Astronave

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AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCIÓN: NAVES Y ASTRONAVES

1. CHATARRA

2. GANANCIAS

3. HIPERESPACIO

4. CUALQUIERA

LISTADO DE PELÍCULAS, CANCIONES, CAPÍTULOS Y SERIES DE TELEVISIÓN

© Holobionte Ediciones 2021- Saturnalia y Rosa Atómica, S.L.

De la traducción: © Federico Fernández Giordano 2021

De la edición original: © Timothy Morton Spacecraft, 2021, Bloomsbury Publishing Inc., 1385 Broadway, New York, NY 10018, USA / 50 Bedford Square, London, WC1B 3DP, UK / 29 Earlsfort Terrace, Dublin 2, Ireland.


Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte

Para Claire y Simon.

Girando y girando en círculos cada vez mayores,

el halcón no puede oír al cetrero.

W.B. Yeats


AGRADECIMIENTOS

Muchas gracias a Ian Bogost y Christopher Schaberg. Gracias Bloomsbury. Gracias Haaris Naqvi. Gracias Alice. Gracias Antonina Szram. Gracias Taylin Nelson. Gracias Nicholas Royle. Gracias Maya Kóvskaya. Gracias Harriett Harriss. Gracias Philippe Parreno. Gracias Laurie Anderson. Gracias Elizabeth Freeman. Gracias al Coronavirus por haber perturbado tanto la vida que finalmente tuve que volver a escribir cosas realmente raras. Y también gracias al virus por no matarme cuando lo contraje, eso fue realmente amable por tu parte. Gracias a Ben Rivers y Gareth Evans por ser amigos increíbles, y también a Kathelin Gray y Leslie Roberts. Hicisteis que siguiera en la brecha durante los dos años más difíciles de mi vida. Gracias a Henry Warwick, compañero y fan de Yes, así como torpedero de la teoría laboral de la propiedad. El trabajo de mi vida está comprometido a difuminar los límites entre los constructos medievales, cristianos y neoplatónicos que inhiben el pensamiento y la acción verdaderamente revolucionarios. Gracias a todos aquellos que, durante el último año o así, me ayudaron a comprender esto mucho más profundamente de lo que nunca creí posible, con el descubrimiento de que soy de género no binario.

INTRODUCCIÓN: NAVES Y ASTRONAVES

Cuando tenía once años solía ir caminando a la escuela. Estaba aproximadamente a un kilómetro y medio de la estación de Hammersmith, a través del camino de tubo que se hizo famoso por la Tubeway Army de Gary Numan (el Gary Numan de «Cars»). Mi cabeza de niño de once años encontraba consuelo en todo tipo de comportamientos obsesivos a medida que caminaba por una tierra alienígena y alienante de pasos elevados, cemento y ruido de trenes, hasta llegar a esa otra tierra alienígena en una escuela privada muy elegante. Mi niñez transcurría sobre tablas de suelo bastas, polvorientas y quebradizas, no del tipo que podríamos considerar cool; pero algunos de mis compañeros tenían chóferes e incluso algún helicóptero.

Uno de mis pasatiempos favoritos consistía en inventar naves espaciales. Podía pilotarlas a solas en el puesto de mando de mi mente, y recorrer o describir en voz baja cada una de sus particularidades para nadie más que para mí. Solían reprenderme por ello o acosarme con crueldad, pero eso no me detenía. Las naves espaciales eran seguras. Podían protegerme de la alienación que sentía.

Cuando estaba en casa devoraba compulsivamente todo tipo de cómics. Tenía uno sobre La guerra de las galaxias, que había visto cuando se estrenó en cines el 27 de diciembre de 1977, en el Dominion Theater de Leicester Square. Otro de aquellos cómics iba sobre Encuentros en la tercera fase, que también había visto recientemente poco después de su estreno. Sería incapaz de enumerar la cantidad de naves espaciales y aeronaves que había llegado a memorizar, tanto de la vida real como de ficción. Y también libros sobre ovnis, que todavía conservo en sus ediciones de coleccionista. Estoy contemplándolos ahora mismo. A diferencia de casi todas las cosas de mi vida de aquella época, estos libros eran y siguen siendo absolutamente prístinos.

Lo que en realidad estaba haciendo era usar todas aquellas naves como una protección, como vehículos de escape en mi cabeza. Hasta el día de hoy, no he querido otra cosa que aprender más y comprender en profundidad de qué iba todo aquello; y me consta que no soy el único.

