Aliénor de Aquitania

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Aliénor de Aquitania
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Martin Aurell

ALIÉNOR

Leonor de Aquitania

EDICIONES RIALP

MADRID

Título original: Aliénor d'Aquitaine

© 2020 Presses Universitaires de France / Humensis

© 2021 de la versión española realizada por MIGUEL MARTÍN

by EDICIONES RIALP, S. A.

Manuel Uribe 13-15, 28033 MADRID

(www.rialp.com)

Realización ePub: produccioneditorial.com

ISBN (edición impresa): 978-84-321-5369-3

ISBN (edición digital): 978-84-321-5370-9

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

NOTA PRELIMINAR

INTRODUCCIÓN

I. UNA JUVENTUD EN EL TIEMPO DE LAS CRUZADAS

LOS ORÍGENES FAMILIARES

LA HEREDERA DEL DUCADO DE AQUITANIA

CORONADA REINA DE FRANCIA A LOS 13 AÑOS

RELACIONES CON EL ORIENTE: EL VASO DE LEONOR

CONFLICTOS DE PALACIO: EL MATRIMONIO DE PETRONILA

EL SOPLO DE LA CRUZADA SE APODERA DE OCCIDENTE

UN FRACASO ATRIBUIDO A LAS MUJERES

LA DERROTA DEL MONTE CADMOS Y LA HUIDA HACIA PALESTINA

DISPUTAS EN CASCADA EN TORNO A DAMASCO

LA SEPARACIÓN DE LA PAREJA REAL

LA MALA REPUTACIÓN DE LEONOR, ¿UN ASUNTO CULTURAL?

II. UNA MADUREZ CON Y CONTRA ENRIQUE II DE INGLATERRA

REGRESO ACCIDENTADO A POITIERS Y MATRIMONIO CON EL FUTURO REY DE INGLATERRA

EL IMPERIO PLANTAGENET

LO QUE SE ESPERA DE UNA REINA DE LA EDAD MEDIA

LEONOR, REINA Y MADRE

LOS PRECEPTORES: TOMÁS BECKET Y GUILLERMO LE MARÉCHAL

LA RELACIÓN CON SUS HIJAS

LEONOR Y EL GOBIERNO DEL IMPERIO

ENRIQUE II, EL HOMBRE CENTAURO

LA CONQUISTA DE TOULOUSE BAJO LA INFLUENCIA DE BECKET

BECKET, DE PLEBEYO A ARZOBISPO DE CANTERBURY

ENRIQUE II LIMITA LOS DERECHOS DEL CLERO

EXILIO DE BECKET Y CORONACIÓN DE ENRIQUE EL JOVEN

ASESINATO EN LA CATEDRAL

III. LA GRAN REBELIÓN

ENRIQUE EL JOVEN CONTRA SU PADRE ENRIQUE II

LEONOR FOMENTA LA REBELIÓN CONTRA ENRIQUE II

LEONOR, CAPTURADA POR LOS HOMBRES DE ENRIQUE II

PENITENCIA DE ENRIQUE II SOBRE LA TUMBA DE TOMÁS BECKET

RAZONES DE LA REBELIÓN: ¿LOS CELOS?

LA EXPLICACIÓN JURÍDICA: LA POLÍTICA CENTRALIZADORA Y AUTOCRÁTICA DE ENRIQUE II

LA EXPLICACIÓN ANTROPOLÓGICA: LA JUVENTUD, EL ESTATUTO DEL SOLTERO DESPROVISTO DE PATRIMONIO

LA EXPLICACIÓN DE LOS CRONISTAS MEDIEVALES: LEONOR LA «ALIENANTE»

