Match Love 2.0

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MATCH LOVE 2.0

T. J. CHAIRMAN

TODO LO QUE NECESITAS SABER SOBRE

EL MUNDO DE LAS CITAS ONLINE

© MATCH LOVE 2.0

© T. J. CHAIRMAN

ISBN

Editado por Tregolam (España)

© Tregolam (www.tregolam.com). Madrid

Calle Colegiata, 6, bajo - 28012 - Madrid

gestion@tregolam.com

Todos los derechos reservados. All rights reserved.

Diseño de portada: © Tregolam

Imagen de portada: © Shutterstock

1ª edición: 2020

Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o

parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni

su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico,

mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por

escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos

puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

El hombre vende amor para tener sexo;

la mujer vende sexo para tener amor.

(O eso dicen).

AGRADECIMIENTOS

Agradezco a mis padres, Gabriel y Manuela, la educación recibida.

Debo agradecer a mi hermano Jordi el entusiasmo que me regala en cada uno de mis retos.

Agradezco profundamente la dedicación y cariño de Mercè, cuyas sugerencias y propuestas me han servido para mejorar aspectos de este libro.

Agradecimientos a todas las personas que he conocido en esta aventura que es la vida, muy especialmente a Solete y María Luisa; también a todos aquellos que de forma anónima escriben en foros, pues con sus opiniones y experiencias me han ayudado notablemente.

Por último, y no por ello menos importante, me felicito a mí mismo.

PRÓLOGO

He tardado en concretar y dar forma a este proyecto pero al final lo he conseguido. Atrás han quedado las dudas iniciales respecto a mi capacidad literaria, pues nunca me había enfrentado a semejante empresa.

Diseccionar en un libro los datos más relevantes de las publicaciones científicas consultadas, los libros y artículos de todo tipo en los que me he tenido que sumergir, y la experiencia obtenida de las múltiples personas con las que he compartido trayecto vital ha resultado ser un trabajo mucho más arduo de lo previsto inicialmente.

Si bien en su concepción pretendía ser un libro dirigido al público masculino —las estadísticas oficiales confirman que el hombre lee menos que la mujer1—, pienso sinceramente que muchas lectoras también podrían obtener cierta «clarividencia» con su lectura, pues hay cuestiones universales referentes al varón, para las que no parecen tener una respuesta satisfactoria. Es como si el hecho de poder comprender ciertos comportamientos masculinos resultara ser una misión imposible, y eso que hay un runrún en el aire respecto a que el hombre es demasiado «simple»2.

Escrito desde mi faceta curiosa y analítica, este es un libro que pretende plasmar las idiosincrasias que gobiernan el cortejo y las relaciones amorosas de nuestro tiempo.

Soy consciente de lo difícil que es mantener una equidistancia entre los dos sexos sin tomar partido por ninguno de ellos. En cuanto que sujeto, y por tanto subjetivo, he tratado de destripar la «realidad» con la crudeza de los datos estadísticos en una mano y un mensaje personal que invita a la reflexión y al optimismo en la otra.

Pese a ser un libro contextualizado en las relaciones heterosexuales que tienen lugar entre los treinta y sesenta años aproximadamente en la España de hoy, pienso que muchas personas de otros países —con los que compartimos historia y cultura—, podrían beneficiarse también de alguna manera.

He procurado ser deliberadamente directo en todo momento, y no he dudado en utilizar un lenguaje claro y contundente, frente a la hipocresía que puede observarse en los medios de comunicación (y también en las relaciones humanas actuales).

Cualquiera que investigue con cierta objetividad en foros (lugares donde la gente se siente libre de publicar de forma anónima y despreocupada sus opiniones) y tenga cierta habilidad para relacionarse con personas de diferentes estratos sociales y económicos podría llegar a la conclusión que este disfraz afectivo arranca en el hecho de que el papel del hombre local se ha visto relegado hasta el absurdo por la influencia de los mass media (al servicio de la clases políticas y grupos de presión), y también por el declive de los valores morales en la sociedad3.

La opinión mayoritaria entre los foreros es que estamos siendo gobernados por unos lobbies (los políticos actuales serían simples marionetas) que quieren imponer un nuevo paradigma social destinado a fomentar la substitución étnica4 en España (y buena parte del mundo desarrollado) utilizando, entre otras acciones, el movimiento feminista.

