Diario de un adolescente precoz colombiano

Tekst
Autor:
Loe katkendit
Märgi loetuks
Kuidas lugeda raamatut pärast ostmist
Šrift:Väiksem АаSuurem Aa

Nos fuimos a allí, a nuestra casa sin ventanas, ni puertas, ni energía, ni agua, absolutamente en la nada, pero la ilusión de realizar nuestros sueños era más grande, aparte de nuestra necesidad.

Fuimos los primeros del barrio, eso significaba que conocíamos a cada uno que llegaba nuevo y además aún seguían construyendo más casas, así que eso trajo bastante movimiento de personas. Un día mi mamá al verse sin trabajo, tomó la decisión de poner un puesto de venta de arepas, en la esquina de nuestra cuadra. Desde el principio nos fue muy bien, cada día teníamos que aumentar la producción porque no dábamos abasto.

El barrio cada vez se fue llenando más y más de vecinos, todos nos conocían y nos querían, e incluso empezaron a poner diferentes negocios y empezó a coger vida el barrio. Mi madre había tomado confianza con un matrimonio, que en su momento ayudó en un problema con el constructor de la casa, que era el mismo de la suya. Fue tanta la amistad, que mi madre les ofreció que fueran mis padrinos.

Recuerdo que mi primer gran amigo se llamaba Harry, con él aprendí lo que era la amistad desinteresada. Era un buen chico, de mí misma edad (siete años, casi para cumplir los ocho). Siempre jugamos juntos, sus padres me querían mucho, porque él era hijo único y yo me había convertido en su hermanito, con lo cual siempre compartíamos la mayoría del tiempo. Así fue hasta que empezaron a llegar otros chicos y cada uno empezó a seguir por su lado con sus nuevas amistades, un nuevo chico, Michael, se vino a vivir a la casa de al lado, en ocasiones hacíamos nuestros morbos juntos, cuando no había nadie, ya fuera en su casa o en la mía.

Se había convertido en mi chica, le encantaba que le follara, me decía que estaríamos juntos para siempre y hoy puedo decir “¡Qué inocente!”. Él era un chico delgado, bastante afeminado, una cara angelical y me parecía el niño más guapo, tenía frenillo en la lengua, así que tenía gran dificultad para pronunciar algunas frases. Como de costumbre algunos del barrio se aprovechaban de ello para molestarle e incluso burlarse de él. Pero yo siempre fui un chico con carácter y cuando veía aquello, por la relación que nos unía, siempre salía en su defensa, con lo cual los demás chicos salían llorando, porque yo era bastante cruel en las cosas que les decía. Pero nunca me importó, eso me satisfacía porque sentía que así protegía a mi chico.

Michael estudiaba en un colegio distinto al que iba yo, pues sus padres tenían posibilidades para un colegio privado y yo iba al público, con lo cual poco a poco nos fuimos alejando, él tenía un padre bastante machista y se había percatado de que Michael tenía tendencias homosexuales, así que hacía lo posible para que él y yo nos mantuviésemos alejados, cosa que logró, pues poco después Michael y su familia alquilaron su casa y se fueron a vivir a España.

Me sentí mal, pero Michael y yo logramos despedirnos como dos buenos amigos, recuerdo que fue una tarde gris, había muerto una vecina y todos los del barrio fueron al entierro. Él se hizo el enfermo y yo por prescripción médica no podía ir a los cementerios. Así que esa tarde, él se pasó por el patio que unían nuestras casas y allí en mi casa en medio de la lluvia nos besamos y nos decíamos cuánto nos queríamos y que algún día volveríamos a juntarnos, mientras nos acariciábamos y nos quitábamos la ropa.