Este es un libro sobre las astronaves de nuestra imaginación. Lo que no quiere decir que no esté interesado por la nave Apolo, por el transbordador espacial, por la Soyuz o la Sputnik. Todo lo contrario. La clave de todas esas naves reales es que, al igual que las de ficción, también fueron originadas a partir del sueño de algún ser humano. El transbordador espacial de la NASA tiene un gran parecido con el transbordador imaginado por Stanley Kubrick en 2001: Una odisea del espacio. Para diseñar naves espaciales necesitas tener una gran imaginación. En 2016 tuve la suerte de encontrarme en Nueva York con Pharrell Williams, durante unas charlas sobre la NASA, y estuvimos discutiendo cómo serían los mensajes que la siguiente nave Voyager transmitiría a las formas de vida extraterrestres. Siempre me ha parecido que escribir es como enviar mensajes en una botella al espacio, y por eso escribir también es una forma de escuchar, como esos radiotelescopios gigantescos que están siempre al acecho para captar señales de vida alienígena. Las Voyager 1 y 2 no son únicamente sondas, son también orejas.

Pero esta no es la única razón para escribir sobre vehículos espaciales de ficción. Porque los «objetos» imaginarios son también objetos. Los objetos no tienen que ser palpables para ser reales, o susceptibles de ser destruidos y acribillados con rayos láser en torno a un acelerador de partículas. Las naves de nuestra imaginación son reales en la medida en que todos nosotros podemos pensar en ellas, de manera tan diferente como lo hacemos. Podemos comprarnos juguetes de ellas, podemos ver películas sobre ellas... Pueden saltar de una mente a otra.

Esto último, de hecho, no es tan extraño. Al fin y al cabo sería muy weird si nuestras ideas fueran únicamente «el producto» de nuestra mente. ¿Cómo diablos podríamos comunicarnos entonces? Las ideas son más bien como los tuits y los memes: no son una cosa desnuda, sino que siempre están incrustadas dentro de un medio. Tienen un aroma, una forma y unas dimensiones, una velocidad, una intensidad y un formato determinado. Las ideas no están simplemente flotando en el vacío (nada flota en el vacío). Y por eso una idea es algo tan real como un cohete soviético.

Esto es cierto en muchos sentidos, pero sobre todo es cierto para las astronaves. Las astronaves nunca están solamente «en» tu mente (de hecho, ¿hay algo alguna vez «en» la mente?). Las astronaves son como modelos de Lego, o como simuladores en un parque temático, réplicas, cosas que hacemos con ladrillos y palos sin adornos a la edad de siete años.

Incluso las imágenes «en» la mente son independientes de nuestras mentes, motivo por el cual puedo decir «Halcón Milenario» y tú sabes de inmediato a qué me refiero. A principios del siglo xx, el filósofo Edmund Husserl tuvo una idea sorprendente. Estaba tratando de demostrar que había algo que olía a chamusquina en las teorías lógicas del siglo xix. Una de esas teorías se llamaba psicologismo. Esta ciencia había demostrado, o así lo creía ella, que los pensamientos, proposiciones o lo que sea que consideremos lógico son ciertos porque son síntomas de cerebros sanos. Esta fue una idea que se hizo muy popular por aquel entonces.

Casi me parece oírte preguntar: ¿Y qué es un cerebro sano? Bueno, es una cosa que puedes determinar usando la ciencia. ¿Y qué es la ciencia? Bueno, es una serie de afirmaciones sobre patrones a partir de datos que se puede demostrar que son verdaderos usando la lógica. ¿Y qué es la lógica? Es un síntoma de un cerebro sano. ¿Y qué es un cerebro sano? Bueno, es algo que puedes determinar usando la ciencia. ¿Y qué es la ciencia? Verás, se trata de una serie de afirmaciones sobre patrones a partir de datos... Pero ¡de una vez por todas! ¿Qué es la lógica?

Houston, tenemos un problema.

Así pues, Husserl concluyó que las proposiciones lógicas eran independientes de la mente.1 Eran cosas por derecho propio, como cucharas o naves espaciales o babosas. Las proposiciones lógicas eran objetos. Y no importa mucho quién las esté pensando. Puedes estar completamente trastornado y aun así retuitear algo bastante sensato. El tuit no se verá afectado por tu trastorno.

