Vientos de libertad

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Los profesores deciden crear el cargo de director espiritual para tratar de dar un cauce a la rebelión. Es designado para el cargo el P. José Kentenich, un joven profesor que no ha cumplido los 27 años. Su tarea consistía en “explicar y hacer penetrar el reglamento”7. Tarea nada fácil, dadas las circunstancias. Además tiene la fama del profesor Keating: aplica métodos no convencionales que ya le han acarreado más de alguna crítica.

Más tarde le cuenta a la Hna. M. Annette8 que después de recibir el nombramiento se va a rezar al Coro de la Capilla del Colegio, donde los alumnos “rezan” el Rosario. Viendo el desorden y los golpes que se dan entre ellos, se dice: “las cosas no pueden empeorar demasiado con mi método, así que haremos la prueba”.9

El 27 de octubre de 1912 es su debut como Director espiritual. Hagamos un paralelo entre los dos profesores para descubrir como enfrenta cada uno esta situación tan semejante:

El profesor Keating lleva a sus alumnos a la sala de los trofeos para darles su frase programática: “Carpe diem”, mientras que la divisa que el nuevo Espiritual les da es su programa: “Bajo la protección de María queremos aprender a educarnos a nosotros mismos como personalidades libres, recias y llenas de Dios”

El objetivo que pone ante sus ojos no es el de pasar por encima de la estructura del colegio sino la conquista de su personalidad porque sólo así podrán poner los medios que los avances científicos colocan a su disposición para el bien de la humanidad y no para el propio beneficio:

“El dominio que tenemos de los poderes y fuerzas de la naturaleza no ha marchado a la par con el dominio de lo instintivo y animal que hay en el corazón del hombre. Esta tremenda discrepancia, esta inmensa grieta, se hace cada vez más grande y profunda. Y así tenemos ante nosotros el fantasma de la cuestión social y de la ruina social, si es que no aplicamos enérgicamente todas las fuerzas para producir muy pronto un cambio”.10

Y para ello alude a una palabra absolutamente inconcebible en aquel entorno y momento histórico: La autoeducación.

“Que jamás nos acontezca saber varias lenguas extranjeras, como lo exige el programa escolar, y que seamos absolutamente ignorantes en el conocimiento y comprensión del lenguaje de nuestro propio corazón. El grado de nuestro avance en la ciencia debe corresponder al grado de nuestra profundización interior, de nuestro crecimiento espiritual. De no ser así, se originaría en nuestro interior un inmenso vacío, un abismo profundo, que nos haría desdichados sobremanera. ¡Por eso: autoeducación!”.11

Para el P. Kentenich la autoeducación juega un rol importante, porque nos hace dueños de nuestra vida y nos ayuda a enfrentar las dificultades desde nuestras posibilidades reales, como personalidades libres y recias.

¿Cómo concibe cada uno el papel que debe desempeñar en la educación de los jóvenes? Mientras que el profesor Keating alude al poema dedicado a Abraham Lincoln y les dice que le pueden llamar: “Oh capitán, mi capitán”, el joven sacerdote se pone a su nivel, él no les va a enseñar, sino que van a aprender juntos, unos de otros. Ese concepto es también algo absolutamente nuevo en la Alemania prusiana de principios de siglo y menos en ese internado:

“Queremos aprender. Por tanto, no sólo ustedes, sino también yo. Queremos aprender unos de otros, porque nunca terminaremos de aprender, mucho menos tratándose del arte de la autoeducación, que representa la obra y tarea de toda nuestra vida”.12

Por último, el profesor Keating se denomina a sí mismo: “Un gigante mental que tienen ahora ante Uds.” y un segundo después cuando requiere que un alumno lea un poema dice: “Señor Pitts, un apellido muy poco agraciado ¿Dónde está Ud. Señor Pitts?” De esta manera remarca una cierta distancia entre los alumnos y él, mientras que el joven sacerdote se coloca ante ellos con la conciencia de su limitación:

“Me pongo, por lo tanto, enteramente a su disposición, con todo lo que soy y tengo; con mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, por sobre todo, les pertenece mi corazón”.

