Loe raamatut: «El poder de la controversia»
EL PODER DE LA CONTROVERSIA
EL PODER DE LA CONTROVERSIA
© Ramón Sierra Córcoles
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Iª edición
© ExLibric, 2019.
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ISBN: 978-84-17334-92-5
Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.
RAMÓN SIERRA CÓRCOLES
EL PODER DE LA CONTROVERSIA
EXLIBRIC
ANTEQUERA 2019
RAMÓN SIERRA CÓRCOLES
EL PODER DE LA CONTROVERSIA
Índice de contenido
Portada
Título
Copyright
índice
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
EUTANASIA… ¿PALABRA PERVERSA?
NEGRO SOBRE BLANCO
PATAHUASI
VENEZUELA
LAMENTOS AL VIENTO
¿DEMOCRACIA SIN PODER JUDICIAL?
ISRAELITAS
¡PASO PALABRA!
PALESTINOS
REFLEXIONES SOBRE LA EDUCACIÓN ACTUAL
¿QUÉ ES POESÍA?
MUNDO EXTERIOR
CARTA ABIERTA A UN PRESIDENTE
CONVERSACIONES CON UN AMIGO
CARTA ABIERTA A DOS GUARDIAS CIVILES
BROMA DE DIOSES
DARWIN
TORTURADOS Y TORTURADORES
LLANTO POR PALESTINA
LOS NUEVOS DIOCLECIANOS
UN DÍA INOLVIDABLE
GRACIAS, D. JOSÉ ANTONIO
RÉQUIEM
SEAMOS LIBRES
NO ES NECESARIO DESTRUIR LA HISTORIA
¿ES INCORRECTO EL PRINCIPIO DE PETER?
¡HORMIGAS Y CIGARRAS!
RES PÚBLICA
UNA POESÍA LLAMADA HONOR
JAIME Y JAVIER
A PROPÓSITO DE ARMENIA
DIBUJANDO CON PALABRAS: DR. LUIS VÁZQUEZ MÁRQUEZ
LEGADO COMUNISTA
GÉNESIS DE UNA PASIÓN: UNIDADES DE DOLOR EL DOLOR EN ANDALUCÍA
Sobre el autor
A mi esposa:
que me aguanta y alienta.
A Ramón e Isaac,
dos “guiris” (cariñosamente) a los que pido,
a través de la distancia, no olviden las raíces
de su padre y abuelos, así como el orgullo y amor
que sienten por la patria que los vio nacer.
PRÓLOGO
Este libro se puede leer “del tirón” –empleando un lenguaje posmoderno–, pero es conveniente hacerlo “de a poquito”. Son tan diversos sus temas y tan intensos que se deben saborear uno a uno para no correr el riesgo de emborracharse de sabores mentales si se hace “de corrido”.
Sin aparente conexión, escribe Ramón cada capítulo como si se tratara de una charla de café sobre temas llevados por la prensa del momento. Regurgita en su sillón los apuntes que ha tomado a vuelapluma mental de la última tertulia y desarrolla su opinión donde se mezclan conocimientos, experiencias y pasiones. Razona con prudencia al principio, la adoba con sabores eruditos extraídos de su yacer vicioso con los libros y con la vida e irrumpe con su criterio, inconcluso en ocasiones, de forma inapelable, preñada de nobleza y de moral. No faltan los que abordan con la navaja entre sus dientes dispuesto a desmenuzar su urdimbre, a desmontar falacias, a construir razones sobre pilares de justicia y equidad. A veces, destapa sus recuerdos y abre su alma evocadora a tiernas emociones; otras, reivindicador, suelta prendas con afán provocador. Y así…
Pero el libro en su conjunto es una labor profunda y trabajada. Bajo su humilde apariencia, el escritor esconde una vasta erudición acumulada a lo largo de una vida dedicada a satisfacer su curiosidad innata; un saber que le permite buscar entre la realidad y el deseo hasta encontrar el equilibrio necesario para presentarlo en sociedad. No solo ofrece distracción, también regala al lector, escondido en su opinión, un rincón de carne viva preñada de emoción, un criterio moral expuesto a la cornada equívoca.
Historia, personajes señeros, política, filosofía, ciencia… en definitiva; vida disecada poco a poco y expuesta con sinceridad, honestidad, orgullo y valor.
Pasen, pasen y lean…
Luis Vázquez Márquez
Médico
Especialista en Cirugía
INTRODUCCIÓN
Representación del Senado romano. Cesare Maccari [Dominio público].
