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Acerca de Morgan Rice
Morgan Rice es la escritora de bestsellers # 1 de LOS DIARIOS DE LA VAMPIRESA, una serie para jóvenes adultos que comprende once libros (y contando) ; la serie bestseller # 1 LA TRILOGIA DE LA SUPERVIVENCIA, un thriller post-apocalíptico que comprende dos libros (y contando) ; y la serie de fantasía épica bestseller # 1 EL ANILLO DEL BRUJO, que comprende trece libros (y contando).
Los libros de Morgan están disponibles en audio e impresos, y han sido traducidos al alemán, francés, italiano, español , portugués, japonés, chino, sueco, holandés, turco, húngaro, checo y eslovaco (y en más idiomas próximamente).
A Morgan le encantará saber de ustedes, por favor no dude en visitar www.morganricebooks.com para unirse a la lista de correos electrónicos, recibir un libro gratis, regalos gratis, descargar la aplicación gratuita, recibir las últimas noticias exclusivas, conectarse en Facebook y Twitter, y ¡estar en contacto!
Aclamada por EL DIARIO DEL VAMPIRO
"Rice hace un gran trabajo arrojando a los lectores en la historia desde el principio, demostrando una gran calidad descriptiva que trasciende la mera recreación del ambiente … La novela esté muy bien escrita y es extremadamente rápida de leer."
Críticas –Black Lagoon (sobre Convertida)
"Una historia ideal para los jóvenes lectores. Morgan Rice ha hecho un buen trabajo dándole un giro interesante … es refrescante y única. La serie se centra en torno a una chica … ¡una chica extraordinaria! … Es fácil de leer, con un ritmo extremadamente rápido … Calificación PG ".
--The Romance Reviews (sobre Convertida)
"Me llamó la atención desde el principio y no podía dejar de leerla … .Esta historia es una aventura increíble con un ritmo rápido y llena de acción desde el principio. No hay oportunidad para aburrirse."
--Paranormal Romance Guild (sobre Convertida)
"Está repleta de acción, romance, aventura y suspenso. ¡Ponga sus manos en este libro y enamórese nuevamente."
--vampirebooksite.com (sobre Convertida)
"Una gran trama y, sobre todo, es la clase de libro que tendrá problemas para dejar de leer por la noche. El final creó un suspenso tan espectacular que inmediatamente voy a querer comprar el siguiente libro, sólo para saber cómo sigue.”.
--The Dallas Examiner (sobre Amada)
"Un libro que rivaliza con TWILIGHT y con VAMPIRE DIARIES, y ¡uno que te hará querer seguir leyendo hasta la última página! Si te gusta la aventura, el amor y los vampiros, ¡este libro es para ti! "
--Vampirebooksite.com (sobre Convertida)
"Morgan Rice prueba de nuevo que es una narradora de gran talento … .Este apelaría a una amplia variedad de públicos, incluyendo a los aficionados más jóvenes del género de vampiros / fantasía. Termina con un suspenso inesperado que te dejará conmocionado ".
--The Romance Reviews (sobre Amada)
Libros de Morgan Rice
EL ANILLO DEL BRUJO
UNA BÚSQUEDA DE HÉROES (Libro # 1)
UN MARZO DE REYES (Libro # 2)
EL DESTINO DE LOS DRAGONES (Libro # 3)
UN GRITO DE HONOR (Libro n º 4)
UN VOTO DE GLORIA (Libro n º 5)
UNA CARGA DE VALOR (Libro # 6)
UN RITO DE ESPADAS (Libro n º 7)
UNA CESIÓN DE ARMAS (Libro # 8)
UN CIELO DE HECHIZOS (Libro n º 9)
UN MAR DE ESCUDOS (Libro # 10)
UN REINADO DE ACERO (Libro # 11)
UNA TIERRA DE FUEGO (Libro n º 12)
UNA REGLA DE REINAS (Libro n º 13)
LA TRILOGÍA DE LA SUPERVIVENCIA
ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro # 1)
ARENA DOS (Libro # 2)
LOS DIARIOS DE LA VAMPIRESA
CONVERTIDA (Libro # 1)
AMADA (Libro # 2)
TRAICIONADA (Libro # 3)
DESTINADA (Libro # 4)
DESEADA (Libro # 5)
COMPROMETIDA (Libro # 6)
JURADA (Libro # 7)
ENCONTRADA (Libro # 8)
RESUCITADA (Libro # 9)
DESEADA (Libro # 10)
DESTINADA (Libro # 11)
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Derechos Reservados © 2012 Morgan Rice
Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio o ser guardado en una base de datos o sistema de recuperación, sin la autorización previa del autor.