UNA MUJER TRANSGRESORA: TRAVESTISMO DE LEONOR

LAS MUJERES DETRÁS DE LA GRAN REBELIÓN

LA MISOGINIA MEDIEVAL

MUERTE DE ENRIQUE II Y LIBERACIÓN DE LEONOR

IV. EL PODER AUMENTADO DE UNA VIUDA

RICARDO CORAZÓN DE LEÓN ES REY, LEONOR DE AQUITANIA GOBIERNA

UNA ESTRATEGIA MATRIMONIAL ORQUESTADA POR LEONOR

MATRIMONIO EN LA ISLA DE CHIPRE Y PARTIDA PARA LA TERCERA CRUZADA

BERENGUELA DE NAVARRA, REINA DE INGLATERRA

LA TRAICIÓN DE JUAN SIN TIERRA

CAUTIVERIO DE RICARDO CORAZÓN DE LEÓN EN ALEMANIA

EL HÉROE DE LAS CRUZADAS ESTÁ DE VUELTA: CEREMONIA DE OSTENSIÓN DE LA CORONA

TRAS RECUPERAR SU IMPERIO, RICARDO PERECE JUNTO A SU MADRE

TRES YACIENTES EN LA ABADÍA DE FONTEVRAUD

LEONOR SE OCUPA DE LA SUCESIÓN DE SU HIJO JUAN SIN TIERRA

NUEVA ESTRATEGIA MATRIMONIAL: BLANCA DE CASTILLA

CONDENA DE JUAN SIN TIERRA

MUERTE DE LEONOR Y HUNDIMIENTO DEL IMPERIO PLANTAGENET

CONCLUSIÓN

CRONOLOGÍA

AGRADECIMIENTOS

AUTOR

COLECCIÓN HISTORIA

NOTA PRELIMINAR

ESTE LIBRO PROCEDE DE un ciclo de conferencias publicadas en cuatro CDs por la librería sonora Frémeaux, debidamente transcrito. Tiene, pues, las huellas del lenguaje oral. Su tono pedagógico, por momentos familiar, corresponde a esta circunstancia en que el autor trata de captar la atención de un público no especializado. El texto ha sido objeto de una cuidadosa relectura por parte del autor, que ha comprobado la exactitud de sus datos.

Filiación simplificada de Leonor de Aquitania


INTRODUCCIÓN

LEONOR DE AQUITANIA, nacida en 1124 y muerta en 1204, reina de Francia y reina de Inglaterra, ¿era una mujer excepcional? Ciertamente, una reina que ha tenido dos maridos reyes se sale de lo ordinario. Se casó primero con Luis VII, rey de Francia, y luego con Enrique II de Inglaterra. Tuvo una decena de hijos, de los que ocho sobrevivieron a la adolescencia, entre los cuales algunos personajes en la confluencia entre la realidad y el mito que hicieron las delicias de los autores de romances: Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra, por citar solo a los más famosos. Era también una viajera extraordinaria. Se suele considerar la Edad Media como un periodo sedentario, en que apenas se sale del propio pueblo en toda la vida, cosa que no es cierta para la nobleza. Leonor fue hasta Jerusalén, Antioquía, Constantinopla, Mesina, a Sicilia, a Castilla y a Navarra; recorrió en litera o a caballo Occidente y el próximo Oriente. Algo poco común, esta mujer nunca se dejó dominar por los hombres; se rebeló contra su marido en 1173, cosa que le costó quince años de cautiverio. Otro aspecto excepcional para su tiempo: su longevidad, pues Leonor recorrió el siglo XII durante cerca de ochenta años. Si el siglo XIII es el de san Luis, el XII es en Francia el de Leonor de Aquitania, que ha marcado el campo de las artes y de las letras que ella patrocinó.

 

El problema importante que se plantea frecuentemente a los historiadores medievalistas es el de las fuentes. Sobre una mujer del siglo XII, las piezas escritas son muy fragmentarias, pues quienes escribían, con pocas excepciones, eran hombres que se interesaban poco por el otro sexo. Con todo, Leonor es a menudo citada por la historiografía: las crónicas (los relatos históricos de la época) o los anales (género mucho más austero y elíptico). Ella aparece también en unas 120 cartas (actas notariales avant la lettre) de las que es autora; así es cuando hace una donación al monasterio de Fontevrau o a otras instituciones eclesiásticas. Sus parientes aparecen en estos documentos en la forma de su seing (el antepasado de nuestra firma), lo que nos permite reconstruir la corte y sus desplazamientos, pues estos actos son con frecuencia datados y localizados. Conservamos también algunos apuntes contables de los gastos que ella hace en la corte de Inglaterra. En último lugar, para este siglo XII que es el de un renacimiento literario, los intercambios epistolares son una fuente importante para el historiador, y Leonor ha tenido mucha correspondencia (aunque no fuese de su propia mano, pues contaba en su entorno con notables escribanos, como Pierre de Blois).

