Loe raamatut: «Padres Fieles»
PADRES
FIELES
Una Guía Bíblica para
la Crianza de los Hijos
MARTHA PEACE Y
STUART W. SCOTT
Publicado por:
Publicaciones Faro de GraciaP.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org
ISBN 978-1-629461-91-5
Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por el Dr. Wayne Mack y P & R Publishing, (P.O. Box 817, Phillipsburg, New Jersey, 08865) para traducir e imprimir este libro, The Faithful Parent, al español.
© 2010 por Martha Peace y Stuart W. Scott
© 2014 Todos los Derechos Reservados, Publicaciones Faro de Gracia. Traducido por Brent Line. Redactado por Armando Molina. Diseño gráfico por Greg Warner de Small Reflection y Sara Younis.
Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, procesada en algún sistema que la pueda reproducir, o transmitida en alguna forma o por algún medio – electrónico, mecánico, fotocopia, cinta magnetofónica u otro – excepto para breves citas en reseñas, sin el permiso previo de los editores.
© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Stuart dedica este libro a:
sus amados padres,
Raymond y Anne Scott—
Raymond ya está en la presencia de Jesús, y Ana,
aun sirve a nuestro Señor con nosotros—
y a sus hijos,
Christa y Marc,
quienes son un regalo de Dios
y a quienes ama profundamente
Martha dedica este libro a:
sus amados nietos,
Nathan, Tommy, Jordan, Kelsey, Caleb,
Cameron, Kaylyn, Carter, Matthew,
Kylee, Noah, y Emma.
Contenido
PRÓLOGO
AGRADECIMIENTOS
Primera Parte LA BASE BÍBLICA
1 LA META EN LA CRIANZA DE LOS HIJOS Y NUESTRA ESPERANZA
2 LA SALVACIÓN Y SANTIFICACIÓN DEL NIÑO
Segunda Parte LA VIDA COTIDIANA
3 EL NIÑO RECIÉN NACIDO
4 EL INFANTE
5 EL PREESCOLAR
6 EL NIÑO DE EDAD ESCOLAR
7 EL ADOLESCENTE
8 PADRES QUE PROVOCAN
Parte Tres PADRES QUE PERSEVERAN
9 CASOS ESPECIALES
10 CUANDO LO PLANEADO NO SE HACE REALIDAD
CONCLUSIÓN
APÉNDICE A: Presentando el Evangelio en Su Contexto: Sembrando Fielmente la Semilla en Conformidad con las Escrituras
APÉNDICE B: La Dinámica de “Poner”/“Quitar”
APÉNDICE C: La Formación de un Varón de Dios
APÉNDICE D: Llevando Cautivos los Pensamientos
PRÓLOGO
Al llegar a una iglesia donde hablaría con algunos padres acerca de cómo pastorear a sus hijos, fui recibido en la puerta principal por una mamá desesperada.
“Estoy tan contenta de haberme topado con usted. Necesito ayuda. Mi hijo de cuatro años me preguntó ayer, ‘¿Mamá, por qué te tengo que obedecer si tú nunca me obedeces a mí?’ Tiene que ayudarme, Dr. Tripp; no supe cómo responderle”.
La respuesta a la pregunta de este preescolar es muy simple: “Cariño, Dios dice que los hijos deben obedecer a su mamá, pero no dice que las mamás deben obedecer a sus hijos”.
La confusión en esta joven madre—la falta de una respuesta ya estructurada para esta pregunta básica—ha alcanzado a una gran masa en la iglesia. Los padres están preocupados, y casi tan desesperados como esta mamá por obtener respuestas bíblicas sólidas.
Otros padres cristianos también están confundidos. “¿Cómo corrijo y disciplino a mi hijo cuando dice mentiras?” “Mi hijo hace berrinches en los momentos más inoportunos; en el consultorio del doctor, en el supermercado. ¿Qué hago?” “Sé que mi hijo de 14 años ya es bastante mayor como para disciplinarlo físicamente, pero ¿Qué puedo hacer para corregirlo?” “Mi hijo simplemente no me habla; No puedo hacer que hable más de una sola palabra”. ¿Cómo le hago para que mi hijo adolescente no pierda tantas horas jugando en la computadora?” “¿Cómo puedo controlar mi enojo para corregir a mi hijo de una forma piadosa y constructiva?”
