La teoría de la argumentación en sus textos

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La teoría de la argumentación en sus textos
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Publicación

editada

en el Perú

por Palestra Editores


Cultura Paracas (entre los años 700 a.C. y 200 d.C.)

LA TEORÍA DE

LA ARGUMENTACIÓN EN SUS TEXTOS

Una antología

Luis Vega Reñón

(Editor)

La teoría de la argumentación

en sus textos

Una antología

Palestra Editores

Lima — 2022


Contenido

CRÉDITOS Y RECONOCIMIENTOS.

AUTORES Y ORIGINALES. TRADUCTORES

PREFACIO

PENSAR POR SISTEMAS, Y PENSAR POR IDEAS PARA TENER EN CUENTA

Carlos Vaz Ferreira

FALACIAS

Extractos de los caps. 1 y 8

Charles L. Hamblin

Capítulo 1

El tratamiento estándar

Capítulo 8

Dialéctica formal

LOS ARGUMENTADORES COMO AMANTES

Wayne Brockriede

LOS CONCEPTOS DE ARGUMENTO Y ARGUMENTAR

Daniel J. O’Keefe

Distinciones básicas

Casos paradigmáticos de argumento

Argumento2

Argumento1

Algunas consecuencias

Casos paradigmáticos

Conclusión

TRES PERSPECTIVAS DE LA ARGUMENTACIÓN: RETÓRICA, DIALÉCTICA, LÓGICA

Joseph W. Wenzel

Perspectivismo en el estudio de la argumentación

Elementos principales de cada perspectiva

Propósitos

Alcance y enfoque

Situación

Recursos

Estándares y reglas

LAS ESFERAS PERSONAL, TÉCNICA Y PÚBLICA DE LA ARGUMENTACIÓN: UNA INVESTIGACIÓN ESPECULATIVA EN EL ARTE DE LA DELIBERACIÓN PÚBLICA

G. Thomas Goodnight

Incertidumbre y base de desacuerdo

Distinciones entre las esferas de argumentar y una explicación de cómo cambian las bases de la argumentación

El estatus del argumento deliberativo

SOLO LOS HECHOS, SEÑORA: LÓGICA INFORMAL, GÉNERO Y PEDAGOGÍA

Deborah Orr

LA ARGUMENTACIÓN ES UNA GUERRA... Y LA GUERRA ES UN INFIERNO: FILOSOFÍA, EDUCACIÓN Y METÁFORAS PARA LA ARGUMENTACIÓN

Daniel H. Cohen

(1) La argumentación no es una guerra; es una lectura recíproca

(2) La argumentación no es una guerra; es una negociación diplomática

(3) Así pues, la argumentación no es una guerra; es crecimiento o adaptación

(4) Es decir, la argumentación no es una guerra; es una metamorfosis

(5) La argumentación ni siquiera debería ser como una guerra; debería ser una especie de polinización cruzada que llevara a una hibridación

(6) La argumentación no es en absoluto una guerra; es una lluvia de ideas

(7) En lugar de ser un tipo de guerra, la argumentación puede ser más como el trabajo comunitario

HACIA UNA TEORÍA DE LA ARGUMENTACIÓN VISUAL

David S. Birdsell Leo Groarke

Bibliografía selecta anotada

Fuente citada

LÓGICA INFORMAL: UNA PANORÁMICA

Ralph H. Johnson J. Anthony Blair

1. Introducción

2. ¿Qué es la Lógica Informal?