No pretendo agradar a nadie ni decir nada políticamente correcto. Es un intento, quizá ingenuo, de poner por escrito una realidad ampliamente silenciada, para que cada cual tome las decisiones que crea oportunas.

Me sentiría satisfecho si una parte de los lectores pudieran encontrar un pequeño provecho personal en esta lectura.

1. Vázquez, C. (٢٨ de abril de ٢٠١٨). ¿Por qué las mujeres leen más que los hombres? [Artículo en prensa]. El diario. Recuperado de: https://www.eldiario.es/consumoclaro/vida_sexual/mujeres-leen-mas-libros-hombres_٠_٧٦٥٣٧٤٥٥٧.html

2 G. Portalatín, B. (٢٨ de diciembre de ٢٠١٣). Ni ellos son simples, ni ellas retorcidas. [Artículo en prensa]. El Mundo. Recuperado de: https://www.elmundo.es/salud/٢٠١٣/١٢/٢٧/٥٢bdbbde٢٦٨e٣e٠٣٠c٨b٤٥٧٦.html

Aramb Nuruzabala, I. (٢٠٠٥). Lo complicado de la complejidad femenina. Universidad Complutense de Madrid. Recuperado de: https://webs.ucm.es/info/especulo/cajetin/comfemen.html

3 Blanco García, B. (٢٥ de febrero de ٢٠١٦). La pérdida de valores, principal causa del aumento de las rupturas matrimoniales. [Artículo en prensa]. La opinión de Zamora. Recuperado de: https://www.laopiniondezamora.es/zamora/٢٠١٦/٠٢/٢٥/perdida-valores-principal-causa-aumento/٩٠٧١١٩.html

Ceballos Castillo, G. (١٢ de abril de ٢٠١٨). ¿Una sociedad con crisis de valores, o con pérdida de virtudes? [Artículo en prensa]. El digital. Recuperado de: https://www.elconfidencialdigital.com/opinion/gerardo-castillo-ceballos/sociedad-crisis-valores-perdida-virtudes/٢٠١٨٠٤٠١١٩٣٦١٥١٠٨٩٠٧.html

4 Honsik, G. (٢٠٠٥). Adiós Europa. El plan Kalergi. Un racismo legal. Las ٢٨ tesis para acabar con nuestros pueblos. Barcelona: Bright-Rainbow.

(٢٦ de septiembre de ٢٠١٩) El genocidio invisible. La población blanca mundial estará virtualmente extinta para el año ٢٣٠٠. [Artículo en prensa] Alerta Digital. Recuperado de: http://www.alertadigital.com/٢٠١٩/٠٨/٠٦/el-genocidio-invisible-la-poblacion-blanca-mundial-estara-virtualmente-extinta-para-el-ano-٢٣٠٠/

1. DATOS DE INTERÉS Y PERFILES FEMENINOS MÁS HABITUALES

«Aquel que es prudente y

espera a un enemigo que no lo es

saldrá victorioso».

El arte de la guerra, Sun Tzu5

He constado, a través de las distintas fuentes de información que he utilizado para escribir este libro, que la mayoría de mujeres al inscribirse en las páginas de citas obtiene dos grandes beneficios de manera inmediata.

El primero es una increíble subida de autoestima debido a la gran cantidad de hombres que desean «conocerlas» (tiempo habrá para saber si esta inyección de moral es real o un regalo envenenado). Avalanchas de mensajes en forma de gigantescas bolas de nieve colapsan sus bandejas de correo con propuestas de lo más variadas, las que van desde el hombre sofisticado que les sugiere un encuentro casual en una bonita vinoteca, hasta el cachas de gimnasio que las invita a cenar en su loft a los treinta segundos. Correos de amor, insinuaciones sexuales, piropos sobre lo profundos que son sus ojos o lo bonita que es su sonrisa, adornado todo ello con poemas de algún escritor noruego al que nadie conoce, pueden completar el extenso abanico de posibilidades.

El segundo beneficio es la posibilidad real de tener una cita, y de manera rápida, con una gran cantidad de hombres que cumplen sus cambiantes requisitos en función de la edad, momento personal que atraviesen o estado anímico de ese día, y todo ello por supuesto con muy poco esfuerzo. Es decir, ¡un auténtico chollo!

