La iglesia poscuarentena

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La iglesia poscuarentena
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La iglesia poscuarentena: Seis desafíos y oportunidades urgentes que determinarán el futuro de tu congregación

© 2020 por Church Answers.

Publicado por Editorial Patmos,

Miami, FL 33166

Todos los derechos reservados.

Publicado originalmente en inglés por Tyndale House Publishers, Carol Stream, Illinois, con el título The Post-Quarantine Church: Six Urgent Challenges and Opportunities That Will Determine the Future of Your Congregation. © 2020 por Church Answers.

Todo el texto bíblico ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.

Traducido y editado por Grupo Scribere

Diseño por Adrián Romano

Conversión a epub: Cumbuca Studio

e-ISBN: 978-1-64691-107-3

Categoría: Vida cristiana / Iglesia

A los líderes de iglesias en la comunidad Church Answers [Respuestas para la iglesia]. Me siento honrado de servirles.

Y siempre dedicado a Nellie Jo. Me honra que hayas dicho que sí.

CONTENIDO

1  Portada

2  Portadilla

3  Creditos

4  Introducción: Después de la cuarentena

5  Primer desafío: Reúnete de manera diferente y mejor

6  Segundo desafío: Aprovecha tu oportunidad para alcanzar el mundo digital

7  Tercer desafío: Vuelve a relacionarte con la comunidad cercana a tu iglesia

8  Cuarto desafío: Lleva la oración a un nivel nuevo y poderoso

9  Quinto desafío: Reconsidera el uso de tus instalaciones para oportunidades incipientes

10  Sexto desafío: Realiza cambios duraderos que marcarán la diferencia

11  Ideas finales: De los desafíos a las oportunidades

12  Notas

13  Acerca del autor

Landmarks

1  Portada

2  Portadilla

3  Creditos

4  Contenido

5  Introducción

INTRODUCCIÓN

DESPUÉS DE LA CUARENTENA

¿Recuerdas dónde estabas?

Esta es una pregunta frecuente cuando hablamos de acontecimientos históricos. Nos gusta recordar dónde estábamos y qué estábamos haciendo exactamente cuando nos enteramos de un gran acontecimiento o un momento trágico. Además de recordar logros históricos como poner a un hombre en la luna, la caída del muro de Berlín y el triunfo de los Cachorros de Chicago en una Serie Mundial, ya he vivido lo suficiente como para recordar cuatro tragedias diferentes, con un lapso de tiempo aproximado de veinte años entre ellas.

Aunque en aquel momento solo estaba en tercer grado, nunca olvidaré el 22 de noviembre de 1963. «Niños y niñas —enunció mi maestra con una emoción sorprendente—, quiero que se concentren en las palabras que estoy a punto de pronunciar. Deseo que por el resto de sus vidas recuerden este momento con claridad. Le han disparado al presidente Kennedy y lo han matado. Lo han asesinado. El presidente está muerto».

Esa fue una dura dosis de realidad para un grupo de niños de ocho años, pero desde ese día, el asesinato de Kennedy me ha fascinado. Tengo mis propias teorías sobre lo que sucedió, y algunos de mis objetos de colección y artefactos más preciados están relacionados con ese triste día.

Avanzamos rápido más de dos décadas. Yo era estudiante de seminario a tiempo completo, y trabajaba en un banco treinta horas a la semana para mantener a mi familia. Recuerdo que, el 28 de enero de 1986, me encontraba parado en el vestíbulo del banco, mirando por televisión cómo el transbordador espacial Challenger despegaba desde Cabo Cañaveral. Recuerdo mi confusión cuando, apenas un minuto después del despegue, el cohete se convirtió en una bola de fuego con columnas de humo que iban en todas direcciones.

Necesité unos treinta minutos para comprender a plenitud que el Challenger había desaparecido. Murieron siete personas, entre ellas Christa McAuliffe, la primera maestra de escuela en ir al espacio.

Quince años después de la explosión del Challenger, ocurrió el trágico suceso conocido simplemente como el 11 de septiembre. Yo era decano del seminario y aquella mañana de 2001 fui a la capilla consciente de que dos aviones se habían estrellado contra las torres gemelas del World Trade Center de la ciudad de Nueva York; pero no sabía por qué. Cuando el tiempo de capilla concluyó, las torres se habían derrumbado.