3. Investigaciones recientes

4. Problemas y cuestiones para futuros estudios

5. Lógica informal: recursos

6. Implicaciones para la filosofía

7. Implicaciones prácticas más amplias

EL DESARROLLO DEL ENFOQUE PRAGMA-DIALÉCTICO DE LA ARGUMENTACIÓN

Frans H. van Eemeren Peter Houtlosser

1. El desarrollo de la pragma-dialéctica

2. Reconciliación de la visión dialéctica y retórica

3. Límites dialécticos para las opciones retóricas en las maniobras estratégicas

4. Algunos proyectos actuales de investigación pragma-dialéctica

POR QUÉ HACERLO BIEN SI SE TRATA DE ARGUMENTAR

Luis Vega Reñón

1. Los títulos y poderes de la lógica

2. Los títulos y poderes del discurso argumentativo

3. Un ensayo de justificación: razones para argumentar bien

LOS ESTUDIOS DE LA ARGUMENTACIÓN EN LA ESTELA DE LA NUEVA RETÓRICA

David A. Frank

El proyecto de la nueva retórica en contexto

Los argumentos en el proyecto de la nueva retórica

Argumentos en contra del proyecto de la nueva retórica

La argumentación en la estela del PNR

 

Conclusión

LA LÓGICA DE LOS DESACUERDOS PROFUNDOS

Robert J. Fogelin

LA ARGUMENTACIÓN EN CUANTO PRÁCTICA

Carlos Pereda

1. Los materiales externo-internos: las y los agentes

2. Los materiales internos: los propósitos, los medios y los modos

3. Los materiales externos: los recursos sociales y naturales y, en gran medida, también de nuevo, los agentes como materiales externo-internos

4. Tres observaciones

LA TEORÍA ARGUMENTATIVA: PREDICCIONES Y RESULTADOS EMPÍRICOS

Hugo Mercier

Un giro social en el estudio de la cognición superior

La teoría argumentativa del razonamiento

Razonamiento solitario con escaso o ningún conflicto interpersonal

El razonamiento en solitario con conflicto intrapersonal

La exposición a argumentos que generan poco o ningún conflicto

Exposición a argumentos que generan conflicto

Diálogo

Observaciones finales

Preguntas pendientes

Tendencias

Glosario

Recuadro 1. El desarrollo temprano de la argumentación

Recuadro 2. Argumentación y educación

Recuadro 3. La democracia deliberativa

BIBLIOGRAFÍA COMPILADA

Créditos y reconocimientos

Autores y originales. Traductores

1. C. VAZ FERREIRA [1910], Lógica viva. Buenos Aires: Editorial Losada, 1945 4ª edic., revisada, pp. 119-144. En Sobre lógica, Montevideo: Biblioteca Nacional, Universidad de la República, Facultad de Humanidades y CC. de la Educación, Dpto. de Publicaciones, 2008. Extracto: Pensar por sistemas y pensar por ideas a tener en cuenta. (pp. 130-149) y Apéndice (pp. 149-150).

* Selección de Luis Vega Reñón < lvegar.academ@gmail.com >

2. CHARLES L. HAMBLIN (1970), Fallacies. Londres: Methuen & Co. Reimp. Newport News, VA: Vale Press, 2004. Falacias. Traducción de Hubert Marraud. Lima: Palestra, 2016. Extractos de los cc. 1 y 8.

* Selección de Hubert Marraud < hubert.marraud@uam.es >

3. WAYNE BROCKRIEDE (1972), “Arguers as lovers”. Philosophy & Rhetoric, 5 / 1: 1-11.

* Traducción de José Ángel Gascón < jagascon@gmail.com >

4. DANIEL J. O’KEEFE (1982) “The concepts of argument and arguing”, en J.R. Cox & Ch. A. Willard (Eds.) Advances in argumentation theory and research, pp. 3-23. Carbondale IL: Southern Illinois University Press.

* Traducción de Luis Vega Reñón < lvegar.academ@gmail.com >

5. JOSEPH WENZEL (1990), “Three perspectives on argument: Rhetoric, Dialectic, Logic”, en R. Trapp & Janice Schuetz (Eds.) (2006) Perspectives on argumentation: Essays in honor of Wayne Brockriede, pp. 9-26. Nueva York: Idebate Press.