Después de esto Husserl pensó algo todavía más asombroso. Pensó que si las proposiciones lógicas podían tener una forma independiente, similar a la de un objeto, también podrían tenerla otros fenómenos «mentales» (como esperar, amar, desear, fantasear, prometer...). Así nació la filosofía conocida como fenomenología. El quid de la cuestión es que las cosas (ideas, deseos, pero también cucharas y narcisos) vienen con una determinada forma de «tenerlas» o de acceder a ellas, como si se tratara de memes o tuits. Nada está desnudo en el vacío. En este sentido, cosas como las astronaves son tan reales como las pelotas de béisbol o los palos de críquet. Ya sean imágenes en nuestra mente o modelos hechos con Lego, las astronaves son independientes de las mentes o cerebros que las imaginan, los ladrillos de Lego que las moldean, etc. Si digo la palabra «astronave», visualizarás algo que no es sólo un producto de tu mente particular.

 

Me encanta la palabra «fenomenología». Cuando a mediados de la década de 1980 llegué a Oxford para mis estudios universitarios, acababa de descubrirla y solía pronunciarla todo el rato, seguramente en voz baja y de una manera bastante friki. La gente se burlaba de mí por eso. La fenomenología lo pasó bastante mal durante algunos años, pero ahora está disfrutando de un gran regreso. Creo que esto último se debe a dos factores: una malinterpretación de Jacques Derrida, que era un fenomenólogo devoto;2 y un resurgimiento del reduccionismo cientificista.

Derrida desarrolló su famosa deconstrucción después de una cuidadosa crítica de Heidegger (quien había acuñado el término «deconstrucción»). Y a su vez el propio Heidegger había llevado a cabo una crítica exhaustiva de Husserl. Lo que tendemos a olvidar cuando pensamos en todo esto es que tanto Derrida como Heidegger estaban haciendo «Crítica» en el sentido de Kant. La Crítica, tal como aparece en la Crítica del juicio de Kant, no significa «análisis sarcástico» de algo. Significa evaluación profunda y amorosa de algo. Derrida critica a Heidegger porque su trabajo le gusta. Y Heidegger critica a Husserl por la misma razón. La crítica de Derrida a Heidegger es heideggeriana, se dedica a deambular por un tema y lo devora desde dentro. Y el enfoque de Heidegger en Ser y tiempo es fenomenológico, es decir, que explora cómo la manera en que se nos aparece una cosa determina qué es esa cosa. La fenomenología no está «equivocada»; de hecho, en cierto modo, es más correcta de lo que supondríamos. La deconstrucción no es destrucción. Es, para usar el neologismo de una traductora de Heidegger, «destruc­­turación» [destructuring].3

Luego está el reduccionismo cientificista. El cientificismo es una religión. A pesar de sus dos primeras sílabas, es casi lo contrario de una ciencia. El cientificismo olvida que un hecho científico es una interpretación de datos, y supone que este hecho apunta a una realidad más real que otras. Si la ciencia dice que estamos hechos de átomos, el cientificismo dirá que los átomos son más reales que los seres humanos y los conejos, lo cual no es cierto, ni tan siquiera es científico. En realidad los científicos no deberían decidir qué es más real que otra cosa, porque, desde su propio punto de vista, eso sería como vivir en la Edad Media o cualquier otra época de autoritarismo religioso.

El cientificismo reduce la fenomenología a un solo tipo de fenomenología, algo así como: «Una palabra elegante para referirse a toda “experiencia subjetiva”.» Y todos sabemos lo que subjetividad y experiencia significan, ¿verdad? Significan impresiones superficiales y poco científicas (ahora sí estoy siendo sarcástico). El problema con el cientificismo es que incluso las ciencias de verdad se ven afectadas por él; en concreto, cuando nos acercamos a mirar a los seres humanos de cerca. Y la psicología es incluso todavía más reduccionista que las ciencias duras. Los materialistas más hardcore de nuestra época son los psicólogos. Es la psicología la que ha convertido la fenomenología en una mera «experiencia subjetiva de algo». La psicología le da a la fenomenología una reputación incluso peor que el propio Derrida. Con ella hemos pasado de estudiar «la forma en que las cosas aparecen como un indicio de lo que son en realidad», al estudio de «una serie de impresiones subjetivas». Sin explicar qué se quiere decir exactamente con «impresiones» o con «subjetivas», y pasando por alto que el término «subjetivo» implica una buena cantidad de pensamiento medieval que los psicólogos se avergonzarían de tener revoloteando en sus cabezas.

