María Victoria Candia

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María Victoria Candia
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Nancy Pérez Medina

maría victoria candia

Heroica jefa de enfermeras

colección

protagonistas de la guerra del chaco

grupo editorial atlas

Prólogo

La biografía de María Victoria Candia Torrents es una oportunidad para acercarse a la vida de una mujer que se destacó por su labor profesional entre las enfermeras que tuvieron un rol relevante en el servicio de Sanidad en Campaña durante la Guerra del Chaco.

Este libro permite al lector comprender cómo era la vida de esta mujer en las primeras décadas del pasado siglo, quien, con su empeño, inteligencia y perseverancia, logró tener una sólida formación como enfermera, siendo la primera paraguaya en lograr dicha formación académica en prestigiosos centros universitarios de Europa y Estados Unidos de América.

En esta obra, la doctora Nancy Pérez aporta reveladores datos sobre la vida de María Victoria, así como sobre las vivencias del cuerpo de enfermeras durante el conflicto chaqueño, que muchas veces pasan desapercibidos para la historia tradicional de ese momento trágico. Asimismo, la autora rescata el rol de las mujeres durante la contienda, aspecto que muchas veces se ve opacado por diferentes factores, ya que al estudiar a quien fuera la jefa de enfermeras, se visibiliza la tarea femenina en medio de esta lucha que se libró lejos de las principales poblaciones del Paraguay.

Las vivencias de esta destacada mujer, descriptas y analizadas en estas páginas, permiten recuperar un aspecto relevante del conflicto bélico entre Paraguay y Bolivia, demostrando una vez más que el coraje, la inteligencia y la formación fueron elementos sumamente importantes para lograr el objetivo de defender la causa paraguaya.

Herib Caballero Campos

Invierno de 2020

Introducción

“Que este candil ilumine el camino hacia el crecimiento profesional y cultural para que nos permita mitigar el dolor y llevar la esperanza a todos aquellos que lo necesiten”.

Florence Nightingale (1820-1910), “la dama de la lámpara”, precursora de la enfermería profesional moderna en Inglaterra.

En la guerra, los ejércitos se desangran en cada batalla. Algunos combatientes caen muertos, otros heridos y entre los que logran salir ilesos la salud no está garantizada, porque siempre acechan el agotamiento físico, las enfermedades o la locura misma. La guerra convierte a la sanidad en un servicio indispensable, y a todos los que actúan en ella en héroes que, en medio de la precariedad, la urgencia y a veces la improvisación, intentan salvar o preservar la vida de los soldados.

Sin embargo, estos héroes no siempre son valorados o reconocidos en justa medida. Por eso hoy toca poner en valor la historia de vida de una mujer que tuvo un rol protagónico en el campo de la enfermería y que realizó una gran contribución a los servicios de Sanidad Militar durante la Guerra del Chaco (1932-1935). Una figura femenina que, al abordarla, nos permite descubrir, además de su personalidad y carácter, aspectos de la sociedad paraguaya; y lo más trágico, las penurias de un conflicto armado.

En la persona de María Victoria Candia, jefa de las enfermeras que actuaron en el frente de guerra, corresponde además recordar y valorar el trabajo abnegado de cientos de mujeres que tuvieron un papel relevante en una de las contiendas más cruentas de la historia latinoamericana del siglo xx; pero que, inexplicablemente, quedaron olvidadas con el pasar de los años.

Al rescatar la labor desplegada por María Victoria y la de otras tantas enfermeras anónimas que actuaron en los tres años que duró la guerra, se evidencia además la importancia de la rama de la enfermería militar profesional, al igual que la relevancia de contar con personal femenino preparado para asistir al ejército en combate.

Adentrarse en la vida de la jefa de las enfermeras nos permite analizar cómo era concebido el mundo femenino de su época. Hoy es normal que las mujeres actúen en diversos ámbitos, pero a inicios del siglo pasado imperaban numerosos prejuicios. Aunque la enfermería junto con el magisterio era una de las pocas actividades que eran normalmente ejercidas por mujeres, no era lo mismo ir al teatro de operaciones. El historiador Efraím Cardozo afirma que, salvo contadas excepciones, hasta 1905 el ejercicio de las profesiones liberales era terreno vedado para la mujer y recién en la década de 1920 se produjo la irrupción de estas en actividades profesionales. María Victoria corresponde a esta época en la que las mujeres buscaban ganarse su lugar en la sociedad y realmente no eran muchas las que tenían la posibilidad de lograrlo.

