Desafíos en la formación de psicólogos de las organizaciones y el trabajo

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Nuevas demandas a la formación profesional de los psicólogos de las organizaciones y el trabajo

DOI: https://doi.org/10.17230/9789587206777ch1

Sigmar Malvezzi

Universidad de São Paulo (Brasil)

La psicología es un campo del conocimiento reconocido como ciencia, aplicado como profesión, e integrado al imaginario social como instrumento para la comprensión de la conducta humana. En su evolución, concomitante en esos territorios, dicho campo fue legitimado como fuente confiable de saberes sobre la persona y su existencia en sociedad. Esos tres territorios nacieron y evolucionaron articulados con el conocimiento científico, hoy denominado psicología, en continuo diálogo con el mundo y construyendo herramientas para la comprensión e intervención en la sociedad. La psicología fue diferenciada en especializaciones, siendo la psicología organizacional y del trabajo (POT) una de ellas. Hoy, la psicología orienta las prácticas profesionales para el crecimiento, la adaptación, la recuperación y realización de las personas.

La confianza en la psicología le dio visibilidad y fomentó su articulación con otras ciencias y prácticas profesionales en diferentes situaciones de la vida, como se ha observado en su participación durante la pandemia generada por la covid-19, en la cual la falta de medicinas y vacunas movilizó sus conocimientos (Van Bavel, et al., 2020). Dicha articulación optimizó los recursos y mecanismos de adaptación del individuo a su entorno, la comprensión de la existencia en sociedad y la realización de retos emancipatorios. La historia de la psicología revela su permanente interlocución con la filosofía, las artes y las ciencias empíricas, acerca del cuidado integrado de la vida y de su entorno. De esa interlocución surgió la porosidad de sus fronteras con la biología, la sociología, la pedagogía, la administración y la propia filosofía. A través de esas interfaces, la psicología construyó su objeto de investigación: las estructuras subjetivas y los comportamientos. Su producción científica justificó su reconocimiento como ciencia y profesión dedicadas a la comprensión de la persona (Kimble, 1996) en distintas especializaciones, como en el caso de sus aportes a la relación hombretrabajo a través de la POT (Malvezzi, 2010). Esa ecuación de desarrollo le abrió espacios de actuación en las universidades, en instituciones públicas y privadas, materializados en currículos, laboratorios de investigación científica, artes, y en la gestión de la producción y de la calidad de vida, visiblemente integradas a la cultura y al imaginario colectivo. Los conocimientos y prácticas profesionales que constituyen la psicología enriquecen la comprensión y la intervención en el comportamiento, como se ha observado en la prevención del contagio de la covid-19. La psicología expone el papel crucial de la subjetividad en la comprensión, la valoración y los cuidados de la persona. Hoy sería muy difícil comprender y explicar la existencia humana individual y colectiva sin el recurso de las teorías y conceptos creados y aplicados como conocimiento técnico de la psicología.

La investigación científica, la aplicación profesional y el rasgo cultural revelaron aspectos complementarios, interdependientes y dinámicos, favoreciendo la elaboración de sistemas teóricos que explican la realidad y crean prácticas profesionales, además de que acompañan la evolución de la tecnología y de la organización social, cultural y política (Granger, 1993). Mientras la evolución de la ciencia y el perfeccionamiento de las prácticas profesionales sean recursos necesarios, no serán condiciones suficientes para responder a las demandas de comprensión y construcción de la existencia humana, en el largo plazo, en cualquier campo científico (Reason y Bradbury, 2001). Tanto así que la consistencia de los conocimientos, como la efectividad y la confianza en la acción profesional, son continuamente desafiadas por nuevas cuestiones y problemas que despuntan de la dinámica evolutiva de la civilización. Las innovaciones técnicas, los cambios políticos y las diferenciaciones culturales desafían el conocimiento científico y las prácticas profesionales, incluso aquellas ya reconocidas y legitimadas (Morgan, 1983). Nuevos pasos de la civilización, como los que se observan ahora en la digitalización globalizada, en esta era de la infosfera (Floridi, 2019), cuestionan las teorías y su aplicación profesional. Ese cuestionamiento demanda revisión, profundización y ampliación de la comprensión de la existencia, y por corolario, la recapacitación de los profesionales que las aplican (Sutherland, 2013). Una ciencia es una ruta sin punto de llegada, porque está en continuo desarrollo. Los cuestionamientos surgen de la acción adaptativa a una sociedad donde la regularidad y el cambio continuo imponen a todas las ciencias una constante actualización, nuevos proyectos de investigación y una mirada crítica en su aplicación, para retroalimentar su validez, profundización y ampliación. Esta actualización plantea la cuestión sobre la formación de los profesionales que construyen la ciencia y protagonizan su práctica profesional, como demanda estratégica de las sociedades, desde sus orígenes.