Quiero partir de la idea de que tanto las «ideas» como las «imágenes» son objetos por derecho propio. Es decir, que las naves espaciales no son meramente síntomas de nuestro cerebro, ni fragmentos de nuestra propia imaginación. Son seres autónomos. Y tienen algo que decirnos. También veremos que el concepto mismo de fenomenología tiene mucho en común con la idea de espacio-tiempo, que Einstein descubrió más o menos por la misma época de Husserl. Uno de los objetivos principales de Astronave es permitir el acceso a una experiencia sensible del espacio-tiempo; no el vacío o nulidad que todavía solemos concebir cuando pensamos en el espacio, sino un torbellino vívido y espeso.

El medio a través del cual viajan las naves espaciales, la espesura centelleante que llamamos «el hi­perespacio», es por supuesto el viejo y conocido espacio exterior. Pero esta vez lo imaginaremos como una sustancia, como una cosa, ¡como un objeto! En el pensamiento occidental, tenemos la peculiar y peligrosa costumbre de imaginarnos un sólido cuando oímos la palabra «objeto». Pero los objetos son también todo tipo de líquidos. Y si el hiperespacio tiene algún antecedente cultural, este se encuentra en la filosofía y la espiritualidad africanas, como el elemento líquido que actúa como puerta o portal: es el Kalunga que aparece en el Cosmograma de la filosofía Kongo, el océano entre los mundos.4 Ignoro si este concepto fue directamente apropiado por los principales espectáculos de masas del hiperespacio (Star Wars, Doctor Who, etc), pero las similitudes son extraordinarias.

La astronave y el hiperespacio van de la mano como el proverbial caballo y carruaje. Y las astronaves son las cosas que «nos llevan» a ese lugar. Si todas las cosas tienen una forma; y si las ideas son seres parecidos a memes y tuits que tienen asimismo una forma, un tamaño, un vector, un punto de vista, un tono y un color... entonces, ¿por qué el espacio no debería ser así? Esta es una imagen muy progresista desde el punto de vista político, como explicaré más adelante, y una cosa muy interesante para pensar por sí misma. El hiperespacio es utópico en dos sentidos: técnicamente todavía no podemos alcanzarlo, porque no podemos viajar más rápido que la luz, y por tanto es un «no-lugar» (del griego ou, «no»); pero también es un «buen lugar» (del griego eu, «bueno»), una espesura tranquila, excitante y chispeante. Recuerdo mi fascinación cuando vi precipitarse a la TARDIS de Doctor Who por el túnel plateado del espacio-tiempo, semejante a un nácar gigantesco en un caparazón con forma de gusano de tubo. Y entonces vi La guerra de las galaxias a la edad de nueve años, que acabó de amplificar y reafirmar aquella fascinación.

En 1977 estaba obsesionado con los extraterrestres. Primero Encuentros en la tercera fase de Steven Spielberg, y finalmente aquellas conferencias de Carl Sagan en la Royal Institution (así como el libro y la serie de televisión Cosmos) acabaron convenciéndome de que los extraterrestres existían.5 Sigo recordando 1977 de una forma bastante rara, como si fuera el futuro. Jimmy Carter había puesto paneles solares en el tejado de la Casa Blanca, y el diseño para la NASA con forma de «gusano» que Andy Warhol hizo en aquella época le daba mil patadas a la «hamburguesa» de los años de Reagan. Al igual que el hiperespacio el «gusano» era un continuum fluido, como una de esas firmas de grafiteros que se supone que debes hacer sin levantar el dedo del espray. ¿Dónde fue a parar 1977? Y ¿hay alguna manera de hacer que vuelva? 1977 sigue siendo el futuro. Incluso Inglaterra era un lugar interesante por aquel entonces. Los laboristas todavía estaban en el gobierno; el punk y el álbum Animals de Pink Floyd (uno de mis discos favoritos de todos los tiempos) dominaban las radios.

