Loe raamatut: «La invención del sí mismo»

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© Pólvora Editorial, 2019

Av. Luis Thayer Ojeda 95, of. 510

Providencia, Santiago de Chile

polvoraeditorial@gmail.com

www.polvoraeditorial.cl

© Cambridge University Press, 1996

Título de la edición original:

Inventing our selves. Psychology, power, and personhood

ISBN impreso: 978-956-9441-26-4

ISBN digital: 978-956-9441-52-3

Colección

Ciencias Sociales

Dirección de la Colección

Víctor Saldaña y Gustavo Sánchez

Traducción

Silvana Vetö: Prefacio, Introducción, Capítulos 1 (con la colaboración

de Luis Alejandro Pineda), 3 y 4

Niklas Bornhauser: Capítulos 2, 5 y 6

Francisco Valenzuela: Capítulos 7 y 8

Diseño

Camila González S. | ilacami.com

Edición y corrección

Víctor Saldaña y Gustavo Sánchez

Portada

Camila González S. | ilacami.com

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com


Índice

Nota de los editores

Prefacio a la edición en castellano

Agradecimientos

Introducción

Capítulo 1. ¿Cómo debería hacerse la historia del sí mismo?

Capítulo 2. Una historia crítica de la psicología

Capítulo 3. La psicología como ciencia social

Capítulo 4. Expertise y téchne de la psicología

Capítulo 5. La psicología como tecnología individualizadora

Capítulo 6. La psicología social como ciencia de la democracia

Capítulo 7. Gobernando individuos empresariales

Capítulo 8. Ensamblando-nos

Bibliografía

Nota de los editores

La traducción y edición de La invención del sí mismo implicó una serie de decisiones que preferimos detallar al comienzo y de manera conjunta para evitar cortes en el texto y así facilitar su lectura:

- Se tradujo self por “sí mismo”, en detrimento de “yo” o la mantención del término en inglés. Hemos considerado que de esta manera se evita el riesgo de caer en concepciones psicologizantes de la subjetividad.

- El término our selves resulta particularmente ambiguo. El autor lo utiliza precisamente para jugar con la idea de que, en la actualidad, “nosotros mismos” estamos involucrados en el proceso de construir “nuestros sí mismos”. Se utilizaron ambas traducciones dependiendo del contexto.

- El término personhood figura en varias ocasiones a lo largo del texto, sin embargo no posee un equivalente en castellano (“personeidad” sería lo más cercano). El sufijo -hood denota en inglés la cualidad o condición de algo, por lo que en varias ocasiones personhood fue traducido como “ser persona”. En otros casos, se mantuvo “sí mismo”, dado que ello permitía mayor coherencia del texto y no alteraba su sentido.

- Se mantuvo el término expertise, tanto porque se encuentra ampliamente extendido en el uso del castellano cotidiano, como porque “experticia” y “pericia” suelen estar asociados a la práctica forense.

- El concepto management posee múltiples acepciones. Se tradujo como “gestión”, en los casos que apuntaba a imprimir mayor eficiencia a algo, o “administración”, cuando el contexto refería a la organización. En casos en que se aludía a un saber técnico, se optó por mantener el término en inglés (aunque sin cursivas, dado que, al igual que “test”, es de uso corriente en castellano).

- En algunos pasajes el autor se refiere a counselors o al counseling, generalmente cuando entrega ejemplos de agentes y prácticas psi. Si bien se prefirió traducir “consejeros” y “asesoramiento”, respectivamente, cabe aclarar que refieren a una profesión y una práctica ampliamente extendida en el Reino Unido pero no necesariamente en países de América Latina.

- Finalmente, se optó por una traducción que fuese lo más fiel posible con estilo del autor, razón por la cual es posible encontrar alternancias entre la primera persona singular y la primera persona plural a lo largo del texto.