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Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes , empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación del autor o han sido usados como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es total coincidencia.
Modelo de la portada: Jennifer Onvie. Fotografía de la portada: Adam Luke Studios, New York. Maquillista de la modelo: Ruthie Weems. Si deseas ponerte en contact con estos artistas, comunícate con Morgan Rice.
HECHO:
Aunque aun se desconoce la fecha exacta de la muerte de Jesús, muchos creen que murió el 3 de abril del año 33 DC
HECHO:
La sinagoga de Cafarnaúm (Israel), una de las más antiguas del mundo, es uno de los pocos lugares que quedan donde Jesús impartió sus enseñanzas. También es allí donde sanó a un hombre "que tenía el espíritu de un demonio inmundo."
HECHO:
La actual Iglesia actual del Santo Sepulcro en Jerusalén, una de las iglesias más sagradas del mundo, fue construida en el lugar donde Jesús fue crucificado y supuestamente resucitó. Pero, paradójicamente, antes de que se construyera esta iglesia, en los primeros 300 años después de su crucifixión, este lugar fue ocupado por un templo pagano
REALIDAD: Después de la Última Cena, Jesús fue traicionado por Judas en el antiguo jardín de Getsemaní
HECHO:
Tanto el judaísmo como el cristianismo sostienen que habrá un Apocalipsis, el fin de los días, cuando un Mesías llegará, y quienes han muerto podrán resucitar. El judaísmo sostiene que cuando el Mesías llegue, los primeros en ser resucitados serán quienes fueron enterrados en el Monte de los Olivos
"Voy a besar tus labios;
Por ventura algún veneno aún cuelgue de ellos,
Para restaurar la muerte.
O daga feliz! "
--William Shakespeare, Romeo y Julieta
CAPÍTULO UNO
Nazareth, Israel
(Abril, 33 A.D.)
Sueños perturbadores inundaban la mente de Caitlin. Su mejor amiga Polly caía por un precipicio extendiendo la mano tratando de tomar la suya, pero Caitlin no lograba agarrársela. También vio a su hermano Sam que huía de su lado atravesando un campo sin fin; ella lo perseguía pero, por más rápido que corriera, no lograba alcanzarlo. Vio a Kyle y a Rynd sacrificar, ante sus ojos, a los miembros su cofradía, los cortaban en pedazos y rociaban la sangre sobre ella. La sangre se transformaba en una puesta de sol color rojo sangre, que se cernía sobre la ceremonia de su boda con Caleb. Pero, ellos eran las dos únicas personas que restaban en la boda, los últimos que quedaban en el mundo, y estaban de pie en el borde de un acantilado contra un cielo rojo sangre.
Y entonces vio, a la deriva en aguas turbulentas, a su hija, Scarlet, sentada en un pequeño barco de madera, sola en un mar vastísimo. Scarlet sostenía las cuatro llaves que Caitlin necesitaba para encontrar a su padre. Pero mientras Caitlin la observaba, Scarlet levantó la mano y las dejó caer en el agua.
"Scarlet" Caitlin trató de gritar.
Pero su voz no salió y, mientras miraba, Scarlet se alejaba cada vez más de ella, hacia mar adentro mientras enormes nubes de tormenta se juntaban en el horizonte.
“¡Scarlet!"
Caitlin Paine se despertó gritando. Se sentó respirando con dificultad y miró a su alrededor tratando de orientarse. Estaba oscuro y la única luz entraba por una pequeña abertura a unos veinte metros de ella. Parecía que estaba en un túnel. O tal vez en una cueva.