A nivel emocional y psicológico descubren en estas páginas un mundo de alabanzas, peticiones originales para cenar en un restaurante de moda o caminar el domingo por una ruta preciosa en la montaña de tal o cual localidad; y lo que debería ser un duelo emocional se convierte automáticamente en una transfusión en vena de ilusión y fantasía, producto de la amplia y variada oferta de personas de todas las edades que dicen querer conocerlas (es decir, y resumido por si alguien no lo había pillado, tener sexo, aunque este aspecto el varón suele omitirlo deliberadamente).

 

La típica chica que ha estado toda su vida con alguien (da igual la edad que tengas, ahora somos todos chicos y chicas) y que se introduce por primera vez en este mundo (lo más habitual es escuchar que ella «no quería» pero que su mejor amiga la «ha empujado» a hacerlo) tiene, en muy pocas horas, propuestas de gente de diferentes edades y nacionalidades de lo más exóticas, que exaltan sus cinco sentidos hasta rallar lo absurdo y paranormal.

Estos «profesionales» que ya llevan tiempo en el mundillo y que saben cómo funciona todo esto le venden un presente apasionante y un futuro esperanzador, ya que han visto lo maravillosa y especial que es desde la coartada que otorga el anonimato, pues ella tiene unas fotos muy sensuales o una descripción en su perfil que automáticamente la convierte en única (aunque, en realidad, ella tenga como foto principal la imagen de una playa paradisíaca y en su descripción personal solo haya incluido dos líneas de texto que no aportan ningún dato relevante).

Ellos no dudan en insistir y dar su número de WhatsApp a la primera de cambio, y esto provoca que fácilmente ella pueda entrar en un estado de embriaguez emocional. Son tantos y tan variados en sus países de origen, razas, condiciones económicas, laborales y sociales, así como en edades y niveles de estudios, que resulta difícil no caer en un estado de borrachera afectiva y sexual.

Pronto se imagina que puede degustar una cerveza en compañía de un niñato de 23 años («fibrado» y simpático) o quedar con un madurito de 52 (interesante y montado en el dólar), que le ofrece un paraíso de sensaciones nuevas contemplando juntos el atardecer desde su imponente velero. Un conocido que acudió a un speed dating entabló conversación con los presentes después del evento y cinco varones de un total de doce decían disponer de velero propio. ¡Menuda estadística!

Entonces ella piensa —y sobre todo siente— que el estúpido de su ex no valoraba lo suficiente sus cualidades como mujer, pero que toda esta gente que le escribe sí sabe hacerlo (sobre todo aquellos que más insisten). «¿Por qué otro motivo, si no, van a querer conocerme?», se pregunta mientras se pinta las uñas de un nuevo color...

De las personas con las que he podido documentarme, extraigo que lo que acabo de narrar sucede independientemente del atractivo físico o la edad. Es decir, es suficiente el simple hecho de ser mujer para acceder a este mundo de propuestas irrenunciables y sin ningún tipo de limitaciones. Evidentemente, si las fotos del perfil sugieren una mujer atractiva y de fácil acceso, las ofertas tentadoras se multiplicarán por mucho.

Así mismo, perfiles sin ninguna foto y con muy pocos datos personales también obtienen «recompensa». Hace poco he leído que a la dama que aparece en un cuadro de finales del siglo XIX en Facebook le han llovido las peticiones de cita6, pues hay quien no diferencia a una mujer pintada al óleo de una fémina real de carne y hueso. Pues sí, señores, ¡a esto se ha llegado también!

A algunos nos llama poderosamente la atención el modo en el que los demás se expresan y se comunican (personalmente me fijo bastante en este aspecto de manera casi innata, pues suele revelar datos interesantes sobre cómo actuamos inducidos por nuestro subconsciente). Por ejemplo, cuando escucho cosas como «me escriben muchos hombres», me pregunto si habrá una interpretación de rebaño detrás de la afirmación o si es un eximente de responsabilidad el hecho de que alguien se haya apuntado a una app solo porque otra persona la ha empujado a hacerlo.

Como ya he de dicho le doy una importancia especial a la manera en la que hablamos, y casos como los que acabo de comentar (aunque podría hacer una larga lista al respecto) hacen que me chirríen los oídos habitualmente. El lenguaje, tanto verbal como corporal, es en sí un acceso instantáneo a lo más profundo de la persona si se sabe interpretar.7

Después de terminar con su matrimonio o relación de convivencia (interesante ver las estadísticas de solicitudes de divorcio en España —en comparación con otros países—, diferenciadas por sexos y por quién rehace antes su vida y por qué)8, los miembros de una pareja suelen decir que saben «lo que no quieren», pero no tienen claro «lo que quieren». Desean recuperar los años perdidos y se entregan como si no hubiera un mañana a la sensación de vivir todo aquello que antes se les había sido negado, dejando constancia de que la responsabilidad de este aspecto es de la expareja de turno.