Así pues, disponemos de un conjunto de documentos, al que se añade la iconografía, algunos objetos, o incluso su aparición en obras de ficción, en verdad demasiado fragmentarios y dispersos para penetrar en la psicología de un individuo. Pues, cuando se redacta una biografía, se desea conocer el temperamento del personaje. ¿Era Leonor alegre? ¿Cascarrabias? ¿Autoritaria? Me inclino a pensar que la psicología barata y los intentos de penetrar su universo íntimo son absurdos y faltos siempre de objetividad. Eso sucede, en el siglo XIX, con algunos grandes autores, pretendidos historiadores como Jules Michelet, que han forjado la cultura popular de su tiempo. Profundamente nacionalista, Michelet detestaba que Leonor se casase con el rey de Inglaterra después de divorciarse del rey de Francia, y escribía sobre ella que era «apasionada y vengativa como una mujer del sur». Ignoro qué experiencia podía tener Michelet de las meridionales, pero se adivina el tópico: sangre caliente, pasión, vendetta… Y se le pegan a la reina esos adjetivos con una desenvoltura sorprendente por parte de quien se considera como un gran historiador. Un poco más tardío, Élie Berger ha escrito la biografía de la nieta de Leonor, Blanca de Castilla. A sus ojos de francés muy patriota, que vive como una tragedia la pérdida de Alsacia-Lorena y tiene sed de revancha, Leonor es la traidora a Francia por excelencia y encarna a la pérfida Albión. Oponiéndola a su nieta Blanca de Castilla, escribe: «Leonor era la más mala y desconsiderada de las mujeres de nuestra historia».

Pero no hay que buscar en el siglo XIX, ni a comienzos del XX, la clave de la comprensión de este personaje. La muy rica y rigurosa biografía de Edmond-René Labande es una autoridad desde hace largo tiempo; la han utilizado muchos escritores, comenzando por Régine Pernoud, autora de una de las primeras biografías populares en los años 1950, donde reaparecen, sin embargo, rasgos de psicología de poca monta y tópicos (Leonor era mundana, tenía una gran libertad de movimientos, era floja y extravagante, la sedujo el emperador de Constantinopla, ese hombre del Levante un poco hipócrita…). Tendremos que superar estos lugares comunes para comprender de la forma más objetiva posible a esta mujer dos veces reina.

I.

UNA JUVENTUD EN EL TIEMPO DE LAS CRUZADAS

LOS ORÍGENES FAMILIARES

La biografía es un ejercicio muy difícil para los historiadores formados en la escuela de los Anales. Estamos más bien interesados por los grandes movimientos de la historia, por la sociedad, por los poderes, por la economía, mientras que la biografía es un género íntimamente ligado a ese elemento indefinible que remite a la psicología, a la libertad de cada uno que no podremos nunca explicar del todo con seguridad. Por poco que se aborde más modestamente a Leonor de Aquitania al hilo de su vida, se percibe que su existencia recuerda en bastantes aspectos la de muchas mujeres de su tiempo, y que, si ella tiene un recorrido excepcional, su condición es al mismo tiempo muy representativa de las princesas, reinas y damas de la alta aristocracia del Occidente medieval.