Otras dos décadas más tarde, nos golpeó la pandemia mundial de coronavirus; y nación tras nación, el mundo entró en modo de bloqueo. En dos meses, el nombre difícil de manejar para el virus («nCoV 2019» o «nuevo coronavirus de 2019») se había convertido en «COVID-19» o simplemente «el virus».

Cuatro momentos trágicos de la historia. Cuatro acontecimientos que nunca olvidaré. Cuatro desastres que trajeron muerte.

Sin embargo, lo interesante sobre la cuarta tragedia es que no recuerdo dónde estaba cuando escuché por primera vez sobre la COVID-19.

Las tres catástrofes anteriores estuvieron vinculadas a fechas y horas específicas, pero en cuanto al virus, fui escuchando de él poco a poco. No hubo un acontecimiento singular como un asesinato, la explosión de una nave espacial ni aviones que se estrellaran contra edificios. Nuestra percepción creció solo a medida que el virus se propagó.

La pandemia de la COVID-19 probablemente se extendió a Estados Unidos en enero de 2020. Comenzamos a enterarnos de personas que morían en China e Italia, y en otros lugares; pero pocos de nosotros estábamos prestando atención al peligro inminente para nuestra propia nación. Las primeras muertes conocidas producto de la COVID-19 en Estados Unidos ocurrieron el mes siguiente.

No estoy exactamente seguro de cuándo mi esposa y yo comenzamos nuestra cuarentena por la COVID-19. Recuerdo haber grabado unos podcasts con dos chicos en mi oficina en algún momento de marzo. Y recuerdo que uno de ellos indicó que se dirigía a su casa en Kansas City, donde quizás tendría que quedarse un tiempo porque su compañía estaba suspendiendo todos los viajes. Mi autocuarentena habría comenzado poco después de esos podcasts; pero no recuerdo la fecha con precisión.

A continuación, menciono otras dos diferencias que observé. Los tres primeros sucesos hicieron que las personas abarrotaran las iglesias. El cuarto suceso, el virus, cerró las puertas de las iglesias por un tiempo; y supimos cuándo los tres primeros sucesos habían terminado, pero aún no estamos completamente seguros sobre el cuarto.

Solo tengo un recuerdo muy vago de que la administración Trump declarara emergencia de salud pública el 31 de enero de 2020. No obstante, recuerdo la cuarentena. Recuerdo claramente la cuarentena.

La Iglesia en cuarentena

Los historiadores registrarán la pandemia de 2020 desde varias perspectivas. Examinarán la tragedia de muerte generalizada y otros problemas sanitarios. Señalarán el estado de emergencia en hospitales y asilos de ancianos. Recordarán las actualizaciones en tiempo real emitidas por televisión y otros medios, y los informes diarios que se leían como un reporte de guerra: casos confirmados, muertes registradas y casos recuperados.

Las historias evidentemente serán contadas desde un punto de vista económico. El cierre de empresas y tiendas. Algunas cierran de forma permanente. Las principales calles, centros comerciales y cines quedaron vacíos. El desempleo se dispara. Las ayudas y los fondos gubernamentales abundan, animando a algunos y frustrando a otros. Los mercados bursátiles se estancan, luego se recuperan; y luego vuelven a ser impredecibles.

 

Pasarán años antes de que se pueda evaluar todo el costo emocional y mental, pero de hecho será un tema de interés para historiadores, psicólogos, consejeros y los medios de comunicación. Desconocemos la historia completa, pero es probable que nos sorprenda lo devastador que fue la COVID-19 para la psique global.

A través de mi blog, seminarios web y consultas de iglesias, caminé con decenas de miles de líderes de iglesias durante la pandemia. Guie a muchos líderes de manera directa, y hablé o escribí a casi otro millón de personas. Observé la incertidumbre y la angustia que se sintieron cuando el primer servicio presencial de adoración fue cancelado. Fui testigo de las secuelas que siguieron.