La formación y la capacitación del psicólogo se volvieron demandas incontenibles frente a la sostenibilidad de la sociedad que evoluciona rápidamente, como se ha observado en la digitalización. El ajuste de esa formación a las demandas emergentes de las innovaciones y el avance científico dio consistencia y energía al fantástico desarrollo tecnológico del siglo XX (Malvezzi, 2015). Sin el crecimiento de la escolarización y de acciones afirmativas en la formación profesional, la sociedad no lograría el salto de la mecanización a la digitalización. Los psicólogos fueron protagonistas relevantes para la efectividad de ese salto, como se observa en la contribución de la POT, en sus continuos aportes desde la mecanización de la industrialización. ¿Qué necesidades implica la formación de los psicólogos, que son los expertos en las estructuras subjetivas individuales y compartidas, en cuanto a las respuestas a las demandas del mundo digital globalizado? ¿Qué formación profesional es capaz de dar cuenta de la existencia humana en una sociedad que quedó líquida por su funcionamiento a través de la velocidad de la digitalización y la amplitud de la globalización? ¿Qué acciones de la sociedad requieren las instituciones para la formación profesional de los psicólogos, y que los capaciten para este reto? Estas cuestiones inspiraron este capítulo, dedicado a la reflexión sobre la formación de los futuros protagonistas de la psicología.

Para dar cuenta de esa tarea, en este capítulo se articulan tres grandes tópicos. El primero trata de los conocimientos que promueven la comprensión crítica de la psicología como ciencia, con el fin de capacitar a los psicólogos para identificar y explicar la subjetividad como factor del comportamiento. El segundo trata de las habilidades de la actuación profesional sobre la subjetividad y los comportamientos. El tercero trata de la comprensión de la sociedad como un campo de fuerzas dentro del cual ocurre la gestión de la adaptación que construye las trayectorias de la existencia. La formación de los psicólogos que investigarán y aplicarán la psicología en momentos de transición veloz y radical es una cuestión de carácter estratégico. ¿Cómo capacitar a los profesionales que cuidan de la comprensión de la subjetividad dentro de la digitalización globalizada? Las respuestas a esas cuestiones no generan dudas banales, sino interrogantes que ya fueron comprendidos como reflexión profética.

La psicología es una ciencia

La formación profesional básica, desde finales del siglo XIX, en la mayoría de las profesiones, ha sido genéricamente identificada y formalmente estructurada a través de la exposición sistemática del individuo al campo de conocimientos que eligió, a su actividad de interés y a su actuación profesional. Ser un profesional requiere acceso, dominio y visión totalizante del conocimiento que será profesionalmente aplicado. El acceso, el dominio y la visión de cualquier campo del conocimiento implican un diálogo permanente del aprendiz con la producción de teorías y del proceso para su validación. Desde finales del siglo XIX, esa exposición sistemática de una ciencia fue institucionalizada y asumida como función de las escuelas, particularmente de las universidades. Estos agentes desarrollaron trayectorias de aprendizaje a través de currículos y, hasta hoy, se encargan institucionalmente de la formación profesional. El individuo que busca formación profesional frecuenta la escuela para recibir esa sistematización y su derivación en la forma del conocimiento técnico. Esa sistematización le permite desarrollar una visión totalizante de la ciencia con la cual decidió trabajar, a través de la comprensión de su historia, la identificación de su objeto, el aprendizaje de sus métodos, teorías y campos de aplicación, de tal modo que el aprendiz capta lo que es una ciencia y el contenido de aquella que él eligió para su trabajo profesional. Esa visión sistemática capacita al estudiante para comprender la profundidad, el avance, la aplicación y las limitaciones de ese campo de conocimientos, y lo instrumentaliza para la acción profesional.