Caitlin sintió algo duro debajo de ella y se dio cuenta de que estaba acostada sobre un piso de tierra, encima de rocas pequeñas. Hacía calor y estaba lleno de polvo. Dondequiera que estuviera, no era Escocia. Se sentía caluroso y seco como si estuviera en un desierto.
Caitlin se sentó frotándose la cabeza y entrecerrando los ojos en la oscuridad mientras trataba de distinguir entre el sueño y la realidad. Sus sueños eran tan vívidos y su realidad tan surrealista que se le hacía más y más difícil distinguir la diferencia.
A medida que recuperaba su respiración y se sacudía los malos pensamientos, Caitlin empezó a darse cuenta de que había regresado en el tiempo. Estaba viva en alguna parte. En algún otro lugar y en otra época. Sintió capas de suciedad en su piel, en el pelo, los ojos, y necesitaba bañarse. Hacía tanto calor allí dentro que le era difícil respirar.
Caitlin sintió un bulto familiar en su bolsillo y rodó sobre ella; con alivio vio que su diario había viajado también. Inmediatamente palpó su otro bolsillo y sintió las cuatro llaves, y luego levantó la mano y tocó su collar. Todo había viajado. Eso la alivió.
Entonces, ella se acordó. Inmediatamente, se dio vuelta para verificar si Caleb y Scarlet habían regresado con ella.
En la oscuridad, distinguió una silueta acostada que no se movía y, primeramente, se preguntó si era un animal. Pero, a medida que sus ojos se adaptaban a la oscuridad, se dio cuenta de que tenía forma humana. Se levantó lentamente, sentía su cuerpo dolorido y rígido después de haber estado acostada sobre las rocas, y se acercó al bulto.
Atravesó la cueva, se arrodilló, y empujó suavemente el hombro de la forma de gran tamaño. Ya sabía quien era: no necesitaba que él se volteara. Había podido sentirlo desde el otro lado de la cueva. Era, lo sabía aliviiada, su único amor. Su marido. Caleb.
Mientras él rodaba sobre su espalda, ella oró para que él hubiera regresado en buen estado de salud. Que se acordara de ella.
Por favor, rogó. Por favor. Sólo una última vez. Deja que Caleb haya sobrevivido el viaje.
Cuando Caleb se dio vuelta, ella se sintió aliviada al comprobar que sus facciones estaban intactas. No veía ningún signo de lesión. Al mirar más de cerca, la tranquilizó ver que él respiraba, su pecho subía y bajaba lentamente, y sus párpados temblaban.
Dejó escapar un gran suspiro de alivio cuando Caleb abrió los ojos.
“¿Caitlin?", él le preguntó.
Caitlin se echó a llorar. Su corazón se disparó mientras se inclinaba sobre él y lo abrazaba. Habían regresado juntos. Él estaba vivo. Eso era todo lo que necesitaba. No pedía nada más al mundo.
Él la abrazó, y ella lo sostuvo durante mucho tiempo, sintiendo sus músculos ondular. Se sentía muy aliviada. Lo amaba más de lo que pudiera decir. Habían regresado en el tiempo juntos tantas veces y a tantos lugares, habían visto juntos muchas cosas, habían tenido buenos y malos momentos, habían sufrido mucho y habían celebrado también. Pensó en todas las veces que casi se perdieron el uno del otro, la vez cuando él no la recordaba, cuando lo envenenaron … Los obstáculos para estar juntos parecían no tener fin.
Y ahora, por fin, lo habían logrado. Otra vez estaban juntos en éste, el último viaje de regreso. ¿Quería decir que estarían juntos para siempre? Caitlin se preguntó. Lo deseaba con cada fibra de su ser. No más viajes de regreso al pasado. Esta vez, estarían juntos para siempre.
Mientras Caleb le devolvía la mirada, ella notó que él parecía tener más edad. Miró sus brillantes ojos marrones y pudo sentir el amor fluir de él. Ella sabía que él estaba pensando lo mismo que ella.