Ese día me dio una buena mamada de polla y yo se la di a él, le encantaba chuparme los dedos de mis pies y eso me ponía muy cachondo, luego se tiró en la cama de mi madre boca abajo y me pedía que le hiciera el amor, naturalmente se lo hice. Él gritaba, pero le gustaba tanto que me pedía que le hiciera más duro, hasta que terminamos y nos quedamos dormidos desnudos en la cama de mi madre. Cuando nos dimos cuenta y llegaron todos, mi madre me despertó muy enfadada, dándose cuenta de lo que había pasado.

Mi madre me dejó de hablar por mucho tiempo, pero no le presté atención ni me importaba su opinión. Michael se marchó a los pocos días y recuerdo que lloré mucho con su partida, pues era evidente que se marchaba mi primer amor de niño. Éramos niños y todo lo superábamos o lo olvidábamos pronto, pero yo siempre recordaré ese rostro dulce, angelical y sobre todo travieso que adoraba de él.

Un día mi madre, después de nuestro trabajo en la venta de arepas, me presentó a los que iban a ser mis padrinos, me puse muy feliz pues era una ilusión que tuve siempre, tener unos padrinos y ser bautizado, ese mismo día me invitaron a su casa para presentarme a sus hijas y también celebrar el baby shower* de su primer nieto que estaba por nacer.

Pronto hice nuevas compañías con los que jugaba a diario, pero nunca volví a tener un buen cómplice como lo fue Michael.

Recuerdo también que en casa no teníamos TV, ni radio, ni mucho menos teléfono, así que acudíamos a las casas de nuestros vecinos para poder ver algún programa de TV. En muchas ocasiones las humillaciones eran crueles, nos regresábamos a casa llorando, porque era triste no poder tener algo para entretenernos, mamá con mucho esfuerzo logró comprarse un radio que tenía TV incluida, era muy pequeña pero suficiente para alegrar nuestros días.

En las madrugadas de diciembre de 1999, nos levantábamos todos felices, ya que escuchábamos los villancicos en el programa de la radio, sin saber que nuestras vidas iban a cambiar para todos. Nuestra cena de fin de año fue un hot dog especial. ¿Qué le hacía especial?: ¡Que tenía tocineta*! Lo partimos en tres partes y una Coca-Cola para los tres, oramos y le pedimos a Dios que el próximo año fuese mejor que el anterior y nos fuimos todos a dormir hasta las cinco de la mañana que mamá despertó vomitando sangre.

Era absurdo, nadie pudo dormir ese día, pero todo volvió a su cauce, hasta tres meses después, cuando nos dimos cuenta de que mamá estaba embarazada, porque su barriga empezó a crecer, como era natural en su estado. Un día mamá fue al médico y nos llevó a mi hermana y a mí a la consulta, sin duda le confirmó que era positivo, que tenía seis meses de embarazo y que eran dos bebés.

Ese día fue sin duda imborrable para todos, esa misma noche mi madre quedó hospitalizada, la confirmación del embarazo y que en vez de uno iban a ser dos, le había superado. Me di cuenta de que mi hermana y yo éramos bastante vulnerables y eso me dolió mucho, sentí que no era capaz de protegerme y muchos menos a mi hermana y a mi madre. Al no tener ningún familiar a quien llamar, debían avisar a Bienestar Familiar, para que se hiciera cargo de nosotros, como pude, pedí una moneda a una persona y llamé a una vecina, porque mis padrinos no le hablaban a mi madre desde que sabían que estaba embarazada.

A esta vecina que vivía cerca de nuestra casa, le pedí que nos ayudara, gracias a ella que vino a por nosotros y nos llevó a casa, no se pasó a mayores. Ese día también lloré mucho, porque había dejado a mi madre sola y fueron unos días de mucha incertidumbre porque no sabíamos nada de ella, nuestro negocio llevaba mucho sin abrir y la competencia afloro al ver tal oportunidad. Un día caminando hacia casa, veo que mi madre se está bajando de un autobús, pálida, ojerosa, delgada, pero con su panza grande.