En los primeros días de la cuarentena, trabajé con líderes de iglesias principalmente en temas de finanzas y las ofrendas. El apoyo financiero para muchas de estas iglesias provenía sobre todo a través del cesto de la ofrenda. Como resultado, sin servicios presenciales de adoración, no había ofrenda. Sin ofrenda, no entraban fondos para apoyar los ministerios de la iglesia.

Como puedes imaginar, hubo gran preocupación.

Casi escribo «hubo pánico», pero eso habría sido engañoso e injusto. Salvo pocas excepciones, hubo más fe que temor. Más perseverancia que pánico. Estos líderes de iglesias confiaron en Dios dondequiera que Él los condujera. Sin embargo, los líderes de iglesias también se sintieron desafiados porque realmente no sabían a dónde Dios los estaba guiando.

Creo que esa es la naturaleza de la fe.

Cuando nuestro equipo de Church Answers comenzó a trabajar con los líderes de iglesias en las nuevas realidades emergentes que el encierro presentaba, nos enfocamos inicialmente en ayudarlos a trasladar la mayor cantidad posible de miembros a las ofrendas digitales. Alentamos a los miembros expertos en tecnología y dados a las relaciones personales a trabajar uno a uno con adultos mayores que albergaban serias dudas sobre el mundo digital. Luego guiamos a los pastores y otros líderes de iglesias a revisar sus presupuestos actuales y los egresos planificados. ¿Qué podrían posponer? ¿Qué podrían recortar? ¿Qué podrían hacer de manera diferente? ¿Qué podrían hacer mejor?

Pocos días más tarde, comenzamos a trabajar con las iglesias para ayudarlas a trasladar sus servicios de adoración a un formato digital. Me sorprendió cuán enérgicos y creativos eran la mayoría de estos miembros y líderes de iglesias. Aunque algunos de los primeros intentos de transmitir sus servicios chocaron contra grandes obstáculos, estos mejoraron con el paso de las semanas. Los líderes y los miembros sabían que algo estaba cambiando y que no todo era malo. Más adelante profundizaremos sobre eso.

Yo esperaba recibir muchas preguntas en cuanto al cuidado pastoral y sobre cómo alcanzar a la comunidad durante la cuarentena. Una vez más, los líderes y miembros de iglesias me sorprendieron con su energía e innovación. Ellos hallaron formas de ministrar a pesar de las restricciones impuestas por la cuarentena. De hecho, muchos descubrieron que tenían un mayor enfoque hacia afuera y oportunidades para el cuidado pastoral que en años anteriores. La pandemia, al menos en lo que respecta a servir a la comunidad circundante, fue un llamado de atención positivo.

Parecía una eternidad, pero no pasó mucho tiempo antes de que los líderes de iglesias estuvieran pensando en regresar a los servicios presenciales. La pregunta no era tanto cuándo debían abrir. Esa fecha variaba de comunidad a comunidad, y de estado a estado. Más bien, se preguntaban cómo deberían abrir. ¿Cómo mantenemos el distanciamiento social en un servicio de adoración? ¿Deberíamos agregar servicios? ¿Es el canto congregacional una vía de transmisión para el virus? ¿Cómo volvemos gradualmente a las reuniones presenciales cuando algunas personas están locas por ir y otras son más reacias? ¿Qué hacemos con los niños? ¿Deberíamos acortar los servicios?

Las preguntas al principio fueron numerosas; luego voluminosas. En Church Answers, descubrimos que pasamos más tiempo ayudando a las iglesias a regresar a los servicios presenciales después de la cuarentena que con los problemas que surgieron durante la cuarentena. Fue un tiempo de emoción y preocupación a la vez. Los miembros y los líderes de iglesias estaban ansiosos por volver a estar juntos, pero no querían hacer nada que pudiera ser perjudicial para el bienestar de sus congregados.

Cuando nuestro equipo comenzó a caminar con las iglesias durante la era poscuarentena, recuerdo mi primera conversación con un pastor que me expresó que estaba deseoso de que las cosas volvieran a la normalidad. Yo le respondí suavemente que creía que jamás volveríamos a la normalidad previa a la cuarentena.

Contemplé la expresión en sus ojos. Era como si le hubiera robado el gozo. Su comportamiento cambió de inmediato. Apenas podía mantener el contacto visual.

«¿Qué quieres decir?», preguntó con tristeza.