Mientras ella lo miraba a los ojos, todos los recuerdos le vinieron de golpe. Recordó su último viaje, Escocia. Todo regresó como si fuera un sueño horrible. Al principio, había sido muy hermoso. El castillo, encontrarse con todos sus amigos. La boda. Mi Dios, la boda. Era la más hermosa que jamás hubiera soñado. Bajó la vista y miró su dedo; ahí estaba el anillo. Todavía estaba allí. El anillo había viajado también. Esta muestra de su amor había sobrevivido al viaje. Casi no podía creerlo. Ella se había casado realmente. Y con él. Ella lo tomó como una señal: si el anillo había podido retroceder en el tiempo, entonces su amor también podría.
Ver el anillo en su dedo realmente la llenó de ilusión. Caitlin se puso a pensar cómo se sentía ser una mujer casada. Se sentía diferente. Más sólida, más segura. Ella siempre había amado a Caleb, y sabía que él también la amaba. Siempre había sentido que su unión sería para siempre. Pero ahora que era oficial, se sentía diferente. Sentía que los dos eran realmente uno.
Entonces, Caitlin pensó y recordó lo que había sucedido después de la boda: que debieron dejar a Scarlet, y Sam, y Polly. Había encontrado a Scarlet en el mar, había visto a Aiden y esuchado la terrible noticia. Polly, su mejor amiga, estaba muerta. Sam, su único hermano, se había alejado de ella para siempre y se había vuelto hacia el lado oscuro. Sus compañeros de cofradía habían sido sacrificados. Era demasiado para que ella lo pudiera soportar. No podía imaginar el horror, o vivir sin Sam- ni Polly cerca.
Con una sacudida, sus pensamientos se dirigieron a Scarlet. De repente, presa del pánico, se apartó de Caleb y empezó a buscar en la cueva mientras se preguntaba si la niña había podido regresar también.
Caleb debió estar pensando lo mismo porque sus ojos se abrieron enormemente.
"¿Dónde está Scarlet?", él le preguntó, como siempre leyendo su mente.
Caitlin se volvió y corrió por todos los rincones de la cueva, buscando en las grietas oscuras por una silueta, alguna forma, alguna señal de Scarlet. Pero no encontró nada. Buscó frenéticamente, cruzando la cueva con Caleb y examinando cada centímetro.
Pero Scarlet no estaba allí. No estaba.
El corazón de Caitlin se hundió. ¿Cómo podía ser posible? ¿Cómo era posible que ella y Caleb habían regresado pero Scarlet no? ¿El destino podía ser tan cruel?
Caitlin volvió y corrió hacia la luz del sol, a la salida de la cueva. Tenía que salir a la calle, para ver lo que había allí, para ver si había alguna señal de Scarlet. Caleb corrió a su lado, y los dos corrieron hacia el sol y se pararon en la entrada de la cueva.
Caitlin se detuvo en seco justo a tiempo: una pequeña plataforma sobresalía de la cueva y luego caía hacia la ladera empinada de una montaña. Caleb se detuvo a su lado. Permanecieron de pie sobre la estrecha cornisa mirando hacia abajo. Por alguna razón, de nuevo habían aterrizado a cientos de metros de altura, en el interior de una cueva en la montaña. No había manera de ir hacia arriba o hacia abajo. Y si daban un paso más, caerían en picada cientos de metros hacia abajo.
Debajo, se extendía un valle enorme, que llegaba hasta el horizonte tan lejos como alcanzaba la mirada. Era un paisaje rural, desierto, salpicado de formaciones rocosas y una que otra palmera. A lo lejos había colinas y, debajo había un pueblo con casas de piedra y calles de tierra. Hacía aún más calor bajo el sol, que era insoportablemente brillante y caliente. Estaban en un lugar y un clima muy diferente al de Escocia. Y por lo rudimentario que se veía el pueblo, también estaban en una época muy diferente.