Este paso de la capacitación profesional hacia el acceso amplio, totalizante y articulado del estudiante a una ciencia, como la psicología, lo pone en interlocución con autores y profesionales, y con sus propios conocimientos ya acumulados, de tal manera que forma su capital intelectual, fomenta su reflexión crítica para dar más consistencia a ese capital y ofrece oportunidades de evaluaciones concretas y de intervenciones en problemas cuya solución depende de insumos científicos y técnicos. De esa visión sistemática de la ciencia que él estudia surge una referencia necesaria para las evaluaciones que la acción profesional demandará de él, a partir de la cual podrá percibir los movimientos del fenómeno estudiado en el mundo. La formación de esta referencia es una actividad de largo plazo y siempre abierta a avances. La capacitación profesional proviene de la articulación de esas actividades, de la interlocución con autores a través de lecturas y debates, de la actuación sobre los problemas, articulada y dinamizada por la reflexión del propio estudiante. La capacitación profesional depende de un tiempo de maduración, porque no es un aprendizaje limitado a secuencias de procedimientos funcionales en los cuales el individuo recibe informaciones nuevas y las acumula. La capacitación es un proceso que requiere el protagonismo creativo en una acción de largo plazo, construida a partir de la participación activa del estudiante (Furedi, 2004) mediante su reflexión.

 

El conocimiento es una cognición significativamente distinta de la acumulación de informaciones. Consiste en la integración creativa entre comprensiones adquiridas anteriormente, en un proceso acumulativo y confrontativo con nuevos contenidos, que son regularmente expuestos al individuo. El conocimiento es un instrumento crucial de la comprensión crítica del mundo. El espectro de actividades llamadas didácticas, propuesto en las escuelas, es una herramienta para generar una reflexión de cuya revisión y comprensión surge un proceso continuo de aprendizaje. Ese proceso es llevado a cabo a través del protagonismo reflexivo e interiorizado del estudiante, que enriquece su capital intelectual, en busca de profundización y expansión de la comprensión del mundo. La comprensión es una elaboración del individuo que lo capacita para percibir y entender los eventos en su articulación con distintos contextos. La captura de los eventos articulados como totalidades, en sus diferencias, interfaces e impactos, favorece la producción de sentido a partir de los movimientos, las causalidades y los cambios que se observan en el mundo. Es, además, un requisito crucial de la intervención profesional, porque expone no solamente las cadenas de causalidades, sino también las cadenas de razones que explican las causalidades constatadas. Construida desde esa línea, la capacitación profesional es un proceso sin punto de llegada, en el cual nuevos conocimientos fomentan más reflexiones, de las cuales resultan la evolución y maduración de la comprensión.

Por lo tanto, el conocimiento no es un mero conjunto de informaciones que uno adquiere y que puede ser, más tarde, remplazado por otro, sino que es una totalidad, continuamente reconstruida con la llegada de nuevos datos e ideas que son rearticuladas en nuevos sentidos para dar cuenta de su complejidad a través del protagonismo reflexivo del alumno. El conocimiento es un instrumento de la comprensión y, a su vez, esta se configura como un instrumento de la intervención profesional. La formación profesional del psicólogo, como la de otros profesionales, es el resultado de la exposición del alumno a actividades didácticas articuladas para la secuencia: conocer para comprender, comprender para poder intervenir e intervenir para comprender mejor. Hoy, el avance de la inteligencia artificial es interpretado por algunos individuos como una forma de conocimiento, porque integra informaciones y maneja cadenas de causalidades; pero no hay señales de que produzca comprensión de las cadenas de razones que explican las cadenas de causas.

