Piel alzada

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El cuerpo donde habito

I

Todo este buen objeto que es un cuerpo:

sus brazos flacos despegados por arriba

sus alocadas piernas cortadas hacia abajo

y en el medio el pedacito de torso

con su corazón puntual, sus riñones limpios

y este pulmón que se asoma a la ventana

y conversa con el otro

sobre si el cerebro encabezado, si la boca armada

si las altas hogueras parpadeando al unísono.

Ah este cuerpo alegre como un perro chico

con su sexo despierto saltando en la puerta.

Sin este honroso cuerpo, duro y claro,

sin su lúcida arquitectura

de huesos quietos y pellejo alzado

dónde habitaría y cómo

tanta tierna acongojada nada?

II

En los brazos de mi cuerpo estoy

en sus pies me alzo y ando.

De mi cuerpo soy hija única

y en su piel me sumerjo entera.

Sin mi cuerpo no hay voz

ni mi voz ni tu voz

sin las orejas de mi cuerpo

ni tu cuerpo sin los ojos del mío

sin sus manos.

Me ama este cuerpo que yo habito

me abre sus ventanas y me teje

y desteje cada día que me asomo.

Es él quien fabrica las palabras

la conciencia de estar / de ser aquí

porque así lo quiere

y si no lo quiere entonces nada

de nada.

Preparación del día

(Ab ovo)

Un fresco sol como un huevo fresco

en mi plato

así la yema de buen ver

dorada y la clara limpia

y batir hasta tarde y engullir

sin prisa, quedamente,

que en acabarse el huevo

sanseacaba el juego

y no es el día más

sino su falta.

Amor de verdura II

Tu risa es ancha y feliz como un campo de coliflores

y me hundo en tu barba verde

en tu gran cuerpo de hierba

en el rumor de tus aguas anegándome

descuajándome las piedras hasta hacer de mí

un estruendoso país de vegetales

porque entonces los escucho brotando por mi cuerpo:

en mi cabeza una lechuga enloquecida

en mis axilas la hiedra de los muros

excava sus canales y este hervor de fronda

asomado al puente entre mis piernas

se ajusta a tu corriente

a la luz atronadora que gobierna

los altos pastos que vienen hacia mí

y estallan.

Del buen cobijo

Levanto un castillo con tu cuerpo

y en él me guardo: suficiente

tu brazo para arrimar lo que duele

lo que asusta se tuerce detrás de tu espalda.

Serenamente alcanzo tu cabeza

para mirar desde allí

abajo lo que está oscuro y ladra

inútilmente porque me salvo

ampay y saco la lengua y me río a carcajadas.

Porque son aquí la buena ley de tu sonrisa

—cruel contra el asedio

y la gentil disposición de tus manos

—feroz contra el asalto.

Ni escalas, lluvia de piedras

o denuestos, salivazos,

harán caer tu tacto fuerte

tu inmenso corazón desenvainado.

Fazer te lo he mirar

Esperemos que la noche empiece

a sacarnos los ojos en lentos picotazos

y tendámonos, amado, sin temores

pues nada nos hará dejar esta dulce prueba

de ser ciegos, amado, para todo

lo que no sean las manos nuestras y las bocas

porque las bocas nuestras y las manos

son harta luz.

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