Intercalados entre el polvo y la arena y la roca, había campos sembrados, parches de verde aquí y allá. Algunos estaban cubiertos de viñedos que crecían en filas sobre laderas empinadas y entre ellos había árboles que Caitlin no lograba reconocer: árboles pequeños de aspecto antiguo con ramas retorcidas y hojas de plata que brillaban bajo el sol.
"Olivos", dijo Caleb, leyendo su mente otra vez.
¿Olivos? Caitlin se preguntó. ¿Dónde diablos estamos?
Ella miró a Caleb, sintiendo que él podría reconocer el lugar y la época. Caleb tenía los ojos muy abiertos; reconocía el lugar y eso lo tenía sorprendido. Se quedó mirando como si estuviera contemplando a un amigo que había perdido hacía mucho tiempo.
"¿Dónde estamos?", ella preguntó, casi con miedo de saber.
Caleb inspeccionó el valle frente a ellos y, finalmente, se volvió y la miró.
Suavemente, él dijo: "Nazaret".
Hizo una pausa, observándolo todo.
"A juzgar por ese pueblo, estamos en el siglo I", dijo, volviéndose y mirándola con asombro, con los ojos encendidos de emoción. "De hecho, creo que podríamos estar en la época de Cristo.”
CAPÍTULO DOS
Scarlet sintió que una lengua le lamía el rostro y abrió los ojos a la luz cegadora del sol. La lengua no se detenía y, antes de que mirara, sabía que era Ruth. Abrió un poco los ojos: Ruth estaba inclinada sobre ella gimiendo, la loba se entusiasmó aun más cuando Scarlet abrió los ojos.
Scarlet sintió una punzada de dolor cuando trató de abrir los ojos aún más; la luz cegadora del sol llenó de lágrimas sus ojos que sintió más sensibles que nunca. Tenía un fuerte dolor de cabeza, se dio cuenta que estaba tendida sobre una calle de adoquines en alguna lugar. La gente corría y caminaba junto a ella, era evidente de que estaba en medio de una ciudad bulliciosa. Las personas se apresuraban de aquí para allá, la calle estaba llena de gente en todas direcciones; Scarlet podía oír el estruendo de la multitud al mediodía. Mientras Ruth se quejaba y se quejaba, Scarlet se sentó mientras trataba de recordar, de averiguar dónde estaba. Pero no tenía ni idea.
Antes de que Scarlet pudiera tener en claro lo que había ocurrido, de repente sintió un pie en las costillas.
“¡Muévete!" dijo una voz profunda. "No puedes dormir aquí."
Scarlet vio una sandalia romana cerca de su cara. Levantó la vista y vio a un soldado romano vestido con una túnica corta y un cinturón alrededor de su cintura, de la que colgaba una espada corta de pie junto ella. Llevaba un pequeño casco de latón con plumas.
El soldado se inclinó y la movió de nuevo con el pie. La estaba lastimando en el estómago.
"¿Escuchaste lo que dije? Muévete o te encierro.”
Scarlet quería escucharlo, pero cuando abría aun más los ojos, el sol los lastimaba, y ella se sentía muy desorientada. Trató de ponerse de pie pero sentía como si todo se estuviera moviendo en cámara lenta.
El soldado se hizo hacia atrás para patearla con fuerza en las costillas. Scarlet lo vio venir e, incapaz de reaccionar con la suficiente rapidez, se preparó para recibir la patada.
Scarlet escuchó un gruñido y vio a Ruth, con su cabello en su espalda erizado, lanzarse al soldado. Ruth capturó el tobillo del soldado en el aire y le hundió sus afilados colmillos con todas sus fuerzas.
El soldado empezó a gritar; sus gritos llenaban el aire mientras la sangre brotaba de su tobillo. Ruth no lo soltaba y lo sacudía con todas sus fuerzas mientras el soldado rápidamente perdía su anterior altivez y se llenaba de miedo.
Entonces, se agachó y extrajo su espada. La levantó en lo alto, iba a hundirla en la espalda de Ruth.