Y por último, sabe que la persona crece en comunidad por eso anuncia la creación de comunidades libres, con el anhelo de crear un espacio para la iniciativa de los estudiantes, motivados por la confianza y la búsqueda de su propio ideal personal. Y lo hacen juntos, no separados, de esta manera les regala una base segura y confiable:

“Queremos crear esta organización, nosotros, no yo. Porque en este sentido no haré nada, absolutamente nada, sin el pleno consentimiento de ustedes. No se trata aquí de un trabajo pasajero, sino que de una estructura que sirva para todas las generaciones futuras. Los sucesores de ustedes han de alimentarse del celo que ustedes muestren, del conocimiento de sus almas y de su prudencia. Estoy convencido de que si todos cooperan, haremos algo que valga la pena”.13

Así les da un futuro, una continuidad, les arropa en su anhelo de construir un mundo nuevo. En este contexto tales frases como “no dejes de soñar, sé inconformista, encuentra tu pasión, elige tu camino, cambia tu punto de vista, nada es imposible, sé un librepensador, extrae el meollo a la vida con moderación”, tienen un ancla, un sentido que puede llegar a ser creador, por lo menos esa estructura que juntos puedan llegar a crear, está llamada a servir a las generaciones futuras, sus sucesores se alimentarán del esfuerzo que ellos hagan en conquistar su mundo interior. Eso parece ser un camino a seguir.

¿Quién es este profesor que además parece dominar la vida? ¿De dónde saca estas ideas? ¿Cómo se atreve a realizarlas en medio de un entorno tan adverso? Y parece que este modesto comienzo sí que fue factor de cambio porque ahora nos encontramos con un movimiento internacional, que agrupa a un número de personas imposible de precisar, que se alimentan de su espiritualidad y que demuestran ser capaces de enfrentar grandes desafíos sin quebrarse. Esto es lo que él dice de sí mismo:

“Surgió de mi propia estructura psicológica: el hombre animado por el espíritu, ligado a ideales, vinculado íntimamente a una comunidad y dedicado al apostolado universal. Les confieso que desde mi infancia fue ésta mi orientación personal fundamental. Comprenderán entonces que desde el momento que fuera designado oficialmente como educador, no haya podido hacer otra cosa que impulsar la consigna de acabar con todo formalismo. Lo que hay que formar es el hombre ligado a ideales y dedicado al apostolado universal. Desde el principio existió en mi el deseo de formar hombres que fuesen autónomos e independientes”.14

¿De dónde saca el P. Kentenich esas ideas, esa convicción? Sólo se puede entender por la acción del Espíritu Santo por el que se hacen nuevas todas las cosas. Ahora estamos ante la confusión y el caos creciente, ¿qué resuena en nosotros cuando traemos a la conciencia estas palabras del Génesis?

2. “La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.”15

El viento de Dios, el Hálito del Altísimo, Ruha Elohim16, que aletea sobre las aguas, sobre la superficie del Abismo envuelto en tinieblas, es la fuerza creadora de Dios que se dispone a actuar amorosamente sobre el universo caótico.


¿Quién es ese viento de Dios? Es el Aliento de Dios por el que hace nuevas todas las cosas, es como un viento que está alrededor de todo y de todos. Puede ser un viento impetuoso, como el que envolvió a los apóstoles reunidos con María en Pentecostés y también una brisa suave como la que envuelve al profeta Elías17. Es el Espíritu que impulsa la Iglesia que nace de doce hombres ignorantes y llenos de humanidad tambaleante a enfrentar a los ricos y poderosos de su patria y a todo un imperio con sus manos vacías. El libro de los Hechos de los Apóstoles está traspasado de esta realidad, por ejemplo, cuando son apresados porque han realizado un milagro se dice que Pedro contesta lleno del Espíritu Santo, y el Sanedrín “Viendo la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados”18 y cuando se les amenaza con castigos ellos oran y cuando acaban su plegaria “retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la Palabra de Dios con valentía”.19

Por lo que vemos el P. Kentenich tenía algo de este Espíritu por el que Dios hace nuevas todas las cosas. Este libro quiere ayudarnos a descubrir este misterio que anima su pensar, vivir y actuar. Como él, todos nosotros hemos recibido una tendencia única y original, es la huella de Dios en nosotros, es ese mismo Espíritu que quiere ordenar nuestro interior y hacernos personalidades libres, plenas de sentido, recias y llenas de Dios. Él nos invita a su escuela de vida, no sólo a descubrir su persona y admirarla como alguien que está por encima de nosotros, sino como alguien que es compañero de camino, que da pautas, indicaciones, nos escucha, nos alienta, espera respetuosamente a que nos decidamos desde dentro a dar un paso hacia adelante, así como lo hizo con los jóvenes del internado y de todas las miles de personas que Dios ha colocado y sigue colocando en su camino.