La formación profesional ocurre en un proceso a largo plazo de desarrollo, expansión y profundización de la comprensión. Ese proceso requiere la interacción sistemática entre el aprendiz y la masa de conocimientos y procedimientos construida en su trayectoria de aprendizajes y de experiencias. La adquisición de nuevos conocimientos no simplemente remplaza, acumula o expande, implica, además, impactos en la comprensión que el individuo desarrolla, la reformula y por lo tanto la hace evolucionar. Esa reformulación no es una actividad meramente mecánica y funcional, sino siempre creativa, porque demanda alguna reelaboración, principalmente enriqueciendo las cadenas de razones que explican los eventos. La reformulación no está libre de obstáculos. Los prejuicios, las intenciones y la resistencia pueden dificultar la integración de conocimientos y la elaboración de comprensión. Por ese motivo, la formación profesional puede ser optimizada a través del apoyo de preceptores, en las diferentes etapas. Estos profesionales, por fuerza de su experiencia, pueden estimular al alumno para que reflexione, cree, observe y critique, prácticas que sirven de insumo para la interlocución. El preceptor es un recurso que enriquece la identificación de sesgos y de otros obstáculos que impiden al aprendiz reconocer e integrar nuevos conocimientos y los motivos que sostienen esos obstáculos. En resumen, el pregrado es una etapa en la que el aprendiz es expuesto a una visión totalizante y sistemática de alguna ciencia, con la que su aprendizaje puede ser monitoreado, y su reflexión puede ser estimulada para capacitarlo en un proceso acumulativo y profundizar su comprensión de la realidad, que fundamenta su potencialidad de intervención profesional en las necesidades y los problemas de la sociedad.

En pocas palabras, el pregrado capacita y articula la permanente interlocución del alumno con fuentes de conocimiento a través de las cuales es motivado para llegar a la reflexión crítica, que es el combustible de su emancipación intelectual. Esta es una competencia que posibilita la evaluación de la validez y las interfaces de los conocimientos que fundamentan su comprensión de la realidad, de las críticas y de los avances ofrecidos por sus interlocutores. La amplia diseminación de las llamadas fake news es señal de la debilidad en la búsqueda de la emancipación intelectual de las personas. La emancipación intelectual es adquirida como proceso de maduración durante todo el pregrado y siempre puede ser profundizada. De Charms (1968) llama a esa competencia de seguridad ontológica, que él define como la confianza crítica que un individuo desarrolla con su propia capacidad de comprender teorías y la certeza de que es capaz de evaluar su aplicación. La seguridad ontológica nace de la crítica de la comprensión que el individuo tiene de los problemas humanos, de la fuerza y las limitaciones de los instrumentos profesionales y de su propia competencia para decidir sobre caminos que los explican y ofrecen soluciones. Hoy, en la transición de los empleos hacia el trabajo autónomo precario y de las tareas de las máquinas u oficinas hacia las plataformas de apps, la POT avanza en la investigación del diseño de las tareas en el contexto de la infosfera (Floridi, 2019) y de la sociedad, cada día más interconectadas con la dimensión simbólica; ambas complican la organización del trabajo, debido a que las tareas no llegan diseñadas en sus operaciones, como ocurrió con las líneas de producción, sino que son creadas en plataformas constituidas por herramientas-sistemas.

Dentro de esa posibilidad de seguridad ontológica que el pregrado abre para el estudiante, la práctica profesional es un mecanismo precioso, porque en ella el alumno puede encontrar elementos para la validación de la comprensión que fundamenta su seguridad. Mientras que, carente de sistematización, el aprendizaje profesional durante la pandemia generada por la covid-19 energizó ese proceso en las diversas categorías de los profesionales de la salud, por la demanda del reexamen de su comprensión. Para buscar seguridad, el estudiante y el profesional perciben que la continuidad de su formación es un requisito insustituible, ya que el conocimiento y la comprensión no son estáticos, sino que están sujetos a nuevas contingencias que requieren una reelaboración de su comprensión y su capacitación, como se constató con las confrontaciones de opiniones y de priorización que los profesionales de la salud enfrentaron para salvar vidas ante los riesgos producidos por la covid-19. Esa continuidad puede ocurrir de muchas formas, con la práctica profesional, la investigación científica y los complementos de la formación, como la especialización y la maestría. Estas posibilidades son etapas avanzadas en las cuales el estudiante es expuesto a miradas sobre aspectos complejos y controvertidos de los problemas, en interfaz con análisis políticos y filosóficos. Estas etapas más avanzadas, que se extienden más adelante hacia el doctorado y el desarrollo de habilidades sofisticadas, se fundan en la calidad y los resultados del pregrado, que funciona como una buena raíz. Concretamente, el pregrado sigue con la responsabilidad de la formación básica, pero continuamente abierto a las evoluciones de las investigaciones y de las tecnologías.