Por mucho que me desagradaba apagar el entusiasmo de ese pastor, no quería que entrara ciegamente a un mundo que ya no existe.

Por desagradable que haya sido para él, mi intención era ayudarlo a él y a su iglesia a prepararse para la era poscuarentena.

«¡No te apures, mi amigo!»

Soy aficionado al fútbol universitario y me encanta ver la cobertura de College GameDay’s en ESPN. Una de mis frases favoritas proviene del irrefrenable Lee Corso cada vez que no está de acuerdo con un colega: «¡No te apures, mi amigo!».

Hasta ahora, he resistido la tentación de usar esa frase con los líderes de iglesias que esperan que la nueva normalidad de la iglesia poscuarentena se asemeje mucho a la antigua normalidad de la iglesia prepandemia. No solo habrá diferencias significativas, sino que es muy probable que también pasará algún tiempo antes de que empecemos a comprender cómo será la nueva era.

Entonces, ¡no te apures, mi amigo!

En cambio, déjame compartir contigo lo que mi equipo y yo hemos aprendido durante las últimas semanas y meses. Hemos trabajado con muchas iglesias a medida que estas reanudan los servicios presenciales. Por supuesto, ha habido algunos desafíos, pero ha habido muchas más oportunidades. Hemos tenido la ventaja de escuchar a miles de líderes y miembros de iglesias cada semana. No pretendemos tener todas las respuestas, pero al hacer muchas preguntas, hemos obtenido mucha buena información.

Si al comenzar pudiera ofrecer algunos consejos sencillos, serían estos: emociónate y anímate. No dejes que lo desconocido se convierta en una fuente de temor. No estás entrando solo a esta nueva era. Dios no solo está contigo; Él ya entró antes que tú.

De hecho, al recorrer juntos este libro, espero que encuentres motivos para el optimismo y el aliento. Mi actitud esperanzadora se fundamenta en dos realidades. En primer lugar, nada de esto —la pandemia, la cuarentena, el período poscuarentena— sorprendió a Dios. Él tiene un plan listo y esperando a Su iglesia.

En segundo lugar, ya estamos viendo que las iglesias se adaptan y se ajustan a esta etapa de cambio de maneras diferentes a cualquier otra que haya visto en mi vida. He escuchado temas similares de parte de pastores, del personal de iglesias, de otros líderes de iglesias y de miembros de iglesias. No están entrando a la era poscuarentena con una mentalidad rutinaria. La pandemia fue un llamado de atención como ningún otro. La era poscuarentena es una oportunidad para realizar los cambios positivos y necesarios para que nuestras iglesias avancen.

Prepárate para comenzar la travesía. Desde mi punto de vista, la iglesia está entrando en los días más asombrosos y emocionantes que ha visto en décadas, tal vez incluso en siglos. Aunque el camino no siempre será fácil, podemos esperar días futuros de grandes oportunidades.

Es hora de que entremos a esta nueva tierra de posibilidades con esperanza, promesa y entusiasmo.

Comencemos descubriendo nuevas oportunidades para la iglesia reunida presencialmente.

PRIMER DESAFÍO

REÚNETE DE MANERA DIFERENTE Y MEJOR


¿Recuerdas ese juego sencillo que jugábamos con nuestras manos en la escuela dominical cuando éramos niños?

«Aquí está la iglesia. Aquí el campanario. Abre las puertas y ve a toda la gente».

Cuando abrías las manos, si entrelazabas los dedos hacia adentro, estos representaban a todas las personas dentro de la iglesia. Es un ejercicio divertido para enseñarlo a tus hijos o nietos.

Sin embargo, con el paso de los años este pequeño ejemplo se hizo menos popular. Con precisión teológica y bíblica, la gente señaló que el edificio de la iglesia no es la iglesia. De hecho, algunas personas insistieron en que dejáramos de usar la frase «ir a la iglesia». Ellos sostenían firmemente que las personas son la iglesia; ellos no van a la iglesia. Como gente menos optimista, estos parecían preferir la otra versión del juego: «aquí está la iglesia, aquí está el campanario», en el que entrelazas los dedos hacia la parte exterior de tus manos y cuando las abres, «¿Dónde está toda la gente?».