Por la fe, sabemos que su espíritu está vivo y permanece en medio de los que quieran acercarse a él. Entonces su persona es accesible a todos los que incursionen por su camino, que quieran elevarse por encima de sus límites y dejarse llevar por el Ruaj Elohim, Aquel que puede elevarnos a las cumbres de nuestro yo más noble para así conquistar “la libertad de los hijos de Dios”.

 

1| Thoreau extraído de su Walden.

2| Albert Camus fue un novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia. Las concepciones de Camus se formaron bajo el influjo de Schopenhauer, de Nietzsche y del existencialismo alemán.

3| J. Kentenich, Tiempos Apocalípticos, p. 13-14

4| Zygmunt Bauman, sociólogo que ha acuñado los conceptos de modernidad líquida, sociedad líquida o amor líquido.

5| vJ. Kentenich, Tiempos apocalípticos,9.3.1951 p.22

6| Rebelión de la huerta. Anécdota contada por J. Kentenich en el Terciado de Brasil dado en los meses de Febrero y marzo de 1952, Kentenich Reader, Tomo 1, p. 41

7| De las “Normas de las Administración del Seminario Menor”, en Schoenstatt, 1912, citado en Schlickmann, p. 44f

8| Maestra de novicias durante muchos años del Instituto Secular de Schoenstatt, Hermanas de María que el P. Kentenich fundaría posteriormente en 1926

9| Recuerdos de la Hna. M. Annette Nailis, 1955, Ver Schlickmann, p. 44f

10| J. Kentenich, Acta de Prefundación n°12

11| J. Kentenich, Acta de Prefundación n°15

12| J. Kentenich, Acta de Prefundación n° 6

13| J. Kentenich, Acta de Prefundación n° 21

14| J. Kentenich, Terciado de Brasil dado en los meses de Febrero y marzo de 1952, Kentenich Reader, Tomo 1, p. 38

15| Gn1,2

16| Hálito de Dios en hebreo

17| 1Re 19, 3-15

18| Hch 4, 13

19| Hch 4, 31


“Jesucristo no se presenta a los suyos sin llagas;

precisamente desde sus llagas

es donde Tomás puede confesar la fe.

Estamos invitados a no disimular

o esconder nuestras llagas.

Una Iglesia con llagas

es capaz de comprender las llagas del mundo de hoy

y hacerlas suyas, sufrirlas, acompañarlas y buscar sanarlas.

Una Iglesia con llagas no se pone en el centro,

no se cree perfecta,

sino que pone allí al único que puede sanar las heridas

y tiene un nombre: Jesucristo.

La conciencia de tener llagas nos libera.

Sí, nos libera de volvernos autorreferenciales,

de creernos superiores.

Nos libera de esa tendencia “prometeica

de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas

y se sienten superiores a otros

por cumplir determinadas normas” 1

“Hombre soy, entre hombres vivo,

y nada de lo humano me es ajeno”2

Si observamos la tradición de las genealogías en el Antiguo Testamento, suelen estar solo los nombres de los cabeza de familia. Por eso llama la atención que en la genealogía de Jesús, que inicia el evangelio de San Mateo, aparezcan cuatro nombres de mujer, todas paganas y con deslices que aparentemente chocan con el prejuicio de que alguien como Jesús, el Hijo de Dios, deba tener un pasado sin tacha. Sin embargo no es así. A Dios le gusta tomarnos así como somos, en nuestra más cruda realidad para elevarla. Le gusta que quede claro que es Él, el que da la vida y la muerte, el que sostiene y levanta, el que es fiel en medio de nuestras torpezas. El Mesías esperado es verdadero Dios, pero también verdadero hombre, subrayando explícitamente que Dios realiza su promesa no solo mediante los hombres, sino con los hombres, seres de carne y hueso, con esperanzas, dolores, debilidades, a través de caminos tortuosos, “renglones torcidos” e imprevistos.