Mi madre lo único que hacía era comer y podía hacerlo porque mi hermana y yo nos encargábamos de pedir a los vecinos que nos dieran lo que pudiesen. Un día me senté al lado de mi madre y le dije que ya era suficiente, que debía seguir adelante y superarlo, porque debíamos luchar por esos dos bebés que venían en camino y no era tiempo de parar. Esas palabras, mi madre las escuchó, se puso de pie y nos reorganizamos para poder seguir trabajando con la venta de las arepas hasta que no pudiese más.

Desde entonces trabajamos duramente, algo cambió en nosotros, mi madre era una mujer amargada, mi hermana se había alejado, quizás porque estaba cansada y yo queriendo comprender cómo poder ayudar en casa, pero todo estaba fuera de mi alcance, porque era apenas un chico de nueve años.

Mi madre estaba programada para el mes de julio de 2000, así que Debíamos tener todo listo, ya que, en junio mi hermana y yo teníamos exámenes en el colegio público que estaban abriendo en nuestro barrio y teníamos que examinarnos para así saber si éramos aptos para un puesto en el colegio.

El dieciocho de junio después del trabajo nos preparamos un hígado en bistec con arepa, fueron únicos, como los hace mi madre y resultó un desayuno especial, ya que muchos de los vecinos se habían reunido y habían hecho una recolecta de cosas para bebés, fueron muchas cosas sin duda, un acto de cariño hacia nosotros. Después de esto limpiamos la casa y organizamos todas las cosas de los bebés. Mientras mamá y nosotros organizábamos la pañalera, dado el caso de tener que salir para el hospital y sin terminar aquello, rompió aguas.

Ese día mi madre contó con la ayuda de una vecina, que junto a su esposo la llevaron al hospital. Mi hermana y yo nos quedamos solos en casa, ya que debíamos estudiar para nuestro examen. Dos días después nos llegó la noticia de que ya había dado a luz a dos niñas y que una había muerto, lógicamente me desesperé y me puse a llorar mucho y fue tanto mi llanto que dos personas que nos conocían se acercaron y nos dijeron que no nos preocupáramos, que ellas iban a ir a donde mi mamá y se iban a encargar de ella y mientras nosotros debíamos estudiar.

Ese mismo día la señora Magnolia y Esperanza se fueron al hospital, le llevaron comida y hablaron con ella, pudieron confirmar que las dos niñas también estaban bien. Magnolia se regresó con la noticia para tranquilizarnos, pero debían permanecer unas semanas en incubadoras y mamá hospitalizada.

La violación

Mi hermana se quedó en casa de su mejor amiga y yo me quedé solo en mi casa.

 

Esa noche ocurrió algo que seguro cambio mi vida, estaba en el patio de mi casa duchándome con la manguera que teníamos, de la que también sacábamos el agua para toda la casa, ya que era de contrabando. Estaba desnudo y pude sentir la mirada de Jimmy.

Jimmy era el hijo mayor de un matrimonio con tres hijos de la casa de al lado, exactamente donde vivió Michael. Me caían muy bien todos ellos, en especial Jimmy, que seguro me recordaba al chico que me enseñó a jugar a la Nintendo, era muy extrovertido, bastante maricón y se burlaba mucho de mí, pero esa noche en su terraza estaba metiéndose alguna droga y empezó a masturbarse enfrente de mí, yo hice como si no lo hubiera visto, ya que la oscuridad de su terraza no permitía verle bien. Sin embargo, empecé a tocarme y acariciarme el culo e incluso pudo ver que me estaba poniendo cachondo, en cuestión de segundos la silueta de Jimmy desapareció.

Nunca pensé que Jimmy bajara de su casa y abriera mi puerta, para luego cogerme con fuerza, tirarme en la cama de mi madre y con la polla dura y gorda me penetró sin estar yo preparado, ni consentirlo.