Suspiro.

Está bien, lo entiendo. La iglesia no es el edificio, y el edificio no es la iglesia, pero las instalaciones de la iglesia son el lugar donde la iglesia se reúne. Las instalaciones de la iglesia pueden ser un edificio de iglesia tradicional. Puede ser una casa. Puede ser una arboleda. De todas formas, es un lugar donde la iglesia se reúne.

El escritor de Hebreos desea que los miembros de la iglesia se animen y se motiven unos a otros. En su carta, él es explícito respecto a este deseo y esperanza: «Pensemos en maneras de motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas acciones».1 Entonces, ¿cómo hacemos esto? Observa el versículo siguiente: «Y no dejemos de congregarnos, como lo hacen algunos, sino animémonos unos a otros, sobre todo ahora que el día de su regreso se acerca».2

¿Entendieron eso? Como creyentes y compañeros, siempre que nos reunimos nos animamos unos a otros. La iglesia reunida es importante. De hecho, durante la pandemia, extrañamos sobremanera a la iglesia presencial, reunida.

No obstante, la cuarentena también nos dio la oportunidad de reflexionar. A medida que los líderes de iglesias planeaban el retorno a la iglesia reunida, comenzaron a plantearse importantes interrogantes: ¿Estamos administrando de manera óptima las instalaciones de nuestra iglesia? ¿Qué podemos hacer diferente? ¿Qué podemos hacer mejor?

Muchos líderes de iglesias están viendo la era poscuarentena como un buen momento para hacerse estas preguntas. Y muchos están optando por hacer las cosas de manera diferente.

Volver a la Iglesia simple

Cuando Eric Geiger y yo escribimos Iglesia simple hace muchos años, desarrollamos la tesis de que las iglesias necesitan un plan bien definido de discipulado. Basado en la investigación de Eric, descubrimos que muchas iglesias ya habían desarrollado dicho plan, y comunicaban su proceso de discipulado mediante una declaración de visión.

Sin embargo, no estábamos plenamente preparados para las respuestas que recibimos a Iglesia simple, sobre todo en un área. Una de las claves para ser una iglesia simple, planteamos, era enfocarse en aquellas áreas que eran esenciales para la misión de la iglesia y, de ser posible, eliminar todo lo demás.

Esas dos palabras, enfocar y eliminar, se convirtieron en gritos de combate para muchos líderes de iglesias. Algunos obraron con sabiduría, eliminando el trabajo improductivo no esencial, sin crear demasiada controversia. Algunos líderes no fueron tan sabios. Al igual que el proverbial elefante en la tienda de porcelana, crearon más división que eficiencia.

Aun así, la esencia del problema era fundamental. Nuestras iglesias se habían enfrascado en intentar hacer demasiadas cosas que no eran esenciales para la misión central de la congregación.

Las instalaciones de la iglesia se convirtieron en el foco de la iglesia ocupada. A menudo mediamos la salud de una congregación por la cantidad de veces que las personas acudían a las instalaciones para servicios de adoración, grupos, ministerios, programas y eventos. Supusimos que un edificio lleno era señal de vitalidad y salud.

 

Las consecuencias no planificadas de tener una agenda colmada de actividades en la iglesia fueron muchas. Por ejemplo, algunos miembros de iglesias estaban tan ocupados «yendo a la iglesia» que no podían hacer misión en su comunidad. Los miembros más activos a menudo eran los menos evangelizadores, ya que pasaban mucho tiempo dentro del edificio en lugar de estar afuera, en la comunidad.

Las familias a menudo padecían también. Los padres tenían menos horas para pasar tiempo en familia, debido al flujo constante de actividades en la iglesia. Aunque en realidad la iglesia local no fue la única culpable que contribuyó a la familia atiborrada, para muchos constituyó un factor importante.

Las iglesias también tuvieron desafíos para reclutar voluntarios. Demasiada gente estaba demasiado ocupada. No tenían tiempo libre que ofrecer.

Ahora ante nosotros tenemos una nueva oportunidad. Hemos visto que la iglesia puede sobrevivir, incluso prosperar, sin el uso diario de sus instalaciones. Y aunque ciertamente abogamos por la importancia de reunirse presencialmente, también vemos la oportunidad en la era poscuarentena de usar nuestras instalaciones para propósitos mayores y más eficientes.