Prefacio a la edición en castellano

Reinventando el sí mismo

¿Qué tipo de criaturas creemos que somos, en tanto humanos? ¿Cómo hemos llegado a pensarnos de esa manera y con qué consecuencias? Estas son las interrogantes que se encontraban a la base de los ensayos recogidos en La invención del sí mismo, texto publicado originalmente en 1996 en una colección académica de historia de la psicología editada por dos espléndidos historiadores, Mitchell Ash y William Woodward. En su momento, la publicación en dicha colección me sorprendió debido a que los ensayos surgieron de un profundo descontento respecto de los modos en que la historia de la psicología era habitualmente escrita, incluso cuando se trataba de excelentes historias sociales. Mientras que la historias “internas” mostraban el desarrollo de la psicología como una serie de descubrimientos y acontecimientos que sucedían al interior de un campo de saber, de un reino de ideas individuales, de experimentos clave, de nuevos métodos y resultados; las historias “externas” tendían a relacionar las ideas psicológicas con las biografías de psicólogos reconocidos y las formas en que aquellas eran moldeadas por la cultura de los tiempos y los lugares en que emergían. En lo personal, estas historias elidían las dimensiones más importantes de estos saberes acerca de nosotros mismos como seres humanos: la relación entre teorías, conceptos y explicaciones de la conducta humana, la gestión sociopolítica de dicha conducta, y las autoconcepciones y la subjetivación de los propios individuos.

Cuando comencé a pensar seriamente sobre estas temáticas, existía una alternativa. Se trataba, en principio, de una “psicología crítica” inspirada en el marxismo, pero mientras este abordaje me pareció inicialmente tentador, pronto llegué a la conclusión de que no era suficiente con denunciar a la psicología o, de manera más general, a las disciplinas “psi” como ideologías al servicio de los intereses de aquellos que se encontraban en el poder, con psicólogos profesionales actuando como “agentes del poder” para facilitar el mantenimiento del status quo, clasificando a niños y adultos, distribuyéndolos en lugares asignados a las jerarquías de clase, estatus y poder, legitimando desigualdades que tenían su origen en relaciones de producción. Estos usos de la psicología fueron ciertamente importantes pero, para mí, la pregunta central no giraba en torno a la falsedad de las nociones, conceptos, teorías o evaluaciones psicológicas, sino más bien en los modos en que éstas se granjearon el estatuto de verdades, así como en las condiciones y consecuencias de dicho estatuto. Y esto no solamente aplicaba para los abordajes psicológicos que usualmente eran objeto de crítica —todas las formas de individualización psicológica de la conducta, de las capacidades y de las prácticas asociadas a la normalización del juicio—, sino también para las alternativas que eran frecuentemente rescatadas por los críticos, vale decir, las psicologías humanistas con su foco en el reconocimiento del verdadero sí mismo y sus aspiraciones de autorrealización, dado que éstas también estaban alcanzando una importancia significativa en el surgimiento de los abordajes de las “relaciones humanas” en la administración de las personas, en prácticas que iban desde la escuela y la fábrica hasta las prisiones y el ejército. Mientras otros se volcaron hacia el aparente radicalismo del psicoanálisis en busca de bases intelectuales para un abordaje crítico, a mí me pareció que, por muy radicales que fueran las teorías de Freud en su cuestionamiento al egoísmo del sí mismo en tanto que “amo en su propia casa”,1 las propias prácticas terapéuticas psicodinámicas eran algo de este mundo, por lo que su invención, sus formas explicativas, sus prácticas y las estrategias en las cuales participaban necesitaban estar sujetas a la misma interrogación crítica que otras prácticas psi. Pero, ¿cómo debía llevarse a cabo esta interrogación?

Mi escrito más temprano sobre psicología fue mi tesis de magíster acerca del concepto de “inadaptación”, la cual fue concebida durante el período en que fui profesor en una escuela especial para “niños inadaptados” a comienzos de la década de 1970, donde comencé a pensar en dicha idea. En esa época, en el Reino Unido, la “inadaptación” era tanto un concepto psicológico como una categoría administrativa utilizada para conceptualizar y administrar a aquellos niños cuya conducta era problemática. Era también un término que remodelaba las subjetividades de aquellos niños que eran marcados con él y de aquellos que, como yo, eran empleados para administrarlos. Allí, el saber psi no era la “aplicación” de teorías previamente desarrolladas en la academia que luego eran utilizadas para resolver problemas sociales. La dinámica iba precisamente en la dirección opuesta: las concepciones de normalidad eran precedidas y, sin duda, sostenidas por los intentos de conocer y administrar lo anormal. Pero la inadaptación no era un ejemplo aislado ni atípico. En Europa, desde el siglo XVIII, las teorías de la persona habían sido no sólo acontecimientos en el campo del saber, sino que estaban constitutivamente ligadas a formas de hacer cosas: eran también un “saber-hacer”. Mi aproximación estaba inspirada en el trabajo de Michel Foucault y, en menor medida, por algunos ensayos de Gilles Deleuze, pero, para mí, el desafío era ponerlos a trabajar en relación con las preguntas surgidas de mi propia “coyuntura” (en algún momento fui un althusseriano comprometido). No estaba interesado en la interminable industria del comentario que había crecido en torno a los escritos de estos y otros “héroes” intelectuales, sino en el “ethos” de sus investigaciones y en cómo éstas podían ser desarrolladas y adaptadas para diagnosticar los problemas que me preocupaban. Para mí, los conceptos se asemejan más a las herramientas que a las ideas: son algo para ser utilizado, modificado, torcido, revisado y aumentado, y esto es lo que, para bien o para mal, intenté hacer en los ensayos reunidos en La invención del sí mismo.