Era obvio de que yo era responsable que él estuviera cachondo, jugué con fuego y me quemé. En vez de gritar de dolor, empecé a gritar de placer, independiente de la sangre que salía de mí. Pude notar que cada vez que manejaba bien la respiración me dolía menos y en cierto modo me daba morbo que aquel Jimmy, con su aspecto de hombre amanerado, algo guapo y con tan buena polla, me estuviera follando tan duro y me había reventado el culo.

Fueron casi veinte minutos eternos follándome, seguro que le gustaba, porque me decía que tenía un culo muy rico y que me iba a dejar toda la leche dentro. Pude sentir su leche caliente que resbalaba por las heridas que había dejado la polla a su paso, al sacarla de mi culo pude ver lo grande que era, también gorda, rosada y con un gran capullo.

El muy maricón después de follarme no fue capaz de ni ayudarme, se puso el pantalón y se marchó de mi casa dejándome allí dolorido y sucio, pero me levanté de la cama y le dije por la ventana que algún día me las iba a pagar.

Aún no había cumplido los diez años. Fue una violación de libro a un menor.

El tiempo transcurrió, fueron tiempos de cambios, a los pocos días mi madre regreso del médico con mis hermanas y nos fuimos a quedar en casa de la señora Magnolia mientras mi madre pasaba el postparto.

Al poco tiempo, pasé el examen para entrar al colegio. Allí pude encontrar nuevas amistades y empezó el declive de mi infancia, mi madre cambió radicalmente, nos había pasado las responsabilidades de mis hermanas y de la casa y empezó a pasar todas las tardes en las casas de los vecinos con la excusa de ver la televisión.

Yo con el tiempo había hecho buenas relaciones con los que iban a ser mis padrinos, había conocido a su nieto Sebastián y sus hijas aceptaban de buena fe que yo fuese el ahijado de sus padres. Así ocurrió, Doña Rosalba se encargó del papeleo y al poco tiempo me bautizaron y por ahí derecho hice mi Primera Comunión.

Al notar la mala situación de mi casa y que las facturas no se pagaban, no teníamos los servicios básicos como son el agua o la energía y que a duras penas teníamos qué comer. El negocio de las arepas de antes del parto, nunca se volvió abrir, así que vivíamos de la voluntad de lo que nos daban los vecinos, tanto que el plomero, nos conectaban el agua sin pagarle, otro nos conectaba la energía y poco a poco nos acomodábamos. Pero un día le pedí a Don Hernando que me llevara a trabajar con él y que me pagara lo que pudiese.

Don Hernando, era el que iba a ser mi padrino. Él y su familia, es decir, él y sus hermanos con sus esposas, tenían un negocio de venta ambulante en una zona muy central en el polígono industrial de Cali, eso quiere decir que atendían a muchas personas.

Así que hablé con mi madre y le dije que me iba a trabajar con Don Hernando y ella quedó encantada. Ese día dormí lo que pude durante el día y a las 12:00 de la noche me dirigí a su casa para ayudar a sacar los termos llenos con café y chocolates, aparte de otros productos, al motocarro en el que se transportaba todo, que era lo que se preparaba en Sameco.

Esa noche aparte de Don Hernando, venía su esposa Rosalba, su hija Yeimy, otras dos personas y yo. En el camino pude ver por donde pasábamos y me gustaba esa sensación de libertad, sentí que todo lo de atrás no me molestaba, quería ir hasta donde llegara ese motocarro.

Pude notar que el ambiente a esas horas de la noche era bastante movido, cuando llegamos a Sameco, Don Hernando dejaba a una parte de los que venían en el motocarro en los puestos principales, para que adelantaran y abrir los negocios, mientras él llevaba a su esposa Rosalba donde ella tenía un puesto independiente, más cerca, en la zona de los prostíbulos, discotecas y algunas fábricas, sin contar que estaba en la entrada de una autopista. Esa noche todos se bajaron y Don Hernando me dijo que yo iba con Rosalba, así que me tocaba ir con ellos.