Algunas frases que suelen escuchar sistemáticamente los hombres, como si de un mantra con el que ellas pueden alcanzar la inmortalidad (en el reino de los cielos color rosa chicle) se tratara, son:

«¡No busco sexo!».

«¡Le pego una patada a una piedra y me salen veinte!».

«Busco alguien que me haga reír, ji, ji, ji».

«Haz espacio en tu vida para alguien que te quiera, porque en su cama te lo hace cualquiera».

«¡Pero si podría ser su madre!». (Entre cierta sonrisilla y cara de porque yo lo valgo, cuando alguien veinte años más joven le «entra»). Me parece que el fanfarroneo ha cambiado de sexo; como apuntaba aquella canción de Scorpions, Winds of change...

«¡Los hombres mienten!» o, lo que es lo mismo, «se quieren acostar contigo tras una gran inversión en forma de mensajes de amor —y cenas— y, una vez tienen lo «que querían», cambian su actitud y desaparecen sin decir adiós».

«No me gustan los cachas de gimnasio, no tienen conversación, ji, ji, ji».

«No soy de irme a la cama el primer día, ni con el primero que pasa». Esto lo dicen con cierta rotundidad antes de quedar por primera vez para, horas después (y tras varios mojitos), mostrarse sorprendidas al despertarse por la mañana desnudas en la cama de su nuevo «amigo»; situación que corrigen con un: «No te lo vas a creer, es la primera vez que me pasa, ji, ji, ji». Parece de chiste, ¿eh?

«No soy de las que buscan, prefiero que me encuentren».

«¡Yo no voy detrás de nadie!».

«¡Los hombres van a lo que van!».

«Solo busco amistad, entré por curiosidad ji, ji, ji». (Por eso en la mitad de sus fotos pueden aparecer en bikini y en la otra mistad postureando o poniendo morritos...).

«¡El mercado está muy mal!».

«Por cierto, ¿cuánto mides? ji, ji, ji». Y esto lo preguntan en el minuto uno, como si toda la posible relación dependiera de ese factor tan importante (eso sí, ellas, en su perfil, dejan bien claro que no quieren conocer a hombres superficiales que solo miran el físico).

Las redes sociales (además del uso para el que fueron desarrolladas) se usan para que muchos de los que encuentran en ellas la excusa perfecta para probar suerte (como si de una máquina tragaperras se tratase) liguen, con la remota esperanza de que los tres jockers se alineen, y obtener el premio gordo. Si a esto le sumamos las páginas de contacto, cada vez más y más variadas (las hay dedicadas en exclusividad a personas casadas que buscan una infidelidad puntual, por ejemplo), podría decirse que la vanidad y soberbia femeninas pueden verse agrandadas hasta el punto de crear una adicción difícil de superar.9

Johny PT, uno de mis entrevistados, me explicó que una vez quedó con una chica muy normal físicamente y que, a los pocos minutos de la cita, ella sacó el móvil para enseñarle las más de cien solicitudes de amistad que tenía pendientes de aceptar en Facebook. La «muchacha» —de 55 años— decía no entenderlo, pero cuando Johny «rascó» un poco resultó que ella estaba en un grupo de amistad de dicha red social y que le gustaba dar las buenas noches a sus nuevos amigos virtuales con una foto de una pin-up y un mensaje de lo más hot. Decía no entender nada, y menos tanta desesperación masculina por querer conocerla, pues se consideraba a sí misma muy normalita (por no decir fea). Pues sí, amigos(as), esto también ocurre.

Citas originales en algún spa, sexualidad a tope en hoteles por horas con «empotradores» (que luego resultaron ser un bluf), encantadores de serpientes las veinticuatro horas, romanticismo más falso que una moneda de cuatro euros y la pedantería del snob de turno son solo algunos de los ejemplos con las que la mujer se va encontrando, pero elevados a una función exponencial interminable.