Intentando no perder detalles relevantes al reconstruir la vida de la jefa de enfermeras, el primer capítulo de esta obra arranca con una breve descripción acerca de cómo estuvo compuesto su hogar, lo que vivió en sus primeros años de infancia y algunos hechos que marcaron su adolescencia.

Más adelante, continúa relatando cómo a través de la Cruz Roja Paraguaya se presentó una gran oportunidad en sus años de juventud, época en la que también atravesó por momentos bastante difíciles cuando se marchó al extranjero. Vendrían, gracias a su esfuerzo, nuevas posibilidades de acumular conocimientos y prácticas profesionales en otras escuelas y hospitales del exterior.

Cuando retornó al Paraguay, volcó todo ese aprendizaje al servicio del país. Demostró su gran generosidad, transmitiendo todos sus conocimientos a cientos de jóvenes enfermeras antes y durante la Guerra del Chaco. Su actitud estuvo lejos de ser pasiva, y gracias a su inmediata incorporación a las tareas de la defensa nacional, pudo revertir, en parte, la importante carencia de recursos humanos que existía para los hospitales del frente y la retaguardia.

Sobre los casos específicos que correspondieron atender a las enfermeras durante la guerra, se ocupa otro capítulo de este libro. Los relatos recogidos nos acercan al desgarrador escenario de la guerra, aquel que María Victoria tuvo la oportunidad de ver, al igual que las colegas que estuvieron en el frente, y que en esa ocasión tuvieron su bautismo de fuego.

La parte final muestra el lado multifacético de la personalidad de María Victoria. Atrás quedó el rol de enfermera de guerra, para volcarse a su familia y dar lugar a otras actividades y oficios totalmente distantes al ámbito de los hospitales.

Tuvo en su vejez algún reconocimiento por su actuación en la Guerra del Chaco y tal vez no fue suficiente. Por eso el mejor premio que se podría otorgar a personas que han brindado tanto es mantenerlas siempre vivas en la memoria. Rescatar su figura ayuda a no olvidar a otras que cumplieron un rol humanitario esencial, poniendo en riesgo sus propias vidas para salvar a los combatientes heridos durante la guerra. Y en parte el anhelo de esta obra es que pueda servir como un punto de partida para quienes deseen ahondar más tanto en la vida de María Victoria como en la de otras heroínas, incorporar nuevas miradas, buscar aristas menos exploradas en las historias de las batallas y las guerras, reconstruir el pasado a partir de posibles enigmas o preguntas que nos deja la lectura de una biografía.

Finalmente, quiero expresar un agradecimiento especial a las numerosas personas que han contribuido aportando datos, y a quienes me confiaron la tarea de emprender este recorrido por la vida de una gran mujer, María Victoria Candia, heroica jefa de enfermeras.

Nancy Pérez Medina

Asunción, julio de 2020

capítulo i

Un hogar asunceno a inicios del siglo xx

“Lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos de él”.

Florence Nightingale.

El siglo xix se extinguía en el Paraguay gobernado por Emilio Aceval. A tres décadas de haber finalizado la Guerra Guasu el país no se levantaba de su postración, por lo tanto, todos los esfuerzos seguían enfocados en la reconstrucción nacional, tarea alterada por constantes periodos de agitación política, la corrupción y la lucha por el poder.

En ese contexto histórico, nació María Victoria Candia Torrents, el 10 de marzo de 1899, en la ciudad de Asunción. Hija de Mercedes Torrents (en algunos documentos aparece como Fructuosa de Mercedes), de ascendencia catalana, y de Daniel Candia, uno de los ciudadanos que se sumaron a la corriente opositora al Gobierno en 1887 y que firmó el acta definitiva de la fundación del Centro Democrático. Esta agrupación pasó a denominarse Partido Liberal en 1890 y tuvo a don Daniel Candia como militante comprometido y activo desde la primera hora.