Este breve capítulo no constituye de manera alguna un compendio exhaustivo de formas de reunirnos mejor y más eficientemente en nuestras instalaciones. Sin embargo, espero que esta presentación estimule tu creatividad.

Cuando la comunidad se reúne en nuestras instalaciones

Mi equipo y yo estábamos haciendo una consulta para una iglesia que, durante casi una década, había estado experimentando un declive sutil pero notable. Ellos deseaban que los ojos de afuera miraran a su congregación. Se encontraban en una comunidad con un buen crecimiento demográfico. Tenían muy buenas instalaciones. Tenían solidez financiera. Y no habían presentado conflictos ni controversias relevantes en la iglesia.

¿Qué podría estar mal?

Como solemos hacer en muchas de nuestras consultas, solicitamos todos los documentos sobre la iglesia, tanto digitales como impresos. Un documento de esta iglesia era particularmente fascinante. Se titulaba «Políticas y procedimientos para el uso de las instalaciones de la iglesia». Tenía sesenta y cuatro páginas. En serio.

Mientras nuestro equipo leía este voluminoso libro de reglamentos, una cosa estaba muy clara: era un tratado sobre cómo mantener a la comunidad alejada de la iglesia.

Comprendo que las iglesias deben tener algunos lineamientos para sus instalaciones con propósitos de coordinación y responsabilidad legal. Pero este manual era ridículo. Esto era un síntoma del enfoque hacia adentro de la congregación. Había demasiadas reglas y regulaciones que regían a los no miembros. Cualquier invitado que recibiera el documento habría entendido un mensaje claro: no eres bienvenido aquí.

¿Qué tal si ponemos este pensamiento de cabeza? ¿Qué tal si consideramos las instalaciones de nuestra iglesia como una herramienta para alcanzar nuestra comunidad? ¿Qué tal si pensáramos en formas de atraer a la comunidad en lugar de mantenerla alejada?

Este es un concepto novedoso para muchas iglesias poscuarentena.

Es hora de reajustar nuestra perspectiva en esta nueva era. Es hora de reajustar cómo usamos nuestras instalaciones. Durante demasiados años, las instalaciones de la iglesia han sido principalmente para el beneficio de los miembros. En ocasiones, alguna iglesia promocionaba la construcción de una nueva instalación como una forma de alcanzar a la comunidad. La mayoría de las veces, era una promesa vacía. Tan pronto como se culminaba la instalación, se convertía sencillamente en un nuevo lugar para los miembros de la iglesia.

¿Qué tal si miráramos las instalaciones de nuestra iglesia desde la perspectiva de la comunidad? John Mark Clifton cuenta sus experiencias cuando comenzó a servir como pastor de la Iglesia Bautista Wornall Road en Kansas City. La iglesia estaba a punto de cerrar; se había vuelto irrelevante para la comunidad.

Los pocos miembros que quedaban en la congregación albergaban pocas esperanzas para su iglesia. Solamente el mantenimiento aplazado de sus grandes instalaciones parecía una barrera insuperable para los pocos fieles. Entonces, cuando el nuevo pastor sugirió que prepararan la iglesia para la comunidad, pareció una ingenuidad enorme o una broma cruel. Necesitaban miles de dólares para poder utilizar las instalaciones de su iglesia. Apenas podían pagar sus facturas de servicios públicos. ¿Entonces cómo podrían renovar el edificio de su iglesia para la comunidad?

No obstante, el pastor emprendió la obra con unas pocas latas de pintura y la ayuda de voluntarios. Pintaron una habitación con colores brillantes y variados. La llamaron «la sala de cumpleaños». Luego los miembros pusieron volantes en las puertas de sus vecinos. El mensaje era sencillo pero convincente. La iglesia proporcionaría un lugar para que los niños del vecindario celebraran sus cumpleaños. Gratis. Los miembros de la iglesia ayudarían en las fiestas. Lo único que los vecinos tenían que hacer era reservar y presentarse con los niños.