Nacida probablemente en 1124, Leonor de Aquitania es hija de Guillermo X, duque de Aquitania y de la vizcondesa de Châtellerault. El duque vive en su palacio de Poitiers, aunque se desplaza mucho, sobre todo por el centro y sudoeste de Francia que debe gobernar; y la ciudad de Châtellerault está a unos cincuenta kilómetros al norte de su «capital». Leonor [Aliénor][1] es un nombre desconocido aún, un hápax que dirían los filólogos. Proviene del de su madre, Aénor, al que se prefija el adjetivo latino alia, que significa «otra». Aliénor es pues «la otra Aénor». La familia de Châtellerault tiene un lugar importante en su historia y aún más en la imagen negativa que sus contemporáneos se harán un día de ella. Su madre, Aénor, nació del matrimonio de Dangereuse (“Peligrosa”, ¡ese es un nombre que no se inventa!) de l’Île-Bouchard con el vizconde de Châtellerault. Pero Dangereuse deja un día a este esposo legítimo para convertirse en la concubina de Guillermo IX de Aquitania, padre de Guillermo X y abuelo de Leonor.

Este abuelo paterno es el primer trovador de la historia de la literatura cuya composición poética haya llegado hasta nosotros. Es autor de cortas canciones rimadas que tratan de la dama amada. Es capaz de cantar el fin’amor, esta forma «refinada», nada picante, de hablar de amor, que se llamará en el siglo XIX «el amor cortés»: un amor etéreo, platónico, que pone a la mujer sobre un pedestal y donde el hombre se humilla, arrodillándose ante ella a modo de un vasallo, según los ritos del feudalismo. Una tal idealización de la mujer marcará profundamente a la sociedad occidental, inspirando en particular el amor romántico muchos siglos después. Este fenómeno, que participa del Renacimiento del siglo XII, se debe en gran parte a la corte de Guillermo IX el trovador; las primeras canciones que utilizan esos temas tan elevados son las suyas. Pero, por otra parte, es capaz de escribir poemas de una extremada obscenidad y es esta reputación de libertinaje declarado y de lujuria asumida la que se reprochará a su nieta. Para lo mejor y para lo peor, el aura de su medio familiar no dejará nunca a Leonor —que, por otra parte, conoció en sus primeros años jóvenes a su abuelo Guillermo IX, hecho raro para la época—.

Guillermo IX y Guillermo X atrajeron a su corte un cierto número de trovadores, poetas innovadores en su tiempo por la utilización de la lengua de oc, la belleza de sus metáforas y los temas que desarrollaban. Los dos más importantes de estos artistas de corte, que no pertenecen a la nobleza y buscan la protección de los señores para ejercer sus talentos y sobrevivir (regalos, alojamiento y cubierto), son Marcabru y Cercamon. El primero se dice «engendrado bajo una tal luna que sabe cómo el amor se rompe»; su biógrafo del siglo XIII afirma que era un niño abandonado. Misógino, se dedica menos a la poesía amorosa o religiosa que a las odas guerreras que animan a los caballeros a partir a la cruzada. El nombre del segundo describe a quien «busca» o recorre el mundo de corte en corte y de castillo en castillo para renovar su auditorio.

Hecho original, la corte de Guillermo IX ha acogido a un bardo del país de Gales, un bretón, en una época en que Gran Bretaña y la pequeña Bretaña armórica hablan lenguas muy próximas y comparten una misma cultura celta. Hacia 1100, este bardo Bleddri ap Cadifor es un noble galés que ha atravesado la Mancha para residir en el palacio de Poitiers. Se ve entonces extenderse entre la aristocracia de la región un cierto número de nombres de bautismo como Perceval, Arturo o Lancelote. Las canciones y los cuentos de Bleddri y de sus compatriotas están quizá para muchos en la difusión de esta moda onomástica. El mito artúrico es el motivo literario dominante de la época en Gran Bretaña y conquista en adelante el continente.

LA HEREDERA DEL DUCADO DE AQUITANIA

Al gran medievalista Georges Duby le gustaba decir que el siglo XII es el de las herederas. Leonor es una de ellas: a la muerte de su abuelo, su padre no seguirá siendo mucho tiempo duque de Aquitania. Está fuertemente implicado en el asunto del cisma de Anacleto. En efecto, en los años 1120-1130, la Iglesia conoció dos papas; por desgracia para él, Guillermo X tomó partido por el que será considerado luego como un antipapa, y es por eso condenado por el hombre más influyente de la Iglesia de principios del siglo XII, Bernardo de Claraval. Cuando Guillermo X se arrepiente, se le impone, como expiación de su falta, la peregrinación a Santiago de Compostela. Pero, apenas ha llegado a la catedral de Galicia, cae enfermo y muere repentinamente a comienzos de 1137. Es la consternación.