Aunque esta recopilación de opiniones ya cuenta en su apartado específico con una dedicatoria dirigida a personas muy allegadas a mí y a las que deseaba resaltar por multitud de razones, considero necesario recordar a otras que, de alguna forma, también influyeron en el devenir de esta obra.
El prólogo, tal y como puede leerse, está escrito por mi buen amigo Luis Vázquez Márquez, que lo firma como médico y solo como médico. Debo decir que lo es y, además, de los buenos; pero es algo más, es una persona comprometida desde siempre con el arte, en cuanto a expresión de color, y con los libros, con los que no cesa de pelear en un intento supremo de comprenderlos, criticarlos y extraer de ellos hasta las mínimas partículas de pensamiento.
Debo nombrar a otros.
Lejos, muy lejos de un pensamiento que nos aproxime a la polémica, como podría evocar el título dado; para quien lea mis opiniones, es conveniente aclarar que nada más apartado de la realidad. Y esto no es un oxímoron aunque lo parezca.
Debatir, polemizar, defender con más o menos énfasis opiniones propias enfrentadas a las expuestas en otros foros con más o menos agresividad es bueno, porque de ellas se puede extraer la verdad.
Mis opiniones son distintas a las demás porque son mías y las defiendo de igual manera que otros defenderán las suyas, aunque debo dejar claro que las discrepancias no convierten a nadie en mi enemigo; por el contrario, deseo expresar mi admiración por el oponente y esa es la razón por la que desde esta página le doy las gracias. Yo también he aprendido de ellos y, lo que es más de agradecer, me han hecho pensar y, por ende, evolucionar. También darles ánimo desde aquí y decirles que compartir o debatir pensamiento lo considero y siempre lo consideraré digno de respeto.
Estas opiniones han sido emitidas en algún momento como respuesta a otras, habladas o escritas y con distinto criterio, aparecidas en múltiples medios de comunicación por un heterogéneo grupo de personas que en algún momento expusieron las suyas y con las que, evidentemente, no estaba de acuerdo.
Ante la existencia de opiniones dispares solo quedan dos alternativas, el silencio o rebatirlas en defensa de las tuyas; así pues, me planteé la necesidad o conveniencia de exponer mi criterio que, como puede deducirse, resultaba diferente.
En ningún momento he pretendido tener razón, pero consideré que no carecía de lógica aportar otros puntos de vista con el fin de buscar una mayor aproximación a la verdad. Siempre expresé mi opinión en libertad y acepté humildemente cualquier réplica que pudiese surgir como consecuencia de la misma.
Esta es una de las razones fundamentales por la que he titulado mi libro El poder de la controversia, aunque no ocultaré que existen otras de importancia, que podrían, por sí solas, dar pie a este título.
La controversia es una discusión reiterada entre dos o más personas que defienden opiniones distintas. Al margen de esta definición, y muy lejos de criterios demasiado extendidos, no con excesivo acierto, en ningún párrafo, apéndice o comentario consta que dicha controversia pueda estar exenta de toques de violencia verbal o de otro tipo, términos que siempre se deben eludir por considerar la violencia como una mala compañera que aporta poco valor a la razón.
Desde mi punto de vista, no solamente es buena, también es necesaria, dado que el intercambio de opiniones sobre idénticos o parecidos temas nos permiten más luz y mejores resultados para avanzar hacia un estado de plenitud en la formación y el conocimiento.
Este vocablo envuelve cualquier disciplina, ya que todo puede y debe ser opinado con la condición de que en estas discrepancias dialécticas siempre se conserven las formas. El contenido e intensidad de una conversación deben ser modulados por la educación y el respeto.
Así pues, religión, política, filosofía, ciencias, entretenimiento, deporte, o cualquier tema que pudiésemos añadir, son válidos para establecer un foro de controversia.
Hay muchos temas considerados “tabú” hoy en día atendiendo al hecho de que pueden desencadenar “discusión” no controlada entre conversadores e, incluso, podemos constatar cómo al utilizar este concepto de “discusión” todos o casi todos lo enfocan desde una perspectiva violenta, presuponiendo que provocará un enfrentamiento exaltado. No lo considero así: desde mi perspectiva la discusión podría definirse como un torneo de elocuencia donde el razonamiento predomine sobre la irracionalidad. Así pues, quedaría la palestra preparada para un intercambio no violento de opiniones en cuya lucha ideológica se debería valorar la existencia de distintas divisiones, como en la liga de futbol, para equiparar el poder de la razón cuando se ejercita a distinto nivel.