Fue entonces cuando Scarlet la sintió. Era como una fuerza que controlaba su cuerpo, como si una potencia extraña, otra entidad, emergiera en su interior. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, Scarlet estalló en acción. No podía controlarse y no entendía lo que le estaba pasando.
Con el corazón palpitante por la adrenalina, Scarlet se levantó de un salto y agarró la muñeca del soldado en el aire en el momento en que bajaba su espada. Mientras sostenía el brazo del soldado, Scarlet sintió el poder correr por ella, un poder que nunca antes había sentido. Aún usando todas sus fuerzas, el soldado no podía moverse.
Ella le apretó la muñeca, y lo hizo con tanta fuerza que, en estado de shock, por fin él dejó caer su espada. La espada aterrizó sobre el empedrado con un sonido metálico.
“Todo está bien, Ruth," Scarlet dijo en voz baja, y poco a poco Ruth fue soltando el tobillo.
Scarlet permaneció allí, sosteniendo la muñeca del soldado; lo mantenía encerrado en su abrazo mortal.
"Por favor, déjame ir," él le suplicó.
Scarlet sintió el poder fluir a través de ella y supo que, si quería, podría lastimarlo mucho. Pero no quería hacerlo. Sólo quería que la dejaran tranquila.
Poco a poco, Scarlet lo soltó y lo dejó ir.
Con miedo en los ojos, como si acabara de encontrarse con un demonio, el soldado dio media vuelta y huyó sin molestarse siquiera en recuperar su espada.
"Vamos a Ruth", dijo Scarlet; sintiendo que podría volver con más soldados, no quería quedarse.
Un momento después, las dos corrían hacia la multitud. Se apresuraron a través de los callejones estrechos y serpenteantes hasta que Scarlet encontró un rincón a la sombra. Sabía que los soldados no las encontrarían allí, y quería un minuto para pensar y averiguar dónde estaban. Ruth jadeaba junto a ella, mientras Scarlet también respiraba con dificultad por el calor.
Scarlet estaba asustada y sorprendida de sus propios poderes. Sabía que había algo diferente, pero no lograba entender lo que le estaba pasando; y tampoco sabía dónde estaban los demás. Hacía mucho calor allí, y además estaba en una ciudad llena de gente que no conocía. No se parecía en nada a la Londres donde ella había crecido. Se puso a mirar a toda la gente que pasaba vestida con túnicas, togas, sandalias, llevando grandes cestas con higos y dátiles sobre la cabeza y los hombros; algunos llevaban turbantes. Vio antiguos edificios de piedra, callejones serpenteantes, calles estrechas y empedradas, y se preguntó donde podría estar. Eso no era Escocia. Todo se veía muy primitivo, sentía que había regresado miles de años en el tiempo.
Scarlet miraba por todos lados, con la esperanza de distinguir a su mamá y su papá. Escudriñó todos los rostros que pasaban, esperando, deseando que alguien se parara y se volteara hacia ella.
Pero ellos no se veían por ninguna parte. Y con cada cara que pasaba junto a ella, más sola se sentía.
Scarlet estaba empezando a entrar en pánico. No entendía por qué había regresado sola. ¿Cómo pudieron abandonarla? ¿Dónde podrían estar? ¿Ellos también habían regresado? ¿Acaso ella no les importaba lo suficiente como para encontrarla?
Cuanto más tiempo Scarlet se quedaba allí, observando, esperando, más se daba cuenta de su situación. Estaba sola. Completamente sola, en una época y un lugar extraños. Incluso si ellos habían regresado en el tiempo, Scarlet no tenía idea dónde buscarlos.
Scarlet miró su muñeca, el antiguo brazalete con la cruz que colgaba y le habían dado justo antes de salir de Escocia. Mientras habían estado parados en el patio de ese castillo, uno de esos hombres viejos vestidos de blanco se le había acercado y se lo había puesto en la muñeca. Ella creía que era un brazalete muy bonito, pero no sabía qué era ni qué significaba. Tenía la sensación de que podría ser algún tipo de pista, pero no tenía idea de qué.