Hoy, la articulación de los cursos de pregrado está frente a la incontenible práctica de la educación online, que dio un salto cualitativo por fuerza del aislamiento social impuesto por la pandemia de la covid-19. Las tecnologías ampliaron posibilidades de superación de las fronteras y las limitaciones que eran antes inimaginables, así como los recursos para el aprendizaje. Aprovechándose de esas tecnologías, los alumnos sin recursos financieros y con tiempo restricto para participar de las clases, con la necesidad de trabajar para sobrevivir, optan por la formación a distancia, cuyos resultados aún son desconocidos. Esa ampliación de las posibilidades de trabajo y de formación recibió refuerzos significativos de diversos servicios especializados, como la traducción y el acceso a bibliografías, lo que facilitó las respuestas a demandas de la formación básica. Hoy, la posibilidad de llevar a cabo sesiones de psicoterapia a través de Skype, de seleccionar candidatos a través de la inteligencia artificial y de conformar equipos multidisciplinares para la intervención en la delincuencia y la drogadicción, todo online, amplió las fronteras de la formación básica, tradicionalmente limitada al territorio de las escuelas.

El pregrado fue enriquecido y diversificado en distintos formatos que aún no están agotados y serán diferenciados en el futuro próximo, con la utilización de la inteligencia artificial. Nuevos instrumentos digitales agregaron sus potencialidades y riesgos, y afectaron la reflexión, la interlocución y la atención. Actualmente la educación es una actividad compartida entre escuelas y otras instituciones, como las asociaciones y los colegios profesionales, las consultoras y los grupos diversos que articulan el desarrollo profesional, y son reconocidas como espacios serios de formación y de profundización técnica. Los riesgos no vienen de las debilidades técnicas, sino de la mezcla de objetivos y retos que no visan la formación profesional y pueden estar contaminados por motivaciones extrañas a la formación ocupacional. Esa dispersión de caminos que afectan y confunden la formación básica es propiciada por la amplia rearticulación de las profesiones por fuerza del debilitamiento de las fronteras entre las actividades de intervención (Freidson, 2001), que consolida la interdisciplinariedad. Ningún proyecto de formación de psicólogos será efectivo si cierra sus fronteras a la interdisciplinariedad. Este cierre implicaría más riesgos, tal como la falta del contacto sistemático con la psicología. La visión sistemática de la psicología es la principal pieza de la construcción de la capacitación de los psicólogos, sobre todo para los profesionales que actúan en otros campos, como en el caso de los psicólogos de la POT, que actúan en el territorio de la gestión del trabajo y de los negocios.

El acceso al conocimiento científico a través de las actividades online provee recursos que no pueden actuar como limitaciones (como ocurre con la demanda de alta velocidad), sino como apoyo al contacto sistemático con la psicología, que depende de la madurez que se obtiene a partir de los insumos del currículo y de la elaboración reflexiva del alumno. La capacitación profesional requiere que el estudiante perciba la subjetividad articulada en estructuras, en sus formas de manifestación, en sus diferencias en las etapas de crecimiento, en las habilidades, en la relación yo-otro, en el desempeño del trabajo, en los problemas de comportamiento y en sus fronteras con los sistemas biológicos, socioculturales y políticos. Ello es el resultado de la reflexión, de la interlocución y de las experiencias profesionales que ubican al individuo en un proceso de continuo desarrollo que corresponde a la demanda de comprensión de la existencia de la persona dentro de una sociedad que no cesa de evolucionar, de presentar nuevos problemas y de innovar en soluciones para ellos, lo que a su vez realimenta la demanda de desarrollo de la comprensión. Mientras tenga un inicio en el pregrado y un punto formal de término, simbolizado y formalizado con el título de grado, la formación profesional será un proceso permanentemente enriquecido por los programas complementarios y por nuevos tipos de pasantías que la convierten en un proceso que no tiene punto de llegada.

 

En el caso particular de la formación profesional en psicología, la visión totalizante y sistemática de esa ciencia será efectiva si expone la diversidad epistemológica reconocida por su pluralismo de abordajes. Esa diversidad está registrada en la propia historia de la psicología, cuyo desarrollo revela un esfuerzo continuo de aprehensión y comprensión de su objeto de estudio. Esa diversidad es un factor crucial para la comprensión de las habilidades de los psicólogos. La diversidad enriquece y complica la formación profesional básica de los psicólogos, pues la psicología no es una masa estable, homogénea y pacífica de teorías y conceptos, sino un conjunto de conocimientos que, desde que fue concebida, en la segunda mitad del siglo XIX, acumula diferenciaciones en sus criterios epistemológicos.