* Traducción de Daniel Mejía < s.mejia.daniel@gmail.com >

6. G. THOMAS GOODNIGHT (1982), “The personal, technical and public spheres of argument: A speculative inquiry in the art of public deliberation”. Journal of the American Forensic Association (AFA), 18: 214-227.

* Traducción de Luis Vega Reñón < lvegar.academ@gmail.com >

7. DEBORAH ORR (1989), “Just the facts Ma’am: Informal logic, gender and pedagogy”. Informal Logic, 11: 1-10.

* Traducción de Marcia Martínez < marcia01@ucm.es >

8. DANIEL H. COHEN (1995), “Argument is war … And war is hell: Philosophy, education, and metaphors for argumentation”. Informal Logic, 17/2: 171-178.

* Traducción de José A Gascón < jagascon@gmail.com >

9. DAVID S. BIRDSELL and LEO GROARKE (1996), “Towards a theory of visual argumentation”. Argumentation and Advocacy, 33: 1-10.

* Traducción de Jesús Alcolea < Jesus.Alcolea@uv.es >

10. RALPH H. JOHNSON and J. ANTHONY BLAIR (2000), “Informal logic: An overview”. Informal Logic, 20 / 2: 93-107.

* Traducción de Antonio Duarte < antduart@ucm.es >

11. FRANS H. VAN EEMEREN and PETER HOUTLOSSER (2003), “The development of pragma-dialectical approach to argumentation”. Argumentation, 17: 387-403.

* Traducción de Cristina Corredor < ccorredor@fsof.uned.es >

12. LUIS VEGA REÑÓN (2003), “Por qué hacerlo bien si de argumentar se trata”, en Si de argumentar se trata, cap. 4, pp. 257-291. Barcelona: Montesinos. [Reedición: Introducción a la teoría de la argumentación. Problemas y perspectivas, Lima: Palestra Editores, 2015].

* Selección de Luis Vega Reñón < lvegar.academ@gmail.com >

13. DAVID A. FRANK (2004), “Argumentation studies in the wake of the New Rhetoric”. Argumentation and Advocacy, 40: 267-283.

* Traducción de Jesús Alcolea < Jesus.Alcolea@uv.es >

14. ROBERT J. FOGELIN ([1985] 2005) “La lógica de los desacuerdos profundos”, Revista Iberoamericana de Argumentación (2019) 19: 84-99.

* Traducción de Daniel Mejía < s.mejia.daniel@gmail.com >

15. CARLOS PEREDA FAILACHE (2010), “La argumentación en cuanto práctica”, en F. Leal et al. (Eds.) Introducción a la teoría de la argumentación, cap. 2, pp. 47-60. Guadalajara (MX): Universidad de Guadalajara. [Versión revisada].

* Selección de Carlos Pereda < jcarlos@filosoficas.uam.es >

16. HUGO MERCIER (2016), “The argumentation theory: Predictions and empirical evidence”. Trends in Cognitive Science, 20/9: 689-700.

* Traducción de J. Francisco Álvarez < faatci@gmail.es >

Prefacio

La teoría de la argumentación es un campo de estudios relativamente joven. Su eclosión y sus primeros desarrollos tuvieron lugar durante la segunda mitad del s. XX. Hoy, en su relativa madurez, ya se encuentra reconocido y consolidado en los medios académicos interesados en la investigación, análisis y evaluación del discurso. Pero hay buenos motivos para volver sobre los textos que pautan o documentan ese amplio y complejo proceso de constitución e institucionalización, pues no solo han contribuido a las señas de identidad del estudio de la argumentación, sino que aún pueden suscitar ulteriores problemas e inspirar nuevas revisiones e investigaciones.