Quizá si estás leyendo todo esto puedas no creerme, aunque lo mejor de todo es que no hace falta que sea una mujer físicamente espectacular. Tan solo es necesaria una foto de perfil con cierta gracia y a veces ni eso. Te animo a dar de alta diferentes perfiles femeninos con fotos de hadas sensuales o imágenes sacadas de algún cómic erótico (con una descripción en la que dejes entrever que no deseas un compromiso serio), y así lo compruebas por ti misma.

Evidentemente, reciben muchísimas más propuestas, a las que ni siquiera dedican un segundo, pues no tienen tiempo material de contestar a todos los interesados; hacen un filtro en base a lo bien que le hayas regalado los oídos en tu mensaje (en un foro femenino leí que para ellas en su mayoría el punto G estaba en la oreja), a lo buenorro que te muestres en tus fotos, a lo insistente que seas o lo simpático y original que les resultes. Es muy curioso ver en tantos perfiles la frase «busco alguien que me haga reír». Un conocido, harto de este aspecto, le preguntó a una que por qué no buscaba payasos de circo, momento a partir del cual le perdió el rastro para siempre. Cosas que pasan...

Si como hombre no estás en uno de esos grupos, al que hay que añadir el de machos con poder y dinero, entonces no existes para ellas por más esfuerzo que dediques al tema. Hay quienes se anuncian subidos a su pedazo de moto, delante de la piscina de su chalet o encorbatados en la silla del despacho. Hay un grupo numeroso de mujeres que siente fascinación por hombres así, aunque cuando se ha consumado el sexo (y la magia eterna prometida se ha esfumado como por arte de magia), les resulten pedantes, egocéntricos, narcisistas, malos amantes y una larga lista de etiquetas.

Para la mayoría de hombres la mujer cuando menos es muy curiosa, no tiene un baremo, por lo que, si eres atractivo, la estás cortejando; pero, si eres feo, se puede sentir acosada. Si tienes dinero eres un seductor, pero si estás en el paro y vives con tus padres la estás agobiando.

Una vez me contaron el caso de alguien que en su descripción de perfil decía: «No llevar chupete en el escote ni viagra en el bolso», en referencia a que estaba agotada por el hecho de que solo le escribieran jovencitos con ganas de sexo o abuelos con curiosidad por ganarse sus atenciones (ofreciéndole para ello prebendas de todo tipo). Cuando a esta persona le sugirieron que tomara la iniciativa en la búsqueda activa de hombres que cumplieran sus requisitos, entró en un estado de indignación total: «Yo no soy de buscar, eso es aún más agotador, ¡prefiero que me encuentren!».

Después de varias citas con subidas de adrenalina por las escenas vividas y sacadas de las Cincuenta sombras de Grey (muchos no entienden a tanta mujer que dice haberse aburrido sexualmente con su marido durante veinte años y que en seis meses, tras la separación, ha tenido más y mejor sexo de lo que había soñado nunca), pueden entrar en una fase difícil, pues explican haberse cansado de experimentar y que ahora buscan «algo más que solo sexo», algo más que un «comeorejas» profesional. Aquí hay una drástica disminución de sensaciones placenteras, pues el filtro se vuelve más exigente y el amor verdadero parece que no va a llegar nunca.

Emocionalmente, es como tener que desengancharse de una droga y no tener otra con la que substituirla. Aun así permanecen en las páginas a ver si un día suena la flauta. El interés se va perdiendo y cada vez dedican menos tiempo y entusiasmo a revisar su correo. Llegados a este punto, han tenido tiempo de conocer a muchos; alguno de los cuales se ha quedado en sus vidas como amigo, amigo «con derechos» o vete tú a saber.

En este momento acude rauda y veloz a su perfil, dejando bien claro que se abstengan de escribirle todos los estereotipos masculinos que hasta ahora lo han hecho y que solo lo hagan —faltaría más— aquellos que cumplan todos y cada uno de los requerimientos de una lista interminable. Esta advertencia es insuficiente para muchos varones que, ávidos de amistad, sexo o curiosidad, se lanzan igualmente a probar suerte.

Muchos se sorprenden por el hecho de que tantas féminas digan haberse sentido utilizadas por quienes con palabras bonitas se las han llevado a la cama, para luego experimentar una sensación de abandono profundo una vez se ha consumado el sexo y la fiesta ha terminado. En algunos de los foros de debate a los que he asistido he escuchado como explicación frases del tipo: «Siempre he sido muy ingenua», «Me dejé llevar» o «Parecía tan sincero...».

