que se refirió a la sistemática como “la ciencia de la diversidad de los organismos”. La sistemática era una ciencia, la taxonomía mera “teoría y práctica” como la fontanería, el corte de pelo y otras actividades respetables pero claramente no-científicas. […] La forma más simple de evitar esta discusión más que fútil es abandonar el término “sistemática” y adoptar en su lugar una definición de taxonomía como la […] de la Iniciativa Taxonómica Global: “Entendida en términos generales, la taxonomía es la clasificación de la vida, aunque está enfocada más frecuentemente en la descripción de especies, su variabilidad genética, y sus relaciones entre una y otra.”
Henrik Enghoff
(taxónomo, por supuesto)