Leonor tiene 13 años y es entonces mayor (la mayoría entonces prevista por el derecho canónico es de 12 años para las muchachas y de 14 años para los muchachos). Ella se convierte en heredera de un vasto conglomerado de «principados territoriales», expresión forjada por los medievalistas en el siglo XX para designar lo que corresponde a las regiones contemporáneas, ya sean ducados, condados o vizcondados.

En el siglo XII, Aquitania es el mayor territorio de Francia y agrupa prácticamente todos los principados al sur del Loira y al oeste: el condado de Poitou, el condado de la Marche y el vizcondado de Limoges, y el condado del Périgord, la Aquitania en sentido propio con Burdeos como capital, luego el ducado de Gascuña con ciudades importantes como Bayona o Auch. El ducado de Aquitania recibe el homenaje de sus señores, como el vizconde de Limoges y conde de Auvernia. Y Guillermo IX estaba casado con la condesa de Toulouse, Felipa, unión que había aprovechado ocupando el Toulousain a favor de la partida para la cruzada de su cuñado —los duques de Aquitania han puesto siempre los ojos sobre el condado de Toulouse, que con gusto hubiesen conquistado—. Leonor, como no tiene más que una hermana pequeña, hereda, pues, ese territorio inmenso (que corresponde casi a la región actual de Nouvelle-Aquitaine) y los derechos sobre las regiones adyacentes.

CORONADA REINA DE FRANCIA A LOS 13 AÑOS

Una huérfana tan joven y poderosa es con toda evidencia una presa apetecible y no hay ninguna duda de que muchos serán pronto los pretendientes a su mano, en particular en la aristocracia local. Pero Leonor está bajo la tutela feudal del rey de Francia Luis VI el Gordo, heredero de la antigua Francia occidental, o sea el espacio de la Francia actual sin los principados situados al este del Saona y del Ródano, pero con Flandes. Al saber que la heredera de la Aquitania está por casar, Luis VI aprovecha la ocasión: su hijo y sucesor, el futuro Luis VII tiene la misma edad que Leonor. Así pues, algunas semanas después de la muerte de Guillermo X, el rey de Francia arregla el matrimonio entre su hijo y Leonor para tomar el poder sobre el ducado de Aquitania. El matrimonio tiene lugar con gran pompa en julio de 1137 en Burdeos y la joven pareja acude a París donde está la corte real; pero el viaje de boda queda ensombrecido por el anuncio de la muerte brutal de Luis VI. Y a su llegada a París, Luis y Leonor son al punto coronados. Por primera vez, Leonor recibe la unción: se derrama aceite sobre su cabeza, se la corona, y hela aquí reina en adelante, estrato último del poder monárquico.

Se encuentran indicios en los documentos que prueban que ella ha influido en su marido: Luis VII se interesa mucho por Aquitania, patrimonio de su esposa. El abad Suger, el constructor de Saint-Denis, hombre de una gran finura política, convertido en mentor de Luis VI, aconseja probablemente a la joven pareja. Incluso escribió una biografía de Luis VII. Una importante campaña contra Toulouse se prepara; Leonor desea proseguir la política territorial de su abuelo, Guillermo IX, y poner la mano sobre la ciudad de su abuela Felipa. La operación resulta un fracaso, pero en adelante, los reyes de Francia se interesan en la parte meridional del territorio. Antes de Luis VII, era raro que un rey de Francia cruzase el Loira hacia el sur; es innegable que Leonor de Aquitania ha modificado la mirada real mostrándole una nueva zona de expansión geográfica a su marido.