Es fácil comprender esta confusión. La tarea de criar hijos es muy agotadora aun en las épocas más sencillas. Pero no vivimos en una época sencilla. Muchas voces están mandando mensajes que compiten y contradicen el nuestro. Nuestras familias son confrontadas por medios masivos que están moldeando la estructura de la vida familiar más allá de lo que podemos imaginar. Estamos criando hijos en tiempos frenéticos en los que nuestros horarios están reducidos y la vida avanza rápidamente. Pareciera que no tenemos tiempo suficiente para nuestros hijos, y cuando lo tenemos no sabemos qué hacer con él.
Hoy en día, lo que más necesitamos es la claridad y la sabiduría infinita de la Palabra de Dios. La Biblia provee consejería sólida, robusta, y hecha a la medida para cada era y cultura. La mayor necesidad que tienen los padres es conocer la Biblia con la sabiduría y el entendimiento necesario para aplicar la Escritura en las áreas de entrenamiento y crianza de los hijos de manera adecuada y factible.
Padres Fieles: Una Guía Bíblica para la Crianza de los Hijos provee la ayuda comprensiva que necesitan los padres. Martha Peace y Stuart Scott nos han dejado un legado en la crianza familiar como lo hicieron con sus libros anteriores en cuanto a los roles del esposo y la esposa.
La Parte Uno de Padres Fieles provee un firme fundamento en la Palabra de Dios. Comienza con una exposición breve sobre qué significa criar hijos en la disciplina e instrucción del Señor (Ef. 6:4). Los autores muestran cómo la disciplina provee estructuras, límites, e inclusive corrección, al mismo tiempo que la instrucción prepara la mente y el corazón para pensar bíblicamente acerca de todos los aspectos de la vida.
El siguiente campo de estudio de este fundamento expone el doble llamado de los hijos a obedecer y a honrar a su padre y a su madre (Efesios 6:1-3).
El último campo de estudio de este fundamento es una discusión sabia y perspicaz acerca de la salvación y la santificación del niño.
La tentación de muchos al tomar este libro será la de ir directamente a la sección o las secciones que describen las etapas del desarrollo de sus hijos. Si usted así lo hace, encontrará ayuda y orientación práctica, pero se perderá de los fundamentos esenciales que le permitirán construir una estructura sólida de crianza bíblica en la vida de su familia.
La Parte Dos ataca las diferentes etapas de la educación de los hijos: bebés, niños pequeños, preescolares, escolares, y los muy temidos adolescentes. Peace y Scott han identificado la madurez física y conceptual de cada una de estas etapas de desarrollo, junto con las expectativas apropiadas que deben tener los padres. Además, los autores añaden las implicaciones y las aplicaciones que tienen la disciplina y la instrucción del Señor en las diferentes etapas de los hijos.
Esta parte central del libro es más que una guía para desarrollar perspectivas bíblicas. Más bien es una herramienta valiosa que sirve como referencia para todas las etapas de desarrollo. Este es un libro que los padres querrán guardar en el lugar más visible de la casa ya que en él encontrarán lo que pueden esperar de sus hijos, lo que los hijos deben esperar de sus padres, e inclusive algunas indicaciones de mucho valor.
Mi experiencia es que muchos padres cristianos que aman a sus hijos y que tienen buenos deseos hacia ellos pueden estar cegados a la manera en que exasperan a sus hijos. La Parte Dos describe quince maneras en que los padres pueden provocar inconscientemente a sus hijos. Estas provocaciones son familiares para cualquiera que haya pasado tiempo dando consejería a padres e hijos. Debido a que ninguno de nosotros es un padre perfecto, usted se encontrará a sí mismo en este capítulo por lo menos una o dos veces.
La Parte Tres aborda algunos casos especiales sobre los cuales los padres me preguntan frecuentemente cuando enseño acerca de pastorear los corazones de los hijos. ¿Qué hay de las familias mezcladas, padres solteros, familias con custodia compartida, padres que comparten hijos con esposas inconversas, o hijos con necesidades especiales? Estos casos son abordados e interpretados a través de los lentes de la disciplina y la instrucción del Señor.