En el camino, estando yo solo, mi padrino se metió por calles muy oscuras y pude ver que en ciertos lugares había movimientos extraños. Al llegar a la última parada, nos bajamos y tuvimos que sacar parte de la carga de los productos para su esposa Rosalba, para luego él seguir solo de regreso hacia Sameco donde estaban los puestos principales.

Nada más bajar del motocarro, vi que era una esquina donde había una empresa de pollos en frente de él, un parking gigantesco, donde los carros pesados de transporte de diferentes sectores guardaban todos los días sus carros, es decir que el suelo era mero polvo. Nos encontrábamos bajo un puente de una autopista, con subida y bajada. Frente a nosotros se encontraba un motel y al lado una discoteca. La zona en sí era un polígono industrial.

Cuando bajamos los termos llenos de café y otros complementos para preparar allí, pude notar que al fondo del parking en medio de la oscuridad salía un hombre con pasamontañas negro empujando un carro, que era donde Doña Rosalba tenía sus implementos* de trabajo.

Nos saludamos y entre los tres empezamos a organizar el plástico para cubrir por si llovía, Rosalba encendió la cocina de gasolina y puso a calentar una gran sartén con aceite. El señor era el vigilante del parking y conocía a Doña Rosalba, pues sabía perfectamente donde iba cada cosa y me fue enseñando mientras Rosalba me explicaba en qué consistía mi trabajo.

Al terminar me sentí a gusto, el olor a café en medio de la madrugada era excitante. Poco a poco empezaron a llegar clientes para tomar café, mientras esperaban que salieran los alimentos calientes y frescos, así que mientras Doña Rosalba fritaba* yo ayudaba a atender a los clientes, en poco tiempo ya había empanadas, buñuelos y sin duda quise comer, fue lo máximo, me sabían a gloria esos buñuelos y el café en leche era delicioso.

Al rato Rosalba me dijo, que tenía que ir al puesto de Don Hernando a llevarle buñuelos para que él vendiera en su negocio, pues él hacía hojaldras y empanadas, me explicó el camino para llegar a allí y a mi regreso traer hojaldras para vender ella en su puesto, o sea intercambiaban las hojaldras por los buñuelos.

Con la explicación que me dio, cogí camino hacia Sameco, pude notar en el camino que había un ambiente muy movido, ya que había una discoteca de travestis, bares y muchos taxistas, aparte de la gente que estaba en la calle. Ese mundo llamó mi interés, me gustaba el ambiente que se sentía de “sexo y peligro” por donde pasaba me llamaban diciéndome: “Bebé, venga le chupo esa verga” y eso me gustó mucho.

Al llegar a Sameco, me di cuenta de que no solo estaba Don Hernando, también estaban casi todos sus hermanos y otras familias, con puestos de diferentes productos e incluso también atendían en plan bar, o sea, que se encontraban prostitutas acompañando a hombres bebiendo alcohol.

Don Hernando me presentó a toda su familia. Todos me dieron la bienvenida y me daban a probar sus productos, que me encantaban, aunque casi todos hacían buñuelos, cada uno tenía un sabor diferente, lo que hacía que cada uno tuviese su propia clientela. Luego tuve que esperar a que Don Hernando tuviese las hojaldras que tenía que llevar hacia el negocio de su esposa Doña Rosalba, mientras tanto, él me explicaba cómo era el funcionamiento del trabajo y ayudaba a atender a los clientes que llegaban, pues sus hojaldras eran las mejores por lo deliciosas que eran.

Cuando por fin estuvieron listas, me fui hacia al negocio de Doña Rosalba. En el camino pasé por otro camino mucho más solitario, debía cruzar por una estación de gasolina y una parada de taxis. Pasé por en medio y salí hacia el lateral del puente que daba a una calle oscura y solitaria, en la mitad de la calle había un callejón mucho más oscuro, pues no había postes de luz y me metí por ahí, quería observar si en ese callejón había algo que me interesara, ver si me encontraba a alguien y efectivamente fue así.