Se acepta que esta opinión desencadene críticas pero, como es la mía, considero apropiado exponerla. Ya tendrán otros la posibilidad de estudiarla y debatirla. Ese es otro de los sublimes poderes de la democracia, intercambio de conceptos y juicios que nos permitan ir avanzando por los infinitos campos del conocimiento.
En el mundo que nos ha tocado vivir navegamos con la suficiencia de creer que se sabe de todo y nos permitimos opinar y contraopinar del bien y del mal, como si nosotros fuésemos sumos hacedores, seres perfectos, no solo física, también intelectualmente, y no cabe posibilidad de error en nuestros juicios. Tal vez un poco de humildad podría ser aconsejable.
Con demasiada frecuencia nos encontramos sobrepasados por el don de la omnisciencia y presentamos nuestros argumentos como algo incuestionable, sin atender otros que pueden ser tan válidos o más que los nuestros. A pesar de todo, seguimos erre que erre sin prestar atención a los demás.
¡Cuántas veces en el transcurso de una disquisición nos percatamos de que nuestro interlocutor no atiende nuestros argumentos porque está pensando en cómo los va a rebatir y, sin embargo, no analizó en ningún momento el contenido de los de su oponente!
Un intercambio de opiniones debería llevar siempre implícito una doble premisa: el deseo de enseñar y el de aprender. Este último es de una dificultad extrema, ya que casi nadie está dispuesto a manifestar su desconocimiento sobre ciertas materias y en ese instante, como todos sabemos, se inicia el aumento del tono de voz que hace de una conversación algo totalmente improductivo cuando no desagradable.
La evolución de la vida no es en línea recta siempre, adelante y creciendo, porque la vida en su devenir también comete errores (tal vez debía corregir esta expresión y mutarla por otra, que sería más o menos como que la vida corrige los errores que nosotros nos empeñamos en cometer bajo su nombre). Así pues, debemos asumir que la vida podría ser como aquel célebre baile de los años sesenta que se llamaba “la yenca”, y que decía algo así como: delante, detrás, un, dos, tres. La vida da un paso atrás y dos o tres adelante, y así avanzamos; no obstante, nosotros somos incapaces de introinspeccionarnos por lo que seguimos cometiendo el error de pensar que nuestra opinión es y siempre será irrebatible.
¡Menos mal que la vida nos coloca periódicamente en nuestro sitio y nos recuerda el camino de donde nunca debimos salir y/o donde deberíamos volver!
Pero todo no debe funcionar con los parámetros que puede marcar la soberbia; es necesario pensar sin el egoísmo que pueda impedirnos valorar, en determinadas ocasiones, la necesidad suprema de hacer algo por los demás, para poder corregir de forma aceptable aquellos errores que cometimos durante nuestra propia evolución; considerar que la vida no se portó de igual manera con todos y, por tanto, no todos tuvimos las mismas oportunidades. Es el momento de mirar atrás, tomar impulso e intentar donar a otros parte de aquello que no les concedió la vida. A estos postulados, entre otros, podría conducirnos una controversia bien dirigida y mejor intencionada.
Todos nos equivocamos y esa sería una de las razones por la que es necesaria la revisión de los escritos en que nos apoyamos para ampliar nuestro conocimiento. No solo los nuestros, también el de nuestros maestros puesto que la evolución de la sociedad hace inevitable que el pensamiento mute y entonces nos damos cuenta de que deberíamos adoptar planteamientos distintos ante iguales pensamientos pero elaborados en distinto período histórico.
Me pregunto cuáles hubiesen sido los planteamientos filosóficos–religiosos–teológicos de san Agustín, caso de haber vivido en el siglo xx, o si Nietzsche hubiese elaborado su teoría nihilista en la época de san Agustín.
Estas y otras muchas realidades deberían hacernos pensar, algo más de lo que posiblemente nos esforzamos, al inicio de una conversación en la que posiblemente, casi con seguridad, pensemos de antemano que la controversia está servida.
Sabemos que Platón rechazaba la democracia a la vez que proponía un gobierno de filósofos porque, según él, habían alcanzado la sabiduría y la virtud. Hoy en día, semejante aseveración sería condenada, muy posiblemente, a la hoguera, ya que la democracia es la forma de gobierno, por muchos defectos que se le achaquen, que el pueblo asume para los asuntos públicos. ¡Algo han cambiado los tiempos!
Tal vez, llegado este punto, se podría decidir si en vez de discusión o controversia, que parecen conceptos más agresivos, se podría utilizar el término de reflexión que edulcora la opinión que se tiene de la defensa de opiniones diversas.