 

Hay varones que se preguntan cómo una mujer en edad adulta se puede creer los piropos de una foto anónima, enamorarse de unas palabras automatizadas e intercambiar fluidos corporales en tiempo récord, para luego darse cuenta de que todo era un truco y que la responsabilidad de todo es del contrario...

A grandes rasgos, podría decirse que se ha «infantilizado»10 la figura de la mujer —al tiempo que la del hombre se ha vuelto más castrada en sus fundamentos masculinos—.11 Basta con observar los comportamientos de unos y otros con cierta curiosidad (haciendo una comparativa con nuestros abuelos, por ejemplo) para llegar a conclusiones sorprendentes.

Por otra parte, también existe un cierto sector de la población femenina que ya tiene una relación consolidada (casadas, emparejadas) y que, pese a sentirse queridas y con una vida social de cara al mundo perfecta, notan que les falta «algo». En este caso, suelen entrar a las páginas motivadas por los consejos de alguna amiga de confianza; por lo general, no tienen foto en su perfil y, si la tienen, evidentemente no es de ellas (acostumbran a poner una imagen a todo color de unos labios carnosos, una luna en el horizonte con un mensaje erótico e incluso la foto de su actriz favorita).

Básicamente buscan alguien para verse de forma esporádica y que su nuevo posible amante las haga experimentar todo aquello que con sus maridos nunca han sentido, pero que saben que existe; además, tienen a una «mami» —recién separada— del grupo de WhatsApp del cole que les envía todos los días las fotos de los buenorros a los que se está tirando. De este modo, ella quiere tener el pack completo y llevar una vida sin altibajos; el hombre «beta» en casa (que la provea de cariño, estabilidad emocional y recursos), y el «alfa» o «malote», escondido en sus teléfonos bajo algún nombre femenino para no levantar sospechas (que le aporte la chispa que hace tiempo ha perdido con su marido). Decir que, en caso de una infidelidad (y según el saber popular), son mucho más hábiles para disimularlo.12

En cualquier caso, como hombre, te preguntarás, después de pasar todos los filtros y habértelo currado, si ella será lo atractiva que sus fotos dicen ser, si tendrá una gran capacidad para hacer que te diviertas a su lado o si disfrutarás en la cama como nunca lo habías hecho antes. Pues no es así, siento ser yo el que te lo diga. Seguramente, salvo que estés en ese pequeño porcentaje de hombres muy atractivo o en su defecto tengas ese «algo» que ellas no saben qué es pero que las vuelve locas, te tocará bajar muy mucho el listón, quedar con alguna que tenga bastantes más años que tú, escuchar una conversación deprimente que girará en torno a las problemas de ella —o la cantidad de propuestas sexuales que recibe—, etc.; y todo ello con buena cara si quieres volver a verla otro día. ¿Te has preguntado dónde está tu dignidad?...

Hay una diferencia abismal en cuanto a sus opciones de elección y tus posibilidades (de hecho, hay una enorme burbuja sexual y afectiva).13 Ellas saben que puedes darte por contento si se dignan a contestarte a alguno de tus múltiples mensajes —y aunque sea tres días tarde—, con un escueto monosílabo (después de tu parrafada en la que le dices lo maravillosa que es y que seguramente sea un copy and paste de otro mensaje que habías reenviado con anterioridad a muchas otras). También saben que muchos de vosotros, pese a que os traten con indiferencia y no os contesten, seguiréis insistiendo cual robot automatizado.

Por todo esto, existe un desequilibrio tan inmenso que hay dos realidades que nada tienen que ver la una con la otra. A igualdad de físico (no nos engañemos, pues en una página de contactos la presentación es la foto), ella siempre tendrá muchísimo más para elegir. Su misión es aprender a filtrar con quién queda y con quién no, pues el poco tiempo que tiene disponible lo ha de dedicar a escoger entre los interesados de una larga lista. La tarea del varón, en su mayoría, obviamente, es escribir y escribir esperando llamar la atención de alguna, y de esta manera tener una posibilidad real de cita, combinando para ello diferentes estrategias de seducción.

Si en esta fase ellas pueden disfrutar de un subidón brutal, tú puedes sentir una gran desesperación si no te lo tomas con filosofía. Puede ser aterrador escribir a cincuenta mujeres y que te respondan tres como mucho, con unos escuetos: «No me interesas», «No eres mi tipo» o «Eres bajito, ji, ji, ji». Así de exigentes se muestran, evidentemente, porque tienen muchas más opciones disponibles de manera inmediata.