Muchos padres llegarán al final de este excelente libro queriendo más. ¡Y hay más! Hay varios apéndices que complementan el mensaje de este libro.
Siempre busco dos cosas en un libro acerca de la crianza de los hijos: (1) Busco que el autor tenga una percepción y un entendimiento del corazón como el manantial de la vida. (2) Busco un libro que esté lleno de la esperanza y de la gracia del evangelio. Ambas cosas están aquí en abundancia. Estoy agradecido de que la motivación interna y el poder del evangelio no sean capítulos separados en este libro. Más bien son hilos de verdad que han sido tejidos a través de la hechura de cada capítulo. Y la esperanza del evangelio está presente como una verdad esencial no sólo para los hijos, sino también para los padres.
El libro que sostiene en sus manos es un recurso excepcional. Los autores son cristianos maduros y son guías espirituales seguros. Están llenos de la esperanza y la gracia del evangelio. Son sabios en su entendimiento de la naturaleza de la vida cristiana. Ellos tienen un entendimiento profundo de las necesidades de los hijos y las dificultades de ser padres fieles. Son maduros en su aplicación de la Biblia y su mensaje para los desafíos de la crianza de los hijos. Este libro será un recurso que no pasará de moda para los padres fieles.
Ted Tripp
AGRADECIMIENTOS
Estamos muy agradecidos con la vecina y amiga de la infancia de Martha, la Dra. Andrea Starrett. Andrea--pediatra con especialidad en neurodesarrollo—vive en Nueva Orleans, donde también ejerce su profesión. La Dra. Starrett ha contribuido con muchas sugerencias valiosas que fueron usadas para fortalecer las secciones del crecimiento y el desarrollo, así como el capítulo de los casos especiales. Su pericia es obvia. ¡Gracias, Andrea!
También queremos agradecer especialmente a la Dra. Laura Hendrickson. Laura ejerció anteriormente como psiquiatra y ahora es consejera bíblica en San Diego. Laura nos dio permiso de adaptar su material en el libro, Cuando Niños Buenos Toman Malas Decisiones,1 para la sección “Cuando el Niño Tiene Necesidades Especiales” de este libro. No hay manera de que hayamos mejorado su material. ¡Gracias, Laura!
Zondra Scott, la esposa de Stuart, nos ayudó en la edición, hizo buenas sugerencias, y se las ingenió para cocinar unos deliciosos bizcochos para nuestro desayuno en una de las ocasiones en las que trabajamos en este libro en la casa de Stuart y Zondra en Louisville. Fue un gozo tenerla a nuestro lado y e hizo que el todo el proceso fuera mucho más placentero. ¡Gracias, Zondra!
Por supuesto que también tenemos que reconocer a Anna Peace Maupin. Anna es hija de Martha y madre de siete hijos a los que también educa en casa. Anna tiene una licenciatura en inglés y tiene el don de escribir y editar. A la mitad de este proyecto, cuando Stuart y Martha habían perdido toda esperanza, Anna estaba segura de que el problema podía solucionarse. Así que lo solucionó, y el Señor la usó para restaurar la esperanza de Stuart y Martha. ¡Gracias, Anna!
John Crotts, el pastor de Martha, fue una bendición especial. Casi al final del proyecto, John leyó el manuscrito e hizo algunas sugerencias importantes. Inclusive tuvo una junta urgente con nosotros una mañana en el restaurant Atlanta Bread Company. Bueno, ambos sabíamos que las sugerencias de John eran sabias, aunque nos quejamos internamente al pensar en el trabajo adicional. Después de hacer el trabajo adicional, podemos decir sinceramente, ¡Gracias, John!
Muchas gracias a Jan Haley y Barb Smith por sus sugerencias editoriales. Este libro es mucho más legible como resultado de su amoroso trabajo. ¡Gracias, Jan y Barb!
Marvin Padgett de P&R Publishing fue muy entusiasta en este proyecto. Trabajar con Marvin fue un gozo para nosotros, y esperamos que lo haya sido también para él. También queremos agradecer a John Hughes por su edición y aliento. Gracias, Marvin y John. Ambos fueron una bendición.
Claro, estamos muy agradecidos con nuestro Señor Jesucristo. Él nos ha permitido perseverar en este proyecto. A él damos toda la gloria, y nuestra oración es que use este libro para ayudar a los padres a amarle y a honrarle al mismo tiempo que crían a sus hijos “en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4).