En la cultura de habla hispana concurre además otra razón poderosa. Los primeros pasos dentro de este campo se han dado principalmente en inglés y francés. El español, en este como en otros ámbitos culturales y académicos, no ha sido un lenguaje muy frecuentado o cultivado. Para salir de esa situación de barbecho apareció hace unos años un Compendio de lógica, argumentación y retórica (Madrid: Trotta, 2011, 2016 3ª ed.) que trataba de normalizar lingüística y conceptualmente en español las ideas y los planteamientos teóricos propios de este campo. En una línea similar se mueve la presente antología de textos que viene a recoger muestras traducidas o autóctonas de ensayos fundacionales, inaugurales o representativos de la teoría moderna de la argumentación. Al no haber publicaciones anteriores de este género, quiere cubrir una laguna y servir de complemento informativo, analítico y crítico a los estudiantes, en particular, y a todos los interesados, en general, no solo en estos estudios, sino en la suerte y la salud de nuestro discurso público.

Ahora bien, sabido es que toda antología nace con limitaciones y problemas de selección, conformación y alcance. Basta echar un vistazo al índice de la presente para advertir que la panorámica dista de ser exhaustiva, así como para reconocer que la disposición —sería excesivo hablar de organización— de los textos escogidos solo sigue un orden cronológico. Por otra parte, según he sugerido, la selección de los textos responde a su contribución efectiva al desarrollo teórico de la argumentación o a su carácter representativo. En lugar de otros posibles criterios más metódicos o estrictos, me he limitado a dejar que los textos hablen y justifiquen por sí mismos, en el sentido indicado, su presencia en esta antología. Pero a esta cuestión más bien genérica, se suman dificultades específicas. Como ya he adelantado, no hay de entrada un precedente de este género en la cultura académica de habla hispana. Por otra parte, el momento de constitución e implantación de la teoría moderna de la argumentación como disciplina es muy complejo debido a varias circunstancias, como la diversidad de medios académicos de formación y procedencia de los autores o la confluencia, no siempre pacífica y congruente, de estudios más o menos próximos (pongamos: lingüísticos, lógicos, retóricos, filosóficos, sociopsicológicos, sociopolíticos). Pero, en fin, la dificultad más seria, al menos a primera vista, sería la inexistencia de la propia teoría de la argumentación, bien en calidad de sistema unitario, cabal y comprensivo de los conceptos y las prácticas argumentativas, bien en calidad de disciplina efectiva. En sus primeros pasos y desarrollos, en los años 1960-70, se alternaban los usos anglófonos de “argumentation theory” y los francófonos de “champ de l’argumentation”, hasta que en 1982 un holandés, Erik Krabbe, llegó a sentenciar: “¿Qué es la Teoría de la Argumentación? Entiendo que es un campo […] en el que se han de desarrollar las teorías (en plural, sic) de la argumentación”. La presente antología acata esta sentencia: “teoría de la argumentación” da nombre aquí al ancho campo de estudios de la argumentación. Un ámbito que se presta más a las ideas y programas para tener en cuenta que a unos sistemas cabales y clausos, por decirlo en el marco ofrecido por Vaz Ferreira en el primer texto seleccionado. O dicho conforme al lema aristotélico que preside la Revista Iberoamericana de Argumentación, la teoría de la argumentación es “el saber que buscamos”. Así pues, en definitiva, lo que pueden esperar los lectores y usuarios de esta antología es que los ayude a ser no tanto más sabios como más lúcidos.

Siguiendo la política de dejar que los textos hablen por sí mismos, me limitaré a una presentación sumamente breve. En una caracterización escueta voy a distinguir tres tipos de textos: (a) “fundacionales”, (b) “inaugurales” y (c) “representativos”; conviene tomar estas denominaciones entre comillas para marcar su carácter convencional y aproximativo.

 

(a) Vaz (T. 1) descubre el mundo alternativo de una lógica viva que no llega a dominar por falta de instrumentos lingüísticos y conceptuales precisos; Hamblin (T. 2), en cambio, sienta las bases del análisis dialéctico de las falacias en un momento en que la teoría de la falacia se presentaba como la teoría dominante de la evaluación de argumentos en lógica informal.