Fue transformador. No solo para las familias del vecindario; fue transformador para la iglesia. Por lo general, las iglesias darán la bienvenida a la comunidad para eventos señalados y bien planificados. La cantata navideña. La presentación de Semana Santa. El concierto de los niños. Y estos eventos no tienen nada malo. Pero ¿y si probáramos algo diferente? ¿Qué tal si le preguntamos a la comunidad cómo las instalaciones de nuestra iglesia podrían serle de mejor utilidad? ¿Qué tal si ponemos de cabeza el propósito de los edificios de nuestra iglesia? ¿Qué tal si las instalaciones se convierten en un lugar para la comunidad y en un lugar en la comunidad?

Durante la cuarentena, muchos líderes y miembros de iglesias descubrieron que la iglesia seguía siendo la iglesia; incluso sin sus instalaciones. Sí, deseábamos volver a las reuniones presenciales para estar con nuestros amigos, pero descubrimos que podíamos hacer muchas cosas como iglesia sin depender de nuestros edificios. De hecho, el mundo digital abrió posibilidades que muchas congregaciones nunca habían considerado, y mucho menos probado.

Al parecer, nos dimos cuenta de que nuestras instalaciones eran más herramientas que necesidades. ¿Qué tal si ahora usamos esas herramientas para llegar y ministrar a nuestra comunidad?

Hace poco realicé un recorrido por las instalaciones de una iglesia en Georgia que habían sido remodeladas para servir mejor a la comunidad. Casi la mitad de los grandes edificios ahora estaban destinados específicamente para las necesidades del vecindario. Una sección era una extensa área de descanso para el cuerpo policial. Otra área era utilizada como clínica médica. Una vez terminado, el edificio incluía numerosas lavadoras y secadoras que los residentes de la comunidad podían usar sin costo alguno. Durante ciertas horas, la lavandería de la iglesia se utilizaba para cuidar niños.

Otra iglesia en un grupo demográfico económico diferente comenzó a hacer planes para establecer asociaciones con empresas locales. Ya tenían un lugar para que los miembros de la comunidad usaran Wi-Fi gratis; pero ellos querían hacer más. Cuando supieron de otras iglesias que tenían tiendas de emparedados y restaurantes en las instalaciones, propiedad de empresas con fines de lucro, y de una iglesia que abrió sus instalaciones a un preescolar privado en lugar de reinventar la rueda al comenzar su propio ministerio preescolar, se inspiraron para asumir un enfoque de pizarrón vacío y pensar creativamente sobre sus opciones. Estoy seguro de que esta iglesia pronto se convertirá en un imán en y para su comunidad.

Los líderes de una iglesia rural, ubicada en un área escasamente poblada, que no posee nada que se asemeje a un centro comunitario en unas treinta millas (50 kilómetros) a la redonda, ahora sueñan con usar su centro de adoración y salón de comunión para las necesidades de la comunidad. Se dieron cuenta de que la pequeña escuela en el área no tiene un espacio adecuado para celebrar eventos. Sin embargo, el centro de adoración de la iglesia tiene espacio para casi doscientas personas. Es ideal para eventos comunitarios y escolares.

¿Entiendes el mensaje? Si ya nos acostumbramos a prescindir de nuestros edificios durante muchas semanas, ahora podemos ver las instalaciones de nuestra iglesia con otros ojos. Podemos verlas más como una herramienta de alcance que como un área de retiro para los miembros.

Las iglesias en Estados Unidos y en todo el mundo poseen propiedades e instalaciones por valor de miles de millones de dólares. Dios nos ha provisto estos recursos para que seamos buenos mayordomos. Cada semana, gran parte de las instalaciones de la iglesia permanecen sin ser utilizadas. Es hora de volver a examinar el uso de nuestras instalaciones. Es hora de abrirlas a nuestras comunidades.

Una nueva mentalidad: en busca de señales

He dirigido o participado en cientos de consultas de iglesias. Una de las primeras cosas que nuestro equipo de consultoría hace en el lugar es recorrer las instalaciones de la iglesia. Nos fijamos en el área de estacionamiento. Hacemos una evaluación rápida de la capacidad en el centro de adoración. Nos centramos en la seguridad e higiene del área para los niños. Preguntamos sobre el flujo del tráfico automotor y peatonal.

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