Mi primer intento de desarrollo de este abordaje lo realicé en un largo ensayo acerca de la medición mental y la administración social, publicado en la revista Ideology and Consciousness (más tarde I&C) que fundamos con un grupo de colegas en 1977, y que posteriormente expuse con cierto detalle metodológico en mi tesis doctoral sobre el “nacimiento de la psicología del individuo”, que finalicé a comienzos de la década de 1980. Cuando, gracias a la intercesión de un académico senior de gran generosidad, obtuve un contrato para publicar mi tesis como libro, obedecí la recomendación de mi editor y eliminé estas rumiaciones metodológicas. El libro —The Psychological Complex— recibió una o dos incomprensivas y bastante hostiles reseñas, vendió cerca de 75 copias, y fue luego descartado por el editor. Por ello, en cierta medida los ensayos que conforman La invención del sí mismo intentaron articular el método que estaba procurando utilizar, a pesar de que esperaba que ello fuera más un resultado del hacer que del decir lo que hacía. Al momento de ser publicado, este libro también fue ampliamente recibido por el silencio y fue raramente reseñado o incluso referenciado por académicos consagrados. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo fue paulatinamente considerado por estudiantes que intentaban comprender la naturaleza y el rol de las ciencias psi en sus propios dominios y, desde mi punto de vista, finalmente es preferible ser utilizado que ser reseñado. Es por esto que me resulta gratificante descubrir que hoy, más de veinte años después de su publicación y cerca de tres décadas después que empecé a trabajar en esos ensayos, los conceptos y el ethos de dichos estudios puedan aún ser de inspiración para otros, al tiempo que servir de ejemplos respecto a cómo tales análisis pueden ser realizados.

Por supuesto, no hay que perder de vista que estos ensayos fueron reunidos en un momento de la historia del “norte global” donde la “libertad de elección” constituía el mantra de muchos proyectos gubernamentales, y donde la idea de la autoactualización del individuo emprendedor de su propio sí mismo conminaba a éste a tomar la responsabilidad sobre su propia vida y a vivirla como si fuese el resultado de elecciones tomadas libremente. Este libro surgió donde todo esto —que luego analizaré con mayor detalle— se estaba transformando en nuestro sentido común. Evidentemente, me sentía incómodo con esta celebración del sí mismo autónomo “libre de elegir”, pero no estaba convencido de las formas de la “crítica de la ideología” que se habían vuelto estándar para los críticos “de izquierda” en dicho período, incluyendo a las psicologías críticas. Me parecía entonces —como me parece ahora— que los lenguajes y las formas de juicio de las ciencias psi, y de las tecnologías del sí mismo desarrolladas por éstas, estaban efectivamente jugando un importante rol en el sostenimiento del carácter “autoevidente” de estas ideas, al tiempo que les daban credibilidad y objetividad. Los psicólogos, y todas las otras autoridades de lo psi, estaban jugando un papel relevante en la “operacionalización” de dichas ideas, diseñando estrategias que hacían posible gobernar a los individuos en nombre de su libertad y autorrealización. Las ciencias psi eran ciencias “políticas”, es decir, ciencias que sostenían determinadas prácticas de gobierno de los individuos y las colectividades que parecían legítimas porque eran veraces. A pesar de ser cierto que las ciencias psi tenían un “bajo umbral epistemológico” —como creo que alguna vez lo señaló Foucault—, esto no las volvían menos dignas de estudio, sino más bien al contrario.