María Victoria fue bautizada el 24 de junio del mismo año de su nacimiento y fue registrada en los libros de la iglesia Nuestra Señora de la Encarnación como María Victorina Candia; esta variante de su nombre aparece en la mayoría de sus documentos personales. Enrique Hasselmann, conocido rematador público, de nacionalidad argentina, y su esposa Ascención Torrents, hermana de su madre, fueron los padrinos de bautismo.

Su historia de vida comenzó en el seno de un hogar de buen pasar económico, en el que ya se encontraban dos medios hermanos, uno por el lado materno, Higinio Saúl Urdapilleta (nacido en 1896), y otro del lado paterno, Eliseo Manuel Candia (1897). Junto a ellos, le tocó ejercer el rol de hermana mayor de la numerosa familia Candia Torrents, ya que de la unión entre sus progenitores vendrían otros seis hijos más, todos nacidos en Asunción: José Ismael (1901), María Luisa (1902), María Cristina (1904), María Eva (1905), María Flora (1908) y Amado Daniel (1910).

Los padres de María Victoria formalizaron su relación y contrajeron nupcias en la Parroquia de la Encarnación el 3 de agosto de 1904, y en esa ocasión firmó como testigo de esta unión matrimonial Pedro Saguier, quien entonces era encargado de negocios en la Argentina y más tarde fue ministro plenipotenciario en el vecino país.

 

Como ocurría en casi todas las familias asuncenas de la época, el matrimonio Candia Torrents inculcó a sus hijos valores cristianos, además de esforzarse por brindarles una educación integral. La niña María Victoria vivió con su familia en una casa situada sobre la calle 14 de Mayo, frente a la plaza Italia, zona céntrica de Asunción. En esta residencia era habitual recibir visitas de personalidades y políticos cercanos o adeptos al Partido Liberal.

Su padre Daniel Candia ocupó varios cargos públicos en los que fue respetado y apreciado por su trabajo abnegado, laboriosidad y honradez, y fue considerado por sus correligionarios como uno de los ciudadanos más útiles del Partido Liberal.


Sus años de infancia transcurrieron en la pequeña capital del país. En 1905, se estimaba que la población de Asunción rondaba los 70 000 habitantes y el Paraguay de por sí seguía siendo un país predominantemente rural, con muy bajo desarrollo urbano. Esta característica continuó sin variaciones incluso en las siguientes décadas. En palabras de Arturo Bray, coetáneo de María Victoria, Asunción era por aquellos años una aldea con pretensiones de ciudad, en la que todos, o casi todos, se conocían. En los momentos de crisis, los adversarios políticos podían llegar a enfrentarse hasta con las armas, pero en las calles, los bailes y las fiestas, todos se saludaban y se pasaban la mano correctamente. La vida cotidiana se caracterizaba por tertulias familiares al son del piano, en las que se servían dulces o licores hechos en la casa. Las niñas y señoritas de las familias con arraigo eran “recatadas y pudorosas”, instruidas con una educación que ponía énfasis en la moral y las buenas costumbres. En ese ambiente asunceno de inicios del siglo xx, creció María Victoria. Fue una época en la que tanto ella como su familia fueron testigos de los vaivenes de la política y los sobresaltos que las revoluciones imponían a los ciudadanos. Durante la revolución de 1912, don Candia dio su apoyo a la facción de los liberales radicales. Por entonces ocupaba el cargo de titular de la Dirección General de Aduanas, donde nuevamente puso de manifiesto sus aptitudes de buen administrador, su espíritu organizado y severo.

María Victoria realizó sus estudios primarios en Asunción, pero parte de la educación secundaria la realizó en Argentina, país a donde toda la familia se mudó cuando su padre fue designado cónsul general en Buenos Aires con la misión especial de estudiar la compleja organización aduanera y así introducir las reformas necesarias para el comercio entre Paraguay y Argentina. Fue bajo el gobierno de Eduardo Schaerer.