(b) O’Keefe (T. 4), Wenzel (T. 5), Goodnight (T. 6) abren y establecen unas perspectivas conceptuales, analíticas y temáticas constitutivas del estudio de la argumentación en los años 1970-90: son las perspectivas que se suponen clásicas: lógica, dialéctica y retórica, a las que se suma la moderna socioinstitucional más atenta a la esfera del discurso público.

Por su parte, tratan con nuevas áreas de investigación y análisis que piden nuevos enfoques y planteamientos de la argumentación Orr (T. 7), desde un punto de vista feminista; Birdsell & Groarke (T. 9), en el ámbito de la argumentación visual; Pereda (T. 15), en la perspectiva básica de las prácticas argumentativas; Mercier (T. 16), desde un enfoque argumentativo del razonamiento que viene a desvelar y desarrollar sus aspectos sociocognitivos.

(c) Finalmente, dan cuenta de ideas, movimientos o programas en curso, o plantean problemas abiertos: Brockriede (T. 3), mediante una sutil y sugerente alegoría de tipos de argumentadores; Cohen (T. 8) en un ejercicio de lucidez frente al sesgo belicista de la concepción tradicional de la argumentación como confrontación competitiva; Johnson & Blair (T.10) en la línea del movimiento de la lógica informal; van Eemeren & Houlosser (T. 11), con la propuesta de un ambicioso y pluridimensional programa pragma-dialéctico; Frank (T.13) atiende a su vez al curso de los estudios que han seguido la estela de la Nueva Retórica. Por otro lado, Fogelin (T. 14) plantea el caso presuntamente anómalo y desde luego provocador de los desacuerdos profundos; mientras que Vega (T. 12) trata de hacerse cargo de otras cuestiones en torno a la justificación de las pretensiones racionales y normativas de las propias prácticas argumentativas.

Supuestos los tres grupos y dada la heterogeneidad de los textos dentro de cada uno de ellos, creo que cabe abrigar la pretensión de que en esta selección del campo cubierto por la teoría moderna de la argumentación no están todos los que son relevantes pero, al menos, sí lo son todos los que están. Así que, en suma, esta antología puede ser un instrumento útil para quienes quieran introducirse en y familiarizarse con este campo de estudios, amén de contribuir al deseable desarrollo de nuestra cultura argumentativa de habla hispana.

Llegados a este punto es obligado agradecer a los autores su atenta y amable disposición a autorizar las versiones de sus textos al español —nos sentimos en deuda con ellos—, así como reconocer a los traductores y colaboradores de habla hispana su entusiasta y cuidada labor.

Un reconocimiento y un agradecimiento especial merece el prof. Pedro Paulino Grández, director de Palestra, que acogió desde un primer momento esta propuesta y luego le ha brindado el apoyo de su competente equipo editorial. Hoy no es un secreto que Palestra representa la editorial de referencia en español no solo dentro de la intersección de Argumentación y Derecho, sino en el ámbito de la argumentación en general.

Luis Vega Reñón

Madrid, otoño de 2021.

Pensar por sistemas, y pensar por ideas para tener en cuenta

Carlos Vaz Ferreira

Vamos a encontrar ahora otra de las causas más frecuentes de los errores de los hombres, y sobre todo del mal aprovechamiento de las verdades, al estudiar, como vamos a hacerlo, la diferencia entre pensar por sistemas y pensar por ideas para tener en cuenta.

Hay dos modos de hacer uso de una observación exacta o de una reflexión justa: el primero es sacar de ella, consciente o inconscientemente, un sistema destinado a aplicarse en todos los casos; el segundo, reservarla, anotarla, consciente o inconscientemente también, como algo que hay que tener en cuenta cuando se reflexione en cada caso sobre los problemas reales y concretos.

Entremos inmediatamente en algunos ejemplos.