Sintió a Ruth frotarse contra su pierna, y ella se arrodilló, le besó la cabeza y la abrazó. Ruth se quejó en su oído mientras la lamía. Al menos tenía a Ruth. Ruth era como su hermana, y Scarlet estaba tan agradecida de que hubiera regresado con ella y que la hubiera protegido de ese soldado. No había nadie a quien quisiera más.
Cuando Scarlet de nuevo se puso a pensar en el soldado y en su encuentro con él, se dio cuenta de que sus poderes debían ser más grandes de lo que creía. No lograba entender cómo ella, una niña pequeña, lo había podido someter. Sentía que estaba cambiando, o ya había cambiado, para ser alguien totalmente inédito. Recordó que en Escocia su mamá se lo había explicado. Pero todavía no acababa de entenderlo.
Solo deseaba que todo terminara. Sólo quería ser normal, quería que las cosas fueran normales, que volvieran a como estaban. Sólo quería estar con su mamá y su papá; quería cerrar los ojos y estar de vuelta en Escocia, en ese castillo, con Sam, y Polly, y Aiden. Quería regresar a la ceremonia de la boda; quería que todos en el mundo se sintieran bien.
Pero cuando abrió los ojos, todavía seguía allí, sola con Ruth en esa extraña ciudad y en esa época extraña. No conocía a nadie. Nadie se veía amable. Y no tenía idea a dónde ir.
Hasta que Scarlet ya no lo pudo soportar más. Tenía que seguir adelante. No podía estar escondiéndose y esperando para siempre. Su mamá y su papá debían estar por ahí, en alguna parte. Sintió una punzada de hambre y oyó a Ruth lloriquear, sabía que también tenía ganas de comer. Tenía que ser valiente, se dijo. Tenía que salir y tratar de encontrar a sus padres y también comida para las dos.
Scarlet salió al bullicioso callejón, estaba atenta a los soldados; a lo lejos, vio un grupos de ellos patrullando las calles, pero no parecían estar buscándola.
Scarlet y Ruth empujaron su paso entre las masas mientras se dirigían por las callejuelas serpenteantes. Estaba tan lleno allí que había gente por todas direcciones. Pasó junto a vendedores con carritos de madera vendiendo frutas y verduras, panes, botellas de aceite de oliva y vino. Los vendedores estaban uno al lado del otro, hacinados en los callejones, y gritaban para atraer clientes. La gente regateaba con ellos a más no poder.
Como si no estuviera lo suficientemente lleno, también había animales -camellos y asnos y ovejas y todo tipo de ganado, conducidos por sus propietarios. Entre ellos corrían pollos salvajes, gallos y perros. Olían terriblemente, y con sus rebuznos constantes, balidos y ladridos contribuían a elevar el nivel de ruido del mercado.
Scarlet sabía que Ruth tendría aun más hambre al ver esos animales, entonces se arrodilló y la agarró por el cuello, para frenarla.
“¡No Ruth!", Scarlet dijo firmemente.
Ruth obedeció a regañadientes. Scarlet se sintió mal por ella pero no quería que Ruth matara a esos animales y causara una gran conmoción en esa multitud.
"Voy a encontrar comida para ti, Ruth", dijo Scarlet. “Te lo prometo."
Ruth se quejó de nuevo y Scarlet sintió una punzada de hambre también.
Scarlet se apresuró para dejar atrás a los animales y condujo a Ruth por más callejones que se retorcían y giraban, pasando junto a más vendedores y más callejones. Parecía que este laberinto nunca terminaría, y Scarlet casi no podía ver el cielo desde allí.
Finalmente, Scarlet encontró un vendedor con un enorme pedazo de carne asada. Podía olerla desde lejos, el olor se filtraba por todos sus poros; vio a Ruth mirar la carne mientras se lamía los labios. Se detuvo mirando la carne boquiabierta.
“¿Quiere comprar una pieza?" El vendedor, un hombre grande con una bata cubierta de sangre, le preguntó.
Scarlet quería un pedazo más que cualquier otra cosa. Pero cuando puso la mano en sus bolsillos, no encontró nada de dinero. Sintió su brazalete, y se lo habría quitado para vendérselo a ese hombre a cambio de comida.