Según mis encuestados, la culpa de todo esto la tienen los propios hombres. Elevan la percepción de mujeres que no «valen» lo que ellos les dicen y las vuelven de este modo engreídas, superficiales, déspotas y aburridas. Todo esto el varón es capaz de hacerlo por tener una posibilidad real de sexo o un poco de cariño.

El papel del personal masculino en España en las páginas de contacto es bastante lamentable según mis fuentes, yendo del «pagafantas» u «hombre omega» (que invita a todo a quién aún no conoce de nada) hasta el «comeorejas» (que se dedica a regalar los oídos y dar atenciones de todo tipo a cualquier mujer para ver si así cae algo). También están los que se ofrecen de forma «altruista» para hacer de psicólogos y escuchar, con cara de falso interés, las historias que ellas cuentan sobre otros hombres y el sexo que han practicado con ellos (pensando que de esta manera —talante comprensivo y amigable en mano—, acabarán algún lejano día y cuando haya una conjunción astral triple, teniendo un lío amoroso). Son seres que se han perdido el respeto a sí mismos y que creen —erróneamente— que así van a conquistarlas o a tener algún tipo de relación, más allá de una amistad blanca.

Puede parecer preocupante que tantos hombres se hayan traicionado a cambio de tan poco. En algunos foros se les llama babosos, arrastrados y cosas peores. Si algo le gusta a la mujer es un varón con todas las letras, aunque a modo de terapia, entretenimiento o interés, puede llegar a utilizar a un beta u omega para su beneficio personal, pero difícilmente llegará a amarlo.

Quizá sería interesante abrir el debate sobre los datos de la cantidad de suicidios y alcoholismo en varones derivados del hecho de haber perdido la dignidad por estos motivos.14 Según un estudio de la BBC15, en Europa se suicidan veinte hombres por cada cien mil habitantes y cinco mujeres con respecto al mismo total; mientras que, en España, el suicidio masculino supone el setenta y cinco por ciento del total, siendo además la primera causa de muerte en varones de entre quince y veintinueve años.

La definición que más me ha gustado y que mejor define la dignidad es: «Cualidad del que se hace valer como persona, que se comporta con responsabilidad, seriedad y respeto hacia sí mismo y hacia los demás, y no deja que lo humillen ni degraden». Creo que sería bueno preguntarse cómo sería la sociedad si este concepto fuese inculcado desde la cuna y se considerara algo para lo que no hubiese renuncia posible...

Una de las grandes cuestiones de debate entre las mujeres es: «¿Por qué los hombres nos mienten para llevarnos a la cama?». La mujer que valora una relación tradicional de cortejo y seducción no entiende que el varón (que únicamente quiere sexo ocasional) recurra a ellas, pues hay otras muchas mujeres en el mercado que se han liberado y que también quieren sexo sin compromiso. Después de sentirse engañadas con las maniobras del mentiroso seductor, afirman rotundamente con gran indignación: «¡¡¡Quiero a alguien sincero de verdad!!!».

Que más le gustaría a un hombre común y corriente que poder ser cien por cien sincero ante cualquier mujer y decirle algo del tipo: «Oye, me gustas, ¿vienes esta noche a mi casa y practicamos técnicas del Kama-sutra?» Lamentablemente, esto no le funciona prácticamente nunca, por lo que se ve «obligado» a recurrir a la vieja treta de vender amor (a base de palabras bonitas, que no se cree ni él mismo, por cierto), convertirse en el payaso que la haga reír o el ya comentado pagafantas; y ver si, de este modo, la balanza se inclina a su favor.

Evidentemente, una vez obtenida la «recompensa», puede salir a relucir toda la verdad a la superficie y esta no es otra que el hecho de que las palabras zalameras que adornaban las acciones se vuelven falsas. En el momento de toparse con la realidad, el ego femenino se resiente enormemente —muchísimo más si el engaño proviene de un macho alfa—, pudiendo incluso entrar en un episodio de crisis punzante, pues constata lo absurdo e ingenuo que ha sido creerse tanta palabrería barata. Además, esto se puede repetir a lo largo de los años sin que ella sepa salir del bucle y sin saber siquiera cómo va entrando en él nuevamente.