Supongamos que se me ocurre la reflexión de que es conveniente en la higiene, en la medicina, en la enseñanza, en otros muchos órdenes de actividad o de pensamiento, seguir a la naturaleza. En favor de esta tendencia pueden invocarse ciertos hechos y hacerse ciertos razonamientos. Hechos: constataríamos la superioridad de adaptación de los animales salvajes con respecto a los animales domesticados; en la misma raza humana, ciertos males especiales de la civilización, etc. Y también, reflexiones: así (nos diríamos), por una causa cualquiera, y sea cual sea la explicación que se admita, haya sido la raza humana creada por un ser superior que la ha adaptado a las condiciones en que había de actuar, o haya resultado de una evolución que ha producido naturalmente esa misma adaptación, es un hecho, de todos modos, que el hombre está adaptado al mundo en que vive; por consiguiente, debe seguir las indicaciones naturales, no debe perturbar, alterar la vida natural, etc.

He aquí hechos y reflexiones de aspecto razonable. Les decía que hay dos maneras de utilizarlos.

La primera, sería hacerse un sistema (lleve o no un nombre que acabe en ismo): crear, por ejemplo, una escuela que podría llamarse naturismo, y cuya síntesis fuera esta: siempre, en todos los casos, tenemos un guía infalible en la Naturaleza. Y la segunda sería la siguiente: para cada caso que se me presente, caso de dietética, de higiene, de medicina, de pedagogía, me propongo tener en cuenta la adaptación del hombre a las condiciones naturales y la tendencia de los actos naturales a ser provechosos.

Les pido que analicen bien la diferencia entre estos dos estados de espíritu. A primera vista, parece que en el primer caso estamos habilitados para pensar mejor que en el segundo, puesto que tenemos una regla fija, tenemos una norma que nos permite, parece, resolver todas las cuestiones. Cuando se nos presente un caso, no tenemos más que aplicar nuestro sistema. ¿Es bueno inyectarse tal suero? No, porque los sueros no son “naturales”; hay que dejar que sea el organismo el que combata las enfermedades. Tal sistema de alimentación, ¿es bueno? Sí (comer frutas), porque es natural; no (comer dulce), porque no es natural. ¿Cómo debemos abrigarnos? Según las indicaciones que nuestro organismo se encargará de hacernos: ¿tenemos frío?… nos abrigamos; ¿tenemos calor?… no nos abrigamos. Vean qué fácil es, o parece ser, pensar en este caso. En cambio, parece que del segundo modo nos hemos quedado en la incertidumbre. “Hay que tener en cuenta esa idea…”, ¿en qué casos?, ¿hasta qué grado?, ¿dentro de qué límites?… Todo esto nos parece vago. Pero, en la práctica (fíjense en esto, que es fundamental), el que se ha hecho, consciente o inconscientemente, su sistema para casos como estos, se ha condenado fatalmente a la unilateralidad y al error; se ha condenado a pensar teniendo en cuenta una sola idea, que es la manera fatal de equivocarse en la gran mayoría de los casos (basta, para que el error sea casi fatal, que la realidad de que se trate no sea de una gran simplicidad).

El que se hiciera “naturista” en nuestro sentido expreso y sistemático, se condenaría a no admitir, por ejemplo, nunca, jamás, una operación quirúrgica; a no admitir nunca, jamás, un remedio, una inyección, etc. Y ¿qué resulta de aquí? Que una idea excelente, como es la de seguir hasta cierto punto, hasta cierto grado, según los casos, las indicaciones naturales, ha sido echada a perder y, en vez de ser ella un instrumento de verdad, se nos ha convertido en un instrumento de error: nos ha servido, por ejemplo, para destruir o para inhibir la acción de otras muchas verdades.