 

RELACIONES CON EL ORIENTE: EL VASO DE LEONOR

Leonor aporta como regalo de boda a Luis VII un objeto precioso, todavía hoy conservado en el Louvre y conocido con el nombre de vaso de Leonor, un bello recipiente de cristal de roca, en forma de pera, decorado con una veintena de paneles de colmenas. El conjunto, de una extremada finura. El abad Suger fue el último poseedor, lo completó con un cuello y un pie de oro y contó su historia. Se lo ofreció a Guillermo IX el emir Abd-al Malik ibn Hud de Zaragoza, en agradecimiento por la ayuda que le había prestado en un enfrentamiento con la dinastía bereber de los almorávides, que habían invadido por entonces el sur de la península ibérica. Su historia está inscrita en latín en su base: «Este vaso, Aliénor, su esposa, lo ha regalado al rey Luis, Mitadolus a su abuelo, y el rey a mí, Suger, que lo he ofrecido a los santos». Mitadolus es la transcripción latina a la fonética dudosa del sobrenombre árabe de Abd-al Malik, a saber ‘Imad al-Dawla que se traduce como «Pilar del gobierno o de la dinastía».

En su libro L’oeuvre administrative, Suger precisa el sentido de la inscripción del vaso. Dice haberlo recibido de Luis VII, que lo tenía como regalo de boda de Leonor de Aquitania. Añade que lo destinó al altar, donde sirve probablemente de lavabo y para las abluciones finales de la misa. Lo aprecia hasta el punto de haberlo hecho esculpir por las mismas manos que esculpieron uno de los ancianos del Apocalipsis de la fachada occidental de la nueva abadía de Saint-Denis, la primera obra gótica. Antes de acabar en su monasterio, el vaso había servido, en torno a 1120, para sellar la alianza entre Guillermo IX y el emir de Zaragoza. Podría ser que ‘Imad al-Dawla fuese el dedicatario de una canción del duque que le habría mencionado con el mote de Bon Vezi («Buen Vecino») de quien dice que la «lengua extranjera» no le aleja de ningún modo. Al frecuentar la corte del emir de Zaragoza, él pudo escuchar melodías, rimas y métricas orientales que luego introdujo en sus canciones, cuya temática recuerda en muchos aspectos las que estaban entonces en curso en la España musulmana.

CONFLICTOS DE PALACIO: EL MATRIMONIO DE PETRONILA

En París, Leonor encuentra un medio curial bastante femenino. En esta sociedad, las mujeres viven en una especie de gineceo, donde la «cámara de las damas» ocupa el centro. En este tiempo, los palacios cuentan con tres grandes espacios:

— el aula, «el hall», que es la sala de aparato, de recepción y de banquete: se instalan allí las mesas sobre caballetes y allí tienen lugar las veladas, con juglares, trovadores, saltimbanquis o cuentacuentos; se charla mucho allí;

— la capella, o capilla, que es un espacio de culto, de oración y de ceremonia, pero también de estudios y de saber, todo transmitido en latín;

— la camera, o cámara, que regenta la dama del lugar y frecuentan sus amigas, sus domésticas y los niños de corta edad.

En este mundo femenino, Leonor se ve muy pronto enfrentada a su suegra, Adelaida de Maurienne, viuda de Luis VI. Pues, aunque la mujer o la doncella por casar no cuentan apenas en el plano jurídico, la viuda puede ejercer una influencia porque ella ha recibido el douaire (la dote la entrega el padre de la casada en el momento del matrimonio, mientras que el douaire lo es por el marido a su esposa). Y aunque ella no es más que usufructuaria, la viuda adquiere así una gran libertad de acción y medios financieros. Tenemos algunos ecos del conflicto que enfrentó a las dos mujeres.

Una de las razones es la hermana pequeña de Leonor, Petronila, quien si se casara con un gran señor del Poitou o de Gascogne, podría luego rebelarse contra Luis VII y reclamar para ella el ducado de Aquitania, con el pretexto de que su hermana vive ahora lejos de sus tierras y se ocupa de ellas muy poco. El problema se resuelve rápidamente, pues a Petronila la casan con Raoul de Vermandois, gran señor de la región de Saint-Quentin y senescal del rey de Francia. Es su guerrero más cercano, está encargado de reclutar las tropas y llevarlas al combate, de mantener las cuadras y las armas y velar por los suministros en las campañas militares. Solo que Raoul de Vermandois está ya casado: tiene pues que repudiar a su mujer. Eso es cosa fácil antes de 1215, fecha de la celebración del concilio IV de Letrán, donde el papa Inocencio III redujo el parentesco mínimo entre los esposos de siete a cuatro grados. Pero en el siglo XII, es posible deshacerse de una esposa que resulta molesta con el pretexto de la consanguinidad: el tribunal episcopal y los obispos son bastante indulgentes en este campo.