Había un taxi con el motor y las luces apagadas y fuera estaba su conductor follando con una travestí, pude notar que la travestí se lo estaba follando a él. Yo para disimular me disculpé y pregunté por donde estaba la fábrica de pollos y vi cómo le colgaba la polla. La travestí tenía unas tetas grandes y la polla erecta. Salí corriendo de aquel callejón, pero con cierto morbo, pues me excitó aquella escena.

Al llegar al puesto de Doña Rosalba, había muchas personas y ella atendiéndoles con la ayuda del vigilante del parqueadero*. Doña Rosalba me regañó, pues me había demorado mucho y ella no podía quedarse sola mucho tiempo, porque tenía que fritar* para no quedarse sin producción. Yo como pude me excusé y le dije que no había hojaldras listas.

Las personas que estaban allí eran travestis y gays, ya que más adelante había una discoteca de ambiente y después de salir de la discoteca, todas esas personas venían buscando algo que comer y el puesto más cercano era el de Doña Rosalba. Me puse a atender a cada uno y hay decir que algunos ya conocían mucho a Doña Rosalba, pues tenían una gran confianza con ella. Había travestis muy lindas tanto que parecían mujeres y chicos muy guapos. En un momento cuando a uno de ellos se le estaba enfriando el chocolate, con todo el descaro, llevó la mano hacia mi polla, yo me quedé sorprendido, más no quería alertarme para no darles a entender que eso me gustaba.

Después de que todos se marcharan, hubo un tiempo que nos quedamos solos hablando, ya que la discoteca había cerrado, comí un poco, pero pensaba cómo sería el ambiente en aquella discoteca y me puse muy caliente, pues me imagine cosas muy morbosas en aquel sitio. Le dije a Doña Rosalba donde había un baño y ella me mandó al parqueadero*. Era un baño horrible, tenía que pasar entre los carros y el sanitario no funcionaba bien, el sitio era oscuro, así saqué mi polla y empecé a masturbarme, ya que lo visto en aquella madrugada me había puesto muy caliente.

Pasaron las horas y ya estaba amaneciendo, cada vez había más gente, unos salían y otros entraban a las fábricas, era todo muy caótico, el trabajo se volvió más estresante, debía hacer varias idas y vueltas para que ningún puesto se quedaran sin café y producción, tanto que ese día terminé rendido, llegué a casa a las 12:30 del mediodía. Ese día no fui a estudiar y me quedé durmiendo el resto del día.

Transcurrieron los días poco a poco, compaginaba mis estudios con el trabajo, eso significaba que no rendía en mis estudios, ya que en ocasiones me quedaba dormido en las clases y bajé las notas de forma brusca. Mis profesores se preocuparon y llamaron a mi madre a una reunión, para informarle de lo que estaba aconteciendo. Ese día después de la reunión, mi madre hablo con Doña Rosalba, decidieron que sería ella la que trabajase y yo seguiría estudiando.

Está claro que cuando empecé a ganar mi propio dinero, ya no estaba muy interesado en estudiar, aunque debía hacerlo porque mi madre y Don Hernando me obligaban. En el colegio ya no era muy aplicado porque me la pasaba siendo el chico rebelde de las clases con mis amigos.

Tenía un amigo llamado Brayan que me gustaba muchísimo, era sin duda el chico guapo del salón*. Éramos muy cómplices compartíamos novias, ya que por ser los rebeldes de la clase, eso nos hacía populares entre las chicas, pero yo siempre estuve enamorado de mi amigo, tanto que nos tocábamos las pollas y nos poníamos cachondos. Un día en la clase, nos tocamos por debajo de los pupitres y fue tanta la excitación que nos hicimos una paja en medio de la clase y nadie se enteró, llevábamos puesto el uniforme de educación física y nos sentábamos en el pupitre de la última fila.