¿Cómo se debía haber pensado? Reservando nuestra idea. Cuando se presenten los casos, y sin perjuicio de algunas reglas generales, que no habrán de ser demasiado geométricas, tendremos en cuenta nuestra idea; ella nos servirá, por ejemplo, para combatir la tendencia excesiva a la medicación artificial; para pedir a cierta medicina una vuelta, en términos prudentes y razonables, a las condiciones naturales, en cuanto sea posible y sensato; nos servirá para combatir ciertos excesos, ciertas manías, me atrevería a decir, de la ciencia. Y en tal caso particular (por ejemplo: tal dispepsia) nos diremos: “No, no es el caso de tomar muchos remedios; prefiero seguir un tratamiento higiénico…“. Aquí sigo mi idea. Pero vendrá otro caso en que se trate, por ejemplo, de una difteria, con su suero de eficacia que puede considerarse comprobada; y en este caso, sí, admito el suero, a pesar de aquella idea. Ahora bien: la Humanidad echa a perder la mayor parte de sus observaciones exactas y de sus razonamientos, por sistematizaciones ilegítimas. Procuremos comprender cómo; procuraremos comprender la psicología de esta falacia, poniéndonos en el caso mismo de la persona que piensa.

Tomemos todavía un caso relacionado con la higiene. Cuántas veces, a todos nosotros, al ver ciertas precauciones excesivas, indudablemente exageradas, que creara la teoría de los microbios: esa tendencia a desinfectarlo todo, a cuidarse de tocar cualquier cosa que pueda tenerlos, a no comer verduras, a no comer fruta, a no beber agua…, cuántas veces no se nos habrá ocurrido lo siguiente: “pero ¿y no será conveniente el ingerir microbios permanentemente, con el objeto de producir una especie de vacuna atenuada y permanente, y así no estar indefensos para el caso en que entren en acción microbios virulentos? Hay hechos que parecen fortificar esta opinión: dicen algunos higienistas que los habitantes de París, a consecuencia del exceso de purificación de las aguas, tienen demasiada tendencia, cuando salen al campo, a contraer tifoidea, lo cual se atribuye al exceso de esterilización del agua de consumo…”.

Analicen esta psicología; supongamos que estamos pensando: inmediatamente sentimos tendencia a crear una teoría, la “teoría de la vacuna permanente”, que, sola, tendería a llevarnos a esta consecuencia: “no hay que guardarse más de los microbios”. Fíjense bien, ¡qué humano, qué psicológico es ese proceso! Una observación buena, excelente para haber hecho de ella un uso moderado y razonable, la hemos echado a perder y la hemos convertido en una causa de error, y de error funesto.

En realidad, deberíamos simplemente haber tomado en cuenta nuestra observación para guardarnos de las exageraciones; para guardarnos, por ejemplo, de la sistematización opuesta, que siguió a la vulgarización de la teoría de los microbios. Nos diríamos: Sí: tratándose de microbios en estado normal, tal vez sea mejor beber habitualmente agua cruda; ahora, eso no quiere decir que durante una epidemia de cólera, o en aquellos casos en que los microbios tengan la probabilidad de ser más virulentos, no sea prudente guardarnos de ellos. De esta manera pensamos con justicia; pensamos con muchas ideas, equilibrándolas según los casos; queda, diremos, una especie de juego libre de las ideas; funcionan todas, predominando a veces una, a veces otra: a veces una no debe ser tenida en cuenta, y desaparece; a veces otra debe predominar, y la tendremos en cuenta a ella sola: las ideas juegan y se combinan. Del otro modo, pensamos con una sola idea, sistematizamos falsamente y caemos fatalmente en el error.

Sea otro caso. Observamos, como es fácil observar hoy, que cierta pedagogía contemporánea, demasiado refinada, tiene tendencia a dar todo digerido al niño; a preparar demasiado el material asimilable, y realmente a dejar al alumno en situación parecida a la de un ser sano y normal a quien se le alimentara con peptonas y papillas, de lo cual resultaría indudablemente un debilitamiento orgánico: es en verdad un debilitamiento mental el que esa pedagogía exageradamente simplificada ha tendido a producir. Y nos diríamos: “No: del mismo modo que el organismo parece necesitar substancias no totalmente digeribles, así también parece que el espíritu necesita, como un fermento, lo parcialmente inteligible. No todo debe ser totalmente inteligible: es bueno que haya algo que no se entienda completamente; que subsista el esfuerzo, que subsista la penetración”.

