Serena a los once
Raamatust
Serena se ha quedado huérfana, pero no está triste porque no congeniaba con sus padres, así que ¿por qué tendría que echarles de menos? Serena es práctica. Serena, que no es una niña muy normal, está más bien inquieta y expectante por el rumbo que pueda tomar ahora su vida.
Serena tiene once años, la regla y tetas, aunque no por ello va a dejar que se las toquen (y eso que tiene tres novios). A Serena la llaman Pinki y siempre está pensando. Piensa, por ejemplo, que si su abuela se muriese sí que lloraría, porque no puede vivir sin ella. Sin embargo, a Serena no le gusta comerse el coco, aunque desde hace algunos días no para de hacerlo… porque se ha enamorado del novio extranjero y alcohólico de su querida tía, con quien ahora viven su hermano y ella. «Se ve que mi primo nació ya con ganas de ser artista y se empeñaron en que fuera abogado, cuando no tenía ganas de serlo. Así que ni estudió ni nada, pero ya fue como si tu avión sale cuando tienes dieciséis y te hacen esperar a los dieciocho y a los dieciocho sigues esperándolo y un buen día te dicen que ya ha despegado hace dos años. Y, como hasta los dieciocho te has tirado dos años medio muerto y empezaste a tomar drogas para poder soportar la pena, luego, cuando cumples precisamente los malditos dieciocho, estás de drogas hasta las orejas. Mi primo se pinchaba y, de eso, es muy difícil salir».