A medida que desarrollaba este trabajo me convencía, cada vez más, de que era imposible entender las políticas de nuestro presente, la emergencia y las operaciones de los “Estados de bienestar” y las críticas y alternativas que se ofrecían a ellos, sin reconocer y analizar el rol jugado por estos “ingenieros de alma humana” y, sin duda, por todos aquellos otros pequeños expertos —contadores, economistas, expertos en la organización y la administración, entre otros— que construían los espacios a ser gobernados y los sujetos que debían gobernarse. Sin embargo, después de alrededor de diez años desarrollando y explicando estos argumentos acerca de la “gubernamentalidad” —trabajando de cerca con mi colega Peter Miller— decidí volver una vez más a las disciplinas psi, particularmente a la psiquiatría, en un intento por comprender las condiciones para, y las implicancias de, la sobresaliente reemergencia de las concepciones biológicas de la persona. Cuando comencé el trabajo que desembocó en mi libro Neuro: The New Brain Sciences and the Management of the Mind, mi hipótesis era que las disciplinas psi estaban siendo borradas por las neurociencias, y que el espacio “mental” que se había abierto entre los órganos y la conducta se estaba aplanando. Era verdad que la conducta estaba crecientemente siendo entendida como algo que emergía directamente de procesos neuronales sin pasar necesariamente por la psique o la mente, la que tenía, en el mejor de los casos, el rol de dar una forma inteligible a los procesos de cognición, volición y emoción determinados por circuitos neuronales que sucedían bajo el nivel de la consciencia. Pero mientras que la búsqueda de una ruptura, de un “cambio de paradigma”, de un momento de transición de un estilo de pensamiento a otro que era incompatible con él, era tentadora, resultaba también engañosa. La imagen que está emergiendo es indudablemente más compleja. Las lógicas de lo psi no están desapareciendo, sino que están siendo sostenidas y transformadas por la referencia al dominio neuronal. En sus prácticas para el gobierno de los individuos, para el enjuiciamiento de lo normal y lo patológico, y para las estrategias de intervención, la expertise psi es ahora capaz de moverse imperceptiblemente entre estos dos registros. Mientras nuestro presente está inundado de especulaciones acerca de las transformaciones neurotecnológicas de los seres humanos, es aún temprano para decir cómo se manifestarán estos acontecimientos en cincuenta años más y los tipos de sujetos por los que podríamos tomarnos en ese futuro. Si es cierto que estamos en medio de una forma de vida emergente, será necesaria una nueva generación de investigaciones genealógicas para volverla pensable y para hacer posible un pensamiento crítico sobre ella. Y es posible esperar al menos que el pensamiento crítico pueda jugar un rol en el modelamiento de las formas en que nos reinventemos a nosotros mismos en ese futuro.

Nikolas Rose

Londres, enero de 2019

1 A pesar de que el autor se refiere aquí a la frase de Freud “el yo no es amo en su propia casa”, hemos preferido traducir self como “sí mismo” y no como “yo” dado que permite mantener la consistencia argumental del libro y no altera significativamente su sentido [N. de los E.].

Agradecimientos 2

Los ensayos reunidos en este volumen fueron escritos a lo largo de una década, entre 1984 y 1994. Tanto en su escritura original como en el proceso de convertirlos a este formato de publicación, he sido asistido por muchas personas y quisiera agradecer a todos aquellos que comentaron, criticaron y discutieron la aproximación que he defendido. Quisiera expresar mi particular aprecio por tres personas: Peter Miller, con quien he colaborado estrechamente por tantos años en proyectos cercanos al trabajo presentado aquí, y cuyas ideas han enriquecido enormemente las mías; Thomas Osborne, quien ha leído, criticado, provocado y apoyado mi trabajo en los últimos cinco años; y Diana Rose, quien, como siempre, me ha enseñado sobre psicología, me ha forzado a clarificar mis argumentos y me entregó su confianza de que valía la pena llevar adelante este trabajo.