En este capítulo vamos a incursionar en la infancia y juventud de José Kentenich. Nos hace bien saber que ha experimentado las realidades más humanas desde adentro. No se le regala una maravillosa familia, dechado de virtudes, sino un entorno normal, con luces y sombras, marcado por la separación y la soledad, pero también por la experiencia de una profunda religiosidad que eleva y da sentido. En esta escuela de Dios, aprendió a asumir este dolor en la fuerza de la fe y abrazarlo también desde una profunda humanidad. Su escuela, es una escuela de María, que toma las circunstancias del ser humano, incluyendo la oscuridad de lo irracional que irrumpe contra nuestra voluntad mucho más de lo que muchas veces podemos aceptar.

José Kentenich sabe de abandono, mentira, violencia, búsqueda infructuosa de la verdad, pobreza, hambre, enfermedad, proximidad de la muerte en su juventud, y un largo etc. Nada de lo humano le es ajeno. Y aprende a abrazar los lados oscuros y luminosos de la vida dentro del marco de la Fe Práctica en la Divina Providencia en la que llegó a ser maestro.

Así se templa su personalidad y adquiere seguridad para su vida y posterior misión. Vamos a entrar en esta historia que es santa, no por la grandeza humana, sino por la misericordia divina que hace exclamar al apóstol San Pablo:

“¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados!

No hay muchos sabios según la carne

ni muchos poderosos, ni muchos de la nobleza.

Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo

para confundir a los sabios.

Y ha escogido Dios lo débil del mundo,

para confundir lo fuerte.

Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios;

lo que no es, para reducir a la nada lo que es.

Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios.

De Él os viene que estéis en Cristo Jesús,

a fin de que, como dice la Escritura:

El que se gloríe, gloríese en el Señor.”3

1. “Ha escogido Dios lo débil del mundo para confundir a lo fuerte”


“Antes de haberte formado yo en el seno materno,

te conocía,

y antes que nacieses,

te tenía consagrado:

yo, profeta de las naciones te constituí.”

Jeremías 1,5

José Kentenich nace el 16 de noviembre de 1885 en Gymnich, un pequeño pueblo cerca de Colonia, en la región de Renania. Su madre, Katharina, comienza a trabajar en el servicio doméstico de la hacienda Heuser donde conoce a Mattias que se desempeña como administrador del lugar.

Cuando Katharina se ve encinta abandona la granja y va a vivir con su hermana Sibila hasta que su padre la vuelve a acoger en su hogar. Podemos imaginar el cargo de conciencia que sufre, por eso, “cierta noche, tuvo tentaciones de suicidarse, su madre se despertó con inquietud, tomó agua bendita y recorrió la casa hasta el dormitorio de su hija y dijo: ‘hay algo en la casa que no proviene del bien’. Íntimamente conmovida por esa escena, desde ese momento Katharina decidió firmemente aceptar su nueva situación. En esa misma noche, consagró al niño que llevaba en su seno a Dios y a la Stma. Virgen, de quien era muy devota” 4


Habitación situada en el entretecho de la casa donde nació y vivió el pequeño José.

Dado que no hay matrimonio, Katharina y su hijo, tienen que compartir el destino de no pocas mujeres de su época. Pero ella lo asume personalmente, durante los primeros años del niño ella se encarga de cuidarlo y no permite que nadie más lo haga.

José se cría en su pueblo, sin grandes dificultades y al calor de los suyos. Una atmósfera profundamente religiosa acompaña sus primeros pasos. Sus primeras oraciones son a la Virgen María, de ellas queda el inicio de una oración que le acompaña durante toda su vida en la que le pide, que lo ayude a ser siempre puro.

“Dios te salve María, por tu pureza

conserva puros mi cuerpo y mi alma

ábreme ampliamente tu corazón y el de tu Hijo”5

Como todos los niños hace travesuras que a veces eran verdaderas hazañas. Un día, junto con el hijo del sacristán y su primo, suben a la torre de la Iglesia parroquial. Ellos piensan que nadie les observa, pero el párroco que los ha visto, cierra la puerta con llave para atraparlos al salir. Cuando terminan la expedición y quieren volver, se dan cuenta que la puerta está con llave, pero no golpean sino que vuelven a subir a la torre y por el entretecho de la Iglesia, llegan a una abertura junto a una columna del altar por la que se deslizan; y, sin que nadie se dé cuenta, salen por otra puerta.