Fortaleza en años difíciles

En la capital argentina, la vida de María Victoria seguía su curso normal, pero con la repentina muerte de su padre, ocurrida el 27 de setiembre de 1913, todo cambiaría. Con este suceso, la situación familiar se tornó muy complicada, puesto que Mercedes Torrents enviudó teniendo bajo su cuidado a nueve hijos menores, algunos adolescentes y otros niños pequeños. Pronto la situación se volvería insostenible para ellos en un país extranjero, por lo que tuvo que pedir ayuda a amigos y familiares para solicitar la repatriación.

Instalados nuevamente en Asunción, se vivieron años de austeridad en la residencia ubicada en las inmediaciones de la plaza Italia. La vida se tornó bastante dura para todos los integrantes de la familia, pero unidos veían la manera de contribuir con la economía del hogar. Fue así que las cinco hermanas mujeres, con María Victoria a la cabeza, se dedicaron a confeccionar sencillas prendas de vestir, que luego vendían en el mercado situado en una de las plazas céntricas de Asunción, hasta donde iban caminando por la cercanía. Las hermanas Candia Torrents eran conscientes de que este era un medio pasajero de vida, pero fue una forma de ayudar a sustentar los gastos en esos años difíciles, según el relato de familiares.

El fallecimiento de su padre y las dificultades económicas por las cuales atravesó su familia en los años de su adolescencia fortalecieron el carácter de María Victoria, quien además de ayudar a su madre en las tareas del hogar, no dejó de lado sus estudios e incluso tomaba clases de música y piano en el Instituto Paraguayo. Hacia 1918, la vida en Asunción seguía siendo muy sencilla, las calles no tenían el bullicio ni la opulencia edilicia de otras capitales sudamericanas, pero la ciudad tenía sus encantos con sus casas de una sola planta, patios cubiertos por la sombra de los árboles y adornados por arbustos floridos; las calles con sus personajes como las burreritas, las placeras y vendedoras que portaban sus canastos en la cabeza, hombres y niños paseando descalzos. Estos detalles pintorescos no pasaban desapercibidos para los extranjeros que llegaban a Asunción.


En los primeros años de juventud le tocó presenciar en Asunción el convulsionado inicio de la década del 20. Una versión señala que vinculada a la Cruz Roja, María Victoria pudo haber tenido su primer contacto con los trabajos de enfermería durante la guerra civil de 1922-1923. En esa ocasión, la Cruz Roja montó un hospital rodante en los vagones del Ferrocarril Central del Paraguay, y como institución neutral, prestó asistencia a los heridos de ambos bandos, con ayuda de la población civil.

María Victoria “era una joven inteligente, sencilla y con un enorme deseo de conocer el mundo. Poseía un espíritu abierto, liberal y una confianza en sus propias fuerzas que le permitieron lanzarse a las aventuras sin vacilaciones”, escribió la historiadora Olinda Masare de Kostianovsky, en una breve semblanza sobre Vicky o Vitoca, como la llamaban cariñosamente sus familiares y amigos. Hasta hoy la recuerdan con estos apodos.

Era evidente que, desde esos años de juventud, María Victoria tuvo el gran anhelo de acceder a la educación superior, convertirse en una profesional e ingresar al mundo laboral. Esto implicaba tomar distancia del destino socialmente más aceptado para las mujeres de su época: el matrimonio, los hijos, la familia y la vida doméstica. En los años veinte, el mundo femenino estaba en plena transformación y revolución en Estados Unidos y países europeos, y en ese contexto, la figura de María Victoria emergió como una verdadera exponente de esa tendencia de la época, asociada al feminismo, y que en Paraguay también tenía sus voces y sus reclamos.

Con 24 años y gracias a algunas circunstancias fortuitas que se presentaron en su vida, se dio la posibilidad de estudiar enfermería fuera del país. Lo cierto es que esta decisión desencadenó en su vida una serie de acontecimientos y experiencias que la marcaron profundamente para siempre.

capítulo ii

La Cruz Roja y una gran oportunidad

“Nunca pierdas la oportunidad de comenzar algo sin importar lo pequeño que sea. Pues es maravilloso ver que con frecuencia la semilla de mostaza germina y echa raíces”.