Martha Peace y Stuart Scott
Primera Parte LA BASEBÍBLICA
Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redarguir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios se a perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
(2 Tim. 3:14–17)
1
LA META
EN LA CRIANZA
DE LOS HIJOS Y
NUESTRA ESPERANZA
A través de toda la eternidad solamente ha habido un padre perfectamente fiel, y fue padre del único hijo perfectamente fiel. Por supuesto, nos referimos a Dios el Padre y al Señor Jesucristo. Ellos se amaban perfectamente y nunca pecaron. El Padre siempre se complacía del Hijo. El Hijo siempre cumplía la voluntad de su Padre. Ni uno ni el otro pecarían jamás porque son santos. ¡Cuán bello es esta imagen!
Imagínese ahora, un padre que está viajando con su familia en plan de vacaciones. El está conduciendo el auto, su esposa está a su lado y sus dos hijos están en el asiento de atrás. De un momento para otro uno de los niños comienza a gritar, “¡Él me está mirando!” En seguida se desata un conflicto en el asiento de atrás. Inmediatamente, todos los que están dentro del auto se ponen nerviosos y cada uno está pecando de una manera u otra. Esta otra imagen no es tan bonita.
Los padres al igual que los hijos necesitan ayuda, mucha ayuda. Necesitan la ayuda de aquel que es perfecto, que sí entiende nuestra necesidad y que nos ayuda – Dios mismo. De eso trata este libro. El Padre fiel entrega una perspectiva práctica y bíblica respecto a “criar a los niños en la disciplina y amonestación del Señor” a través de, y debido a, la gracia de Dios para con nosotros (Ef. 6:4).2 Nuestros objetivos son estos: presentar la base bíblica que respalda esta disciplina e instrucción, darle a Ud. una perspectiva de lo que debe ser la vida diaria junto a sus hijos, y retarlo a que Ud. llegue a ser un padre fiel que persevera y deja los resultados a cargo de Dios.
La Meta Correcta
La meta de todo padre cristiano es ser fiel a la Palabra de Dios, por su gracia y para su gloria. Esta es nuestra meta porque en Cristo tenemos la gran esperanza de poder ser fieles independientemente de que nuestros hijos lo sean.
¿Qué se quiere decir con “ser fiel”? La palabra “fiel” se encuentra muchas veces a través del Antiguo y Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, “fiel” hace referencia a Dios. Significa ser “permanente, veraz, certero, duradero, resuelto, seguro, confiable y promueve la idea de un apoyo seguro y firme.”3 De igual manera en el Nuevo Testamento, la palabra que se traduce como “fiel” significa ser “de confianza, fiable, o veraz.”4 A la luz de lo que aprendemos en las Escrituras acerca de la palabra “fiel”, si hemos de ser padres fieles seremos resueltos, confiables, y veraces respecto a nuestro compromiso con Dios y su Palabra.
También seremos como Dios, confiables en el cuidado que brindamos como padres y comprometidos con lograr el bienestar de nuestros hijos.
Un ejemplo de fidelidad de los padres se demuestra a través del siguiente relato acerca de Christa; hija de Stuart y Zondra Scott, cuando tenía tres años de edad. Ella iba a ser pajecita en la boda de su tío. Su familia viajó a una ciudad distante para asistir a la boda y se hospedaron con la familia de Martha y Sanford. Un miembro de la familia Peace era David, de 16 años de edad. David era alto, un poco delgado y probablemente muy poca atención le dio a la pequeña niña. Por lo contrario, los ojos de Christa expresaron su asombro cuando le presentaron a David. Emocionadamente le dijo a la madre de David, “¡Venga a ver a David. Él mató a Goliat!”
Fue muy divertido para todos los que estuvieron en ese lugar aquel día. A pesar de que Christa no entendía la gran brecha de tiempo en la historia, fue obvio que le habían enseñando historias bíblicas en las que creía con todo su corazón, por pequeño que fuera, y creía que eran la verdad. Stuart y Zondra eran fieles, enseñando a Christa acerca del Señor y su Palabra.