José Kentenich a los 2 años, está afligido porque no quería ponerse la gorra

Le gusta ir con unos amigos al arroyo para probar quien era más valiente y tiene la audacia de saltar al otro lado.

Una vez uno de los niños no se atreve a saltar y para obligarlo le tiran la gorra al otro lado. Este juego lo repite José también en invierno, cuando el arroyo está, en parte, congelado, cayéndose muchas veces al agua. Cuando llueve le gusta ponerse bajo el agua que caía por las canales de los techos, llegando a su casa completamente mojado.

José es un niño muy consciente de sí mismo, independiente y que ante todo ama la libertad, no puede soportar que lo obliguen a hacer algo, por eso no le gusta ir al Jardín Infantil. Durante su infancia dos veces está en peligro de muerte. Una vez una vaca enfurecida lanza la canasta, en la que duerme José, al arroyo. En otra ocasión cuando tiene tres años se cae en un pozo. Su abuelo que está cerca, lo alcanza a ver y llega a tiempo para salvarlo. Por la caída sufre un espasmo y el niño queda paralizado. Cuando llega la enfermera que sabe muy bien del rechazo del niño por el Jardín Infantil, dice muy seriamente que cuando se ponga bien se le va a regalar una estampita y volverá al Jardín de Infantes. Cuenta su prima Henriette que entonces, él vuelve en sí lentamente para decir: “No quiero ir al jardín y tampoco quiero una estampita”6

Después de Pascua de 1891, a la edad de cinco años, entra en la escuela de su pueblo natal. Más tarde tiene que viajar a Estrasburgo con su madre para ayudar a su tío que había enviudado. Volvió en Junio de 1892, cursando dos años en la escuela del pueblo. Se recuerda que le gusta caminar y llenar sus cuadernos con las descripciones de sus paseos. También hace poesías o discursos para las celebraciones del colegio.

Destaca un marcado amor por la verdad y la justicia. Un día en la escuela cuando su profesora cree que José no ha hecho sus tareas, le acusa de que otra persona se las ha hecho. José se defiende con todas sus fuerzas hasta que se sabe la verdad: La prima de José era la que causante del problema: limpiado el borde de la pizarra, donde estaba escrita la tarea, ha borrado algunas palabras y para que su primo no se diese cuenta las ha escrito ella misma de nuevo.

Desde pequeño demuestra una profunda inclinación a lo religioso y manifiesta su deseo de ser sacerdote; así lo relata él mismo a una familia de Millwaukee: nos imaginamos una amplia sala donde se encuentra una pequeña plataforma donde está de pie el P. Kentenich, mientras los restantes huéspedes se halla en un nivel más bajo. Motivado por esa situación, recuerda lo siguiente:

“Cuando les veo a Uds. así ante mí, recuerdo una anécdota de mi infancia. Yo tenía quizás cuatro o cinco años. Estaba jugando con otros niños. Entonces me paré sobre un escalón delante de mis compañeros de juego y dije en voz alta: “¡Escúchenme todos! Cuando sea grande seré sacerdote y predicaré: Queridos hermanos … (por siempre) Amén. Lo que va en el medio todavía no lo sé; primero tengo que estudiar”.7

 

2. Ha escogido Dios lo que no vale, para reducir a la nada lo que vale.

Y yo le pediré al Padre,

y él les dará otro Consolador

para que los acompañe siempre.

Jn 14, 16

En 1888 muere el abuelo de hidropesía. Después de buscar diferentes caminos y pasar por situaciones difíciles, Katharina decide internar a su hijo en un Orfanato que se encuentra en la ciudad de Oberhausen. Corre el año 1894, y el pequeño José cuenta con ocho años de edad.