 

Otro día, en la clase de educación física nos juntamos todos los chicos del salón*, o sea, mis amigos Diego, Nicolás, Alfer, Manuel, Brayan, Martín y yo, estábamos en el patio del colegio y en un momento de distracción de nuestra profesora nos fuimos todos a la parte de atrás y nos subimos a un tejado. Allí todos empezamos a hablar de la profesora de lo guapa que era, de su culo grande y poco a poco cada uno de nosotros nos pusimos cachondos tanto que Nicolás sacó la polla y después lo hicimos todos.

Ese momento fue fantástico, pues pude ver las pollas de mis amigos y ellos la mía, sin duda la mía era mayor que las de todos ellos, tanto que Nicolás me la tocó y luego los demás y cada uno masturbaba al otro e hicimos una competición de quién se corría más lejos.

Por supuesto ninguno eyaculaba con esa edad, pero fuese lo que fuese lo que salía, Nicolás nos ganó pues era el morenazo del grupo. Después de esto nos pusimos a jugar, como si no hubiese pasado nada aquella tarde en clase de educación física.

Un día estando en casa me llamó mi vecino David, que era de mí misma edad, él estaba solo en casa y quería jugar conmigo, pero su intención era otra, pues después de un momento me dijo si nos hacíamos una paja, yo le dije que sí, ya que todo lo que tuviese que ver con sexo me producía mucho morbo.

David era un amigo muy tímido, pero morboso, ese día me pidió que le mostrase la polla, lo hice y fue tanto su morbo que me la acarició provocando que se me pusiera muy dura, en ese mismo momento nos pusimos a pajearnos mirándonos uno al otro. Su polla era normalita, pero muy dura, se la toqué y le pedí que me la dejase chupar, a lo que él accedió, era tanto su placer que le lubricaba mucho, hasta que los dos llegamos al momento del clímax, pero era tan tímido que al terminar me pidió que me fuese, porque estaba al llegar su madre y su hermano.

Los días transcurrieron y seguí mi rutina de estudiar en casa y salir a jugar con mis amigos, típicas cosas de un chico de mi edad.

Un día mi amigo Óscar y yo nos pusimos a jugar con nuestros muñecos de Dragon Ball, en una montaña de arena que había fuera de su casa, ya que en su casa estaban construyendo. Llegó un momento en el que Óscar me invitó a jugar en su habitación, él tenía muchos más juguetes allí, acepté y nos dirigimos a su habitación, al llegar nos pusimos a jugar con todos sus juguetes, eran mejores que los míos, pero las intenciones de Óscar eran otras, en un momento dado, él empezó a tocar mi polla y eso me gustó, yo le besé y le comí su boca, estaba claro que entre los dos siempre hubo una atracción, porque desde que nos conocimos siempre fuimos buenos amigos, ese día él dio el siguiente paso y esa noche nos dejamos llevar por el morbo.

Nada más tocarme la polla Óscar, yo le besé y él respondió con el mismo ímpetu, tanto que le bajé el pantalón y empecé a chupársela, también el ojete, eso le encantó porque se me abrió de piernas y la tenía muy dura, sudaba de lo cachondo que le había puesto, al mismo tiempo él me comió la mía. Se notaba que ya lo había hecho antes, pues lo hacía con mucha experiencia, tanto que me decía: “Tu verga me encanta y quiero que me la metas por el culo” y yo sin inmutarme acepté, pues él me gustaba muchísimo.

Después de ponernos cachondos en su habitación nos fuimos al baño, ya que en su habitación no había puerta, entramos y él se sentó en el inodoro y me volvió a chupar la polla, mientras se metía el dedo por el culo, hasta el punto de ponerse de pie y poner su pie izquierdo en el sanitario para así ayudar a abrirse más el culo. Su agujero era rosadito y su polla preciosa, gorda y bien dura, aunque yo tuviese dos años más que él, estaba claro que él ya había tenido alguna complicidad, pues tenía incluso más experiencia que yo en el área sexual. Le chupé el culo y la polla hasta que llegó el momento en el que me dijo: “Métemela ya” y cuando fui a hacerlo su padre nos golpeó la puerta fuertemente y nos jodió el maravilloso momento.