Este libro es un homenaje a una forma de pensar que no tiene nada que ver con tuercas, destornilladores y otras formas de masculinidad sobrada. En cambio, tiene mucho que ver con los fluidos líquidos o espirituales. Porque de eso tratan realmente las astronaves. Este es un libro feminista sobre las astronaves y el hiperespacio. Una de mis filósofas favoritas, Amy Hollywood, escribió sobre la conexión entre feminismo y tradiciones místicas.6 Existe una rica tradición de ciencia-ficción escrita por mujeres,7 pero lo que de verdad importa es esa forma feminista de entender la estética del hiperespacio. Y por eso uno de los principales impulsos de este libro proviene del feminismo.

Luce Irigaray es fundamental para entender mi manera de ver esas cosas que la escuela filosófica de la Ontología Orientada a Objetos llama «objetos»: humanos, erizos, y particularmente el hiperespacio. Volveremos sobre la OOO a lo largo de estas páginas, pero por ahora vamos a recapitular un par de cosas. Primero, la ontología no te dice lo que existe (podemos dejar eso para la ciencia, la historia y demás); la ontología te dice cómo existe. Si una cosa existe, ¿cómo existe? Esa es la única pregunta que la ontología intenta responder. Y la OOO dice que si una cosa existe, existe de tal manera que nada, ni siquiera esa misma cosa en sí, puede captarla, acceder a ella o afectarla. Nada.

Piénsalo. Si muerdo un plátano, tengo una mordedura de plátano. Si lamo un plátano, tengo un lametón de plátano. Si pelo un plátano, tengo una mondadura de plátano. Si escribo un poema sobre un plátano, tengo un poema sobre un plátano. Si utilizo un plátano en un ejemplo de cómo funciona la OOO, tengo un ejemplo de un plátano. Si por alguna razón el plátano desarrollara la capacidad de hablar y participar en un chat, lo que diría sobre sí mismo tampoco sería un plátano, sino el discurso de un plátano. O pongamos que el plátano termina acudiendo a terapia: «Me di cuenta por primera vez de que era un plátano cuando ese filósofo chiflado me utilizó como ejemplo de OOO para un libro sobre astronaves. Fue algo muy traumático.» Esta sería la autobiografía del plátano. ¡Ni siquiera el plátano puede acceder al plátano plátano!

La idea de Irigaray sobre el cuerpo no-patriarcal como una entidad múltiple, que no tiene ninguna forma de ser encajonada, ya sea monista o dualista, se caracteriza por no tener un interior distinto del exterior. Tiene múltiples puertos de entrada y de salida, y en resumen no puede ser captado por la filosofía patriarcal. Todos estos son, a mi modo de ver, rasgos que comparte el hiperespacio. El capítulo titulado «La mecánica de los fluidos», en el libro Ese sexo que no es uno,8 y que Alan Sokal ridiculizó de manera patética e injusta, es de hecho una manera muy congruente de cómo hay que pensar en el hiperespacio.

Uno de los primeros títulos sugeridos para este libro fue «Nave espacial» [spaceship], a lo que rápidamente me opuse, aduciendo que debíamos titularlo «Astronave» [spacecraft]. Una nave espacial es grande, mientras que una astronave es pequeña. Si estuviéramos hablando de barcos, no se trataría de un transatlántico ni un portaviones. Una nave espacial tiene una tripulación habitual. En Star Wars, los buques del Imperio son obviamente naves espaciales, forman parte de una flota oficial. En una nave espacial o un barco de grandes dimensiones hay una amplia y meticulosa jerarquía, hay un capitán y una tripulación. Si estás en un barco, el capitán o capitana es como mínimo el señor, la señora, el duque o la duquesa a cargo de impartir castigo, o incluso matrimonio y entierro. En el espacio, puedes ver a capitanes como Picard y Kirk oficiando bodas. Si escuchas un silbido en un barco, sabes que el capitán ha venido a la cubierta.

Por el contrario, una astronave sería algo más parecido a un yate o un catamarán veloz. El trabajo en una astronave no es un trabajo, es una pasión. Simplemente subes y te pones a pilotar el Halcón Milenario, a ser posible a toda velocidad. Y podríamos decir lo mismo del Corazón de Oro, la astronave absurdamente rápida que es clave en la serie Guía del autostopista galáctico de Douglas Adams. En las astronaves hay una noción de habilidad «artesanal», en el sentido de una técnica que debe ser aprendida, y en el sentido de ser «astuto» [crafty] como Ulises en La odisea, cuyas aventuras eran bastante similares a las de los pilotos del Halcón Milenario. De hecho, la monstruosa Escila y el titánico Caribdis tienen un papel semejante en Han Solo: Una historia de Star Wars en la forma de un engendro espacial y un agujero negro, respectivamente.