La esposa repudiada no es otra que la hermana del poderoso conde Thibaut IV de Blois y Champagne, que no soporta la afrenta a su honor, asunto esencial en esta sociedad donde se vive de cómo miran los demás al grupo familiar. La reputación es entonces un verdadero «capital simbólico» —por emplear las palabras del sociólogo Pierre Bourdieu— y se transmite de generación en generación tanto como el capital inmueble. Si el honor es pasivo para las mujeres, que se deben a la fidelidad conyugal, es por el contrario activo para los hombres, que deben reaccionar inmediatamente ante la afrenta al linaje. Eso es lo que hace Thibaut IV declarando la guerra a Luis VII, su señor, para defender el honor de su casa. Y en eso él no es felón, pues, aunque le ha prestado homenaje, no hace más que responder a las leyes del honor y toma las armas con pleno derecho.

EL SOPLO DE LA CRUZADA SE APODERA DE OCCIDENTE

En el curso de esta guerra entre Luis VII y Thibaut IV se produce un acontecimiento terrible; en el ataque y posterior saqueo del pueblo de Vitry por las tropas de Luis VII, la población se refugia en la iglesia donde se declara un incendio, provocando la muerte trágica de cientos de vecinos (Vitry-le-Brûlé [Vitry el Quemado] no cambiará su nombre por el de Vitry-en-France hasta época reciente). Como consecuencia de esta masacre, Luis VII, hombre profundamente religioso, tiene remordimientos y quiere reparar lo que él considera como un gran pecado, cometido bajo su responsabilidad.

Resulta que el mediador en esta guerra entre Luis VII y Thibaut IV es Bernardo de Claraval, el futuro san Bernardo. Este reformador de la orden cisterciense pide para sus monjes un completo retiro monástico y una no injerencia total en los asuntos del mundo, pero él tuvo que pasar su existencia resolviendo los problemas de Occidente. Coincide también que su discípulo preferido, un novicio cisterciense al que él formó, se ha convertido en el papa con el nombre de Eugenio III. Es propio del clero arbitrar la paz de Dios e intervenir para poner fin a las discordias entre los miembros de la nobleza laica. Bernardo de Claraval consigue la paz entre Thibaut IV y Luis VII. En el mismo momento, una nueva catástrofe llega del próximo Oriente: la caída de Edesa, cerrojo de los cruzados en Siria, que impedía a los turcos selyúcidas bajar hasta el litoral palestino y alcanzar los principados latinos de Tierra Santa.

En todo Occidente, se considera que hay que liberar la ciudad a toda costa para proteger Jerusalén. El soplo de la Cruzada se apodera de los europeos. Cincuenta años antes, en 1099, la conquista de Jerusalén había llenado de alegría a los occidentales, que podían en adelante hacer sin inconveniente la peregrinación al Santo Sepulcro, lugar de la resurrección de Cristo. Bernardo de Claraval se pone de acuerdo con su discípulo Eugenio III para predicar la cruzada. De esta, asunto complejo y muy alejado de nuestras mentalidades contemporáneas, conviene saber que es ante todo una peregrinación, un viaje de penitencia destinado a expiar los pecados. Santiago de Compostela, Roma y muy pronto Canterbury (cuya historia está estrechamente ligada a la vida de Leonor de Aquitania) son los principales destinos, y Jerusalén lo es por excelencia desde hace poco. Pero, en este caso, se trata sobre todo de una campaña militar y los Templarios, esos monjes guerreros que sostienen los Estados latinos de Occidente, mal aceptados por sus contemporáneos, gozan de una vuelta en gracia desde que Bernardo de Claraval y el papa los defienden.

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