Esta idea es indudablemente una idea buena. Pero supongan que son ustedes mismos los que han observado el hecho; analícense y descubrirán una tendencia psicológica falseante que se produce en seguida: el que haga aquella observación, tenderá a construir inmediatamente un sistema, a basar toda la educación, la enseñanza entera, en la “penetración de lo parcialmente inteligible”; y entonces, al sistema opuesto, al sistema, diremos, del peptonismo pedagógico, opondrá un sistema que también va a ser exagerado y falseante.

Entretanto, si sabemos pensar, guardaremos nuestra observación, con las reflexiones que la han acompañado, para tenerla en cuenta en cada caso; y si se nos habla, por ejemplo, de la enseñanza de la Literatura, diremos: “Aquí, sí; este es el momento: evitemos presentarlo todo digerido, todo preparado, simplificado en algún texto pequeño, fácil, con definiciones simplistas y casilleros”. Se nos presenta después el caso de las Matemáticas, y entonces diremos: “No; aquí es poco aplicable nuestra idea: en las Matemáticas, es mejor ir ordenadamente, llevando todo por sus términos; la penetración, lo parcialmente inteligible, aquí tiene poco que ver; es posible que tenga que ver en algunos casos, pero no va a ser aquí la idea directriz, predominante”. De esta manera pensamos bien; resolvemos bien cada caso. Noten esto: cuando enseñamos a los hombres a pensar así, a primera vista sienten la impresión de que se los deja privados de algo que antes poseían; se sentían tan seguros y tan tranquilos con sus sistemas (consciente o inconscientemente), que, cuando los enseñamos a pensar de otro modo mejor, creen que se les ha quitado algo, y piden continuamente la fórmula, la regla, el sistema, que les ahorraría el examinar los casos. Pero, en realidad, ninguna enseñanza del mundo es capaz de habilitar para este último resultado; lo que puede hacer la enseñanza bien entendida, es dejar a las personas, habilitadas para pensar: no suprimir el pensamiento, sino enseñar a utilizarlo.

La tendencia paralogística que analizamos, ha sido observada, sobre todo, en los casos, diremos, gruesos; en los casos en que, exagerada, lleva a su aboutissement natural, que son los grandes sistemas generales, cerrados, cristalizados, tales como se observan en la ciencia y sobre todo en la filosofía. Pero el objeto de mis lecciones no es precisamente analizar la lógica y la psicología de estos grandes sistemas, ni mostrar el estado en que ellos ponen al espíritu: esto ha sido ya hecho, y bien hecho. Si tuviéramos tiempo, les haría lecturas que les mostrarían hasta qué punto degenera y se pervierte el espíritu humano por pensar de este modo: hasta qué punto —lo que parece imposible— nos hacemos hasta incapaces de observar: no ya de razonar, sino de observar la misma realidad, aunque nos rompa los ojos. Quisiera, por ejemplo, poder citar aquí ciertos pasajes sobre el problema del instinto. Si ustedes leyeran a los naturalistas y biologistas (a los filósofos también) de hace unos cincuenta años, les llamaría la atención un fenómeno muy curioso; y es que casi todos ellos negaban el instinto animal. En las obras de Buchner, por ejemplo, y en muchas otras de esa época, encontrarán ustedes cosas que hoy nos resultan inconcebibles. Procuran esos autores negar, por ejemplo, la herencia del instinto: “No es cierto —nos dicen— que un pato recién nacido tenga tendencia a arrojarse al agua; cuando ha sido criado por una gallina, huye del agua; no es tampoco verdad que los pollitos al nacer piquen con acierto la comida: los vemos aprender. Los pájaros aprenden a hacer el nido con bastante trabajo, equivocándose muy a menudo…, etc.”.