Tómese por ejemplo una escena de Encuentros en la tercera fase, que se estrenó poco después de Star Wars. Roy Neary está aparcado ante un cruce de vías por la noche, y un coche le hace luces por detrás; cuando pasa por su lado el conductor le suelta una imprecación, pero Roy sigue parado, esperando. Tras esto, volvemos a ver luces por detrás de Roy, pero esta vez se elevan sobre su camioneta: es una astronave extraterrestre. Y a continuación aparece la nave nodriza. Esta sí es una nave espacial (no es una «astronave nodriza»). La camioneta de Roy también es un tipo de astronave, al igual que los coches y el pequeño platillo volante que apareció primero. El tren que avanza por las vías y la nave nodriza no son pequeñas naves, son buques. Piénsese en la seriedad con que Elon Musk bautizó su Starship; se trata de algo muy serio. Compárese eso con la raquítica astronave de David Bowie en la película The Man Who Fell to Earth, y se verá que son cosas completamente distintas.

 

La diferencia entre naves espaciales y astronaves tiene que ver con partes y totalidades. Como ecologista, estoy interesado en el holismo, porque para concebir una totalidad necesitas creer en las partes que la conforman como si se trataran de una sola cosa. Me refiero a totalidades como bosques, océanos, hábitats y ciudades, barcos y embarcaciones. Pero ¿de qué tipo de totalidades se trata? Podríamos decir que hay una teoría de conjuntos para las naves y una teoría de conjuntos para las astronaves. Las naves requieren una especie de holismo donde el todo se traga a las partes, como en Pac-Man, o como los cristales de sal se disuelven en el agua para originar una solución salina. Seguramente por eso hablamos también de una «nave» del estado, no de una «barcaza» del estado.

La teoría de conjuntos de las astronaves es un tipo de holismo completamente novedoso. Las astronaves contienen cosas, pero no de manera total. Puedes subirte y bajarte de ellas. En una astronave no eres un miembro de una tripulación con uniforme; en una astronave, y aunque esto pueda sonar un poco extraño, el todo siempre es menor que la suma de las partes. Solemos pensar que los conjuntos son siempre más, pero esto es sólo una noción ideológica. De hecho, si una cosa existe, esto significa que existe exactamente de la misma manera que otra cosa. Este es el principio básico de la OOO, que ya comencé a exponer cuando dije que las ideas e imágenes son cosas por derecho propio: si hay equipos de fútbol, existen exactamente de la misma manera que los jugadores de fútbol. El uno no es «más» que el otro. Hay un equipo, y hay once jugadores; y, en este sentido, ¡el todo es menos que la suma de las partes!9 Se trata de un concepto bastante simple, en realidad. Entonces, ¿por qué nos parece tan raro? Porque nos adoctrina la idea de que el conjunto es mayor que la suma de las partes; pero eso nos conduce al fascismo, en el que nuestra identidad queda totalmente definida por el grupo, el manojo (en latín, fasces), la pandilla o escuadrón en el que uno esté incorporado.

Solemos admitir que los coches y las pequeñas embarcaciones son expresiones del individualismo, pero esto indica sólo nuestra falta de imaginación. Y, de un modo semejante, parecemos incapaces de imaginar los conjuntos como otra cosa que esas «soluciones» fascistas (en todos sus sentidos siniestros). Los coches son vistos como una «expresión de libertad personal», como dice el protagonista de Corazón salvaje de David Lynch (una afirmación que fue imitada por uno de los ministros de Margaret Thatcher, en su defensa del automóvil contra el ferrocarril). Sin embargo, ahora vamos a pensar en las astronaves, los coches y las camionetas como conjuntos; es decir, como expresiones del holismo. Entre otras cosas, lo divertido de este libro consiste en rescatar al Halcón Milenario de la idea reaganista del individualismo versus el «imperio del mal» del comunismo soviético (como se refirió Ronald Reagan a la URSS, en una alusión directa a las películas de Star Wars).10

Asimismo, el Halcón Milenario no encaja en los canales limpios, prolijos y ordenados de la circulación oficial de mercancías. Es una embarcación cuyo destino en la vida es ser robada, prestada, alquilada, ganada o perdida... No la compras ni la vendes realmente, tan sólo tienes la oportunidad de hacerlo. Luego te metes en ella, aprendes a arreglártelas, y finalmente escapas a alguna parte. Con todo, se trata de una imagen que no casa muy bien con la idea de individualismo que fundamentaba el capitalismo en los primeros años de Star Wars. ¿Acaso no era el Halcón Milenario una imagen del futuro, una guía que apelaba a nuestra manera de entender y lidiar con cosas que no se adecúan al capitalismo neoliberal?