Imagen de la Virgen del Rosario que se encontraba en la capilla del internado de Oberhausen

El día en que entra en esa institución, su madre, antes de despedirse, en la angustia de su corazón y con la preocupación que la embarga por dejarlo allí, con gran aflicción decide encomendárselo a la Santísima Virgen. En la capilla del internado, ante la estatua de la Virgen del Rosario, se arrodilla y entrega al cuidado de Ella al hijo, que en adelante ya no puede tener consigo, encomendándole que asuma las funciones propias de una madre, cuya responsabilidad ella se ve obligada a abandonar y a transferir a la Virgen María. Como señal de la seriedad de la petición, toma el único valioso recuerdo de su infancia, una medalla de oro con una cruz, recuerdo de su Primera Comunión, y se lo pone en el cuello de la Virgen suplicando con insistencia:

“¡Educa tú a mi hijo! ¡Sé para él plenamente Madre!

¡Cumple tú en mi lugar los deberes de madre!”


Podemos imaginar la impresión que produjo en el niño los sentimientos y el comportamiento de su madre. Le llega tan hondamente, que, por su parte, hace un acto de consagración a María, cuya hondura y significado se mostrarán más tarde, con el correr de los años.

El pequeño José llora amargamente al despedirse de su madre y tres veces escala el muro del internado para escaparse. En 1913, en una anotación al lado de una conferencia que da a los jóvenes, coloca el siguiente comentario telegráfico en el que menciona la unidad existencial entre su experiencia y la de Santa Teresa de Ávila: “crisis interior – hijos: madre. Santa Teresa, cuando perdió su madre. Yo. Oberhausen: Cruz”.8

Este hecho marca profundamente la vida del niño José, pues según él mismo confiesa, es el momento en que de manera natural sella de manera personal su Alianza de Amor con la Stma. Virgen, consagración que será más adelante el pilar fundamental del carisma mariano del P. Kentenich. Él mismo lo compara con la experiencia que tuviera Santa Teresita del Niño Jesús y Santa Teresa la Grande. Santa Teresita sufre hondamente la muerte de su madre y toma como segunda mamá a su hermana mayor Paulina, pero Paulina entra en el Carmelo y con ello el sentimiento de orfandad se hace insoportable para la pequeña Teresita. Entra en una depresión que está a punto de costarle la vida.

En esa situación límite, “al no encontrar ayuda en la tierra, Teresita se vuelca hacia su Madre del cielo, orando con todo su corazón para que finalmente tenga misericordia de ella...”9. Teresita ve, como la imagen de la Virgen María, que está en su habitación, de repente la está mirando, se siente abrumada por la belleza de la Virgen, de manera especial, por su sonrisa: “La Santísima Virgen era tan maravillosamente bella, no podría jamás expresarlo con palabras humanas. Su rostro me sonrió: tan compasiva, tan misericordiosa, con tanta bondad, tan cariñosamente, que no pude dejar de hacer otra cosa, que mirarla una y otra vez. Lo que más me conmovió fue su maravillosa, incomparable sonrisa!”10. En ese momento, la paciente se estabiliza delante de sus hermanas y su padre que están atónitos. Al día siguiente, desaparecen todos los rastros de la enfermedad.

En ambos casos la experiencia de honda orfandad y soledad interior que experimentan es acogida por la Stma. Virgen y Ella, a su vez, les regala la gracia de sentirse profundamente amados y cobijados en el Padre Dios. Tan consciente esta de este proceso que él mismo nos explica el misterio de la experiencia personal de Santa Teresita. Así lo hace en una prédica dada a los feligreses de la Parroquia de San Miguel en Milwaukee:

“Aquí encuentra su experiencia de Dios una corona. ¿Cómo se encontró Dios con ella? A través de esa señora sonriente, como el infinito Dios del cálido y ardiente amor. En la Madre de Dios, en la figura de la Madre de Dios, pudo ella atisbar el reflejo del Padre Dios. La experiencia fundamental por lo tanto es el amor de Dios, no el temor de Dios. La experiencia fundamental es: El eterno Dios no está ante ella con látigo en la mano. Es el Dios del eterno amor. Esta imagen la traspasó de tal manera que en su vida, en todos lados, veía ante ella la sonrisa que el eterno Dios le dirigía. Una sonrisa. Si sucedían permisiones o hechos, o se presentaban inspiraciones, o se presentaban injusticias o inestabilidades: en todo esto ella percibía el rostro sonriente del Eterno amor, y no tenía otra tarea que responder a esa sonrisa con una permanente sonrisa”.11

El P. Kentenich, en 1955, echando una mirada retrospectiva a su pasado colmado de vida y actividad dirá:

“La Santísima Virgen personalmente me formó y modeló desde los nueve años. Normalmente prefiero no hablar de esto… Si miro hacia atrás puedo decir: no conozco a ninguna persona que haya tenido una influencia tan profunda en mi desarrollo.12”


La Santísima Virgen acepta, sin duda, la consagración del niño y de su madre y toma en sus manos, por así decir, el futuro de él, para que transcurriera siempre exclusivamente bajo su protección y quedara así bajo el influjo fecundo de la gracia divina.