El Señor recompensa la fidelidad, no la perfección. Esto es debido a que ni podemos vivir sin pecar, ni podemos obligar a nuestros hijos a vivir así. Solamente nuestro Señor Jesucristo es el que “no conoció pecado” (2 Cor. 5:21). El nunca pecó, pero nosotros sí pecamos y él sabía que necesitaríamos su ayuda y su ánimo para criar fielmente a nuestros hijos, como él lo desea. La buena noticia tan asombrosa, es que por la gracia de Dios, los padres Cristianos están en un lugar en donde cada vez más pueden aprender en cuanto a la voluntad de Dios y obedecerla porque tienen el Espíritu de Dios morando en ellos. Una persona que se esfuerza en honrar al Señor mientras cría a sus hijos, arrepintiéndose y cambiando lo que haya que cambiar, es un padre, o una madre fiel. Aunque no seremos padres perfectos, podemos, día por día, aprender a poner en práctica las instrucciones de Dios. Algún día podremos oír al Señor decir lo que el amo le dijo a su sirviente, “Bien, buen siervo y fiel” (Mat. 25:21).
¿Cómo podemos saber si estamos viviendo fieles a la instrucción de Dios? Lo sabemos cuándo buscamos que el vivir de acuerdo con la instrucción de Dios nos sea un habito. Las Escrituras son la voluntad revelada de Dios (Deut. 29:29; 2 Tim. 3:16–17). Dios mismo nos habla a través de la Biblia. La Biblia es un libro sin igual porque es la Palabra de Dios. Por lo tanto, es suficiente para decirnos lo que necesitamos saber con el fin de que ejerzamos fielmente nuestra labor de padres.
Las Escrituras no nos dan detalles paso a paso sobre cada decisión que un padre debe hacer. Lo que sí hacen sin embargo, es que por medio de directrices y principios que hemos de acatar, nos proveen la verdad. Por ejemplo, un principio general sería “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia.” (Prov. 3:5).
Las Escrituras también nos hablan del Señor Jesucristo y de cómo podemos llegar a ser Cristianos. Segunda de Timoteo 3:15 nos dice que “las Sagradas Escrituras… pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” Por ende, los padres solo pueden cumplir fielmente la Palabra de Dios si primero, han creído en Cristo.5
Una vez hemos sido salvos, Dios comienza la obra de santificación en nuestras vidas. La raíz de la palabra que se usa para expresar santificación en el griego original quiere decir implícitamente, ser santo.6 Este es un proceso de crecimiento espiritual que comienza en el momento de la salvación y será completado en el cielo (Tito 2:11–14). Con frecuencia nuestros hijos son medios principales por medio de los cuales Dios nos muestra nuestro pecado y nos moldea más y más a su imagen. No es inusual oír a una madre decir, “Antes de que nacieran mis hijos yo no sabía que tenía un problema de ira.” Por lo tanto, para sobrellevar las tendencias pecaminosas y para hacernos más parecidos a Cristo, el Señor Jesús oró al Padre a nuestro favor, “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad (Juan 17:17, énfasis añadido)
Siendo padres tenemos que recordar que nuestros hijos no son los únicos que están pasando por el proceso de santificación.
Hasta aquí hemos visto que la meta de los padres es ser fiel a la Palabra de Dios, pero sin duda esto no es lo único. La única manera de que podamos ser fieles es por la gracia de Él. La gracia de Dios que él muestra hacia sus hijos caídos y sin esperanza en sí mismos son un favor y una ayuda inmerecidos. La gracia está disponible por medio de la persona de Jesucristo quien ha provisto salvación a aquellos que creen en él. La gracia de Dios cubre toda su creación de manera general, pero también capacita diariamente a sus hijos a que sean más como el Señor Jesús. Aunque no lo merecemos, Dios de manera sobrenatural nos ha regalado la motivación y la fuerza con las cuales se puede cumplir su voluntad. Aunque tenemos la responsabilidad de “ocupar[nos] en nuestra salvación con temor y temblor,” es Dios quien “produce en [nosotros] el querer como el hacer por su buena voluntad.” (Filip. 2:12–13, adaptación añadida).