«Lidiar con cosas» es una manera bastante buena de traducir la palabra «economía». Si te doy un par de dólares, puedes comprar este brick de leche (es un supermercado un tanto caro, me temo). Pero la economía no trata en realidad de dólares y ciclos económicos (esa es más bien la versión «alienada»). La economía trata de las costumbres domésticas, o «costumbres del hogar» –la palabra «economía» proviene del griego oikos (casa), y nomos (costumbres)–. El hogar podría ser la biosfera, tu barrio, un hábitat, o las tres cosas a la vez. Si tienes diez dólares, puedes llenar tu depósito de gasolina con esta cantidad de gasolina. Pero la gasolina implica extraer cosas, perjudicar a ciertas formas de vida o construir refinerías de petróleo, a ser posible en aquellos lugares donde no viva gente blanca cerca. La razón por la que se puede explotar a otras personas o perforar sus tierras en busca de petróleo es que una vez hubo fósiles que quedaron comprimidos y licuados en los sustratos de la corteza terrestre debido a la evolución, etc etc. Pero al final, todo va sobre quiénes pueden disfrutar del mundo (y quiénes no).

Siempre nos encontramos el Halcón Milenario en algún lugar. Nunca está simplemente flotando en el vacío. Siempre está situado, es decir implicado con un mundo (una economía y una ecología). Alguien lo ganó o lo perdió, alguien cree que le pertenece, alguien lo estacionó, alguien le aplicó unas abrazaderas, o se lo tragó un gusano gigantesco... Por el contrario, las grandes naves siempre están atracadas en espacios convenientes que les permitan partir de manera eficiente; son parte de formas muy concretas y unificadas de organizar las cosas («Gobierna el Britannia, y el Britannia gobernará las olas...»).11 Es como si esos enormes barcos y navíos formaran parte de un mundo tan integrado que al final han desaparecido. Son algo que está en todas partes. El «imperio del mal».

Las astronaves o naves más pequeñas están simplemente estacionadas, y normalmente tienes que encontrar un lugar para posarte. Las astronaves son sintomáticas de un tipo de totalidades irregulares, porosas, borrosas o confusas. Puedes entrar y salir de esas totalidades, o deslizarte y escurrirte por debajo.

Si lo que queremos es pensar acerca de las economías globales y la ecología, es evidente que necesitamos pensar en conjuntos y totalidades. Tenemos que pensar en el sentido contrario de lo que dijo una vez Margaret Thatcher: «No existe la sociedad.»12 Es necesario pensar en los conjuntos como menos, como algo frágil y contingente. Los seres ecológicos tales como las formas de vida, los ecosistemas y la biosfera, también son conjuntos cuyas partes los superan en número. Son conjuntos diversos, pero no «mayores».

Los seres humanos están hechos de toda clase de partes y componentes no-humanos, que han ido agregándose durante su evolución. Los campos, por ejemplo, también están hechos de todo tipo de fragmentos que comparten con otros ecosistemas vecinos (por ejemplo con nubes, arroyos y pequeñas criaturas parecidas a roedores que se escabullen). Por ello, los seres ecológicos se parecen más a las astronaves artesanales, y no tanto a las grandes naves. Los seres ecológicos son «halcones milenarios».

El Halcón Milenario nos brinda una manera para pensar con la ecología, con la política, con la ética, con el arte... e incluso con el placer. El pensamiento ecológico solía presentarse desprovisto de sensualidad, paralizado en estado de shock, constreñido bajo montañas de información estresante y reprimendas sobre lo malvados que somos... ¿Qué tal si lo enfocamos ahora desde la perspectiva de Chewbacca, Han Solo, Leia, Rey, Lando, Luke y compañía? Por eso, este libro trata en su mayor parte sobre una de las películas más archiconocidas y cursis de la historia.

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