J. Kentenich con su madre en el Jardín del Orfanato

La vida en el internado es dura para un niño tan amante de la libertad y criado en el campo, especialmente por la rigidez de la disciplina, carente de todo sentimiento de familia; además, impera el sistema de azotes y castigos. Esto acentúa en su alma la soledad interior que ya lo caracteriza desde pequeño así como la soledad exterior. Esta situación lo anima ya desde joven a reflexionar sobre la educación:

“Nunca acepte la manera en que fui educado, y me dije: Así no se debe educar” 13

Sin embargo, pronto sobresale por sus calificaciones, mostrando su excelente capacidad académica. Sus compañeros de internado lo recuerdan con cariño, como un excelente amigo con el que comparten anhelos y juegos.

“Sucedió cuando los mayores se despedían del orfanato. Ellos, los más pequeños, estaban parados junto al cercado mirando a los que se iban. Entonces uno de nosotros dijo: ‘¿Seremos alguna vez grandes como ellos?’ José respondió: ‘Eso no se importante. Lo principal es tener algo aquí dentro’ Y se tocó la sien” 14


José Kentenich el día de su primera Comunión, 1897

Pero sus deseos iban en otra dirección, el anhelo por ser sacerdote se hacía cada vez más grande. Estando en el internado, el día de su primera Comunión, se lo comenta a su madre, ella hace todo lo posible para cumplir el deseo de su hijo, aunque va a ser un sacrificio muy grande. Su madre se pregunta donde podría conseguir los medios para que el deseo de su hijo se haga realidad. Entonces habla con su confesor, el P. Savels, un sacerdote con gran sensibilidad social. Él es el que la conduce a la comunidad misionera de los Palotinos, y con delicadeza paternal, lleva al joven José el 23 de septiembre 1899 a la escuela que los Palotinos tienen en la ciudad de Ehrenbreitstein.

En el aspecto escolar le esperan nuevas exigencias. Por un lado, las condiciones de aprendizaje son muchísimo mejores que en Oberhausen. Ya sólo el hecho de que las clases tuvieran menos alumnos posibilita el hecho de aprender mejor. Por otro lado, la materia de enseñanza de los Institutos de Bachillerato estatales debe ser impartida en sólo seis años, lo cual impone a los alumnos exigencias mucho más altas. Relativamente muchos alumnos no están a la altura de estas exigencias. Para José Kentenich los estudios humanísticos no representan un problema. Sus notas son sin excepción muy buenas.

Pero para muchos compañeros esto no es así. No aprueban y tienen que abandonar la escuela.


El horario del día en el internado está severamente reglamentado. Después de levantarse a las 5:40, se alternan los momentos de oración, las horas para comer, clases, estudio y tiempo libre. El día finaliza a las 20:45.

Ciertamente existen las compensaciones, ya sea celebrando las fiestas, realizando paseos los domingos, o también con excursiones, o actividades especiales, como por ejemplo ayudando en la cosecha de la manzana. Problemática es la frecuencia en el cambio de profesores y, a veces, su falta de capacidad pedagógica debido a que, con frecuencia, son muy jóvenes. El estilo pedagógico está caracterizado por el control y presión. El joven José no comparte la educación impartida en las escuelas de Gymnich, Oberhausen y Ehrenbreitstein, pero como estudiante, tiene que soportarlas y apañárselas, cosa que le sirve para madurar y aprender. A esto se une la crisis de la adolescencia que él sufre de manera especial, pues no tiene a su madre a su lado, tampoco a su padre, que además no le reconoce como hijo, razón por la que lleva un estigma social que incluso hace peligrar el sueño de su vida: ser sacerdote.

“Sin hogar

abandonado y solitario,

peregrino por el mundo.

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