Por supuesto debemos hacer todo esfuerzo acompañado de oración por ser obedientes, pero es solamente con la ayuda de la gracia de Dios que toda cosa buena y agradable llega a nuestras vidas. A veces la crianza de los hijos puede ser una tarea abrumadora, pero la gracia de Dios capacita, es suficiente y siempre está a nuestra disposición porque, “…todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia…” (2 Pedro 1:3). Con la ayuda de Dios podemos ser más constantes en el entrenamiento y la instrucción que damos en amor. Los padres no tardan en darse cuenta que trabajar con niños requiere mucha paciencia y perseverancia, pero toda la gracia necesaria está disponible. Posiblemente tenemos hábitos y maneras de pensar anticuados que necesitan ser renovados, pero Dios puede ayudarnos a cambiar mientras cumplimos con nuestra parte y en oración dependemos de él.
Conocemos a una madre joven que recientemente creyó en Cristo y ha luchado con la ira y la impaciencia, especialmente hacia su hijo de siete años. Parece ser que su hijo con frecuencia sentía el impacto del estado de ánimo que ella manifestaba en un día dado. La madre sintió convicción por la manera desagradable en que actuaba y comenzó a confesar su pecado ante Dios y ante su pequeño hijo. A la vez, comenzó a repasar sus pensamientos cuando se veía tentada a responder airadamente. Un día estaba en la cocina de su casa cuando su hijo hizo algo que anteriormente la habría hecho estallar. Sin embargo, ese día las cosas fueron diferentes. El Señor le ayudó a pensar, “El amor es paciente. Puedo demostrarle amor a pesar de su pecado.” Ella respondió a su hijo con disciplina amorosa y con gozo al reconocer que Dios la estaba ayudando a ser una madre cristiana amorosa.
El cambio debe comenzar con los padres. En Deuteronomio 6:6, Dios les dice a los padres, “estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón.” Nuestros hijos deben ver a diario en nuestras vidas lo que queremos ver en las vidas de ellos. El Señor puede en el mismo momento darnos la gracia para impedir que les llamemos la atención de manera áspera y con palabras hirientes. Él puede seguir haciendo que crezcamos más y más en fidelidad para que traigamos gloria a él.
Dios recibe todo el reconocimiento porque es solamente debido a la gracia de Dios que podemos renovar nuestras mentes y ser más como Dios. En otras palabras él recibe toda la gloria. La gloria de Dios abarca la manifestación de sus perfecciones maravillosas (a veces acompañadas de resplandor en las Escrituras, Ex. 33:18–23). Glorificar a Dios es darle el honor, literalmente “el peso” que le es merecido por sus perfecciones.7 La belleza de las perfecciones de Dios ha de ser reflejada en la vida de todo cristiano siendo obediente a su Palabra en el poder del Espíritu Santo. A la luz de lo que Dios ha hecho en nosotros por medio de Jesucristo, no hay algo, por común que sea, que no podamos hacer para la gloria de Dios. Nos gusta pensar en esto como el ser un “sacrificio vivo” para el Señor (Rom. 12:1). El apóstol Pablo explicó el significado de glorificar a Dios en términos claros y prácticos: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31, énfasis añadido).
Este “todo” incluye realizar fielmente las responsabilidades bíblicas de los padres. Los padres tienen dos responsabilidades principales hacia sus hijos, estas son: criarlos (1) en la disciplina del Señor y, (2) en la amonestación o instrucción del Señor.
Responsabilidades Bíblicas Básicas de los Padres
Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor (Ef. 6:4)
La palabra griega usada para expresar disciplina en este versículo es paideia, la cual lleva la idea básica de entrenar nuestra vida externa.8 Es un término amplio que abarca una orientación estructurada y un control, que sean bajo parámetros prácticos para la vida diaria, para estimular, redargüir, o reprender (debido a desobediencia y/o actitudes pecaminosos y por supuesto, como sea apropiado según la edad del niño o de la niña.)
Por otro lado, amonestación o instrucción es la palabra griega nouthesia, la cual significa “poner o fijar en la mente.”9 Aquí la idea está dirigida a nuestra mente interna/nuestro corazón. Los padres han de instruir a sus hijos (tan fielmente como les sea posible), a pensar bíblicamente en cuanto a Dios, el hombre, Satanás el mundo y la vida.