Buena parte de este volumen fue ensamblado mientras me desempeñaba como Visiting Fellow en el Programa de Ciencias Políticas de la Escuela de Investigación para Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Australiana, y quisiera agradecer a dicha institución y a mis colegas temporales en Canberra por proveerme del espacio más agradable e intelectualmente estimulante para la escritura. Quisiera agradecer en particular a Barry Hindess por organizar mi visita y por combinar discusiones desafiantes con generosa hospitalidad. También quisiera agradecer a mis anfitriones en Melbourne, Deborah Tyler y David McCallum, y a aquellos que me dieron la bienvenida en Brisbane, especialmente Jeffrey Minson, Denise Meredyth, y otras personas de la Escuela de Humanidades de la Griffith University por tantas conversaciones estimulantes y happy hours. El manuscrito final no podría haberse terminado a tiempo sin la ayuda de Diana Lee Woolf del Goldsmiths College.

Versiones anteriores del material presentado en los Capítulos 1 y 2 fueron publicadas como “Identity, genealogy, history”, en S. Hall & P. du Gay (eds.), Questions of cultural identity (London: Sage, 1995), y “Power and subjectivity: Critical history and psychology”, en C. Graumann & K. Gergen (eds.), Historical dimensions of psychological discourse (Cambridge: Cambridge University Press, 1995). Una versión diferente del argumento del Capítulo 1 fue publicada previamente como “Authority and the genealogy of subjectivity”, en P. Heelas, S. Lash & P. Morris (eds.), De-traditionalization: Authority and self in an age of cultural uncertainty (Oxford: Blackwell, 1995). El Capítulo 2 también se basa en algunas partes de “Calculable minds and manageable individuals”, History of the Human Sciences, 1(2), 1988: 179-200. Una versión anterior del Capítulo 3 fue publicada como “Psychology as a ‘social’ science”, en I. Parker & J. Shotter (eds.), Deconstructing social psychology (London: Routledge, 1990).

La versión original del Capítulo 4 fue presentada en la 9ª Conferencia Cheiron-Europe, llevada a cabo en Weimar entre el 4-8 de septiembre de 1990. Me he visto beneficiado por los comentarios realizados por los asistentes a la Conferencia y por los consejos de los revisores anónimos de la revista Science in Context, donde una versión previa fue publicada como “Engineering the human soul: Analyzing psychological expertise”, Science in Context, 5(2), 1992: 351-369.

El material del Capítulo 5 fue presentado originalmente en la Conferencia Internacional de la Historia de las Ciencias Humanas, llevada a cabo en la Universidad de Durham en septiembre de 1986. Una versión algo diferente del mismo material fue presentada en el Simposio del Grupo de Historia de la Psiquiatría, Psicología y Ciencias

Afines, desarrollado en la Universidad de Cambridge en septiembre de 1986. Quisiera reconocer la deuda de este artículo con el trabajo de Bruno Latour y Michael Lynch. También deseo agradecer a Roger Smith y a los revisores de la revista History of the Human Sciences por sus comentarios en relación a la versión del artículo que fue publicado como “Calculable minds and manageable individuals”, History of the Human Sciences, 1(2), 1988: 179-200.

El Capítulo 6 es una versión revisada y extendida de un artículo presentado en la 8ª Conferencia Cheiron-Europe, llevada a cabo en Gotemburgo entre el 30 de agosto y el 3 de septiembre de 1989. También se basa en los argumentos desarrollados en Governing the soul: The shaping of the private self (London: Routledge, 1990), y fue formulado mientras realizaba una investigación con Peter Miller sobre la Clínica Tavistock y el Instituto Tavistock de Relaciones Humanas. Quisiera agradecer a Diana Rose por sus consejos sobre psicología social mientras preparaba este artículo.

El argumento del Capítulo 7 fue inicialmente presentado en la Conferencia “Los valores de la cultura empresarial”, llevada a cabo en la Universidad de Lancaster en 1980. Fue publicado como “Governing the enterprising self”, en P. Heelas & P. Morris (eds.), The values of the enterprise culture: The moral debate (London: Routledge, 1992). Paul Heelas y Paul Morris me entregaron valiosos comentarios en las primeras etapas del trabajo.

El Capítulo 8 se basa en distintos trabajos, pero su versión se presenta aquí por primera vez. Agradezco a Mariana Valverde por sus estimulantes comentarios que me ayudaron a refinar los argumentos del capítulo y a Thomas Osborne, cuyos consejos sobre un primer borrador me salvaron de cometer incluso más errores de juicio de los que, sin duda, están contenidos en lo que he escrito aquí.

2 Estos agradecimientos son los que figuran en la edición original en inglés [N. de los E.].