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ISBN: 978-84-1386-845-5
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Al despertar, a las mañanas de domingo, a la vida presente, a quien ama, a quien se ama, a Isidra, a ellos, a ellas, a ti, a la otra madre, a tus dedos por tocarme, a tus ojos y labios por leerme, a tu hogar por acogerme, al silencio que a estos versos, espacio les ofrece.
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Abrir los ojos cada domingo y ser árbol, viento, luz, amante.
Abrirlos cada domingo y poemarse.
Abrirlos y atrapar el instante.
Otoño
Balada triste,
melancolía que, con el paso del tiempo,
sabe dulce, como los besos que fueron,
como el agua fresca del río en la sierra,
como el sentir la dicha de vivirlo, o la tristeza de perderlo.
Destinos que esperan
Si vuelo, no temas.
Mis alas y el viento, destinos que esperan.
Esta naturaleza mía, ganas de estar vivo,
incertidumbre que despierta,
ventana que nunca se cierra.
Estas ansias de estar, ser, imaginar,
acariciar promesas cumplidas,
deseo de estar donde nadie desea.
Esta fuerza que a los cielos me eleva,
huida de ilusiones vendidas,
anuncios y cuentos que encierran,
inmovilidad, nulidad de vida despierta.
Si vuelo, no temas.
Mis alas y el viento, destinos que esperan.
A la madre olvidada
Se ausentaron las palabras esta mañana.
Tan reconfortante ver caer la lluvia esperada,
que el silencio, protagonista absoluto,
habla en el idioma de las gotas de agua.
Mañana sin palabras, solo miradas.
Besos de alma a esa madre,
la madre que olvido se llama,
que ama y no espera ser amada.
Que no haya espera
Si no vuelvo, que la tristeza no ocupe mi lugar.
Que mi ausencia sea invisible en ese mundo etéreo.
Que mi recuerdo solo sirva para esculpir tu sonrisa.
Que la mañana siguiente,
sientas la dicha de permanecer, estar, ser.
Si no vuelvo, no pienses que