Florence Nightingale.

La Cruz Roja Paraguaya influyó mucho en la vida que tuvo María Victoria. Sobre el origen de este organismo internacional en el país, hay que remontarse al viaje de regreso de Europa del Dr. Andrés Barbero, ocasión en que coincidió en el mismo barco con los delegados paraguayos que asistieron a la Conferencia de las Naciones en Ginebra, quienes lo animaron a crear una Sociedad Nacional de la Cruz Roja. De esta forma, se daría cumplimiento al artículo 25 de la Carta de la Sociedad de las Naciones, que recomendaba a los Estados fortalecer sus sociedades nacionales o crearlas en caso de que no las tuvieran. Barbero fundó la Cruz Roja Paraguaya el 12 de noviembre de 1919, a partir de la existente Liga de Lucha Antituberculosa. Así, con el apoyo de destacados profesionales y miembros de la sociedad civil paraguaya, inició sus primeras actividades.

El 18 de mayo de 1922 fue reconocida por el Gobierno como la única sociedad nacional con jurisdicción en todo el país, y la única de este género que prestaría servicios auxiliares al Ejército paraguayo, extendiendo su labor humanitaria a todas las personas radicadas en el país. Por ello, en la Guerra del Chaco, la Cruz Roja Paraguaya tuvo una activa participación aportando no solamente personal calificado para la Sanidad Militar, sino también insumos y recursos para apoyar la logística de la guerra.

Por aquellos años, las grandes escuelas de enfermería estaban en plena formación o evolución en Europa y en Estados Unidos. Antes de que la Cruz Roja abriera cursos rápidos en Paraguay, muchas de las mujeres que trabajaban como enfermeras tenían una formación empírica supervisada por médicos en los hospitales, otras eran religiosas y las que poseían formación académica eran egresadas de la Escuela de Obstetricia o Parteras dependiente de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Asunción. La enfermería y la obstetricia prácticamente se fusionaban en una sola rama, pero con el correr del tiempo se fueron separando hasta llegar a ser dos profesiones diferentes en la actualidad. Por su parte, la Sanidad Militar también instruía a soldados en la Escuela de Enfermeros y Camilleros Militares, institución creada en 1920, pero que había interrumpido sus cursos durante la guerra civil del 22. Superado este conflicto, fue reorganizándose lentamente hasta impartir clases normales años antes de la Guerra del Chaco.

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) dejó en claro la importancia de contar con servicios de enfermeros profesionales. Por eso, elevar el nivel de la enfermería fue desde entonces una preocupación seria para aquellos países que participaron de los combates. En ese contexto, el Bedford College for Woman de la Universidad de Londres se asoció en 1921 con la Liga de Sociedades de la Cruz Roja para ofrecer cursos profesionales a estudiantes internacionales de enfermería. A través de esta alianza, la Liga de Sociedades de la Cruz Roja ofreció becas a enfermeras calificadas de todo el mundo para estudiar Salud Pública durante un año en Londres.

En 1924, la Cruz Roja Internacional anunció en Paraguay la posibilidad de otorgar una beca a una enfermera profesional paraguaya. Una de las condiciones era que tuviera dominio del idioma inglés, ya que la futura becaria cursaría estudios por un año en Bedford College. Si hasta en los tiempos más recientes la falta de conocimientos de una segunda lengua extranjera se presenta como impedimento para que muchos jóvenes paraguayos accedan a una beca de estudios en el exterior, más lo era en aquellos años en que eran muy pocas las jóvenes que tenían la posibilidad de estudiar idiomas.

Lo que estaba claro era que esta oportunidad no podía ser desaprovechada por el Paraguay. Por eso se buscó a alguien que se aproximara al perfil exigido por el organismo internacional de ayuda humanitaria. Así surgió como candidata más prometedora el nombre de María Victoria Candia, quien había estudiado inglés en el Instituto Paraguayo por un lapso de ocho meses, tiempo en el que había aprendido cómo saludar, conjugar algunos verbos y recitar algunos versos.