Salimos muy asustados, los dos sabíamos que estábamos haciendo algo “malo” y más, porque el que nos había pillado fue Don Hamir, su padre, y nos dio mucha vergüenza. Yo me fui para mi casa y él, seguro que, en la suya aguantó el regaño de su padre.

Al día siguiente en horas de la tarde, vino su madre y empezó a hablar con mi madre, después de un buen rato hablando entre ellas, mi madre vino a mi habitación y me dio una pela*, me regañó y de paso me castigó, ya que Óscar había dicho que yo le había obligado a hacer lo que estábamos haciendo, entonces fui el que corrió con todo el castigo y el título de violador, porque tenía dos años más que él y eso mi madre me lo recalcó mientras me pegaba.

A partir de entonces me alejé de mis amigos de la cuadra y empecé a juntarme con otros chicos más grandes y más “malos”, pues sus hermanos hacían parte de la gallada* de los malandros* del barrio.

Allí empecé a seguir a las chicas, ya que quería demostrarles a mis nuevos y actuales amigos que yo podía tener una novia.

Mientras estudiaba, empecé a frecuentar a mis nuevas amistades e incluso también a enamorar a alguna chica del barrio.

Mientras hacía las nuevas amistades, me fui alejando de mis amigos de la cuadra y empecé a empeorar en el colegio, había dejado de ser el niño dulce y me convertí en el chico rebelde.

Había hecho muy buena amistad con un chico de otra cuadra llamado Diego, no era especialmente guapo, pero me gustaba, ya que desde el principio fuimos muy cómplices y estábamos siempre juntos.

Un día me invitó a su casa a jugar en la computadora con un juego llamado “Pacman”, desde entonces nuestra amistad cambió e incluso desde ese día nos unimos mucho más y en un momento dado, se sacó la polla y empezó a masturbarse, entonces me pidió que también lo hiciera yo y ni corto ni perezoso le seguí, pues me dio mucho morbo su descaro y la forma de cómo lo pidió, estaba claro que le daba morbo ver otra polla, por eso estaba deseoso de vérmela y como siempre mis amigos quedaban encantados con mi polla, él sin pensarlo me la tocó y pude notar que le encantaba. Ese día solo nos tocamos y morboseamos* viendo como cada uno llegaba al clímax del placer, pues él ya eyaculaba y eso me encantaba.

Pasaron los días y nuestra amistad fue muy cómplice, siempre permanecíamos juntos desde la mañana hasta la noche, tanto que él se hizo novio de una chica de otra calle y yo estaba enamorando a su amiga.

Siempre que teníamos oportunidad y estábamos solos, ya fuera en su casa o en la mía, aprovechábamos para darle rienda suelta a nuestra complicidad, tanto que un día le pedí que me echara la leche en mi mano y con ella me masturbaba. Esa sensación fue maravillosa, hacerme aquella paja con su leche aún caliente, pude sentir su olor y me encantaba hacerlo, hasta que hubo un momento en el que él sin decir nada, me la chupó aún con su leche, seguro que esa experiencia, la recordaríamos siempre los dos. Y así fue cada vez que teníamos oportunidad, nos masturbábamos y terminábamos chupándonos las pollas.

Un día nos fuimos todos a la piscina municipal y allí mismo me encontré a mis amigos de la cuadra, pero ya casi no les prestaba atención, pues había entrado en el círculo de “chicos malos” del barrio. He de decir que Ximena, la chica que tanto me gustaba nunca me había dado un beso y aunque yo le gustaba, no quería darme un beso, ya que tenía una pequeña verruga en mi labio y eso siempre fue el hazmerreír de mis amigos, pero nunca me importó.