Por ejemplo, debemos enseñar a nuestros hijos en cuanto a lo que significa temer y amar a Dios (Prov. 1:7 y Mat. 22:37–40). Ellos necesitan entender que la prioridad de la vida es una relación con Dios. Que vivan en un hogar cristiano servirá para ayudarles a honrar y respetar a un Dios digno, para fomentar un deleite sincero y una lealtad a él. En la medida en que usted demuestre que ama a Dios con todo su corazón, será más fácil encontrar ejemplos de la fidelidad de Dios y de darle el amor y el honor que él merece.
Cuando los padres instruyen y disciplinan a sus hijos no deben provocarlos a ira. Este principio se expresa de una manera un poco diferente en Colosenses 3.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. (Col. 3:21)
Todo padre tarde o temprano, ha provocado sin necesidad a su hijo pero este versículo se refiere a una actividad habitual, continua. Con frecuencia los padres son más grandes, fuertes y coordinados y saben más que sus hijos. Cuando este es el caso es fácil provocar a los hijos a airarse al exigir de ellos más de lo que los hijos son capaces de hacer. Los padres pueden provocar a sus hijos de otras maneras tales como el ser crueles, burlarse de sus hijos, reaccionar de manera áspera, reaccionar exageradamente al disciplinar a los hijos, retirar su amor, o al no expresar que los hijos les son motivo de alegría.10
Las Escrituras son claras cuando tratan el tema de proteger a personas de quienes podríamos fácilmente aprovecharnos y eso incluye a los niños. En lugar de provocarlos a ira, los padres tienen dos obligaciones con sus hijos de criarlos en (1) la disciplina del Señor y (2) la amonestación del Señor.
Los padres no son los únicos en la familia que pueden glorificar a Dios al ser fieles. Si el hijo, o la hija es un cristiano, él o ella también lo pueden hacer. A igual que sus padres, los hijos tienen dos responsabilidades bíblicas, básicas: (1) obedecer a sus padres, y (2) honrar a sus padres.
Responsabilidades Bíblicas Básicas del Hijo
“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.” (Ef. 6:1)
Los hijos deben obedecer a sus padres excepto cuando le piden que peque. Encontramos el mandato obedeced a vuestros padres claramente declarado en Efesios 6:1, pero Dios lo cualifica. Ellos han de obedecer “porque esto es justo.” El Señor nunca pediría que pecaran y por supuesto, un padre tampoco lo debe pedir. Además, Hechos 5:28–29 deja en claro que quienes son autoridad no tienen el derecho de exigirles que pequen a quienes están bajo su autoridad. Pedro explicó esto a sus propias autoridades diciendo que era “¡necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!” cuando la exigencia de un gobernante iba en contra de lo que Dios exigía. Dios siempre es la autoridad suprema.
La palabra griega que expresa “obedecer” es hupakouo.11 Esta es una palabra que se compone de hupa (“estar debajo”) y akouo (“dar atención” o “escuchar”). Nuestra palabra “acústica”, deriva de akouo. La acústica es todo aquello “relacionado con el sentido o los órganos de audición, al sonido, o a la ciencia de los sonidos.”12 Por lo tanto, la responsabilidad del hijo es escuchar, akouo, la instrucción de sus padres con la intención de obedecer. La razón de esto es que el hijo está bajo, hupa, la autoridad de sus padres.
La obediencia conduce de manera lógica a la segunda responsabilidad básica del hijo.
“Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” (Ef. 6:2–3)
Cuando se entregó este mandamiento incluía una promesa maravillosa de largura de vida. Según obedecía el hijo podría vivir bien y durante más tiempo, especialmente en vista de que la rebelión resultaba en apedreamiento.
En su carta a los Efesios, Dios a través de Pablo resalta lo importante y beneficioso que es para un hijo que honre a sus padres. En verdad, un hijo honra a sus padres cuando les habla y habla de ellos de una manera amable y respetuosa y cuando busca someterse a la autoridad de sus padres mientras vive en su casa.
Hasta este punto hemos visto que los hijos están bajo la autoridad de sus padres y los hijos tienen dos responsabilidades: (1) obedecer a sus padres y (2) honrar a sus padres. También hemos visto que para la gloria de Dios y por su gracia los padres pueden cumplir fielmente las dos responsabilidades básicas que tienen: (1) disciplinar a sus hijos y (2) instruirlos en las cosas concernientes al Señor.