La defensa de cualquier tesis debe ser planteada según forma y contenido. Cualquiera de las dos debe tener carácter prioritario, puesto que con el lenguaje se intenta la comunicación y, a través de esta, el entendimiento. No se trata de llevar razón a cualquier precio; no, el fin primordial es entenderse, comprender al otro y hacer que el otro pueda entendernos a nosotros: si esto no es posible, el fracaso está servido y de nada valdrá la comunicación.
No es suficiente el uso de una palabra como unidad léxica, ya que por sí sola, y aunque nos indique algo, este es un algo inmóvil. Es necesario unirla a otros vocablos y en el orden que dé sentido y movilidad al pensamiento que se quiere expresar. Un pájaro es un pájaro y nada más. Un pájaro que vuela tiene movilidad, porque nos hace saber qué hace, pero es imprescindible el orden, no se puede decir “pájaro que vuela él”. El pensamiento de cada persona, al margen de tener sentido, tiene “su propio sentido” y porta el análisis que hace de su entorno a la vez que lo hace distinto a otro por lo que es necesario el intercambio de distintos análisis. Es necesario para conocer la verdad.
Los 34 temas expuestos hacen referencia a opiniones que no tienen correspondencia entre sí, o muy poca, dado que los primitivos temas que dieron lugar a una respuesta por mi parte eran muy diferentes. Históricos, unos; sobre temas de contenido ciertamente diverso, otros; y debidos a la perversión de un lenguaje que desgraciadamente se populariza sin tener una idea exacta del significado de las palabras, muchos de ellos. Su mención causa dolor, pero es necesario dado que cada vez se habla peor y el conocimiento de nuestra lengua, universal, es cada vez más exiguo. También, como no, hay referencias a temas que afectan al país donde vivo, donde nací y al que confieso sin pudor que amo profundamente y por el que vale y siempre valdrá la pena luchar y si es necesario...
¿Cómo no tocar tantos temas sociales que nos afectan de manera permanente sin ver a nuestros poderes públicos defenderlos, aunque sea de forma somera, sin percibir la necesidad de implicarse en ellos y asir la antorcha de la defensa de nuestra educación, formación y potenciación de valores tan trascendentes como el respeto a los demás, a nuestras tradiciones y a la esencia de nuestra forma de vida mantenida durante años y siglos?
Las televisiones, unas privadas, malas, aunque algunos dicen que al ser privadas se gastan su dinero en lo que les da la gana porque es suyo; públicas, otras, igual de malas y pagadas con el dinero de todos los españoles, pero dominadas principalmente por unos políticos que solo ven en ellas un medio de “limpieza ideológica” y un corral donde se ponen a escarbar en el estiércol en busca del indocumentado voto de ciudadanos poco cultivados.
Es necesario salir a la palestra en defensa de unos principios que desde una muy particular visión política se intentan destruir: porque cuanto más inculto sea el votante, más fácil será su control y, por eso, tenemos una sociedad que vota sistemáticamente a los partidos políticos sin valorar la idoneidad de un programa donde claramente se indique qué y cómo se quiere gobernar un país para construir una sociedad más justa, ecuánime y digna.
En muchas ocasiones, tal vez demasiadas, se mantienen diálogos en los que es difícil extraer conclusiones, ya que la terminología utilizada no es correcta y esa circunstancia nos lleva a una nueva torre de Babel o Etenemanki, donde la dispersión humana es consecuencia directa de la dificultad dialéctica y, por ende, de la comunicación.
Son muchas las razones que me llevan a controvertir, de igual manera que otros discreparán sobre las mías.
¿Quién tiene razón?
Es necesario desarrollar la fantasía y el ideal de llegar a la verdad, si es que esta no es una utopía. Es necesario utilizar el esfuerzo necesario en la consecución de una sociedad mejor y más desarrollada.
¿Cómo?
El lenguaje es el vehículo que nos incita a la comunicación; de esta, nace la controversia capaz de aportar luz y conocimiento. Y este conocimiento es el que nos muestra la verdad.
R. S. C.
Septiembre 2018
EUTANASIA…
¿PALABRA PERVERSA?
Introducimos en nuestro vocabulario cotidiano frases y palabras de las que tal vez no conocemos su significado. A pesar de todo, las enfatizamos sin un mínimo análisis de las mismas. Esta circunstancia puede traer inusitadas consecuencias, ya que de ella se pueden derivar dificultades para su comprensión y, sobre todo, para entablar un diálogo abierto entre contertulios que defiendan opiniones distintas. Es imposible llegar a obtener resultados válidos cuando se está dialogando sobre una misma palabra a la cual, y al parecer, cada uno atribuye distinto significado.