Se pensó que estos conocimientos podrían ser suficientes para que pudiera realizar el curso, y aunque ella no estaba tan segura de ello, tomó coraje y viajó a Londres para aprovechar esta gran oportunidad que se presentaba en su vida. Al llegar a Inglaterra, la realidad fue muy distinta. El inglés que sabía no le sirvió de mucho y lo primero que tuvo que hacer fue matricularse en un curso para perfeccionar el idioma.

Paralelamente a la dificultad con el inglés, tuvo que adaptarse al clima frío, ventoso y nublado de Londres, a una ciudad que ya era considerada centro financiero del mundo, multicultural y con calles atestadas de gente. Todo eso diametralmente opuesto a la cálida y modesta ciudad de Asunción de la cual se había marchado. Además, tuvo que someterse a un aprendizaje técnico muy largo y exigente, que por momentos la llenó de angustias.

María Victoria participó en la quinta edición del Curso de Salud Pública que organizó el Bedford College, para el cual quedaron seleccionadas solo diez becarias. Ella era la única originaria de un país sudamericano y la única cuya lengua materna era el español. Las demás estudiantes provenían de Nueva Zelanda, Grecia, Alemania, Austria, Gran Bretaña, Bélgica, Suiza y Siam.

 

Aunque inicialmente las cosas no fueron tan simples para la señorita Candia, ella logró un buen desempeño en el Bedford College, institución donde las estudiantes, además de desarrollar exposiciones tipo conferencias, debían realizar prácticas en hospitales de Londres y más tarde en otros nosocomios de Gran Bretaña y Europa continental. Las estudiantes también tenían profesores invitados de otras escuelas o universidades, como el King’s College, University College y la London School of Hygiene and Tropical Medicine. El año en que María Victoria hizo el curso de Salud Pública se habilitó una nueva propuesta educativa destinada a enfermeras administradoras y maestras de escuelas de enfermería.

Un folleto que promocionaba el curso internacional de la Cruz Roja hacía mención de la demanda creciente en todos los países de enfermeras capacitadas en Salud Pública y de maestros de enfermería calificados. Estos cursos se dividían en tres periodos de dos meses y medio cada uno. Las estudiantes asistían a la universidad un promedio de doce horas por semana. El sistema de educación ponía gran énfasis en el valor de la lectura y las discusiones en clases bajo la guía de los maestros. Los cursos se iniciaban en agosto y se cerraban a mediados de julio del año siguiente.

Además, tenían que dedicar dos meses a trabajos prácticos y a la observación en hospitales. Por lo tanto, las estudiantes pasaban agosto y septiembre y, si era necesario, tiempo adicional en Navidad y Pascua haciendo prácticas para familiarizarse con los métodos de enfermería inglesa y los procedimientos de salud. Las estudiantes hacían prácticas en nosocomios para adultos, centros de bienestar infantil, guarderías y hospitales pediátricos para estudiar las condiciones físicas de bebés y niños, dispensarios de tuberculosis, y además se incluían experiencias de trabajos de higiene escolar o visitas a escuelas para niños con problemas mentales o discapacidad física.

En cuanto a los requerimientos para ser admitida en el Bedford College, el folleto señalaba cuanto sigue:

Las solicitantes no deben tener menos de 21 años de edad y deben enviar con sus solicitudes:

Un certificado médico de buena salud general que incluya una declaración de que la dentadura está en buenas condiciones.

Una declaración, avalada por la Sociedad de la Cruz Roja del país de origen del solicitante, que acredite:

a. El buen carácter y la educación de la solicitante (las solicitantes deben haber tenido una educación general equivalente a la educación secundaria de Inglaterra con buenas calificaciones, y la capacitación en enfermería disponible en sus países).

b. Que la solicitante esté suficientemente familiarizada con el idioma inglés para poder hablar, leer y escribir con facilidad, para seguir las conferencias y tomar notas. La Sociedad de la Cruz Roja que respalda la solicitud debe garantizar que adquiera esa familiaridad antes de la apertura del curso. (La Secretaría de la Liga puede organizar, si es necesario, que las futuras estudiantes pasen uno o dos meses en Inglaterra con el propósito de estudiar inglés antes de la apertura del curso. Este gasto adicional no estará cubierto).

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