Pero se obligó a no hacerlo. Sentía que era algo importante, y entonces usó toda su fuerza de voluntad para contenerse.
En cambio, lentamente, tristemente negó con la cabeza. Agarró a Ruth y la alejó del hombre. Ruth lloriqueaba y protestaba pero no tenía otra opción.
Siguieron adelante y, finalmente, el laberinto se abrió en una plaza luminosa y soleada. A Scarlet le sorprendió ver el cielo abierto. Después de haber caminado por todos esos callejones, sentía que, con miles de personas dando vueltas en su interior, la plaza era el espacio más amplio y abierto que jamás había visto. En el centro había una fuente de piedra, y una inmensa pared de piedra que se elevaba cientos de metros rodeando la plaza. Cada piedra era tan ancha que era diez veces su tamaño. Contra esta pared, había cientos de personas de pie, que se lamentaban y rezaban. Scarlet no tenía idea por qué, o dónde estaba, pero sintió que estaba en el centro de la ciudad, y que este era un lugar muy sagrado.
"¡Eh, tú!" le llegó una voz desagradable.
Scarlet sintió que se le ponían los pelos de punta y poco a poco se volvió.
Un grupo de cinco chicos, sentados sobre una formación rocosa, la estaban mirando fijamente. Estaban todos sucios de pies a cabeza y estaban vestidos con harapos. Eran adolescentes, tal vez de 15 años, y Scarlet vio la maldad en sus rostros. Ellos estaban buscando problemas y habían ubicado a su próxima víctima; Scarlet se preguntó si era tan evidente que estaba sola.
Con ellos había un perro salvaje, enorme, rabioso, era dos veces el tamaño de Ruth.
"¿Qué estás haciendo por aquí sola?" el chico que parecía el líder le preguntó burlonamente mientras los otros cuatro se reían por lo bajo. Era musculoso y tenía una mirada estúpida, labios grandes y una cicatriz en la frente.
Mientras lo miraba, Scarlet sintió que adquiría un nuevo sentido, uno que nunca había experimentado antes: un fuerte sentido de intuición. No sabía qué le estaba pasando pero, de repente, pudo leer claramente los pensamientos del chico, sentir sus sentimientos y saber sus intenciones. Era claro como el día, y sintió que esos chicos no querían nada bueno. Querían hacerle daño.
Ruth gruñó a su lado. Scarlet supo que estaban a punto de enfrentarse -que era exactamente lo que quería evitar.
Ella se inclinó y le indicó a Ruth que necesitaban retirarse.
"Vamos a Ruth", Scarlet le dijo mientras empezaba a girar y alejarse.
“¡Hey, chica, te estoy hablando a ti!", el muchacho gritó.
Mientras se alejaba, Scarlet miró por encima de su hombro y vio a los cinco saltar de la piedra y caminar tras ella.
Scarlet se echó a correr por los callejones, tratando de alejarse lo más posible de esos chicos. Pensó en su confrontación con el soldado romano y por un momento se preguntó si debía detenerse y tratar de defenderse.
Pero no quería pelear. No quería hacerle daño a nadie. O correr ningún riesgo. Sólo quería encontrar a su mamá y papá.
Scarlet dobló en un callejón vacío. Miró hacia atrás y vio el grupo de chicos perseguirla. No estaban muy lejos y rápidamente estaban ganando velocidad. Demasiado rápidamente. Su perro corría con ellos y Scarlet se dio cuenta de que pronto la alcanzarían. Tenía que hacer algo para poder perderlos.
Scarlet se volvió en otra esquina, esperando encontrar una manera de evadirlos. Pero su corazón se detuvo.
Era un callejón sin salida.
Scarlet se volvió lentamente con Ruth a su lado lista para enfrentar a los chicos. Ahora estaban a quizás diez pies de distancia. Los chicos se acercaron lentamente, tomándose su tiempo, saboreando el momento. Se quedaron allí riéndose, llenos de crueldad.