Es evidente que cualquier palabra puede ser mal interpretada con un resultado desalentador; no obstante, y debido a la repercusión social de su contenido, otras pueden provocar un serio peligro por la interpretación y conclusiones que puedan extraerse de las mismas. Desde mi prisma, es lo que sucede con la palabra eutanasia. Eutanasia es una palabra perversa. Todo el mundo cree conocer su significado, todo el mundo opina sobre su contenido y, sobre todo, nos creemos capacitados para decidir, según nuestra valoración de la misma, cómo, cuándo y en qué condiciones debe aplicarse. Curiosamente, el consenso es imposible, ya que suelen exponerse tantas soluciones como individuos que opinan y, desde luego, así es fácil determinar los problemas de cada cual cuando se observa que la solución que aportan es la adecuada a su propio caso. Eutanasia viene del griego eu, igual a buen/a, y tanatos, igual a muerte. Por tanto, se referiría a una buena muerte y, desde ese punto de mira, nada que objetar. Pero ¿qué significación se le está prestando actualmente? Es evidente que se ha tergiversado y se le está confiriendo un sentido nada que ver con su etimología. La mayor parte de la población cree que cuando un enfermo se encuentra en estado terminal, o sea, cuando desde el conocimiento médico y el análisis que hace este profesional sobre las posibilidades de recuperación de este paciente, cuando la biología ya no tiene nada que hacer, es necesario no hacerlo sufrir más y se debería poner fin a su sufrimiento, es decir, poner fin a su vida, sin tener en cuenta la posibilidad de otras alternativas menos agresivas.
¿Podría ser bueno, o valorarse como digno, la posibilidad de cuidar esos pacientes en un entorno adecuado a su situación terminal?
Yo así lo contemplo, aunque desde mi propia perspectiva no me atrevo a enfatizar e imponer un criterio que otros podrían considerar como maximalista. No es bueno el maximalismo. Pero tampoco son buenas las decisiones que impone la conveniencia propia, sin tener en cuenta que a medio o largo plazo pueden afectar a otros que no piensan de la misma manera. Disponemos de suficientes medios para calmar el dolor, recursos humanos para atender a los pacientes terminales e incluso la burocratización de ciertos tratamientos, como es la morfina, está decreciendo, con lo que hace más fácil su prescripción. El conocimiento de los trastornos psíquicos que podrían incidir en este tipo de pacientes está cada día más al alcance de todos los profesionales y el conocimiento de las drogas que se utilizan es también más conocido. Tal vez, el punto más débil sean los recursos que las distintas administraciones han puesto al alcance de una población cada vez más senil; no obstante, debemos darnos cuenta de que este país no es rico y los recursos disponibles no son infinitos, por lo que se impone una estricta gestión para la armonización del gasto. A pesar de todo, es conveniente alzar la voz para que las prestaciones sociales avancen algo más deprisa y puedan aproximarse al proceso irreversible de una mayor longevidad
Ahora que estamos viviendo un momento en el cual se confunde sedación y eutanasia, tal vez valdría la pena aclarar algunas cosas. Ya hemos dicho anteriormente qué significa el término eutanasia y, desde luego, nada parecido al concepto de sedación, aunque pueda haber alguien interesado en mantener este confusionismo. Sedar, según el sentido que le da la Real Academia Española, significaría apaciguar, calmar, sosegar. Desde esta perspectiva, tendríamos que valorar como altamente positiva la acción de sedar a un paciente terminal que está angustiado por la certeza de una muerte inmediata o próxima. Creo que impedir a un paciente el sufrimiento es digno y, al hablar de sufrimiento, desenterramos otro concepto que también induce a distorsión al compararlo con dolor. Son dos cosas totalmente distintas aunque puedan ir unidas. El dolor estaría más en relación con factores físicos, mientras que el sufrimiento estaría más vinculado a experiencias anímicas. El tratamiento de ambos será distinto, pero sin olvidar en ningún momento que es preciso observar el más exquisito respeto al cuidado de la autonomía de ese paciente y, sobre todo, porque aunque nos lo encontremos inmerso en un estado da alta vulnerabilidad por su dolor y/o sufrimiento como ser humano que es, tiene derecho a seguir tomando las decisiones que conciernen a su vida; es más, incidiría desde estas líneas en que el hecho irrefutable de su precariedad debería inducirnos a ser más escrupulosos con nosotros mismos para tener en cuenta su voluntad y cuidar de que no sea herida o mutada.
ENERO 2005